Capítulo 1: Elsa, la niña abandonada

agosto 15, 2016


En el país de Vion, alrededor de las zonas residenciales ricas, había numerosos distritos donde la gente vivía pobremente. El vecindario donde Elsa creció era particularmente pobre. La gente, en realidad, lo consideraba más unos barrios bajos que un gueto. Elsa aceleró el ritmo a través de esas calles oscuras, con los pies descalzos golpeando la tierra seca mientras resoplaba entre dientes.
Remontó al tirar agua de las alcantarillas y cajas de madera por las calles. Saltó por encima de un perro de caza que estaba o bien muerto o durmiendo, sin dudar lo más mínimo mientras propulsaba su frágil torso y sus peligrosamente delgados hombros hacia delante, acelerando con esfuerzo. Su largo pelo negro estaba o cortado o limpio. Las puntas de su pelo estaban abiertas y desordenadas. Lo único que no se vacilaba eran sus ojos, casi completamente rojos.
Elsa corría a casa. En esas partes, la mayoría de la gente vivía en las calles pero ella tenía una casa a la que regresar. En el papel, en realidad, le pertenecía a los padres adoptivos de Elsa que la criaron, pero como estaban muertos, lo había heredado a pesar de que era una casa de muertos.
-Elsa.
Una mano se extendió entre las calles y la cogió por los hombros. Por reflejo, Elsa se giró y gritó:
-¡Hey! ¡Suéltame!
-¿Por qué estás tan tensa? No te entiendo para nada.
La gran mano que había cogido el hombro de Elsa era firme y la profunda voz, conocida. Tomando un respiro, Elsa le miró con sus fieros ojos rojos.
-¡Eso no te incumbe, Joseph!
A pesar de que le habían desdeñado e identificado, no se agitó. El hombre suspiró y frunció el ceño. La persona que había bloqueado el paso a Elsa era un hombre bastante bien conocido por las calles. Aunque la mayoría de la gente de esa zona era sucia y vaga, este era uno de los pocos individuos simpáticos que intentaban echarle un ojo a Elsa.
Joseph era un bravucón en la taberna local y tenía diez años más que Elsa. Su constitución era musculada.
Su alta figura lucía un abrigo con cuello. Tenía el pelo marrón extremadamente corto y las pupilas de un color similar. Al contrario de su cuerpo y trabajo, sus ojos parpadeaban con energía juvenil. De repente, sus normalmente gentiles y alegres ojos se estiraron conforme bajaba su cabeza hacia Elsa con asombro.
-¿Qué tienes en las manos? A ver.
-¡¿Eh?!
Elsa parecía extremadamente incómoda al enfrentarse con su tono amenazador. Sus cejas se fruncieron mientras agarraba una cartera de cuero e intentaba esconderla contra su frágil pecho rápidamente. Tenía los brazos cruzados como si escondieran algo y escupió.
-¡No he cogido nada!
Joseph no dudo en cogerla por los hombros e intentar arrebatarle el monedero. Una piedra verde colgaba del cuello de Elsa, expuesta al aire.
-¡Hey, quita las manos! ¡Asqueroso! No te atrevas a tocarme. ¡Se lo contaré a Misery!
-Todo lo que tienes es una boca sucia, pequeña diablilla. Hasta un pollo es más femenino que tú.
Elsa apretó los puños como resistencia pero no fue muy distinto a un insecto contra Joseph. Él, levantó el monedero por encima de él y habló.
-¿Robando?
Elsa siguió luchando mientras se quejaba.
-¡Devuélvemela! ¡Ladrón!
Joseph soltó el monedero pero su expresión de asombro apenas cambió.
-¿Estamos hablando de ti o de mí? Pero esto no es tuyo para nada.
-¡Es mío!
Elsa resopló y alzó la barbilla, y arrogantemente continuó:
-Si recojo algo del suelo, es mío, ¿no? ¿Cuál es la diferencia entre esto y recoger basura? Si nos vas a meter bronca a todos, entonces, te escucharé encantada. ¡Pero no metas las narices en esto, Joseph!
