Capítulo 1 al 3

noviembre 07, 2018


1

‒¡Ah! ¡Ah! ¡Serás…! ¡¿Qué haces?!
Dejé de limpiar la ventana que daba al pasillo y giré la cabeza al escuchar los gritos de la subdelegada, Eun Hye. Al igual que ella, sus amigas fulminaban con la mirada a alguien. Oh, supe de inmediato que se trataba del Gordo Seboso.
‒Joder. ¡Apartaos, pedazos de mierda!
Gordo Seboso saltó ante Eun Hye y empezó a insultar. Tal y como su apodo indicaba, Gordo Seboso era un niño tan gordo que daba la sensación de que la piel se le acabaría rompiendo. La única parte de su cuerpo que no era perfectamente redonda eran sus ojos.
Los insultos y la audacia del chico pillaron tan desprevenida a Eun Hye que empezó a llorar y a temblar.
‒¡Hey, Gordo Seboso! ¡¿Quién te crees que eres para hacerla llorar?! ¡Ha sido culpa tuya, no suya! ¡¿Por qué te enfadas con ella?!
Ji Sun, la más alta de las amigas de la subdelegada se acercó a él y habló sin chillar.
‒Ggg… ¡Chu!
‒¡Ah! ¡Ah!
Un escupitajo de saliva y moco aterrizó en el pecho de Ji Sun. Que Gordo Seboso pensase en algo todavía peor que insultar a su edad era increíble. Su ataque fue tan bestia que Ji Sun rompió a llorar en el acto. Mientras tanto, Gordo Seboso se quedó allí de pie. Era carne de macarra.
Estábamos limpiando la clase tal y como nos había dicho el tutor antes de irse, por lo que no estaba allí para lidiar con la situación. Sin embargo, todavía quedaba una persona capaz de lidiar con el asunto.
Miré para todos lados, pero no le encontré.
Los alumnos de otras clases habían venido a ver qué pasaba y me era imposible ver la escena, pero sí supe adivinar que Gordo Seboso debía estar escupiendo a las chicas: una tras otra.
No quiero juntarme con ese desgraciado…
Tiré el paño sobre una mesa y atravesé el grupo de niños.
‒¡Voy a meterte gusanos en la boca, cara culo! Espera, voy a-…
‒Hey, Gordo Seboso, para ya.
Aparté a Ji Sun, que todavía lloraba, y me interpuse entre las chicas y el chico. Gordo Seboso me miró.
Yo no solía interactuar con él, pero por culpa de ser el secretario de clase, a veces, no me quedaba de otra. Esa sería la primera vez que Gordo Seboso participaba en una conversación conmigo.
‒¡Cállate, maricón! ¡Hijo de puta!
Cada vez hacía más calor en la clase. Gordo Seboso me miraba con ira y los puños apretados, cada vez más rojo. Justo en ese momento me acordé de lo que el tutor nos había dicho a los delegados al principio de curso: nos pidió que no nos metiéramos con Gordo Seboso y que lo tratásemos bien. ¡Pero ahora mismo era él quien iba a por nosotros!
Me dispuse a ignorar la petición de mi tutor y contestar a Gordo Seboso con mis propios insultos cuando, de repente, noté una mano en el hombro.
‒No te enfades, Jung.
Giré la cabeza y vi al alto y atractivo delegado. La persona a la que había buscado antes: Lee Yun Su. En cuanto me encontré con sus ojos castaños me tranquilicé.
‒Eun Hye, Ji Sun, ¿queréis iros a casa ya? Yo se lo explico al profe. En cuanto a los demás… Los profesores volverán en cualquier momento para ver cómo vamos, será mejor que nos pongamos manos a la obra. ‒ Dijo, tapando a Gordo Seboso con su cuerpo y una voz dulcísima.
La audiencia empezó a dispersarse lentamente hasta que, al final, la clase volvió a la normalidad.
‒Vamos. ‒ Yun Sun me tiró del brazo, así que le dejé arrastrarme un par de pasos.
‒¿Vas a dejarlo así? ‒ Le pregunté con escepticismo.
Yun Sun suspiró y sacudió la cabeza.
‒Da pena… Déjale.
‒¿Qué va a dar pena? Da de todo menos pena. ‒ Gruñí mirando a Gordo Seboso que seguía rechinando los dientes y fulminaba con la mirada a Yun Su. Temblando, como si estuviese furioso.
Me entró un escalofrío. Gordo Seboso era famoso por ser un niño retorcido, capaz de hacer cualquier cosa por conseguir su venganza.

