Capítulo 2: Ella puede hablar con el techo

enero 16, 2017

 Él abrió los ojos sintiendo una calidez indeseada en la mano.  Aturdido por la luz que se reflejaba en el blanco puro del techo, inconscientemente, volvió a cerrar los ojos. No era un techo que conociese. Se había despertado cuando una enfermera de unos treinta le cogió la mano y le metió una aguja IV. La enfermera estaba algo sorprendida de verle despierto, y fue a llamar a un doctor. El sonido de sus pisadas al correr, apurada, parecía, de alguna manera, de otro mundo. Todo lo que veía era una habitación de hospital irreal e inorgánica.
-Lo que tienes no tiene cura.
Eso es lo que el doctor le dijo más tarde. Tenía una enfermedad terminal.
No conseguía llevarse bien con sus compañeros de clase, su vida escolar era inútil, sin muchos amigos. Solían molestarle ya que era el objetivo del líder de la clase. El potencial de su futuro parecía disminuir. Apenas podía ver futuro alguno. Y dando tumbos por su cabeza estaba: “esto es una molestia”, por lo que, cínicamente, murmuró:
-Vaya. ¿Qué le vamos a hacer?-Y entró en la clase con un bate de metal.
Ella podía hablarle al techo.
Su hermana mayor que se había ido a la universidad no lo sabía, y Tsubasa-kun, que siempre tenía chicas que le daban Dom Pérignon, seguramente tampoco lo sabía. El profesor de baile hula y su madre, que tenía una aventura con él, y su padre que un día desapareció en el aire no lo sabían. Los huérfanos de África no lo sabían, y los hijos de ella y Tsubasa-kun que todavía no habían respirado el aire del mundo exterior estaba claro que no lo sabían.
Pero como siempre, dijo:
-Vaya, ¿qué le vamos a hacer?
Esta es la historia de ambos.

¿Qué hace la gente el día que les dicen que tienen una enfermedad incurable? Algunos se rinden a la desesperación y corren a sus seres queridos. Algunos enloquecen por el miedo y satisfacen libremente sus deseos.
Hay muchas formas de tomárselo, pero él era algo distinto.
-¡Supongo que ya no tengo que pensar en mi futuro!
Estaba lleno de ánimos y tuvo unos pensamientos como esos. Además, fue a la ceremonia de cierre de su escuela con un bate de metal. Golpeó repetidas veces al líder de la clase en el trasero y huyó de la clase tan rápido como fue capaz. Escuchó gritos animales de ira provenientes de la clase, pero no le importaron. Después de todo, tenía una enfermedad terminal, por lo que ya no iría a la escuela que estaba a dos horas de casa. Jamás volvería a verles.
El enfado y los gritos de alguien que jamás volverás a ver es todavía más inútil que escuchar a alguien hablar del sueño que tuvo anoche.
Ignorando las voces en eco de la escuela, corrió por los pasillos a máxima velocidad.
Le gustaba sentir el viento contra él, y cerró los ojos por un momento. No vio nada más que oscuridad, como si todo el mundo hubiese desaparecido del mundo. Cuando se asustó y abrió los ojos, una luz brillante le entró en los ojos. De repente, pensó:
-Si muero, ¿la oscuridad no desaparecerá jamás?
Eso, efectivamente, podría haber sido algo muy terrorífico. La oscuridad eterna: sin tiempo ni espacio. ¿Sería capaz de soportarlo? Esos pensamientos desaparecieron por el griterío de detrás.
Huyendo de la escuela, entró en el pueblo. Ni siquiera le echó un vistazo a las puertas de la escuela por las que no volvería a pasar nunca más. Simplemente, siguió mirando y corriendo hacia adelante. El penetrante cielo azul parecía más grande que nunca y un mundo lleno de colores brillantes se extendió ante él.
Ya era libre.
-¡Ya estoy en casa!
-¡Bienvenido! Llegas pronto.
-Sí, la ceremonia ha acabado pronto.
-Oh, no me digas. Bueno, ves a recoger tu cuarto. Me voy de compras.
-Vale, mamá. ¡Hasta luego!
