Capítulo 3

enero 28, 2018

Feng Fei vio a Hai Xiu salir del despacho de la tutora y su sonrisa se tornó más obvia.
–Bueno, pues me vuelvo a clase… – Quería correr detrás de aquel niño porque le parecía terriblemente interesante.
–Espera. – Ni Mei Lin dejó el bolígrafo. – Hay algo que quiero contarte. – Afirmó con seriedad.
–¿Vale? – Feng Fei asintió como ausente.
–Es sobre Hai Xiu.
–¿Qué le pasa? – Feng Fei se dio la vuelta para mirar a Ni Mei Lin.
–Para serte sincera, – Ni Mei Lin vaciló al principio. – me ha sorprendido verle correr hasta aquí. Es la… primera vez que viene a hablarme por voluntad propia; es la primera vez que viene a hablar con alguien.
Ni Mei Lin no estaba segura de si contarle la condición de Hai Xiu a Feng Fei iba a ser buena idea. Pero aquel momento la había sorprendido demasiado.
–Tienes que guardar en secreto lo que te voy a contar…

Cuando Feng Fei salió del despachó de Ni Mei Lin ya llevaban veinte minutos de clase. No estaba seguro de cómo sentirse. Llamó a la puerta y quiso explicarse al profesor, pero éste le indicó que se sentase y que no interrumpiese la lección. Feng Fei se dirigió a su asiento y miró por la ventana.  Sacó el móvil y buscó: “fobia social” en el buscador de internet.

*        *        *        *

–¿Miedo de qué? – Feng Fei no entendía lo que acaba de escuchar. – No… – Frunció el ceño. – ¿Le tiene miedo a quién?
–No es un temor, es una enfermedad mental… No, psicológica. – Ni Mei Lin sacudió la cabeza.
–Dime la verdad, – Feng Fei arqueó las cejas. – No se lo voy a decir a nadie.
Ni Mei Lin suspiró y se frotó la piel entre sus cejas.
–Sinceramente, yo tampoco conocía esta enfermedad. La descubrí después de preguntarle. No sé si todo, pero hay algunos puntos que sí puede curar. Además, cuánto menos lleve enfermo, mayor son las probabilidades de curarse.
–¿Cuándo contrajo la enfermedad? – Preguntó el muchacho.
–Creo… – Ni Mei Lin no estaba del todo segura. – Que hace unos tres o cuatro años.
En el perfil de Hai Xiu había escrito sobre su mal comportamiento, pero se ignoraba si por aquel entonces ya estaba enfermo.
–No sé si ha ido a terapia o si ha sido efectiva. La mayoría de la gente… le resta importancia a esta enfermedad, como con la depresión. Es como cuando crees que alguien es feliz, pero en realidad no lo es. – A Ni Mei Lin le dolía la cabeza solo de pensar en ello. – Y Hai Xiu… Parece obediente, pero se ha negado a recibir tratamiento. He estado hablando con él y resulta que le cuesta interactuar con los demás, que es uno de los síntomas de la enfermedad… Quiere vivir de una forma segura para él, pero tiene que crecer y aprender a comunicarse con el mundo. – Ni Mei Lin miró a su alumno. – Me ha sorprendido que tomase la iniciativa de hablarme.
Y el motivo para ello había sido la posibilidad de que ella pudiese malinterpretar a Feng Fei.
–Ya veo. – Feng Fei asintió pensativo.
–No te voy a pedir que le ayudes… – Explicó Ni Mei Lin. – Sólo espero que hables con él, no hace falta que sea mucho. ¿Me entiendes?
–Sí. – Asintió Feng Fei.
Feng Fei se dio la vuelta y empezó a andar, abrió la puerta y, de repente, se volvió otra vez para mirar a su tutora.
–¿Puedes decirme… cuál era la escuela de Hai Xiu?
Ni Mei Li frunció el ceño.
–¿Por qué quieres saberlo?
–Curiosidad. – Feng Fei se encogió de hombros.
–Huai Ning Yizhong. – Contestó Ni Mei Lin.
Cuando Feng Fei salió de su despacho, la profesora seguía indiferente. Recordó que alguien de la familia de Feng Fei trabajaba en el departamento de educación y precisamente, en una posición bastante alta.
Ni Mei Lin sonrió y bajó la cabeza para continuar trabajando.

*        *        *        *

Feng Fei tiró el móvil dentro de su mochila y se inclinó sobre su asiento para mirar a Hai Xiu. Conocía un poco la enfermedad del chico y sabía que subir esas escaleras no había sido nada fácil para él. 
Feng Fei cambió de posición y continuó observándole. No le cabía en la cabeza cómo un buen estudiante había terminado dándole a su profesor con una silla. Seguramente el profesor debía haber dicho algo de su madre. Feng Fei alzó una ceja. Bueno, cualquiera habría hecho lo mismo si le hablan mal de su madre.
No era un cotilla, pero acabó haciéndole caso a su tutora y decidió hablar con Hai Xiu. El joven sonrió todavía con los ojos fijos en la cabeza gacha de Hai Xiu. Fuese como fuera, le gustaba molestarle, era muy divertido.

