Capítulo 3: Mentiras y mentiras

diciembre 24, 2016


-Está empezando a hacer frío.
-Tienes razón. A lo mejor pronto será invierno fuera.
-¿Invierno?
-Pronto, seguramente.
-¿La Navidad vendrá hasta aquí?
-Sí…
-Me pregunto si Santa vendrá este año también.
-Puede que eso sea difícil.
-¿Qué le vas a pedir?
-Muchas cosas… Espero que las haga realidad todas.

Durante demasiado tiempo.
Ha seguido durante demasiado tiempo, hasta el punto que hace mucho que perdí la conciencia de ello. Es lo que se conoce como “harmonie préétablie”, un destino inevitable, algo más allá de mi control qué entró a la ecuación por la fuerza.
Las últimas tres semanas apenas habían sido destacables, una historia abreviada de los recuerdos fragmentados de mi día de normal. No había habido eventos gloriosos que regocijar ni tragedias que lamentar.
·      Mayu llamándome mentiroso y obligándome a saltarme una semana de escuela para ir con ella a citas bajo el pretexto de compensarla por la pérdida de tiempo.
·      Mayu durmiendo mientras yo atendía a mis citas con la doctora. Hablando con la doctora Koibi de manga hasta que se hacía oscuro poniendo de mal humor a Mayu.
·      Mis luchas para conseguir que Mayu, que se negaba a salir de la cama, a ir a clase, sólo para causar un malentendido cuando se despertó con solo la faldilla puesta, resultando en una situación caótica que hizo que ninguno de los dos fuéramos a clase al final.
Espero no haber desanimado a  nadie al describirlo como “recuerdos fragmentados” a pesar de mi detallada colección de tantas cosas. No hay remedio. Mi personalidad, después de todo, es melindrosa.
Además de lo que ya he descrito, durante las últimas semanas, también jugué con los dos hermanos; Sugawara y su club de kendo hicieron una actuación estelar en los nacionales ignorando la publicación periódica del folleto del consejo estudiantil; y fue encontrada una novena víctima.
Al final de esos días tranquilos, el sonido de un móvil llamándome hizo eco en la habitación cuya dueña estaba ausente; respondí de su parte.
-¿Hola? Soy Misono.
-Ah, hola. Por tu voz, supongo que no eres Mayu Misono-chan, ¿sino “Mii-san”? Te he estado esperando.
-Disculpe mis modales, pero, ¿quién es usted?
-Soy una traviesa y humilde tuerca de la rueda de la policía. Me llamo Natsuki Kamiashiro. Tu querida doctora Koibi y yo somos mejores amigas.
Ya veo… Así que esta es la rumoreada oficial de la ley…
-O sea que, “Mii-san”, ¿verdad?-respitió.
-¡Tawaba[1]!
-Mii-san el mentiroso. Hola. Me alegro de que por fin haya podido llegar a ti.
-Estáh siendo ustéh toh tonta. Nuestro talkie no  ha recibióh’ nah’.
-Lo has malentendido. Una encantadora chica ha rechazado todas las llamadas que he estado haciendo desde hace unos días.
-Ah, sí. Mi mujer: la he enseñado a rechazar llamadas rápidamente de individuos sospechosos.
-¿Puede ser que su frase mítica sea: “muérete”?
-No, es: “ya estás, por favor, muerto[2]”.
-Oh, vaya, qué mujer tan educada tienes. Me supera la admiración. Así que, Mii-san, ¿te interesaría tener una aventura conmigo?
-Paso; ya estoy harto de eso.
-Entonces, eres el enemigo de las mujeres. Me gustaría ser voluntaria como tu número tres.
-El número al que llama no está disponible en estos momentos. Por favor, compruebe el número y vuélvalo a intentar.
-Eres una persona bastante única. Me pregunto a quién habrás salido.
-Me suelen decir que me parezco al niño del vecino.
-Una idea fabulosa para una serie. Si no confiesas quien es el padre ya, me obligarás a arrestarte por lèse majesté.
-Me niego, Kamiyashiro-san. No importa lo que diga el ADN, su padre actual siempre será su padre para él.
-Por fin me has hecho enfadar, Mii-san.
-Claro, por eso te oigo reír.
-Te robaré a tu chica.
-Oh, qué miedo.
-Para ser específica, iré a por ella como lo haría un repartidor de pizza. Las tasas de éxito son tan altas como los mejores ligones, ¿sabes?
-Entonces tendré que enseñarle a mi mujer a apuntar a los huevos.
-Vaya, eso no es divertido. Muy bien, Mii-san, tendré que desviarme del camino y hacerte una visita. De todas formas, pensaba en quedar con Mayu-chan, así que será matar dos pájaros de un tiro.
-Vale… Sin ningún respeto por tu entusiasmo, acepto encontrarme contigo, pero tendremos que mantenerlo en secreto de mi mujer.
-Todas las aventuras se acaban sabiendo, ¿sabes?
-Por cierto, Kamiyashiro-san, ¿nos hemos visto antes?
-Una frase de ligoteo de la Edad de Piedra.
-No, no. Estoy seguro que recuerdo haber escuchado tu hermosa voz antes.
-Qué coincidencia – estaba pensando lo mismo. ¡Me has gustado desde la primera vez que he escuchado tu voz!
-Enamorarse de la voz de otra persona, ¿eh? Pues ten cuidado de los vendedores por teléfono.
-Bueno, ¿dónde nos encontramos? ¿En el trueno, en el rayo o en la lluvia?
-En algún sitio oscuro[3].
-Ya veo, Bueno, te ofrezco mi adieu.
Colgó sólo para volver a llamar dos segundos más tarde.
-En el centro comercial más cercano a la casa de Mayu-chan. Este fin de semana a las once, en la cafetería de la tercera planta.-Anunció apresuradamente.
-El de delante de la estación, ¿verdad? Bueno, pues este es el adiós.
Y dejé el móvil.
Aunque sólo quedaba una semana para el viaje escolar, las cosas estaban así. Nunca acababan bien para mí.
Cuando la llamada terminó, fui y abrí las puertas fusuma de la habitación de estilo japonés. Siguiendo el cambio de estaciones, la temperatura del cuarto había bajado notablemente.
-Ah, bienvenido.
-Bienvenido…
El par de hermanos estaban sentados en el suelo leyendo manga. Cuando entré, me saludaron y alzaron la vista para mirarme. A su lado había un montón de manga que había pedido prestados a cierta doctora. Deslizando la puerta de fusuma para cerrarla detrás de mí, yo también me senté. Cogí un manga y lo abrí por una página al azar. Mientras mis ojos se centraban el a página ante mí, por dentro ordené mis pensamientos. Para decirlo simplemente, empecé a pensar.
Natsuki Kamiyashiro, una oficial de policía. Su sueño de la infancia había sido convertirse en detective: alguien que vagaba por la frontera entre la verdad y la mentira. Una compañera de clase de la doctora Koibi. En otras palabras, ese año cumplía los treinta y uno. Esa era la suma total de la información que tenía sobre ella. Oh, y, según la doctora Koibi era un poco: “como yo”.
Bueno, la Luna y la Tierra no son comparables objetivamente, al igual que es difícil rechazar directamente la noción de que somos algo parecidos, sin embargo, por la conversación de antes, había observado que era una persona molesta con la que tratar y, por suerte, había tenido buena fortuna al tener una aventura con esta encantadora señorita. Ese pensamiento no me hacía infeliz.
-¿Onee-san está durmiendo?
La voz de Kouta-kun me arrastró de nuevo a la realidad. Cerré el tomo de manga con una mano mientras respondí.
-No. Está explicándole nuestro caso a nuestro tutor.
Los dos me miraron, perplejos. Aquellos días, Anzu-chan mostraba su lado inocente.
-Está intentado convencerle de que la cambie de habitación para que podamos estar juntos en el viaje escolar. Le he dicho que es imposible, pero no se va a contentar con eso, así que he vuelto a casa sin ella.
