Capítulo 2: Padres y el diagnóstico

diciembre 17, 2016

-Me pregunto qué están haciendo los demás.
-¿Quiénes son los “demás”?
-Por ejemplo Nagase-san y Kawataki-san.
-¿Amigos de clase?
-Sí.
-Seguramente irán a clase como siempre.
-Me pregunto si están preocupados por nosotros.
-Seguro que sí.
En algún lugar de mi corazón, estaba seguro que no.
-¿Y mi mamá y papá?
-Seguro que ellos también.
Nuestra conversación paró allí. Nos quedamos dormidos cómo si hubiésemos olvidado de lo que acabábamos de hablar.

Me desperté a las siete, cuando el sol brillaba más. Pasé las puertas de la escuela mucho antes de que empezaran las clases, camino a casa de Mayu. Ese día empezaba nuestra vida juntos. Superado por el nerviosismo, me había levantado temprano, como un adulto que ha estado esperado cierto juego durante veinte años. En realidad, eso es mentira.
Simplemente no quería que encontrarme a mi tía noctámbula, que era enfermera. En el mismo segundo en el que había cruzado el umbral de la puerta la noche anterior empezó una intensa pelea. Como si no fuera nada negó mis derechos de vivir y me amenazó con eliminar mis derechos fundamentales como ser humano. Mi compasivo tío, un doctor, se metió antes de que la disputa se volviese física. Me dio permiso para irme con la condición de que volviese a casa una vez al mes. La tía, por otra parte, había estado en contra desde un principio. Su sobreprotección podría ser un fallo, pero no era una mala persona como yo.
-Me pregunto si llego muy pronto…
Me subí al ascensor hasta la tercera planta, donde me acerqué a su piso antes de pararme ante su puerta. Mayu era chica que acostumbraba a dormir mucho. En cuanto a la escuela, por ejemplo, normalmente llegaba una hora tarde por lo menos, una vez allí, solía descansar la cabeza en el escritorio y seguir durmiendo.
-Sé que le prometí ir a buscarla, pero, ¿estará ya despierta…?
Llamé a la puerta, aunque no esperaba una respuesta.
Si no contesta, esperaré aquí afuera– La puerta se abrió de par a par, golpeándome la cara.
-¿Qu-? ¡Ay!
El impacto que no conseguí expresar verbalmente se manifestó solo cuando un líquido rojo me cayó de la nariz.
-¡Hola, Mii-kun!
Me pellizqué la nariz mientras Mayu me saludaba energéticamente.
-¿Hola…?
Mayu observó mi cara intensamente, sin que la sonrisa dejase su cara jamás. De repente, empezó a secarme la sangre de la nariz a la fuerza con la manga de su pijama.
-No te preocupes; te ensuciarás la ropa.-Interrumpí.
-No pasa nada. Mii-kun parece estar bien.-Respondió.
A las rayas blancas y azules de su pijama se le sumaron un tercer color. Al verlo, Mayu sonrió, en trance.
-¿Cuánto tiempo has estado esperando?
De mala gana busqué verificar mis sospechas mientras se me ponía la piel de gallina y un sudor frío me empapaba la espalda.
-Desde ayer.-Respondió tranquila.
-¿Ayer…?
-Ayer.
-¿Desde qué hora de ayer?
-Me duché después de que Mii-kun escapó – desde entonces.
Cuando me fui eran las siete de la tarde.
-¿Has estado esperando aquí? ¿Al lado de la puerta?
-Sí.
-¿Exactamente, haciendo qué?
-Dormir.
Bueno, pues. Supongo que nuestra relación dependerá de si destrozó su admirable sentido de la lealtad o tiemblo en una esquina por su devoción fanática.
Sin pensarlo, decidí que ninguna de las dos opciones iba conmigo.
-Supongo que debería haber venido más pronto. Perdona.-Dije, expresando con una disculpa sincera.
Reluciente, Mayu me dijo que no me preocupase y, precipitándose, me abrazó.
-Mii-kun…-Murmuró Mayu cariñosamente mientras escondía la cara en mi pecho.
Ah, espera. Yo tenía una cosa que quería preguntarle a esa cariñosa compañera de piso…
-¿Mmm? Hueles a jabón.
Mayu también olía dulce. Su fascinante fragancia provocó que la pregunta se me fuera de la cabeza.
-Me gusta bañarme por la mañana.-Respondí. Sinceramente, había sido la primera vez que lo había hecho. No había tenido tiempo de hacerlo la noche anterior.
Entré con Mayu todavía pegada en mí. Ella no se molestó en preguntar si me iba a mudar; efectivamente, era bastante inútil preguntarlo – no había ninguna necesidad de escuchar mi respuesta, después de todo.
Entré al comedor en el que había estado el día anterior y dejé mi bolsa de deporte, con mi ropa,  y la del colegio en el suelo. Echándole un vistazo a la habitación de estilo japonés, encontré la puerta fusuma cerrada. Me asombraba que los niños no hubieran enloquecido al estar todo el día encerrados allí dentro.
-¿Desayuno?-Preguntó Mayu aún enganchada a mi brazo.
-Todavía no he desayunado.-Respondí.
-No, preguntaba si prefieres pan o arroz.
En su cabeza, que yo desayunara con ella era algo que era obvio.
“Si no desayunas, te comeré con los palillos como lo hice anoche”, imaginé que decía. Supongo que esos pensamientos me hacen ser un loco.
-Pan. Después de todo es una habitación de estilo occidental.-Respondí razonando erróneamente y con palabras sin sentido. Mayu lo entendió, aunque permaneció pegada a mi brazo, sin moverse. Dado el semblante de satisfacción en su cara, supongo, que pasé a ser un cojín. Nos tiramos en el sofá y encendimos la televisión.
-Es la primera vez que miro la tele por la mañana.-Comentó Mayu.
Durante un rato no pasó nada extraño, sino uno que no había sucedido nunca. En la pantalla había una escena familiar – nuestro pueblo. Un titular de letras grandes apareció en la pantalla: “Todavía no han atrapado al asesino en masa” – un título carente de originalidad.
-Anoche también mataron a alguien.
-Sí. O sea, sí que es un peligro pero la gente muere todo el tiempo. No entiendo por qué exageran tanto.-Respondí. Sabía del accidente desde el día anterior.
La víctima había sido el presidente de la asociación Residencial que había salido a patrullar. Después de terminar su turno, le habían asesinado en los cinco minutos que quedaban para que llegase su reemplazo. La causa de la muerte había sido algo ortodoxa: murió por apuñalamiento. Una puñalada que, sin embargo, no era nada más que un enorme agujero en la sien. El asesinato se había producido alrededor de las ocho de la tarde, cerca de la escuela de primaria. Una vez más, no había habido testigos, llevando a algunos a la conclusión que ese crimen sin criminal era por causa sobrenatural. Después de todo este era un pueblo que apenas tenía experiencia con los asesinatos. Bueno, al menos, hasta hacía medio año.
-Aunque da algo de miedo, ¿a que sí, Mayu?
Mi opinión endeble no consiguió provocar ninguna reacción de Mayu, su mirada estaba concentrada en la pantalla, la sonrisa había desaparecido de su cara y sus ojos no tenían ninguna expresión.
-Cuánto tiempo…-Murmuró, ahogada en nostalgia, hecho que encontré más repulsivo que una extremidad en un cubo con gusanos.-Hey.-Mayu me miró de repente. Sus ojos muertos se clavaron intensamente en los míos.-¿Lo has hecho tú, Mii-kun?-continuó.
Hablando de cosas súbitas. Una pregunta sin razón ni sentido. El signo de interrogación al final de esa frase había sido, en esencia, inútil.
-No.-Mentí.-Maa-chan odia los asesinatos más que nada en este mundo, ¿verdad?
-Sí, los odio.
En la boca de Mayu se formó otra sonrisa. Procedió a posicionarse en mi regazo como si protegiera mis piernas de un enemigo desconocido, y frotó su mejilla contra la mía.
-Y yo axxo a Mii-kun más que nada en este mundo.
-Genial…
Naturalmente, necesitaría más que eso para conseguirme.
-¿Oh? Las mejillas de Mii-kun están más calientes y tienes la piel de gallina.
Vale, he mentido.
-V-Vamos a comer ya. Tengo ganas de comer harina.
Estaba increíblemente agitado. Mayu, con una expresión triunfal, me acarició la cabeza con un: “claro, claro”. Fue humillante que una niña me tratase como a un niño. Aunque era inmune a la palabra “gustar” y al contacto físico, la palabra “amor” era mi talón de Aquiles. Fruncí el ceño para evitar avergonzarme más.
Mayu se apartó de mí y fue a la cocina como medio dormida. Parecía que se había tranquilizado considerablemente en comparación con el día anterior, no corrió. La llamé desde detrás.
-Si… Si yo fuera el criminal, ¿qué harías?
Mayu se dio la vuelta, mirándome perpleja.
-¿A qué te refieres con: “qué harías”?
-No sé. Llevarme a la policía o algo… O pensar “eres un pervertido y asqueroso hasta la médula” o “a ver si te mueres, imbécil”, o…
La lúgubre existencia de mi imaginación era penosa. No conseguí sugerir nada más que insultos normales, y encima, insultos normales que diría un niño de primaria.
-Eh, iono…-Mayu murmuró en mal japonés, alejándose.-Entonces, ¿qué haría Mii-kun si ahora mismo me muriese?
Una voz me llegó desde la cocina. A pesar del bajo volumen de las palabras, estas, resonaron con fuerza en mi oído.
-¡Nunca pensaría algo así, así que no lo sé!
-¡Sí! ¡Lo mismo digo yo!
-¡Oh, ya lo entiendo!
No tenía ni idea de lo que quería decir con sus palabras, pero afectado por la seguridad arrolladora de Mayu, decidí que lo entendía. No era como si, para empezar, quisiera decir algo con la pregunta, así que así ya estaba bien.
