Capítulo 2: La boda de la princesa muda

agosto 18, 2016

El aroma de las flores era pútrido. Era un fresco día claro sin nubes en los cielos. Soplaba una cálida brisa que llevaba el desconocido aroma a vegetación. Un carruaje abierto avanzó por las calles del Arco Rojo levantando su propia brisa.
Desde sus ventanas, los ciudadanos de Arco Rojo dispersaron pétalos de flores hacia el carruaje con las caras llenas de anticipación y curiosidad. Este era su país y su ciudad. Daban la bienvenida a la novia de una nueva era ya que venía a casarse con el príncipe de esta tierra.
-¡Qué princesa tan hermosa!-Comentó una mujer casada que miraba la procesión nupcial.-Pelo negro brillante, ojos rojos misteriosos… ¡¿Los veis?! ¡Esos ojos rojos!
La novia aún era muy joven. Por todos lados de la calle la gente susurraba que el príncipe también era muy joven y cómo eran la pareja idónea. Aunque la novia no podía oír estos comentarios, podía adivinar por el ambiente lo qué pensaban.
“Es como si fuera un circo.”
Elsa se sentó en el carruaje nupcial intentando evitar las miradas de la gente. Bajó la cabeza y miró al suelo. Este lugar era completamente distinto a Vion; no habían perros muertos ni vagabundo por las calles.
“Un país rico”.
Quizás fue por esto que la gente parecía tan tranquila y acogedores con la princesa extranjera. Como resultado, hasta elogiaron a Elsa.
“¿Hermosa? ¿Hablan de mí?”
En el carruaje que, en esencia, era su jaula, se examinó a sí misma.
“Sí, soy muy hermosa”, se murmuró a sí misma en silencio. Sin embargo, sus pensamientos estaban llenos de desdén. Para sus adentros, se mofaba de la ignorancia de las gentes de este país, de la forma con la que los mantenían en el no saber.
Muñecas blancas como la nieve, manos suaves y blandas, nudillos delicados y uñas perfectamente pulidas. La chica sentada en el carruaje no se parecía en lo más mínimo a una vagabunda lamentable. Estaba vestida bellamente en unas ropas ceremoniales ajustadas dignas de una princesa real. Sin embargo, su verdadero ser era el de una bestia o el de una maldición. En resumen, no era ni siquiera humana, pensaba Elsa.
Aquellos días cuando estaba encarcelada, Elsa tenía prohibido incluso de hacer el sonido de un pajarito. Habiendo crecido como una vagabunda, este era el mundo al que había entrado.
“Mi nacimiento fue un error”.
Ahora que había abandonado su propio y odiado país, empezando desde hoy, tendría nuevos sufrimientos que aguantar. Aunque ya estaba sentada en el carruaje, aún no podía verse como una novia.
Poco después, el carruaje nupcial llegó a palacio y pasó por las puertas. Elsa mantuvo los labios sellados mientras observaba el castillo sin palabras. Sus ojos rojos estaban opacos y turbios, sin una pizca de brillo. Los habitantes aparecieron y la saludaron en turnos, dándole una gran bienvenida. Seguían hablándole con excusas de cuán duro debía haber sido el viaje, saludándola con las cabezas gachas. Los emisarios de Vion ayudaron a Elsa a bajar del carruaje nupcial. Las rodillas de Elsa temblaron inestablemente ya que había estado sentada en el estrecho carruaje mucho tiempo. Sus compatriotas la agarraron por los brazos con fuerte y rudamente, sin el más mínimo respeto o delicadeza. Básicamente, era una prisionera bajo su custodia, pensó Elsa.
-Presentamos a su alteza real, la princesa Viontina-...-Y así hablaron los videntes de Vion.
“Su alteza real, la princesa viontina”, era la primera vez que Elsa escuchó a alguien decir algo así.
-Como ya le hemos notificado, dado a un desafortunado percance, la princesa ha perdido la voz.
“Un desafortunado percance”
La doncella casi se echó a reír. No tenía ni idea de quién había salido con esa excusa. Sin embargo, rápidamente descubrió que no hacía falta que contuviese la risa. Le habían quitado hasta la risa. Quería reír pero los nervios de sus mejillas estaban rígidos y no respondían.  Era una princesa que había perdido las palabras y la voz. A pesar de su mala suerte, la gente de esta ciudad admiraban a Elsa con un afecto soñador y cariñoso. Su Cariño no era por su amabilidad inherente. La gente de Arco Rojo estaba acostumbrada a las maldiciones ya que una persona maldita vivía en eta ciudad.
