Capítulo 1: Reencuentro y exultación

noviembre 28, 2016

La luz me asustó. Cuando  la luz de afuera entró, también lo hicieron muchas cosas  terroríficas, pero cuando me entró el hambre, deseé que viniese.
-Tengo hambre.
-Yo también…
-Me pregunto cuánto llegará la cena.
-Hasta que no sea de noche…
-Pero si siempre estamos aquí,  no sabemos cuándo se hace de noche.
-Espero  llegue pronto.
Desde entonces, no intercambiamos palabra alguna, en vez de eso, nuestros estómagos gruñeron como protesta. Ambos miramos ciegamente la oscuridad hasta que la luz se coló a través de la oscuridad  y arrastró sus fríos dedos sobre nosotros.

-Limítate a decir que el nombre del director es: “Mototsune Fujiwara”, la presidenta del consejo estudiantil se llama: “Michizane Sugawara”, y que la tutora se llama: “Hiromi Tachibana”, o algo así.-Dije.
-¿Y cómo va a atraer eso o lo que sea?-Replicó Kaneko descartando mi idea con un sonoro suspiro. Yo también quería suspirar. Me había pasado el día atormentándome el cerebro y todavía no se me había ocurrido ninguna respuesta satisfactoria a su pregunta.
Kaneko era el delegado a cargo de los panfletos de bienvenida que se iban a repartir a los de primero que entraban al colegio el siguiente año. Había estado paseándose por la clase pidiendo aportes de rasgos positivos sobre la escuela que pudiese incluir en los panfletos; a mí, su víctima actual, me había atrapado cerca de la entrada de la clase. El problema era que nuestra escuela, no, hasta nuestro pueblo, era sólo un lugar pequeño en el campo sin nada que mereciese la pena mencionar. Los nombres de los profesores eran, quizás, lo único fuera de lo normal en nuestro colegio, eran tan raros que parecía que sus padres los hubiesen llamado así como broma.
-¿Qué más…? Quizás podrías mencionar al alumno que mataron el otro día…-Añadí.
-No puedo hacer eso.-Respondió Kaneko con expresión amarga. Quizás había sido un imprudente por sugerirlo.
-Entonces, ¿por qué no escribes algo como: “tenemos una atmosfera abierta y libre”, y ya?-Concluí. Mi contribución era una respuesta de segunda categoría, carente de ambas cosas, originalidad y profundización. Kaneko me mostró una sonrisa torcida, como si se estuviese quejando en silencio de que ya había escuchado esa idea demasiadas veces, y suspiró.
-Ni siquiera quiero hacer esto yo, ¿sabes? Tengo que hacer mis actividades del club.
-¿Actividades del club? ¿No las habían suspendido por el peligro que hay últimamente?
-Nuestro club no; en particular porque nuestro torneo está a la vuelta de la esquina. Es imposible que nuestro capitán acepte la prohibición de las actividades de nuestro club. No, tenemos que entrenar hasta media noche. Extraoficialmente, claro.
Mientras Kaneko actuaba como un niño de primaria orgulloso de quedarse hasta tarde, una chica apareció detrás de él – Mayu Misono, una compañera nuestra. Apartando a Kaneko que bloqueaba la entrada, salió al pasillo.
-Hey, espera.-Llamó Kaneko.
Misono-san[1]se dio la vuelta, y en contraste con la impresión tranquila y genial que solía dar, le sometió a una mirada fulminante.
-¿Qué?
-Ah… Eh…-Kaneko, intimidado por su agresividad, forzó una sonrisa estrafalaria y apartó la vista. Me miró en busca de ayuda, pero le ignoré, mis ojos persistían en Misono-san.
-¿Qué?-repitió. Su cara se torció con disgusto obvio.
Mayu Misono era bastante guapa. No, para ser sincero, era hermosa; en realidad, dejad que me vuelva a corregir – Era bellísima. Bueno, en mi opinión. Abreviando, era bastante deseable. Diez de diez.
En su melena medio larga había rastros de marrón que exponían el hecho de que se lo había teñido antes, pero cuando se aburrió, devolvió su color natural, negro, a su cabello. Las mangas de su camisa sobresalían de su blazer y estaban hechas un desastre por el húmedo temporal de Octubre.
-Perdonad, pero tengo cosas que hacer.-Respondió francamente.
Misono-san siempre ejercía una educación impoluta cuando hablaba con sus compañeros, una postura que causaba rechazo en el resto. Sin embargo, tal y como yo lo veía, eso era una manifestación de su cautela hacia los otros. Para mí, Misono-san era como un animalito asustado.
-Perdona por haberte retenido. Si tienes prisa, no te preocupes.-Respondí en lugar de Kaneko.
-Ya veo.-Murmuró ella, entonces se dirigió directamente a la escalera con pasos rápidos e inseguros. Kaneko, mirando como su figura se alejaba, relajó los hombros y soltó un profundo suspiro de alivio.
-¿Misono siempre ha sido tan intimidante?-Murmuró.
-No lo sé… Quizás está practicando para ser el oni en Setsubun[2].-Fue mi respuesta sin sentido, sin embargo, estaba un uno por ciento seguro que sabía cuál era la verdadera razón. La cabeza de Kaneko se inclinó perpleja; llevaba así ya unos minutos.
-Además, estos días se va muy pronto…-Kaneko miró hacia la clase con sospecha. Imitando sus movimientos, eché un vistazo dentro de la clase con la esquina de mi ojo. Entre los presentes había los que empollaban libros y los que se habían quedado a hablar con sus compañeros, todavía quedaban muchos estudiantes en la clase. Respecto a eso, especialmente considerando que el pupitre de Misono-san era el que estaba más alejado de la salida, estaba bien decir que, efectivamente, se había marchado pronto.
-Aunque diría que es lo normal cuando tienes cosas que hacer.
-¿Cada día?
-Sí. A lo mejor su madre está en el hospital o algo.
Ya claro.
-Como sea, aunque le hubieses preguntado seguramente sólo te habría dado una respuesta genérica.
Kaneko se rascó la frente, había pasado su momento de curiosidad, y por fin, estiró el cuello.
-Sí, seguramente tengas razón. Pero tengo que decir que esa “atmosfera abierta y libre” no es muy precisa cuando la miras a ella.
-Cierto.-Respondí desganado. A pesar de lo sencillo que hubiese sido refutar su comentario, decidí estar de acuerdo con él para hacer la conversación más corta.-Bueno, ya es hora de que me vaya.
-Vale, hasta mañana.
Nos saludamos con la mano perezosamente, y me di la vuelta para seguir mi camino por el pasillo impregnado de un aire cálido e inactivo, producto de la tibia luz del sol vespertina. Rápidamente, salí al pasillo tranquilo, lanzando miradas a la clase de al lado, y corrí por las escaleras, saltándome cada segundo paso. A la entrada del edificio, vi como Misono-san se cambiaba de zapatos torpemente. Cuando pasó por las puertas, conté hasta diez antes de seguirla, asegurándome de mantener la distancia. Mis planes para esa tarde eran jugar a ser detective.
Últimamente, el pueblo – con su pronunciada carencia de rasgos atractivos – había tenido el honor de ser mencionado en múltiples ocasiones en la televisión nacional, hecho que había atraído una cantidad no demasiado pequeña de atención, mayoritariamente de la policía. Todo había sido a causa de dos incidentes recientes. Bueno, digo dos, pero las posibilidades de que esos dos incidentes fueran perpetuados por la misma persona existía, y por ello, era cosa de cada uno decidir si los interpretaba o no como el mismo crimen.
Los incidentes de los que hablo era caso de asesinato en serie y desaparición. Estos episodios atroces habían perseguido al pueblo durante los últimos meses. El asesinato en serie, en particular, había sido el más sorprendente dado que el asesinato en este pueblo era algo muy raro pues el último que había sucedido tenía fecha en el período en el que los samurái recorrían las tierras blandiendo sus katanas. Bueno, puede que eso sea una pequeña exageración, aunque definitivamente se trataba de un incidente aislado.