Me aburrí de esperar que Mayu acabase de preparar el desayuno, así que abrí las puertas de la habitación de estilo japonés. Tal y como pensaba, la habitación oscura estaba empapada de un hedor terrible del que nadie disfrutaría. Cubriéndome la nariz con la mano, entré en la habitación y descubrí que mi nariz había dejado de sangrar.
Los dos hermanos dormían, uno al lado del otro, en una esquina del cuarto. Kouta-kun cubría a Anzu-chan, como para protegerla, mientras que su hermana estaba hecha un ovillo como un gato disfrutando del sol matutino.
-¿Oh?
Aunque era una escena adorable, los músculos de mi cara no cedieron. Sólo se movían por ciertas cosas. ¿Qué cosas? Cosas divertidas, por supuesto. Aunque eso es mentira.
Me fui y me dirigí a lo que supuse era la habitación de Mayu, una habitación que todavía no había visto. Crucé el pasillo y abrí la puerta; la visión ante mí me hizo querer taparme los ojos en vez de la nariz. Había libros de texto hechos un desastre, había hecho de su cama una bola y la había dejado en la esquina. Objetos llamativos y antiguos formaban una pirámide en el escritorio, hecho que evitaba que cumplieran con su función. Como Mayu no leía, no había ni libros ni revistas, y ni hablar de una estantería.
Salté la montaña de libros de texto y abrí su armario; un suspiró se me escapó al hacerlo. Había amontonado las prendas una encima de otra, llenas de arrugas. Inspeccionado la ropa de Mayu, encontré una sábana en mal estado. Quité la capa de polvo que había acumulado y me fui de la habitación con la sábana en la mano.
-Supongo que la razón por la que el comedor está limpio es porque no lo usa.
Volví a la habitación de estilo japonés, reflexionando en lo estúpido que era tener una sala de estar en la que nunca “se estaba”. Desdoblé la sábana e intenté ponérsela encima a los dos, cuando de repente, los ojos de zorro de Anzu-chan reaccionaron.
-No la necesito.-Murmuró Anzu-chan, con los ojos aún medio cerrados.-No necesito limosnas de un secuestrador…
Qué bien que conozcas palabras como “limosna”.
Por la ausencia de su necesidad física inmediata, su espíritu desafiante se mantuvo firme a diferencia de con la cena de la noche anterior.
-Por desgracia para ti, la única caridad que te darán por el momento vendrá de secuestradores, así que mejor que empieces a aguantarte.
Les puse la sábana encima. La objeción de Anzu-chan fue silenciada por la manta.
-Te he dicho que no la necesito.-dijo.
-Si te creo, tu hermano podría volver a resfriarse. ¿No te importa?
La boca de Anzu-chan se cerró de golpe y apartó la mirada. Obedientemente se arrastró por la manta. Me tomé eso como una aceptación pasiva y me giré para marcharme.
-Gracias…
Su voz fue más baja que el sonido de un insecto; quizás intentó que no la escuchase. Por desgracia, sin embargo, en la silenciosa quietud matutina del campo, lo mejor habría sido no hablar.
-…por lo de ayer. Kouta me dijo que lo dijera, ¿vale?-Añadió como explicación.
-De nada.-Murmuré mientras me marchaba del cuarto. Había olvidado cuán realizado se siente uno siendo un hipócrita.

Nos pasamos el desayuno jugando a ser una pareja. Diciéndonos “ah” y entonces, nos fuimos. Una vez más, tal y como el día anterior, Mayu selló su lado infantil. No articuló palabra alguna ni mostró ninguna expresión en su rostro mientras, fríamente, caminaba a mi lado. En vano, me pregunté si una pareja adultera que se va de un hotel actuarían como en esos momentos. Acepté que este era, simplemente, el mecanismo de defensa de Mayu para enfrentarse al mundo, y yo, también, me esforcé en ir a clase en silencio. En las escaleras del instituto, le di mi mano en lugar de las barandillas mientras ascendíamos.
En cuanto llegamos a clase, Mayu se apresuró directamente a su escritorio y colgó su mochila al colgador de al lado. Doblándose sobre el escritorio como para besarlo, se fue a dormir. La otra mitad de esta estúpida pareja se musitó a sí mismo que su hábitos de dormir estropeaban su apariencia elegante.
Nadie se atrevía a hablarle. El sueño de Mayu no se interrumpía jamás hasta que terminaba la escuela. Con nuestro turo Kaminuma-sensei como líder, todos los profesores pretendían no verla dormir. A Mayu, jamás, la habían regañado por su comportamiento en clase.
“¿La despierto para comer?”, “¿Puedo acompañarla al salir de clase?”, ese tipo de preguntas me pasaron por la mente mientras descansaba la cabeza en el codo, mirando cómo Mayu dormía en silencio tumbada sobre su escritorio. Al final, decidí actuar como si no existiera, tal y como hacían los profesores. Mayu durmió durante todo el día, sin moverse.

El tranquilo día de instituto terminó. Entre el alboroto de estudiantes que se iban, revisé el par de papeles que nos habían dado. El primero era un mensaje del consejo estudiantil y el otro era un panfleto sobre el viaje de curso.
La nota del consejo estudiantil estaba atestada de comunicados de las mentes enfermas que hacían funcionar nuestra espléndida escuela. Sí, me refiero exactamente a lo que suena. La nota incluía una única frase de aviso respecto al incidente del asesinato en serie que había agitado el país: “Si os encontráis con alguien con algo peligroso, tened cuidado, por favor.” Quería objetar que los únicos peligros estaban en sus cerebros podridos. El resto de la nota eran opiniones, estilo y una “historieta heroica” de cada miembro del consejo ordenadas según la jerarquía del consejo en cuestión. El papel estaba cubierto, literalmente, de artículos chillando: “¡Miradme, soy genial!”. Con una organización como esa, ni siquiera si fuese un estudiante transferido, desearía pelearme con ellos. Hice un avión de papel con el panfleto y lo envíe volando a la papelera. Bingo.
El panfleto del viaje escolar, por otro lado, detallaba el itinerario, sugería cuánto dinero llevar y números de contacto; estaba, en resumen, destinado a los padres. Tras echar una ojeada a las páginas, lo doblé una vez más y lo tiré.
En tres semanas, se suponía que los alumnos iríamos de viaje a Kyushu. Un mes antes, Kaminuma-sensei había explicado sin detalle ninguno que sería un viaje de unos cuatro días y tres noches.
La Mayu que normalmente revivía después de que acabase la escuela, no mostró ninguna señal de volver a la vida, llevarme a plantear qué hacer.
Me acerqué al pupitre de Mayu por detrás de la clase para evitar atención no deseada, y ligeramente, le sacudí los hombros. Eso fue, por supuesto, la primera vez que alguien hacía algo de ese tipo, y por ello, fue inevitable que me encontrasen algunas miradas curiosas.
Mayu murmuró cosas incomprensibles al reconocerme con ojos adormilados. Llena de babas, me reconoció lentamente.
-¿Mii-kun…?
-Exacto. Vamos a casa, ¿vale? ¡Gua…!
-¡Genial!
Con un grito de celebración Mayu me saltó encima, la cogí con todo el cuerpo y entonces… Mayu y yo nos besamos.
Bueno, eso fue una sorpresa. Punto de exclamación.
Un silencio ensordecedor llenó la clase, los únicos sonidos venían de mí. Los movimientos de mis músculos, los ruidos de mis huesos y los chirridos de mis ligamientos. El latido de mi corazón y el sonido de la lengua de Mayu retorciéndose como si ansiase toda la saliva de mi boca. Ella acarició cada centímetro de mi lengua con la lengua y sorbió la saliva que había recogido con un sonido lascivo antes de dar un paso atrás, aturdida.
-Quizás… No debería haber hecho eso.-Mayu se secó la saliva que le caía de un lado de la boca con la mano. Con cara de póker, me miró.-Supongo que es un buenos días para nuestra nueva situación.
Me temo que podría haber creado paredes entre mis compañeros y yo.
“Venga ya, gente, hay parejas así por todos lados”, eso es lo que quería decir antes de que una acción como esa cavase mi propia tumba. Aunque es mentira.
Moviéndose rápidamente, Mayu cogió los papeles que le habían dado y los tiró dentro de su mochila sin pensárselo dos veces y entonces, se levantó. Ya no pertenecíamos allí. Aunque jamás había buscado mi sitio en la escuela, esa ya no era ni una opción. De todas formas, tampoco había querido hacerme amigo de los ciudadanos conscientes de los secuestros.
Salí al pasillo con Mayu. Su percance en la clase no pareció haberla afectado – meramente se ajustó la ropa como si no hubiese pasado nada. Su actitud dejó claro que sólo yo podía hacer que revelase su lado infantil – yo era la excepción. ¿Eso me hizo feliz? Bueno… Por ahora, digamos que sí.
Cambiando de tema, había notado algo extraño en la mochila de Mayu, cuando llegamos al pasillo le pregunté si podía verlo.
-Claro.-Respondió, pasándome la mochila.
La mochila que me puso en las manos pesaba tanto como una pluma. Dentro estaba llena de papeles decolorados; sus libros de texto y sus libretas estaban ausentes. En realidad, seguramente estaban en casa calentando el suelo de su habitación.
Metiendo la mano dentro, removí los papeles. Entre el montón de papeles que había extraído, noté un papel que nos habían dado en la ceremonia de entrada. Este había sido un modo de proceder que había tenido, claramente, desde su primer año. Arrugué el papel con intención de tirarlo.
-Espera.
Una voz me llamó desde la clase, detrás de mí, y me di la vuelta. Kaneko estaba ahí, apoyándose contra la puerta.
-¿Qué quieres, delegado?