Su madre se fue y su mentiroso hijo la despidió. Ella no se imaginaría jamás que su hijo, en tercero de instituto, cogería un bate de metal y golpearía a un chaval. Hay cosas que es mejor no saberlas. No le había contado a nadie lo de su enfermedad terminal, pensaba que esa era otra cosa que era mejor no saberla. Su madre, por supuesto, se entristecería mucho si se enterase. No quería ver algo así.
Tras confirmar por la ventana que su madre estaba lo suficientemente lejos, sacó los libros de su mochila. Los símbolos del instituto. Conforme subió de año, estas cosas se hicieron más difíciles, y le torturaron más.
Desgarró uno de los libros, lo hizo una bola y lo tiró a la basura. Puso otro en la trituradora y quemó otro para nutrir la tierra, y quemó aún otro más para contribuir al calentamiento global. Eliminó los libros de diferentes formas. El último lo transformó en un avión de papel y lo hizo volar. Liberado de sus cadenas, fue a observar las hormigas del jardín. Ese momento que pasó mirando a las hormigas transportar azúcar fue el momento más feliz de su vida escolar.
De aquel día en adelante, se esforzó en no hacer nada en absoluto. Dobló gomas de borrar, cavó hoyos y los volvió a tapar de inmediato, contó las manchas del techo, se bañó con botellas de agua… Se esforzó en hacer esas cosas sin sentido. Considerando su vida escolar más allá de lo terrible, esos días fueron, en efecto, muy agradables.
-Me pregunto si me debería morir ya.-Pensaba a veces.
En uno de esos días, recibió una invitación a una reunión de clase. Aquel día, como era habitual, estaba contando granos de arena. La sorpresa de la notificación del móvil casi le da un ataque al corazón. Ni siquiera tenía amigos en el instituto, pero tenía unos cuantos en primaria Sou-chan que vivía cerca era una chica popular y, como estaban amigos cercanos, tenía más amigos. Por lo que si fuera a la reunión, encontraría amigos. De hecho, quién le había invitado vía mensaje había sido Sou-chan.
“Si tienes tiempo, ¿te gustaría venir a la reunión de antiguos alumnos?”
Se preguntó si debería o no ir, y le pidió consejo a su madre.
-No sé qué hacer…
-Bueno, no has hecho nada desde que empezó el verano. Ves a ver a Sou-chan, estoy segura que te echa de menos.
-¡He estado haciendo cosas! ¡Hoy he llenado una botella de agua con guijarros!
-Ves, por favor.
-Sí, mamá…
Así que decidió ir a la reunión de alumnos.
-Bueno, vale, supongo que debería tener ganas de ver a Sou-chan otra vez.-Se dijo a sí mismo.
Pero, ay, Dios no fue amable con él. Se dio cuenta que el tipo de Dios que le da enfermedades terminales a la gente quiera o no quiera es amargamente malicioso. A causa de un resfriado, Sou-chan no pudo asistir a la reunión. En segundo lugar, su amigo Tsuu-kun se iba de viaje el día de la reunión. En tercer lugar, su amigo You-kun se había recluido en casa y se negaba a salir. En cuarto lugar, su amigo Maa-kun iba a ver un partido de béisbol. En quinto lugar, su amiga Taa-chan estaba en el hospital tras sufrir un accidente de tráfico. Etcétera, etcétera.
Ninguno de sus amigos fue a la reunión. Le dejaron ahí, totalmente solo. La gente se reía, los unos con los otros. Mantenían conversaciones animadas. Nada tenía que ver con él, así que se dedicó a exprimir limón en el pollo frito en la esquina de la habitación. Ignoró la gente de la reunión y se entretuvo fantaseando sobre lo conveniente que sería si un meteorito cayese en ese lugar.
-Si hubiese sabido que sería así, me habría ido a mirar rocas en el río…-Murmuró sin que nadie le escuchase.
La soledad se amontonó.
Se aburrió y empezó a mirar a su alrededor. La mayoría estaban en círculos conversando. Un pensamiento sincero le pasó por la cabeza:
“Ojalá se rompan el tobillo”.
