Capítulo 100: Invencible y audaz

junio 06, 2018

La cambra nupcial olía a una mezcla vomitiva de incienso y polvos. Li Wei Yang sonrió y le susurró algo al oído a Lao Furen que movió las manos.
‒Ve, ve.
La única que le prestó atención cuando se marchó fue Li Zhang Le, que posó la vista en su hermanastra antes de volver a conversar con Jiang Yuelan.


‒¿Por qué has salido, xiaojie? ‒ Preguntó Bai Zhi curiosa.
Li Wei Yang acababa de salir de aquella habitación a coger aire y ya se encontraba mejor.
‒Los fuegos artificiales hacen mucho ruido, me da miedo que Min Zhi se asuste, así que le he dicho a Lao Furen que voy a ver cómo anda. ‒ Contestó la joven dama con una sonrisa.
Min Zhi era su hermano y apenas en un mes de vida ya se había ganado el corazón de la anciana. Por supuesto, la única encantada con el recién nacido no era Lao Furen; Li Xiao Ran enviaba gente a preguntar cómo estaba tres veces al día, por lo que la excusa de Wei Yang había sido totalmente plausible.
La joven anduvo por el pozo y admiró las muchas flores de loto que flotaban en el agua.
‒Quiero ir sola. ‒ Li Wei Yang se detuvo de repente. ‒ Bai Zhi y Zhao Yue pueden quedarse, pero quiero que Mo Zhu se lleve a las demás a casa.
Mo Zhu sabía que era difícil adivinar el humor de su soñera, por lo que se limitó a bajar la cabeza.
‒Sí, Xiaojie. ‒ Y se marchó con el resto de las criadas.
‒Qué inteligente es la Xianzhu. ‒ La aduló un hombre con una sonrisa en los labios en cuanto las demás criadas ya no estaban a la vista.
Li Wei Yang se giró para ver de donde procedía la voz con una sonrisa parecida a la del hombre.
‒¿Qué le trae por aquí, príncipe Qi? El banquete se celebra en el patio delantero.
Tuoba Yu se limitó a sonreír.
‒Todavía te debo una disculpa, así que les he dicho que quería ir a ver las flores. Por eso estoy aquí.
‒¿Una disculpa? ‒ Li Wei Yang le miró intrigada. Una chispa de frialdad asaltó los ojos del príncipe, pero antes de que le diese tiempo a explicarse, Li Wei Yang continuó. ‒ ¿No te habías disculpado ya por eso?
Ambos hablaban de una forma extraña y Bai Zhi y Zhao Yue fingieron no escuchar nada.
‒Pensaba que estarías enfadada mucho tiempo. ‒ Sonrió el príncipe.
‒Aunque lo estuviese, no puedo ignorar tus esfuerzos… Con todo el dinero que me has enviado. Te he perdonado. ‒ La muchacha se tomaría todo ese dinero como una compensación por la ofensa de De Fei.
‒Mi madre lleva postrada en cama desde hace tres meses por lo sucedido; eso debería consolarte.
Había algo raro en la mueca de Wei Yang.
‒¡Eso sólo el interés!
‒¡Siento que hayas tenido que ser tan piadosa! ‒ Tuoba Yu sonrió con suma dulzura, acercándose dos pasos a la muchacha. Li Wei Yang retrocedió un paso y esquivó la mano del príncipe. Sin embargo, él continuó sonriendo complacido. ‒ Sólo quería quitarte las hojas que tienes en el pelo…
La sonrisa de Li Wei Yang también era dulce.
‒No hace falta.
‒¿Me odias por lo de mi madre? ‒ En los ojos de Tuoba Yu se podía distinguir un atisbo de dolor.
Li Wei Yang consiguió ocultar la hostilidad con una sonrisa.
‒¿Qué dices, príncipe Qi? Yo sólo soy un peón, soy demasiado insignificante para influenciar el juego.
