Capítulo 43: Con su hermano pequeño

septiembre 09, 2016

Latina suspiró delante de las herramientas mágicas que tenía en fila.
-Qué bonitos…
-¿Te interesan? Si los quieres, Latina, puedes…
-No. Con sólo mirarlos ya estoy contenta.-Mientras sacudía la cabeza ante las palabras de Dale, cogió otra cosa que estaba al lado de lo que estaba mirando.-¿Esto también es una herramienta mágica?
-Exacto. El sustento de nuestro pueblo depende de la producción de herramientas mágicas. Se nos da bien hacer armas con dispositivos implantados como estas mercancías y mi guantéele.
A lo que Latina miraba eran accesorios exquisitos, decorados con gemas. Sin embargo, en realidad, esas gemas significaban que estaban a rebosar de magia protectora. Generalmente, esos productos eran populares entre los nobles que no podían llevar cosas como una armadura.
-Somos naturalmente buenos con los trabajos con el metal, así que no hacemos muchas cosas con cuero como mi abrigo. Este me lo hicieron a medida.
Este tipo no se hacían para venderlos externamente, sólo se hacían para que los usaran los miembros del pueblo. Esas herramientas mágicas de cuero que llevaban los cazadores como arma o como ropa diaria era un lujo en otras regiones, pero aquellos que vivían en este pueblo creían que usar los materiales que recogían era algo normal.
-Mmm…
-Antes me he puesto en contacto con ellos pero aún hará falta un poco más de tiempo para medirte y acabarlo… Volveremos a Kroix después de eso. Puede que te aburras al estar tan en las profundidades del campo.
-No, lo espero con ansías, hay muchas cosas aquí que en Kroix no hay.
-Ya veo. Mañana tengo que ir por ahí a saludar a varias personas, así que te enseñaré el pueblo entonces.
-Vale.
En comparación con Dale y Latina, que hablaban tranquilamente de la especialidad de este pueblo, las herramientas mágicas, en frente de ellos, aquel que las había sacado para enseñárselas, Rudolf, tenía una expresión compleja plasmada en su rostro, mezclada con sorpresa.
Por lo que podía ver su hijo, a quien no había visto en mucho tiempo, estaba mimando a una jovencita, razón por la que él interactuaba con ella de esa forma. Sin embargo, mirando las vistas, parecía que había vuelto a ser él mismo, al haber recuperado la capacidad de mimar a alguien. Siendo así, Rudolf estaba tranquilo.
En el mundo exterior, donde él había cogido incontables tareas que amenazaban su vida, tareas tan “normales” en las que ni siquiera otros aventureros se atreverían a intervenir, trabajos peligrosos en relación con el Rey Demonio y la Raza Demonio, él, había endurecido su corazón respecto a esos asuntos, pero, como su padre, le era imposible no preocuparse por él.
Rudolf había sentido el sufrimiento al ver como su hijo era capaz de decir: “no es nada” a matar humanos y criaturas cercanas a los humanos.
Me pregunto si ha podido mejorar al dirigir su gratitud y afecto sin reservas a esta pequeña señorita…
Si ese era el caso, entonces, como su padre, seguramente tendría que expresar su gratitud hacia la pequeña, porque era la salvadora de su hijo.
-Hey, viejo. ¿Condelia todavía da clases?
-¿Eh…? Últimamente le ha pedido a su hija Clarissa que asuma el control de enseñar a los niños del pueblo. Aunque parece estar bien.
-Ya veo… En ese caso, Latina, estaría bien que Cornelia te diera un poco de clases mientras estás aquí. En comparación con el templo de Asfar de la ciudad, puede que te enseñen cosas desde otro punto de vista.
-¿Hay una escuela en este pueblo?
Latina inclinó la cabeza. En los pueblos por los que habían pasado por el camino, había escuchado que no existían escuelas de Asfar. Nadie esperaba que un servicio como lo es la educación se tuviese que extender por el campo.  No obstante, al parecer Tisroh era una tierra externa a esas normas.
-Después de todo, Cornelia es un sacerdote del templo de Asfar. Supongo que es lo más similar a una escuela sobre papel. -Mientras Dale hablaba parecía recordar un poco el pasado.-Mañana te lo presentaré, espéralo con ganas.
-Vale.
Era una villa enorme, pero el aroma de la comida que se preparaba en la cocina llegó hasta el comedor. Latina estaba inquieta al notarlo. Como Dale entendió lo que sucedía, sólo la observó con una expresión gentil, pero Randolf parecía preocupado.
