Capítulo 9: Parasite in love (Parásito enamorado)

marzo 29, 2017


Kousaka se despertó por un aroma a café. A través de la ventana entraba una suave luz matutina. Miró a su alrededor lentamente, todavía tumbado en la cama. Un olor a tostadas con mantequilla y bacon provenía de la cocina. Escuchó como el silbido de Sanagi se mezclaba con el de los pájaros. Era ese tipo de mañana.
Juntaron dos cajas de cartón y las usaron como mesa para desayunar. De lejos, las cajas podrían confundirse con una mesa blanca. Apenas hubo conversación alguna entre ellos. La radio sobre la mesa emitía música intermitente. Kousaka no sabía qué canción era, pero sin lugar a dudas, tenía piano. De vez en cuando, escuchaba fragmentos de alguna melodía nostálgica, pero cuando intentaba centrarse, la melodía parecía callarse y huir.
Después de desayunar, ambos se ducharon y se prepararon para salir. Todo lo que Sanagi tenía, a excepción de su pijama, era su uniforme, así que se puso eso. Kousaka sacó una camisa sin personalidad y unos pantalones cualquiera del armario e iba a ponérselos, cuando Sanagi le detuvo.
-Espera un momento.
-¿Qué?
-¿Te acuerdas que cuando nos conocimos, llevabas un traje a pesar de no tener trabajo? Quiero volver a ver eso.
-Vale, pero ¿por qué?
-Porque me gustas con traje. ¿Tienes algún problema?
Kousaka sacudió la cabeza.
-Para nada. Y ahora trabajo, así que no me siento culpable. Aunque me preocupa un poco cómo nos miraran los otros cuando te vean a ti en uniforme y a mí en traje.
-No pasa nada. Si alguien pregunta diremos que somos hermanos.
-Supongo que tienes razón.-Kousaka accedió de buena gana.
Tras vestirse, ambos se fueron de paseo. En el distrito residencial brillaba una luz tranquila apropiada para un domingo. Los cerezos estaban empezando a caer, y los pétalos rosas se apilaban en la carretera. El cielo – como para elogiar el color de los cerezos – era de un modesto azul claro y había pequeñas nubes que recordaban pedacitos de algodón flotando.
Los dos se cogían de las manos y caminaban. Fueron a una vieja librería al final del distrito comercial fuera de la estación de tren y pasaron un rato ahí. La tienda estaba abarrotada y olía a libros viejos. A Kousaka le gustó una enciclopedia rara que encontró y, después de dudar un poco, la compró. Era la “enciclopedia de las enciclopedias”, y hacía una lista de los diferentes tipos de enciclopedias que existen en el mundo.
Entonces, fueron a la panadería de la esquina de la calle a por bocadillos y anduvieron mientras comían. Los bocadillos estaban a rebosar de ingredientes así que cada vez que les daban un bocado caía algún trozo de lechuga o cebolla. Sanagi soltó una risita al ver a Kousaka limpiándose la salsa que tenía alrededor de la boca.
-Nunca me habría podido imaginar hacer esto contigo, señor Kousaka.
-Supongo. Comer mientras caminamos, o tocar libros… Si lo hubiese podido hacer estos últimos meses…-Dijo Kousaka limpiándose las migas de las manos.-Pero Izumi dice que cuando el gusano vuelva a estar sano, al parecer, volveré a tener misofobia y cuando eso ocurra, dudo que pueda mantener mi trabajo.
-Eh.-Dijo Sanagi decepcionada.-Bueno, pues será mejor que disfrutes de la suciedad mientras puedas.
Kousaka sonrió con ironía y cogió otra vez la mano de Sanagi.