Sin embargo, entre ellos había una chica que también estaba marginada en una esquina como él.

Tenía el pelo de color marrón claro y un flequillo perfecto, aburrida, exprimía un limón en el pollo frito. Según lo que recordaba él, ella había estado en un grupo que no destacaba mucho en clase.
En aquel entonces, llevaba el pelo largo y negro atado en trenzas, y apenas le había hablado en los nueve años de primaria e instituto. El cortarse el pelo y teñírselo de marrón claro le hacía parecer una persona completamente distinta, así que él tardó unos instantes en darse cuenta que era ella. Fue capaz de vislumbrar que, de la misma forma que él, ningún amigo de ella había asistido a la reunión. Echando una mirada a la multitud, no vio a nadie de su grupo, y sintió una afinidad repentina. La verdad era que, mientras exprimía limón, ocasionalmente, ella le susurraba cosas al techo. Seguramente desanimados por el aura bizarra que la rodeaba, nadie intentó hablarle, y quizás, sin querer perder ante ella, él siguió exprimiendo limón en las gambas fritas ante él.  Por supuesto, nadie se acercó a hablar con él tampoco.
Cuando la reunión terminó, los antiguos alumnos se separaron y fueron a diferentes fiestas. Él y ella no tuvieron oportunidad de ser invitados, así que ambos vagaron por el área.
-Vete a casa.-Murmuraron los dos casi al mismo tiempo.
Él se encontró a sí mismo encontrándose con los ojos de ella, pero incómodo, apartó la vista.
Ella le miraba dudosa, entonces, pareció darse cuenta de algo y le miró como diciendo: “Ah, es ese tío”.
Al ser el único hombre solo en la reunión, había destacado bastante.
-¿Vas por aquí?
Ella debió sentir algún tipo de simpatía extraña también, así que de todo el mundo, le habló a él. En cuanto ella habló, el cuerpo de él se petrificó. No había tenido una mera conversación en la reunión, por lo que había olvidado del todo como responder cuando te hablan.
Inhaló para calmarse y entonces, respondió:
-No, por aquí no. Bueno, a lo mejor por ahí.
Ella sonrió ante su respuesta ridícula. Era la primera emoción que ella, que se había dedicado a exprimir limón, había mostrado en todo el día.
-Mmm… ¿Cómo dices que te llamas?-Preguntó sonriendo. Era totalmente incapaz de recordarlo al haber interactuado con él tan poco.
-No me acuerdo. Intenta hacer memoria por mí.-Respondió él en broma.
Ella reflexionó y le miró a la cara. El aroma a perfume cosquilleó la nariz de él. Mirándola de cerca, tenía algo de maquillaje. Más de lo que una estudiante normal llevaría.
Tras pensar durante unos minutos, bajó la cabeza, su rostro se iluminó y gritó:
-¡Ya me acuerdo! ¡Eres Tarou Yamada!
Sonaba igual que el nombre de un jardinero y no era el suyo, pero se rio y dijo:
-¡Exacto! Buena memoria.
Él tenía tendencia a decir muchas mentiras inútiles. Decía que odiaba los tomates a pesar de que le encantaban, decía que había olvidado los deberes aunque los tenía, decía que estaba lleno a pesar de tener hambre. Le encantaba mentir sin sentido, y esta fue otra mentira inútil que hubiese sido mejor no contar.
-¿…Y creo que tu nombre era Hanako Yamada?
En realidad, sabía su nombre, pero también mintió sobre eso. Equivocarse con el nombre de la gente era un tipo de mentira que usaba a menudo. La gente normalmente se disgustaba cuando se equivocaba, pero ella se rio al escucharlo.
-Jaja. ¡Exacto! ¡Buen trabajo tú también!
Sin ningún signo de enfado, ella le pellizcó la cara con una sonrisa. No se llamaba Hanako Yamada pero su sonrisa reluciente no le importaba. Él halló algo de diversión en su bizarro primer encuentro aquel día.
-¿Qué has estado haciendo últimamente, Tarou Yamada?