Los videntes siguieron ofreciendo sus saludos sin vergüenza.
-Así que, por eso, lamentamos los inconvenientes que pueda traer, pero…
-En realidad, apenas es un inconveniente, ya que es un placer servir a la que se convertirá en nuestra reina.
Una animada y potente voz le cortó.
Sorprendida, Elsa miró al hombre que había interrumpido a los videntes. Este hombro avanzó energéticamente entre la multitud de gente que se apartaron de su paso. Era un hombre apuesto, rubio con los ojos azules, encantador. Su rostro tranquilo y maduro acumulaba años de experiencia pero también emitía una energía joven. No dudó en acercarse a Elsa y cogerle la mano respetuosamente.
-Es un honor conocerla, princesa de Vion… Le doy la bienvenida a este país.-Él le besó la mano, demostrando sus respetos. Al encontrarse con la desconcertada expresión de Elsa, río.-Me llamo Ann Duke MacValen.
Los emisarios y los videntes de Vion contuvieron la respiración al escuchar esas palabras.
-¡E-El C-Caballero Sagrado de A-A-Arco Rojo…!
Elsa también se dio cuenta.
Es él”.
Era el Caballero de la Espada Sagrada. El reino de Vion había envidiado su poder desde hacía mucho tiempo. El país Arco Rojo había sido un aliado de Vion desde tiempos muy antiguos y había considerado la Espada Sagrada como su tesoro definitivo. La Espada Sagrada escogía a sus propios señores y, en particular, escogía a los Caballeros Sagrados, que debían dedicar su vida a la batalla. Este país no había visto un Caballero Sagrado por mucho tiempo y la Espada había caído en desuso por casi un centenario hasta que un héroe apareció y la reclamó.
En el momento en el que se dio cuenta que ese hombre era el Caballero Sagrado, sintió que sus manos eran asquerosas. Antes de darse cuenta, ya le había apartado la mano descortésmente.
-¡Su alteza real, princesa Elsa!
La cara del vidente se puso pálida mientras exclamaba algo así.
Asqueroso”.
El simple hecho de tocar sus manos la hacía querer vomitar. Para intentar esconder el rostro retorcido de Elsa, el vidente se puso delante de ella. El Caballero Sagrado a quien le habían apartado la mano, sonrió con dulzura, no podía ver a Elsa porque su rango de visión estaba tapado.
-Parece ser que la princesa está muy nerviosa. Pero debe estar cansada por el largo viaje, así que mejor dejaremos las presentaciones para mañana.
El comentario oportuno del Caballero Sagrado alivio a los videntes y sus caras se relajaron.
-Por favor, llevad a la princesa a sus aposentos. Como es una invitada de Vion, el canciller la espera.
Elsa aceptó las instrucciones del Caballero Sagrado y entró al castillo guiada por las sirvientas. Sus largas ropas ceremoniales pesaban y no se acostumbraba a ellas. Eran como piernas de hierro atando sus movimientos. Las sirvientes eran respetuosas pero parecían no estar seguras de cómo tratar a Elsa que había perdido su voz. Parecían cautelosamente asustadas de ella, como si tuviese alguna enfermedad.
Llevaron a Elsa a sus aposentos y la doncella se sorprendió al ver lo lujoso que era.
“¿Cuánto cuesta esta habitación?”
Todo lo que tocaba y olía era muy diferente. Aunque le dijeron que esta era su habitación, se quedó allí estupefacta y sin palabras.
Si vendiese todo lo que hay en esta habitación… ¿Para cuántos días podría comprar comida?”
Elsa siempre había pensado que mientras tuviese el estómago lleno y una docena de sábanas o así, esa era la definición de felicidad. Aunque no tenía ni idea de si el dueño de este castillo era o no feliz.
Esta habitación…”
Al ser una princesa o una reina, ¿esperaban que fuese una muñeca a su merced? ¿O el juguete sexual de alguien?
Esos pensamientos depresivos se interrumpieron cuando alguien abrió la puerta, junto con una voz que provenía del pasillo. Las voces de las sirvientas también se mezclaron. La joven escuchó a alguien decir:
-¿Qué hay de malo? ¡Sólo quiero ver!