Kaneko me dio una sonrisa vaga en respuesta a mi tono rígido y se nos acercó. Mantuvo las manos ocupadas rascándose las mejillas y entonces, se las puso en la cadera.
Si tan ocupado estás, no nos molestes. Me quejé por dentro.
-A ti no; hablo con Misono-san.
-¿Qué quieres?-Mayu reaccionó de inmediato al escuchar su nombre. No era tan hostil como lo había sido el día anterior, pero la impresión de frialdad del día anterior aún seguía ahí.
-En un principio quería preguntártelo ayer, pero, ¿qué cosas buenas tiene nuestro instituto?
Mayu me miró un momento antes de responder:
-No tiene.
-No tiene… Eh. Sí, vale.
A causa de la absoluta incomunicación poseyendo el ambiente, Kaneko mostró una expresión lamentable. Sus ojos caídos atravesaron a Mayu dirigiéndose a mí que me dedicaba a observar la situación separándome de ella – se trataba de un ruego piadoso. Aunque no era de SOS; su curiosidad en cuanto a la situación de hacía unos instantes se transmitía al completo. Pretendí no darme cuenta. Me pregunté por qué no podía decir un simple “adiós” y acabar ya con todo.
-Oh, bueno… Me pones en un aprieto si dices que no tiene. Necesito una opinión de todo el mundo, ¿sabes?-Se las apañó para conseguir una respuesta.
-Un ambiente abierto, unas vistas bonitas, una arquitectura satisfactoria. ¿Ya estás feliz?
-Sí… claro.
La expresión de Kaneko cumplió su función al transmitir completamente lo mucho que lamentaba haber preguntado. A pesar de eso, continuó:
-Bueno, la última… Chicos, ¿estáis… eh… saliendo?
Su cara se enrojeció realizada, como si eso fuese lo que había querido preguntar desde un principio. Sin embargo, la respuesta de Mayu fue tan directa que lo habían sido las anteriores.
-¿Y en qué me beneficia a mí contestar a eso?
-Eh…-Murmuró Kaneko al llegar a su límite.
-Hey, en vez de perder el tiempo ligando, ¿por qué no vas a darle a una espada de bambú?-Un estudiante salió de la clase de al lado y habló burlonamente.
Era el presidente del consejo estudiantil y del club de kendo además de muchas otras cosas. Era Michizane Sugawara, un hombre con una sorprendente cantidad de títulos y un peculiar estilo al hablar. Llevaba la palabra: “omnipotente” como bandana. Era difícil de creer que fuese un humano como yo.
Con la llegada de refuerzos inesperados, la cara de Kaneko se relajó. No obstnate…
-Eso no tiene nada que ver con lo que estamos hablando. ¿Podrías evitar hacer unos comentarios tan estúpidos?-Mayu pareció ser incapaz de reconocer la broma. Sin perder un segundo en pensar, su respuesta había sido inmediata y hostil.
La sorpresa pasó por unos momentos por el rostro de Sugawara antes de hacerla desaparecer con una disculpa.
-Perdona.-dijo antes de dirigirle una mirada afilada a Kaneko preguntándole qué estaba haciendo.
-Recopilando ideas para el panfleto; ¿no es el tipo de cosas que un delegado tiene qué hacer?-Respondió Kaneko.
-Pon que podrán conocerme, añade una foto y ya está. Problema solucionado.-Dijo Sugawara.-¿No has oído hablar del “efecto de atracción”?
A pesar de la expresión atónita en su rostro, Kaneko empezó a conversar amigablemente con Michizane Sugawara. Se había creado una pared entre nosotros. Con una muestra sobresaliente de relaciones humanas, evitó que nos pudiéramos unir a su conversación. Sin motivo alguno para permanecer ahí más rato, miré a Mayu.
-Vámonos a casa.
-Sí.-Dijo, dándome la mano. Incluso cuando acabamos de bajar las escaleras seguíamos teniendo las menos entrelazadas conforme avanzábamos hacia los zapateros.
En el mismo momento en el que llegamos a casa, Mayu se tiró al sofá con un entusiasmado: “¡Hagamos travesuras!”, pero cuando terminé de sacar el cambio de ropa de la mochila, ya se había quedado dormida. Su postura era descuidada; preocupante. La llevé a su habitación y la tumbé delicadamente en la cama. Jamás se me había pasado por la cabeza “hacer travesuras”, la arropé y me fui de la habitación.
-Me pregunto cuánto tiempo va a dormir…
En mi contra, debo admitir qué era totalmente incapaz de cocinar. De alguna manera tenía que prepararles comida a los niños, aunque eso significase no comer nada yo. Me quité el uniforme del colegio y abrí la puerta corredera fusuma.
-Oh, bienvenido.-me saludó una voz.
Quise responder: “¿o sea, qué ahora consideráis esta vuestra casa?”, pero ahogué las palabras. En vez de eso, simplemente contesté con un: “sí, ya estoy aquí”.
Los dos niños estaban acurrucados juntos, tal y como lo habían estado el día anterior. La única diferencia notable era que la sábano estaba extendida sobre sus regazos además de que había el plato vacío de su desayuno.
-Mmm, gracias por esto.-Dijo Kouta-kun mientras su flequillo se movía de arriba abajo al hacer una reverencia. Tímidamente, levantó la manta con dos dedos y sonrió. Anzu-chan estaba de cara a su mejor amiga – la pared.
-Anzu, dale las gracias.
El hermano mayor estiró la manga de su hermana pequeña que refunfuñó descontenta.
-Kouta, ¿tú eres tonto? Este tío es un secuestrador. ¿Por qué tenemos que darle las gracias?
Era justo. Puede que su razonamiento fuese simple, pero también era totalmente lógico.
-Pero onii-san no es quién nos ha secuestrado.-respondió él.
Eso también era cierto, aunque no era un punto que pudiese dejar pasar sin comentar nada.
-Un momento. Quiero que los dos penséis que yo he sido quién os ha secuestrado.
Los hermanos se miraron confundidos, aunque era normal. El sentido común haría de Mayu y de mí igualmente culpables. A pesar de mi fachada amable, mi aprobación tácita al rapto me hacía un cómplice del crímen.
-Ella no tiene por qué darme las gracias de todos modos – ya lo ha hecho esta mañana.-añadí.
La boca de Anzu-chan se abrió de repente y sus ojos se engrandecieron. Qué sincronización tan maravillosa.
-¿De verdad?
Anzu-chan escapó hacia la esquina del cuarto como si huyese de la mirada de Kouta-kun. Quizás estaba disgustada consigo misma ya que sus mejillas y orejas se habían vuelto de un color rosado.
-Tenéis hambre, ¿verdad?
Kouta-kun asintió con honestidad. Sus miedos parecían haber disminuido y sus movimientos se habían vuelto bastante más exagerados.
-Me temo que tendré que pediros que esperéis un poco; onee-chan está durmiendo ahora mismo. Si no se despierta pronto, os compraré bentos.
Mientras hablaba estaba deliberando por dentro si coger bentos de la tienda que había a media hora o coger los horribles bentos caros del supermercado local.
-Onee-san duerme mucho, ¿no?-Preguntó Kouta-kun con una sonrisa torcida.- El fin de semana pasado se fue a dormir el sábado y no se despertó hasta el lunes por la mañana.
Si pasas más tiempo dormida que despierta, ¿estás viva de verdad?, me pregunté.
-Siento oír eso, pero esta semana debería ir mejor ahora que estoy aquí.
-¿Vas a vivir aquí, onii-san?
-Eso parece. Soy nuevo, tratadme bien.-En broma extendí la mano para dar un apretón de manos. Kouta-kun, dudoso, me cogió la mano con la suya; estaba algo mugrienta.
-Bastante sucia, eh… Un baño sería… difícil. Me gustaría permitiros eso, pero no puedo dejaros libres…
Si escapasen al quitarles las cadenas que les ataban, me convertiría en el rey de los tontos. Por desgracia, eso me dejó sin opciones ni planes ni inspiración.
-Eh…- La tímida voz de Kouta-kun interrumpió mis pensamientos.-Onii-san, ¿eres el amigo de onee-san?
-Not eeben crose. (Ni de lejos.)-Pretendí tener un inglés fluido sólo para fracasar estrepitosamente. Continué de inmediato, como si no hubiese pasado nada.-Nunca he sentido amistad por Mayu, y estoy segura que ella siente lo mismo. Ella es, simplemente, alguien importante para mí.
-Qué cosas tan embarazosas dices…-Murmuró Anzu-chan. Efectivamente, desde el punto de vista de la sociedad, lo que acababa de decir se vería como algo embarazoso. Aunque si me hicieran opinar, mis traducciones del inglés serían, considerablemente, más embarazosas.
-En otras palabras. Es igual que vuestra relación.-Dije.
-¡No somos así!-Estalló Anzu-chan, destruyendo la apariencia feliz que Kouta-kun había mostrado al ser capaz de sentirse identificado conmigo.
Intentando ocultar su soledad, forzó una sonrisa y añadió a las palabras de su hermana:
-Eso es.
Ella apartó la vista torpemente y volvió a mirar la pared al percatarse que sus palabras habían afectado a su hermano más de lo que esperaba.
-Ah, sí… Ha sido una mentira. Sí, una mentira. Mayu y yo somos como una pareja de mediana edad. Somos diferentes a vosotros niños, con una edad que se puede contar con un solo número. Sois como larvas de grillos que acaban de salir del barro, mientras nosotros somos grillos ya. No hay ni comparación. Aunque al final, los grillos hembras se comen a los machos.-Me esforcé por mejorar las cosas ya que me sentí culpable del ambiente triste. Por supuesto, mi intento fracasó. Todo lo que conseguí de mis esfuerzos fue una risa educada de Kouta-kun y una mirada furiosa de Anzu-chan. ¿Qué puedo decir? No tengo el talento de un delgado; sólo estoy en el comité de limpieza.
