Capítulo 5

febrero 05, 2018


La mayor parte del tiempo, Feng Fei se dedicaba a mirar por la Ventana en clase, sin embargo, ahora que ya no tenía la ventana, su interés se volcó en Hai Xiu.
Hai Xiu por su parte solía sonrojarse cada vez que le pillaba mirándole, no lo soportaba y acababa escribiéndole una notita pidiéndole que dejase de mirarle. No podía permitir que Feng Fei descubriese que no era normal.
Últimamente, Feng Fei había empezado a tomarse las clases más enserio: atendía y tomaba notas, además de que ya no jugaba tanto con el móvil.  No es que sus notas le importase, de hecho, ni siquiera dijo nada cuando Ni Mei Lin le había felicitado delante de toda la clase.
Al resto de compañeros de clase les preocupaba que Feng Fei fuese una mala influencia para Hai Xiu y que sus notas bajasen por su culpa, pero sorprendentemente, todo lo contrario: sus notas permanecieron estables y las del delincuente mejoraron.  No se les podía culpar por pensar tan mal de Feng Fei, después de todo, tenía unos antecedentes oscuros y siempre rompía las normas y regulaciones de a escuela, pero como uno de sus familiares trabajaba en el departamento de Educación, los profesores le dejaban en paz.
Ninguno de los maestros quería ocuparse de esa patata caliente hasta que Ni Mei Lin apareció.
‒Oh, sí.  ‒ Le preguntó Feng Fei a Hai Xiu como si nada. ‒ ¿Por qué has escogido la clase siete? La seis es mejor, hay muchos estudiosos y le darías una alegría al tutor.
‒Mi madre me dijo que… ‒ Hai Xiu se explicó en voz baja. ‒ la profesora Ni… tenía una cara apacible…
Feng Fei se quedó callado unos segundos: ahí se acababa la conversación, no podía cuestionarle lo que le había dicho su madre. También le avergonzaba comentar que él había cambiado gracias a esa maestra.
Cuando Ni Mei Lin tomó su tutela, él no dejó de comportarse como un delincuente, sin embargo, se relajó. Tal vez fuese cosa de la edad, pero acabó comprendiendo la diferencia entre responsabilidad y juego. Ni Mei Lin, a diferencia del resto de profesores que siempre se habían lavado las manos en el asunto, era muy estricta y, por eso, Feng Fei no pudo seguir saltándose clases, ni interactuar tanto con el grupo de holgazanes. Su aura hostil fue desapareciendo y acabó saltándose las normas muy de vez en cuando.
Feng Fei soñó despierto un rato y no empezó a hacer sus deberes hasta mucho tiempo después. Le echó un vistazo a Hai Xiu y notó que estaba con matemáticas, así que él hizo lo mismo.
Feng Fei contestó sólo los ejercicios que pudo copiarse de Hai Xiu. Hai Xiu no se oponía a que su compañero le copiase, y le dejaba hacerlo cada vez que se lo pedía. Sí que vacilaba un poco y le aconsejaba que intentase hacerlos él solito, pero hablar con Feng Fei era como hacerlo con una pared.
A sabiendas de que todas las réplicas del chico eran de buena fe, Feng Fei le pellizcó la mejilla y le dijo que no quería que malgastase su tiempo. Hai Xiu se sonrojó y se quedó sin palabras.
Feng Fei fue contestando las preguntas de los deberes, saltándose aquellas que parecían difíciles y perdiendo la mitad del tiempo en otras cosas entre ellas, percatarse de algo: su libreta estaba plagada de notitas de Hai Xiu.
Llevaban sentándose juntos una semana entera pero aquel joven no había tomado la iniciativa de hablarle primero ni una sola vez. Feng Fei maldijo en silencio, se dio la vuelta y contempló a Hai Xiu.
Consciente de que Feng Fei le estaba mirando fijamente, Hai Xiu se apresuró a escribir una notita: “un momento, ya casi acabo”.
Feng Fei se rió a pesar de no querer hacerlo, descansó el codo en la mesa y se apoyó la mejilla con la mano. Había una sonrisa en sus labios y frotaba la notita sin apartar la vista del otro chico. Desde ese momento, no me movió más. Literalmente, no se movió de la silla.