Estaba caminando a casa junto a ella. Su camino a casa estaba en direcciones completamente opuestas, pero si tenía tiempo para observar hormigas cada día, podía gastarlo en caminar en la dirección equivocada con ella.
-Supongo que batallar con la muerte.
La primera verdad que le decía en todo el día. Pensando que era una broma, ella se rio como antes.
-Sí, son vacaciones de verano. No hay escuela ni nada. Así que, hey, ¿qué se le va a hacer?
-Claro. ¡Vivan las vacaciones de verano!
-¿O sea que tienes tanto tiempo que te peleas con la muerte?
-Sí, sí. Tengo que pelearme con la muerte cuando llega el verano.
-¡Por supuesto!
Con eso, saltó por ahí felizmente. Dio tres vueltas y entonces, volvió a su lado.
-Hanako Yamada, ¿todavía estás en la escuela?
-No, ¡no voy a clase!
-¡Oh, vaya! Eres una mujer libre.
-Jajaja. Exacto. ¡Es genial!-Afirmó orgullosa, hinchando el pecho. Parecía que sus pechos estaban a punto de salirse de su escote revelador.
-Es algo así como un secreto, pero tengo un trabajo nocturno.
-Oh, ah. Apuesto a que debe ser horrible aguantar a todos los clientes rarillos en la tienda de noche.
-No, no es eso.
Más o menos entendió a donde quería llegar, pero no tenía el más mínimo interés y se hizo el tonto.
-¡Soy muy popular entre los chicos! ¿No es genial?
-Oh, sí. ¡Qué envidia!
-No piensas eso para nada, ¡¿a qué no?!
-No, claro que sí. Lo llevo pensando desde ayer.
-¡Bueno, entonces, guay!
Era una conversación estúpida sin mucho sentido, pero ella sonreía todo el tiempo a diferencia de la expresión amarga que había mostrado en la reunión de clase mientras exprimía limones.
-Supongo que me alegro de haber venido hoy.-Dijo de repente ella a medio camino.-Aunque, la verdad, la mayoría del tiempo he estado pensando que hubiese sido mejor ir al partido de béisbol.
-¿Béisbol?
-Sí, me encanta.
Tras decir eso, posó como una bateadora, pretendiendo sujetar un bate con ambas manos y balanceándolas.
-¡Ves, mira! ¡Soy Nori!
Sorpresivamente, su bateó era exactamente igual al de Noirhiko Nakamura, desde la postura hasta el movimiento.
-¡Guau, buena imitación! Me gusta mucho.-Respondió él, genuinamente impresionado.
Quizás complacida, ella asintió con una sonrisa.
-Sí, me encanta.
Su apariencia había cambiado drásticamente, pero su sonrisa inocente todavía tenía rasgos de sus días de instituto.
Él y ella hablaron sobre muchas cosas después de eso. Sobre cómo la buena amiga  de ella, Mii-chan, se había perdido en un viaje a París, de cómo el buen amigo de él, Maa-kun, estaba mirando un partido de béisbol, de cómo él era incapaz de hacer amigos en bachillerato, de cómo ella tampoco podía y de que por eso lo había dejado, de cómo él machacó al líder de la clase con un bate de metal, del trabajo nocturo que ella hacía y de cuán adulto era y de que ella podía hablarle al techo.
-¿Puedes hablarle al techo? ¡Eso es increíble!- la elogió y ella soltó una risita tímida.
Pasaron cosas después de que dejase el colegio y no estaba segura del por qué, pero con el tiempo, se percató que podía hacerlo. Era algo bastante difícil de creer de inmediato, pero él simplemente pensó:
“Sí, supongo que puede ser posible”, después de todo, él tenía una enfermedad incurable así que hubiese una o dos personas capaces de hablarle al techo no era tan raro.
-Estaba aburrida en la reunión de clase, le he estado hablando al techo todo el rato. Pensaba que se me iban a acabar los temas.
Después de imitar a Norihiro Nakamura, empezó a imitar a Daisuke Miura. Puso el peso en una pierna, y algo inestable, hizo ver que tiraba la bola.
-Hay mucha gente aburrida, me alegra que estés aquí para tranquilizarme.-Le respondió él.
