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abril 03, 2020
–El mutualismo es una relación equitativamente
beneficiosa entre dos organismos. La ausencia de uno de los dos puede tener
repercusiones negativas o incluso provocar la muerte del otro. – La voz del
profesor de biología resonó claro y alto como el canto de una cigarra.
La cálida luz de la puesta del sol se colaba en la clase
ofreciéndose a la mitad y sumiendo en la oscuridad a la otra. Chen Nian,
sentada en el limbo de ambas mitades, entrecerró los ojos coronados con
larguísimas pestañas para poder ver sin mucho éxito. Entonces, descubrió la
silueta borrosa del tutor y de dos agentes de policía detrás de él.
Se hizo el silencio en toda la clase.
–Chen Nian. – Su tutor, normalmente taciturno, la llamó
con una sonrisa. – ¿Te importa salir un momento?
Chen Nian empalideció un poco al ver a los agentes. Echó
un rápido vistazo al pupitre vacío delante de ella, soltó el lápiz de mina, se
levantó, se arregló la falda que tenía pegada a las piernas y siguió a los
hombres fuera de la clase bajo la atenta mirada del profesor de biología y el
resto de sus compañeros que cuando la perdieron la vista, agudizaron el oído en
un amago de captar cualquier información.
–Tranquila, sólo te van a preguntar un par de cosas. – El
tutor le dio una palmadita amistosa en el hombro e intentó consolarla.
Uno de los agentes parecía el huraño, y el otro sonreía
amablemente. Chen Nian asintió con la cabeza y los siguió hasta el despacho del
tutor, el cual se quedó regañando a los curiosos unos instantes antes de
reanudar la marcha.
Al llegar, se sentó en una silla y la temperatura le
erizó la piel.
–Sabes por qué estos señores quieren hablar contigo,
¿verdad, Chen Nian? – Preguntó tranquilamente el tutor.
–S-Sí… – La naturalmente pálida Chen Nian tartamudeó como
de costumbre a pesar de no estar nerviosa ni asustada.
–¿Sabes que hemos venido porque Hu Xiao Die saltó del
edificio? – La interrogó el agente más joven que sentía lástima por ella. Chen
Nian asintió con la cabeza mirándole directamente a los ojos. – Estoy seguro de
que también sabes por qué te hemos elegido a ti, ¿no?
–Porque e-ese día…
era… u-una de las… encargadas de… limpiar.
–Tú, Hu Xiao Die y otras dos chicas eráis las encargadas
de limpiar la clase. Al acabar, las otras dos chicas se fueron y tú te quedaste
con Hu Xiao De a solas.
Chen Nian asintió con la cabeza.
–Dijiste que te fuiste antes que ella, ¿no? – Chen Nian
volvió a asentir afirmativamente. – ¿Hu Xiao Die no te dijo nada antes de que
te fueras aquel día? – Chen Nian sacudió la cabeza. – ¿Le notaste algo raro? –
Chen Nian volvió a negar con la cabeza.
–¿Podrías describirnos el estado y comportamiento de Hu
Xiao Die ese día antes de que te fueras? – Saltó el otro policía.
–Ya… Es-escribí mi… tes-testimonio-…
–A la niña le cuesta hablar. – El tutor la interrumpió. –
La policía ya la ha interrogado, de hecho, lo grabaron.
Chen Nian se limitó a mirar de soslayo a su tutor.
–Dijiste que no volviste a ver a Hu Xiao Die y que te
fuiste a casa. – Inquirió el agente tras reflexionar unos segundos.
La semana pasada cuando el guardia de seguridad
patrullaba por la escuela descubrió el cuerpo inerte de Hu Xiao Die, la más
guapa del instituto, en un charco de sangre. Los investigadores determinaron
que la causa de la muerte había sido suicidio, pero los motivos para ello
continuaban siendo un misterio.
El tutor le ordenó a Chen Nian que volviese a clase
cuando los agentes se quedaron sin preguntas y así lo hizo. Empapada en sudor
frío, emprendió el camino de vuelta dejándose cegar por la luz del sol. El mero
recuerdo del cádaver de Hu Xiao Die la hacía estremecer.