Tuoba Yu se estremeció ignorando si era por el frío o de la sorpresa. Li Wei Yang acababa de repetir lo mismo que le había dicho a su madre. No obstante, De Fei se negó a creerle sin importar las veces que le asegurase que Wei Yang era una aliada. Aunque no era de extrañar, ¿quién iba a creerse que todos los ataques al príncipe San eran obra de una muchachita como esta? Además, De Fei la veía como una amenaza, por lo que Tuoba Yu tenía que fingir que Li Wei Yang sólo era una pieza del rompecabezas más durante una temporada si quería que su madre la dejase en paz. Jamás se hubiese imaginado que Wei Yang descubriría sus acciones.
‒No te pongas nervioso, príncipe Qi. No tengo la habilidad de poner espías para que vigilen a De Fei. Pero me conozco su personalidad a la perfección; si no me tratases con indiferencia, no me hubiese dejado en paz.
‒Si mi madre se enterase de que la jugadora eres tú, estaría muerta de miedo. ‒ Tuoba Yu rio.
‒El jugador de la partida no somos ni tú, ni yo, sino la deidad que reina sobre todos nosotros. ¿Sabes algo de Tuoba Zhen? ‒ Preguntó con una sonrisa.
Tuoba Yu se quedó inmóvil e intentó organizar sus pensamientos con el ceño fruncido.
‒Nada del otro mundo. Sabe que últimamente la salud de padre no está en su mejor momento, así que invitó a un sacerdote. Durante estos últimos seis meses padre ha empezado a confiar en él.
‒¿Yin Tianzhao? ‒ Preguntó Wei Yang juntando las cejas.
‒Sí, exactamente. ‒ Tuoba Yu asintió impresionado.
Li Wei Yang sonrió con amargura. No es que tuviese buenos informantes, sino que la muchacha conocía bien a este hombre de su vida pasada. Tuoba Zhen ya lo había usado una vez para ganarse el favor del Emperador, era una pieza imprescindible para su antiguo marido. Sin embargo, por lo que recordaba, el maestro Yin no debería haber entrado a palacio hasta dentro de siete años. ¿Tal vez estaba reescribiendo la historia? Tal vez ese fuera el caso, después de todo había cambiado muchas cosas. Por ejemplo, había entrado en la finca de los Li medio año antes que en su vida interior, tanto Qi Yiniang como Min De seguían con vida y hasta tenía un hermano pequeño. Tal vez hasta su propia existencia fuera una paradoja. De no ser por ella, Tuoba Zhen no habría puesto en juego una pieza tan importante.
‒¿Qué vas a hacer?
Un rayo de frialdad cruzó la mirada del príncipe.
‒No podemos dejar que se quede. He ordenado a alguien que haga una petición en su contra. Vamos a encontrar la forma de echarle.
Li Wei Yang frunció el ceño. Era la misma táctica que el príncipe había usado en su vida pasada, ¿y cuál había sido el desenlace? El Emperador confiaba tanto en el maestro Yin que la petición le disgustó muchísimo y le pareció que los ministros que la entregaron estaban en su contra, por lo que los substituyó. Esa actitud tan radical por parte del Emperador hizo saber a Tuoba Yu que la posición del maestro no era fácil de eliminar. Tres años más tarde, el Emperador se separaría completamente de Tuoba Yu por los consejos del maestro y, al final, el poder cayó en manos de Tuoba Zhen.
Los partidarios del príncipe Qi se arrodillaron en el patio y rogaron al Emperador que echase al maestro Yin. Normalmente ese método funcionaba, sin embargo, el sacerdote ya le había comido la cabeza al monarca y se enfadó en lugar de ceder hasta el punto de ordenar a sus guardias que apresaran a los ministros y los ejecutaran. Así fue como el príncipe Qi, que siempre había sido el favorito, acabó alejándose completamente de su padre.
Luo Guo Gong era inteligente, pero no estaba hecho para la política. Además, no era capaz de comprender al Emperador lo que podía significar que todo beneficio fuese una ruina.
Li Wei Yang estudió a Tuoba Yu con la mirada y sonrió.
‒Mucho me temo que… No vaya a ser lo mejor.
Tuoba Yu sabía que no era la mejor idea, pero viendo la cantidad de sugerencias absurdas que el sacerdote, el maestro Yin, había estado haciendo en la corte no podía quedarse de brazos cruzados.
‒Derrotar a Yin Tianzhao no es difícil, lo difícil es acabar con el que le protege. ‒ Dijo la muchacha lentamente.