Era la voz de un adolescente. Una voz masculina.
-¿No va a ser mi esposa?
Elsa se estremeció al escuchar sus palabras. No por miedo, sino por asco. Era el príncipe de ese país. Esta persona…
-Con permiso.
Esta persona no dudo en entrar en el aposento de Elsa. Se sacó la capa y fue, directo, al lado de Elsa.
Qué bajito.”
No era raro que se ejecutara a alguien cuando le arrestaban por irrespetuoso. Sin embargo, esta sentencia fue la primera cosa en la que Elsa pensó al ver al príncipe. Si todavía hubiese tenido la voz, se le habría escapado inmediatamente.
Aunque el príncipe era bajito, sólo lo era un poco más que Elsa. Elsa siempre había supuesto que los príncipes eran altos y fuertes, así que era lo contrario a sus expectativas.
El cabello del príncipe era de un plateado pálido, casi gris. Era delgado y tenía su cabecita girada hacia ella. Elsa vio que sus enormes ojos eran verdes. Los colores le atrajeron la atención y, inconscientemente, movió las manos a su busto, cogiendo la Piedra Estrella.
Con los sombríos ojos del príncipe sobre ella, este dijo:
-Hola, encantado. Soy Claudius… Claudius Vain Yordelta Arco Rojo. Voy a ser el rey de este país.
“Rey”, dijo. Con unas extremidades tan delgadas era difícil de creer que pudiese soportar semejante responsabilidad. Sus ropas eran de un material de calidad pero iba vestido sorprendentemente normal. Llevaba una camiseta de manga corta y botas por lo que sus codos y sus rodillas estaban al aire.
Esto es…”
Los ojos de Elsa se movieron a mirar las manos y los pies de él. Su carne estaba rayada con colores siniestros, y tenía extraños dibujos en la piel, como si sus rodillas y sus codos no midiesen lo mismo, se quedó allí de pie, sin esconder nada de ello.
El príncipe desviado[1]…”
Así se le conocía al príncipe maldito de Arco Rojo, precisamente, por sus cuatro extremidades. En efecto, la gente le encontraba nauseabundo. Sin embargo…
Qué decepcionante…”
Elsa pensó que sólo era una persona normal. 
Este país tenía muchas leyendas que se habían transmitido a lo largo de los años. Estas leyendas continuaban presentes hoy en día.
La Espada Sagrada, el Caballero que la empuñaba y la Bruja, además de lo del Bosque de la Noche… Encima, el príncipe con extremidades grotescas que era el heredero del trono. Sin embargo, Elsa estaba molesta. Rey o no, extraño o no.
Tan sólo es el hijo de algún rey, ya está.”
Elsa llegó a la conclusión, para sí misma, que él no era más que un asqueroso miembro de la aristocracia; el tipo de persona que llevaba una majestuosa corona y se preocupaban por los modales más que por otra cosa.
No es que les importen las vidas de sus súbditos
Para ellos, las vidas humanas eran inútiles como las hormigas.  Aunque tuviese unas extremidades como esas, los aristócratas eran, fundamentalmente, iguales, pensó Elsa.
-¿Elsa…?-Claudius la llamó por su nombre. Su voz suave y tranquila se filtró en la mente de Elsa como tinta negra. Claudius pareció entender el significado del silencio de Elsa.-Oh, cierto, eres la Princesa Muda. Si te he ofendido, ruego que me perdones. Ya lo había oído antes, pero se me había olvidado sin querer.
“¿La princesa muda?”
Elsa tardó un tiempo en darse cuenta de que él hablaba de ella. Elsa sabía del Caballero Sagrado y del Extraño Príncipe de Arco Rojo, por lo que, no era raro que el príncipe de este país hubiese escuchado sobre su situación anormal y la llamara así.
Ya podía imaginarse las púas y las típicas baladas tocando sobre cómo la Princesa de Vion perdió su voz a causa de un desafortunado percance; de cómo se volvió la lamentable princesa muda.
Bueno, eso es totalmente mentira…”
Elsa rio irónicamente para sí.
No soy la Princesa Muda
Habían apodos más precisos para describirla, pero ahora era imposible usarlos. Porque había perdido su única arma.
