Capítulo 2

enero 28, 2018

Las clases de la mañana pasaron volando. Cuando la profesora se marchó, Hai Xiu sacó sus deberes y se dispuso a solucionar dos problemas que no había contestado bien. A mitad, escuchó la risita de alguien por encima de él.
–Con que te llamas “Hai Xiu”… Qué nombre tan interesante.
Hai Xiu alzó la vista y se encontró a un chico alto delante de su escritorio, se sobresaltó y se tiró para atrás. Entonces, abrió la boca para hablar, pero no pudo decir nada.
Feng Fei contempló el rostro de Hai Xiu y silbó por dentro. Estaba muy pálido. Al ver al nuevo de cara bonita le entraron ganas de chincharle, así que se agachó y preguntó:
–¿Estás de coña? ¿Cómo le has podido dar mi examen a otro?
Hai Xiu lo adivinó en ese momento: ¡era el chico que se sentaba al lado de la ventana! Su cerebro tuvo un cortocircuito y olvidó su nombre.
La seguridad que había recuperado se hizo trizas y su corazón empezó a latir rápidamente. ¿Por qué había ido a buscarle? ¿Estaría enfadado? ¿Había venido para arreglar el asunto porque le había dado el examen que no era? ¿Tal vez…?
Hai Xiu notó que el cuerpo del otro chico estaba demasiado cerca. Su presencia le daba ansiedad y los recuerdos de su escolarización infernal salieron a la luz otra vez. Su corazón latía cada vez más rápido y empalideció. Quería salir corriendo por la puerta y huir.
Feng Fei percibió la tensión de Hai Xiu, frunció el ceño y se quedó perplejo ante la escena. ¿Qué pasaba?
Recordaba al nuevo. No había hablado nunca, pero, ¿cómo podía ser que no se acordase de su nombre?
Feng Fei era miembro del equipo de baloncesto de la escuela, así que tenía total seguridad en que los demás reconocían su nombre.
–¿Cómo es que te has equivocado? – Preguntó incrédulo. – ¿Me parezco a He Hao?
Hai Xiu no sabía lo que Feng Fei le acababa de decir sobre He Hao, simplemente asintió inconscientemente con la cabeza.
–Me… –Feng Fei, a pesar de que no era su intención, se rio. – ¡¿Me parezco a él?!
Feng Fei se irguió y miró a He Hao, entonces, volvió a posar su mirada sobre Hai Xiu y habló de mala gana:
–¿De verdad no te sabes mi nombre?
Hai Xiu, que para empezar era incapaz de comunicarse bien, perdió todas sus aptitudes comunicativas cuando tuvo que enfrentarse a este desconocido. No sabía lo que le había preguntado, lo único que hizo fue asentir una y otra vez. Feng Fe, por otra parte, ni siquiera se molestó; se rio y se inclinó hacia adelante haciendo que la cara de Hai Xiu empalideciera todavía más.
Feng Fei sonrió, se agachó y cogió el bolígrafo de Hai Xiu. Abrió libreta y escribrió su nombre.
–Mira bien, me llamo Feng Fei. Si lo escribes diez veces no volverás a equivocarte cuando repartas.
La campana sonó. Feng Fei le devolvió el bolígrafo a Hai Xiu y su expresión aturdida le divirtió, por lo que le dio un golpecito suave en la frente con el dedo.
–Que no se te olvide, porque te lo volveré a preguntar a la próxima.
Feng Fei volvió a su asiento despreocupadamente mientras que Hai Xiu se quedó embobado un buen rato antes de volver en sí. 
Hai Xiu abrió la libreta con la mente en blanco. ¿Qué acababa de pasar? ¿Ese chico… le había dicho su nombre?
Hai Xiu suspiró aliviado. Le había dado el examen que no era y él… ¿Había venido sólo para informarle del hecho?
A Hai Xiu, Feng Fei le parecía un chico de mal carácter porque le había visto pelear en educación física con los estudiantes de otra clase, sin embargo, el chico no le había parecido tan malo. No le disgustaba, pero su cuerpo le asustaba: todavía no estaba acostumbrado a que se le acercasen.
Sacudió la cabeza ferozmente, intentó olvidar lo ocurrido y se concentró en la clase.

