Capítulo 58

diciembre 07, 2017

Sun Ze Yu no demostró ni pizca de incomodidad ni disgusto, sonrió y dijo:
–Por fuera se les parece, pero se asusta demasiado fácilmente. Cuesta creer que sea la hija de Feng Long, el infame de las muertes dobles.
La expresión de Qi Xiu Yuan empeoró.
–Lo siento, ministro Sun. No me gusta recordar el pasado con gente ajena.
Cerró los ojos y se apoyó contra el cabezal de la cama. Exhausto y abatido, no volvió a prestarle atención a Sun Ze Yu.
Sun Ze Yu, por su parte, mantuvo el silencio antes de proseguir:
–Tú eres profesor y ella tiene esa personalidad… No quisieron que tuvierais el más mínimo roce con la mafia. – Hizo una pausa, entonces, preguntó. – ¿No me digas que te niegas a aguantar la ruina y quieres ir por el mismo camino que tus padres?
Qi Xiu Yuan juntó las cejas y respondió con frialdad.
–Ministro Sun, quédate tranquilo. Prefiero ser cualquier cosa a un criminal. No hace falta mencionar nada más. Lo más horrible es ignorar que la persona a la que creías más cercana a ti te traicione. Me tomó lo que le ocurrió a mis padres como una lección: con una vez, basta.
Sun Ze Yu entendió el significado que escondían sus palabras, pero a diferencia de lo que esperaba Qi Xiu Yuan, se limitó a reír y preguntó:
–¿Por qué te has involucrado con Han Jia y Xiao Li? No son buena gente.
Qi Xiu Yuan le miró con frialdad. Entonces, haciendo una pausa en cada una de sus palabras, le dijo:
–Perdone, ¿qué le importa?
El semblante de Qi Xiu Yuan era fino y educado, sin una pizca de intimidación. Sus ojos brillaban con cierta chispa de prestigio.
La sonrisa de Sun Ze Yu cambió radicalmente. Entonces, como si no tuviese las agallas de mirarle a los ojos, apartó la vista, se levantó y se alejó dos pasos antes de volver a girarse para hablarle.
–Qi Xiu Yuan, sea lo que sea que pasase, tus padres y yo somos viejos amigos. ¿Por qué nuestra relación tiene que ser tan tensa? Lo único que hago es preocuparme por ti e intentar cumplir tus deseos con mi influencia y poder. Es mi deber como anciano. No hace falta que me amenaces con el pasado.
–¿Por qué te preocuparías por mí si no fuera por el pasado? – Qi Xiu Yuan le miró con sarcasmo. – Ministro Sun, ¿te preocupas por mí o por las cartas que tengo entre manos?
Sun Ze Yu sonrió.
–Es raro que me entiendas. Claro que me preocupo por ti. Mientras guardes a buen recaudo las cartas, no me tengo que preocupar de nada.
Qi Xiu Yuan era plenamente consciente de la naturaleza escrupulosa de aquel hombre y de los años que había pasado mezclándose con los buenos ciudadanos y la mafia. Jamás se habría imaginado que le amenazaría bajo ninguna circunstancia, y sin embargo, en esos momentos su presencia le derrotaba.
En realidad, no quería volver a ponerse en contacto con él, mucho se temía que sus ganancias no compensarían las pérdidas. Pero al parecer, le había transferido a un ala especial y no podía evitar hablarle.
Ignorando el truco que pudiese tener bajo la manga, Qi Xiu Yuan se quedó callado, se miró el reloj de pulsera y dijo:
–Mi hermana debe estar a punto de volver.  Ministro Sun, deberías irte, si ve al pervertido de ayer, se disgustará y volverá a enfermar.
Sun Ze Yu se acercó y se sentó con una gran sonrisa.
–No hace falta que te preocupes por eso. No me vio. Además, – hizo una pausa a propósito. – mi subordinada ha ido a distraerla, así que tenemos todo el tiempo del mundo para conversar.
Qi Xiu Yuan juntó las cejas.
–¿Cómo te-…?