–Chen Nian. – Llamó alguien a escasos pasos de ella. – Mi apellido es Zheng. – Se trataba del
agente joven que la había estado interrogando. – Si alguna vez necesitas ayuda,
llámame. – Le dio una tarjeta con su nombre y sonrió. Su mirada parecía capaz
de descifrar lo desconocido.
A Chen Nian el corazón le dio un vuelco y asintió
lentamente.
Todos los bolígrafos y lápices se detuvieron en cuanto
pisó la clase, fue como si alguien le hubiese dado al botón de silenciar. Chen
Nian fingió no darse cuenta y se limitó a avanzar hasta su pupitre con todos
los ojos de sus compañeros pegados a su cuerpo. Percibiendo una mirada
especialmente fría, Chen Nian miró a Wei Cai que se sentaba en la última fila
desde donde la observaba con un par de ojos perfilados con eyeliner que le
transmitían una amenaza cruel y silenciosa.
Zeng Hao, que se sentaba en diagonal a ella, le pellizcó
la pierna por debajo de la mesa y le pasó una nota donde había escrito: “¿qué
te han preguntado?”. Chen Nian oteó el asiento vacío de Hu Xiao Die y no
contestó. A excepción de la única buena amiga de la fallecida, Zeng Hao, a la
que había visto llorando en varias ocasiones, la clase había seguido
indiferente a la pérdida de uno de los compañeros; no se percibía melancolía,
lo único que corrían eran rumores y cotilleos morbosos. Uno de los rasgos más
significativos de la juventud es la puridad de su existencia, la facilidad de
ser olvidado y de seguir adelante a pesar de la decepción.
Los estudiantes que se habían pasado las horas susurrando
por fin callaron y se centraron en el reloj que había encima de la pizarra –
sólo quedaba un minuto de clase.
–Veinte… Diecinueve… – Los gamberros de la clase
empezaron la cuenta atrás en voz alta.
El ruido fue creciendo como el zumbido de una horda de
abejas. El profesor de biología era plenamente consciente de la tendencia
inherente de los organismos de imitar las acciones del grupo, pero se rehusó a
admitir la derrota y dejar el libro.
–Trece… Doce… – Más y más alumnos se sumaron a la cuenta.
El corazón de Chen Nian latía al son de la canción de los
desobedientes. Ya había acabado de recoger disimuladamente y estaba preparada
para salir disparada en cuanto sonase la campana.
–A parte del mutualismo, el parasitismo, y la
competición, ¿cuál es la otra relación que existe entre organismos? – El
profesor hizo un último intento de conseguir la atención de los estudiantes.
–¡La depredación! – Gritó la clase entera con gran
entusiasmo.
La campana sonó y el caos estalló en la clase. Chen Nian
salío de clase rápidamente, y después de asegurarse de que la mirada cruel y
penetrante ya no la seguía, se precipitó con todas sus fuerzas por los pasillos
y las escaleras. Era tan delgada que parecía que podría romperse las piernas de
solo correr. Un par de chicos pasaron por su lado gritando incoherencias, pero
ella optó por ignorarles y concentrarse en correr sin mirar atrás – como si la
persiguiese el mismísimo demonio. Así pues, el uniforme de Chen Nian abandonó
el instituto antes de que la campana tocase por última vez.
Chen Nian continuó corriendo hasta que se quedó sin
energía, para entonces, ya había llegado a un callejón que había cerca de su
casa. Exhausta, jadeando y con el corazón a mil, la muchacha se limpió el sudor
de la boca, se aferró a la mochila y se aventuró por la calle oscura.
La quietud de la noche envolvía el lugar con un brillo especial,
de las casas iluminadas brotaba el aroma de comida casera o el sonido de los
cazos y entre todo aquello, Chen Nian distinguió el sonido de puñetazos. Un
grupo de delincuentes estaba apaleando a un chico vestido con una camiseta
blanca que ni se quejaba, ni se resistía en una esquina. La adolescente bajó la
cabeza e intentó pasar de largo a los vándalos inadvertida, sin embargo, en
cuanto llegó a la esquina sacó el móvil y marcó dos números cuando, de repente,
la agarraron por el cuello de la camisa. Uno de los chicos que habían estado
pegando al de la camiseta blanca la arrastró dentro del corrillo y la abofeteó.
–¿A quién coño querías llamar, zorra?