-¡¿Qué representa que significa eso?!-Dijo ella pellizcándole la espalda.
Después de cruzar la calle hasta un área residencial y caminar, los pies de ella se detuvieron de repente.
-Ah, ya estamos. Esta es mi casa.
Era un apartamento de tres plantas. Tenía un exterior bonito y nuevo, pero de todas formas, no parecía lo suficientemente grande como para que viviese una familia.
-¿Vives sola?-Preguntó él curioso.
-Bueno… ¡Supongo que vivo con mi novio!-Respondió ella sin que pareciese que estaba escondiendo algo.
-Oh, suena divertido.
-Es terrible, me agota estar con él. ¡Quiero tiempo para mí!
-Podrías irte al bosque o algo para estar sola.
Ella aplaudió con las manos y gritó: “Eureka”. Era la primera persona que él había visto reaccionar así.
-Aunque es un lugar bastante bueno, ¿no?-Elogió cautelosamente.
-¿Sí? Hay un centro de bateo, un carnicero y una tienda de alfombras cerca. Y el bosque.-Se relamió incomprensiblemente.
-Qué envidia.
-¿Quieres mudarte conmigo, Tarou Yamada?
-¿Debería? No creo que me atraiga la tienda de alfombras, el carnicero ni el centro de bateo.
-¿No? Qué lástima…
Se dirigió a la entrada, tocó los botones de cierre automático y la puerta se abrió con un sonido placentero.
-Bueno, ¡nos vemos! ¡A lo mejor en unos tres años o así!
-Vale. ¡De aquí cinco años volvamos a jugar!
-Vale.-Le despidió como una niña de primaria, y entonces, dijo una última cosa.- ¡Hoy ha sido bastante divertido! ¡Gracias!
Saltando cada paso mientras subía las escaleras, se desvaneció dentro del piso. Cuando paró de oír el sonido de sus pasos, él empezó a caminar hacia casa.
Al día siguiente, volvió a su rutina que, por supuesto, se limitaba a observar las hormigas del parque. Miró el suelo donde se reflejaba la luz roja del sol en el parque vespertino. Observó a las hormigas cada día, pero en el décimo quinto día, sintió un aburrimiento progresivo. Sediento, anduvo a la fuente del parque. Hasta esa agua que olía a tiza era un delicioso festín para un chaval sediento y con tan poco que hacer, se sentó en un banco y miró el cielo.
-¡Oh! ¡Nos volvemos a ver!
Se giró hacia la voz y se encontró con la quién llamaba: “Hanako Yamada”. Bailó un vals hasta él.
-Cuánto tiempo. ¿Casi cinco años…?
-¡Una semana! ¿Qué haces, Tarou Yamada?
-Supongo que estoy ocupado perdiendo el tiempo.
-Oh, eso suena importante.
Aquel día llevaba muy poco maquillaje. Cuando caminaba su vestido de fresas reflejaba la luz y revoloteaba por el viento. Parecía el tipo de vestido de una adolescente, y era un gran cambio del atuendo de trabajadora de la noche de la noche anterior. Esto se acercaba más a cómo la recordaba él.
-¿Qué haces, Hanako Yamada? ¿Estarás bien esta noche si no duermes?-Preguntó.
Ella respondió amargamente.
-Bueno… Supongo que ayer me despidieron o algo así.
-¿Eh? ¿Qué has hecho?
-Ser demasiado entusiasta sirviendo a los clientes; daba demasiadas cosas gratis.
-Ya veo. No lo entiendo, pero supongo que hoy en día se despide a la gente por esas cosas.
-Ya ves. ¡Diosito!-Puso mala cara e hizo ver que estaba enfadada.
Mientras él la miraba ausentemente, soñó despierto en cómo perder el tiempo.
-¿Me estás escuchando?
-¡Ay!
Cuando la ignoró, ella empezó a mirarle. De repente, él notó sus grandes ojos mirándole y se sobresaltó dejando escapar un pequeño grito. Se serenó como si no hubiese ocurrido nada.
Mmm… Supongo que te estaba escuchando hasta hace tres minutos.