-No es exactamente lo mismo.
-¡Es exactamente lo mismo! Si se tira algo a un vertedero envuelto en mantas de pacotilla, ¿quién lo querrá? Eres un borracho que no puede distinguir delante de atrás, eres más inútil que una cabra vieja. ¡Debería decirle a Misery que si un hombre como tú sigue gastándose el dinero en bebida, volverá aunque no tenga nada!
Conforme la diatriba de Elsa seguía, Joseph suspiró como rindiéndose.
-En serio, tú…
-Mi vida no tiene nada que ver contigo, Joseph. Si te gusta dar regañinas de mierda a la gente, por favor, sermonéale a esa pared.
Elsa abrió las palmas y las movió para que Joseph pudiese ver que estaban vacías. Cuando ella planeaba girarse e irse, Joseph volvió a cogerle por los hombros.
-¡Espera! Tengo algo que decir que no tiene nada que ver con nosotros. Elsa, te has vuelto a saltar tu turno en la tienda de Loki. Te ayudé a conseguir ese trabajo…
Elsa se quitó las enormes manos de Jospeh y le dedicó una mirada amenazadora.
-¡No lo quiero! ¡Prefiero morir a que Loki me mangonee! ¡Alguien que hace comida tan asquerosa y se lo sirve a la gente debería arder en el infierno!
El trabajo en el que Elsa había hecho novillos era un trabajo que Jospeh le había conseguido. Su cara se torció y Joseph habló con voz áspera.
-¿Conseguiste esa boca tan sucia a base de practicar? ¿O naciste con ella? Si quieres hablar como una creída, guárdatelo para cuando consigas un trabajo para sobrevivir.
-Oh, aquí está, ¡otra de las putas lecciones de Joseph!
Elsa ni siquiera se molestó en ocultar su expresión sarcástica. Él siempre era así. Según Elsa, sus regañinas eran más por meter las narices que por ayudar. Aunque en el fondo, Elsa entendía que las palabras de Joseph eran por su bien. Sin embargo, su corazón estaba lleno de una creencia arrogante de que ya no era una niña, así que estiró los hombros.
-Si vivo de mi reputación como alguien que respira veneno, insultando y maldiciendo, ¿qué tiene de malo?
Joseph soltó un gran suspiro mientras se pasaba ambas manos por el pelo. Sus movimientos eran crudos y revelaban lo agitado que estaba por la conversación.
-¡¿Una mocosa como tú puede vivir de eso?!
Elsa soltó una risotada cuando vio que el argumento de Joseph se debilitaba. Se mofó de Joseph y también un poco de sí misma.
-¡Puedo hacerlo todo!-Mientras reía, siguió escupiendo palabras.-Puedo hacerlo.-De repente, el mundo entero pareció girar con esas palabras y la imagen de la cara de Joseph se distorsionó. Como si gotas de tinta hubieran manchado la imagen.-…mientras tenga mis palabras y mi voz.
Ahí es donde se rompió.
No importa de qué se trate, puedo hacerlo… mientras tenga mi voz”.
Elsa se despertó al notar como sus labios tocaban el gélido suelo de piedra. El sabor a piedra fría le recordó su desesperación. Elsa entendió muy claramente por qué sentía esa desesperación. No era porque anhelaba la libertad ahora que estaba encerrada, ni por cómo había acabado su vida ni por la gente que había conocido. Ciertamente, no era por el trato que había sufrido como prisionera ni por cómo la habían lanzado al frío suelo gélido. Más bien, era porque, inadvertidamente, la habían arrastrado a su pasado, cuando podía hablar.
Mi voz”.
Todavía quería decir algo, pero tumbada en el suelo, sólo el sonido del aire salió de sus labios cuando lo intentó. Había una cama en su pequeña celda pero Elsa siguió tumbada en el suelo frío. Saboreó el suelo de piedra con sus lágrimas silenciosas. Eran lágrimas de desesperación. No podía ni enfadarse, no servía para nada. En medio de toda esta oscuridad, había un pequeño brillo. Elsa estiró los dedos a ciegas en la dirección de la luz verde. Ante sus ojos, Elsa vio la Piedra Estrella que solía colgar en su busto.