Todo empezó cuando un hombre de mediana edad, de unos cuarenta años, encontró un cadáver de un hombre al lado del centro comunitario, el cadáver estaba hecho un desastre. Aunque, técnicamente hablando, la causa exacta de la muerte había sido por haberle arrancado un pedazo de carne del pecho, también le habían lacerado de otras formas. Le habían arrancado los ojos, le habían roto los dedos de la mano izquierda, la mitad de una de sus orejas estaba cortada… Se especuló que las heridas eran el resultado de un juego al que le gustaba jugar al asesino y la sociedad, naturalmente, empezó a preocuparse por la salud mental del asesino. La siguiente víctima había sido un niño de primaria que no consiguió sobrevivir hasta su séptimo cumpleaños. En este caso, el cuerpo del niño se había encontrado con la cara desfigurada por la cantidad de puñaladas en la cara. Desde entonces, se animó a los niños a pasear en grupo y como precaución, la escuela empezó a terminar al mediodía. La asociación de vecinos, junto con la policía, empezaron a hacer patrullas para disipar la posible amenaza. A pesar de las mesuras de precaución, sin embargo, no había habido ningún progreso en desvelar la identidad del asesino.
El otro incidente que había tomado lugar últimamente había sido la desaparición de un par de hermanos. Un chico de cuarto de primaria y su hermana de segundo de primaria habían desaparecido alrededor de la puesta de sol. Aunque se había advertido mucho el no estar afuera de noche, aparentemente, no había servido para nada. Al contrario que las víctimas de los otros casos, no obstante, los cuerpos de estos dos no se habían descubierto aún. Esta anormalidad había llevado a la gente a concluir que este era un caso de rapto, no de asesinato. La policía, sin pistas sobre ninguno de los casos, se vio medio obligada a determinar si ambos casos habían sido por la misma persona o no. Sin embargo, yo había leído en una revista hacía poco que la policía había decidido, finalmente, tratar ambos casos por separado. La revista en cuestión había subrayado el caso de rapto en un intento de relacionarlo con un caso del pasado.
Habían pasado veinte minutos desde que había empezado a seguir a Misono-san. Desafortunadamente, era la primera vez que intentaba seguir a otra persona. Me avergüenza reconocerlo, pero era un principiante; no tenía ninguna experiencia como acosador. Y por ello, me estaba costando mucho  escoger la distancia idónea mientras la perseguía. El pensamiento de: “tendría que haberme traído un buen libro para leer” me pasó por la mente, acompañado de una pizca de arrepentimiento. Estaba tan lejos de ella que su figura era del tamaño de un diccionario desde mi perspectiva. Como la escena contenía nada más que campos de arroz hasta allí donde alcanzaba la vista, no había ningún sitio donde me pudiese esconder si ella se giraba. Tuve que reunir el coraje para saltar al canal de agua por si le daba por darse la vuelta. Por suerte, a  Misono-san no pareció preocuparle nunca qué había detrás de ella mientras se apresuraba a casa. Su ritmo – que seguramente, para ella era algo brusco – era, de hecho, más bien inestable. A pesar de no tener fiebre, se balanceaba de un lado al otro conforme caminaba. Finalmente, el camino se convirtió en una carretera pavimentada, y el número de casas por el que pasamos fue incrementándose. Cuando llegué a esta nueva área, empecé a sentir como si hubiese cruzado el umbral de la vida de otro. Delante, Misono-san se secó el sudar de las mejillas y de la nuca. Debía estar asada, en ese tiempo tan cálido, ni siquiera la manga corta podía salvar del calor. Pero no redujo su velocidad, y andando con un aire gacho hacia adelante, siguió. Por el camino, un señor mayor que paseaba su perro la saludó educadamente, pero aparentemente, su presencia jamás dio con su área de visión y ella le ignoró completamente, siguiendo adelante. Yo, al pasar, le hice dos pequeñas reverencias sintiendo algo de pena por él, una reverencia por ella y otra por mí. El anciano me miró perplejo antes de bajar su vista al perro, como si este tuviese las respuestas que buscaba.
-Está más lejos de lo que pensaba…-Murmuré para mí.
Habíamos caminado tanto que parecía más inteligente ir en bicicleta que a pie. Sin embargo, sabía que ella no sabía ir en bici. No tenía equilibrio ni de percepción. Por eso, se tenía que coger a las barandillas cuando subía y bajaba las escaleras. En voleibol, apenas lograba tocar la pelota, en básquet era todavía peor – cogía los pases con la cara y sus tiros casi nunca tocaban la tabla trasera, sin mencionar el borde de la canasta.
Dejad que aclare algo – que yo sea poseedor de tal conocimiento no es a causa de ninguna forma de acoso. A pesar que mis acciones pudieran parecer muy similares al acoso, en realidad, eran dos cosas distintas.
Por fin, entramos en el distrito residencial. La tierra rural que muchos propietarios habían comprado a un alto precio, ahora estaba repleta de carteles de: “se vende”. Hasta donde sabía, los carteles habían estado colgados desde hacía años, pero no tenía recuerdo que el número de carteles disminuyera nunca – un fracaso espectacular. La empresa debería haber considerado si ellos mismos disfrutarían de vivir en una tierra estéril antes de darle el visto bueno al proyecto.
Misono-san, tras pasar por un grupo de casas desiertas, se dirigió al supermercado al otro lado de la intersección. Al cruzar la carretera sin semáforo, accidentalmente, entrelazó las piernas y tropezó. Apreté el puño y me contuve de saltar a cogerla. Misono-san, por otro lado, simplemente continuó tambaleándose hasta el supermercado. Allí sólo había una escasa cantidad de clientes en las paradas de flores y verdura de afuera, seguramente por la hora. En vez de seguirla adentro, la esperé fuera mientras pretendía pensar qué quería comprar de una máquina expendedora.
Los niños perdidos – de ambos incidentes – estudiaban en una escuela de primaria cercana. Ocho años atrás había habido otro caso de rapto. Un hombre en sus treinta raptó a un chico y a una chica de tercero de primaria, los encerró en su casa durante un año y les abusó física y sexualmente. El caso finalmente terminó con la muerte del hombre. Este nuevo caso, que se parecía al anterior, hizo a la gente del pueblo cuchichear sobre la aparición de “un segundo raptor”. En otras palabras, generalmente se creía que este no era un simple caso de desaparición, sino un rapto. Yo, sin embargo, encontraba los rumores poco atractivos. Sentía que era terriblemente discriminatorio que se asumiera que el raptor era un hombre. Si el motivo detrás del rapto era dinero, por ejemplo, entonces también podría ser una mujer. En realidad, aunque el rapto hubiese sido fruto del deseo de mutilar y matar, el perpetrador seguiría pudiendo ser una mujer. Ese prejuicio era irrespetuoso hacia las mujeres y para la igualdad de género.
Mientras esperaba a Misono-san, pegué un sorbo del té frío que había comprado de la máquina expendedora y contemplé los problemas a los que se enfrentaba la sociedad.
Hay comentarios retorcidos que insinúan que, según el estereotipo, sólo las mujeres pierden ridículamente tanto tiempo comprando, que un hombre usase tanto tiempo se consideraría algo femenino. No obstante, cuando experimentas la espera tales visiones empiezan a cobrar sentido.
-¿Dónde está…?
Dejé seca mi séptima botella de té y la tiré a la basura. En ese momento, empecé a sentirme algo inquieto. Me empezó a doler la cabeza como la vez en la que casi me ahogo en la piscina. Durante los últimos cuarenta minutos, había estado inmóvil al lado de la máquina expendedora, echándome té en la garganta. El joven que rellenaba la máquina que volvía a hacer su ruta, me miró sorprendido por la escena estoica y, francamente, sospechosa. Quizás le parecí alguien que podría ser un raptor. Le sonreí como todo buen ciudadano debería hacer. Eso podría haberle dado la impresión de que era un asesino.