Mayu ni siquiera notó que me había ido de lo absorta que estaba protestando.
-Mmm… O sea que, ¿te has ido sin ella?-Preguntó Kouta-kun, con una pizca de sorpresa en su voz.
-¿Es raro?
-Sí, porque siempre estáis juntos.-Respondió Anzu-chan. Kouta-kun asintió.
-Tenéis razón.-Reconocí.-Pero mimarla demasiado sería malo para ella.
Mayu era un poco demasiado egoísta. Después de esas tres semanas con ella, esa  parte de su personalidad se había vuelto más notable. Por ejemplo, si no escuchaba sus opiniones, se ponía de morros. Si hablaba con alguien más a parte de ella, era seca y estaba llena de rabia cuando estuviera asolas con ella. Para Mayu, la situación óptima sería tenerme atado a ella con actitud sumisa.
-No puedo estar a su lado para siempre… Con el tiempo acabaré en las manos de la policía.
Era un criminal y el castigo era inevitable. Mayu necesitaba aprender a sobrevivir por sí misma, y lo que requería no era habilidad ni conocimiento, sino la resolución para disfrutar de la vida.
Mayu, me pregunto si podrás hacerlo…
Kouta-kun mostró arrepentimiento y se le cayeron los hombros cuando escuchó la palabra: “policía”. Anzu-chan también apartó la vista. Los dos niños de corazón amable parecían sentirse responsables, a pesar del hecho de que no me refería a ellos.
-No es algo por lo que tengáis que preocuparos, chicos. En realidad es… es culpa de Mayu, después de todo.-Dije.
Con eso en mente, me pregunté de nuevo la razón detrás del secuestro. Reflexionar sobre ello se había convertido en parte de la rutina diaria, aunque no me había acordado ni una sola vez de preguntárselo a la secuestradora en cuestión. Después de todo, estaba muy abajo en mi lista de cosas qué hablar con Mayu.
-Más que nada, chicos, eh…-Empecé, antes de decidir cómo terminar la frase.
Tres semanas. Habían tenido tres semanas para gritar auxilio. En cualquier punto durane los quince días que Mayu y yo habíamos estad en clase y fuera de casa, podrían haber gritado para que les sacaran de esa prisión. Según mi estudio sobre el diseño del edificio, había descubierto que las paredes eran a prueba de sonido, pero sólo una pared fina separaba la habitación de estilo japonés de la de al lado. Podrían haber escapado de su confinamiento fácilmente con tan solo levantar el dedo. Las cadenas que les habían estado atando a las columnas ya no podían retenerles, y se habían cambiado por accesorios más de moda. No obstante, los dos habían elegido, claramente, permitir que la situación actual continuase. Eso dicho, yo también había llegado a la conclusión que no intentarían escapar y no me había molestado de tomar ninguna medida para prevenir un intento.
El rapto en sí no tenía sentido alguno. Ahora que, intentar entender la mente de un secuestrador es una locura.
-Mmm… ¿Te pasa algo?-Preguntó Kouta-kun.
Moví las manos.
-Nada. Como sea, el crimen siempre tiene su castigo. No cabe duda.
Aunque sólo si se descubre.
Esto tenía que ser un secreto del mundo a toda costa, sino, habrían consecuencias. Tal y como las había habido hacía ocho años.
Un mero cálculo reveló que habían pasado más de setecientas horas desde el secuestro, sin embargo, lo recordaba todo con exquisito detalle, como si hubiese sucedido el día anterior. Seguramente muchos lo habían pasado peor, pero a pesar de ello, no cabía duda que esa sería la peor y más dura experiencia que viviría.
Si tan sólo pudiese viajar entre el espacio y tiempo y me encontrase un eliminador de traumas…
-Hey.
Anzu-chan me llamó como si llamase a un amigo. Percatándome que sería más simple eliminar el trauma más allá de los lazos espacio temporales, me giré para ponerme cara a cara con ella.
-¿No pasará nada por dejar a Onee-chan sola?-Preguntó señalando la herida parcialmente curada de la palma de mi mano.
-Es difícil decirlo.-Contesté.
Era innegable que existía la posibilidad de que Mayu se enfureciera al negarme a su petición, y que  esa furia acabase convirtiéndose en un asalto físico a Kaminuma-sensei.
Mientras subía las escaleras del edificio, medité el fracaso como profesor que era Kaminuma-sensei, que empleaba la política de inmovilismo en diversos aspectos, tanto en bullying como en el futuro de los alumnos. Sin embargo, si alguna vez fuese víctima de violencia dudaba, y mucho, que fuera a dudar en denunciar. Era ese tipo de persona. En otras palabras, era el tipo de individuo exasperante que era fácil de imaginar usando la violencia excepto si fuese contra su persona.
-Aunque no pasaría nada. Hasta cierto punto.-Continué.
Aunque ella causase un problema, se podía usar su enfermedad mental como defensa. En el peor de los casos, se la enviaría a una institución mental, un compromiso que estaba dispuesto a aceptar. Mientras los de su alrededor fueran capaz de contenerla, no pasaba nada que careciese de la habilidad de vivir sola.
Anzu-chan, de repente, levantó el dedo índice.
-Una pregunta más.
-Oh, suenas como una detective.
Anzu-chan respondió con una mirada de reojo a mi tono burlón, entonces, prosiguió:
-¿Dónde fuiste anoche?
Mis ojos se entrecerraron y, por un instante, mi visión fue envuelta por una niebla espesa.
-Kouta me ha dicho que hace unas cuantas noches te fuiste.
Al igual que una cámara de vigilancia antigua, sacudí incómodo la cabeza de un lado al otro. Las cejas de Kouta-kun se juntaron formando una expresión de incomprensión.
-Oh, bueno, ya sabes. Fui a la tienda 24 horas.
Sí, eso es. La tienda está a media hora de camino y tiene ventiladores para repeler los instectos.
-Me fui a comer bentos como aperitivo de medianoche. Todavía estoy a mitad de mi estirón, así que tengo que comer cada treinta minutos.-Improvisé rápidamente en un intento de disipar la sospecha.
-Dicen que quién llama idiota a alguien resulta ser el idiota, pero aunque eso sea verdad, no significa que a quién llamen idiota no lo sea, de hecho, es un idiota. En su lugar, se crea una situación sin sentido donde al que llamaron idiota primero, llama al otro idiota. Es una situación a la que me refiero como el círculo vicioso de la idiotez.-Escupí casi mordiéndome la lengua en el proceso. Mi sermón abrupto sobre la idiotez provocó que la pareja me mirasen con sospecha.
Me acababa de hacer parecer todavía más sospechoso, ¿no?
-Mmm… Lo mejor será que vaya a hacer las maletas para el viaje.
Me levanté apresuradamente en un intento de salir rápidamente, pero Anzu-chan se abalanzó como si hubiese intentado saltarme encima, cogiéndome la manga del uniforme.
-Qué sospechoso.-Remarcó con una sonrisa maliciosa. Su mueca, adecuada para su edad, me recordó a la de Mayu.
-No soy para nada sospechoso ni propicio. Como amigo de alguien que es el presidente de la asociación de compañeros de los nietos, siempre voy a patrullar cada noche para atrapar al asesino. Y no es ninguna mentira.
-Onii-san… Qué mal se te da mentir.-Comentó Kouta-kun.
Kouta-kun observaba feliz por debajo de su flequillo que le había crecido mucho como Anzu-chan y su captor bromeaban el uno con el otro. ¿Jamás se le ocurrió que como captor, yo era un peligro potencial para su querida hermanita? La virulencia pútrida que se había adueñado de mi corazón fue casi purgada. La confianza inocente podía atormentar a un alma tanto como lo haría un toque a una piel quemada por el sol.
-Hey, ¿cómo te llamas?-La pregunta de Anzu-chan estaba acompañada de una expresión sobria sin nada que ver a su cuestión.
-Eh… ¿Yo?-Le devolví la pregunta.
-¿Ves a alguien más?