En Vion, cuando nace un niño vivo, se le asigna una Piedra Estrella basada en la posición de las estrellas. Independientemente si es un noble o un pueblerino, cada persona consigue una piedra que se queda con ellos de por vida. La forma y el color de cada persona son únicas. La piedra de Elsa era de un brillante color verde, con vestigios rojos escarlata.  Se decía que cuando Elsa nació, los videntes habían interpretado las estrellas de su nacimiento como un mal augurio. En otras palabras, predijeron que se convertiría en: “la princesa que maldeciría el país, una princesa respira veneno”. Pero hasta a los niños tabú y a los fetos abortados se les asignaba piedras estrella. Esa era la tradición de este país.
Elsa no estaba segura de si esto era una bendición o una maldición. Con delicadeza, acarició su piedra con el dedo. No tenía ninguna habilidad especial y no le iba a traer nada. En la ciudad de Vion, incluso dentro de la cárcel, Elsa podía mover los pies y las manos libremente. No tenía ninguna atadura. La única libertad de la que la habían privado los videntes fue la claridad de su voz.
Su dulcísona, rica y única voz había sido atada con una cuerda y se negaba a aparecer.
Los videntes del templo habían llevado a cabo un acto cruel y retorcido para casar a la doncella con el país vecino. Era inhumano. Como la princesa tenía un lenguaje vulgar, habían usado magia para arrebatarle la voz y las palaras. Elsa acarició el suelo y la gema de su vestido. Sin aviso previo, escuchó el sonido de unos pasos seguidos de esta voz particularmente rasposa voz.
-Princesa.
La joven disparó una mirada instintivamente. En realidad, no había pretendido responder en absoluto. Había intentado, en un principio, convertirse en una muñeca sin alma o en un cadáver, pero no podía reprimir sus sentimientos de odio y rechazo.
-Mi señora vuelve a estar así otra vez…
Su tono de voz solemne no contenía ni una pizca de respeto. Para ellos, era otro día en el negocio, y era fácil adivinar que le hablaban así por obligación. Elsa deseó taparse las orejas, sin embargo, la voz continuó:
-…Como una pecadora.
Justo entonces, una nueva voz habló como si intentase comprobar algo que el que hablaba no entendía. Era una voz que no había escuchado nunca.
-¿No puedes tener un poco más de respeto?
Su voz y su forma de hablar pomposa, profunda y pesada hicieron reír a Elsa por dentro. Estaba riéndose de ellos. ¿Respeto? Se preguntaba a sí misma qué tipo de persona se atrevería a decir ese tipo de cosa a los videntes.
-Pero, mi señor, Primer Ministro…
Elsa apenas detectó la voz de uno de los videntes protestando en un susurro.
Primer ministro…”
Al igual que este país, esta ciudad, ese político corrupto…
En su estado mental confuso, Elsa movió su línea visual. Quería echarle un vistazo al hombre que había dicho esas palabras pero en la oscuridad de la celda de la cárcel, tan sólo pudo percibir, vagamente, su silueta. Justo entonces, la dulce y hermosa voz de una mujer, emergió de detrás de esa silueta.
-Precisamente. Su majestad es la muy querida princesa de Vion. No sabría qué hacer si algo terrible le aconteciera a nuestra querida…-La voz continuó con una sonrisa en la cara.-Ya que, bueno, es la persona destinada a ese país vecino.
Elsa rechinó los dientes y su boca se llenó del sabor de la arena. A Elsa no le importa quién era el enemigo. De todas formas, jamás había tenido oportunidad de saberlo. Sin embargo, presentía que esa mujer se mofaba de ella. Elsa lo supo instintivamente, y apretó una sonrisa de su boca. Lo sabía porque era un ser humano, algo así como gracias a la intuición femenina.
A pesar de que sus sentimientos se habían apagado hacía mucho tiempo, de alguna forma, escuchar esas palabras de burla incitaron el fuego furioso de su pecho. Elsa se sorprendió.