‒¿Te refieres a… San ge? ‒ TuobA Yu frunció el ceño.
A Li Wei Yang le costó controlar la mueca.
‒Te equivocas, tu San Ge no puede proteger a Yin Tianzhao; Su Alteza es el único capaz de hacerlo.
‒¿Mi padre? ‒ Tuoba Yu era un hombre inteligente y pareció darse cuenta de algo. ‒ Tienes razón. ‒ Continuó. ‒ El único que confía en él y le protege es mi padre; ¡no podemos hacerle nada mientras siga así!
‒Exactamente, príncipe Qi. Su Alteza va a cumplir los cincuenta y las mujeres de su harén son más de mil. ¿No es una pena que sólo pueda mirar a todas esas bellezas? Además, ahora que sus hijos cada vez están más mayores es normal que empiece a tener miedo. ‒ Tuoba Yu había sido precavido y había escogido un lugar aislado para que nadie pudiese escuchar su conversación. Las palabras de la muchacha le tomaron por sorpresa, pero Wei Yang prosiguió. ‒ Lo que Su Majestad quiere es ser inmortal, gozar de la paz y estar fuerte y sano para poder disfrutar de la compañía de sus mujeres. Ha puesto todas sus esperanzas en el maestro Yin, por eso le cae tan bien.
‒Las pastillas que le ha dado a padre sólo funcionan a ratos… ‒ Tuoba Yu no estuvo de acuerdo con la joven.
‒Sí, sólo funcionan a corto plazo, pero para un hombre de la edad de Su Majestad es mejor que nada. ¿Cuánto sabes del sacerdote?
‒Es del monte Xuanyuan de Shang Qing Gong, una casa ancestral de señores celestiales. El presidente ahora mismo es el gran maestro Zhang. Mi padre cree que tiene a una reliquia porque el maestro Yin hizo creer a la gente que era capaz de convocar la lluvia, la nieve y curar enfermedades.
‒Este sacerdote tendrá casi ochenta años, pero tiene la cabeza muy bien puesta sobre los hombros, alguna habilidad debe tener. Por lo que sé, también está metido en política: hace diez años un príncipe trató de reclutarle para su causa ofreciéndole cincuenta lingotes de oro, pero no vaciló, lo que demuestra lo inteligente que es y lo capaz de adivinar quién tiene el máximo poder. O tal vez supiera algún secreto que ignoramos.
‒¡¿Un secreto?! ‒ Tuoba Yu frunció todavía más el ceño. ‒ No creo que sepa nada. ¡Si supiera algo no se habría dejado sobornar por Tuoba Zhen!
Li Wei Yang suspiró. En su vida pasada siempre se había preguntado porque alguien como Yin Tianzhao le haría caso a alguien como Tuoba ZHen y entraría a palacio. Al parecer, el sacerdote sabía leer las estrellas y era adivino, ¿tal vez predijo que acabaría siendo el Emperador? No, quizás habían hecho un trato. Nunca supo nada porque su marido no se lo contó. 
‒¿Tú también crees que Yin Tianzhao puede controlar el tiempo, Su Alteza?
‒¿Te refieres a cuando hizo nevar en invierno? ‒ Tuoba Yu no se alteró. ‒ ¡Eso solo fue cuestión de suerte!
‒No fue solo suerte, pero tampoco posee los poderes que el Emperador cree. Simplemente, fue capaz de adivinar cuándo nevaría, así que llevó las ofrendas y rezó justo a tiempo: y así se ganó la confianza del Emperador.
El sacerdote irritaba y era objeto de odio del príncipe, pero tras escuchar las explicaciones de Wei Yang, Tuoba Yu empezó a sospechar que el maestro podía ser capaz de predecir el futuro. Sin embargo, Li Wei Yang añadió algo más.
‒Además, me he enterado de que hace dos meses las concubinas del Emperador, Wang Mei Ren y Lu Mei Ren, quedaron en cinta casi a la vez. ‒ Dijo suavemente la muchacha.
Li Wei Yang se había enterado por Li Min De. A pesar de que el Emperador ya no frecuentaba a sus concubinas como en sus años mozos, desde la aparición del maestro Yin había vuelto a entrar en la corte y, al parecer, había gato encerrado en todo aquello.