*          *          *          *          *

Rebobinando un poco. Cuando Kousaka encontró a Sanagi durmiendo en s ucama la noche anterior, lo primero que se preguntó fue si era una alucinación. Si era un error; que si cuando parpadease desaparecería.  Así que mantuvo los ojos completamente abiertos. Decidió aferrarse a esa ilusión todo lo que pudiera. Poco después, se le secaron los ojos y empezó a lagrimear, por lo que tuvo que cerrarlos de mala gana. Cuando los abrió, la Sanagi de mentira seguía allí. Volvió a cerrarlos, se los frotó unos segundos, y los reabrió. Sí, Sanagi estaba allí.
-Sanagi.-Dijo en voz alta.
Cuando habló, el cuerpo de Sanagi se crispó. Al poco rato, se sentó lentamente y miró a Kousaka. Entonces, como para esconderse de él, tiró de la sábana hacia su pecho, y bajó la cabeza avergonzada.
Los sentimientos de Kousaka desaparecieron temporalmente, no estaba sorprendido ni feliz.
-No serás un fantasma, ¿no?-Preguntó.
-¿Quién sabe?-Dijo ella apartando la vista.-¿Quieres comprobarlo?
Kousaka se acercó tímidamente y estrechó la mano para tocarle la mejilla. La sensación fue cálida, tocó piel humana. Sanagi puso su mano sobre la de él para que la sintiera más. Sin lugar a dudas, era una calidez humano. Ella existía. Kousaka rodeó a Sanagi por la espalda y la abrazó. Sanagi aceptó el abrazo sin decir palabra.
-¿Por qué…?-Él estaba en un estado demasiado emocional como para juntar palabras.-¿Por qué estás aquí? ¿Tu cuerpo está bien? ¿Tus gusanos no están muertos?
-No me lo preguntes todo a la vez.-Sanagi se rio nerviosamente.-De una en una.
Kousaka se separó de ella lentamente y le preguntó:
-¿Tu cuerpo está bien?
-Mmm… Para serte sincera, todavía no estoy bien.-Dijo Sanagi.-Pero considerando la medicina que me tomé, es un milagro que haya salido bien.-Sanagi se tocó el área del estómago.-He perdido los recuerdos por el coma, así que no me acuerdo de haber intentado matarme. Pero me acuerdo de haber vomitado la medicina por voluntad propia. Estoy segura que volví en mí a tiempo. El doctor me dijo que si hubiese vomitado un poco más tarde no sabe qué habría pasado.
-O sea que es eso…-Kousaka dejó escapar un largo suspiro.-Bueno, pues la siguiente. ¿Dónde has estado y qué has estado haciendo desde que te escapaste del hospital? ¿Y para empezar, por qué decidiste escapar?
-Había una cosa que quería hacer, así que me escondí en nuestra clínica. Siempre me escondía allí cuando no quería ir a clase, es el único escondrijo que conozco.-Entonces, Sanagi se encogió de hombros.-Pero eso no es de lo que quería hablar. ¿No tienes algo más importante que preguntarme?
-¿Qué ha sido del gusano…? ¿No te has desparasitado?
-Sí, todos mis gusanos están muertos.
-Entonces, ¿por qué…?
Sanagi hizo una mueca.
-Lo qué está dentro de mí son los gusanos que estaban en tu cuerpo, sr. Kousaka.
-¿Mis gusanos?
-Aquel día, en la cabaña, te besé a la fuerza, ¿verdad?-Sanagi apartó la vista con vergüenza.-En ese momento, unos cuantos gusanos de tu cuerpo se pasaron al mío, copularon con los míos y dieron a luz a los parásitos que quedan. Eso es lo que me ha permitido seguir con vida. Tus gusanos me han salvado la vida, sr. Kousaka.
Kousaka cerró los ojos y pensó, entonces suspiró.
-Al final, supongo que tenías razón en todo, yo era quién se equivocaba.
Sanagi sacudió la cabeza.
-¿Qué le vas a hacer? No es que yo tuviera una buena base para considerar esto. En este caso, mis deseos y la realidad han decidido juntarse. Tu forma de pensar fue lo correcto, y sé que la razón por la que me rechazaste es mi propio bienestar.
-Me sobreestimas demasiado. No soy tan buena persona.
Kousaka sonrió débilmente y entonces, dijo formalmente:
-Gracias por volver. Estoy muy feliz.
-Lo mismo digo. Gracias por darme un lugar al que volver.
Sanagi bajó la cabeza un poco, y en sus labios se formó una sonrisa.