*         *        *        *        *

Cada vez que pisaba el césped me sentía abrumado, quizás por su monotonía.
El césped de la casa de Yun Su iba de la puerta hasta la verja de la entrada. No es que hubiese una gran distancia, pero cada vez que le visitaba me sentía como quien va a una audiencia con la realeza. ¿Sería nerviosismo? Qué tontería sentirme así por un matojo de hierba.
‒¿Por qué sonríes?
¿Eh? ¿Sonreía? Yun Su me miró aturdido después de abrir la puerta.
‒Nada. ‒ Contesté con una mueca y moviendo la cabeza de lado a lado.
‒¿Qué pasa? ¿Te gusta mirarme desde atrás?
Pasé por la puerta y entré en la casa.
‒Piérdete. ‒ Le empujé suavemente el hombro con una expresión exasperada.
Yun Su sonrió con malicia. Admiré su perfecta hilera de dientes blancos y me dirigí a la sala de estar.
‒¿No hay nadie en casa?
‒No, mi madre se ha ido a jugar al golf.
Pensándolo bien, mi madre también practicaba deporte, concretamente tenis en un gimnasio público. Yun Su tiró de mi brazo y me llevó hasta su habitación en el segundo piso justo cuando empezaba a sentirme intimidado otra vez. Mi amigo anduvo delante de mí, lo que le hacía parecer todavía más alto de lo que ya era.
‒Hey, ¿te has enterado?
‒¿De qué?
‒De lo de Gordo Seboso. Se ve que su madre es puta.
Esperé que Yun Su reaccionase, pero él se limitó a entrar en su cuarto en silencio. Algo avergonzado, le seguí y me senté en su cama frotándome la cabeza.
‒¡Dicen que es verdad! No tiene padre y vive en esa calle. ¿Conoces la zona? Vive con su madre, y su madre-…
‒Ha Jung. No hagas eso. Recuerda lo que nos pidió el tutor. ‒ Me advirtió él con una expresión severa.
Sentí que me dolía el pecho.
‒No, yo… Sólo quería contarte lo que dicen los otros…‒ Balbuceé una excusa. Fue como si no pudiese mover la cabeza por el peso de la culpa.
Moví los ojos para mirar a Yun Su que me estaba acariciando la cabeza como siempre.
‒Da igual. Gordo Seboso da pena, tenemos que llevarnos bien con él. No vuelvas a hablar de él de esa manera nunca más.
‒Sí, vale.
Yun Su se relajó y yo sonreí asintiendo con la cabeza. Entonces, mi amigo encendió el ordenador.
‒Ven, este es el juego del que te hablaba…

2

A pesar del problemilla de clase, se podría decir que fue un buen día porque me pasé la tarde jugando en casa de Yun Su.
Volví a casa ya bien entrada la noche. Hice ademán de coger el pomo de la puerta, pero no me atreví. Desde donde estaba podía escuchar gritos y golpes.
‒¡Trae el libro ahora mismo, pedazo de mierda!
Se escuchó un quejido y un golpe. ¿Sería mi hermano? De repente, sentí un escalofrío y retrocedí un par de pasos. ¡Mi padre debía haber bebido más de la cuenta otra vez! Si entraba acabaría involucrado en el altercado, así que decidí marcharme. Sin embargo, se me ocurrió otra cosa: si mi hermano o yo no estábamos, la víctima sería mamá. Por eso mismo no hui, y por eso mismo mi hermano tampoco lo hizo.
‒Por… favor, cariño… P-Para… Seong, vuelve a tu cuarto. ¡¿Por qué haces esto?! ¡No ha hecho nad-¡ ¡Ah!
El ruido y los golpes me helaron la sangre. Me levanté y, sin pensármelo dos veces, entré.