Después de clases, Feng Fei salió de clase con el móvil. Buscó un sitio silencioso y llamó al familiar que trabajaba en el departamento de educación. Cuando finalizó su llamada, fue al baño y al salir, se encontró a Hai Xiu. Su mirada se iluminó al verle cabizbajo y sonrió.
–¿Por qué has ido al despacho?
Hai Xiu se sobresaltó al escuchar la voz de Feng Fei.
–N-no… Nada… – Tartamudeó.
–¿Nada? ¿Entonces por qué vas? – Feng Fei le barraba el paso. –¿Has ido a buscarme a mí? – Su sonrisa albergaba cierta malicia.
Hai Xiu retrocedió un par de pasos y susurró:
–No… Tú… Sal. Quiero…
Feng Fei acortó la distancia entre ellos cuando vio que Hai Xiu se estaba alejando instintivamente. Se le pegó y le preguntó:
–¿Qué quieres?
El cuerpo de Hai Xiu se tensó. Feng Fei era muy alto. Un chico de un metro ochenta y seis estaba delante de otro de uno setenta y cinco. No había demasiada diferencia, pero Hai Xiu casi podía escuchar los latidos del corazón de Feng Fei por culpa de su proximidad. Empalideció e intentó hablar lo más claro posible.
–Quiero aliviarme…
Feng Fei vio el cambió en su semblante, por lo que retrocedió unos pasos.
–Adelante. – Asintió apoyándose en la pica.
–Tú… ¿No vas a…? – Susurró Hai Xiu mordiéndose el labio inferior.
–Es un baño público. – Feng Fei no pudo evitar reír. – ¿No puedo estar aquí’
Hai Xiu no dijo nada y se metió en el baño tímidamente.
Feng Fei sonrió. Era obvio que Hai Xiu le tenía miedo pero que intentaba estar tranquilo. Feng Fei admiraba un poco a este muchacho por lo que había leído en internet. No quería que los demás se percatasen de sus diferencias y, por eso, se controlaba. Según internet, el chico debía sentir nauseas, marearse, vomitar e incluso temblar… Sin embargo, Hai Xiu era terriblemente bueno en ocultarlo.
Feng Fei se preguntó cuánto tiempo iba a estar Hai Xiu allí dentro, así que volvió a meter la cabeza y se encontró con su expresión contrariada y vacilante. Su corazón se decepcionó: Hai Xiu quería lavarse las manos pero no se atrevía a acercarse.
Feng Fei se sintió impotente, le dio espacio y dijo:
–Lávate, me voy. – Justo cuando iba a marcharse, se dio la vuelta. – ¿Por qué no me llamas por mi nombre? ¿Cómo me llamo?
El corazón de Hai Xiu dio un vuelco y empalideció.
–¡Tú! – Feng Fei estaba disgustado.
Hai Xiu retrocedió, demasiado asustado como para mirarle.
–Venga ya, tú… – A Feng Fei de repente se le ocurrió una idea y sonrió. – Lávate las manos. Lávatelas muy bien.
Feng Fei salió del baño y Hai Xiu se relajó de inmediato y fue a lavarse las manos.
Antes de salir de verdad, Feng Fei le dedicó un último vistazo.
¿Estás mejor? ¿Tanto odias estar cerca de mí?
Sus ojos brillaron con malicia. No volvió a la clase, sino que subió hasta la cuarta planta.

Cuando Hai Xiu se acabó de lavar las manos, se puso de mejor humor. No había sido un mal día. Frustrado, regresó a la clase para mirar el nombre de aquel chico: tenía que recordarlo.
Entró en clase y se sentó. Se secó las manos, sacó la libreta y miró el nombre. Feng Fei. Entonces, en una página nueva se dedicó a copiar los dos caracteres diez veces para que no se le olvidase.
Cuando volvió a clase, Feng Fei vio que el adorable Hai Xiu estaba escribiendo su nombre y su corazón se suavizó.
–¡Hey! – Se posicionó delante del muchacho con una gran sonrisa.
Hai Xiu alzó la vista y tapó la libreta inconscientemente.
–No hace falta que lo escondas. – Dijo Feng Fei riendo. – Ya lo he visto. ¿Estás escribiendo mi nombre?
Hai Xiu asintió un poco avergonzado.
–Oh, sí yo te… – Feng Fei suavizó su tono de voz sin querer.
Hai Xiu levantó la vista para escucharle con atención.
–He ido a decirle a la profesora Ni que quiero compartir mesa contigo. – Los ojos de Feng Fei brillaron. – Me ha dicho que sí. Ven, te voy a ayudar a mover la mesa.

–¡¿Eh?! – Hai Xiu abrió los ojos como platos.  

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