Mientras tuviese su voz, mientras tuviese palabras, no dejaría que nadie la manipulara aunque estuviera encarcelada, o eso pensó.
Sin embargo, el hombre que se hacía llamar Primer Ministro y la mujer que hablaba detrás de él, se dieron la vuelta y se marcharon antes de que soltaran a Elsa. Tan sólo se podía oír el sonido de sus pasos.
No le dijeron ni una palabra a la princesa que en poco tiempo, se volvería parte del destino del país vecino. El hombre que había dicho que era como una pecadora, la arrastró fuera de la celda y la liberó. Elsa, en ocasiones, pensaba si no sería genial si fuera una mera pagana.
Fuera de la cárcel, Elsa fue instruida en los aspectos de una vida de princesa. Desde modales en la mesa, vestidos, cómo caminar y cómo bailar; todo lo que Elsa no había experimentado hasta ahora. Pero Elsa pensó para sí misma que quizás ella debería haber tenido todo esto desde un principio. ¿Quién sabe? Si hubiese nacido en un mundo distinto…
-Escucha, tienes que comportarte como una princesa. No puedes avergonzar nuestro país bajo ningún concepto…
Las lecciones que el vidente daba hacían sentir a Elsa enferma y nauseabunda. Su idioma era extraño y completamente distinto a la cruda forma de hablar de la gente que, como Joseph, usaba en las calles, y eso la hacía sentir como si se le metieran hormigas en las orejas. Elsa quería salir volando y vaciarse la mente.
Soñó despierta con diferentes versiones de su pasado y su futuro, como si no hubiera nacido como una princesa respira veneno, o como si las estrellas hubieran sido algo distintas cuándo nació. Pero aunque soñase, era imposible hacer esas felices fantasías una realidad.
El recuerdo más viejo de Elsa es de muerte. Poco después de que abandonaran a Elsa al nacer, una pareja anciana de los bajos fondos la adoptaron. No tenía ni idea qué tipo de conexión tenían esa vieja pareja, la familia real y el templo, era imposible que lo supiera. La familia adoptiva de Elsa no le dio nada.
En esa casa que se caía a trozos, ¿cómo se crio Elsa? ¿Cómo paso sus días siendo una bebé? Lo único que podía recordar era que la pareja jamás volvieron a mirar a Elsa a la cara.
-…No hables.
Elsa no sabía si era porque la pareja temía a la princesa respira veneno o porque la odiaban. La obligaban a estarse callada y si desobedecía le pegaban con un bastón. Elsa solía aferrarse con fuerza a su piedra y soportar el dolor de los azotes.
Mirando atrás, era una vida miserable pero esos días no duraron mucho. Cuando Elsa tenía siete años, la pareja murió sin haberle dado ni enseñado nada a Elsa ni una sola cosa desde que le conocieron. Después de eso, Elsa se convirtió en una huérfana de verdad. Desde entonces, sobrevivió como una mendiga, y pasó día tras día, pidiendo. Gorroneaba y robaba por dinero. Si tuviéramos que decir alguna suerte divina que tuviera, podríamos decir que la casa de los ancianos era un buen lugar para refugiarse. Irónicamente, como siempre la habían mirado con desprecio, llegó a aceptar la oquedad y su nueva vida.
-¿Eres la princesa respira veneno?-Preguntaban algunos con curiosidad cuando le daban comida por caridad.
En este país, las predicciones lo eran todo. Cuánto mayor era tu estatus en la sociedad, más importancia tenía su predicción. Cada una de las personas con títulos nobiliarios tenía su propio vidente privado; la cantidad de dinero que donaban al templo les daba más estatus. La larga tradición de esta actividad para adquirir bendiciones estaba totalmente fuera del alcance de los pobres. Como confiaban en las predicciones para determinar los destinos de los países vecinos, las relaciones entre la gente podían desaparecer en un instante. La historia de Elsa, quizás, fue así.
