Prólogo: El templo de las Estrellas

agosto 14, 2016

Dios es omnisciente. Cuando el sol se pone, la brizna de muchas estrellas emerge de los cielos oscuros. Sus dedos colocan piedras brillantes en el velo de esta noche azul; pintan en un lienzo que responde a casi todas las preguntas que los seres humanos desean saber.
El pequeño reino de Vion siempre confió en la astrología y las piedras mágicas adivinar sus políticas nacionales. El templo que se había erguido para estudiar los movimientos celestiales se consideraba un lugar sagrado, pero también un suelo prohibido donde se llevaban a cabo rituales secretos.
El acceso de los lugares más hondos del templo estaba restringido a los Videntes, pero, ahora, se había traído a una joven doncella a tal escena.
Uno podía adivinar que aún era una adolescente por su pequeña estatura. Sin embargo, estaba famélica hasta el punto de la enfermedad, y sus prendas eran puros jirones, por supuesto, sucios. La colocaron en medio de la sombría chambra, en el centro de un círculo mágico. Tenía las manos y los pies atados con una gruesa cuerda y le habían puesto una mordaza en la boca. Sus gemidos apenas parecían humanos. Eran mucho más similares a los de una bestia.
La mirada penetrante de sus ojos se entreveía entre su pelo negro enredado, un desastre tan salvaje como un yermo.
-No puedo creer que esta chica es en realidad…-Murmuró un vidente encapado.
El vidente que estaba a su lado se levantó y dijo:
-Aunque sea difícil de creer que sea humana… Mira su Piedra Estrella.
El cuerpo tendido de la joven doncella convulsionó inquieto y la piedra que colgaba de su cuello cayó al suelo con un ruido metálico al chocar contra el suelo. La brillante hoguera bajo la piedra, iluminó la deslumbrante superficie. Un color oscuro y plagado de impuridad que parecía emitir rayos esparcidos de una débil luz.
El vidente que lo examinó informó con gravedad:
-Un verde turbio con débiles rayas de escarlata… Es inequívoco, aunque su condición actual sea tan lamentable…
En ese momento, la mordaza se aflojó y con su recién recobrada libertad, la doncella empezó a gritar:
-¡Soltadme! ¡Locos de mierda!-La angustia de su voz era afilada antipática. Su voz amarga resonó contra el alto techo del templo. Intimidados por sus chillidos, los videntes echaron medio paso atrás.- ¡Malditos videntes! ¡Viejos inútiles, decidme en este puto momento qué coño estoy haciendo aquí! ¡Si lo que queréis es follaros a una puta, id al barrio rojo[1]!-La joven doncella escupió y arremetió contra los videntes, gritando con un vocabulario extremadamente revoltoso.
Algunas caras de los videntes estaban angustiadas, otros miraban con los ojos como platos, mientras otros se tapaban los oídos.  Estas acciones no eran visibles, escondidos como estaban bajo sus largas túnicas negras, pero la repugnante y aborrecible doncella no paró el bombardeo.
-Por favor, hablad con más tacto… Mi princesa.
Entre el grupo de videntes asustados, un vidente dio un paso hacia la doncella. Al igual que la que tenía la doncella, piedras pulidas colgaban de las cinturas de sus ropas.
Las mejillas de la doncella habían chocado antes contra el suelo y ahora, estaba levantando la cabeza lentamente. Aunque no podía formular lo qué quería decir, continuó siseando a los videntes.
-¿Princesa? ¿De quién hablas? –Se mofó. Tenía los labios agrietados por el hambre y el frío, rezumados de sangre roja.-Si dices que soy una princesa, entonces, por favor, decidme algo. ¿Quién me tiró a un foso oscuro, abandonándome en esos callejones de bebé?
Sinceramente, de eso no tenía recuerdos. Era imposible que lo recordase. La joven doncella fue abandonada mucho antes de tener ningún recuerdo de algo más. Sin embargo, había escuchado susurros, murmureos y rumores de la gente que vivía en los callejones.
A esa chica la abandonó el pueblo de aquí porque lo dijeron las estrellas”.