Tuoba Yu también se dio cuenta de la conexión entre todo aquello.
‒Desde que padre ha empezado a rezar más y a beberse un tónico que le ha dado, parece tener más energía. Últimamente ha visitado a varias de sus concubinas y a parte de esas dos, Zhang Zhaoyi también está en cinta.
‒¿Cómo no va a confiar en el sacerdote si tiene un poder semejante? Criticáis su taoísmo y sus pastillas, ¿pero quién más es capaz de invocar la nieve y la lluvia para ayudar a los súbditos con sus campos? ¿Quién de vosotros puede ayudar a Su Majestad a tener más hijos? No podéis, pero Yin Tianzhao sí. Y es precisamente por esto que Su Majestad confía tantísimo en él. ‒ Explicó Wei Yang sonriente.
‒Pero… ‒ Tuoba Yu paró en seco, y sonrió con frialdad. ‒ A San Ge no le importan los medios para llegar a su fin.
‒¿Para qué va a traer a un inútil a palacio? ‒ Li Wei Yang estrujó la hoja seca que le había caído en la mano extendida.
‒Puedo enviarle a los cielos. ‒ Propuso Tuoba Yu con un aura asesina.
‒Si acabas con Yin Tianzhao, Tuoba Zhen traerá a otro. ‒ Wei Yang contempló los trozos de hoja de su mano.
‒¿Pues qué hacemos? ‒ Tuoba Yu pensó que le era imposible superar la habilidad que tenía esa muchacha para ver a través de los demás. Estaba más que dispuesto a usar las destrezas de la joven para compensar sus propias carencias.
Los pedazos de hoja revolotearon con el viento.
‒No hace falta entregar ninguna petición en contra del sacerdote. Su Alteza, ordena que los que han ido a quejarse alaben al sacerdote y que propongan que le den su propia residencia. Ya de paso, sugiérele al Emperador que le hago Ministro de Etiqueta y le dé un rango de primer oficial. Seguro que a Su Majestad le encantará la idea.
‒¡¿Quieres que le premiemos?! ‒ Tuoba Yu se quedó de piedra.
En realidad, sus aliados ya habían propuesto algo así, pero el príncipe aborrecía tener que tratar con gente como Yin Tianzhao, que era un mentiroso y un estafador, por lo que hizo caso omiso a los planes que le habían propuesto. Nunca se habría imaginado que Li Wei Yang le diría de hacer lo mismo.
Li Wei Yang sonrió.
‒Es el primer paso. Vamos a combatir el veneno con más veneno. Cuánto más le favorezca el Emperador, más le tenéis que poner por las nubes. Así, cuando caiga de su pedestal no podrá recuperarse. Su Majestad sentirá que ha estado usando sus buenas intenciones y los que le han recomendado caerán junto con él. El segundo paso es dar guerra. Yin Tianzhao tiene poderes, pero sus pastillas no son perfectas todavía, aún comete errores. Cada vez que cocina alguna medicina se la da a alguien para que la pruebe y es entonces cuando la envía al Emperador. Si quieres hacer algo, lo mejor es que le ataques por ahí. Lo suyo es que convenzas al Emperador que quien debería probar las pastillas es el príncipe San porque es él quien lo ha traído a palacio. Tampoco estaría de más que le convencieras de tomárselas delante de todos para demostrar lo filial que es. ¡Menudo espectáculo! Y el último paso es cortar el problema de raíz. Tal vez no sabes mucho sobre supervivencia, pero supongo que sí sabes que se necesita aliados con los que te puedas proteger. Yin Tianzhao tiene nueve discípulos, todos bastante del montón, excepto Zhou Tianshou. Este es mejor que su maestro en cuanto a predicción del tiempo, así que Yin Tianzhao le tiene muchos celos y teme que le robe el sitio. Por eso se negó a traérselo a palacio. Si le encuentras y consigues meterlo en palacio para reemplazar a Yin Tianzhao, estoy segura de que te ganarás un lugar en el corazón de Su Majestad y que el otro sacerdote estará un pasito más cerca de la muerte. Pero ninguno de los pasos de este plan es seguros, ¡tienes que saber manipular a la gente que tu padre favorece!