-Bueno, veamos…
Me miré a mí mismo, con la débil esperanza de que en mi pecho encontrase a alguien más. Quizás un parásito de mi cuerpo se presentaría, siendo voluntario para presentarse de forma elegante para echarme una mano. “Permítanme tener el honor de presentarme”, diría.
-Sólo te estoy preguntando el nombre. ¿Qué tiene de malo?-Insitió Anzu-chan. Si respondiese algo como “es un secreto”, en un tono sofocante, seguramente me pegaría. Al quedarme sin alternativas, decidí ser sincero por una vez.
-No me gusta mucho – mi nombre, eso. No me pega y no me gusta que me llamen o llamarme así. Así que no se lo suelo decir a la gente. Perdona.
Puse la mano sobre su cabeza, en su cabello que estaba algo menos grasiento por los lavados diarios.
-Anzu.-La llamó Kouta-kun.
-Ya lo sé.-Respondió con timidez.-De todas formas no es que quisiera saberlo.-Añadió, rindiéndose sin luchar.
Suspiré, me apoyé hacia atrás y miré el techo.
-Debería sacar la maleta y empezar a hacerla…
De repente, un pensamiento me abordó:
¿Qué voy a hacer con los niños mientras estamos de viaje? ¿Le quito las cadenas? Si almaceno comida por adelantado y les advierto que no le abran la puerta a desconocidos, no les debería pasar nada, sin embargo, quieren… Espera, ¿qué? ¿Ya me renunciado a esta situación? ¿No pasa nada? Eso ya no sería un secuestro, sino una pijamada.
-Mmm…
Todo estaba más allá de mis expectativas, aunque eso también sería bastante divertido.
Apenas media hora más tarde, el sonido del regreso de la propietaria de la casa hizo eco por toda la casa. En ese momento, Anzu-chan y yo nos estábamos pellizcando las mejillas enzarzados en una profunda discusión sobre la filosofía de la vida.
Ella apareció detrás de mí con pasos tan ruidosos que podía sentir como el suelo vibraba debajo de sus pies.
-Buienvenidah.-Dije en lo que apenas parecía un idioma humano.
Girándome para mirarla a la cara, rápidamente noté la ausencia total de alegría en su expresión. Sin siquiera hacer pucheros desaprobadores, ella mantuvo la apariencia de estatua que solía adornar su rostro mientras dormía. Sin bendecir a los presentes ni una sola vez con su inocente voz, me agarró por el cuello y prosiguió a arrastrarme por el suelo. Anzu-chan, que todavía me estaba pellizcando las mejillas, también fue arrastrada. Incapaz de reaccionar al repentino movimiento, me golpeé la cabeza con la pared. Anzu-chan, también cayó hacia atrás, cayendo sobre mi pecho y perdiendo la respiración.
-Oh, Dios. ¿Estás bien?-Se disculpó Anzu-chan mientras me quitaba las manos de las mejillas. Intenté enseñarle el pulgar para indicar que estaba bien. Sin embargo, el dedo que se extendió fue el índice mostrando que no estaba en absoluto bien. Aunque no había sido mi plan inicial, intenté transmitir el sentimiento a través de palabras.
-Bua, puedo caminar yo solo, así que, suéltame, por favor.
Mi súplica burlona le entró por un oído y le salió por el otro a Mayu que continuó remolcándome por la habitación. Al llegar al peldaño, mi columna vertebral  y mi codo chocaron contra las puertas de fusuma. Al salir, mis ojos atraparon los de Anzu-chan que de mala gana aceptó nuestra despedida, pero mi vocabulario no tenía nada para un momento así.
Cuando llegamos a la mesa del comedor, Mayu, por fin, me soltó. Hice que Mayu se sentara mientras yo me arreglaba el cuello de la camisa.
-¿Por qué estás tan enfadada?
Aunque estaba seguro en un cien por cien de la respuesta, fingí ignorancia.
-No puedo entender por qué no se puede.-Respondió.
Enfadada, lanzó la mochila mientras hablaba. Esta, chocó contra la estantería que contenía el teléfono.
-Bueno, se decidieron los grupos hace un mes.-Informé a la malhumorada de Mayu.-Dime que no le has pegado al profesor, por favor.
-Hace un mes… Entonces, Mii-kun, ¡deberías haber venido a hacerme una visita hace un mes!-Expresó Maa-chan irrazonablemente, ignorando por completo mi pregunta.
No conseguí reunir la fuerza necesaria para molestarme con discutir.
-Perdona.-Bajé la cabeza arrepentido.
Las cabezas no son tan útiles; todo lo que puedes hacer con ellas es bajarlas, pensar y dar cabezazos, y comer con ellas. Tienes que aprovechar cada oportunidad para hacer esas cosas para aprovecharlas al máximo. Dicho esto, era simplemente imposible que Mayu se fuera a tranquilizar así como así. Pero no tenía de seguir con la discusión sin sentido y, a pesar de saber que no era el mejor momento para cambiar de tema, lo hice de todas formas.
-Mañana tengo que salir.
-Yo también iré.-Respondió instantáneamente. Sin molestarse de preguntar dónde, cuándo o por qué, Mayu decidió apuntarse.
¿Una acción así tenía valor?
-Tengo que ir solo a ese sitio. No te puedo traer, Maa-chan.
Su mirada me atravesó como una daga, pero llevar a Mayu conmigo no era ni planteable. Para proteger estos días tranquilos tenía que esconder los detalles de esta salida. Si revelase que iba a encontrarme con una oficial de policía, Mayu se preocuparía muchísimo, y si descubriese que estaba teniendo una aventura con una mujer mayor, sería carne muerta.
-Voy a ver a mi tío. Maa-chan, esa es la promesa que hice para poder vivir contigo. Volveré por la noche.-Aunque una de esas cosas era mentira.
-¿Por qué no puedo ir?-Mayu hizo pucheros, señal de que su enfado había desaparecido un poco.
-Porque eso causará una pelea. Mi tía está en contra de que viva aquí, sabes. Aunque mi tío hace ver que lo entiende, él también está en contra en realidad.
Eso era cierto. No necesitaba poderes psíquicos para predecir el desarrollo. No quería que se conocieran mientras yo siguiera vivo. Atraje a hacia mí y la abracé. Pasé los dedos por su cabello mientras ella se colocaba entre mis brazos sin resistirse. Encontré un mechón de pelo castaño y enredé un dedo en él.
-En cuanto al viaje escolar, aunque no durmamos en la misma habitación, podemos pasar el día juntos.
De todas formas, no tengo a nadie más con quien ir. Jajajaja… Jajaja… Quiero llorar.
-Ya vivimos juntos, ¿no puedes aguantarte por una vez?-Continué.
Le acaricié la espalda, como se haría con un bebé. Inspiré profundamente la esencia de Mayu, que a causa del cambio de estaciones, ya no olía a sudor. Su aroma me recordó a un palo de incienso.
-Vale, intentaré soportarlo.
Ese era el máximo compromiso que podía hacer como chica egoísta que era. Me abrazó con fuerza y pasó las manos por mis omóplatos. Durante los siguientes instantes, simplemente, nos abrazamos en silencio. Y así, estuvimos durante diez minutos.
-Bueno, muy bien. Vamos a limpiar un poco.
Mi identidad como miembro del comité de limpieza me incito a barrer.
El suelo era frío y duro, y extrañamente cómodo. Mis ojos se centraron en la débil luz del techo y me perdí en mis pensamientos.
Pensé en mis mentiras, imaginé mi encuentro con Natsuki Kamiyashiro, reflexioné sobre las víctimas de los asesinatos y como si quisiera echar todos esos pensamientos de mi cabeza, cerré los párpados.
La calidez que quedaba sobre mi espalda de las manos de Mayu, con el tiempo, desapareció para dejar paso a la frialdad del suelo.
Domingo.
Fuera estaba lloviendo, era una tormenta torrencial. El tiempo de las noticias había afirmado que alrededor del mediodía saldría el sol, aunque incluso el hombre del tiempo parecía escéptico ante su propia afirmación.