El vidente asintió, reconociéndolo, pero también pareció ridiculizar y mofarse de esas palabras.
-Sinceramente, en aquel entonces no tuvimos elección. Todo es según-…
-¿Porque Dios y las Estrellas lo decretaron?-La joven doncella soltó una risotada, “¡ja!”, y rodó por el suelo.-¡Sería mejor que este reino ardiera!
La princesa maldijo abatida su país y todos los videntes desesperaron. La expresión sin esperanza de los videntes y la infelicidad de la joven doncella.
-¡Lo mejor sería que este reino ardiese! ¡Sois una pandilla de jodidos locos rabiosos! ¡Cómo me abandonasteis y no volvisteis a por mí, ahora soy yo la que va a abandonar este país de mierda!
El vidente que estaba de cara a ella le respondió con tranquilidad:
-No podrá ser, querida princesa.
-¡Ese no es mi jodido nombre!
-Elsa Viontine.
Las palabras de la doncella pararon abruptamente cuando escuchó que la llamaban así. Su rostro se contorsionó, súbitamente rebosante con un enfado incontrolable y odio.
-Así que mi nombre es… Elsa.
La doncella por fin comprendió que el nombre por el que la gente de los callejones la llamaban era su verdadero nombre que le habían dado al nacer. Mientras crecía en las calles, siempre había asumido que los borrachos que la abucheaban por ser una princesa abandonada por el templo, eran idiotas diciendo mentiras que se sacaban de la manga. Pero los videntes la habían llamado: “princesa”. Ahora sabía que esta gente, estos videntes que la habían atrapado en esos callejones podridos, realmente la habían abandonado.
-¿Qué queréis… de mí?-Preguntó Elsa a los videntes, casi como si estuviese gruñendo.
Abandonada inmediatamente después de nacer y ahora arrastrada al templo… Era imposible que fueran a ser buenas noticias.
-El Dios y las Estrellas que cuidan del país le han otorgado un nuevo destino.
-¿Otra profecía?-La forma de hablar de Elsa rebosaba mofa y risa cínica. Ridiculizaba a los videntes y al país entero.
Vion era un país pequeño y este país estaba engrillado con estos videntes.
-Un mal augurio, más grave que ninguno anterior, ha aparecido en Vion.
-¿Y qué? Este reino ya está jodidamente loco, no sería sorprendente si ardiese en cualquier momento. Con cerebros de pájaro como vosotros, este país se pudrió hace años.
Elsa había visto de todo. No le sorprendería que estos videntes la quisieran de sacrificio para la nación. Se había abandonado a la desesperación y ya no le importaba. Sin embargo, lo que los videntes dijeron a continuación estaba más allá de sus expectativas.
-Por la voluntad de los dioses, te casarás con una nación aliada para salvar nuestro reino.
Elsa miró a los videntes totalmente atónita tras escuchar eso.
-¿casarme…?-Elsa repitió esta palabra a tropiezos como si fuera un idioma extranjero.
Como para reafirmar sus palabras, el vidente continuó:
-El país alineado es Arco Rojo que tiene la lealtad del Caballero Sagrado. Te casarás con el príncipe heredero para cerrar un vínculo íntimo entre Vion y Arco Rojo.-El discurso del vidente estaba muy dignificado, como si le estuviese dando una información que se había determinado mucho tiempo atrás.-Aunque no sé qué confusión causó el lamentable accidente al que te enfrentaste hace años, tu matrimonio ayudará sin lugar a dudas al futuro de este país.
Las palabras del vidente simplemente pasaron por los oídos de Elsa.
-¿Vais…? ¡¿Vais a casarme?! ¿Dónde? ¿Por petición vuestra? Jajaja…-Una risa seca se escapó de su boca. Su cabello desaliñado se movió por el suelo. Temblaron como olas violentas y poco después, la risa aguda de Elsa se convirtió en un abrupto grito desdichado:
-¡No jodáis!-Dio un golpe con ambas manos en el suelo.- ¡Que le den al matrimonio! ¡Que les den a las princesas! ¿Quién coño os creéis que soy? ¿Qué creéis que me hicisteis? ¿Quién coño soy? No me jodáis, ¿una princesa? Soy vuestra putita, ¿verdad? ¿La esclava de este país? Videntes hijos de puta, si tan seguros estáis que esas profecías son reales, ¿por qué no me bajáis ese Dios y esas Estrellas aquí y me los enseñáis? Lo mataré. ¡Esa será mi ofrenda a Dios y a las Estrellas! ¡Le desgarraré la garganta en este instante!
