Capítulo 47: Una rutina suave

octubre 07, 2016

Latina, normalmente se despierta temprano por la mañana. Cree que preparar el desayuno era su deber. Había días en lo haría tarde y otros días en los que se quedaba dormida pero, para su edad, era diligente.
La que se ocupaba de sus trabajos dentro de la mansión era la madre de Dale, Magda. Hasta Magda, cuando miraba a Latina, estaba más que encantada de dejarla ayudar.
-A la gente de Tisroh no les entusiasma el pan, eh.
Magda estaba aplanando la masa, hecha de una mezcla de aceite, huevos y harina, con un rodillo y, mientras Latina miraba como pasaba el rodillo desde distintos ángulos, aquí y allí, habló:
-Latina, ¿puede ser que te guste más la comida de la ciudad?
-No, Latina está feliz de poder comer comidas diferentes en sitios distintos.
Se añadieron y envolvieron carnes y hierbas en la masa.
El desayuno de aquel día sería una sopa hecha, mayoritariamente, de esto.
En comparación con Magda que los hacía en un abrir y cerrar de ojos, la técnica de Latina para envolver tenía sus carencias. Sin embargo, al parecer, ya recordaba los pasos.
-Latina, sabes, ¡va a aprender mucho de Magda y se lo cocinará a Dale en casa en Kroix!
-Bueno, bueno. En ese caso, tendré que enseñarte todas las comidas que le gustan a Dale, ¿no?
-¡Sí!
-Verás, los hombres de nuestra familia son simples. Mientras les pilles el estómago, entonces, te será más fácil hacer que te escuchen.
-¿Eh?
-¿Cuántos años tenías, Latina?
-¿Eh? Tengo casi diez años.
-Ya veo. Diez años, eh. Ya veo, ya veo.
-¿Eh?
-Después de todo, los niños crecen en un abrir y cerrar de ojos.
-¿Eh?
Al lado de Magda que estaba llegando a un acuerdo consigo misma, Latina ladeaba la cabeza mientras acababa de meter la pasta en la cazuela.
Latina ayudaba a Magda incluso después de despedirse del grupo de hombres que se iban a trabajar.
Dale también ayudaba a su hermano y a su padre en el trabajo y a los cazadores, y por eso, no estaba en casa muy a menudo. En cambio, parecía ser que se había decidido que pasaría las largas noches en el campo.
Esta familia, como cabezas del clan, no eran granjeros de oficio. A pesar de eso, seguían teniendo muchos lugares para alimentarse. Su administración también era el deber de Magda. Para Latina era la primera vez que trabajaba en el campo. Miraba a los cultivos fascinada.
-Guau, qué pequeños.
-Ese todavía es pequeño así que no nos lo podemos comer aún, ¿vale?
Magda rio mientras quitaba los bichos. Al ver eso, Latina empezó a copiarla. Como no le tenía miedo a los bicos, no dudo en absoluto.
-Se retuercen.
Les dio la vuelta antes de llegar a una conclusión y entonces, sacó otro bicho.
-Ah, si tocas ese te picará.
-¿Sí? Vale, tendré cuidado.
Latina asintió con una expresión seria retirando la mano de un susto.
Después de eso, fue a casa de Cornelio para estudiar.
Él era un escolar que se había mudado allí por su interés sobre el clan Tisroh. Latina aprendió sobre Tisroh, la capital y una gran variedad de cosas que en clase no le enseñaban. Gracias a su especialidad en otras razas, la muchacha tuvo la oportunidad de aprender más sobre la raza demonio.
-Ya casi es hora de comer, ¿verdad?
-Eso parece.-Con esas palabras, Latina empezó a marcharse.
Después de comer la comida que había hecho Clarissa, había tardes en las que se quedaría a leer. A Latina también le gustaba pasar la tarde tranquilamente leyendo libros.
También había días en los que iba a casa de Cacache para buscar más libros y después volvía. Cuando eso pasaba, solía leer los libros en casa de la abuela Wen.
También había muchas ocasiones en las que se rendía a las tentaciones del cálido sol y daría una cabezadita. La gruesa alfombra que se extendía por toda la mansión de Tisroh y su propiedad de ser cómoda sin importar dónde estuvieras la convertía en un terrible palacio de tentación que corrompía a la gente.