-Hey, no hace falta que vayas hoy, ¿no?-Sugirió Mayu, que muy raramente se levantaba a las nueve y media, después de echar un vistazo por la ventana.
-No… Tengo que ir una vez al menos antes del viaje.-Respondí suavemente antes de prepararme para irme.
Mayu se quedó ahí, con una expresión dócil.
Como la tienda en cuestión estaba a unos cuarenta minutos, tuve que irme del piso a las diez. Tras coger el paraguas plegable que Mayu me dio, me dirigí a la puerta.
-¡Ah! Un momento.-Dijo Mayu mientras me ponía los zapatos sucios.
Rápidamente se embadurnó los labios con un pintalabios que había estado sujetando.
Ignorando mi confusión, Mayu, que se había teñido los labios de rojo, me chupó la mejilla a la fuerza. Sentí como si me fuera a arrancar la piel.
-Ay, qué daño.-Me quejé.
Mayu apartó los labios de mi mejilla y dio un paso atrás para admirar su obra.
-No puedes limpiártelo.-Ordenó.
-¿Ni la saliva…?
-No.
Me sujetó los brazos y alzó un espejo de mano para que pudiera verlo. En mi mejilla había estampada una marca de un beso, algo más gruesa que sus labios. En el espejo también se podía ver un rastro de saliva deslizándose por la línea de mi mandíbula.
-Bueno, pues me voy.
-Adiós.
Obligado a marcharme con ese humillante aspecto, me fui del piso.
Por fin llegué al centro comercial de delante de la estación a las diez menos cuarto. La lluvia había creado charcos lo suficientemente grandes como para que se pudieran medir y el agua se había infiltrado en mis zapatos y calcetines a cada paso que daba.
Aunque lo llamaran “centro comercial”, en realidad era un edificio con el aroma de pueblo arraigado. Aunque se suponía que debería estar rodeado de edificios, estaba tan solo que parecía ser una víctima de bullying.
A pesar de lo miserable que era el centro comercial, me sorprendí al encontrar todo tipo de objetos.
Sacudí el paraguas, lo plegué y pasé por las puertas automáticas. El edificio estaba lleno de luz, música alegre y un aroma dulce y empalagoso – un glamour que contrastaba con el rígido tiempo horrible de fuera.
Metí mi paraguas en una bolsa de plástico[4]en la entrada y avance al puesto que estaba antes de la ayuda al cliente. Mirando por ahí, hallé el origen del aroma dulce: una tienda especializada en cierto producto que se hacía a partir de una masa de harina y agua y levadura fermentada. Para resumir, una panadería. Aparentemente, la primera planta era para los productos alimenticios.
Cierta persona en la panadería me llamó la atención y la retuvo. Estaba ahí, de pie, devorando todas las muestras gratis. Su apariencia única revelaba que se trataba de alguien que, o bien quería o rechazaba la atención.
Llevaba una blusa de manga larga de rayas negras y blancas, con una falda a juego. La faldilla le iba algo suelta y se le podía ver el sujetado en el hombro derecho. Además, su cabello rubio platino estaba sujeto por una horquilla ornamental, desafiando la tendencia actual en la moda.
A la mujer parecía haberle gustado el pan de espinacas. Sin embargo, en vez de ponerlo en una bandeja y comprarlo en la caja, tenaz y desvergonzadamente arrasaba con las minúsculas muestras gratis, una a una. Comía con semejante vigor que parecía improbable que alguien fuese a acercarse a las muestras que ella quería.
A pesar de mis sentimientos de simpatía por la dependienta que miraba como pidiendo auxilio para todas partes, buscando a alguien lo suficientemente contencioso como para intervenir, decidí pasar por alto la situación.
De repente, la señorita se giró para ponerse cara a cara conmigo. Se arregló y envió el contenido de sus mejillas por la garganta. Recogió el paraguas que había apoyado contra la pared y se me acerco a paso ligero, con el bolso balanceándose de un lado a otro. Sus deportivas azules parecían estar completamente secas y no hacían ruido al andar.
-Soy Natsuki Kamiyashiro.-Se presentó con una sonrisa dulce y una ligera inclinación de cabeza. Parecía que ya se había informado sobre la apariencia de cierto “Mii-san”. Aunque supongo que era de esperarse.
-Hola. Soy Mii.-Saludé a la oficial de policía vestido como un prisionera mientras examinaba su apariencia sin prudencia alguna. Esta nueva conocida no sólo vestía incongruentemente, sino que su cara era bastante asombrosa.
No. No era por su nariz pequeña, ojos achinados, piel brillante ni nada así. Era porque… parecía demasiado joven.
Daba igual lo mucho que mirase, era como alguien de mi edad. Una de dos, o era un milagro del maquillaje – la doctora Koibi era la reina de repetir cursos – o era capaz de controlar sus genes a partir de una técnica especial de respiración[5].
-¿Le pasa algo a mi cara?-Preguntó en tono provocativo mientras se arreglaba el pelo.
-Bueno, si te soy sincero… Carece de calidad artística. Esperaba algo más avanguardista.-Respondí.
-Vaya, menuda opinión artística. No se puede esperar menos de alguien que anda por ahí con la marca de un beso en la mejilla.
-Ah, esto. Es un riesgo laboral.
Me rocé la mejilla con los dedos, casi para protegerlo de la mirada de Natsuki-san. Aunque era alguien que carecía de ambas cosas, humanidad y sentido de la obligación, no me atrevía a limpiarme la marca de mi mejilla. Si me preguntarais el por qué no sé qué contestaría, aunque si lo tuviese que expresar en palabras, diría que es por una emoción que engendra atracción; ya sabéis – xxx. Aunque eso sería mentira.
-Aunque hablando de ser desvergonzado, tú era un ejemplo perfecto, señorita policía. Estoy asombrado de la audacia de, no sólo destruir muestras gratis, sino también de comer y salpicar con el pan de las estanterías. Esa audacia es suficiente para hacer que me pregunte si estás confundida respecto a la naturaleza de tu cargo autoritario.
La sonrisa de Natsuki-san no vaciló. Su mirada cayó sobre el suelo tristemente.
-Estaba muy nerviosa por si podrías o no venir, así que mi comida ha sido casi todo grano.
-¿Y aun así escoges pan? Qué lógico.
-Me halagas.
La risita de Natsuki-san era como la de aquella ama de casa de aquella canción del final del anime ese. Parecía que iba a ignorar su rutina normal y seguir jugando a piedra, papel y tijeras[6].
Natsuki-san y yo dejamos de bromear ignorando las miradas llenas de resentimiento de la dependienta de la panadería y nos dirigimos a las escaleras mecánicas. Era una lástima, pero esta era la primera vez que iba a ese centro comercial, por lo que no me quedó más remedio que seguir los pasos confiados de Natsuki-san.
Sin intercambiar palabra alguna, llegamos a la tercera planta y entramos a la cafetería que habíamos asignado como lugar de encuentro. El establecimiento presentaba un mundo monocromo, con el interior emparejado con vistas al cielo.
-Así que es verdad que hay una cafetería aquí.-Reveló, Natsuki-san, su falta de planificación despreocupadamente. Me estaba costando decidir si estaba de broma o simplemente, era una despistada.
Después de dejar su paraguas en su sitio, se dirigió a la parte trasera de la tienda. Yo la seguí y me senté en un asiento marrón oscuro.
-Un fin de semana así no está tan mal. Mientras que mi compañera de clase, bajo el liderazgo de un líder del club arrogante y enfadadizo, está sudando la gota gorda para sacar rendimiento de la venta de sal, aquí estoy yo, en una cita con una mujer tan bonita como tú.
Yo gano, Kaneko. Oh, espera, él y Sugawara habían estado invitando a los de primer año a unirse a su club para poder espiar a las chicas en los vestidores. También, es difícil identificar los puntos positivos de esta cita con esa bella, y a la vez sospechosa, señorita, así que supongo que eso nos deja en paz.