Veinte minutos después de mi cálido intercambio con el joven, es decir, después de haber disfrutado de una hora entera de té, Misono-san por fin salió del edificio con una bolsa en su mano izquierda. El hecho de que el tiempo que había tardado en comprar y la cantidad de productos comprados no era proporcional me hundió el corazón. Honestamente, también podría haberse tratado del té que tenía en el estómago. Me escondí en la sombra de la máquina expendedora para evitar que Misono-san me descubriera. Las manzanas que sobresalían de la bolsa escucharon la llamada de la gravedad varias veces, cayendo de la bolsa. Misono-san, se paró todas las veces para recoger las manzanas que habían caído, volvió a la intersección y procedió a caminar por la calle mientras la perseguía un coche con altavoces. Crucé la carretera detrás de ella a prisa, contemplando qué haría si la acción se llevase a cabo.
“¿Correría a ayudarla o correría en dirección contraria?”
Misono-san giró a la derecha después de la intersección, llegando a una nueva área residencial. En medio del bosque de apartamentos, estaba su piso, donde vivía sola. Ignorando las manzanas que habían caído, Misono-san desapareció detrás de la puerta mal pintada. Yo miré a través de la ventana y confirmé que había subido al ascensor, pasé por las puertas automáticas de la entrada. Después, caminé por todo el pasillo y llegué a un patio abierto cubierto de césped. Previamente ya había observado que la primera planta tenía un puñado de tiendas, como una tienda de CD, una librería y una cafetería de manga. Era un edificio impresionante, y además, totalmente fuera de lugar en este pueblo. Agradecido por la ausencia de cerrado automático en la entrada, corrí por las escaleras de emergencia al lado del ascensor hasta el destino del mismo – la tercera planta. Abrí la puerta azul claro y eché un vistazo al pasillo. Misono-san ya había llegado a su casa, la habitación doscientos siete. Había dejado la bolsa en el suelo y metía la llave en el ojo de la cerradura.
Desde mi posición estratégica, la vi forcejear por abrir la puerta, giró las muñecas varias veces, sacó la llave y la volvió a meter.
Ya que no había hecho ninguna otra parada aparte de ir al supermercado, deduje que llegar a casa era su objetivo principal. Si ese era verdaderamente el caso, me hubiese gustado invitarme a entrar en su casa, pero había un obstáculo mayor impidiendo mis planes: el cerrojo de la puerta entorpecería mi entrada. Y no tenía intención de jugar a ser una ladrona, si tuviese que dar un motivo sería que carecía de las habilidades. Además, parecía poco probable que Misono-san abriese la puerta y aceptase que entrara una visita.
Eso me dejó con sólo una alternativa… Si abrir la puerta yo solo era imposible, entonces, simplemente tenía que conseguir que la dueña lo hiciera por mí. Para entonces, Misono-san por fin había conseguido abrir la puerta y sacó la llave del ojo de la cerradura. Cuando abrió la puerta lentamente, murmuré:
-Es el momento.-Y crucé, físicamente, el punto de no retorno.
Troté hacia ella, recogí la bolsa casual y naturalmente con un:
-Deja que te ayude con eso.-y la seguí a su casa.
-¿Eh?
Mientras Misono-san intentaba procesar lo que acaba de ocurrir, yo entré con una compostura tranquila después de lo cual, tiré mis zapatos sin ningún cuidado y caminé hacia el comedor, haciendo mis pasos lo más ruidosos posible.
-¡Hey! ¡¿Dónde te crees que vas?!-Gritó Misono-san, pero no le hice ni casa hasta que entré en el comedor bien cuidado. Al dar mi octavo paso, me di la vuelta y le di un mordisco a una de las manzanas sin pedir permiso.
-Esta habitación es espaciosa y limpia, ¿no? Pero veo que hay un poco de polvo encima de la tele. ¿A lo mejor parece limpia porque no hay muchos muebles por aquí?-Pregunté mientras me giraba a mirarla, encontrándome con una expresión que había cambiado de sorpresa a asesina. Sus ojos se habían estirado, como para esconder el destello en sus ojos, y sujetaba un jarrón. Seguramente pretendía usarlo de arma. Esa no era, en absoluto, una buena actitud al recibir a un compañero de clase.
-¿Qué eres?-Siseó.
-No soy “qué”, soy un “quién”. Soy tu compañero de clase.-Respondí con poca seriedad. Mientras hacía girar mi manzana medio comida en la mesa, escudriñé la parte trasera del cuarto con la esquina del ojo.
-Mmm… ¿Te puedes ir a casa? Me estás molestando.-Comentó Misono-san esforzándose lo más que pudo para parecer compuesta.
-Si quieres, me iré a casa, pero preferiría escuchar lo que la otra persona tiene que decir al respecto.
-No sé de qué me hablas…
-Esto es de lo que hablo.-respondí mientras me giraba en la habitación de estilo japonés. Un instante después, escuché un crujido e, instintivamente, salté a un lado. Cogí el sofá e hice la voltereta sobre él, intentando poner algo de distancia entre nosotras. Desde donde estaba, podía ver que mi posición anterior estaba ocupada por un jarrón y un arma de defensa profesional en las manos de Misono-san.-Eso es un poco excesivo. Aunque es una pena que hayas fallado. Esa también ha sido tú última oportunidad. Tendrías que haberme atacado conforme pasaba por la puerta.
Con esta distancia entre nosotras, era imposible que sus ataques tuvieran éxito. No importaba cuán furiosa estuviese ni las armas que tuviese, ya no era un sujeto temible. Misono-san me miró con cara de póquer, pero todavía sentía el enfado irradiando de su rostro. Sujetando una pistola paralizante a la altura de su pecho, caminó arrastrando los pies por el suelo, sin mostrar signos de planear darme con toda su rabia.
-¿Lo sabes?
-Obviamente.
Obviamente no tenía ni idea. No sabía de lo que Misono-san hablaba, ni qué era la justicia, ni lo que era la moralidad social, ni la ética, ni lo qué más le gustaba a Misono-san, ni cómo socializar, ni siquiera sabía la información nutricional de una manzana.
Era imposible que supiese todo eso. Bueno, una de esas cosas era una mentira.
-No te molestes. Aunque me dieras con la pistola paralizante, estoy seguro que no podrías matarme.
¿He dicho ya que me encanta engañar?
Misono-san se movió para bloquearme el camino a la habitación. Con su actitud demasiado honesta que le evitaba mentir me hacía preguntarme cómo conseguía superar su cada día.
-Debe ser muy importante para ti. Quizás la habitación es lo que es importante. O a lo mejor tienes algo almacenado que afecta tu estatus social, reputación o tus finanzas. ¿A lo mejor es algo fatal para tu posición en la sociedad?
Sin entrar en especificaciones, demostré el hecho con mis palabras, sin conseguir una reacción por su parte. Concluí que era el momento de dejar de jugar. Me era imposible calibrar la situación. Además, no había ido a visitar a Misono-san sólo para molestarla, y ciertamente, no había ido para confirmar sus pecados.
-Cuánto tiempo.-Dije como un mago revelando sus trucos. Dije su nombre.-Maa-chan.
La pistola paralizante y el jarrón de Misono-san chocaron con el suelo. Sus hombros temblaron mientras sollozaba, hecho que sugería que podrían haberla acosado. Parecía un pequeño ciervo buscando a su madre. Dio un paso inestable hacia mi dirección. Sus pupilas parpadearon y su temblor se intensificó.
-¿Me recuerdas?-Le pregunté. Mi voz era débil; mis palabras salieron casi inconscientemente.
-¿Mii-kun…?
