Capítulo 49: Más rutina suave

diciembre 25, 2016


-Latina, te gustan mucho los perros, ¿no?-Dijo la abuela Wenn al ver a Latina cepillar a los perros con tanta diligencia también aquel día en la cabaña de los perros de los Suna.
-¡Sí! ¡¡Son adorables!!-Latina se secó el sudor de la frente mientras respondía. No había duda ni titubeo en sus palabras.
-¿También te gustan otros animales?
-No hay muchos animales en Kroix. No hay mucha gente que tenga perro en las partes bajas de la ciudad. Me gustan los gatos. Los ratos mejor que se mueran porque el Ocelote Bailarín es un establecimiento de comida.
Eso es lo que Kenneth, su maestro, le había enseñado.
-Al parecer, estos también se han encariñado contigo, Latina…-Murmuró la abuela Wenn que estaba ensimismada en sus pensamientos, y entonces, asintió para sí.-Bueno, ¿qué te parece si mañana te llevo a un sitio que creo que te podría gustar, Latina?
-¿Un sitio que me puede gustar?
-Sí, pero no se lo digas a nadie.
-¿Ni a Dale…?
-Si ese se enterara te diría que no puedes ir.
-¿Es peligroso?
-¿Crees que yo pondría en peligro a mi adorable Latinita?
-Lo sabía, la abuelita es como Dale.-Así es como se sentía Latina al respecto.
Y al día siguiente, la abuela Wenn hizo lo que había dicho y se llevó a Latina con la comida.
Fuera de Tisroh, que estaba rodeado de montañas, seguía habiendo todavía más montañas. También había lugares donde habitaban las bestias mágicas pero a la abuela Wenn no le preocupaba, y era consciente que las veces en las que Latina se había adentrado en las montañas sola se habían incrementado. La abuela Wenn se había percatado de inmediato, pero sólo sonrió y no dijo nada.
Como Dale se marchaba de día, no se daba cuenta de semejantes acciones y la niña, jamás pensó de sus acciones como en algo “peligroso”. Él siempre había pensado que era una chica inteligente y obediente que no haría nada parecido a escalar una montaña ella sola. Al final, la única que notó lo que Latina hacía fue la madre de Dale, Magda.
-Dale.
-¿Qué?
-Es sobre Latina… Últimamente ha estado comportándose de una forma extraña, pero…-Magda inclinó la cabeza perpleja.-Aunque parece que se va a casa de la abuela a por aperitivos, al parecer se ha estado llevando carne…
-¿Carne?-Dale inclinó la cabeza, cuestionando las palabras de su madre.
Latina no era quisquillosa con la comida, pero sólo podía comer lo que su diminuta estatura le permitía. A pesar de que le encantaban las chucherías, era imposible que comiese demasiadas. Era imposible que alguien como ella se llevara comida.
-Va a Suna, ¿no? ¿No se lo estará dando a los perros?
-Bueno, verás, los perros que crían allí no aceptan otra comida que no sea de Suna.
-Ahora que lo dices…
Ambos, madre e hijo, inclinaron la cabeza perplejos tras decir esas palabras. Ninguno de los dos tenía la intención de ir a pedirle explicaciones a la abuela Wenn. Esa anciana no perdía el tiempo en encontrar cosas interesantes y de ser algo peligroso, entonces, seguramente ya se habría enterado. Todavía tenía algo de sentido común.
-Le echaré un vistazo luego…
Como Latina estudiaba o trabajaba por las mañanas, Dale supuso que si pasaba algo, sería por la tarde por lo que regresó a casa, a escondidas, a la hora de comer y empezó a vigilar desde fuera, sin entrar en la mansión.
Entre los lugares en los que jugó de niño, había muchos que eran buenos escondites. El lugar en el que se quedó, era uno de esos.
El escondite en Tisroh era un juego serio. Este juego, que te enseñan los adultos, se puede considerar el principio del entrenamiento para la caza en las montañas, además de para la defensa del pueblo.
Poco después Latina salió de la mansión.
El hecho de que la niña no parara de mirar a su alrededor con nerviosismo, siendo más cautelosa de lo necesario, significaba que estaba haciendo algo con cargo de consciencia. El bulto que cubría su chal, seguramente, era su mochila. A parte de eso, en una mano llevaba un bolsito donde seguramente estaba la carne.
Después de echarle un último vistazo a la mansión, Latina empezó a caminar a paso ligero. Dale comenzó a seguirla dejando una distancia de seguridad.