Al principio, Elsa no tenía ni idea de qué significaba eso. Sin embargo, aprendió rápidamente que si imitaba las profanidades que los adultos tiraban por ahí, se volvería popular en la taberna. Aunque había gente que estaba asustada de la niña que los videntes habían abandonado, la mayoría de la gente se tomaba a Elsa como un circo y la provocaban.
Elsa tenía un ingenio mordaz y enseguida descubrió que sus palabras tenían poder. Con su idioma, podía ganarse la vida en el mundo de los adultos. Como tenía la reputación de la: “princesa respira veneno”, escogió protegerse con un vocabulario soez, pero aparte de esto, no encontró ninguna otra manera de ganarse la vida. Aunque en realidad, a Elsa nunca le faltaron insultos.
-¿Quieres que aprenda a ser una puta?-Elsa apresuró el paso en la esquina de la taberna y estiró su cintura delgada. Aun siendo menor, vociferó.- ¡Escoria inútil! ¿Crees que enseñar un poco de dinero, correrte en una niña y conseguir una paja para tu pene flácido te ayudará a recuperar algo de tu orgullo de hombre? ¡Vaya broma! ¡Será mejor que te vayas a chuparle las tetas a tu madre! ¡Así puedes contarle tú mismo cómo dio a luz a semejante zurullo! Oh, ¿y piensas que soy una degenerada? Entonces, ¿qué eres tú? ¿El brillante héroe que quiere follarse a una zorra degenerada? ¡Para morirse de risa! Sólo los pervertidos quieren trincarse a chicas degeneradas. ¡Deja tu asqueroso dinero y vete de una puta vez!
A la gente le gustaban sus crudos insultos y, seguramente, dieron una patada al escucharla maldecir. Por supuesto, había momentos en los que ofendía a algunos clientes. Más de una vez o dos, le pegaron hasta casi matarla.
-Tienes una boca bastante sucia, por lo que puedes hacer esto sin parar. Así que “la princesa respira veneno” no es sólo un mote, ¿eh?
Algunas personas remarcaban eso con temor. Joseph, el bravucón, le había dicho algo similar la primera vez que se encontraron, cuando le sacó a un hombre que había empezado a atacarla.
La princesa respira veneno, no es sólo un mote”.
Con su forma de hablar, como si presumiera, podía enfadar a la gente o hacerles sentir muy incómodos. Desde hacía bastante tiempo, pensaba depender de sus palabras para sobrevivir. Así es como iba a vivir su vida. Pero esos días pasaron hace mucho tiempo. En medio de la noche, hacía unos días, unos cuantos videntes llamaron a la raquítica puerta de Elsa. Elsa respondió a la puerta sorprendida, frunció el ceño y no dijo nada. Los videntes buscaron de inmediato la piedra que colgaba del cuello de Elsa.
Elsa era dueña de sus palabras y de su voz, además de su nombre. En esos momentos, su única otra posesión era esa piedra verde con trazos rojos. Los videntes no prestaron atención a la resistencia de Elsa conforme hablaban, y querían llevarse esa piedra. Al igual que cuando Elsa nació, hablaron de una forma similar:
-Es inconfundible.
Elsa, en esencia una prisionera, era tratada como si fuera ganado. Lo único que tenía en su persona era la piedra con la que había nacido. Ni siquiera estaba de pie por voluntad propia pues manos arrugadas la empujaban.
“¡No me toquéis, coño!”
Tenía muchas ganas de pegarle.  Quería escupirle y aporrearle con los puños aunque fallase, no le importaba ni hacerse daño. Sin embargo, siempre prefirió expresar sus sentimientos que albergaba con palabras. En vez de que se vieran involucrados los puños, escupitajos o las miradas, su desagradable vocabulario iba antes. Se sentía atormentada al negársele así.
El dolor físico, el sufrimiento o la desgracia no le importaban.
No tengo mi voz
Sin su voz, no tenía nada más.
Siempre que quería algo, inmediatamente, sentiría una dolorosa autocompasión. No debería haber nacido. Su existencia no tenía sentido.
-Ven aquí. Es hora de limpiarte.