El nombre hizo eco en mis oídos, desencadenando una ola de nostalgia. Habían pasado ocho años desde la última vez que escuché ese nombre.
-Maa-chan.
Los hombros de Mayu Misono se sacudieron violentamente. Abracé su fino cuerpo huesudo tembloroso. Un aroma femenino con cierto olor a sudar me llenó los agujeros de la nariz.
-¿Mii-kun…?-Murmuró de nuevo, incapaz de creer lo que estaba sucediendo.
-Ea, ea.
-Mii-kun.
-Ea, ea.
-Mii-kun…
Le froté la espalda como una madre que consuela a su hijo desamparado. Eso fue todo lo que necesitó para romperse del todo.
-¡Guaaa!
Mayu rompió a llorar, se había derrumbado abruptamente. El diluvio de gotas frías recorrieron su cuello y hombros, y crearon un charco a su alrededor.
-¡Mii-kun, Mii-kun, Mii-kun!
Teniéndola aún entre mis brazos, Mayu siguió repitiendo el nombre una y otra vez antes de caerse al suelo, aún con lágrimas cayendo por sus mejillas. Ella no era, simplemente, otra vieja compañera de calse. Nos habían torturado juntos. Nos habían destrozado juntos. Y nos habíamos vuelto locos juntos. Un tipo de relación que nadie desearía. Mayu Misono y yo habíamos sido las víctimas del rapto de hacía ocho años.
Treinta minutos después, recogimos los fragmentos del jarrón y las cosas se calmaron.
-Perdona. Quería molestarte un poco.-Me disculpé. Estábamos sentados en el sofá mientras le acariciaba el pelo. Las lágrimas seguían escapándose de los ojos de Mayu. Puso mala cara, pero no se quejó cuando la abracé.
-Mii-kun, eres un imbécil. Casi me haces tener un ataque al corazón.
-Podría decir lo mismo.
En efecto, casi había podido pararme el corazón, sin mencionar que también podría haberme roto la cabeza y molido los huesos.
-Voy a confiscar esto.
Las cosas peligrosas no deberían dejarse al alcance de los niños. Mayu no reaccionó cuando recogí la pistola paralizante del suelo; al parecer ya no le importaba.
-Idiota. Tonto. Mii-kun, estúpido.
El vocabulario de Mayu parecía haber vuelto a ser el mismo que cuando era una niña. La fachada tranquila y compuesta que mantenía en la escuela había desaparecido sin dejar rastro.
-¿Por qué no me has dicho nada hasta ahora?
-No me di cuenta hasta hace poco. Después de todo no me sabía tu nombre entero.-Mentí. Sin embargo, mi respuesta no disipó su disgusto.
-Mentiroso. Solíamos jugar juntos todo el tiempo cuando éramos niños. Es imposible que no te dieras cuenta.
-Guau. Qué perspicaz. Qué chica tan lista.
Dándole unas palmadas en la cabeza, esquivé sus sospechas. Aunque no era por qué no pudiese decirle el por qué; simplemente era porque no lo habría entendido.
-Mayu, tienes una cabeza muy pequeña, como la de una-…
Mayu me interrumpió a media frase poniéndome un dedo en los labios. Se dio la vuelta y movió para ponerse de cara a mí.
-No es “Mayu”, es “Maa-chan”.-Declaró, liberándome los labios.
-¿No crees que eres demasiado mayor para ese apodo?
-¡No! ¡Tienes que llamarme Maa-chan!
Mayu agitó las extremidades como una niña en una pataleta, aunque decir que tenía, en realidad, una mentalidad infantil era bastante correcto.
-Y “Mii-kun” parace como si un gato maullase.-Mis quejas continuaron.
-¿Qué pasa con los gatos? ¿Tienes algún problema con ellos?
Claro que sí, pensé.
-Mii-kun es Mii-kun, y Maa-chan es Maa-chan. ¡Eso no cambiará nunca!
La desesperación de sus súplicas, reforzada con el peso de sus lágrimas, empapó su petición de gravedad. Dada la situación, asentí.
-Sí, tienes razón. El nombre “Mii-kun” recuerda u robot azul, y “Maa-chan” suena a mascota[3].-balbuceé.
-¡Sí, sí! ¡Mii-kun, eres un genio!
Su rostro lloroso se tensó, Mayu extendió la mano y me dio palmaditas en la cabeza. Alguna parte de mí reconoció que estaba cometiendo un error crítico, pero mi mente fue incapaz de idear alternativas o soluciones. Hablando objetivamente, hubiese sido extraño poder tener ideas en una situación como esta.
-He estado esperando mucho tiempo el día en que Mii-kun reentrase en mi vida haciendo una gran entrada y me llamara: “Maa-chan”.-Añadió Mayu.
-Oh… Ya veo.-No fue… alentador.-Ah, sí. ¿Te importa si echo un vistazo a esa habitación?-Pregunté dándome la vuelta hacia la habitación de estilo japonés.
-¡Claro que no!-Exclamó Mayu y se apartó de mí. Sin embargo, en el momento en que me levanté, ella me rodeó el cuello con los brazos y se colgó de mi espalda. Fue algo bochornoso, pero la konaki-musume[4] se estuvo en mi espalda mientras avanzaba hacia la habitación de estilo japonés, todo mientras rezaba por estar equivocado con mi suposición. Sin dudar, abrí la puerta fusuma. Lo único en la habitación eran los dos niños a los que habían raptado.
-Mmm…-Murmuré, cerrando la puerta y volviendo al sofá. Una vez sentado, encendí la televisión. La pantalla mostró una pareja disfrutando de una cita en el parque de atracciones un fin de semana. Montaron en la noria y el chico olió los zapatos de su novia. Mayu saltó a mi regazo y yo alteré mi ritmo respiratorio para compensar.
-No me gustan las series sensibleras.-Remarcó ella. Me quitó el mando de las manos y le dio al ocho. La televisión cambió a un programa de variedades, pero me decidí a tratar con el elefante en la habitación antes de que me incomodase demasiado.
-Maa-chan.-Llamé, pasándole los dedos por el pelo, medio resignado a la situación desesperanzadora.-¿Has raptado a esos niños?
-¡Sí!-Respondió Mayu alegre y libremente, como si no le importase lo más mínimo. Su cara llena de orgullo me miró, como suplicando mi aprobación y reconocimiento. Me pregunto cómo reaccionaría si ese fuese el caso. Seguramente sólo le daría unas palmadas en la cabeza.
-Mii-kun. Hey, Mii-kun. ¿Por qué no te quedas aquí tú también? Vivamos juntos.
Fingí inocencia, pretendiendo no haber entendido lo que quería decir con “también”.
-No pidas y ordenes con el mismo tono.-Contraataqué.
-¿Y? ¿Y? ¿Qué te parece?-Preguntó Mayu con los ojos brillando de expectación. Me pregunté si su personalidad en la escuela era una máscara. Las acciones de “niña pequeña” ante mí eran demasiado naturales para ser otra cosa aparte de reales.
-Veamos… Vivir juntos significaría compartir casa, ¿no…?
Como estudiantes, la expectativa era que nuestra relación se mantuviese pura. Eso, no obstante, no era aplicable si la persona en cuestión ya estaba sucia. Yo, por mi parte, también necesitaba el permiso de mi tío que era, técnicamente, mi tutor legal.
-Iremos juntos a clase, comeremos juntos, nos bañaremos juntos y nos iremos a dormir juntos. ¿No suena estupendo?-Preguntó Mayu.
-Sí, suena muy bien, pero, ¿y las facturas?
-¡Ya pagaré yo! ¡No te preocupes!-Me tentó con la idea de ser un mantenido, pero no me importó. La situación, de todas formas, sólo sería temporal.
-Se lo comentaré a mi tío hoy. Si dice que no, me escaparé.