De vez en cuando, la chiquilla se paraba a mirar flores e insectos, antes de seguir sin duda alguna. Un rato más tarde, se dirigió al camino que llevaba a las montañas.
¡¿Podría ser que…?!
En ese momento, Dale empalideció, al percatarse de que era verdad que Latina iba a jugar sola en las montañas.
Dale era consciente, al haberlo experimentado, de lo increíble que era su habilidad para percibir el peligro, sin embargo, nada era seguro.
Esta vez tendré que reñirla en serio…
Pensando de esa forma, continuó persiguiéndola, porque si la llamaba para pararle, nunca sabría cuál era su meta.
Latina no se perdió a pesar de lo mucho que se adentró en las montañas. A veces, comprobaba sus alrededores escrupulosamente, antes de seguir algunas huellas de animal que eran, extraordinariamente, estrechas. Cuando Dale estudio el lugar en el que Latina había posado la mirada, fue capaz de encontrar un signo al que habían escondido ingeniosamente.
¡Esa maldita abuela!
Con esa evidencia, el nieto fue capaz de confirmar una cosa. Ese signo que, sin lugar a dudas, era nuevo, seguramente se había hecho para Latina. A esa abuela, que era más hija de la tierra que Dale, nunca le pasaría algo como perderse en las montañas.
Latina siguió adelante hacia una dirección que Dale desconocía. No estaba muy lejos del pueblo, pero esa área era sagrada. Aunque no estaba escrito, adentrarse ahí estaba prohibido. En realidad, por alguna razón, ni siquiera los animales salvajes o las bestias mágicas se acercaban ahí por lo que no era necesario buscar en ese lugar cuando salían de caza.
Se había prohibido esa área a los recolectores por ser peligroso, después de todo había suficientes lugares en la montaña de la que sacar provecho. Hasta lo niños de Tisroh siempre habían tenido ese lugar como: “un lugar al que no se puede entrar”.
Poco después, Latina se detuvo en un área ligeramente abierta. Caminaba mirando a ambos lados, como si buscase algo. También se la podía escuchar llamando a algo. Reaccionando a su voz, los matorrales se sacudieron violentamente y de abajo, apareció algo. Antes de que Dale pudiese confirmar lo qué era, Latina se lanzó sobre ello. Se había convertido en parte de la sombra de la niña, por lo que Dale no pudo descubrir de qué se trataba. Sin embargo, a juzgar por la alegría de la niña, no cabía duda de que eso era lo qué había estado buscando.
-Hoy también he traído carne. ¿Quieres?
Con un crujido, sacó el contenido de dentro de su bolsito. Agachada, miraba felizmente aquella cosa sosteniendo la carne.
-¿Está buena? Qué bien. ¿Quieres más?
Tras sacar un poco más de la bolsa, Latina empezó a acariciar aquella cosa con ansía.
-¡Qué monada! ¡Qué monada!
Si Dale hubiese estado como siempre, seguramente habría susurrado que la que era adorable era Latina, pero no estaba de humor.
-¡Latina!
Saliendo de su escondrijo llamó a Latina que, con clara mala consciencia, miró hacia atrás y dio un salto de sorpresa. Seguramente, saltó unos cuantos centímetros. Fue bastante adorable.
-No deberías darle de comer a animales salvajes. Tampoco te lo puedes llevar a Kroix, así que será mejor que no te le acerques demasiado.
-Dale…
Una Latina nerviosa se levantó, abrazando al animalito con fuerza.
-Los animales salvajes pueden tener enfermedades raras que no conocemos, así que no lo toques sin cuida---
-No.-Tosió.
Lo que interrumpió la regañina de Dale fue una voz que no había escuchado jamás.
-¿Eh…?
-Súper ultra enfadado. Enfadado.
Lo que disparaba las palabras repetidamente como si se hubiera ofendido era el animal de las manos de Latina.
Ese animal era tan grande como un perro mediano, tenía una piel suave y cola, y su cara, tal y como debéis esperar, era la de un perro. Sin embargo, era un animal que desde diversos ángulos tenía el aura de un león, y detrás, tenía alas. Sus inteligentes pupilas miraban directamente a Dale.
-¿Una bestia mística…?-Soltó sorprendido Dale, y Latina respondió con voz clara.
-Sí.

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