–A m-mi madre… – Tartamudeó ella sin levantar la vista
del suelo.
El matón le retorció la mano hasta que pudo ver la
pantalla del móvil con claridad.
–¿Ibas a llamar a la pasma? – Le volvió a abofetear. –
¡Serás hija de puta! ¿Tan pocas ganas de vivir tienes?
Chen Nian cayó encima del chico de la camiseta blanca
sintiendo una quemazón en la cara. Lamentaba haberse inmiscuido en lo que no le
incumbía. Nada de esto iba con ella, aunque esta panda de gamberros hubiese
matado a hostias al chico de la camiseta blanca, no era cosa suya.
–¿Y esta gilipollas quién es? – Intervino otro de los
pandilleros cuando su amigo estaba a punto de pegarle una patada a Chen Nian.
El recién llegado se puso de cuclillas al lado de ella y la obligó a levantar
la cabeza tirándole de la coleta.
Chen Nian adivinó que el chico tenía su edad al ver el
uniforme que llevaba atado a la cintura. Pesé a ello, ambos pertenecían a
mundos completamente distintos, eran dos organismos de diferentes clases.
–¿Le conoces? – El pandillero señaló al chico de la
camiseta blanca con el mentón mientras retorcía la coleta de Chen Nian para
obligarla a mirar a su víctima.
–N-no… – Chen Nian batalló por hablar sin apartar la
vista del par de ojos negros carentes de cualquier emoción del chico de
camiseta blanca. – No.
–¿No le conoces? – El gamberro le sacudió la cabeza. – ¿Y
quién coño te manda a ti meterte si ni siquiera le conoces?
–N-no… Volveré… a-a hacerlo… – Farfulló en voz baja con
un tono que reflejaba su arrepentimiento y ruego de misericordia.
Volvió a cerrar los ojos huyendo de la mirada del chico
de la camiseta blanca.
–Si no le conoces, ¿para qué te metes? ¿Eh? – El grupo de
chicos no pensaban dejar que la adolescente se fuese de rositas por muy poco
interés que tuvieran en ella.
–No sé. – Contestó notando como la inquietud se apoderaba
de ella.
–Te parece guapo, ¿a qué sí?
Chen Nian guardó silencio, incapaz de responder. A pesar
de que cuando había pasado de largo la primera vez no había podido ver el
rostro del chico de camiseta blanca, ahora que la habían obligado a mirarle le
era imposible negar que el chico era extremadamente atractivo.
–Claro que es guapo, a su madre se la conoce por lo guapa
que es. – Los gamberros intercambiaron miradas burlonas. – Tiene una fila de
tíos esperando turno para meterse en su cama y… ¿Quién sabe? A lo mejor un día
yo hago lo mismo, llevo mucho tiempo con ganas de metérsela por detrás a una
tía…
Chen Nian rechinó los dientes; empatizó con el bochorno
que no le pertenecía, pero no consiguió reunir el valor suficiente para mirar a
la cara al chico de la camiseta blanca.
–¿Tienes dinero? – Le preguntó uno de los gamberros
cogiéndola por el cuello de la camisa cuando se cansaron de meterse con ellos.
–¿Eh?
–No tiene pinta, ¿a qué no?
La familia de Chen Nian era bastante pobre, pero decidió
entregar renuentemente setenta dólares por miedo que la cachearan.
–Só-sólo… ten-… tengo esto. – Confesó con los ojos rojos.
Los pandilleros le quitaron el dinero de las manos, la
insultaron por ser una “pobre de mierda” y, insatisfechos por la poca cantidad,
empezaron a buscar nuevos métodos de desfogar su decepción.
–Bueno… Como le has salvado, ¡te vamos a dejar darle un
besito en los labios!
Chen Nian se quedó inmóvil unos instantes antes de empezar
a resistirse a los gamberros que la vencieron sin mucha dificultad. La joven
chilló y pataleó furiosa y avergonzada, mientras que el chico de camiseta
blanca se limitaba a mirarla con total indiferencia. Los gamberros consiguieron
juntarles la cabeza y les obligaron a quedarse así hasta que hubieron contado
hasta ciento diez. Al final, Chen Nian, con lágrimas cayéndole por las
mejillas, dejó de resistirse y el chico de camiseta blanca la observó en
silencio.
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