-Elsa Viontina. Aunque soy débil, quiero ayudarte en cualquier cosa que pueda.
Mientras Claudius habló, le levantó la mano a Elsa. Ella se dio cuenta de que iba a besarle la mano tal y como había hecho el Caballero Sagrado y no pudo evitar que se le pusiera la piel de gallina.
Por donde él la tocó paso un corriente eléctrico. Elsa sintió una sensación irracional, y de repente apartó la mano.
Los ojos de Claudius se abrieron con sorpresa y sus pupilas que eran del mismo color que la Piedra Estrella de Elsa aparecieron. Elsa también se sorprendió de su propia reacción.
“Justo ahora…”
¿Qué había sido eso?  Fue un sentimiento distinto a cuando el Caballero Sagrado le besó la mano, y claramente, sintió que había algo ahí. El pelo de Elsa se erizó por un presentimiento inexplicable. Las extrañas manos de Claudius estaban paradas en mitad de la nada. Aún encarado a Elsa, frunció el ceño y habló:
-¿Tienes miedo?
Elsa, de repente, sintió un torrente de palabras mudas girando como un torbellino en su interior ante la suave pregunta del príncipe.
“¿Eres idiota?”
Elsa estaba furiosa dentro de su cabeza. Si todavía hubiese tenido su voz, ahora mismo, estaría gritando.
“¡¿Qué coño quieres decir con ese si tengo miedo?! ¡No soy una jodida princesita llorona de cristal! ¡Simplemente, no quiero que me toquen! No te tengo miedo. Sólo que no quiero que me toques.”
Cuánto más quería decirle esas cosas, más se enfureció. El enfado inexpresable hinchó su pecho y apretó los dientes. Las lágrimas empezaron a caer y su fina complexión se torció por el dolor. Estaba aferrándose a su Piedra Estrella con todas sus fuerzas.
“¿Por qué yo…?”
Nunca había tenido nada. Vino a este mundo con absolutamente nada.
“¿Por qué también se tuvieron que llevar mi voz…?”
Claudius que esta cara a cara con Elsa que estaba, obviamente, echándose a llorar por lamentos, no pudo evitar entrar en pánico.
-Mmm…
Desamparado y confuso, intentó llamarla por su nombre.
-Elsa…
Sus ojos estaban llenos de simpatía; intentó imaginarse cómo debía ser que te subieran a un carruaje nupcial para casarte en un país exótico.
Sin embargo, era un príncipe maldito. En otro país no hubiera sido extraño que le abandonasen al nacer.
Pero quizás, eso nos hace iguales”, pensó Elsa por un momento.
Las manos venosas de Claudius temblaron ligeramente. Consciente del ambiente perturbador, contuvo la respiración, y expresó una extraordinaria consciencia. De nuevo, alargó la mano, tocando la mejilla de Elsa. Si le volvía a rechazar, había decidido con firmeza que no volvería a tocar a Elsa otra vez. En contraste con la firme determinación del príncipe, los sentimientos de Elsa eran violentos y turbulentos. Sintió la ternura del Príncipe desviado en sus movimientos, y ella también demostró sus sentimientos con su comportamiento, sin embargo, el sentimiento que surgió fue enfado, no simpatía.
No te lo perdonaré
Su mal humor llameó y ni siquiera sintió nada cuando Claudius le tocó la mejilla. Su tacto estaba entumecido. No tenía ni idea de dónde venía ese sentimiento ni a dónde iba, sin embargo, su alboroto interno quería lanzarlo todo por la borda. Le dio la vuelta a esas suaves muñecas y noqueó la mano del príncipe desviado.
-¡No me toques! ¡Puto mono de feria anoréxico!-Gritó sin pensar y el tiempo pareció pararse.
Claudius se sorprendió ante tales palabras viciosas y acciones repulsivas, pero Elsa estaba todavía más asombrada.
-¿Eh…?
-¿Qué?
La garganta de Elsa graznó con un falsetto. Era inequívoco. Elsa se cogió la garganta, frotándose las cuerdas vocales mientras exclamaba con una voz rica:
-Ha vuelto… ¡Ha vuelto! ¡Mi voz! ¡Mi…!
Es lo que quería más que nada. Su propia voz y sus palabras.
Claudius la había estado mirando atónito pero, en seguida, frunció el ceño y le susurró en voz baja.