-Oh, vaya. Koibi se podría enfadar si no paras de susurrarme cosas tan dulces.
-¿Voy a hacer enfadar a la doctora?
Antes de que Natsuki-san y yo terminásemos nuestro juego verbal, el camarero trajo unas cuantas toallas húmedas[7].
Me impresionó su profesionalidad cuando después de mirar, confundido, la marca de pintalabios de mi mejilla, en unos breves instantes, reemplazo su expresión por una sonrisa educada.
-Voy a pedir el chocolate y a Kamiyashiro-san le gustaría…
-No, no. Dame el trato demasiado familiar que usas en tus monólogos internos, por favor.
-Bueno, si insistes. ¿Qué quieres, Geronimo-san?
Geronimo-san se cubrió la boca con la mano elegantemente.
-Pediré el curry katsu, gracias.
¿Mmm? ¿Cuándo esta persona había vuelto a transformarse en ese alguien que había estado guarreando en la panadería?
El camarero apuntó nuestros pedidos y volvió a la cocina con la sonrisa firmemente plasmada en su rostro.
-Bueno, ¿por dónde íbamos?
Natsuki-san sonrió ligeramente y respondió:
-Te decía que Koibi se iba a poner celosa. Mii-san ha sido su favorito durante mucho tiempo ya. Pensando en ello, este primer amor es desde que estaba en el último año de instituto. Él acababa de empezar.
-Gracias a Dios que no iba a primaria.
-Pero lo más sorprendente  era que había otra chica en su clase que también estaba enamorada de él, y eso formó un triángulo amoroso. Dicho eso, fue una vida escolar bastante placentera.
¿Placentera? Más bien rara…
Natsuki-san se tragó el vaso de agua de una vez, entonces, se secó la boca con la toalla humeda.
-Mii-san y yo somos, los dos, gente joven. Siendo ese el caso, sólo hay una cosa que podamos hacer.
-Tienes toda la razón.
El japonés de esta señorita en sus treinta iba un poco más allá de mi comprensión, pero de todas formas, accedí.
-Mii-san, ¿qué aficiones tienes?
-Debo admitir que ser una cámara espía del amor.
-Vaya, qué persona tan refinada.-Natsuki-san sonrió elegantemente.-Y, ¿puede ser que te guste dar paseos de noche?-Preguntó sin una pizca de desconcierto, sin que sus ojos revelasen sus pensamientos.
-Eso es porque soy un delincuente de pueblo.-Respondí sin cuidado.
En ese momento, Natsuki-san me señaló con una expresión triunfal.
-Protesta, Mii-san. Esto no es el juzgado así que no necesito ninguna prueba. Pero aun así, Mii-san, no deberías mentir.
¿Se refiere a que no puedo mentir en general o respecto a lo que acabo de decir?
Natsuki-san interrumpió mi cadena de pensamiento inútil y siguió hablando:
-Mii-san, eres un malote de pueblo.
-Eres una detective… Sabes mucho.-Respondí levantando las manos como muestra de rendición.
-Entonces, como castigo, ¿me puedes revelar la verdadera razón, por favor?-continuó.
Mmm…. La verdadera razón, ¿eh?
Cogí mi vaso de agua, y cuando mis labios tocaron el borde, miré a mis alrededores por la esquina de los ojos. Aunque le contase la verdad, era imposible que ella me creyese. Quiero decir, después de todo se trataba de la dueña del cerebro que, de alguna manera, había llegado a la conclusión de que yo era un asesino.
Lo que esta persona estaba buscando no era un testimonio real, sino una condena llena de mentiras.
-Muy bien. Entonces, te lo contaré, Natsuki-san.
-¿Oh? ¿No era Geronimo?-Respondió sacando una pipa de tabaco de menta  y encendiéndola. Un aroma desagradable que me puso la piel de gallina vagó por ahí.-Oh, casi se me olvida, no te entusiasma la menta, ¿verdad?
-Sí, la odio.
-Bueno, deja que lo apague.-Dijo educadamente antes de devolver la pipa al bolso.
¿Esa es su forma decirme que conoce hasta los más mínimos detalles sobre mí?
Esperé hasta que el aroma se disipó antes de proseguir por donde lo habíamos dejado.
-Mi motivación para vagar de noche es simple – mi objetivo es atrapar a ese asesino.
-Oh, guau. No me había dado cuenta de que Mii-san era un aliado de la justicia.
-Sí, de hecho, contribuyo con la sociedad al menos cinco veces en semana manteniéndolo lejos de la gente.-Continué con respuestas vacías. No podía permitirme cometer el error de tener una conversación fructífera con esa mujer.-El deber del protagonista el limpiar su nombre de toda sospecha con sus propias manos, ¿no lo sabías?
Aunque yo no soy el protagonista.
Las cejas de Natsuki-san se crisparon.
-¿Sospecha?
-Ese es el sentimiento que Natsuki-san – perdona, Geronimo-san – siente hacia mí.
Su rostro se arrugó cuando frunció el ceño un poco, pero se obligó a sonreír. Seguramente, no tenía ninguna otra expresión facial aparte de las sonrisas. Intentando expresar múltiples emociones humanas a través de la sonrisa tiene pinta de sólo provocar dolores musculares.
-Lo qué siento… La palabra “sospecha” tiene una connotación negativa, y tú a mi no me disgustas, así que en vez de eso, digamos “duda[8]”.
-Vaya, gracias. Mis sentimientos hacia ti son suficientes como para darte la bienvenida como mi número cero[9].
-Me supera la emoción. Pero, volviendo al tema de la duda, creo que tengo un ligero atisbo de a lo que te refieres…-Dijo Natsuki-san, poniéndose la mano en la mejilla e inclinando la cabeza inocentemente.
¿Si cambiase su uso de “duda” por “convicción” en mi cabeza sería un incrédulo?
-No pasa nada. Hagamos ver que no lo entiendes.
Me removí en el asiento para encontrar una postura más cómoda, y a acabé apoyando mi peso contra el respaldo de la silla. Natsuki-san se puso de cara a mí, observándome con sus ojos achinados. Nos enfrentamos con miradas. La miré fijamente, recitando maldiciones para mis adentros, con la esperanza de volverla piedra.
-Vaya, vaya… Aunque Mii-san sea un inútil de pueblo, mirar a tu cita tan amenazadoramente es…
-¿Mm? Ah, perdona. He sido un poco demasiado pasional mirándote la línea del pelo.
Natsuki-san sacudió la cabeza magnánimamente.
-Supongo que no se puede evitar. Puedo entender por qué encuentras desagradable a la policía. Fue Mii-san, por sí mismo, quién resolvió el caso de hace ocho años mientras que nosotros fallamos con los resultados.
Me sentí como si mi estómago hubiese pegado un vuelco, y sorbí agua en un intento de calmarlo.
Hace ocho años, eh… Ya veo, así que ahí es donde quiere empezar.
-Fue Mii-san, ¿verdad? El que llamó a la policía.
-Sabes, me da que no me acuerdo. Todo lo que recuerdo es marcar, sin querer, el reloj parlanchín[10]
Natsuki-san hizo caso omiso de mi contribución a la conversación y continuó:
-Mii-san, fuiste valiente. Tranquilamente, te escapaste por el suelo plagado de cadáveres para informarnos. Aunque, en aquel momento, mencionaste que tus recuerdos sobre los acontecimientos eran, cómo decirlo… ¿“vagos”? ¿Ya los has organizado?
-Desearía poder decir que sí, pero por desgracia, parece que he perdido algunos recuerdos. Irrecuperablemente.
-¿De verdad no te acuerdas de quién fue el asesino?
-Por desgracia, no. Sin embargo, podría sugerir que se escogió un final admirable con un suicidio para aliviar el sufrimiento de una consciencia atormentada.
Una mentira. Sabía por experiencia que ellos eran incapaces de acciones tan responsables.
-Ya veo…  Bueno, es mejor no recordar cosas por la fuerza. Mayu Misono-chan es un buen – eh, mal – ejemplo.