Y así, la arrastraron por un largo pasillo. En un día normal, simplemente la escoltarían pero aquel día era distinto. En el enorme pasillo ante ella, podía escuchar el sonido de muchos pasos disciplinados marchando. A raíz de esto, los videntes enfrente de ella se pararon.
-Por favor, espérate aquí.
Elsa inclinó un poco la cabeza. La voz profunda parecía desconocida. Los ojos sin vida de Elsa repasaron el vasto pasillo y vio algunas figuras oscuras pasando por ahí. Era un hombre con muchos guardias. Elsa sólo le pudo ver la cara de refilón; sin embargo, consiguió una muy buena vista de su espalda que hizo que Elsa dejase de respirar.
Le había visto antes, aunque nunca directamente, pero a través de muchos retratos que decoraban la ciudad. No sabía cuántas veces había escupido en esos retratos cuando los había visto pensando cosas poco favorecedoras.
El gobernador de este país y también el rey estaba andando frente sus ojos. Elsa, de repente, sintió miedo y se le puso la piel de gallina. La mente se le aceleró y no se podía calmar.
La gente a su alrededor notaron, rápidamente, su intención de salir corriendo hacia adelante. Le agarraron los hombros y le giraron las muñecas, reteniéndola. Pero quería gritar, chillar tan fuerte como pudiese, y aullar a la figura que llevaba la vestimenta del rey. Elsa ni siquiera sabía qué quería decir, pero intentó chillar de todas formas.
Si ella era la princesa… Una princesa de este país en particular, entonces, ese hombre… El hombre que es el rey… Tenía que ser su padre.
Nunca le importó, aparte de desdén, nunca tuvo otros sentimientos por él, y tampoco quería nada de él. Tal y como estaban las cosas, sí, así estaban las cosas pero, en ese momento había… ¿algo distinto?
No esperaba que la quisiera y no quería que le devolviera el afecto del que la privaron de niña. Esas eran cosas que no le pertenecían. No deseaba preguntarle sobre la identidad de su madre, esa era una pequeña consecuencia.
Elsa quería maldecirle. Quería sacar todo el odio y los sentimientos que había ido reuniendo hasta este día y soltárselo todo al rey. ¿Por qué? ¿Por qué la trajo al mundo y después la abandonó…? Y entonces…
Pero el Rey no regresó. Ni siquiera miró atrás y era completamente inconsciente de la Elsa retenida. Era una princesa maldita, la princesa respira veneno. También era una huérfana. Daba igual cuánto la odiase y la despreciase la gente, lo recibía encantada. Quería maldecirle. Quería maldecirle con todo lo que había sufrido y con un odio equivalente a la cantidad de desesperación que ella había experimentado.
No puede oírme”, pensó Elsa. Las manos arrugadas ya la tenían sujeta con fuerza. “No puede oír nada de lo que digo”.
Pensando en ello, se rindió, Si tan sólo hubiese podido hacer un sonido, si tan sólo pudiese decir alguna palabra… Después de eso, le ordenaron caminar por el pasillo desierto. Tiraban de ella por las muñecas, a cada paso que avanzaba ella arrastraba los pies. La desesperación la hacía enloquecer. Alguien la enjuagó con agua fría y otra persona usó un buen peine para cepillarle el pelo. Le restregaron un ungüento por toda la piel y le hicieron la manicura. Hace mucho tiempo, solía correr por ahí descalza pero hoy las suelas de sus pies estaban suaves y blandas. Elsa abrió los ojos lentamente y se miró en el espejo. La silueta de la huérfana había desaparecido y, por fin, experimentó por sí misma lo que significaba ser hermosa.
Elsa…
<< Es una huérfana vulgar y flacucha de quién se burlan en las calles>>
“…creo que…”
<<Su nacimiento fue lo más alejado de la felicidad que hay. Es una chica sucia y repulsiva que está cubierta de mugre. Pero, aun así…>>
“…no das tanto asco”.
Le costó mucho llegar a esta conclusión. Sin embargo, cuando recordó que jamás volvería a ver
al rey de nuevo, cerró los ojos lentamente.

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images