*         *        *        *        *

Sinceramente, odiaba tener que quedarme afuera de casa. Era sofocante y todo lo que se veía eran los muros del edificio de dos plantas de delante. Encima, odiaba que mi viejo nos pegase siempre.
‒Joder. Me pienso ir de este vertedero.
Mi hermano mayor había enriquecido su repertorio de insultos. A veces solía regañarme sin venir a cuento y eso ya me indicaba que su personalidad se estaba echando a perder. Según mi madre, mi hermano estaba pasando por la pubertad, pero a mí me parecía que siempre había sido bastante imbécil. Pero, ¿quién era yo para destrozar las ilusiones de mi madre?
‒Llévame contigo.
Por supuesto, no pensaba marcharme, pero soñar era bonito. No obstante, en cuanto le pedí que me llevase con él, mi hermano mayor me pegó un puñetazo en la cara.
‒¡Ah! ¡¿Por qué me pegas?!
‒¡Serás idiota! ¡Un niño como tú tiene que quedarse en casa e ir a clase!
Me encogí de hombros bajo la fiera mirada de mi hermano.
‒¿Y tú te crees mayor…? ‒ Murmuré como un perro asustado.
‒¿Qué?
‒N-Nada…
Le eché un par de miraditas de soslayo temiéndome otro golpe, pero él se limitó a suspirar y contemplar el cielo nocturno. Tenía un moratón en el ojo, un pañuelo en la nariz y vendas en el torso. Parecía un vagabundo, pero no tenía ningún derecho a tenerle lástima porque, al fin y al cabo, mi estado no era mucho mejor.
Sí, estoy seguro de que yo también estaba cubierto de moratones y heridas.
Me llevé la mano al ojo izquierdo, donde mi habían dado con un libro. Estaba hinchado.
‒¿Te duele? ‒ Me preguntó mi hermano.
Dolía demasiado, pero sacudí la cabeza. Sabía que él se había llevado dos o tres golpes por mí además de la parte de mi madre, así que no quería quejarme.
‒¿Por qué bebe? Le odio.
‒Y yo qué sé. Joder.
Maldije a mi hermano por pagar su enfado conmigo. Incliné la cabeza y cogí una piedra del suelo.
‒Hermano.
‒¿Qué?
‒Tengo hambre. ¿Podemos entrar otra vez?
Sinceramente, hacia un buen rato que a ambos nos sonaba la tripa.
‒¿Hermano?
‒…En diez minutos.
Quizás le preocupaba que papá estuviera despierto todavía y nos volviese a pegar.
‒Vale.
Yo tampoco quería recibir más golpes.