Ni viviendo como una mendiga la habían humillado así jamás.
El vidente ignoró su palabrotas y continuó:
-A cambio… Te dejaremos vivir la vida de una princesa desde ahora.
-¡No antes de que os mate!
Esas palabras no eran una simple amenaza. Estaba llena de ganas asesinas. Sin embargo, al vidente apenas le afectó.
Se quedaron ahí, en silencio como un bosque oscuro, sin responder a las malas palabras de Elsa. Seguramente, se imaginaron que era imposible que Elsa, indefensa, pudiese matarles.
Elsa sonrió rígidamente y habló:
-¿Queréis que viva como una princesa? ¿Y qué me case con un príncipe? Oh, vaya, ¿tengo que contar mis maravillosas bendiciones?
¿Por qué había nacido en un país así? Elsa seguía preguntándose eso en su corazón. ¿Por qué tenía que dejar que otra gente o que el Dios y las Estrellas determinasen su destino? ¿Podría ser que la razón de su existencia estaba prescrito ahí? ¿Un destino inmutable grabado en el cielo estrellado?
-De acuerdo, lo haré. Ya sea casarme, ser una princesa o lo que sea… Lo haré. Pero voy a arruinar las cosas y joderlo tanto que será el peor de los caos. Miradme. No os perdonaré jamás.
Tal y como escupió las palabras, con esa lengua odiosa y los ojos dilatados, parecía una bruja. Los videntes se miraron entre ellos consternados, sobre todo, tras aquellas siniestras amenazas. Se susurraron a los oídos.
-Supongo que después de todo era demasiado difícil…
-No podemos casarla así.
-Es imposible.
-Estoy de acuerdo.
Poco después, rodearon a Elsa en formación y prepararon su magia.
-¿Qué cojones… estáis haciendo…?
No tenía ni una pizca de energía para resistirse. Estaba demasiado indefensa. La única arma de la que podía depender era su despiadada lengua amarga reforzada por su ineducado y penetrante cerebro.
Justo entonces, los videntes susurraron suavemente:
-Nos llevamos…
-Le arrebataremos las palabras.
-Mientras le hayan robado la voz, no podrá usar esa maldita lengua despreciable.
Elsa se dio cuenta.
Después de que la abandonasen no mucho después de nacer, había recogido el asqueroso idioma que no tenía ni una pizca de dignidad.
Un fuego parpadeó en sus pupilas. Un frío sentimiento de desesperación se coló en ella, haciendo que sus hombros temblaran.
Estaba en medio de ese hechizo mágico y los videntes tenían control  absoluto sobre ella. Enseguida, un torrente sin final de maldiciones aullantes reemplazó sus lamentos anteriores.
-Os maldigo a todos. Te maldigo a ti, a ti, ¡a ti! ¡Os maldito con toda mi alma! ¡En mi nombre, Princesa respira veneno, os maldito! ¡Voy a darles sepultura a las estrellas! ¡La luz se desvanece! ¡La vida se ahoga! ¡Que arda este país de jodidos videntes locos! ¡Este país se convertirá en un infierno!
Hasta el último momento en el que se le robó la voz, los labios de Elsa derramaron un odio implacable. Habiendo llegado a este mundo como una princesa, debería haber sido envuelta en seda al nacer, pero jamás recibió amor de este país, y ciertamente, jamás amó este país lo más mínimo.
Desde el día en que nació, maldijo este país, maldijo al mundo y  por eso, la gente la llamaba:
La princesa respira veneno de Vion, el reino de los videntes”.


[1] El “barrio rojo” es una zona, barrio o distrito en donde se concentra la prostitución u otros negocios relacionados con la industria del sexo.

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