Capítulo 11

septiembre 25, 2017

El hombre, vestido con un traje y zapatos de cuero, entra en la habitación con una cadena entre las manos tan grande como mi pie.
Lleva el cabello peinado hacia atrás, con unos cuantos mechones al lado de la oreja. Un par de gafas doradas descansan en su atractiva nariz dando una sensación de astucia. La sonrisa de sus labios no llega a su mirada.
–No…–Sacudo la cabeza mientras doy unos pasos para atrás.
Él es como si no me escuchase, porque continúa avanzando sin prisa alguna. Me levanto y varios espasmos de dolor me recorren la palma de la mano por usar el cuchillo sin parar. La resistencia de mi corazón se vuelve más y más turbulenta a la par que mi enfado. Me apoyo en la mesa de mi lado, con los dedos en la equina mientras espero a que se acerque.
El hombre se arrodilla ante mí, cuando desata la cadena – que ya está rota –, me aseguro de que es el momento adecuado y uso esa oportunidad para levantar el pie y patear su hombro. Mi plan original era tirarle al suelo, pero por desgracia, había olvidado que esta gente no era normal.
El hombre se desequilibra un poco, pero con sólo dar un paso atrás vuelve a su firmeza usual y me agarra el tobillo a la velocidad de la luz. El hombre alza la cabeza, un par de ojos de fénix me observan directamente. Su otra mano empuja las gafas de su nariz.
–Vaya, vaya. Tal y como ha dicho el joven amo. No eres nada obediente.
¡Joven amo, joven amo! Esas palabras están en la boca de todo el mundo. Si no me suelta, Ye CanSheng es carne muerta.
–¡Suéltame!
Quiero retirar el pie, pero me lo sujeta con tanta fuerza que me es imposible. Bajo la mirada y veo su sonrisa. Mira hacia arriba, pero no mi rostro, sino la parte baja de mi cuerpo que cubre la camiseta.
La ira se apodera de mi pecha, me debato para liberarme de su supresión. Me revuelvo y cierro la mano en puño. Me suelta, se inclina, se levanta y vuelve a cogerme. Sus movimientos son tan sutiles como el agua, sin duda ni frenesí.
Me agarra la mano que disparo hacia él y deja caer la cadena al suelo. Con una sola mano erradica mi capacidad de moverme y con la otra presiona mi cadera con un gesto extraño.
Instantáneamente, un dolor eléctrico recorre todo mi cuerpo, célula a célula. Empiezo a sudar frío, ese tipo de dolor afilado es inolvidable. Mis caderas se debilitan y caigo al suelo paralizado.
No veo nada, todo está negro. El dolor parece durar una eternidad. Alguien me levanta mientras yo sigo temblando por el dolor.
–Mira las cicatrices de tu cuerpo. Te iría mejor si hicieras caso al joven amo.
Me aferro a su traje, aprieto los dientes negándome a emitir ningún sonido de dolor. Al fin, sofoco mi instinto de chillar, le tiro del cuello de la camisa y le contesto:
–¿Por qué no te pones en mi lugar a ver si tú serías tan obediente? ¿Eh?
La mano que me rodea la cadera vuelve a moverse, tengo una convulsión y, otra vez, me dejo caer en sus brazos.
–Maldito seas…
Me deposita en la cama, su dedo aprieta alguna parte de mi cadera y el dolor amaina. Sin embargo, no me quedan fuerzas para levantarme, y mucho menos, para darle un puñetazo en la cara.
Se queda de pie al final de la cama.
–Esto es una advertencia. El juguete que romperán vas a ser tú como sigas así.
Dicho esto, se dirige a la salida, pero cuando llega a la puerta, se detiene de repente, gira la cabeza y añade:
–No te molestes en cortar la cadena. Las que me quedan son lo suficientemente grandes como para que te pases tres días y tres noches cortando. Y, todo el ruido que haces cuando las cortas no me dejará dormir aquí afuera.
–¡Piérdete! – Le maldigo.
El hombre sale con elegancia seguido del ruido de la puerta el cerrarse.
Cuando me enfado no puedo controlarme, y no hay nada que pueda hacer. Me siento en la cama, todavía quedan restos del dolor que acabo de sentir, con sólo pensar en ello tiemblo. Es un dolor que la gente normal no sería capaz de soportar. El dolor se cala hasta los huesos, duele tanto que harías cualquier cosa por que parase.
Esa persona tiene que ser más de lo que aparenta. A juzgar por la personalidad de Ye CanSheng, nadie debería poder verme y, sin embargo, le ha dado las llaves de la casa a ese tío, y le ha permitido tocarme.
Este hombre no es un cualquiera.
Que me controlen me incomoda muchísimo. Pago mi enfado con la cadena, pero por desgracia, sólo consigo arañarme.
Todo lo que puedo hacer es esperar a que Ye CanSheng vuelva. Debería hablar con él en serio, ¿pero ¿qué se supone que voy a hacer, conociéndole?
No he pedido la baja en la escuela, tampoco sé cuánto tiempo va a durar esta situación. Si me voy y aparezco en la escuela, ¿qué voy a decir si me preguntan dónde he estado estos últimos días?
Nadie puede salvarme.

En realidad, ni siquiera tendría que esperar mucho, porque Ye CanSheng volvería al día siguiente. 

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