–No te preocupes, no me atrevería a hacerle nada. – Sun Ze Yu se rió. – Todos mis lacayos no son policías de aspecto feroz y duro, a veces también son chicas amigables y de buena fe.
Qi Xiu Yuan suspiró aliviado.
–¿De qué quieres hablar?
–De muchas cosas. – Sun Ze Yun sacó la barbilla y, con los ojos puestos en él, continuó. – Al principio, pensaba que te habían encaprichado de Han Jia, el líder de Jin Ting, y que por eso no te lo habías pensado dos veces en amenazarme para salvarle. Pero ahora, creo que las cosas no son tan simples… – Qi Xiu Yuan frunció el ceño, pero guardó silencio. El ministro estudió su rostro y dijo. – Ayer, me llegó una información bastante inesperada. Xiao Li ha dado una recompensa excepcionalmente alta para contratar a un guardaespaldas para ti.
Qi Xiu Yuan empalideció, tal y como cabía esperar, y se dio la vuelta para mirarle. Poco después, dijo con frialdad:
–No me equivocaba. Las noticias te llegan muy rápido.
Sun Ze Yu rió.
–Sé que te habían traído al hospital e investigué y, lo más raro de todo, es que el número que llamó para pedir la ambulancia era del confidente de Li Shi Qing. – Contuvo la sonrisa. – Hay una cosa que no entiendo del todo. Tu relación con el grupo de Li Shi Qing es muy cercana y secreta. Has salvado a Han Jia y a Xiao Li, y cuando te haces daño, uno de los de su grupo llama. Tienes que admitir que parece que estés conspirando con ellos.
Qi Xiu Yuan se sorprendió y pensó en lo ridículo que era todo aquello, pero Sun Ze Yu no le dedicó ni un vistazo, sólo rió y continuó charlando.
–Lo que no entiendo es que está claro que Xiao Li ha contratado un guardaespaldas para ti a espaldas de la mafia. Y pensando en que querías sacarlo del grupo… – Miró a Qi Xiu Yuan. – No salvaste a Xiao Li por Han Jia, sino que fue Xiao Li quien te dio las ganas de salvarle. Esta vez estoy seguro. – Qi Xiu Yuan le miró con cautela, callado. – Es más fácil explicarlo todo desde esta perspectiva. Sacaste las cartas que habías estado escondiendo diez años por su bien. Mucho me temo que vuestra relación no es normal. – Sun Ze Yu le echó un vistazo al brazo de Qi Xiu Yuan. – Li Shi Qing debe haber sido quien te ha herido de esta manera. ¿Cómo le has provocado? – Reflexionó sobre ello unos minutos. – ¿Te has comido la zorra a la que le tenía hincado el ojo?
Qi Xiu Yuan le miró.
–A ti no te importa. Di tu propósito y ya.
Sun Ze Yu murmuró para sí un instante y, entonces, dijo lentamente:
–¿Lo quieres?
Esas palabras removieron la expresión de Qi Xiu Yuan.
–Te puedo ayudar. – Añadió Sun Ze Yu sin sorprenderse de su reacción.
Qi Xiu Yuan le miró y le preguntó inexpresivamente:
–¿Qué quieres que haga?
Sun Ze Yu continuó manteniendo una expresión amable.
–¿Por qué me tienes como a un desconocido? ¿Eh? Esta vez quiero ayudarte. Si tienes paciencia, no te pones en contacto con Xiao Li y te recuperas, en un mes te lo meteré en la cama. – Miró el ceño fruncido de Qi Xiu Yuan y se corrigió. – …Te lo pondré al lado.
Qi Xiu Yuan buscó la clave de su frase.
–¿No ponerme en contacto?
Esta vez le tocó a Sun Ze Yu guardar silencio. Le brillaron los ojos como si esperase que lo comprendiese por sí mismo. Pero Qi Xiu Yuan no le entendió.
–¿Qué quieres decir con eso?
Sun Ze Yu suspiró.