-¿Qué pasa?
-Eh… Mmm… Eh…
Ante la pregunta de Randolf, Latina entró en pánico, avergonzada. Siendo así, estiró las mangas de Dale, rogándole que le dijera que hacer con los ojos.
-Dale…
-Descansa bien al menos esta noche. Yo mismo se lo diré a mamá.
Dale sonrió irónicamente mientras acariciaba la cabeza de la niña y entonces, le explicó la situación al anciano.
-Latina no se calmará si no cocina. En Kroix suele ayudar trabajando en el Ocelote Bailarín. Incluso de camino aquí, Latina es la que se ha encargado de cocinar.
-Oh…
-Seguramente sin clientes no le gustará tanto. Deja que trabaje.
-Ser trabajadora es una virtud.-Dijo Randolf con una expresión suave. Latina también parecía aliviada y se soltó de la ropa de Dale.
No obstante, ambos, padre e hijo, miraron a Latina que parecía como si necesitara hacer algo, con miradas llenas de amor como si estuvieran espiando a un animalillo hasta que la puerta del comedor se abrió.
Fundamentalmente, la gente de Tisroh no tiene la costumbre de llamar a la puerta antes de entrar ya que normalmente antes de entrar, solían gritar, pero en un lugar compartido como el comedor, cualquiera podía entrar y salir.
El joven que abrió la puerta del comedor y entró era una persona que a primera vista se parecía mucho a Dale. Sus edades eran más o menos las mismas.
Su pelo era más corto que el de Dale y lo llevaba suelto; su físico bajo el abrigo de cuero que se sacó no era, en absoluto, inferior al de Dale que era un aventurero muy capaz.
-York.
-Hermano. ¿Cuándo has vuelto? ¿Hoy?
-Esa es la reacción normal… Caray…. Papá y los otros… ¿Cuánto os habéis esforzado en esa estúpida broma?
-Ah… O sea que te lo han vuelto hacer. Sí que lo has tenido difícil, hermano.-Mientras York hablaba movió la vista hacia Latina que estaba de pie al lado de Dale.- ¿Esta es la chica hija de la raza demonio de la que te has estado ocupando?
Después de escuchar las palabras del hermano de Dale, Latina dio un brinco e hizo una reverencia.
-Encantada, soy Latina. Estaré bajo vuestro cuidado durante un tiempo.
York pareció ligeramente sorprendido; miró a Latina y entonces a su hermano.
-Qué sorpresa. Qué chica tan correcta… Tanto, que no puedo ni imaginarte cuidándola.
-Eso dices, eh, bastardo…
Las cejas de Dale se arquearon al oír las palabras de su hermano. De alguna forma, parecía que incluso ahora, el hecho de que Dale era un aventurero de alto rango en Kroix y en la Capital no había llegado a un lugar como este, y no tenían ni idea de lo lejos que había llegado.
-Encantado de conocerte también. Seguramente eres tú la que siempre cuida de mi hermano, ¿verdad? Siento eso.
-¡¿Eh?!
-York…
Latina dejo escapar un gritito al escuchar el saludo de York. Eran palabras que jamás se habría esperado.
-¿Sabes qué, sabes qué? A Latina, Dale siempre la trata muy, muy, muy bien, ¿sabes?
-Que una niña tan pequeña esté tan atenta a ti… Hermano, por favor…
-Maldito seas…
-Es una broma… Al menos la mitad.
Ante esa discusión, Latina inclinó la cabeza todo el rato esforzándose por entenderles y cuando lo hizo, asintió con todas sus fuerzas.
-¡La familia de Dale es muy rara!
-Latina…
Dale no podía hacer nada excepto bajar la cabeza, cabizbajo. No podía negárselo.
-Hoy no podremos acabar con las preparaciones, así que el banquete de bienvenida lo haremos mañana, ¿vale?
-¡Guaaa!
Latina dejó escapar incontables chillidos de alegría al ver la comida que Magda, la madre de Dale, había puesto en la mesa. A pesar de que el banquete se haría al día siguiente, encima de la mesa había muchísima comida. También había varios platos e ingredientes que la joven no había visto nunca. No había razón para no estar feliz.
-Tenemos que llamar a la abuelita.
-¡Pues ya voy yo!
Latina movió los pies después de alzar la mano vigorosamente mientras iba a llamar a la abuela Wenn. En ese momento, Dale creyó tener un mal presentimiento. Sus agallas era algo de lo que se podía fiar plenamente, sin importar cuándo.
Su presentimiento se hizo realidad.
Después de eso, Latina no se apartó del lado de la abuela Wenn durante o después de la cena.

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