A pesar de dramatizar el dolor que sintió por el incidente, dijo un nombre peor que irónico. No obstante, yo no respondí y Natsuki-san dejó pasar el asunto y continuó.
-Por cierto, el asesino en búsqueda y captura ahora mismo…-Hizo una pausa de unos instantes y su sonrisa por defecto volvió a florecer.-El criminal en cuestión es un estudiante de instituto.
Ya veo. No “un estudiante”, sino un “estudiante de instituto”.
-¿Y en qué te basas para llegar a esa conclusión?
-Bueno, véamos. La primera pista es que el horario estudiante está relacionado con los crímenes.
-Qué cliché.
-Los nueve incidentes, todos, ocurrieron muy tarde de noche los fines de semana o entre semana, aunque los asesinatos ocurrieron con más frecuencia durante los días entre semana… La verdad, es bastante directo.
-A lo mejor, simplemente, es un adulto desempleado haciéndose pasar por un estudiante.
Sus ojos se achinaron más al sonreír. Un gesto como el de una muñeca.
-Por supuesto, esa es una posibilidad que se debe considerar. Sin embargo, ¿el asesinato es una persona prudente de verdad? Considerando la cantidad de crímenes que ha cometido el presuntamente estudiante, la policía ha incrementado el número de oficiales durante esas horas. Con eso en mente, una persona hubiese llegado a la conclusión que cometer más asesinatos alrededor de ese período de tiempo, ya no es ventajoso. Más bien lo contrario.
-Tienes razón.-Asentí, sin saber con qué estaba de acuerdo.
-Por el número total de cadáveres que han sido mutilados, se puede ver que el criminal tiene debilidad por lo macabro. Sin embargo, ha víctimas a las que se ha encontrado sin tocar. Vaya un asesino caprichoso, ¿eh?
-Ni idea.
-Le importen o no sus asesinatos, este pervertido, asesina tan como si no fuera nada como si estuviese haciendo cualquier otra actividad diaria. Un criminal como este, que claramente no ha pensado mucho sus crímenes, también repite, seguramente, las horas de sus crímenes porque es cuando tiene tiempo para matar – Incluso hasta de camino a la tienda. Ese es el tipo de estudiante que creo que es el criminal.-Su soliloquio continuó, sin perturbación, sin preocuparse de mi respuesta.
¿En serio acaba de usar ir a la tienda como ejemplo? Tiene que haberse repasado cada detalle de mi vida. Oh, bueno, todo hombre está destinado a tener un par de acosadoras en su vida.
-¿Miras las noticias? ¿O lees el diario?-Natsuki-san cambió de tema, incitando un asentimiento de cabeza por mi parte. –Entonces debes estar al tanto de los últimos incidentes recientes.
-Sí, pero no con mucho detalle. Si lo recuerdo bien, la octava víctima ha sido el presidente de una asociación residencial, mientras que la más reciente ha sido un estudiante preocupado por los exámenes, ¿no?
Asintiendo ligeramente ante mis palabras, ella hizo una pausa un momento. Mientras me senté ahí, con cautela por el súbito silencio, ella recorrió con sus ojos mi cara sin reserva alguna.
-¿Quieres algo…?
-¿No te cansas nunca? De, ya sabes, ser tan inexpresivo todo el rato.
-Tener una sonrisa pegada a la cara todo el rato cansa más, estoy seguro.
Sobre todo para mí, que no recuerdo haber sonreído ni una sola vez en estos años.
Pero volviendo al tema…
-Lo que encuentro más preocupante sobre los dos incidentes recientes es el momento en el que se cometieron. Anteriormente, todos los crímenes se perpetuaron de noche en fin de semana o de día en los días de cada día; no había habido ningún asesinato en una noche de un día entre semana.
Reina a H5, comprobando.
La atmosfera tensa que se creó indicó que me habían acorralado. Tanto que podía oír el sonido de cómo se ponían las piezas del ajedrez en el tablero.
-Pero, si el criminal comete crímenes sólo en su tiempo libre, eso explicaría las franjas horarias limitadas en las que se cometieron los asesinatos. El cambio repentino en los últimos dos casos indicaría, entonces, un cambio reciente en el estilo de vida del asesino, ¿no?
-Aunque disfraces esa afirmación de pregunta, es imposible que te responda.
-Ah, culpa mía.-Dijo la persona opuesta a mí, conforme las esquinas de sus labios se torcieron en una sonrisa.-Aunque debo decir que es bastante raro cambiar el estilo de vida en esta época del año. Para el criminal, digo.-Remarcó, encontrándose con mi mirada directamente.
Se sentó tranquilamente, observándome mientras que el camarero me traía mi chocolate caliente. Asentí para ella, a pesar de que de hecho, eso es lo que yo había pedido.
Levantando la taza blanca, puse mis labios en el borde.
-Veo que te gusta bastante el chocolate.-Comentó ella mientras esperaba que se fuera el camarero.
-¿Te lo ha dicho la doctora Koibi?
-No, tu tía.
Un nombre que no esperaba salió de su boca.
-Soy conocida de tu tía y de tu tío. Las conexiones en un pueblecito como este son realmente fascinantes, ¿no crees? Hablan de ti a menudo, ¿lo sabías, Mii-san? Lamentan tener que trabajar de noche durante la semana, porque como sueles estar fuera los fines de semana, apenas tienen tiempo para pasar contigo en familia.
-Seguramente me tendría que disculpar yo por eso…
Así que esto es lo que se siente cuando un perro pasto persigue a una oveja.
Por otra parte, me era imposible negar la alegría que sentía al estar participando en una negociación importante.
-En particular, mencionaron lo difícil que era hacer que te quedases en casa de noche ya que nunca están.
Una a una, las palabras de Natsuki-san llenaron los espacios de un puzzle barato de dieciséis piezas. Aunque la imagen en la superficie ya era obvia, cada pieza se unía a su lugar lentamente. Como si se estuviera burlando de mí.
-Aunque su preocupación principal es el hecho que Mii-chan esté cohabitando con su novia. Por lo que he oído, siempre están juntos, las veinticuatro horas del día, todos los días de la semana. Como mujer soltera, debo decir que encuentro la situación bastante envidiable.
Cogió la última pieza.
-Me gustaría escuchar sobre los hábitos de Mayu-san.
Jaque mate.
Desde un principio, sus pensamientos habían sido obvios. Expuestos. Molestos. 
Pasándome la lengua por un lado dentro de mi boca, que se había quedado seca, abrí la boca para hablar.
-Estoy seguro de que no quieres preguntar.-Dije, mirando hacia afuera, acción que se podría considerar como apartar la vista. Fuera, la lluvia había pasado a ser unas simples chispas.
-Efectivamente, será mejor que terminemos con esta conversación antes de que llegue mi curry.
La mirada de Natsuki-san me observó directamente. Esta conversión cuya prioridad era inferior a la de la comida, llegaba al clímax.
-últimamente has experimentado un cambio drástico en tu estilo de vida, disfrutas de dar paseos de noche… Y además de todo, Mii-san, eres un estudiante de instituto.
-Ya veo…
Como soy un criminal, eso me hace un estudiante, ¿eh? Qué eficiente.
-Jaja…
-Jajaja… Jajajaja….
De repente, simultáneamente, Natsuki-san y yo estallamos en carcajadas.
La mía, larga.
La suya, corta.
Nos reímos hasta que nos empezaron a doler las mejillas y los clientes de las mesas de al lado se cambiaron de sitio.
-Qué encantador juego de ratón y gato.
-Absolutamente. Casi confieso un crimen que no recuerdo haber cometido.
Para soltar la alegría que se había reunido en mi corazón, mis hombros se sacudieron exageradamente.
Mi conversación con esta persona era comparable a un juego de una joven doncella, y aun así, se había acompañado con la irracionalidad de que sólo una de las partes había mostrado sus cartas.