-Ejem. Como sea, ¿querías confirmar si Mayu y yo somos amigos?
-Ah, em, bueno…
-¿Te gusta Mayu?
Enamorarse de tu secuestrador… Síndrome se Estocolmo se llama, ¿no?
-¡N-No! ¡No es eso! ¡Para nada!-Kouta-kun sacudió las manos y la cabeza frenéticamente.
Mmm… Qué sospechoso… A lo mejor quién le gustaba era yo. Ja, sí hombre.
Sonrojado de los pies a la cabeza, Kouta-kun bajó la vista. Me pregunto qué pensaba de la mirada furiosa de Anzu-chan.
-No es eso.-murmuró.-Da mucho miedo.-añadió haciendo una pausa antes de seguir.-Enamorarse de ella es un poco…-Consideré el preguntar histéricamente qué decía eso de mí.-Además, sus gritos son un poco…
-Espera, ¿gritos…?
Su comentario de improviso atrajo mi atención. Nerviosamente, él asintió dos veces. Anzu-chan también sacudió la cabeza.
-¿Cómo lo digo? Grita muy fuerte a mitad de la noche. Aunque no, eh, cada noche.
-Mmm…-Pretendí preocuparme poniéndome la mano en la barbilla. La verdad es que supe la causa de inmediato – es lo que la sociedad etiquetaría como una enfermedad del corazón.-Seguramente es un tipo de TEPT[1]
Me pregunté si su doctor lo sabía; Mayu no continuó con sus citas asignadas.
-Supongo que la conclusión más simple es que habla en sueños…
Sin embargo, algo así era imposible. Mayu no era la típica que se despertaba a mitad de la noche. Aunque se dormía bastante temprano, le costaba despertarse. No tenía energía para hablar y mucho menos para gritar.
-¿No lo sabías…?-Preguntó Kouta-kun sorprendido. Aunque era normal; yo no sabía nada sobre Mayu Misono. Todo lo que sabía era su nombre, su apodo y su seudónimo.
Obviamente, una de esas tres cosas es mentira.
-No quería saberlo.-Respondí. No estaba seguro cuánto de eso era mentira. Los dos, simplemente, hicieron sonidos evasivos de aceptación.
Levantándome, me preparé para ir a ver a Mayu, pero primero decidí echarles otro vistazo a esos dos. Observándoles de pies a cabeza, llegué a la decisión de poner mi plan en marcha.
-Este puede que sea un esfuerzo fútil, pero… Sacaros la ropa – la lavaré.
Habría sido mucho más simple bañarlos, pero eso estaba fuera de cuestión. Sus ojos se abrieron como platos y parpadearon muchas veces sorprendidos antes de reaccionar.
-¿De verdad que no pasa nada?
-¿Pasa algo?
¿Tan sorprendente es que haga algo bueno de vez en cuando, mocoso?
-N-no…
Al parecer le había asustado. Reflexionando en mis acciones, decidí imitar a los asistentes en el parque de atracciones, la tierra de los sueños y la felicidad, y actuar más educadamente.
-Hazme el favor de quitarte la ropa.-dije con más suavidad, extendiendo la mano. Kouta-kun me pasó su camiseta, pantalones y su ropa interior, que se sacó con una apariencia avergonzada. Me di la vuelta hacia Anzu-chan. Se removió incómodamente bajo la cobertura que le proporcionaba la manta antes de pasarme un montón de ropa desde debajo de la sábana. Cogí la pila de ropa y me fui de la habitación.
Me dirigí al baño con el puñado de olores horríficos entre mis brazos y tiré la ropa a la lavadora. El agua se volvió negra como el carbón en cuanto metí la ropa, incluso antes de añadir detergente – en efecto, su ropa estaba terriblemente sucia. De mala gana, pesqué  las prendas y las lavé a mano. Froté hasta que la capa de suciedad de arriba desapareció, los enjuagué y los devolví a la lavadora, permitiendo que el detergente y la máquina hicieran lo suyo. Observé un rato  mientras me preparaba para la siguiente tarea. Me lavé la roña que habían acumulado mis manos en la pica. Empapé unas cuantas toallas en la bañera y volví a la habitación.
-Tomad, limpiaos el cuerpo con esto.-Dije mientras entraba.
Mis acciones debieron tomarles por sorpresa pues al verme se les cayeron las mandíbulas. Tal y como pensaba, las buenas acciones no iban conmigo. Aunque se debe decir que tampoco se me daban bien las malas.
-Muchas, muchas gracias.-Me agradeció sinceramente Kouta-kun, como si hubiese olvidado la naturaleza de nuestra relación.
-Lo sé; soy majo, ¿eh?-Bromeé.
-Totalmente.
Espera, no tenías que estar de acuerdo.
Kouta-kun se metió bajo la sábana y empezó a lavar el cuerpo de su hermana; sus modales asertivos parecían ser la norma. Para cuando la toalla regresó de debajo de la manta, se había vuelto de un color ocre turbio. Kouta-kun hundió la toalla en el cubo de agua caliente y empezó a lavar a Anzu-chan una vez más. Yo no conseguía apreciar el efecto que estaba teniendo su esfuerzo, pero sabía que estaba siendo extremadamente cuidadoso mientras limpiaba cada centímetro de su cuerpo, como un cuidador restaurando una obra de arte con todas sus fuerzas. Su completa devoción me recordó a la piel de la mandarina.
Yo mismo tenía una hermana pequeña, aunque nos era imposible tener una relación como la que tenían estos dos, y sólo éramos medio hermanos. A mi egoísta hermana le encantaban las mandarinas – fueron la base de su dieta durante un año. Las comía con tanto exceso que su piel se volvió amarilla. Pelar esas mandarinas había sido mi trabajo. Aunque nunca la oí decir ni una palabra de agradecimiento; el recuerdo me llenó de nostalgia más que de resentimiento. Tampoco la odiaba, después de todo; simplemente no la quería.
Kouta-kun volvió de debajo de la manta, indicando que había terminado su tarea de amor. La cabeza de Anzu-chan que ya no estaba cubierta de mugre también apareció. Le pregunté cómo se encontraba vestido como un teruteru-bouzu[2].
-¿Se encuentra mejor, Ikeda-san?
Anzu-chan asintió dejando que sus ojos mostrasen su disgusto. En silencio, murmuró su respuesta.
-...Anzu está bien.
-¿Anzu? Oh, ¿eso significa que te puedo llamar eso? ¿De verdad?
Los ojos de Anzu-chan decían: “no me hagas repetirlo dos veces”.
-Vale. Pues “Anzu-chan”.
-¡El “-chan” no es necesario!
Ante su comentario, tan diferente del de Mayu, me encogí de hombros. Parecía haber conseguido los suficientes puntos sociales para salir de la negatividad hacía el avión Cartesiano. El siguiente episodio sería: intento de convertirse en un buen punto de referencia.
-No cambien de canal.
-¿Qué?
Sacudí la mano, indicándole a Kouta-kun que no era nada. Pensando en ello, jamás había escuchado referirse a Kouta-kun de otra forma que no fuese su nombre, me preguntaba si cuando estaban a solas Anzu-chan lo hacía.
Más tarde, Kouta-kun torció la toalla, escurriendo el agua y empezando a lavarse a sí mismo. A diferencia de cuando había ayudado a su hermana antes, esta vez su froté no era más que una promesa, y acabó rápidamente.
-Ah… Esto está mejor.-Suspiró Kouta-kun, una sonrisa iluminó su apariencia alegre.
-Me alegra que te haya gustado.-Respondí descuidadamente, mientras seguí estudiando su cuerpo. Su piel tenía un matiz azulado, pero lo qué captó mi atención fue otra cosa, algo que siempre había escondido debajo de la ropa. Como si se tratase de una colonia bacteriana, tenía moratones por todo el cuerpo.
-Cuando se seque la ropa os la traeré…
Cogí el cubo y me levanté. Ignoré la apariencia confundida de sus rostros y escapé de la escena. Cerré la puerta fusuma detrás de mí, en silencio, me dirigí a la puerta, vacié el cubo en la pica, lavé la toalla con agua fría y la escurrí.
-Sinceramente,-murmuré para mí.-Te has traído un buen par de niños problemáticos, Maa-chan.
Mi pasatimepo no era meterme en los asuntos de los demás, pero no podía negar la enorme evidencia ante mí – o la posibilidad de que me involucraran. Era peligroso. Daba igual cuánto pretendiera ser, seguía siendo humano, o al menos, todavía había humanidad en mí. Aunque eso son dos mentiras.
-Seguramente esas heridas no las ha hecho Mayu…
Dado lo que había ocurrido la noche anterior, no podía proclamar su inocencia simplemente por la nauseabunda razón de que: “me gustaba”. No, lo que encontraba difícil de creer era que Mayu fuese capaz de una violencia tan racional – golpear sólo las áreas cubiertas por ropa era algo que Mayu no haría. No. Si Anzu-chan le diese por mostrar el mínimo signo de resistencia, Mayu seguramente le patearía la cara sin duda.
-Este secuestro no tiene sentido…
En cuanto a la secuestradora en cuestión, su única preocupación parecía ser yo. ¿Por qué los había raptado para empezar? Espera… Eso es. Tendría que interrogar a Mayu en exclusiva cuando se despertara. Si me acordaba. No es algo que necesitase saber, pero mejor prevenir que curar.
El tiempo pasó mientras escuchaba los giros de la lavadora y miraba el techo inútilmente. No había ninguna mancha que pareciera una cara; no, era una visión inmaculada y sin manchas, perfect para encenderme la cabeza.