*          *          *         *         *

En la entrada del parque había un coche azul aparcado. Los pétalos de cerezo que tenía pegados al parabrisas dificultaban la visión. En el asiento del conductor había un hombre mirando por la ventana. Kousaka miró a su alrededor pero no vio ningún cerezo. Seguramente había sido el viento que los había traído hasta el parque. Después de todo, era un día ventoso. Sin embargo, vagar por ahí casi le había hecho olvidarse del viento. Tal vez fuera porque no cambiaba de dirección.
Unos minutos después de entrar al parque Mizushina, se movieron por un camino con cerezos a cada lado y se detuvieron después de andar un rato. Era un absoluto espectáculo. Los pétalos caían como la nieve. El viento los soplaba, las copas de los árboles se balanceaban arriba y abajo, haciendo que los pétalos volaran por el cielo, brillando bajo la luz del sol.
Semejante vista les abrumó a ambos. En contraste con la vertiginosa escena, el parque estaba envuelto por un silencio bizarro. El sonido del viento – como blanco, y el crujir de los árboles. Eso era todo lo que se escuchaba. Los visitantes que habían ido a ver los cerezos estaban esparcidos, así que no había manteles tocándose con otros. Había un parque todavía más grande cerca, así que seguramente todo el mundo se había ido allí.
Kousaka recordó como cuando se conocieron por primera vez, este parque estaba cubierto de nieve. Sanagi estaba al lado del lago, dándole de comer a los cisnes. Por aquel entonces, tenía el cabello de color plata, llevaba una minifalda y fumaba. De alguna forma, parecía algo muy distante, no obstante, sólo había pasado medio año.

Cuando se cansaron de caminar, se sentaron en una colina. Acurrucados bajo la sombra de un árbol, admiraron la tormenta de pétalos de cerezo y escucharon el viento. En la parte baja de la colina había un lago. El agua estaba cubierta de pétalos blancos, como si se hubieran congelado. Entonces, Kousaka notó a un único cisne nadando por el lago. Miró y remiró, pero no era un pato, sino un cisne. ¿Tal vez se había quedado atrás de su manada? Pero el cisne no mostraba ningún signo de soledad, simplemente nadaba con elegancia entre las flores.
Esa escena irreal le recordó a un niño intentando construir una casa en el orden equivocado. Como algo de un sueño inconsistente.
-Hey, sr. Kousaka.-Dijo Sanagi todavía con la cabeza apoyada sobre su hombro.-Desde que te conocí aquí, supe que acabaríamos así.
-¿Ah, sí?
-Sí… ¿Te acuerdas la primera vez que me hablaste?
-Sí, la recuerdo muy bien.-Kousaka entrecerró los ojos, como si agudizase los sentidos.-Pensé que eras una chica muy antisocial.
-No podía evitarlo. Soy tímida.-Sanagi puso mala cara, entonces inclinó la cabeza y alzo la vista.-Nos conocimos bajo este muérdago.
-¿Muérdago?
Kousaka alzó la vista y vio una planta claramente extranjera al final de las ramas de un cerezo. Cuando lo había visto en invierno, era tan lamentable que no pudo distinguirlo del nido de pájaros, pero ahora el muérdago había crecido bien verde.
-La gente que se encuentra bajo el muérdago en Navidad tiene que besarse. ¿Lo sabías?
Kousaka sacudió la cabeza. Supuso que era una costumbre occidental.
-Y he decidido darle mi primer beso a alguien que me guste. Así que era inevitable que me gustaras tú, sr. Kousaka.
-Vaya lógica.-Kousaka sonrió amargamente.
-Yo tampoco sé lo que estoy diciendo.-Sanagi rio y sus hombros se sacudieron.-En cualquier caso, nuestro amor lo apoya el mundo parasitario y una planta parasitaria. Todas estas cosas parasitarias están metidas en nuestra vida. Creo que eso es lo que intento decir.
-Ya lo pillo.
-Caray, si no podemos ni enamorarnos sin parásitos, a ver quién será al final el parásito de verdad.-Sanagi volvió a reír.
Entonces, se quedaron en silencio un rato. Ambos pensaron en las casualidades tan felices que les habían dado los parásitos. Kousaka acabó rompiendo el silencio.
-Has dicho que la gente se tiene que besar bajo el muérdago.
-Sí, pero sólo en Navidad.
-Mira.-Kousaka extendió el dedo índice y miró arriba.-Hay un cisne, hay una tormenta de nieve y hay un lago congelado delante.
-Tienes razón.-Sanagi rio.-No puedo discutirte eso.
Sanagi miró a Kousaka y cerró los ojos lentamente. Kousaka dejó un fuerte beso en los labios de ella.