‒¡No puedo trabajar con esa gentuza! ‒ Tuoba Yu sacudió la cabeza.
Li Wei Yang comprendía los sentimientos del príncipe. Los creyentes veían las prácticas de aquel sacerdote como secretos celestiales, pero para los no creyentes todo era una burda sarta de mentiras. Sobretodo si se trataba de Yin Tianzhao que le daba pastillas afrodisíacas al Emperador hechas a partir de la sangre menstrual de varias mujeres. Seguramente ningún príncipe real toleraría a un sacerdote de esa calaña, pero Tuoba Zhen era diferente y eso le daba ventaja.
‒Tienes que esforzarte más en complacer a tu padre. ‒ Afirmó Li Wei Yang lentamente.
Aquel año, Tuoba Zhen había entrado a palacio a Yin Tianzhao y a un buen puñado de mujeres para ayudar a producir las pastillas para el Emperador. Puede que Tuoba Zhen fuese despiadado y cruel, pero el Emperador tuvo la impresión de que era el más filial de todos sus hijos y le empezaría a querer más que al resto ignorando que lo primero que haría Tuoba Zhen al ascender al trono sería matar a todos os sacerdotes y testigos. Los odiaba tanto como Tuoba Zhen, pero eran útiles.
‒¿De verdad quieres perder el cariño y amor que te profesa tu padre?
‒¿Puedo perder a mi padre por alguien como Yin Tianzhao? ‒ Tuoba Yu no comprendía por qué Wei Yang diría algo semejante y su expresión a la luz de la luna era de confusión.
Li Wei Yang suspiró, pero no respondió.
‒Me he enterado de que últimamente Su Majestad tiene problemas para dormir, así que os pide a los príncipes que montéis guardia y a veces hasta os da de cenar, ¿no?
A Tuoba Yu le sorprendió lo precisa que era la información de Wei Yang y asintió con la cabeza. Li Wei Yang expiró. Al parecer las manías del Emperador seguían siendo las mismas.
‒También he oído decir que Tuoba Zhen es muy amable con los eunucos que llevan los edictos, que los trata como si fueran iguales y que se queda toda la noche leyendo las peticiones a pesar de que al día siguiente tiene que asistir a la corte cuando le toca a él. Estoy segura de que los eunucos viendo los beneficios que consiguen con él han informado al Emperador y le han asegurado que él sigue trabajando durante horas, mientras el resto de los príncipes duermen como si nada. Vamos, no creo que hablen de ti, sino mal de ti para poder subir más a tu San Ge.
Tuoba Yu miró a Li Wei Yang con incredulidad. Ninguno de los hombres que tenía junto al Emperador le había mencionado nada por el estilo. La sonrisa de Wei Yang bajo la luz de la luna parecía extremadamente fría.
‒Los eunucos también son humanos, si los tratas como criados siempre, acabarán volviéndose en tu contra. Si los tratases con el mismo respeto que usas con los ministros de la corte, estoy completamente segura de que Tuoba Zhen no los podría usar. Claro, que cuando consigas lo que quieres, podrás hacer con ellos lo que te venga en gana.
Los espías de Tuoba Yu le informaban de los mayores cambios, pero ninguno se molestaba con los detalles como estos. La mayoría pensaba que obsequiar a los eunucos con oro o plata bastaba, ningún príncipe toleraría tratarlos con respeto.
‒Espero que reflexiones sobre tu actitud con los eunucos desde ahora. ‒ Li Wei Yang sonrió.
‒Recordaré lo que me has dicho. ‒ Tuoba Yu era un hombre inteligente y orgulloso. Nunca había accedido a nada por honor, pero ahora se había dado cuenta de que la única manera de destruirles a todo era dejar de lado su orgullo. ¡Para sobrevivir hay que seguir los instintos y luchar!
‒Supongo que sabrás que tienes que hacer mañana. ‒ inquirió la muchacha disimuladamente, con los ojos cargados de la luz de la luna.
Tuoba Yu cogió aire.
‒Te haré caso; retiraré las quejas y pediré que lo asciendan. También ordenaré que busquen a Zhou Tianshou.
‒Estaré esperando buenas noticias.