La cara dormida de Mayu me llenó la mente. Ese rostro inexpresivo como una estatua. Dormido. En mi mente, estaba tumbada ahí, sin moverse, como si hubiese dejado de respirar, como si hubiese confiado su espíritu a la tierra de los sueños. Que ella, rodeada de silencio, gritase en medio de la noche era…
Cierto.
Yo mismo lo presencie en menos de tres días.
Era un sonido indescribible con palabras. Un chillido penetrante que cortaba el aire mismo, como el aullido de una bestia salvaje. Bajo los efectos del grito de Mayu, la habitación pareció deformarse.
-¿Mayu? ¡Hey, Mayu!
Corrí al dormitorio de Mayu, dejando un anuncio de televisión detrás de mí, y encendí la luz. Mayu estaba tumbada en la cama, con los ojos borrosos mientras gimoteaba. Me precipité sobre ella y le sacudí los hombros.
-DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE, DUELE…
Su boca derramó maldiciones sin final. La senté. En respuesta, se cogió la cabeza y empezó a arrancarse el cuero cabelludo.
-¡Hey, para!
-¡Duele! ¡Me duele la cabeza!
¡Pues claro que te duele!
Sus ojos inyectados en sangre miraban absortamente la distancia, de entre los dientes le salía una espuma blanca. Con los brazos – de huesos, músculos y venas bien definidos – intentaron apartarme por la fuerza, su pelo azotaba mientras se alborotaba. Su mano me dio en la mejilla; sus uñas perforaron mi carne, dejando un rastro húmedo y cálido.  La sangre brotó de la herida
-¡Duele! ¡Duele! ¡Duele…!
-¡Vale, vale! ¡Cálmate!
Mi voz no le alcanzó, en cambio, mis gritos la adentraron todavía más en la locura. En algún lugar, en las profundidades de mi mente, acepté que esta era la naturaleza de nuestra relación.
Mayu se buscó la cara y se arrancó con gubia la piel alrededor de sus ojos con las uñas. Demostrando una fuerza delirante que fácilmente superaría a la de alguien de su edad, intentó desgarrarse la cara. Le cogí la cara con la suficiente fuerza como para aplastar sus muñecas e intenté pegarle los brazos al cuerpo. Aunque le hiciera daño en el proceso, a la larga, era lo mejor. Por suerte, no llegó a tanto.
-Oh. Oh… Oh…
El cuerpo de Mayu, de repente, cedió. A pesar que todavía estaba rígida, su energía se dirigía a lo que la oprimía, haciéndola volverse loca. Gruñó, forzando su cuerpo hasta sudar.
-¿Mayu?
La solté por instinto. Mayu vomitó. Con un sonido horrible, derramó jugos gástricos a la cama mientras sus extremidades se crispaban. La habitación olía a ácido. Incapaz de moverme, y mucho menos de ayudarla frotándole la espalda, sólo podía mirar mientras Mayu seguía teniendo arcadas entre lágrimas corriéndole por la cara.
Vomitó una vez más, atragantándose y ahogándose. Sus fluidos se le escapaban por la nariz, y sus ojos dieron la vuelta, mientras resollaba y cogía aire. A pesar de la desesperación de su cuerpo, siguió vomitando.
Un instante después, por fin paró. Se desmayó cayendo en las sábanas manchadas de ácido. Finalmente, me puse a su lado. La senté, le limpié el rostro agotado, y la abracé fuertemente.
-Ya estás bien.-Mientras Mayu luchaba por respirar, yo dije palabras vacías.-Aquí solo estamos tú y yo. La gente que fue crueles contigo no van a venir. No volverán nunca más. No pasa nada.
Mientras le frotaba la espalda, ella vomitó un poco. Un líquido tibio me recorrió el cuello y se me puso la piel de gallina, pero no me molestó, ni me hizo desear soltarla. De repente, se aferró a mi muñeca, sus uñas sin manicura se clavaron en mi piel hasta casi llegar a la arteria.
-Para.-Dijo Mayu.
Cuando me paré a penar a quién le podía estar hablando me vinieron a la mente unas cuantas personas.
Lo que Mayu vio.
Lo que sintió.
Esas cosas eran cosas que compartíamos.
Nos quedamos así por lo menos una hora. Atormentada y temblorosa, Mayu no aflojó su agarré en mi muñeca. Me cortó la circulación y mi mano se estaba volviendo de un color oscuro por la sangre congestionada. Temía tener necrosis, pero si era por el bien de calmar a Mayu, entonces, era un precio que estaba dispuesto a pagar.
-Mii-kun, Mii-kun…
-Ya está.
Mientras le secaba el sudor de la frente, volví a decir esas palabras vacías que ya había repetido cien veces.
-Tienes un arañazo en la cara. ¿Qué ha pasado? Estás sangrando. ¿Duele?-Mayu señaló mi mejilla inflamada conforme escupía unas cuantas palabras.
-¿Esto? Me he hecho un arañazo con la rama de un árbol-Respondí.
-Oh, ya veo. ¿Duele?
Acarició la herida con la punta de los dedos. Decidí que era el momento de cambiar de tema.
-Por cierto, Maa-chan: ¿tienes la medicina que te dio la doctora?-Le hablé como lo haría una madre a su hija. Mayu sacudió la cabeza sutilmente.-¿Por qué no vas a ver a la doctora?
-¡N-No me cae bien! No para de mentirme, así que no me cae bien.
Supongo que eso significa que a mí también me odias, Maa-chan. Aunque eso estaba fuera de lugar.
Opté por darle la medicina que siempre llevaba conmigo.
-Iré a por la medicina, quédate---…
-No, no, no. Yo también quiero ir.- alegó colgándose de mi cadera. Le di una palmadita en la cabeza y me rendí. Salí de la cama, llevando a Mayu conmigo. Envolví sus manos con las mías como si fuera una niña, y la tranquilicé repitiendo todo el rato: “no pasa nada”.
“Debería haber practicado más cómo sonreír”, me lamenté.
Nos dirigimos al comedor donde saqué la bolsa de papel que contenía mi medicina del bolsillo trasero de mi mochila. Caminé hacia la cocina con la bolsita de papel en la boca. Hice que Mayu se quedase de pie ella sola antes de ir a por un vaso de la estantería y llenarlo de agua.
-Toma; te sentirás mejor después de tomarte esto.
La medicina no era nada peligroso. Conté dos pastillas y se las puse en las manos. Mientras Mayu miraba inquieta, intenté darle el vaso de agua.
-¡Ah!
Mayu sacudió el vaso de mi mano accidentalmente. Cayó colisionando con la silla antes de chocar contra el suelo. El cilindro de cristal hizo un ruido sordo antes de despedazarse.
-¡P-Perdona! Perdona, perdona.
Mayu pidió perdón desesperadamente. Frenéticamente, se arrodilló y se apresuró a recoger los fragmentos repartidos por el suelo. Hice que se detuviera y, abrazándola, le froté la espalda.
-No pasa nada. Nadie se va a enfadar contigo.
El agua derramada fluía entre mis pies. Di un paso atrás para evitar pisar ningún charco y le di unas palmadas a los hombros de apariencia frágil de Mayu. Saqué dos pastillas más, ignorando las que habían caído al suelo, y se las puse en las manos. Cogí un vaso más y lo llené de agua.
-Ponte la medicina en la boca.-Le dije a Mayu.
Guiándole las manos yo mismo, separé los labios y puse la medicina encima de su lengua blanquecina.  Esta vez poniendo sus manos sobre las mías, incliné el vaso de agua en su boca. Sus labios contra el cristal, temblaron un poco conforme entraba el agua. Confirmando que había tragado, aparté el vaso.
-Mmm. Buen trabajo.-Le dije mientras le acariciaba la cabeza.
Mayu se pegó a mi cuerpo, enterrando su rostro en mi pecho. Vacíe el agua restante en la pica y dejé el vaso. Arrastré a Mayu al comedor y, tumbándola en el sofá, la acaricié suavemente.
-¿Quieres ver la tele? Me quedaré despierto hasta que te duermas, Maa-chan.-Dije dulcemente. En la pantalla, el programa había pasado de presentar un corta cebollas a anunciar una perla dorada.
-Mii-kun, Mii-kun.-Mayu me llamó. Su voz no poseía ni pizca de regocijo, sólo desesperación. La acaricié como respuesta.-Mii-kun no se va a meter conmigo nunca, ¿a qué no?
-Nunca. Siempre seré tu aliado.
-Eso es, Mii-kun es mi aliado. Mii-kun es un aliado…-Repitió Mayu en trance, como para grabárselo en la memoria. No interrumpí.-Mii-kun siempre me ayuda. En la guardería me salvó de una abeja. En primaria me salvó de un profesor malo. Siempre me está ayudando. Siempre, siempre será mi aliado. Por eso Mii-kun nunca se va a meter conmigo, y se quedará conmigo y no me mentirá.
-Venga, venga…-Dije para intentar evitar el tema… porque, ya sabéis, lo último era un poco…-Mañana iremos al médico.-añadí.
Mayu sacudió la cabeza como un animalito. Parecía un chihuahua. Era impresionante cuán atractiva es la gente sin importar la situación.
-No pasa nada. Voy a ir contigo. Cuando acabemos podemos tener una cita.
Era como convencer a una niña que odiaba ir al médico. Sólo una palabra llegó a Mayu.
-Cita.
-Sí, una cita. ¿No quieres tenerla conmigo?
Otra vez su cabeza achihuahuada aceptó mi invitación. El temblor de su cabeza fue aún más exagerado esta vez.
-Quiero jugar con Mii-kun.
-Sí. Iremos a jugar donde quieras.-Aunque lo único cerca de aquí era un parque. En un pueblo en el campo no hay mucho que hacer.
-O sea que vamos al doctor, ¿no?-Como las dos cosas no tenían nada que ver, ese “o sea” mío no tuvo sentido, pero Mayu asintió. Había picado más rápido que un pez.
