Ahora la pálida mañana canta sobre cosas olvidadas.

Toca una melodía para aquellos que desean pasar por alto

el hecho de que les han engañado ciegamente

por aquellos que predican y rezan y enseñan

pero llega y la noche estalla a carcajadas.

Pero no vengas y digas que no te advertí

sobre cómo tu mundo puede alterarse

y, oh, cómo sigues intentando gobernarlo

cada vez que cambia de un modo a otro.

Y soy un maldito cobarde, pero tú también lo eres.

Y el rugido del león, el rugido del león

me hace eludir y gritar por ti

y nunca supe realmente qué hacer.

Bueno, supongo que a veces desearía que fueras un poco más predecible

que pudiese leerte como si fueras un libro.

Por ahora, sólo puedo suponer qué pasará después

examinando tu sonrisa tímida

y por como las viejas, viejas alas soplan en tu espalda.

Y soy un maldito estúpido, pero tú también lo eres.

Y el rugido del león, el rugido del león

me hace buscarte e indagarte

y nunca supe realmente qué hacer.

A veces desearía poder encontar mi colina de romero.

Me sentaría ahí y miraría los lagos desiertos y cantaría.

Y de vez en cuando cantaría una canción para ti

que se elevaría por encima de las montañas y las estrellas y el mar.

Y si quisiera eso te llevaría de vuelta a mí.

Y el rugido del león, el rugido del león

es algo que ya he escuchado antes.

Un cuento de niños, el solitario lloriqueo del rugido del león.