Tuoba Yu estudió el rostro de la muchacha y acabó sonriendo.
‒Tú… ‒ No supo cómo continuar. ‒ Ahora mismo no tengo mucho poder, cuídate. ‒ Dijo suavemente.
Siempre se había creído poderoso y capaz de acabar con cualquier problema que tuviese Li Wei Yang, pero ahora que la muchacha le había abierto los ojos, ¿cómo podía prometerle que no hacía falta que se preocupase por nada?
‒Cuídate tú también, príncipe Qi. ‒ La joven, a sabiendas que su intención había llegado a buen puerto, sonrió.
En cuanto el príncipe se marchó, un joven salió de una de las montañitas decorativas. Tenía las cejas gruesas y pobladas, el cabello negro como la tinta y, cual grácil flor, su mirada era devastadoramente brillante. Li Wei Yang soltó una risita al verle cubierto de polvo.
‒Si no supiese que estabas escondido ahí, me habrías asustado.
‒Qué inútiles son sus guardias, ¿y si llega a ser otro el que se ha escondido aquí?
‒¿Quién más conoce este escondrijo aparte de ti? Déjate de tonterías, te has escondido ahí para poder meterte con él, ¿verdad? ‒ Suspiró la muchacha.
‒No era mi intención. ‒ Li Min De le echó un vistazo a Zhao Yue que, automáticamente, cogió a Bai Zhi y se alejó diez pasos.
Habían pasado ya dos años desde que Li Wei Yang habría regresado a la residencia de los Li. La joven había sido testigo del crecimiento de Min De que ya la superaba en altura. Se preguntaba qué debía comer para ser más bello que cualquier otra muchacha, hecho que la frustraba, porque de ser poseedora de esa belleza no tendría que esforzarse tanto con sus planes.
‒Al parecer Li Zhang Le ya no es la más bella de Da Li. ‒ Dijo frunciendo el ceño.
Li Min De no se esperaba ese comentario.
‒Cada vez que sales, vuelves con las manos llenas de regalos. ¡Qué envidia me das! El título de “la más bella” te lo tendrían que dar a ti ya. ‒ Exclamó Wei Yang entre risas.
‒¿De qué le sirve a un hombre ser guapo? ‒ Li Min De no le veía la gracia.
‒¿Qué tiene de malo? Tener rasgos destacables es beneficioso ya seas hombre o mujer.
Li Min De guardó silencio y Li Wei Yang adivinó que el muchacho se había enfadado de sólo un vistazo. La muchacha se adelantó y le acarició un lado de la cara.
‒¡Caray! ¡Qué fácil es hacerte enfadar! Bueno, pasemos a temas más serios. ¿Qué has ganado de escuchar a escondidas?
‒¿Tienes que ayudar al príncipe Qi a ganar el trono? ‒ Contestó Li Min De riendo con frialdad.
‒Es difícil convencerle, es demasiado justo para su bien. Cuando tiene que hacer el trabajo sucio, vacila. Pero es precisamente por eso que sé que no es el tipo de persona que abandonaría a los que le han ayudado cuando consiga su objetivo. Eso me asegura seguridad, ¿no?
‒No creo, su madre…
‒Qué rencoroso eres; sólo fue una tontería. ‒ Li Wei Yang se sorprendió.
Li Min De se limitó a alzar una ceja. ¿Qué era rencoroso? ¿Se lo decía ella que había asustado tantísimo a De Fei que la mujer no había puesto un pie fuera de su residencia durante tres meses?
Li Wei Yang adivinó las acusaciones del muchacho en su mirada y tosió.
‒Bueno, siempre va bien darles una pequeña advertencia.
Él se la quedó mirando con una mueca. Las pestañas delineaban sus ojos y sus iris parecían piedras grabadas: era imposible mentirle.
‒¿Qué hubieras hecho tú? ‒ Li Wei Yang no se sentía culpable.
‒Si fuera Tuoba Yu… ‒ Li Min De la entendió sin mucha dificultad e hizo una mueca. ‒ Se ve que el Emperador ha ordenado al sacerdote que le haga unos sombreros a sus hijos, pero ninguno de los príncipes, ni siquiera el que trajo a Yin Tianzhao, está dispuesto a ponérselo. Si yo fuera Tuoba Yu me lo pondría para ir a la corte. Es una forma de demostrar mi lealtad al Emperador, ¿no?