–Lo hago por tu bien. – Titubeó un poco antes de proseguir. – El grupo de Li Shi Qing siempre ha tenido un problema enorme. Ahora que han derrotado a Luo Dong, no hay más contrincantes formidables y sus asuntos saldrán a la luz. Han Jia ha podido escapar de todo esto, pero Xiao Li no y, lo que es peor, podría verse terriblemente afectado por todo esto. – Levantó los ojos y miró la luz del sol que se colaba por la ventana antes de añadir. – Se ve que habrá un gran cambio en la ciudad dentro de poco.
–¿Y qué papel tienes tú en todo esto? –La expresión de Qi Xiu Yuan se tornó severa.
Sun Ze Yu le miró.
–No hace falta que lo sepas. Todo lo que tienes que saber es que lo que Xiao Li quiere hacer esta vez es demasiado complicado y difícil para que tú lo entiendas. Lo mejor será que una persona como tú, que nunca se ha metido en el mundillo de la mafia, se mantenga alejado y no le dé problemas.
El semblante de Qi Xiu Yuan empalideció y se mofó con amargura.
–Ministro Sun, ya lo pillo. No temes que yo sea una molestia para él, sino que haga algo impredecible por él. ¿Has pensado en algo para que haga? ¿Él tiene que hacerlo? ¿O le has obligado a-…?
Sun Ze Yu estalló en carcajadas de repente y le miró.
–Eres su hijo, sí. Eres inesperadamente más listo de lo que deberías. – Se irguió y recuperó la compostura. – Es por tu bien. Todo es un caos. Si te metes, sólo darás más problemas, y al final, no conseguirás lo que deseas. Si esperas tranquilamente, te garantizo que Xiao Li no morirá.
–¿Morir? – Qi XIu Yuan se puso todavía más blanco. – ¿Qué puede ser tan serio? No lo dejes a medias. Cuéntamelo bien, aclárate. Sino, sino…
–¿sino, qué? – Qi Xiu Yuan le miró con una expresión rara. – ¿Sino irás a buscarle? Si lo hace por tu bien, mucho me temo que no le harás ningún bien a vuestra relación, y si no lo hace por ti, ¿podrás estar con él pase lo que pase?  – Ralentizó su tono y le dio una palmadita en el hombro. – Si Xiao Li muere, puedes publicar esas cartas. Si te doy esta garantía, me creerás, ¿no?
Qi Xiu Yuan no dijo nada. El desenlace al que había llegado por cooperar con esta persona había terminado siendo la situación actual y, por eso, no podía confiar en él.
¿Por qué le preocupa tanto que me ponga en contacto con Xiao Li? – se preguntaba.
–Piénsalo. Todavía no es tarde para que te decidas. – Sun Ze Yu habló entre sonrisas. – Comprendo tu hostilidad hacia mí por este asunto, y te aseguro que tengo tu beneficio en la cabeza.  Además, si me quedase mirando cómo te hundes en el barro, mucho me temo que no podría ir a verlos ni en cien años… – Sun Ze Yu soltó una exclamación al escuchar un ruido. – Ya están aquí.
–Perdona por las molestias. – La voz de Susu entró en la habitación. – Quería guiarte, pero al final has sido tú la que me has traído a mí…
–¿Y qué? – Una voz femenina y tierna le respondió. – Hablar contigo me ha hecho muy feliz.
Susu tenía un almuerzo entre las manos y la acompañaba una mujer de pelo largo y elegante. Al ver a Sun Ze Yu tras abrir la puerta, titubeó.
–¿Oh? ¿Tienes un invitado?
–Soy un compañero de trabajo. – Repuso Sun Ze Yu con una sonrisa reluciente. – Ya me iba.
–Ah, quédese un poco más, por favor. – Insistió Susu, pero Sun Ze Yu se limitó a mirarla, asintió, intercambió una mirada con la mujer que había a su lado y, entonces, se marchó.
Cuando él se fue, Susu le entregó el almuerzo a Qi Xiu Yuan sonriendo.
–Ella me ha acompañado.
La mujer llevaba gafas rosas, vestía un traje de funcionaria y ya llevaba mirando de arriba a abajo a Qi Xiu Yuan un buen rato. Le tendió la mano y sus uñas rosas relucieron bajo la luz.

–Hola, señor Qi. Soy Zhang Juan Juan. 

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