Sanagi se quedó dormida en el regazo de Kousaka. Debía estar cansada. Tal vez el gusano todavía estaba recuperándose y no podía procesar del todo la angustia que sentía. Kousaka pasó el dedo por su suave cabello. El pendiente que tenía escondido en la oreja brilló. Al parecer incluso después de teñirse iba a seguir llevando pendientes.
Pensando en ello era la primera vez que la veía con un atuendo primaveral. No lo había podido ver cuando llevaba ropa de invierno, pero ahora, fijándose, vio que había marcas de haber intentado algo más que las pastillas de dormir. Algunas marcas parecían más recientes que otras y cada una de ellas entristecía a Kousaka.
Espero que no tenga pesadillas,rezó Kousaka.
Los pétalos de cerezo siguieron cayendo en el parque. Los pétalos se fueron amontonando sobre ellos mientras seguían sentados. Poco después, el sol salió de entre los árboles. Con cuidado de no despertar a Sanagi, Kousaka se tumbó y cerró los ojos; cogió ese aire primaveral llenó del aroma a hierba y cerezos.
No podré experimentar la naturaleza mucho tiempo. Dentro de poco, mi misofobia resurgirá y me volveré a encerrar en mi piso. Eso me deprime un poco, pero cuando pienso en este sentimiento tan tierno que tengo con Sanagi, no consigo odiar al parásito enamorado.  Al final, no está claro si me hubiese enamorado sin el gusano, pero llegados a este punto, no creo que sea la gran cosa. Porque estos gusanos son una parte indispensable de nuestros cuerpos. No hay nada en lo que pensar sin ellos. Por primera vez puedo decir que yo soy “yo” incluido el gusano. La gente no se enamora con la cabeza. Se enamora con los ojos, con las orejas, con la punta de los dedos. Por lo que no hay nada raro de haber querido con el gusano. Nadie se puede quejar de eso.

*          *          *         *         *

Los dos se marcharon del parque Mizushina cuando el cielo empezaba a volverse gris. Compraron comida en el supermercado, volvieron al piso y Kousaka les preparó una cena básica. Cuando acabaron su tardía cena y su café de después de comer ya eran las cuatro de la tarde.
Como estaban sudando, se tomaron una ducha, uno después del otro. Se cambiaro de ropa, se sentaron juntos en la cama y miraron la enciclopedia que habían comprado en la librería. La radio emitía las noticias, pero como el volumen estaba tan bajo, no se escuchaba nada.
Una luz pálida se colaba de entre las cortinas. Las luces no estaban encendidas así que la habitación estaba oscura como en las profundidades del bosque. Si te parabas a escuchar, se oía a unos niños jugar a lo lejos.
Después de hojear la enciclopedia y cerrarla, Sanagi habló.
-Sentía que me faltaba algo, pero ahora sé qué era.
-¿Qué quieres decir?
-No huele a desinfectante.
Kousaka parpadeó.
-Oh, supongo. Últimamente no he estado limpiando tanto.
-Para mí ese era el aroma que definía tu habitación.
-¿Adoras el olor a desinfectante?
Sanagi asintió así que Kousaka sacó un espray desinfectante de una caja de cartón, y como había hecho hasta hacía unos meses atrás, desinfectó el cuarto entero. Sanagi se sentó en la cama y disfrutó del resultado como si hubiese alguien colgando las decoraciones de Navidad.
Poco después, la habitación estaba llena de un fuerte aroma a etanol y Sanagi se tumbó en la cama satisfecha.
-Sí, es tu habitación.
-Ahora que lo vuelvo a oler, es un olor horrible.
-¿Sí? Me gusta, es como la enfermería.
-Creo que la mayoría de la gente diría que lo odia porque huele a hospital.
-Pero a me gusta.
Sanagi se puso el cojín bajo la barbilla, cerró los ojos y suspiró.
-Creo que podría quedarme dormida así.
-Hey, ¿no te acabas de echar una siesta?
-Sí, pero creo que estoy agotada.
En menos de cinco minutos, se quedó dormida. Kousaka le puso la sábana encima y después de dudar un poco, se metió a su lado. Y la observó dormir, sin cansarse. A esa distancia podía identificar cada una de sus pestañas. Tenía el fugaz aspecto de no haber estado nerviosa en toda su vida. Aquella tarde, dormida, parecía raramente frágil y fácil de dañar.
En cuanto me levante llamaré al trabajo para cancelar mi mudanza, pensó Kousaka, desharé las cajas y con Sanagi, esta habitación volverá a ser lo que era. Me quedaré en este pueblo y viviré con ella.
Kousaka cerró los ojos lentamente mientras el anuncio de que habían llegado las cinco resonaba por el pueblo.