‒Se te da mejor ser el príncipe que a Tuoba Yu. ‒ La muchacha rio.
EL deber de un príncipe no consta sólo de ganar poder y ser capaz de ocuparse de los ministros, también hay que complacer el Emperador. Aunque no sea tarea fácil.
‒Es una lástima que no seas de la realeza, pero bueno, eso también es una bendición. ‒ Concluyó con suavidad.
Li Min De sonrió, pero guardó silencio. Una brisa distante revolvió el pelo del muchacho y ocultó su extraña expresión. Li Wei Yang, con la guardia baja, no se percató de ello. A unos metros, Zhao Yue clavó la vista al suelo como si quisiera que se la tragase la tierra.

Li Wei Yang y Li Min De volvieron a sus respectivas habitaciones tras una corta conversación. A la mañana siguiente el cielo estaba despejado y Bai Zhi despertó a su señora.
‒San Xiaojie, la nueva Furen va a servirle el té a Lao Furen.
Li Wei Yang asintió con la cabeza. Se aseó, se vistió y después de un desayuno modesto, se dirigió a He Xiang Yuan.
‒Xiaojie, Jiu Yiniang dice que ha pasado mala noche y no ha parado de llorar y quejarse. Sus payasadas consiguieron que Laoye fuese a verla.
Li Wei Yang se detuvo en seco, sorprendida. Entonces, sonrió.
‒¿Cómo ha reaccionado la nueva esposa?
‒Bueno… Todo el mundo esperaba que se enfadase, pero se cambió la ropa y fue a visitar a Jiu Yiniang. Hasta llamó al médico en medio de la noche… Así que ahora todo el mundo dice que Jiu Yiniang es una mimada y una malcriada, y que la nueva Furen es magnánima y amable.
Li Wei Yang no dejó de andr, pero empezó a vacilar. Cualquier otra recién casada habría llorado y habría montado un escándalo, sin embargo, ésta había ido a visitar a su rival. ¡Qué generosidad tan abrumadora!
‒A lo mejor sólo es teatro. ‒ Mo Zhu comentó en voz baja.
‒¿Hubieses sido capaz de hacerlo si fueras tú? ‒ Repuso Li Wei Yang con una sonrisa.
Mo Zhu se tragó la lengua y no consiguió decir que sí. Todo el mundo sabía que lo suyo era hacer algo así, pero pocos tenían la tolerancia para llevarlo a cabo. Que una Furen legítima bajase de su pedestal para ayudar a una concubina era impensable. Si Jiang Yuelan no era verdaderamente compasiva, era más astuta que nadie.

Conforme se acercaban a He Xiang Yuan las risas se escuchaban más fuertes. Li Wei Yang entró con paso firme.
Jiang Yuelan iba vestida con un traje bordado rojo, llevaba el cabello decorado con accesorios dorados y peinada como una mujer casada. Era más radiante y bella que la noche anterior. Li Xiao Ran, de verde, se erguía fuerte e impotente a su lado.
Li Wei Yang sonrió y, tras saludar a los mayores, se puso al lado de Li Chang Xiao.
‒Ahora eres parte de la familia ‒ Lao Furen le obsequió con un sobre rojo y una sonrisa. ‒ espero que cuides de todos los presentes. Si hay algo que no sepas hacer, dímelo. Si necesitas cualquier cosa, pídeselo a la criada Luo. ‒ Sus palabras fueron simples, pero su fondo era inmenso.
Jiang Yuelan aceptó y, de repente, miró a Li Xiao Ran como si acabase de acordarse de algo. Al parecer, después de visitar a Jiu Yiniang habían consumado su matrimonio. A Li Wei Yang le impresionó.
La nueva Furen permaneció tranquila y serena hasta cuando cruzó miradas con la joven. ¡Qué astuta era! Era la imagen perfecta de una madrastra grácil y dulce.
‒Saludad a vuestra madre formalmente, Zhang Le, Wei Yang.
Las tres señoritas de la residencia Li: Li Zhang Le, Li Wei Yang y Li Chang Xiao se acercaron sonrientes.