Había sido irritante, confuso, sagaz y, sobretodo, divertido.  Lo suficientemente divertido como para hacerme reír en voz alta.
Como para protestar por mi risa, mi garganta reclamó una bebida. Sacié mi sed con un sorbo de chocolate más dulce de lo normal, sumergiéndome en el resplandor de esa batalla de especulación vacía.
Al final, no había sido nada más que un juego, porque no habían pruebas. Si hubiesen habido no habría mantenido esa conversación en privado, sino en la sala de interrogación de la policía. Y, en vez de chocolate caliente, me habrían servido un bol de katsudon.
Vi como la nariz de Natsuki-san se crispaba ignorando mi situación actual cuando el aroma a curry vagó por la habitación.
-¿Por qué no damos un paseo por el patio cuando acabemos?
Humildemente, acepté la propuesta que sonó como una frase de una cita a ciegas.
De casualidad, el patio no estará rodeado de una verja de prisión, ¿no?, quise preguntar, pero me lo guardé par amí.
Tras salir de la cafetería, la inteligente – según ella – y hermosa – esto se lo concedo – Natsuki-san me guió.
-Los daifuku de aquí están buenísimos.
-Las chucherías de occidente están por ahí; hasta hay una tienda que vende una gelatina afrutada buenísima. Oh, allí están dando muestras gratis de akafuku. Vamos.
El patio, ¿no? Parece más un pabellón de comida.
Dimos la vuelta al área una vez, comprando chucherías japonesas y occidentales.
-¿Has vivido con la doctora Koibi?-pregunté, llevándome a la boca el oobanyaki que Natsuki-san me había comprado mientras me apoyaba en la verja del tejado del edificio.
Se me había olvidado el paraguas abajo, en la cafetería, pero como la lluvia había parado no me iba a molestar en ir a buscarlo.
-Sí, cuando íbamos a la universidad juntas. Las dos íbamos a una universidad en el campo donde vivíamos una vida perversa y compartíamos gastos. Oh, pero “perversa” en el buen sentido.
¿Esa palabra tiene un buen sentido?
Natsuki-san sacó otro oobanyaki de la bolsa que colgaba de su mano y le pegó un mordisco. Se le abrieron los jos, como si estuviese saboreando un pedazo de felicidad.
-Me sorprende que decidieras quedar fuera. ¿Era mejor que dejar que me encontrara con Mayu-chan?-Preguntó a la ligera después de engullir otro oobanyaki de dos bocados.
-Mmm… Bueno, sería un problema si os pelearais por mí.-Escupí.
Qué poco original.
Considerando la personalidad de Natsuki-san, había asumido que su respuesta sería algo así como: “muchas gracias por ser tan considerado”, sin embargo, en lugar de eso, simplemente me observó en silencio. Estaba claro que ya no le apetecía una pelea de astucia entre un zorro no rojo y un mapache que había venido del futuro. Siendo ese el caso, era mejor que me excusara con un poco de sinceridad para conseguir mis propios fines.
-Hay algo que he estado pensando en preguntarte a solas.-dije.
-¿Y qué es?
-El caso de los hermanos… ¿Se está investigando como homicidio?
Me sentí como un niño de primario en un viaje a una fábrica al intentar sondear a la mujer policía ante mí.
-Mmm… Es difícil de decir.-Contestó, inclinando la cabeza perpleja. Era de esperar que sería poco directa al hablar con un sospechoso que había cometido, presuntamente, el crimen en cuestión. Sin embargo, no paró ahí.-Sinceramente, hay una alta posibilidad de que los hermanos Ikeda se hayan escapado de casa.
-¿Escapado…?
-Al parecer el ambiente en su casa es bastante malo. Los padres suelen pelearse hasta la madrugada y a los hermanos les pegaban diariamente, para aliviar el estrés. Ya se habían escapado varias veces, así que se rumorea que esta ha sido otra de sus huidas. Es sólo que… esta vez ha sido más larga.
-Diariamente…
La información que acababa de recibir obligó a actuar a mi cerebro.
Fugitivos. Progresando. Maníaco homicida. Fugitivos procesando un maníaco homicida… ¿Por qué acabo de conectar eso? Aunque será mejor que por ahora no me preocupe por eso. Lo más importante, es lo más importante. Necesito una forma de apaciguar la situación.
El método más aborrecible sería conseguir la mejor respuesta. La importancia de las anclas. Para esconderse, lo mejor es un bosque. Si se ignora la lógica y la ética esta era la respuesta a la que se llegaría naturalmente.
-Ya sea que les hayan asesinado o hayan huido o secuestrado, ya ha pasado un mes. Es improbable de que vuelvan a salvo.
-Trágico.-Dije una respuesta perezosa mientras contemplaba el método que se me había ocurrido. Culpando a otro, coacción, tratar a humanos como peones… Yo era un fracaso de humano. Mirando eso desde otros ángulos, estaba claro que me había abierto la puerta a múltiples críticas, aunque también todo venía con tres puntos positivos: seguridad, fácil y rápido.
-Supongo que para Mii-kun, es un asunto bastante grande, eh.
¿Qué se supone qué significa eso?
-Yesu, zatsu lighto.
-¿Oh?
Empezó a sonar un sonido electrónico, una canción famosa de hacía cinco años, interrumpiendo la demostración de mi fluidez en inglés. Natsuki-san se sacó un móvil de tapa de su faldilla de estampado de prisionero, y lo abrió.
-Vaya, el tiempo vuela.
Ante su expresión de sorpresa, yo también saqué mi móvil y miré la hora en la pantalla. Había pasado una hora desde que nos habíamos marchado de la cafetería: eran las doce y media pasadas.
-Si me disculpas, será mejor que vuelva al trabajo.-se disculpó.
¿Dónde se va, así vestida?
-Ya veo. Qué lástima, pero supongo que no te queda de otra.
-Después de ver lo feliz que te ha hecho, me alegra haberla compartido contigo.
-Ten cuidado y evita de que te arresten por equivocación, por favor.
Mi advertencia fue cordial. Natsuki-san aceptó mi consejo con una gran sonrisa. Qué ambiente tan cómodo.
-¿Te importa darme tu número?-me preguntó.
Acepté y recité mis nueve números.
-Este es el mío. Si sientes la necesidad de declararte culpable… Dímelo, por favor. Estaré esperándolo.
Natsuki-san hizo una reverencia elegante y se empezó a ir. De forma abrupta, se dio la vuelta como si girase en una silla, retractó sus pasos y volvió a ponerse a mi lado otra vez.
-Hago esto por mí.
-¿Qué?
En un momento, rompió el espacio, y con un único movimiento suave, empujó mi cabeza entre sus brazos. Incapaz de reaccionar, mi cabeza se vio enterrada, a la fuerza, en un pecho que no se podría describir como: “amplio”.
-Mmm, hueles muy bien…
-Mmm… ¿Debería hacerle esto a un asesino?
-Simplemente soy un sospechoso.
Por el tono de su voz, sabía que ella estaba disfrutando de esto. Sentí como se me ponía la piel de gallina.
Ignorando la respuesta de rechazo instintiva de mi cuerpo, estiré mis brazos por detrás de su espalda, con cuidado de mancharle la ropa con mi oobanyaki a medio comer.
-¿Oh…?
-Bueno, porque, ya sabes, em, sería peligroso si te apuñalaran por la espalda…
La única reacción de Natsuki-san a mi respuesta incoherente fue un simple: “gracias”.
¿De verdad que esta es la espalda de alguien que en la última hora ha comida pan, curry katsu, gelatina de fruta, akafuku, patatas de gamba, flan de huevo, matsumaezuke y oobanyaki?
Me pasó los dedos por el pelo. Mientras recorría mi cabeza con los dedos, me arañó haciendo que se me pusiera todavía más la piel de gallina.
-Así que, em, ¿cuánto tiempo planeas tenerme bajo custodia?
-Sigues bajo investigación. Como sea, tú también tienes que soltarme.
-Esto, eh, bueno…
Natsuki-san rio por lo bajo, y entonces, murmuró dulcemente:
-Qué nostálgico.