*         *        *        *        *

Era la primera vez que aparecía en clase cubierto de heridas y moratones. Mis compañeros se sorprendieron al verme y me bombardearon con un sifnín de preguntas a las que contesté con la excusa de haberme caído por las escaleras de delante de mi casa.
Yun Su me miró preocupado un par de veces y di las gracias de que él fuese el único que sabía de mi drama familiar. De ser otra persona me habría sentido avergonzado y abochornado. Me alegraba tener un buen amigo como él.
‒Jaja…
Giré la cabeza para buscar a la persona que se estaba riendo. ¡Maldito Gordo Seboso! Me levanté de un salto y me acerqué a él. Me enervaba que un gordo marginado como él se atreviese a reírse de mí.
‒¡¿A ti qué coño te pasa?! ‒Gordo Seboso me miró desde su silla.
‒Te… ¿Te acabas de reír de mí? ‒ Le cogí por el cuello de la camiseta. ‒ ¡¿Eh?!
‒¡Ja! ¡Sí! ¿Qué vas a hacer? ¡Que te jodan, gilipollas!
‒¿Qué?
‒¿Qué te has caído? ¡No me lo creo! ¡Ni de coña! Te han pegado, ¿a qué sí? Te han pegado y te estás inventando todas estas excusas. Jajaja.
Mi ira se descontroló cuando miré a Gordo Seboso directamente a los ojos. ¿Qué acababa de decir? ¡¿Quién le había dado el derecho a burlarse de mí?! Echaba humo por la boca. La ira oculta en mi cuerpo y heridas despertó y se dirigió a su víctima. ¿No sabía nada sobre mí y aun así se atrevía a burlarse?
Rechiné los dientes y levanté la mano. Todos mis compañeros corrieron a separarnos.
‒¡Cállate, hijo de… de… de puta! ‒ Grité en medio del altercado.
Todo el mundo contuvo la respiración y allí es cuando sentí que una sensación abrumadora me engullía. Antes de ser capaz de analizar esa emoción y determinar qué era, Gordo Seboso se sentó encima de mí y me dio un puñetazo en la cara.
‒¡Ah!
‒¡Serás hijo de puta!
Se formó un alboroto. Rodamos entre golpes y puñetazos por toda la clase con la intención de hacerle daño al otro.
‒¡Hey, Jung! ¡¿Estás bien?!
Me separé del gordo con la ayuda de mis compañeros, sin dejar de mirarle.
‒¿Estás bien, Ha Jung?
Oí la voz de Yun Su en medio del clamor de mis compañeros de clase. La adrenalina del momento me embargó. Mi amigo me frotó la esquina de los labios con el dedo. Me sangraba. Aparté a empujones a todos los que me tenían sujeto y me dispuse a cargar otra vez contra mi enemigo, pero Yun Su me abrazó por la espalda para detenerme.
‒Para, Ha Jung.
Recuperé la serenidad como si la voz de Yun Su fuese un susurró calmante. Me relajé y me quedé allí parado.
‒¿Estás bien, Jung? Luego le daré lo suyo a ese gordo.
‒Ignórale. Vamos un rato a fuera.
Mi grupo de amigos me acompañaron hasta la puerta después de preguntarme cómo estaba y alcance a ver como Gordo Seboso volvía a su asiento lentamente, completamente solo.