Llegué a una conclusión infantil. Mayu, por el otro lado, parecía convencida de que iba a pasar, sus ojos se perdieron en un estado soñador.
-Ah… Desearía haberlo sabido antes. Entonces, podríamos haber estado en el mismo grupo en el viaje de la escuela.-Su tono decepcionado no pegaba con la expresión alegre de su rostro. Yo le seguí la corriente mostrando una apariencia alicaída. Una apariencia falsa.
-Bueno, ya vale de ese tema horriblemente cursi.-Dije, petándome el cuello. La habitación de estilo japonés había cumplido con las expectativas. Mayu Misono era, efectivamente, la mitad de los dos misterios plagados por esta ciudad. Ahora que había confirmado mis sospechas, no obstante, no tenía ni idea de qué hacer. El hecho de que ya había adivinado tanto me sorprendió.
-¿Irnos a vivir juntos no debería ser una ocasión alegre? Pero me estoy metiendo en esto con, nada menos, que un crimen colgando de mi cuello…-Quería estirarme de los pelos de frustración, y entonces, tirar mi cabeza y cambiarla por una nueva[5].
-¿Miau, miau? ¿Estás bien? Estás blanco como la leche.-Mayu, que había dejado de soñar despierta, empezó a pellizcarme la cara. Mirándome directamente a la cara mientras murmuraba palabras infantiles como: “miau”, estuvo un rato contemplándome antes de dar una palmada anunciando su epifanía.- ¡Tienes hambre!
-Tienes razón… No se me acaban los problemas; podría llenarme el estómago…
No tenía tiempo para caer por el peso de los problemas. La manecilla del reloj que indicaba la hora, encima de la televisión, señalaba pasadas las cinco, mientras la manecilla de los minutos flotaba sobre el ocho. A estas horas, el tío y la tía, ya habían terminado de comer.
-Mii-kun, siempre comes mucho.-Observó Mayu como una madre observaría en su hijo. Saltó de mi regazo, y se puso de pie entre la televisión y yo.-¡Así que, Maa-chan te hará la cena!-Anunció con orgullo. Con la luz de la televisión detrás de ella,  Misono pareció una divinidad, y casi me caigo sobre mis rodillas para hacerle una reverencia.
-Sí, por favor.
-¿Qué te gustaría comer? Puedo hacerte lo que quieras.
-Entonces, lo que sea que no te guste, me haría gracia.-Repliqué acto reflejo. Las lágrimas de Maa-chan, que acababan de parar, volvieron a humedecer sus ojos otra vez. –Estaba bromeando, es una broma. Quiero lo que tú quieras, Maa-chan. De verdad, lo que te haga feliz, me lo hace a mí.
Fue un cumplido tan hueco que estaba en el borde de ser tan superficial como las chicas que holgazanean en Shibuya. En cualquier caso, las lágrimas de Mayu cesaron mientras declaraba orgullosamente: “déjamelo a mí”, y corría a la cocina sin parar a ponerse las zapatillas. Fue muy efectivo.
La llegada de Mayu a la cocina se anunció con un golpe. La seguí para ver qué había pasado. A primera vista, la habitación parecía bien mantenida, aunque en realidad, no había nada. La forma en la que estaban organizados los utensilios era incomprensible. ¿Quién guarda los cuchillos con los palillos?
Mayu estaba sacando el delantal de una estantería. Sonrojada, se puso el delantal y se presentó ante mí con timidez.
-¿Qué te parece? ¿Me queda bien?-Preguntó, mirándome. Como no pude pensar en un cumplido adecuado, la abracé. Eso pareció un sustituto satisfactorio.
-Mii-kun, me gustas muchísimo.
Cuando la liberé de mi abrazo, el rostro de Mayu estaba teñido de rojo y su expresión había florecido en forma de sonrisa llena de encanto.
-Bueno, ¿y cuándo quieres que nos casemos?
-Espera, ¿qué?-De repente, nuestra relación era matrimonial.
-¿No sería genial si nuestro primer hijo fuese una chica?
¿Ahora niños? Las cosas iban más rápido que en “La mano de la esposa divina[6]”. Para evitar más desarrollo en nuestra relación, miré a mi alrededor en busca de una distracción potencial. Aunque no había nada en la cocina que pudiese servir, recordé una pregunta que había estado planeando decir.
-¿Y la cena de los niños? ¿Se la vas a hacer a ellos también?
Mayu se apartó de mi lado para sacar dos pedazos de pan de una bolsa que colgaba de la nevera.
-Esto es para ellos.-Explicó.
-No, eso no es suficiente.
-¿Qué? ¿Por qué no?
-Porque no. Sabes cocinar, ¿no? Al menos dales algo decente.
Mayu bajó la mirada en disgusto evidente. Maliciosamente, destrozó el pan de sus manos.
-No pasa nada. Esto es lo que nos daban a nosotros. No, en realidad, nos daban menos. Hasta les doy toda el agua que quieren.
-Eso es verdad, pero…-Sus estándares habían estaban por los suelos.-Los trajiste porque quisiste, así que por lo menos tienes que hacer eso. ¿No te acuerdas de lo que sufrimos por el hambre?-Decidí añadir. En nuestro caso nos obligaban a “actuar” a cambio de comida.
No, “comida” no es la palabra correcta. Hasta después de agotarnos “actuando”, lo máximo que conseguimos jamás fueron meras sobras. Irónicamente, era lo más apropiado para nosotros, que éramos, básicamente animales.
Mayu asintió, aunque su expresión era de pura decepción.
-Si Mii-kun lo dice…
-No es una orden, Maa-chan – Es una petición. Quiero que tú, de libre albedrío, les des de comer. Por supuesto, como es sólo una petición, puedes negarte.
Mis palabras, hasta el borde de amabilidad, me pusieron enfermo. La verdad era que sabía que si decía las cosas así, ella sería incapaz de negarse. La depravación de su corazón me disgustaba.
-Vale, pero… Oh, ya sé – entonces, Mii-kun también tendrá que acceder a mi petición.
La sonrisa de Mayu volvió a salir a la luz, como si se le hubiese ocurrido una idea ingeniosa.  Técnicamente hablando, podía rechazar su deseo ya que sólo era una petición, pero, ¿qué pasaría si permitía que la lógica pisoteara mis emociones hasta tal punto? Asenttí.
-¡Genial! ¡Dame un segundo!
Tirando el par de cachos de pan en la encimera, Mayu abrió la nevera con gran entusiasmo. Después de mirarla durante unos momentos, me fui de la cocina con un trozo de pan en mano. Al llegar a la mochila que había dejado en el sofá, saqué el móvil. Me desplacé por los contactos y seleccioné un número con el que me había familiarizado. Tía respondió casi de inmediato, y le expliqué que iba a cenar en casa de un amigo. Tía seguramente estaba comiendo su comida favorita – calamar seco – ya que a través del aparato se escuchaban ruidos de masticar. Me dio su aprobación y me dijo que volviese a casa cuánto antes. Después de devolver mi móvil a la mochila, seguí sentado en el suelo, cerré los ojos, aliviando todo lo que Mayu y yo habíamos pasado antes. Durante diez largos segundos, los recuerdos pasaron por mi mente, llenándome de horror.
Al acabar mis asuntos, deslicé la puerta de la habitación de estilo japonés. Y entré, pretendiendo no notar las miradas clavadas y encendí las luces.
-Encantado de conoceros, ¿supongo?
Intenté sonreír igual que en el programa para niños de la tele para dejar una buena impresión, sólo para darme cuenta que en ese lugar, sonreír me sobrepasaba. Al entrar en la habitación estrecha, y ahora bien iluminada, un hedor me asaltó. El increíble hedor invadió los agujeros de mi nariz y el deseo instintivo de cubrirme la nariz me abrumó. Ninguno de los dos se habían bañado, ni se les habían lavado la ropa desde que llegaron allí, y, como no habían lavado el cubo que usaban de baño, no era sorprendente que la habitación apestase tanto. Ahogado por el aire contaminado, fue una tarea hercúlea el mantener la fachada.