‒Buenos días, madre.
Ya se habían presentado la noche anterior, pero ahora era oficial. La sonrisa de Jiang Yuelan era totalmente distinta a la de la fallecida Da Furen. A pesar de que Da Furen sonreía con amabilidad, le había sido imposible ocultar su orgullo. Sin embargo, la nueva Furen parecía amigable.
Li Wei Yang pensó en lo que sabía sobre esa mujer. Jiang Yuelan había perdido a su madre siendo muy pequeña, sin embargo, no había sufrido ninguna dificultad, de hecho, su padre siempre la había mimado y su madrastra era afable.
Entonces sólo había dos posibilidades factibles: la primera era que era una madrastra magnánima de verdad que consideraba a los otros niños como si fueran propios. No obstante, era la opción menos creíble. Aunque llegase a dar a luz, sus hijos jamás llegarían a gozar del estatus de los de la primera esposa. La segunda posibilidad es que Jiang Yuelan supiera tratar a la gente para conseguir la confianza de su madrastra y el trato más beneficioso entre sus hermanas.
La mayoría pensaría que casarse con Li Xiao Ran, un hombre ya en sus cuarenta, con un buen puñado de hijos y concubinas, era un mal trato, sin embargo, la verdad es que el padre de Li Wei Yang era el primer ministro del país, una posición de sumo respeto y poder. Casarse con él, dada su personalidad tranquila y la gloria de ser la esposa de un primer ministro, era mucho mejor que una boda con un oficial cualquiera.
‒Trae los sobres rojos y dáselos a las muchachas. ‒ Ordenó Jiang Yuelan a una criada que tenía al lado.
Li Wei Yang retrocedió ya con el sobre entre las manos y una amplia sonrisa mientras le echaba un vistazo a Qi Yinian, quien llevaba a su hermanito en brazos. Después, bajó la vista en silencio.
La tradición exigía que el resto de las concubinas conocieran a la nueva señora de la casa tras haberlo hecho las niñas. Al parecer, a Jiang Yuelan le encantaban los niños.
‒Qué adorable. ‒ Comentó pellizcándole la mejilla a Li Min Zhi.
Li Min Zhi tenía los enormes ojos, la nariz y el tono rosado de Qi Yiniang, además era un bebé muy risueño. Su sonrisa sin dientes junto con sus mofletes rechonchos le hacían encantador. Era fácil comprender porqué Li Xiao Ran y Lao Furen, normalmente tan estricta, no podían parar de sonreír cuando le tenían cerca.
A Li Wei Yang le preocupaba que su hermanito no llorase tanto como el resto de los bebés. Sin embargo, el pequeño Min Zhi, ajeno a la frustración de su hermana, continuó sonriendo de oreja a oreja. Jiang Yuelan acunó al niño durante una hora antes de devolverlo.  Cuando le tocó a Jiu Yiniang, la concubina dio unos cuantos pasos para atrás para evitar que la nueva matriarca cogiera en brazos a su niña. Pero segundos después se percató que había llamado mucho la atención con esa acción, sonrió con incomodidad y se excusó.
‒Es una llorona, Furen. Me da cosa que te moleste.
Li Xiao Ran y Lao Furen se disgustaron. Esa concubina era demasiado grosera.
‒No pasa nada. ‒ Jiang Yuelan mantuvo la compostura. ‒ ¡Todavía es un bebé!
Tal vez fuese el vestido rojo de Jiang Yuelan, la cuestión es que la pequeña Chang Jing rompió a llorar. Jiu Yiniang se apresuró a intentar calmarla, pero Li Xiao Ran frunció el ceño.
‒¡Llévatela!
Jiu Yiniang se fue corriendo con su bebé en brazos.
Li Wei Yang observó como se marchaba y reflexionó. Jiu Yiniang no debería temer a Jiang Yuelan por los derechos que ya había conseguido, ¿por qué temía tanto a la nueva muchacha? Era como si temiera que Jiang Yuelan le quitase a su hija. ¿Por qué? De repente, Li Wei Yang se inquietó y escudriñó con la mirada a Min Zhi.
Min Zhi, por su parte, continuó riendo ignorando la crisis que se avecinaba.

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