*          *          *         *         *

Cuando Sanagi se despertó, el rostro de Kousaka estaba delante de ella. Ella dio un salto por reflejo de la sorpresa, pero con el tiempo asumió la situación, cogió aire una o dos veces y se volvió a tumbar. Su pulso no se calmó durante un rato.
El sol se había puesto casi del todo. Ya no escuchaba a los niños. Un viento cálido entró por la ventana, revolviendo las cortinas. El viento mezclado con el aroma a desinfectante, por un breve instante, pareció algo muy nostálgico. Se preguntó por qué durante un rato, pero antes de poder identificar el aroma en concreto, se le olvidó el olor.
-Oh, bueno.-Murmuró Sanagi.-Saberlo no me va a servir de nada.
Entonces extendió suavemente la mano y puso sus dedos entre los de Kousaka.
Siempre recordaré esta sensación, pensó Sanagi.
Teniendo en cuanta el tiempo que le quedaba, eso no iba a ser muy difícil.

Sanagi empezó a pensar mirando el anochecer.
La persona que amo ha salvado mi vida con un beso. ¡Qué bonito sería si fuera verdad…!
Cuando nos besamos, unos cuantos gusanos de Kousaka se movieron a mi cuerpo, y se reprodujeron con los míos. De eso no cabe duda. Pero los gusanos recién nacidos resultaron no ser los mismos. Los parásitos resistentes sólo nacieron dentro de Kousaka. Tal vez los guanos de su cuerpo no eran resistentes a la medicina desde un principio. Cuando los genes de mis gusanos y los suyos se mezclaron nació una variación resistente a la medicina y esa variación ha salvado su vida. Pero ese milagro no ha ocurrido en mi cuerpo. Los gusanos de mi cuerpo no eran resistentes y estaban indefensos así que la medicina los eliminó a todos. Y por eso, he perdido el órgano que procesaba mi angustia.
Ahora, soy como una cáscara. Estoy medio muerta. Como un pollo que corre sin la cabeza. Tengo dos los dos pies en el otro lado y simplemente espero a hundirme.
Si he sobrevivido tanto tiempo ha sido por mi terquedad en ver a Kousaka una última vez. Y ahora que he cumplido mi deseo, seguramente no me queda mucho. No seré capaz de resistir las ganas de morirme en mi punto más feliz y eso acabará con mi vida.
Si consiguiera que Kousaka compartiese unos cuantos gusanos de los suyos, cabe la posibilidad de que me recuperase, pero por desgracia, no tengo la voluntad para hacerlo. Ya he escrito mi nota.
Voy a acabar con esto.

Siempre ha sido así. Tenía miedo de vivir, no podía soportarlo. Si no cogía algo, temía no poder conseguirlo el resto de mi vida. Si cogía algo, temía perderlo algún día.
Lo que más miedo daba era que jamás iba a amar a nadie y que nadie me iba a amar jamás. Si iba a vivir así, creía que lo mejor era morir cuánto antes. Pero ahora que he aprendido lo que es el amor, lo que más temo es perderlo. Si tengo que continuar con este miedo, lo mejor será morir cuanto antes.
Una tendencia por la muerte. Un programa de autodestrucción. Al final, sin embargo, las cosas caen y mi destino es el mismo. La felicidad y la infelicidad son dos caras de la misma moneda, y sobre todo para una cobarde como yo, significan lo mismo. Todo es un buen argumento para rendirme a la muerte. Esa es la persona que soy.
Así que al menos quiero acabar con todo mientras la moneda está boca arriba. No gano nada muriendo en un buen momento. Ya estoy harta de estar ponerme triste y feliz. Así que estoy segura que acabaré con mi vida dentro de poco. Entonces, las cortinas caerán en la historia de mi vida para no volver a ser escrita nunca más. No hay mejor momento para parar que cuando estás en el punto más alto.
Sanagi recordó el día en que se conocieron. El día en que él dejó que le tocase por primera vez. El día en que se besaron por primera vez. El día en que él dejó que le abrazase.
Dejar a Kousaka es de lo único de lo que me arrepiento. Me siento mal por él. Lo que estoy a punto de hacer será traicionarle. Ni siquiera voy a pedir que me perdone. Si me odia por eso, supongo que tendré que aceptar su enfado. Es mi regalo natural.
…Pero si puedo, quiero que Kousaka piense esto: los dos podríamos haber muerto antes de conocernos. Podríamos habernos quitado la vida guiados por nuestras almas enfermas. Gracias al poder del gusano, que temporalmente lo retrasó, tuvimos la oportunidad de enamorarnos, y hasta uno de nosotros va a sobrevivir.
Si se lo puede tomar de esta forma, entonces, aunque no sea el mejor resultado, no será tampoco el peor.
Si no fuera por el gusano, no nos habríamos conocido. Y no todo es triste. Porque mi muerte para demostrar una cosa: la muerte de un huésped ocurre cuando ya no tiene al gusano.
El amor que forma el gusano, como si fuera cupido, desaparece cuando uno de los huéspedes pierde al parásito pero como antes de morir  estoy pensando en Kousaka y él está pensando en mí, significa que nuestro amor hubiera podido existir incluso sin la presencia de los gusanos.
Pudimos amarnos sin depender de los gusanos. Y eso es algo que no podría haberse demostrado jamás si yo no hubiera perdido los míos.