De los dos inquilinos, el hermano mayor me miró con ojos temerosos mientras que la hermana pequeña me miraba mal, estrechando todavía más los ojos. El único punto en común que tenían era que les habían atado las piernas a una columna cercana. Los pequeños cortes en la columna y en sus piernas evidenciaban pasados intentos de huida. Ambos hermanos contenían la respiración, cerraban la boca en una línea severa. Me senté delante de ellos, con una postura perfecta. Era un hábito mío el sentarme educadamente cuando conocía a alguien por primera vez. La mirada del hermano mayor se sorprendió al ver mi educación.
-Kouta-kun Ikeada y Anzu-chan Ikeda, ¿imagino?
Estudié sus caras conforme llamaba sus nombres. El hermano mayor sacudió la cabeza de arriba abajo, como si sintiese el miedo en forma de gravedad, respondiendo a mi pregunta. Su hermana, por otra parte, mantuvo su mirada en la pared, frenando mis intentos de conversar con ella. Bueno, era normal.
-Podéis llamarme “onii-san[7]”, “onii-chan” también es una opción, claro.
-Mmm… Sí.-Murmuró Kouta-kun.
-Pero mi nombre es un secreto.-Añadí, intentando transformar un personaje aburrido en uno misterioso. Ignorando la cautela en sus miradas, corté el pan delante de sus caras.- ¿Tenéis hambre?
-Eh, mmm, s-sí. En realidad, no…-Kouta-kun dio una respuesta ininteligible.
Anzu-chan parecía incapaz de seguir mirando la pared por lo que, finalmente, abrió la boca para hablar y sus ojos abandonaron la pared.
-Sí, tenemos hambre. No he comido nada desde esta mañana. Date prisa, y dame eso ya.
Su tono contenía agresividad y frustración. Sin dudar, fue a coger el pan. Le puse el pan en las manitas. Anzu-chan hizo pedazos el pan ya partido, como si fuera a dárselo a una carpa en el pozo.  Debía estar buscando algo, pero el pan no tenía nada, ni crema, ni chocolate, ni veneno.
-Hoy también os hemos hecho una cena de verdad.-Dije.
La autopsia del pan de Anzu-chan cesó cuando se giró para mirarme, sus ojos se abrieron por la sorpresa.
-Eh… ¿A qué te refieres?-Preguntó Kouta-kun. Su cara estaba llena de ansiedad; no se podía ver ni pizca de anticipación.
-La chica que os ha raptado está haciendo la cena, aunque no sé qué está haciendo.
-¿Haciendo qué? ¿Cena? ¿Qué lleva dentro? ¿Veneno? ¿O nos haréis comer cucarachas?-Reclamó Anzu-chan. Eso confirmó mis anteriores sospechas sobre que había estado buscando veneno. Esa cautela suya me causó buena impresión. Tanto, que quería molestarla un poco. Por otra parte, Kouta-kun me miraba ansioso, como si le preocupase que su hermanita me pudiese hacer enfadar.
-Veneno y cucharachas, eh… Bueno, Anzu-chan---
-No me llames así.
-Ikeda-san, pues. Si te sirviésemos un plato con eso, ¿te lo comerías?
-Claro que no.
-¿Y si te dijera que te mataría si no lo hicieras?
-Me moriría de todas formas si me lo comiera.
Sacudí la cabeza.
-Eso no es lo que quería decir. Si no te lo comieras, el que se moriría sería tu hermano-Corregí. El cuerpo de Kouta-kun dio un salto. Las lágrimas humedecieron sus ojos. Anzu-chan echó un vistazo a su patético hermano.-Es fácil tomar una decisión unilateral cuando las consecuencias son sólo para ti, sin embargo, tienes que pensar cómo afectarán tus decisiones al resto; tienes que responsabilizarte de tus acciones.
Por ejemplo, mi responsabilidad con Mayu. Al escuchar eso, Anzu-chan agachó la cabeza, su brilló había perdido su brusquedad. Kouta-kun, que nos miraba a los dos, intervino.
-Mmm. Yo voy a comer, o sea…
-¿Eh…?
-Voy a comer, así que no le digas esas cosas a, em, Anzu.
Kouta-kun, tartamudeando mientras hablaba, consiguió transmitir su fuerte voluntad. Su mirada me atravesó, haciendo que me diese cuenta que, efectivamente, él era el hermano mayor. Anzu-chan, incapaz de esconder su sorpresa, se pegó a los brazos de Kouta-kun con los ojos llorosos.
-No molestes a Anzu, por favor.-repitió.
Sus palabras incendiaron lo que me quedaba de consciencia, cortándome profundamente. Los niños a veces pueden ser implacables.
-No quiero que penséis de mí como alguien que disfruta jugando con la vida y la dignidad de las personas. Era una pregunta retórica. Perdonadme. Por favor, no os lo toméis a pecho.-Me disculpé, postrándome.
-Ah, yo, yo también lo siento.-Kouta-kun imitó mi acción. Naturalmente, Anzu-chan no lo hizo.
-Es culpa tuya por preguntar algo así.-murmuró. Los que realmente tenían la culpa eran los que hacían cosas así de verdad, pero eso me lo guardé para mí. No había ninguna necesidad de continuar con esa conversación. No es que no hubiese conseguido nada a cambio de la charla, pero mi corazón perecería bajó la presión que estaban inculcando en mi consciencia.
Debían de estar hambrientos, pues se comieron el pan que Anzu-chan había examinado – más bien pulverizado – en silencio. A pesar de la ausencia de comunicación verbal, podía adivinar por la forma en la que se miraban que apreciaban el momento que estaban compartiendo.
Yo, simplemente, me senté con las piernas cruzadas, y descansando la barbilla en el brazo, observándoles.
El hermano mayor, Kouta Ikeda, iba a cuarto de primaria. Era imposible determinar el color de su piel por la manta de suciedad que le cubría. Era delgado y el pelo le llegaba a las cejas. Aunque era el hermano mayor por dos años, parecía bastante echado para atrás en cuanto a los cambios de humor de su hermana se refiere. No obstante, al parecer, no temía en lo más mínimo a su hermana, sino que la quería en exceso. La hermana pequeña, Anzu Ikeda, iba a segundo de primaria. También estaba cubierta de suciedad. Tenía el cabello rizado hasta la mitad del hombro; quizás había dormido sobre ese lado. Era un revoltijo de obstinación y orgullo, hecho que se reflejaba en su forma de hablar tan madura. Ese par que Mayu había raptado parecían considerablemente más delgados de lo que salían en las fotos de los diarios, aunque no tenían ojeras.
-¿Mmm? ¿Qué?-Anzu-chan frunció el ceño, peleándose con la comida de su boca. La visión de su mirada junto con sus mejillas llenas como las de una ardilla era encantadora.
-Sólo pensaba que las hermanas son bastante buenas.
Anzu-chan se sonrojó, con las mejillas todavía llenas, y apartó la vista. O no. En realidad, la mirada que dirigía en mi dirección se volvió todavía más amenazadora.
-No soy, mm, tu hermana.-refunfuñó empujando las palabras a través de la comida de su boca.
-Tienes razón. Pero cuando ves un perro, no sientes el impuslo de matarlo, ¿verdad?
-¿Mm? ¿Qué?
-Eres una buena chica, ¿a qué sí?
Irritada por la expresión presumida de mi cara, Anzu-chan se tragó el resto del pan para poder decirme.
-Eres asqueroso.
Kouta-kun tosió, y bajó la cabeza como disculpa en nombre de su hermana. Vaya escena para ver – un raptor de trato fácil y su víctima compungida.
-Bueno, da igual, ahora que estáis llenos, me gustaría hablaros de algo importante.-Dije.