3

Nuestro tutor no se enteró de lo ocurrido y, tras nuestra disputa, el resto de compañeros de clase se rehusaban a acercarse a Gordo Seboso.
Por una parte creía que lo mejor era que le ignorasen porque él había sido quien se había portado mal, pero por otra, me sentía mal. Ahora que lo pienso, seguramente ese malestar era culpa. Sin embargo, en aquel momento era demasiado joven e inmaduro como para darme cuenta del dolor que le podía causar a alguien con palabras. La ansiedad me abrumaba y la culpa me perseguía hasta en sueños.
‒¿Puedes dibujarme eso a mí también, Jung?
Después de comer, la mayoría salía a jugar a fútbol y volvían a quinta hora que tocaba estudio libre. El tutor había dejado a Yun Su a cargo, así que mi buen amigo se posicionó en el estrado y nos mandó callar. No tenía nada mejor que hacer, así que saqué mi libreta de bocetos y empecé a garabatear. Mis dibujos no eran idénticos a los personajes que quería plasmar, pero se parecían. De hecho, había estado practicando en secreto porque mis compañeros solían pedirme encargos y eso me hacía sentir superior. Siempre fingía que era la primera vez que veía los personajes por mucho que me hubiese tirado horas practicando en casa.
‒Vale, dáselo a Min June.
‒¿Me dibujas a Gohan? ‒ Me preguntó Hyun Ju.
Yo asentí afirmativamente.
Justo iba a volver a dirigir mi atención a mi libreta cuando noté la mirada de Gordo Seboso desde la ventana. Él desvió la vista de inmediato. Gordo Seboso solía saltarse clases sin motivo aparente, aquella semana era el primer día de cuatro en que aparecía por la escuela.
No habíamos hablado desde nuestra pelea. Si bien era verdad que ninguno de los dos tenía nada que decir y no pensábamos disculparnos, también lo era que él me observaba. Su atención me recordaba a las pesadillas que me acosaban de noche.
No me merecía un castigo semejante. Sí. Había dicho cosas malas, pero él había sido el primero en pegarme.
‒¿A que Gordo Seboso es una mierda?
‒¿Qué?
Hyun Ju señaló a Gordo Seboso que estaba tumbado sobre su escritorio y me habló con susurros.
‒¿No sabes que es muy tonto? No ha sacado ni diez puntos en el último examen. Una amiga que solía ir con él a clase me dijo que la profesora también se rindió. Es tonto y, encima, tiene mala personalidad. ¿Estás bien? Te pegó, ¿no?
‒Ah… Sí…
Hyun Ju continuó criticándole un buen rato, pero yo no me atreví a mirar a ninguno de los dos.
‒Ah, sí, sobre lo que dijiste… ¿Sabes eso de que su madre es puta?
Sentí que el peso de mi corazón caía en mi estómago. Hyun Ju se acercó un poco más viendo que yo no decía nada y me susurró al oído tapándose la boca con a mano.
‒Pues es verdad. ¿Conoces esa calle? ¿La que está en esa zona tan mala? Pues le han visto salir de una de esas casas.
Ah, qué alivio. No había mentido, ya no tendría que sentirme tan mal.
Me consolé internamente mientras repasaba el pelo puntiagudo de Vegeta. Sin embargo, mi mano se negaba a continuar dibujando.
‒Hey, ¿qué hacéis tan juntitos? ¿Estáis saliendo o algo?
Min June, que se sentaba delante de mí, se dio la vuelta para molestar a Hyun Ju. Hyun Ju replicó algo y le pegó flojo en la espalda.
‒¡No me hagas reír!
‒¡Uy! ¡Pues te has puesto roja!
‒¡Ah! ¡Serás…!
Min June esquivó las manos de Hyun Ju y continuó burlándose de ella. Yo contemplé la escena sin mucho interés hasta que noté una sombra.
‒¿Qué pasa?
‒Ah, delegado. Hyun Su dice que le gusta Junguita. Jaja…
‒¡EstupiMin! ¡Te he dicho que no le llames así!
A veces mis compañeros me llamaban “Junguita” para reírse de lo femenino que sonaba mi nombre. ¡Qué gilipollas! Si no fuera porque Yun Su se nos acercó y se detuvo al escuchar a Min June, ya le habría pegado una buena tunda.
‒¡No! ¡Sólo dice tonterías! ‒ Repuso Hyun Ju sonrojada.
‒Sí… Jung nos ha dicho que nos hará un dibujo, así que estábamos charlando. Ya sabes lo bien que dibuja. ‒ Explicó Min June.
Yun Su estudió mi boceto sin decir nada y, instantes después, me miró a los ojos. Ahí es cuando vi esa expresión… ¿Qué significaba?
‒No lo sabía. ‒ Contestó Yun Su secamente y volvió a su asiento.
‒Hey, pídele que te dibuje algo a ti también. Junguita hace a los de Dragon Ball súper bien.
Yo me giré y descansé el codo en el escritorio de Yun Su para poder verle la cara.
‒¿Sí? Pues dibújame algo después.
Yun Su le dedicó una mueca a Min June, sin embargo, evitó mi mirada. No, no es que me estuviese evitando, sino que miraba fijamente a Hyun Ju. O… tal vez fueran imaginaciones mías. No obstante, estaba seguro de haber notado la rígidez de su expresión antes de sonreír. ¿Habría hecho algo malo? ¿Estaría de mal humor? Sin embargo, no tuve más tiempo para comprender o adivinar qué le pasaba: el profesor volvió y la clase empezó.

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