-¡Caray! Escucha mis problemas, ¿vale? ¿En qué pensabas?
-Pensaba en cómo perder el tiempo hoy.
-Vale, bueno, ¿qué se le va a hacer?
Corrió a la esquina del parque y se subió a las barras de acero. La cogió y se colgó boca abajo. Él podía verle su ropa interior negra de debajo de su vestido de fresas, pero apartó la vista.
-Ahora yo también estoy aburrida. Como ya estoy pensando, pensaré cómo perder el tiempo.
-Vale.-Dijo él, todavía mirando el cielo. Rememoró vagamente el pasado.
Un recuerdo de hacía mucho tiempo apareció.
Creo que en primaria jugué con Sou aquí.
Jugaron al pilla-pilla y a fútbol cada día de verano. Aun así, con el tiempo se aburrían de ello y se sentaban a pensar qué más podían hacer.
¿Qué hicimos…?
Tal y como pensaba, revivió otro recuerdo.
Oh, sí. Nuestra base secreta.
Cuando iban a primaria, crearon una base secreta para jugar. Se pasaron el verano haciéndola en la arboleda de detrás del parque. Un lugar secreto en el que ni sus padres, ni los profesores intervendrían.
Pero, ¿qué fue de eso…?
Había pasado tanto tiempo que ya no se acordaba.
-Una base secreta…-murmuró.
-¿Mmm? ¿Qué es eso?-Llegó una voz desde la lejanía.
-Ya sé qué haremos. Haremos una base secreta.
De repente se levantó del banco, pero por un momento se mareó al hacerlo y se tambaleó, entonces, recuperó el equilibrio y se volvió a levantar.
-¡Oh, es una buena idea!-Ignorando su tambaleo, ella vino corriendo desde la barra.-¡Sólo la idea de tener una base secreta me altera! Buena esa, Tarou Yamada.
-¿A qué sí? Puedes llamarme Thomas Edison japonés.
-¡Vaya genio! Vale, ¡te ayudaré a hacer una base secreta!
-¿No deberías pasar el tiempo libre con tu novio?-Le preguntó a la exaltada chica con algunas dudas.
-Está ocupado con su trabajo de host, así que tengo mucho tiemo libre.-Respondió con una pizca de decepción.
-Parece terrible.
-Desearía que simpatizase más conmigo y también que me hiciera de comer.
-Bueno, ¿qué le vamos a hacer? Supongo que puedes ayudarme a hacer la base secreta.
-¡Bien! ¡Me esforzaré al máximo!-Dio vueltas y saltó en el sitio. Su faldilla revoloteó revelando su ropa interior múltiples veces.
-Te veo la ropa interior por la falda, ¿sabes?
-¿Eh? No digas tonterías. Es imaginación tuya.
-Vale, supongo que puede ser mi imaginación.
-Sí, cuando es cosa de tu imaginación, ¿qué le vamos a hacer? Así que, ríndete.-Una sonrisa infantil, despreocupada, apareció en su cara.

-¿Y sabes qué se tiene que hacer primero para hacer una base secreta?
-Mmm. Bueno, tengo hambre, ¡así que primero podríamos comer algo!
-¡Mal! ¡Primero tenemos que conseguir una cartulina!-Explicó orgullosamente.
-¿Cartulina?
-Sí, una cartulina. Con las suficientes cartulinas podemos hacer un número infinito de bases secretas. Una cartulina es el mejor invento de la humanidad.
-Oh…-Asintió rápidamente, tomándoselo en serio.
Eran las únicas voces en el parque, iluminadas por el sol de media tarde.
-Y por eso, tenemos que conseguir una.
-¡Entendido!
Dejaron el parque vacío y se dirigieron al distrito comercial. No había mucha gente, pero como era verano, a veces había niños aburridos paseando. Cada uno de ellos tenía una expresión alegre, como si se hubiesen librado de algo. Ambos anduvieron por el distrito comercial, viejo y abarrotado de tiendas cerradas. Al final, sólo había una tienda en el pueblo.
-Ya estamos. Pillemos una cartulina.