-Elsa, creo que puede que te hayan echado algún tipo de hechizo.
Claudius miró sus manos.
-Esto… Creo que mis manos han hecho algo. Mis extremidades tienen un tipo de poder mágico. Siempre que me acerco a algo encantado, se ve que le quito la maldición…
Pero Elsa no podía escuchar nada de lo que Claudius decía. La vida había vuelto a sus ojos rojos y su pecho estaba encendido con fuego y ambición. Su voluntad por sobrevivir creció.
Mientras tenga mi voz… Mientras tengo mis palabas… ¡Puedo seguir viviendo!”
La siguiente acción de Elsa fue tan rápida como un rayo. Cogió un elegante jarrón y lo tiró a la pared. Claudius dio un paso atrás y exclamó:
-¡Eso es peligroso!
Elsa no contestó, y usó los pedazos del jarrón roto para rasgarse el vestido. No le importaba que se vieran sus piernas y les dio una patada a esos horribles zapatos con los que se hacía difícil caminar. La ropa ceremonial se volvió, en un abrir y cerrar de ojos, en harapos. Lanzó los accesorios de su pelo y se quitó las baratijas valiosas. Claudius miró a Elsa, estupefacto, y le preguntó con la cabeza inclinada:
-¿Qué haces?
-¿No lo ves?
Elsa le respondió con unas pocas palabras y no contestó la pregunta de Claudius. ¿Quería saber qué estaba haciendo? ¿No era obvio? Estaba huyendo. Entonces, vendería todas las joyas, cada una de ellas.
Claudius parpadeó con sus ojos oscuros varias veces, confuso, y abrió la boca:
-¿Y entonces, qué harás?
-¡Deja que te pregunte una cosa!
Elsa se dio la vuelta con agilidad. En un instante, se había convertido en una persona completamente distinta a la anterior.
-¡¿Por qué me tengo que casar contigo?!
En un país extranjero, de alguna manera, su voz parecía distinta. Parecía más libre. Aunque nadie conocía su reputación, podía hacer que los oyentes de retorcieran del dolor.
-Es bueno para tu país y para el mío.
Su respuesta fue demasiado rápida, demasiado corta y firme. Elsa soltó un bufido al contestar.
-¡Ja! ¿Mi país? ¿Cuál es mi puto país? ¡Tal y como se espera de un príncipe! No lo pillas.-Entonces sonrió y se abalanzó sobre él con una mirada fiera.- ¡No tengo país!
Claudius aceptó esas palabras repulsivas y todo el resto de frente. Sin embargo, antes de que pudiese contestar, las puertas se abrieron y el rubio Caballero Sagrado entró.
-¡Viontina! ¡Dia!
Conforme el caballero entraba, llamó a Elsa por su nombre formal y a Claudius por el apodo con el que solía. En el pasillo detrás de él, muchas sirvientas echaron un vistazo con el semblante preocupado.
-Andy…
Claudius se dio la vuelta y llamó al Caballero Sagrado, le habló de forma informal.
El Caballero Sagrado, que había escuchado la disputa y había entrado en la habitación, dejó de caminar al ver la devastación de los aposentos y el terrible estado de Elsa.
-¿Qué está pasando aquí…?
Con la mochila en los hombros, miró a Ann Duke con sus ojos rojos y habló.
-Hey, ¿ya se han ido?
Los ojos de Ann Duke se agrandaron con sorpresa. Le triste, delgada y recatada princesa muda que había conocido no hacía mucho tiempo, se había desvanecido. Le miraba contenta y con los ojos llenos de fuego; ahora mismo, no tenía ningún miedo. Ann Duke no notó ese detalle y, en su lugar, se dirigió a la diferencia más obvia.
-Viontina, vuestra voz…
-¡Me llamo Elsa!-Contestó mientras se acercaba a él.-Te he preguntado si se han ido. ¡Esos videntes! ¿Esos putos viejos locos se han ido ya?
El Caballero Sagrado se intimidó por su agresividad y contestó dudoso:
-Los emisarios de Vion se han ido hace mucho…
-¡Vale, genial!
Elsa sonrió dulcemente. Su sonrisa no era, en absoluto, elegante y no pegaba con la lujosa habitación. Pero en su opinión, no existía lugar demasiado inapropiado.
