Capítulo 3

enero 19, 2018

Si saltabas la verja del lado oeste de la escuela Núm. 1, pasabas un callejón y la Alianza de las Mujeres[1]llegabas a la carretera Xinmin que habían ampliado muchas veces a lo largo de sus veinte años. Cortaban los álamos y colocaban la vegetación en una línea estrecha en el medio. La Alianza de Mujeres también la traspasaron y el edificio se vendió a los japoneses para construir un centro comercial. Ese edificio se llenó de marcas extranjeras nuevas – Prada, Louis Vuitton, Marc Jacobs – de las que Xu Ping no podría haberse permitido ni una pierna de pantalón con su sueldo de editor. Sin embargo, la carretera Xinmin de 1983 era otra calle de la ciudad donde los álamos se alzaban contra el azul claro del cielo. Raramente se veía un coche y las bicicletas constituían casi todo el tráfico, algo evidente por la cantidad de timbres. La calle estaba llena de unos cuantos restaurantes, tiendas dirigidas por el estado[2] y muchos comerciantes y paraditas. Allí se podía encontrar de todo, desde polos hasta huevos de té[3]y modistas cosiendo en una mesa plegable o una tienda a modo de librería de comics.
Xu Ping, de doce años, esprintó desde casa tan deprisa que su bufanda roja[4]revoloteó sobre su hombro. Empujó a la multitud hasta llegar a delante del todo, pero, antes de que pudiese preguntar si había llegado Los héroes de Sui y Tang, un gritó le detuvo.
–¡Hey, ¿a qué viene tanto alboroto?!
Se dio la vuelta para encontrarse a un chico oscuro y rechoncho a su lado. No era otro que su compañero de clase He Zhi.
–¡Hey Da[5]Zhi! ¿Tú también estás aquí?
–¡Xu Ping!
Los dos cedieron su sitio de delante y retrocedieron mientras que el brazo de He Zhi le rodeaba el cuello.
–¿Qué estás haciendo aquí? ¡Siempre sales corriendo en cuanto suena la campana!
–¡Ni me lo recuerdes! No debería estar aquí, tengo que volver dentro de poco. – He Zhi le estudió con la mirada mientras hablaba, pero Xu Ping no lo notó y continuó. – ¿El quinto ha salido ya?
El chico más grandote meció un libro en el aire.
–Lo acabo de pillar. – Y añadió. – Es el último.
–¡No puede ser! – Jadeó Xu Ping. – ¡Mentira! – Dicho esto, volvió a adentrarse en la multitud para regresar, segundos más tarde, con los hombros caídos.
–Todos vendidos.
–Todos vendidos. – He Zhi soltó una risita.
–¡Me has quitado el libro, bastardo! – Xu Ping estaba furioso.
–Eres tú quien ha llegado demasiado tarde. – He Zhi se encogió de hombros.
–¿Yo? – A Xu Ping le salía humo por las orejas. – Si no tuviese que-… – Se detuvo de repente.
–¿Tener que qué?
–Nada. – Xu Ping suspiró. – Da igual, tengo que irme a casa a practicar con el erhu[6].
He Zhi le dedicó una sonrisa reservada.
–Venga, Ping zi[7], ¿a qué viene tanta prisa? Dime, ¿tan divertido es jugar con arena?
Xu Ping tardó un instante en sobresaltarse por la ira.
–¡¿Cómo coño lo sabes?! – Maldijo.
He Zhi también se sorprendió.
–Espera, ¿es verdad? – Se rascó la cabeza. – No te había tomado por un…
Xu Ping hervía de rabia. Al principio había usado “asuntos familiares” como excusa, pero al cabo de un tiempo empezó a mentir diciendo que su padre le había apuntado a clases diarias de erhu cuando alguien de clase le preguntaba porque no participaba en ninguna actividad extraescolar. Le avergonzó tantísimo que le pillasen que se enfadó y, al parecer, olvidó que He Zhi le sacaba una cabeza, porque le cogió por el cuello de la camiseta.
–¡¿Quién te lo ha dicho?! ¡¿Ha sido el puto Lu Jia?! ¡Le voy a dar, pero bien!
He Zhi se despegó las manos del niño más menudo que él.
–Hey, hey, usa las palabras. No me gusta cuando la gente me destroza la ropa. – Lo que básicamente significaba que Xu Ping tenía razón.
El muchacho se agazapó con las manos en la cabeza.
–Tío, sólo es jugar en la arena con tu hermano, ¿por qué pillas este rebote? – He Zhi se entó a su lado riendo. – Todos tenemos problemas con los hermanos-…
–Cállate y vete. – Xu Ping se alejó y continuó encorvado.
–Mira que me preguntaba porque siempre parecías tener diarrea justo antes de la actuación para el día de los niños. ¿Sabes? Mi madre siempre vuelve a casa elogiándote como si fueras un ángel, me dijo que eran majo y callado y que se te daba bien escribir, y que hasta sabías tocar el ehru. Y pensar que me llevan regañando todos estos años por nada y eres tú el que se enfada. ¿Qué he hecho para merecer esto?
–¡Bueno, te lo mereces!
–¡Hey! Eso no es muy amable, ¿no? ¡Ni siquiera he empezado contigo! – Xu Ping decidió saltarse la cháchara y se zambulló a por el libro. – ¡Hey! ¡Hey! ¡¿Qué haces?! ¡Lo vas a romper! ¡Hey!
Xu Ping estaba pasando las páginas de Los héroes de Sui y Tang cuando He Zhi le preguntó:
–¿Qué pasa entre Lu Jia y tú?
Xu Ping se mofó sin alzar la vista.
–No me gusta, eso pasa.
–Bueno, tiene que haber un motivo. A mí me parece normal. – Xu Ping no contestó. – Lu Jia ha dicho que le pegaste a su hermano.
–Sí. – Xu Ping pasó la página mientras leía intensamente.
He Zhi le miró.
–¿Su hermano no va a segundo?
–Sí, Lu Xi, segundo año, división uno. Un conversador agradable que le cae bien a todo el mundo. Le dan tanto dinero en año nuevo que seguramente se hace esguinces de contarlo.
He Zhi no habló, pero su expresión decía: “¿Cómo puedes hacerle eso a uno de segundo?”.
Los ojos de Xu Ping seguían en la página, pero pensó: Joder, he sido muy suave con él. ¡Tendría que haberlo matado a golpes!
Xu Ping había visto a Lu Xi hablar mal de Xu Zheng a espaldas de los demás. Xu Zheng era tonto y de reacción lenta, así que Lu Xi empezó a reírse cogiéndose el estómago. Después de una buena risotada, le empujó al suelo y gritó: “¡Retrasado!”.  Esa palabra a Xu Ping, que estaba en las sombras del balcón del segundo piso, le sentó como si le clavasen un cuchillo. No quería explicarle esto a He Zhi, tampoco es que pudiera, porque el otro chico era el más joven de su familia, al que mimaban.
Xu Ping se metió el libro en la mochila, se limpió el polvo del culo y se levantó.
–Vale, será mejor que me vaya.
–¡Mi libro! – He Zhi le cogió.
–Te lo confisco porque te has portado mal.
–¿Qué dices de portarme mal? – He Zhi gritó. – ¡Todavía no me he leído ni una sola página!
Xu Ping recordó su promesa de comprarle un polo a Xu Zheng y se acercó a la bicicleta que tenía una neverita en la parte trasera hecha a partir de una caja de madera y algodón.
–Te lo devuelvo mañana.
He Zhi lo consideró momentáneamente antes de negociar.
–Si me compras un polo.
–Cómpratelo tú. – Xu Ping se encogió de hombros.
–¿Con qué? ¡Me lo he gastado todo en el comic! – Dijo mientras se sacaba los bolsillos que estaban, en efecto, vacíos.
–Pídele más a tu hermana. – Respondió Xu Ping que se rebuscaba el dinero por los bolsillos.
–Acaba de conseguir un trabajo. – Explicó entristecido. – Treinta al mes, no tiene suficiente para ella. Pedirle dinero sería lo mismo que el suicidio.
–Dos de nata, por favor. – Xu Ping entregó un billete de un yuan.
–Guau. – A He Zhi se le salieron los ojos de las orbitas. – ¡Eres rico, Ping zi!
–Mi padre se ha ido a Qinghai para actuar, esto es para mientras no está. – Xu Ping cogió el cambio y los dos polos envueltos en un papel verde.
Los ojos de su amigo estaban pegados a ellos como un perro pobre que contempla su hueso favorito.
–Increíble. Mi padre nunca me da paga.
Xu Ping se rindió.
–Vale, vale. ¿Qué sabor te gusta?
–¡Nata! – Exclamó He Zhi dando un salto.
Xu Ping entregó otros cinco céntimos.
–Señor, asegúrese de darle chocolate.
–Genial, – He Zhi rio. – todavía me gusta más el chocolate.
Maldita sea.
¡Xu Ping se dio cuenta que había caído en la trampa del chico que era más alto que él!