*          *          *         *         *

Sanagi soltó la mano de Kousaka y le acarició la mejilla con suavidad. Unos segundos más tarde, él abrió los ojos lentamente.
-Lo siento, ¿te he despertado?
-No.-Kousaka sacudió la cabeza y entonces, al notar algo, abrió los ojos como platos.-Sanagi, ¿estabas llorando…?
Ella sólo se percató de ello después de que él lo mencionase y se apresuró a secarse con la palma, pero sus lágrimas no dejaban de caer, no parecía que fueran a parar.
-Qué raro.-Sanagi se obligó a sonreír ahogándose un poco.-No pretendía llorar…
-¿Estás triste?
-No, no es eso. De hecho, no puedo evitar estar feliz.
-Eh. Qué alivio.-Kousaka entrecerró los ojos.-Entonces deben ser el buen tipo de lágrimas.
Siempre consuela de una forma rara,pensó Sanagi y rio.
-Hey… Sr. Kousaka. ¿Te digo algo chulo?
-¿Chulo?-Los ojos de Kousaka se abrieron un poco.
-Sí, chulo.-Sanagi asintió. Entonces, mostró una sonrisa especial.-Mmm. Te amo, señor Kousaka.
-Sí, lo sé.
-No así, te amo de verdad.
-Mmm.-Kousaka pensó en ello y suspiró.-No lo acabo de entender, pero estoy feliz.
-¿Sí?
Los dos se rieron juntos. Sanagi pensó que dentro de poco Kousaka se daría cuenta de qué quería decir con eso. Aunque para entonces, sería demasiado tarde. De repente, notó que sus lágrimas estaban manchando el cojín y que su apariencia era la misma de alguien que ha hecho algo malo.
-Perdona. A este ritmo voy a ensuciar el cojín.
Sanagi estaba a punto de levantarse, pero el brazo de Kousaka la detuvo.
-Bueno, podemos hacer esto y ya está.
Así, Kousaka abrazó a Sanagi contra su pecho. Su camiseta absorbió las lágrimas de Sanagi.
-Puedes llorar todo lo que quieras. Creo que ya has llorado sola lo suficiente.
-Sí… Eso haré.
Sanagi continuó llorando en sus brazos. Por todo lo que había ocurrido, y por todo lo que iba a ocurrir.

Con el tiempo, Sanagi dejó de llorar y se quedó dormida en los brazos de Kousaka.
Era un sueño increíblemente profundo. Era la primera vez en su vida que dormía tan tranquilamente. En su sueño, era un cisne. Un cisne que nadaba solo en un lago donde la luz primaveral relucía. Su ala estaba herida, así que el resto la habían dejado atrás. “¿Y ahora qué voy a hacer?”, el cisne no podía evitar sentirse intranquilo. Sentía amargura por los que la habían dejado atrás y, al mismo tiempo, les añoraba y maldecía el descuido que había hecho que se hiriera el ala.
Pero conforme nadaba y los pétalos de cerezo caían, las cosas dejaron de importar.
Bueno, al final, tengo esta hermosa vista para mí sola, pensó el cisne.


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