-Esos viles monstruos se han ido ya. Al menos es conveniente. ¡Pues, hasta luego!
-¡E-Espera un momento! ¡¿Qué está pasando?!
Ann Duke agarró los hombros de Elsa preocupado. Elsa se sintió disgustada por esas manos e intentó deshacerse de ellas mientras gritaba:
-¡Te he dicho que no me toques! ¡No me voy a quedar ni un minuto más!
-¡Eso es por qué…!
Viendo a Ann Duke agarrando con más fuerza a Elsa, Claudius se metió en medio en este momento y le paró.
-Andy, ya puedes irte.
Aunque no era tan atronadora como la voz de Elsa, la voz de Claudius era clara como el cristal. Con unos ojos igual de afilados, echó un vistazo a Elsa y habló.
-Elsa, tienes que tranquilizarte.
De cara a la penetrante mirada de Claudius, Elsa reculó un poco, pero entonces, rebotó y espetó:
-¡Estoy extremadamente tranquila! ¡Y te voy a decir, muy tranquila, que no me pienso casar contigo!
Ann Duke los miró y, de repente, pensó sobre la escena: el plateado y verde de Claudius junto con el negro y el rojo de Elsa, eran colores muy hermosos. Ann Duke se sintió extraño.
La primera vez que vio a Elsa, su apagada y triste expresión le incomodó. Su príncipe tenía un temperamento tranquilo y gentil, y tendía a empatizar demasiado con el sufrimiento de los demás. Así, Ann Duke creía que si el príncipe, que cargaba con su propio dolor, estaba junto a alguien miserable, sería imposible que fueran felices. Ahora, sin embargo, Elsa, que en su mayoría parecía igual, daba una impresión completamente distinta.
Los ojos de Claudius, que eran una serena piscina de agua, miraron a Elsa. Y casi susurrando, este habló:
-Mmm… Creo que lo entiendo… Pero si huyes, nos avergonzarás mucho.
-¡Aunque intentes pararme, no servirá para nada!
Elsa no tenía remedio.
“¿Y ahora qué…?”, murmuró Claudius para sí, pero no buscó la ayuda de Ann Duke. En lugar de eso, intentó suplicarle a Elsa.
-La cena ya está lista. Entiendo totalmente que no quieras casarte conmigo, y no pasa nada… Pero… ¿Antes de nada, comemos?
Desde un principio, Elsa había intentado rechazar todo lo que dijera sin importar qué fuese. Abrió la boca para negarse y buscó algo que decir. Pero entonces, se sorprendió a sí mismo. Aunque la llamaban la princesa respira veneno, nada salió de su boca. Cerró las manos con fuerza, sin saber qué decir. Abrió la boca y sus hombros se hundieron. Entonces, concedió:
-Comeré un poco…
Su respuesta la hizo parecer una niña. Claudius sonrió y le dijo:
-Bueno, primero habrá que cambiarnos de ropa.
El Caballero Sagrado suspiró profundamente mientras comparaba a la princesa que destacaba sobre el resto y su señor, al que llamaban el príncipe desviado.



[1]Traducir esta parte fue bastante difícil. El apodo de Claudius es: “异形” y tiene muchos significados distintos, la mayoría se refieren, literalmente, a algo “con forma extraña”, pero es complicado concretar la connotación exacta. Puede significar cualquier cosa: desde “grotesco” a “raro” a “fantástico”, esto último se refiere al tipo de fantasía de película de terror, o “de aspecto sospechoso”. Al principio lo traduje como: “príncipe extraño”, pero, entonces, me di cuenta que no pegaría mucho con su futuro apodo: “el Rey extraño”. También pensé en el mote: “Príncipe grotesco”, que quedaba extremadamente bien con este capítulo, pero no quedaría bien más adelante (cuando es un rey, se supone que la connotación es positiva). Ragebeat_06 lo tenía como: “Rey aberrante”, que es comprensible pero es, en mi opinión, un apodo muy poco natural. Amazingbuffalo, que es quién tradujo la precuela de “Mimizuku”, lo tradujo como: “El rey vistoso”, pero en esta novela queda totalmente fuera de contexto. Al final me decanté por “Desviado” porque tiene una connotación mezclada y suena bastante bien. Simplemente significa que Claudius es físicamente horripilante e inusual.

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