[1] La Alianza de Mujeres o Zhōnghuá Quánguó Fùnǚ Liánhéhuì (华全国妇女联合会) es una organización china creada el 24 de marzo de 1949. Es el líder del movimiento feminista en China desde su fundación, y se encarga de proteger los derechos de las mujeres en el gobierno y política.
[2] Las tiendas dirigidas por el estado son una entidad legal que lleva a cabo actividades en lugar del dueño, el gobierno. No hay ninguna definición exacta, pero sus características son una forma distintiva y unos objetivos públicos.
[3] Los huevos de té se suelen vender como aperitivo. Son huevos un poco rotos que se hierven en té o especias para que su cáscara se vuelva oscura.
[4] La bufanda roja, que se incluía en el uniforme escolar, era un distintivo que representaba la identidad y afiliación del niño a los Jóvenes Pioneros. Básicamente, la bufanda roja se entendía como prueba de su lealtad al comunismo.
[5]  “Dà” () es un prefijo que indica el tamaño o el estatus de la persona y que, literalmente, significa grande – de tamaño –, enorme, gigantesco.
[6] El èrhú (二胡) es un instrumento de cuerda frotada con dos cuerdas que se toca con un arco.
[7] “Zǐ” () es un sufijo respetuoso que se añade, normalmente, a los apellidos de los profesores. 

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