-Bueno, lo soportaré. Iré a ver a esa mentirosa. Mii-kun también va a venir, ¿no?
-Claro.-Calmada por fin, el cuerpo de Mayu se relajó en el sofá como una planta a la que han regado en exceso. En la televisión vio como presentaban una máquina de hacer ejercicios que quemaba el doble de calorías que una normal, y por fin, cerró los párpados. Los movimientos de Mayu cesaron tan abruptamente que parecía que alguien hubiese apagado su interruptor.
Apagué la televisión. Me dirigí a su habitación dejando a Mayu durmiendo en el sofá. Saqué las sábanas sucias de su cama y las hice un montón, tal y como las había encontrado al principio. Saqué mis sábanas – por suerte sin vómito – y devolviendo la habitación a la oscuridad, volví al lado de Mayu. Le puse encima las sábanas y, después de mirar como dormía durante unr ato, le di las buenas noches como siempre. Y, como siempre, no hubo respuesta. Apagué las luces.
Esto, seguramente, no hace falta que lo explique, pero Mayu y yo compartíamos cama. Aunque, por supuesto, todo lo que hacíamos en la cama era dormir. Era una relación sana, nada que mereciese censura para mayores de dieciocho.
El aire frío me hizo estremecerme un poco. El frío suelo era como la sombra del invierno. Busqué escapar a través de dormir, y me pregunté dónde podría encontrar esa vía de escape.
-Mmm…-La voz dudosa de Kouta-kun llegó a través de la puerta de fusuma. Me di la vuelta, abrí la puerta fusuma y entré a las matas de tatami. Estiré el hilo que colgaba del suelo bajo y encendí las luces fosforescentes.
Los hermanos se sentaron acurrucados bajo las mantas con expresiones fatigadas y se frotaron los ojos.
-¿Y esa mancha?-preguntó Kouta-kun.
-Pues he estado con una resaca nocturna. Por cierto, ¿os he despertado?
-Ah, no pasa nada. Estamos acostumbrados.
-¿Acostumbrados?
Era algo extraño de decir, además lo debió decir sin querer ya que Anzu-chan susurró: “Kouta, idiota”, y le pellizcó la tripa. Kouta-kun intentó esconderlo con una sonrisa. Otra vez. Otra vez me abrumó el sentimiento de que otra pieza del puzzle había encontrado su lugar. En esos momentos, estaba un noventa por ciento seguro de que sabía el trauma por le que habían pasado esos dos aunque fuera alguien que prefería no involucrarse. Deseé que dejaran de dar tantas pistas.
Tenía que cambiar de tema. Tenía que deshacerme de lo inevitable que me esperaba.
-Aunque es sorprendente; no nos dicen nada a pesar de hacer tanto ruido…
De repente, lo entendí. Hasta el punto que quise darme con la bombilla en la cabeza para abandonar el mundo que conocía.
-¿Onii-san?
Por fin había adivinado la razón de mi incomodidad. Su situación no coincidía con la mía, y por eso no había sido capaz de ver lo que había estado delante de mí todo el tiempo. Esto tampoco era algo por lo que tuviéramos que pasar ya que era una medida innecesaria para nuestra situación.
-¿Por qué?
Kouta-kun miró de reojo ante mi pregunta que no había dirigido a nadie en particular. Anzu-chan no reaccionó en absoluto.
Era tan simple, tan obvio: estaba hablando con esos niños. Eso significa que no tenían la boca ni obstruida ni amordazada de ninguna forma. Que nadie se quejase de los gritos de Mayu significaba que las paredes eran a prueba de sonido. Sin embargo, también estaba el hecho de que los niños podían usar las extremidades con libertad. Si golpearan las paredes y gritasen con todas sus fuerzas, los sonidos llegarían al piso de al lado. Si alguien revisase la habitación ni una sola vez, los grilletes que ataban los niños serían la prueba indiscutible de nuestra culpa, y las esposas de sus muñecas pasarían a ser nuestras.
-Hay muchos agujeros.-Exclamé sorprendido.
Este rapto se había ejecutado y planeado penosamente. Tal y como había hecho Mayu antes, quise estirarme de los pelos. No quería aceptar lo que se estaba volviendo una realidad rápidamente.
-O sea que, eh, vosotros…-Empecé antes de parar a media frase.
Quise preguntarles que por qué estaban allí. Por desgracia, tuve el presentimiento que en el momento lo preguntase, mis sospechas se harían realidad.
Los ojos de Kouta-kun se abrieron como platos ante mi comportamiento extraño. Quizás esperaba que terminase. Anzu-chan, por otra parte, no fruncía el ceño como siempre; parecía tener sueño.
-Hey.-murmuró perezosamente.-Esa mujer.
-No es “esa mujer”; llámala “onee-chan”.-Dije amenazadoramente, ¿Cómo se atrevía a referirse a ella como “esa mujer”? “Esa mujer” era mi mujer. Aunque eso es mentira.
Anzu-chan cumplió sin objetar, seguramente porque la había intimidado, aunque era más probable que fuera porque, simplemente, tenía sueño.
-¿Esa onee-chan está mal de la cabeza?
Una declaración sorprendente por lo directa y detallada que era. No tenía ni la más mínima intención de decirle que cuidase sus palabras.
-Anzu, no puedes decir eso y ya.-La regañó Kouta-kun.
Aunque tuviese razón, también había sido la forma más precisa de describir  a Mayu.
-No pasa nada. Sinceramente, si esto fuese un concurso de karaoke, tú estarías en la misma categoría que Mayu, ¿sabes? Pero para contestar a tu pregunta, creo que todos los jodidos estamos aquí, si sabes a lo que me refiero.
Reconocí la verdad en las palabras de Anzu-chan. Aunque no tenía una mala opinión de Mayu. De hecho, esos elementos suyos eran los que me habían atraído. Mayu no podía controlar sus emociones, pero era precisamente por eso que era posible tener una inteligencia rara que no se podía hallar en otros. La línea entre el genio y el loco es tan delgada como el papel. Aunque era difícil decir en qué lado estaba Mayu.
Si esos niños la llegaran a conocer mejor, seguramente también lo entenderían… Pero antes…
-Todos los jodidos estamos aquí, pero algo no fue bien cuando nos jodieron. Alguien interfirió, sabes.
Mi pasatiempo no era exponer el pasado de los otros. A pesar de eso, por alguna razón, no pude evitar explicarlo, y así, expuse nuestros pasados a estos desconocidos.
-Asesinaron a los padres de Mayu ante nuestros ojos.-Mi voz no contenía emoción alguna. No podía elegir: no sabía qué emoción usar.-Supongo que ese fue el momento en el que se nos jodieron las cabezas. La cabeza de Mayu está lo suficientemente suelta como para poderse ver a primera vista, pero, en realidad… Yo estoy igual.
Después de todo no encontraba nada mal en las acciones de Mayu, ni me sentía culpable por ello. Había matado a mi corazón por eso me quedé así.
Miré las expresión de los dos. Kouta-kun parecía algo asustado, mientras que Anzu-chan no mostraba reacción alguna. Como sus reacciones eran bastante normales, decidí acabar el tema de una forma normal.
-Por eso, antes de que habléis mal de ella, prefiero que abuséis de mí. No lo digo de forma pervertida; es que es más aguantable si al que ponen verde es a mí. Sí.
Apresuré mis palabras y lo terminé ahí. Francamente, estaba tan avergonzado que quería cavar un hoyo y esconderme. No podía creer que hubiese dicho: “abuséis de mí”.
Ahora que la historia había llegado a su fin, no tenía ninguna intención de empezar el momento de las preguntas, pero Anzu-chan que se había despejado un poco, se adelantó y me preguntó algo de todas formas.
-¿Por qué proteges a onee-chan hasta este punto?
Porque me gusta muuuucho. Porque la axxxo. Aunque es mentira. A lo mejor.
-Es porque es importante para él, Anzu.-Replicó de mi parte Kouta.
Sintiendo que la conversación se dirigía hacía algo que no quería, decidí cambiar de tema.
-Hace tiempo alguien le preguntó lo mismo a otra persona.
-¿A quién?-preguntó él.
Respondí su pregunta cuidándome de no decir nombres.
-Una madre. La asesinaron protegiendo a su hija. A pesar de estar tan asustada que no podía dejar de temblar, se aseguró de responder.
Hice una pausa durante unos instantes y – palabra a palabra – repetí lo que había escuchado en cierta ocasión.
-Porque soy una madre.
Los niños fruncieron el ceño. Quizás pensaron que me lo había inventado, pero esto no era una mentira. Recordaba las palabras de su madre como si las hubiese dicho el día anterior.
Ese… era uno de los pocos recuerdos que jamás mancharía de falsedad… Y también, la principal razón por la que protegía a Mayu.
El heavy metal a todo volumen atravesó las puertas y llegó directamente a mis oídos.
El único ceño fruncido por este tipo de música mala de fondo – totalmente inapropiada para la escena pacífica de fuera de las ventanas – era el mío. Después de todo, yo era el único individuo en la vecidndad. Este edificio se encontraba en al pie de una montaña deshabitada, alejada del pueblo apenas habitado, no olía a desinfectante – era el hospital del corazón.
La puerta de pintura medio borrada blanca, se abrió. Mayu abrió la puerta detrás de ella de un golpe con “descontento” escrito por toda la cara. Se dejó caer en una silla al lado de la mía.
-Hey. ¿Qué tal ha ido?-Pregunté alzando la voz un poco; sino lo hubiese hecho se la habría tragado otra cosa.
-No voy a volver nunca más. Odio a esa mentirosa.-Declaró Mayu enfadada, sin que le importara lo infantil que parecía. Mayu se había vestido bien con la ropa que le había lavado, con una barretina encima de la cabeza.
-¿Sobre qué ha mentido?-pregunté.