Cuando no hacía eso, Latina solía dar paseos con la abuela Wenn y demás.
Aunque Wendelgard tenía muchos más años que ella, de ningún modo iba a encerrarse en casa todo el día. Más que eso, todo el clan la conocía como alguien que aparecía en los lugares más inesperados. Apareciendo en cualquier lugar del pueblo, era una existencia que sabía más que nadie sobre el pueblo, por eso, Latina que había formado parte de eso día sí, día también, acabó memorizando el camino que no era el camino, aunque la propia Latina no se dio cuenta de ello.
También fue la abuela Wenn quien llevó a Latina al hogar de aquellos con el deber “Suna”.
-¡Es un perro!
-Sí. Aquí en las montañas no sólo hay un montón de bestias mágicas, también hay animales salvajes, sabes, y hago que estos amiguitos trabajen para mí.-Dentro de la cabina, los ojos de Latina brillaron con nerviosismo al ver tantos perros delante de ella.-Se les envía a trabajar cuando toca cazar. Los Suna les entrenan y les cuidan.
-¿No lo hacen con la magia central?
-Puede que sea porque en nuestro clan hay muchos con el atributo de la tierra, pero hay pocos que nazcan con el central, así que tenemos que ocuparnos de ellos sin usar magia.
Latina asintió entendiendo lo que la abuela Wenn le había explicado.
La magia del atributo de control, en otras palabras, el atributo central, tal y como el nombre indica, era algo que podía manipular la conciencia. Un gran número de domadores tenían el atributo central.
-¿Puedo acariciarles?
-Veamos… Zabine, ¿qué te parece?
La abuela Wenn llamó a una de los Suna, y la mujer llamada Zabine vino con un cachorro.
-No debería pasar nada si es un cachorro.
-¡Guau! Qué monada.
Latina cogió el cachorrito marrón felizmente.
-Si le cepillas se pondrá contento.
-Vale.
Con una expresión seria, Latina aprendió a cepillar y no habían pasado ni diez días desde entonces que ya parecía que todos los perros de Tisroh fueran suyos.
Como resultado de haber dominado uno de los oficios de Tisroh, no parecía imposible para Latina que parecía tener algún tipo de mano de dios con una habilidad especial, el subyugar a todas las bestias que vagaban por la tierra.
La realidad no era como las exageraciones, a la niña se le daba bien acariciarles y cepillares, simplemente eso. Otra razón era, seguramente, que estaban en la temporada de cambiar el pelaje. Los perros la reconocieron como alguien capaz de rascarles justo en el sitio que les picaban.
Sin embargo…
-Es increíble…-Murmuró la abuela Wenn, medio admirada, medio sorprendida. Esa escena era una en un millón.
-¡Qué cansado estoy!
-Deberías… Eso es todo lo que puedes decir, eh…
Con el cepillo en mano que tantas veces había tenido, Latina puso una expresión de orgullo y satisfacción. Ante ella había un perro enorme tumbado, relajado. Ese perro negro, claramente feliz, era uno de los jefes de la cabina. Estaba tumbado sobre su espalda, enseñando la barriga, pero normalmente este perro sólo bajaba la guardia delante de su dueño Suna.
-¡Este perro es con el que fue más difícil hacerme amiga!
Bueno, por supuesto.
Y no sólo era este quien enseñaba la barriga. Se podía decir que se habían exterminado a todos los perros dela cabina. Unos cuantos parecían locos de comodidad y estaban a punto de quedarse dormidos.
-Latina, eres increíble…
-¿Sí? No creo…
Latina se sonrojó de vergüenza cuando la abuela Wenn la alabó con una caricia.
Zabine y los otros Suna, al ver la escena delante de ellos, consideraron, seriamente, reclutarla. Esta es una anécdota que Dale escuchó días después.

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