A tercera hora los estudiantes bajaron al campo para gimnasia. Hai Xiu suspiró. Era su momento favorito del día porque al no participar, la clase se le quedaba para él solito y podía relajarse. Su madre había informado a su profesora que a su hijo no le convenía estar en lugares muy concurridos y, a pesar de que la maestra no terminó de comprender a la señora, accedió.
Hai Xiu limpió la pizarra, regó las plantas del pollo de la ventana y las volvió a dejar en su sitio.
Todavía quedaba media hora de clase de educación física: tiempo suficiente para acabar los ejercicios. Hai Xiu abrió la libreta y, mientras pensaba, escuchó una voz detrás de él.
–¿No haces gimnasia?
Hai Xiu se asustó y casi pegó un brinco. Se dio la vuelta y se sorprendió al ver al chico que tenía detrás. ¿Por qué estaba ahí?
–Ayer jugamos a futbol, – dijo Feng Fei que estaba sentado detrás de él. – ¿no jugaste? ¿Por qué?
El corazón de Hai Xiu se aceleró, se lamió los labios e intentó sonar natural.
–Yo… No hace falta que lo haga.
Feng Fei frunció un poco el ceño y se acercó.
–¿Qué has dicho? ¿Por qué hablas tan bajito?
–No, – Hai Xiu intentó subir el tono de su voz. – no tengo que hacer gimnasia.
Feng Fei alzó una ceja.
–¿La profesora está de acuerdo?
Hai Xiu asintió y Feng Fei suspiró.
–O sea que… ¿Los buenos estudiantes tienen trato especial?
Hai Xiu no sabía qué más decir, pero temía que alguien malinterpretase a la profesora, por lo que, haciendo acopio de gran esfuerzo, comentó:
–No, no. Soy… un caso especial.
Feng Fei se sobresaltó y rugió de risa mirándole de arriba abajo.
–¿Un caso especial siendo un chico? Increíble.
Feng Fei era atractivo, pero solía tener una expresión indiferente, por lo que verle reír de esa manera era tan encantador como un hombre bajo la lluvia. Hai Xiu se quedó embobado unos instantes, de hecho, ni siquiera se percató de que su compañero de clase había hablado.
Feng Fei le miró y le pareció divertido.
–¿Y qué haces en clase? ¿Quedarte sentado?
–Eh, – Hai Xiu soltó un sonido. – deberes.
–Qué buen estudiante. – Comentó Feng Fei incrédulo.
–Ya estamos en tercero… – Añadió Hai Xiu con una vocecita suave.
–¿Por qué te has cambiado de escuela estando en tercero? – Feng Fei volvió a reír.
–Yo… – Las pupilas de Hai Xiu se dilataron y sólo pudo susurrar. – Yo… – intentó explicarse una vez más, pero sólo consiguió sonrojarse.
Su apariencia delicada era encantadora. Feng Fei se moría de ganas por revolverle el pelo de la cabeza, y eso hizo. Hai Xiu echó el cuello para atrás, en un intento de evitarlo, provocando un dolor punzante en el corazón del joven.
En ese momento, los estudiantes que acaban de terminar la clase entraron. Feng Fei se levantó e hizo ademán de girarse cuando recordó algo. Se volvió y le preguntó a Hai Xiu:
–Por cierto, antes te he dicho que iba a volver a preguntarte mi nombre.
Hai Xiu todavía no había reaccionado a la caricia de la cabeza. Hacía mucho tiempo que no tenía contacto físico con alguien que no fuese su madre, por lo que no estaba acostumbrado a esa sensación. La pregunta le sobresaltó y de inmediato abrió la libreta.
–¡No te acuerdas, ¿eh?! – Jadeó Feng Fei.
La profesora llegó en ese preciso instante. El muchacho señaló con el dedo a Hai Xiu y volvió a su asiento.
–¿Qué te pasa? – Le preguntó Wang Peng, su compañero de escritorio, preocupado. – Estás rojo.
–¿Sí? – Hai Xiu se palpó la cara y, efectivamente, la tenía caliente. Intentó sonreír. – Estoy bien…
¿Cómo iba a estar bien? Hai Xiu estaba mareado.
Feng Fei le observó risueño.
–Abrid el libro por la página noventa y siete. Primero hablaremos de lo de ayer-…
Todavía no había sonado la campana, pero la profesora de inglés estaba ansiosa por empezar la clase y Hai Xiu se esforzó por seguirla. Las horas transcurrieron sin mucha novedad hasta el final. Algunos se levantaron y recogieron las cosas para irse a casa a comer, mientras que otros se habían traído la comida.
Hai Xiu sacó lo que había envuelto a consciencia de la caja para comidas que había al final de la clase y se preparó para empezar. A pesar de que la escuela permitía que sus alumnos disfrutasen de su comida en clase, la mayoría preferían salir. Hai Xiu se llevó su comida y su taza de agua y bajó hasta la zona del patio donde no solía haber nadie porque los demás solían irse al tejado o al gimnasio.
Hai Xiu abrió su comida y disfrutó de ella, al acabar, cogió su libro de inglés, se levantó y volvió a clase.
Era el momento que más le gustaba del día, porque la escuela estaba en silencio. Anduvo lentamente a través de los árboles hasta que escuchó varios sonidos detrás de él. Entonces, alzó la vista y se encontró a Feng Fei y los demás jugadores principales del equipo de baloncesto que salían del gimnasio con una pelota entre las manos.
Hai Xiu intentó evitarlos adrede, pero antes de conseguirlo, Feng Fei ya tenía sus ojos puestos en él y le rodeó junto con los otros siete u ocho chicos. Hai Xiu empalideció y su corazón empezó a latir como loco, parecía un animalito arrinconado por una manada de lobos, no podía ni moverse.
–Tú… – Feng Fei arqueó las cejas. Se percató que Hai Xiu no parecía estar del todo bien, por lo que avanzó un par de pasos y le tocó la frente. – No tienes fiebre… – Mencionó aturdido. – ¿Qué te pasa? ¿Ya has comido? ¿Tienes un bajón de azúcar?
–¿Quieres una tableta de glucosa? – Preguntó un chico de aspecto duro que acompañaba a su compañero de clase. – Tengo unas cuantas.
Hai Xiu empalideció aun más, sacudió la cabeza e intentó serenarse.
–No me pasa nada… – Balbuceó en voz baja. – Yo… Me voy…
Hai Xiu subió las escaleras casi corriendo.
–Él…
Tanto Feng Fei como sus compañeros de equipo estaban desconcertados. Perplejos, se encogieron de hombros.
Ni Mei Lin, la tutora de Hai Xiu contempló la escena desde la sala de profesores de la tercera planta.
–Dile a Feng Fei que venga a mi oficina después de las clases de la tarde. – Le dijo al delegado, Wang Peng, con el ceño fruncido.