-No sé. Las palabras de una mentirosa no merecen ser recordadas.-respondió fríamente.
Y aun así recuerdas las mías, aunque no entiendo el por qué.
Después de ajustar el sombrero de Mayu, que se había deslizado cuando se sentó, me levanté del asiento.
-¿Puede esperar un poco? Ahora me toca a mí.
-¡Ni de coña!
Mayu se agitó como una niña haciendo una pataleta. En ese instante, se le levantó la falda y distinguí la línea de una larga y delgada cicatriz en la parte interior de su muslo.
Veo que has estado bien. Me alegra de verte otra vez… O no.
-Dijiste que tendríamos una cita. Quedarse aquí no sirve para nada.-Se quejó Mayu.
Sus botas marrones patearon el suelo repetidas veces, el sonido hizo eco por los pasillos del hospital, aunque el eco también se lo tragó el berreo de música que había, dificultando el captar el sonido.
-Yo también tengo cita hoy. Sé paciente, por favor.-Le pedí con las manos juntas como si rezase. De inmediato, mi plegaria fue respondida. Mayu asintió de mala gana y con la cara descontenta.
-Entonces mañana también tendremos una cita.
-Vale.
-Y el día después también.
-Si te da igual que sea en el laboratorio de la escuela o en el gimnasio.
Y así, la chica que no quería tener nada que ver con ese cuarto me dio permiso.
Abrí la puerta que crujió. En la habitación ante mí había una mujer, con el pelo atado en una cola vestida con una bata blanca y una minifalda azul, sentada al lado de la ventana, me miró conforme entraba. Tenía las piernas sobre el escritorio y había dejado las zapatillas en el suelo de cualquier manera.
-Esa chica no ha cambiado nada.-Esas fueron las primeras palabras que salieron de su boca.-No ha cambiado nada desde que era un niña. Bueno, supongo que el: “¿dónde está Mii-kun?” se ha convertido en: “Mii-kun está aquí”. Aunque eso apenas es una mejora.-continuó.
Bostezó mientras lanzaba los documentos médicos de Mayu sobre el escritorio. Me pregunté por qué esa mala doctora se relajaba cada vez que iba a verla. ¿Me confundía con un compañero de cañas?
-¿Qué planeas al traer a esa chica egoísta – que se dio el alta del hospital por la fuerzo, debo añadir – aquí otra vez, “Mii-kun”?
-Sólo Mayu me puede llamar así.
-Sí, sí, lo que digáis, parejita estúpida.-Respondió frotándose los ojos mientras giraba la silla para encararme por fin.
Doctora Koibi Sakashita. Una psiquiátrica que, a pesar de haber cumplido los treinta hacía poco, seguía soltera. El tipo de adulta que solo aparecen en los manga.
-¿Y qué te ha dado? Para revelarte a Misono.
Se cruzó de brazos y me estudió de los pies a la cabeza, como si estuviese apreciando una obra de arte. Sus movimientos al igual que su inteligencia y su hermosa apariencia impresionaban. Era una lástima que sus pies descalzos lo arruinasen todo.
-¿Te importa si sólo contesto a tu primera pregunta?
-Como quieras. Total, lo único que haces siempre es mentir.
Podía ver a través de mí. Me conocía del todo ya que nuestra relación venía desde que estaba en primaria.
-A mitad de la noche, a Mayu le empezó a doler la cabeza. Me preocupé, así que vine a ver si podías diagnosticarla. Ya está.
-¿En medio de la noche…? ¿Vivís juntos?
Los ojos de la doctora Koibi se achinaron mientras me interrogaba.
Eres psiquiatra, ¿no? ¿La parte que te debería atraer no es la de la cabeza?
-Sólo comemos y dormimos bajo el mismo techo--
-Eso es lo que significa “vivir juntos”.-Terminó la doctora Koibi.
-Dado el espacio limitado que tenemos en este planeta y encima, como ciudadanos de esta pequeña isla a la que llamamos: “Japón”, con el espíritu de ahorrar recursos, hemos decidido compartir el mismo habitad.
-Y por eso vivís juntos, vale.
-¿Pareces algo enfadada…?
-Bastante sí.-Se dio golpecitos en la sien con la punta de los dedos al ritmo de la música mientras daba golpecitos en el suelo con los pies.-O no.-Terminó, imitando mi coletilla habitual, aunque por el enfado que noté en su voz lo más probable fuese que lo último que dijo fuera mentira. Cerró los ojos unos instantes antes de finalizar su disonancia interna negando con la cabeza.-Ya me había imaginado que eso era lo que había pasado cuando habéis llegado juntos.
-¿Parecemos la pareja perfecta?
-¿Tú eres tonto?-preguntó. Suspirando, se presionó la frente con los dedos.-Me siento como si un gato callejero me hubiese robado a mi perrito.-explicó.
-Qué dramático.
-Eras tan adorable cuando te conocí por primera vez. En aquel entonces, en vez de “Doctora Koibi” me llamabas “Dooooctora” y me seguías como un perrito… Me pregunto si así es como se siente el tener un hijo adolescente.-Se lamentó.-Bueno, es tu vida,  no es que pueda decir nada… Aunque supures y te pudras. Aunque me pregunto si un ambiente así le beneficia a Mayu.-Añadió comentando por fin algo que diría un doctor.-Sinceramente, el hecho de que tú estés con ella no es inequívocamente positivo. No,  más bien, es lo contrario. Si riegas demasiado una planta o  sol y morirá, ¿sabes?
-Pero nuestra relación rebosa axxxr, ¿y el axxr no es lo más importante?
-Mientes.
-Sí.-No me creí lo que acababa de decir ni por un momento. La doctora Koibi puso una expresión que parecía medio disgustada y medio burlona.-Te has habituado a mentir. Demasiado como para solucionarlo. Al menos intenta controlarte un poco.
-Pero, Doctora Koibi, pedirle a una persona que no mienta es como pedirle a un jugador de fútbol que no patee algo o pedirle a un montañero que no escale montañas porque es peligroso.
-Tienes toda la razón; estoy de acuerdo con eso, pero eso no se aplica a ti. Los dos casos que has puesto por ejemplo tienen algo que los hace fundamentalmente diferentes a ti. Un jugador de fútbol elige qué quiere patear. Normalmente es una pelota de fútbol, pero a lo mejor también pueden ser personas o maquinas a veces. Aunque ya está. Ni un montañero intentaría abordar una montaña de comida… Lo que intento decir es que sus coacciones están controladas. Eso es lo que les diferencia de ti. Esa teoría sólo se aplica a humanos normales, y por eso, no se te puede aplicar a ti, cuya existencia en sí misma es una mentira.
Como si nada, declaró que no era humano. ¿Era un insulto? No podía decidirme.
Decidiendo dejar la discusión para otro día, intenté volver al tema principal.
-O sea, que sobre Mayu…
-Tiene la cadera herida. Intenta mantener los juegos salvajes al mínimo.
-Deja de inventarte cosas. Lo peor que hemos hecho en público ha sido besarnos.
-Eso es más molesto que lo que he dicho.-Me molestó con apariencia presumida.
Consecuentemente, inyecté todavía más serenidad y formalidad a mi tono en un intento de volver al tema.
-Quiero hablar sobre la condición mental de Mayu, doctora Koibi Sakashita.
Me miró desdeñosamente y entonces, habló con frialdad.
-Toda el mundo es un mentiroso. Sobretodo yo. Mii-kun  es la única verdad.-Dando rienda suelta a la resignación dentro de ella, soltó una secuencia de palabras que no habían cambiado en absoluto desde hacía tiempo.-Me es imposible tratar a esa chica, aunque le recetaré una medicina. Asegúrate que se la toma al menos una vez al día sin fallar. También, cuando la pongas a dormir, asegúrate de tener la luz encendida. Seguramente, eso parará los episodios compulsivos.
A partir de lo que había dicho, aprendí una cosa: Mayu no podía controlar sus brotes. Como no ocurrían durante el día, cuando estaba en clase, sino sólo de noche, seguramente eran el producto de un trama respecto a la oscuridad.
Ya veo. Me puedo identificar.
-Misono no es consciente de sus cicatrices. Por eso se va a dormir con la luz apagada. Además, sólo le he recetado medicina dos veces hasta ahora. Me pregunto cuánto tiempo ha estado sufriendo.
Su tono sugería que no le importaba demasiado. Aunque considerando como Mayu la había llamado mentirosa con tanta consistencia y le había dicho que cerrase el pico, supongo que era natural que no estuviese muy encariñada de ella.
Aun así…
-Aunque digas que te es imposible tratarla… Eso no significa que otros doctores sean igual de inútiles, ¿no?
Las esquinas de la boca de la doctora Koibi se levantaron para hacer una mueca. Sin embargo, no era para nada una sonrisa.
-Me pregunto qué clase de opinión tienes de mí como doctora. Tendría que sonsacártelo algún día de estos. Aunque dejando eso aparte por el momento, respecto al tratamiento de Misono… Mmm… Sabes, me pregunto lo que significa “tratar” a alguien.-La doctora Koibi respondió a mi pregunta con otra pregunta. No obstante, no sonó como una pregunta que haría un profesor, sino como una que se le hubiese ocurrido a ella de repente.
-¿No significa simplemente curar una herida con cuidados médicos?
-Cien puntos.
A pesar de su respuesta, suspiró. Y entonces, otra vez, no dijo “cien puntos” sino “doscientos”.
-¿Me tomo tu respuesta como que para “tratar” a alguien sólo tienes que curarle la herida?
-Supongo.
-Entonces, ¿si el tratamiento que curase la herida también matase al paciente en el proceso, el paciente seguiría siendo “tratado” a pesar del éxito del tratamiento?
-No.