-Eso sólo me dará más hambre.-Replicó Anzu-chan.
-Anzu, calla.-Kouta-kun hizo callar a su hermana con una advertencia. Miré sus dos caras y proseguí.
-Tengo una petición. Me gustaría que dijerais que he sido yo quién os ha raptado. Olvidad eso de que la chica es la que lo ha hecho. No mencionéis su existencia. Si me prometéis eso, entonces…
Les prometí que les dejaría libres si aceptaban mi petición. Era una mentira. Honestamente, algo raro debía pasarle a una persona para creerse algo tan extraño como eso. Si alguien era tan confiado y crédulo, no sobreviviría mucho tiempo en ese mundo lleno de decepción. Con el tiempo, tendría que matar a esos dos. Después de todo, los muertos no cuentan historias. Actuaría como lo haría el asesino.
-Ah, mmm…-Kouta-kun levantó la mano.
-¿En qué te puedo ayudar, Kouta-kun?-Le respondí encantadoramente.
-Cuando dices que nos “liberarás”, te refieres a, mm… ¿dejarnos marchar?
-Eso es exactamente a lo que me refiero.
-Oh… Ya veo. G-Gracias, supongo.
Las palabras de los labios que Kouta-kun eran reacias, como si no desease marcharse. Sorprendentemente, incluso Anzu-chan parecía menos animada de lo que me había esperado. Era casi como si se hubiesen dejado raptar. Raptar es, subjetivamente, peor a un asesinato. Cuando asesinan a alguien, su sufrimiento acaba con la muerte. En un rapto, sin embargo, la víctima continúa pensando en el incidente mucho tiempo después de que la dejen en libertad. Las víctimas tienen que vivir una vida repleta de locura.
A pesar de que no se puede curar, a pesar de que es peor que la muerte, tienen que seguir viviendo. Tienen que seguir vivos. Obligadas a seguir las normas sociales que hace mucho dejaron de comprender.
-Y bueno, ¿cómo habéis acabado aquí?-pregunté con tono alegre que ocultaba el despecho detrás de mi pregunta.
-Estabamos, eh, jugando fuera y entonces, ella llegó y, eh, nos trajo aquí…-Respondió Kouta-kun dudoso, dándole a Anzu-chan una mirada llena de incertidumbre, a pesar de que ésta miraba hacia el otro lado. Asentí pretendiendo que lo entendía. Aunque por dentro gritaba. ¿Estaban jugando afuera a pesar de los asesinatos en serie? Lo dudaba mucho. Habían dicho que los habían raptado en las noticias de la tarde, así que efectivamente debían haber estado fuera durante ese tiempo. Pero era muy poco probable que sus padres les dejaran irse fuera a jugar… O eso creía.
La irregularidad de su historia se hospedaba en mi mente, pero decidí que sería mejor no involucrarme.
-¿Qué haces aquí?- la puerta se abrió y una voz amarga me llamó desde detrás. Me giré para encontrarme a la Mayu fría y tranquila de la clase con una sartén en la mano. Su actitud, que pegaba con una chica de diecisiete años, creó la ilusión de que su regresión de hacía, tan solo, quince minutos atrás había sido todo mentira. Con una expresión estupefacta, Mayu entró en la habitación y se tropezó con el tatami. La cogí apresuradamente, y me recompensó con un “gracias”.
-De nada.-Respondí con decoro inútil. Miré al contenido de la sartén.
-Es yakisoba.-Mayu sujetaba la sartén con una sonrisa alegre; una de dos, o era su comida favorita o era un plato que sabía hacer. El aroma de la salsa mezclado con el hedor de la habitación obligó a subsidiar mi hambre.
-Será mejor que pongamos algo debajo de la sartén…-Sugerí.
Por desgracia, Mayu pareció no entender mi japonés, y puso la sartén directamente encima del tatami. Un olor a quemado y hierba quemada llegó a mí. La habitación no era más que una verdadera sinfonía a hedores pútridos.
-Vamos a comer en la cocina.-Dijo Mayu, tapándose con las mangas. Suavemente, rechacé la idea.
-Comamos aquí.
-¿Por qué?
-Porque también lo has hecho para ellos, ¿no?
Los labios de Mayu se separaron con palabras de disensión listas. Por suerte, ella restringió la respuesta a una ligera exhalación. Su actitud dejaba claro que no le gustaba la situación. Mayu, no obstante, se sentó obedientemente y me pasó un par de palillos. Con los ojos, incité a Mayu a darles palillos también a los niños. Obligada, Mayu les tiró unos palillos a los niños. Por un momento, ambos parpadearon sorprendidos, aunque no duró mucho. Los hermanos hambrientos se giraron hacia a mí para que les dijera: “adelante”. Asentí y no había pasado ni un momento que ya estaban metiendo los palillos en la sartén.
-Cuidado; quema.
Los dos no parecieron no escucharme ya que tenían la cabeza en la sartén. Seguramente se hubiesen lanzado a ello aunque estuviese envenenado. Ni siquiera me dieron  la oportunidad de comer a mí.
-¡Delicioso!
-¡Sí, está buenísimo!
Hasta Anzu elogio honestamente la comida mientras la inhalaba avariciosamente. Cualquier persona normal hubiese disfrutado de ver que algo que había cocinado era tan apreciado, pero Mayu no era normal. Claramente irritada, miró como los dos devoraban la comida que ella había hecho, rechinando los dientes y cogiéndose el brazo con tanta fuerza que se clavó un poco las uñas en la piel. Me preocupaba que les chillase, pero no hizo nada parecido. No, Mayu no era una chica dócil, en vez de eso, levantó los palillos lentamente. Lo que pasó a continuación me mareó del susto. Con mucha fuerza, posicionó las puntas de sus palillos hacia la cabeza de Anzu en un intento de empalarla.
-¡Para!-grité, extendiendo la mano derecho para bloquear los palillos. Los coloridos palillos de Maa-chan atravesaron mi mano.
-Ay… Es como si un alíen me hubiese atravesado…
-¿Mii-kun…?
Mayu miró primero los palillos que colgaban horizontalmente de mi mano, y entonces, a mí con una expresión atónita en la cara. Los hermanos, también, miraron mi mano, aunque no pararon de comer. Los corazones de los niños eran de acero… O quizás tenían un apetito de león. Mayu no reaccionó hasta que la sangre empezó a salir de mi herida.
-Iré a por algo para tapar la herida.-dijo, levantándose. Su tono era muy ligero. Claramente, no sentía ninguna culpabilidad.
-No hace falta ser dramática; con una tirita ya me apaño…
-No. Si te entran gérmenes, te saldrán burbujas de la mano.
Burbujas, eh. Me pregunté cómo sería eso. ¿Las burbujas saldrían de la carne o de la piel?
-Y también haré la cena sólo para ti.
Eso no era lo que quería escuchar. Cuando te ofrecen una comida que nadie más va a comer, parece que te estén discriminando. Detuve a Mayu cuando estaba a punto de salir de la habitación.
-No hace falta que me hagas nada, no quiero molestar.
-Oh, no es molestia.
Bueno, para mí sí.
-De momento, he tenido suficiente. Ya sabes, yo… eh… te voy a comer a ti de todas formas.
En cuanto las palabras salieron de mi boca, me arrepentí. La vergüenza tiñó mi cara de rojo carmesí, y mi cara se puso más caliente que nunca. Los niños me tiraron dagas con los ojos y su apariencia desaprobadora me dolió más que la herida. Miré a Mayu, medio temiendo su reacción. Aunque innecesariamente, mostraba una expresión recatada. Me cogió de la mano, con dos dedos más colgado de ella, y me arrastró fuera de la habitación de estilo japonés. Cerró y la puerta detrás de ella y una sonrisa radiante floreció en su rostro.
-¿De verdad?