-¿Disculpa?
Sus manos abandonaron mi cabeza. Entonces, se deslizó de mis brazos y dio un paso atrás. Natsuki-san se cubrió la boca con la mano y sus hombros se sacudieron molestamente mientras que yo estaba ahí de pie, incapaz de esconder mi desconcierto.
-Eres el tipo que le gusta a las chicas.
Con esas palabras en el aire, se fue del tejado a paso ligero.
-Mmm…-gruñí para mi mismo, mientras me daba la vuelta para ponerme de cara a la verja y me perdía en el paisaje verde durante un tiempo.
Después de apenas un minuto, por fin el desconcierto vino a mí. En vano, me rasqué el cuello con el dedo índice.
¿Qué acaba de pasar? ¿Ha intentado implantar un artilugio espía para escuchar en mí? ¿Un transmisor? A lo mejor ha sido un examen físico de algún tipo. Seguramente debería echar la ropa en la lavadora y tomarme un baño al llegar a casa. Sí, eso voy a hacer.
Pero ya vale de esconder mi vergüenza. Me tiré el último bocado de oobanyaki a la boca y me di la vuelta para encontrar a Mayu allí de pie.
El tiempo se congeló.
Paraguas negro, sudadera negra, faldilla negra, zapatos de plataforma negros, sombrero negro, pelo negro. Su notable apariencia contrastaba con la palidez de su piel. Mayu Misono estaba ahí de pie. Alguien dio un paso adelante, acortando unos treinta centímetros la distanica entre nosotros.
Alguien abrió la boca y habló:
-Mentira.-Dijo.
En efecto, era un mentiroso. En algún lugar dentro de mí, se pulsó un interruptor, a la fuerza, en dirección equivocada.
-¿Me has seguido?
Descubrí algo. Las palabras habían sido mías.
Sin mediar palabra alguna, Mayu levantó el brazo. No para dar una bofetada, sino con el puño cerrado. Una acción lo suficientemente lenta como para darme cuenta de que estaba a punto de pegarme. ¿De verdad pensaba que no iba a esquivarlo? Sin molestarme en masticar el bocado de mi boca, me lo tragué de golpe.
-Mentirosa, Maa-chan.
Su puño se estrelló en mi mejilla y dientes, desgarrándome la piel. Otro corte en la mano de Mayu Misono.
-¿Ha sido divertido jugar a ser detective?
Su puño volvió a salir otra vez. Sus ojos, bajo el ala de su sombrero, estaban bajados, eran como de piedra.
Su puño se había manchado de color rojo, carmesí que se había prohibido borrar.
¿Qué. Ha. Sido. Eso?
-No deberías llamar a tus mayores “eso”, Maa-chan.
Me golpeó la frente con el paraguas.
No es lo que piensas, Maa-chan. Esa persona es alguien que busca descubrir tus pecados, así que no tiene nada que ver con una aventura. ¡Joder!
-¿Por qué te reías?
No preguntes cosas humanas.
-Aunque conmigo nunca te ríes.
Ya veo. Son celos, ¿no? En efecto, son celos. La emoción que tanto odio. Qué nostalgia.
Intenté reír.
Me pegó.
La abracé.
Mayu me empujó los brazos y se distancio como para alejarme.
-Hueles a esa mujer.
¿La has olido antes? En realidad, supongo que es posible.
-No eres Mii-kun.
-Vale…
Y así.
Y así, ya no soy “Mii-kun”, ¿eh?
Si no soy amable, no soy Mii-kun.
Si no le presto atención todo el rato a Maa-chan, no soy Mii-kun.
Si soy considerado con otro, no soy Mii-kun.
Si no soy Mii-kun, no soy yo.
-Ya veo.
Miré a mi alrededor.
Una verja.
Una verja, ¿eh?
Vaya si es bajita.
Supongo que nunca se les había ocurrido considerar su altura porque nunca había habido accidentes.
Giré la cabeza y miré a Mayu.
-¡Ha sido por ti! ¡Como te axo no me ha quedado de otra!
Mentí.
Mentí. MENTÍ, MenTí, mEntí, MentÍ, mentíMENTIRAMENTIRAMESOnge USOdakeDodIelüGeUsousO. Usodakedol××eusodakedoussokaefko
usousouosososossosoborrar.
Espacio, convertir. CONVERTIR, CONVERTIR, CONVERTIR.
Yo mentí, yo mentí, YO MENTÍ. Yo mentí.
Aunque mentí.

-Idiota.
Tienes razón.
-Mentiroso.
Tienes razón.
-Muerto.

Tienes razón.

-¿Eh?
Puse un pie y una mano en la verja y me tiré. Me sujeté cogiéndome a la parte superior de la verja. Cuando levanté el otro pie, el mundo perdió la estabilidad.
Sin sujetarme con las manos, me di la vuelta.
Qué encanxxxdores.
Qué encanxxxdores.
Qué encanxxxdores.
Qué encanxxxdores.
Qué encanxxxdores.
Qué encanxxxdores los ojos de Maa-chan abiertos atónitos.
¿Qué crees qué va a pasar?
Pronto lo verás, así que no tendrás que descubrirlo, Maa-chan.
Sólo tienes que mirar.
Sólo mira y vive una vida feliz.
Rezaré por tu salud, por una vida larga para ti, y para que tu alma descanse en paz.
Nos vemos.
-Adiós.
Antes de poder decir nada, salté la verja.
El momento de mi vida con menos restricciones empezó.
Caí con la cabeza por delante.
Se me fue toda la sangre de la cabeza.
Mientras escuchaba el sonido del cielo y….

Ah. Se me ha olvidado la cuerda elástica.


Morí.



[1] Tawaba: Es el grito de muerte de Gunsou el loco en “El puño de la estrella norte”
[2] Ya estás, por favor, muerto: “omae wa mou shinde kudasai” – una broma de: “omae wa mou shindeiru”, ya estás muerto – es la frase mítica del protagonista de El puño de la estrella norte. En castellano no tiene sentido, pero tranquilos, que en japonés tampoco tiene sentido gramaticalmente hablando.
[3] En algún sitio oscuro: Es una referencia a una obra japonesa llamada Rendezvous en un sitio oscuro (暗いところで待ち合わせ).
[4] Bolsa de plástico para paraguas: En Asia los edificios que se preocupan por la limpieza, a menudo, tienen una máquina dispensadora de bolsas de plástico para los paraguas. Se mete el paraguas en un espacio y la máquina envuelve tu paraguas para evitar que vayan goteando.
[5] Técnica especial de respiración: Es una referencia a la técnica “Hamon” de La Bizarra aventura de Jojo (Jojo no Kimyou na Bouken) que es capaz de muchas cosas y entre ellas, de prevenir el envejecimiento.
[6] Jugar a piedra, papel y tijeras: Es una referencia a Sazae-san una serie de dibujos japoneses en el que, en la canción del final, el personaje principal juega a piedra, papel y tijeras con la audiencia.
[7] “…el camarero trajo unas cuantas toallas húmedas”: Para los que no sepáis o no hayáis estado nunca en Japón, allí normalmente cuando se va un restaurante o cafetería, los camareros te traen tres cosas. La carta, un vaso de agua y unas toallas para poder limpiarte las manos antes de comer.
[8] “…Y tú a mí no me disgustas, así que en vez de eso, digamos “duda”: Kengi (嫌疑) es el término japonés de “sospecha” que se compone de dos kanji que significan, “disgusto” y “duda” respectivamente.
[9] Cero: El número – zero-gou – es una palabra japonesa que se refiere a una mujer que mantiene una relación con un hombre casado y no recibe compensación económica, sino que es una relación basada sólo en el amor. Esto deriva del hecho de que a las esposas se las llama número uno ( ichi-gou) y a las amantes, número dos (ni-gou).
[10] Reloj parlanchín: Jihou – un servicio al que se accede por el teléfono que informa de la hora actual.

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