Sin reaccionar a mis palabras, ella se movió con la silla y se quedó reflexiva. Los dedos de una de sus manos golpeaban sin parar sus rodillas cruzadas, el codo de la otra le aguantaba la barbilla. Tenía el hábito de golpear cosas con los dedos y los pies.
Mi existencia se desvaneció de su conciencia mientras seguía absorta en sus pensamientos. Bueno, aquel día no estaba ahí como paciente, así que supongo que no tenía derecho a quejarme.
-Eh… Creo que me voy a ir yendo ya.-Dije mientras me preparaba para levantarme. De repente, la doctora habló.
-Tengo que decirte una cosa.
Era una forma extraña de empezar una conversación. Su postura no cambió pero dirigió sus ojos melancólicos hacia mí. Medio sentado, medio levantado.
Ella continuó con un tono dulce.
-Los dos sois sospechosos de asesinato.
Casi solté algo por la sorpresa, pero me las apañé para reprimir las dos cosas, eso y el temblor de mis dedos.
-Al parecer ha habido unos asesinatos en serie por el área.-declaró la doctora Koibi, una miembro incivilizada de una sociedad en la cual la televisión se usaba de espejo y los diarios como un arma de destrucción masiva, orgullosamente como si estuviese pasando información clasificada. ¿Debería haber dicho que, aparentemente, vivía bajo una piedra?-Si te encuentras con alguien con algo peligroso en las manos, ten cuidado, por favor.
-De casualidad no formarías parte del consejo estudiantil, ¿no?
-Nunca estuve en nada más que el comité de limpieza.
Eh. – Pero volviendo al tema.
-¿Y quién sospecharía de alguien tan claramente inocente como mi persona?
-Por supuesto, un detective o un oficial de detective. Sólo un loco podría ser capaz de disfrutar de una conversación encantadora con alguien mientras sospecha de esa persona por asesinato simultáneamente.
-En efecto. ¿Y pues? ¿Quién va diciendo semejante mentira?
-La policía calienta sillas.
Eso me parecía estar ignorando el deber propio.
-¿Tan amiguita eres de la policía?-Pregunté. Estaba bastante seguro que ella les había abusado sin parar cuando la pillaron conduciendo demasiado rápido.
-Mmm. Desearía que no preguntaste a esta asesina de mente psicométrica tales preguntas estúpidas[3].
¿De qué hablaba esta mentirosa? Siguió hablando sin prestarle atención a mi reacción, sin que le importase nada.
-Una de mis amigas del instituto es policía – aunque no una sukeban[4]; me ha preguntado bastante sobre vosotros. Siempre ha sido rarita. Desde primaria decía que quería ser detective.
Sus palabras eran francas, sin pizca de nostalgia. Quizás para ella, a pesar de su edad actual, los recuerdos del instituto estaban tan frescos como si hubiesen pasado el día anterior.
-Aunque dijo que sólo sospechaba de ti. De momento eres el único candidato como sospechoso.
Candidato como sospechoso, eh. Parecía bastante redundante.
-Oh, vaya.-Remarqué, esforzándome al máximo para guardar la tensión de mi voz.-Tienen que estarlo pasando muy mal si han acabado sospechando de unos ciudadanos tan modestos y respetuosos con las leyes como nosotros.
-En realidad hay muchas razones para sospechar de ti, ¿sabes? La gente que han sido víctimas en el pasado tiene más probabilidades de volverse criminales. Eres cercano a una psiquiatra, no tienes vida social, eres un cuidador de animales en el colegio… Aunque una de esas cosas es mentira.
¿Sólo una? ¿Cómo me estás imitando tan a la perfección?
-En mi opinión, no es para nada sorprendente que sospechen de Misono.
-¿Cómo podría sospechar alguien de una persona tan inocente, lenta y lenta para huir?
-No estás haciendo un buen trabajo protegiéndola, y ¿Qué es esa opinión tan baja de ella? Como sea, quería hablar con vosotros sobre ello.
-Espero que no sea en una sala de interrogación.
-¿Serviría una celda pues?
Una broma que no es divertida no se llama brama. En vez de eso, se llama verdad.
-Como víctima potencial, preferiría no encontrarme con ella, independientemente de si sería por asuntos profesionales o privados.-Una mentira sutil.
-Todo depende de ti, si quieres recházala. Es una persona bastante interesante; es un poco como tú.-Dijo con una sonrisa tocándose los labios mientras hablaba.
Un poco como yo, eh… Entonces debe ser una persona bastante retorcida.
-La diferencia es que tú solo mientes y que ella entrelaza la mentira y la verdad en sus palabras.
-Genial.
Me apuesto lo que esa. Definitivamente, es retorcida.
Cuando la canción de cantantes berreantes llegó al clímax, me levanté de la silla.  Al hacerlo me abordó una duda a la que di voz.
-¿Nadie se queja?-Pregunté, señalando el sistema de audio.
-No.-respondió vagamente.-El death metal le gusta a la abuelita.-añadió.
-Lo que pongo suele ser a petición del paciente, así que generalmente la música es bienvenida. Aunque debo admitir que cuando no hay peticiones, pongo lo que yo quiero si es que pongo algo.
-En serio. Eso me parece raro, no recuerdo una sola vez en la que me preguntaras. Ni una. Como sea, más vale que me vaya – tengo una cita.
-Qué suerte. ¿Qué te parece si intercambiamos fines de semana?
-No, gracias-La rechacé sin pensarlo un segundo. No tenía ningún deseo de sentarme en una cafetería de manga todo el día. Hice una reverencia más profunda de lo que acostumbraba y levanté la cabeza rápidamente.
Me di la vuelta, casi tropezándome con el pie, pero, de todas formas, me apresuré hacia la slaida. Puse la mano en el pomo de la puerta y me paré.
-Doctora Koibi.
-¿Mmm?
-Yo maté a una persona.
Ella no respondió. ¿A lo mejor no me escuchó…? Eso tampoco importaba. Giré el pomo y empujé para abrir la puerta, saliendo al pasillo. De repente, una voz habló desde detrás de mí.
-Mientes.
Sin afirmar nunca su declaración, me fui de la habitación. En el asiento del pasillo se sentaba una abuela metalera que tarareaba al ritmo de la música a pesar de volverse azul por falta de oxígeno. Si se hubiese hecho llamar fantasma, no me habría sorprendido. Mayu también estaba allí; dormida en el asiento, sin que el clamor le molestase.
Cogí la medicina que le habían recetado y la llevé en la espalda hacia el piso.
Una vez allí,  la miré dormir, preguntándome qué mentiras diría cuando se despertase.


El noveno incidente; el asesino pensativo

Un asesino se parece un poco a una excursión o incluso a un viaje. Con eso, me refiero a la estapa de planificación cuando el corazón aletea. Por eso me aseguro de tener en cuenta cada detalle antes de saltar a la acción. Cuando por fin hago realidad mi plan, todo lo que tengo que hacer es confiar mi cuerpo a mi subconsciente y dejar que él haga el resto. Es más estable de esa forma. Sí, estable. Al igual que cuando la gente ejecutan sus pautas de comportamiento diarias, tan normales que ansían la estabilidad. Cuando se trata de repetir acciones con un riesgo considerable, la estabilidad es extremadamente importante. Por ejemplo, al comprar bienes ilegales, robar o asesinar. Yo no soy una excepción. Deseo una estabilidad en mi vida. Por eso, ansío un compañero. Anhelo por un compañero. Por encontrar un alma gemela en la que encontrar la aceptación mutua – en la cual tener ganas de matar sea tan natural como respirar o parpadear – esa era mi prioridad en la vida. Durante años, busqué en este pueblo. La inhabilidad de identificar un compañero adecuado hizo la búsqueda en este mundo lleno de sentido común difícil. Naturalmente, esa persona no apareció ante mí. No estaba interesado en alguien que solo matase por malicia o que lo fuera hacer con la condición de no ser declarado culpable. Una persona que no lamentase el asesinato aunque le ejecutarán por ello o una persona que matase cuando estaba de humor – ese eran el tipo de personas que buscaba. Una persona que se adhiriese a mi código personal. Gente que carecieran totalmente de emociones o que tuviesen un número innatural de ellas. Desesperadamente, quería encontrar a alguien así. Hablaríamos y quizás nos mataríamos por algo trivial. El resultado fue desastroso. Me había convertido en la principal fuente de contento para los medios, no muy distinto a un perro que caminase sobre dos patas o una ballena en la playa. Algunos se burlaban de mí y me llamaban animal estúpido, algo que yo aceptaba encantado. Iba a dos pies y paseaba por la arena. Aunque este vecindario no tenía playa. Sin embargo, habían unos cuantos ríos. Pero volvamos al tema principal. El hombre a mi lado está sonriéndose mientras lee una revista de porno y es terriblemente rarito. Aunque, de verdad, volviendo al tema que importa. Me pregunto cuánto me queda. Desde que la policía me tenía en observación… Si esto fuese un partido de tres minutos, entonces a mí me quedarían más de dos minutos. A lo mejor un encuentro del destino aparecerá ante mí antes de que se me acabe el tiempo.
Devuelvo la revista que había estado leyendo de pie a la estantería al lado de unos bentos acabados de poner a la venta.


[1] TEPT: Trastorno por estrés postraumático.
[2] Teruteru-bouzu: Una muñeca artesana manual que se cuelga en la parte exterior de las ventanas para pedir buen tiempo o evitar el mal tiempo. La comparación se debe a la apariencia de la muñeca que vendría a ser más o menos, igual a la imagen occidental de un fantasma.
[3] Asesina de mente psicométrica: hace referencia a dos obras japonesas llamadas: Saiko Metoraa EIJI y MIND ASSASSIN.
[4] Sukeban: Líder de un grupo de chicas. Es una referencia a Sukeban Deka (スケバン刑事), un manga shoujo antiguo sobre una sukeban que luchaba contra el crimen. 

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