Feng Fei solía ir a beber agua, levantarse e irse de paseo por allí o, incluso, se tumbaba delante de la ventana y miraba a los otros jugar en el patio. Sin embargo, aquel día no lo hizo. No se movió de la silla, como si estuviese pegado. Ni siquiera dormía en los descansos. Y el hecho de no moverse significaba que el chico que estaba contra la pared no podía salir tampoco.
Hai Xiu no podía aguantarse más: hacía horas se había bebido un montón de agua y necesitaba ir al baño con urgencia. De hecho, habría querido ir desde la primera hora, pero Feng Fei no se había movido por lo que, después de titubear, decidió esperar a la siguiente. ¡Qué lástima que Feng Fei tampoco pensaba moverse!
Hai Xiu estaba algo angustiado, observaba a Feng Fei con prudencia, y se le ocurrió que el muchacho no tenía ninguna intención de moverse. Estaba concentrado en su móvil y, de vez en cuando, alguien le llamaba: al parecer ese fin de semana se iba a jugar a bolos.
Cada vez se angustiaba más.
Hai Xiu se mordió el labio y no pudo seguir quedarse de brazos cruzados. Escribió una nota rápida y muy extraña que sólo Feng Fei sería capaz de entender. Vaciló tanto que acabó estando al borde de las lágrimas. Le era imposible hablarle, imposible. Miró a Feng Fei varias veces, abrió la boca pero no consiguió decir nada.
Hai Xiu por fin reunió el valor para hablarle, pero de repente, sonó la campana, cosa que le desilusionó. ¡Ya no podía ir al baño, pero lo necesitaba con urgencia…!
Feng Fei podía ver toda la clase, incluido a Hai Xiu con el rabillo del ojo. Había visto al chico vacilar y mirarle de soslayo, hasta había visto como Hai Xiu le había intentado hablar, pero al final, el chico no lo había conseguido.
Feng Fei soltó una maldición ahogada, tiró el móvil en la mesa, dio un golpe sobre la mesa y asustó a Hai Xiu. El profesor entró en clase y se volvió para mirarle. Feng Fei notó que Hai Xiu tenía la frente cubierta de sudor. Sin duda, le había incomodado, jamás habría imaginado que ese chico aguantaría tanto sin hablarle.
Feng Fei, entristecido, se recostó contra la silla y le miró. Frunció el ceño y cogió aire: estaba preocupado. La enfermedad de Hai Xiu no era algo que se pudiese curar con dos o tres días de tratamiento, no era algo tan rápido y al darse cuenta de ello, lamentó sus acciones.
‒¿No te encuentras bien? ‒ Le preguntó.
Hai Xiu apretó los puños sin atreverse a mirar a Feng Fei.
‒Tú… Eh… ¿Podrías dejarme salir a la próxima hora…? ‒ Preguntó con una vocecita casi inaudible.
Feng Fei rechinó los dientes.
‒¿Dejarte salir? ¿Por?
Vio que Hai Xiu apretaba las manos todavía más, Feng Fei hizo una pausa y se arrepintió de haberle dicho eso. Entonces, volvió a preguntarle:
‒Quieres ir al baño, ¿eh?
Hai Xiu enrojeció y susurró:
‒Yo…
‒Pues dilo como se debe. ‒ La voz de Feng Fei era fría. ‒ Dime: “tengo que salir, aparta”.
Hai Xiu le miró pasmado y con las cejas juntas.
‒Dilo. ‒ Feng Fei admitía replicas. ‒ Me moveré si haces lo que digo.
Hai Xiu abrió la boca y lo dijo a pesar de no estar seguro de que Feng Fei fuese a moverse de verdad.
‒Perdona… Quiero salir…
Feng Fei alegró la cara.
‒Repítelo.
Hai Xiu lo repitió con más suavidad.
‒Muy bien. ‒ Feng Fei continuó. ‒ A la próxima hazlo tú solo.
Hai Xiu asintió: lo haría. Recordaría este momento y aprendería de el.
‒¡Profe! ‒ Llamó Feng Fei con la mano alzada.
El profesor de inglés dejó de escribir en la pizarra, se dio la vuelta y preguntó:
‒¿Qué pasa?
‒No me encuentro bien, ‒ Feng Fei se levantó. ‒ quiero ir a la enfermería.
El profesor le miró, estaba claro que Feng Fei le había mentido, pero no quería provocarle, por lo que accedió a dejarle marchar.
‒¿Puede venirse conmigo? ‒ Preguntó señalando a Hai Xiu.
No era extraño que otro estudiante acompañase al enfermo, sin embargo, Feng Fei no era de los que se dejaban ayudar. El profesor no comentó nada, simplemente asintió y continuó con la clase.
Hai Xiu tenía la mente en blanco, pero siguió a Feng Fei.
‒Ve. ‒ Ordenó deteniéndose en la puerta del baño. Levantó la mano y le revolvió el pelo a Hai Xiu. ‒ El profe no se va a enterar, yo vigilo.

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