-¿A qué te refieres?-Respondí como debería hacerlo un caballero, sólo Dios sabe por qué.
-O sea, o sea, ¿me vas a comer? ¿Esta noche? ¡Yija!
Fue mucho más efectivo de lo que me hubiese esperado. Lanzó los brazos al aire celebrándolo.
¿Por el cerebro de las jóvenes doncellas sólo pasa ácido sulfúrico?
-Eh, podemos discutirlo más tarde… ¿P-Podemos ir a por tiritas primero?-Me esforcé al máximo para dirigir la atención de los palillos. No estaba seguro de si mi táctica había funcionado, pero Mayu asintió con una sonrisa y salió corriendo como un perro detrás de un hueso. Tras verla marcharse, volví a entrar en la habitación de estilo japonés y me senté como había hecho antes. Con la mano libre, cogí los objetos que habían crecido en mi mano.
-Ay, caray. Tocan el hueso. Ay, ay, ay. Ah… Ha salido. Esto me da escalofríos.
Me quité los palillos de su casa temporal armando un jaleo yo solo. Un cúmulo de sangre emergió en mi mano, tiñendo las arrugas de mi mano de un color rojo oscuro. Mientras me lamía la mano en un intento de mantener el tatami limpio, sentí la presión de una mirada en mi persona, así que miré a mi lado. La mirada le pertenecía a Kouta-kun, pero lo que me sorprendió de verdad es que el yakisoba había desaparecido del todo.
-Mmm… Gracias…
-¿Por qué? Tendríais que darle las gracias a Onee-san. Ella es la que os ha hecho la comida.
-No, eso no es a lo que me refiero.-Respondió.-Has protegido a Anzu.-Continuó con una sonrisa tímida y una pequeña reverencia. Su actitud me hizo sentir que se encariñaría todavía más conmigo. Anzu-chan, por otra parte, fingía ignorancia mientras mojaba el pan en los restos del yakisoba. Riendo, les dije a ambos que no se preocupasen.
Supongo que la relación que yo y Mayu compartíamos era una en la que una situación como esta era cómica. No hay palabras para describirlo.
En cuanto terminé de tratar la herida, me fui de casa de Mayu corriendo. Aunque fue difícil marcharme con Mayu mirándome con lágrimas en los ojos. No tenía el lujo de dejar que mi vida girase entorno a ella. Aunque la mitad de eso es mentira. Cuando me fui del piso, el aire frío nocturno me resfrió, el viento me hizo temblar un poco.
-Qué día tan cansado…
El día había apestado tanto como el ácido hidroclórico. Miré mi mano envuelta en vendas. Mayu había vuelto para anunciar que no quedaban tiritas, y, a pesar de su ignorancia en temas médicos, había intentado vendarme la herida. El número de vendas que había usado eran sólo parte del tratamiento. Me las quité aunque el mal olor a medicina parecía haberse arraigado en mi mano. Parecía ser el día de los malos olores.
-No puedo decir que me esperase involucrarme con un rapto otra vez…
Sólo que esa vez, yo era el secuestrador. La única relación donde las posición deban intercambiarse es en las de rivales de la infancia. El par de hermanos a los que habían secuestrado también ocupaban mi mente. Conforme les observaba e interactuaba con ellos, parecía que la impresión de que había algo raro no se iba. Existía una contradicción en algún sitio – me parecía que habían aceptado la situación demasiado fácilmente – pero me era difícil acertar con qué me molestaba exactamente.
-Espera…
Había olvidado preguntar algo que había querido preguntar. Mi mirada volvió al apartamento, iluminado por las luces de cada habitación.
Oh, bueno, se lo preguntaría al día siguiente. No era nada tan terriblemente importante como para volver a preguntarle. Además, sentía que si hubiese vuelto, Mayu me hubiese obligado a pasar la noche. Mi tía me hubiese zurrado a base de bien si hubiese hecho eso.
Así que se lo preguntaría al día siguiente, si me acordaba.
“¿Por qué has raptado a esos niños?”

Me gusta la piel del pollo. También me gusta la piel del salmón, y la del besugo. Si tuviese que calificar a estos solo, debo admitir que carecería de decoro. Hacer algo comparable a cortarle las orejas a un ser humano y entonces, proceder a juzgarlas es una estupidez enorme. La persona en sí seguiría teniendo sus extremidades, sus ojos y sus manos. Alguien que no disfruta de esto hasta el límite sólo se puede tachar de libertino. Yo, sin embargo, no halló el mínimo placer ni en el canibalismo ni en las artes o manualidades que usan partes del cuerpo humano. Permitid que me desvíe del tema y consideré cosas de mayor importancia para mi futuro. Oh, ha muerto. Soy un fuerte defensor de que es vital que la base sea estudiada desde todos los ángulos para evitar que se construya un edificio en arena. Honestamente, nada me gustaría más que alguien compartiese sus pensamientos conmigo. Alguien con los mismos hábitos que yo. Alguien que vea las cosas distintas a pesar de estar donde estoy yo. Para poder sentarme con alguien en una cafetería, con otro como yo. Este ha sido el deseo en mi corazón desde que llegué al límite de lo que podía pensar solo. Sin embargo, una preocupación rondaba por mi mente. Si realmente pudiese encontrar a otra persona como yo, ¿las cosas acabarían con una conversación casual de verdad? Si soy sincero, tengo un pequeño fusible y también voy demasiado fuerte cuando me gusta algo, lo que puede ser desconcertante. Además, no es raro que empiece un diálogo con una pelea. Además, dudo al buscar espíritus afines. Tengo miedo, Miedo de mirarme al espejo, Miedo de dirigirme el puño a mí mismo… Para bien o para mal, todavía no me he cruzado con nadie como yo. Al salir con alguien, sólo me he topado con alguien como yo y eso acabó en escasos segundos. Quizás los que son como yo se esconden como una especie en peligro de extinción. Aunque, sin duda, hay un gran número de nosotros. Disfruto ir a la tienda a media noche escuchando música que canta una chica guapa. Si alguien también alardease de su tendencia compulsiva de matar además de tener talento para el escondite, entonces, podríamos ser el mismo tipo de persona. Bueno, supongo que puedo comprometerme en cuanto a música se refiere. Aunque prefieran vocalistas masculinos, todavía daría la bienvenida a un camarada con los brazos abiertos. Así de desesperado estoy. Hoy he hecho una visita a una tienda mientras buscaba a alguien parecido a mí, me encontré con mis enemigos patrullando por el vecindario como unos depredadores de la sabana. Desearía poder pasar desapercibido mientras me convierto en un miembro de la sociedad completo.
O eso espero.


[1] “-san”: es el sufijo honorífico más común, con un significado similar al "señor" o "señora" del castellano. Es utilizado tanto para referirse a hombres como a mujeres, siempre en segunda o tercera persona y nunca al referirse a uno mismo.
[2] Oni en Setsubun: El oni es un demonio similar a un ogro que suele aparecer en las fabulas y en el arte japonés. Setsubun es un festival japonés que se lleva a cabo a principios de primavera donde se hace un ritual para limpiar el mal que es representado por el oni.
[3] El robot azul al que se refiere es Doraemon, cuya novia se llamaba “Mii-chan”. Por mascota, se refiere a la mascota del equipo de béisbol Chiba Lotte Marines: “Maa-kun”
[4] Konaki-musume: Es una broma. “Konaki-jiji” es un youkai. “Jiji” significa “viejo” y “musume” significa “jovencita”.
[5] Anpanman: Esto es una referencia a Anpanman (アンパンマン), un manga y, más tarde, un anime.
[6] La mano de la esposa divina se refiere a “la mano de la esposa divina” de Dragon Quest.
[7] Onii-san es una forma educada y amigable de referise a un hombre joven, al igual que “onii-chan”. Ambos términos se pueden usar para referirse al hermano mayor de uno. 

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