*        *        *        *

–¿Te ha…? – Wang Peng titubeó. – ¿Te ha pasado algo?
–¿Qué? – Como los otros estaban haciendo mucho escandalo Hai Xiu no le escuchó bien. – ¿El qué?
Wang Peng tragó saliva. No sabía nada sobre la enfermedad de su compañero de escritorio, pero sí que había notado que era bastante introvertido. Había visto a Hai Xiu rodeado por el equipo de baloncesto aquel mediodía desde la ventana, pero ignoraba realmente el motivo.
–Los del equipo de baloncesto son bastante abrumadores, – comentó Wang Peng con sinceridad. – todos sabemos que lo mejor es no juntarnos con ellos. Pero si te hacen algo no te preocupes, que a nuestra profesora no le dan miedo. Da igual de donde vengan, si la profesora se entera no te molestarán más.
–¿Qué ha pasado… – Hai Xiu se confundió todavía más. – con los de baloncesto?
Wang Peng pensaba que Hai Xiu estaba demasiado avergonzado como para admitir nada, por lo que se inclinó y le susurró:
–Hoy te han parado al mediodía. La profe y yo lo hemos visto y ahora le acaba de llamar para ocuparse del asunto, no te preocupes, nuestra profe-…
–La profesora Ni… – Hai Xiu le interrumpió al comprender lo que estaba pasando. – ¿Nos ha visto? – Preguntó.
–Sí, – Wang Peng asintió con la cabeza. – estaba haciendo las cuentas, le ha visto y le ha mandado llamar. Seguramente le va a regañar para que pare de-…
–No es eso. – Hai Xiu volvió a interrumpir a su compañero, rojo y ansioso. – No está… Él no… – No podía ni hablar bien. Se levantó y dijo. – La profesora Ni lo ha malinterpretado, él…
Wang Peng se confundió y preguntó con visible preocupación:
–¿Qué pasa? No tengas miedo.
–No.
Las delicadas cejas de Hai Xiu se torcieron y salió corriendo de la clase. Se precipitó a la oficina de su tutora, que debía haberse confundido. Subió hasta la cuarta planta y se plantó delante del despacho de Ni Mei Lin. Llamó un par de veces y, tal y como esperaba, Feng Fei estaba de pie delante del escritorio de la buena mujer.
–Profesora, no es lo que parece… – Hai Xiu hizo una pausa. ¡Se le había olvidado el nombre de aquel chico!
El joven se ruborizó, retrocedió dos pasos y se tambaleó.
–No me ha hecho nada… Yo… Este mediodía… Nos hemos encontrado. Pensaba que me estaba dando un bajón de azúcar… Yo…
La habitación se quedó en silencio durante unos segundos. Ni Mei Lin repasó a Hai Xiu con la mirada como ausente y, al cabo de unos instantes, se giró para mirar a Feng Fei.
–Así que, será mejor que le pongas más ganas a tus estudios si vas a seguir rechazando becas deportivas. Concéntrate, ¿vale?
Feng Fei no apartó la vista de Hai Xiu desde que había entrado. La esquina de sus labios se curvó al ver al menudo muchacho, entonces, se volvió hacia su tutora, asintió y dijo:
–Sí, vale.
–Tienes mucha confianza. Creo que puedes hacerlo. Ya está. – Entonces, miró a su otro alumno. – ¿Hai Xiu? ¿Qué pasa?
Hai Xiu tenía las mejillas rojas como un tomate. Se sentía tan abochornado que quería darse de cabezazos contra la pared.

–No… – Se molestó, pero se inclinó como disculpa. – No es nada, profesora. Adiós…

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