-Eh, ¿hay cartulinas en esta tienda? No lo sabía.
-Es un conocimiento básico para los constructores de bases secretas. ¡Recuérdalo!
-¡Entendido!
Sin querer que esos intercambios de palabras continuasen en exceso, entraron en la tienda.
-Bienvenidos.-Una voz mecánica salió de la caja, acompañada por una música agradable. Cuando el chico vio al empleado, le puso una mano en la cabeza.
-Esto podría ser malo…
-¿Qué pasa?
-Hanako Yamada, esto es muy malo. El empleado de aquí carece de motivación. Si le pedimos cartulinas, seguramente lo considerará más de una molestia.
-Oh, no… ¿Acabamos de empezar y ya estamos estancados…?-Dejó caer los hombros.
Al verlo, él usó una voz alegre y firme.
-Pero es demasiado pronto para rendirse. Ya veremos qué hacemos.
-¡Como esperaba de Tarou Yamada el grande! ¡Qué guay! ¡Más guay que una muñeca dogu!
-Para, me estás avergonzando.
Caminó hasta la caja. Tenía un sudor frío en la espalda. Intentó ignorar el latido apresurado de su corazón.
-Visitando, eh, venga, a la caja…
Cuando el chico se acercó, el empleado rubio le arrojó unas palabras que él fue capaz de reconocer como japonés. Cogió mucho aire y declaró su intención.
-Perdone, mmm… ¿Nos podría dar cartulinas?
-Eh… Perdona, no puedo, el jefe no está aquí…
-Ah, vale.
-Gracias…
Se dio la vuelta y volvió con ella.
-Yo, eh, no creo que vaya bien…
-Qué lamentable eres, Tarou Yamada…
-Sí…
Él también dejó caer los hombros decepcionado.
-Se ha acabado. Nuestro proyecto de hacer una base secreta se ha estancada nada más empezar.
-Ah, ¿qué le vamos a hacer? Vale, déjamelo a mí.
Ella le acarició la cabeza odiando verle entre tantos lamentos, entonces, se ajustó los tirantes de su vestido. Su escote era significativamente más notable que antes.
Él ladeó la cabeza, pensando lo raro que era hacer eso, mientras ella andaba a la caja.
-Adelante…
Mientras se acercaba, ella escuchó la misma voz mecánica de antes. El empleado no mostró ningún signo de darles la cartulina.
-Mmm. Perdone, ¿me puede dar una cartulina?
-Perdona… Yo, yo no sé ahora mismo.
-Dánosla en la parte trasera. Nos las llevaremos todas, así que no te daremos más problemas.
-Eh, eh… No sé, de verdad…
El empleado era claramente demasiado vago como para contestar. ¿Cómo puede haber un empleado con esta actitud?, pensó el chico para sí.
Ella se encaró al empleado y se lo pidió un poco más alto, y con sus palabras, el ambiente de la tienda cambió de inmediato.
-Mmm. Puedes tocarme las tetas si quieres. ¿Nos darás cartulinas?
Ella cogió la mano del empleado y se la puso en su propio pecho.
El empleado se quedó sin habla ante esa acción tan repentina, y su boca se abrió. Hubo un silencio inmediato. Le cogió la mano al empleado y se apretujó el pecho con ella. Hasta con el vestido se notaba que lo hacía con fuerza. Todos los clientes de la tienda se dieron la vuelta para ver esa extraña escena que raramente se ve cada día. Percatándose del ambiente extraño, el empleado apartó la mano rápidamente.
-V-Vale. Toma. Perdona.
-¡Muchísimas gracias! Ah, ¿podemos coger prestado un carro o algo?
-S-Sí. Por favor.
-¡Genial! ¡Muchas gracias!-Le agradeció y volvió corriendo al chico. Con un soplo rápido, ella le sonrió inocentemente y le cogió del brazo.-¡Muy bien! ¡Hemos conseguido la cartulina!
-Hanako Yamada… No, Hanako Yamada la grande. Lo has hecho bien. Ahora, vámonos antes de que cambie de opinión.
-¡Entendido! ¡Vamos!
Los dos cogieron el carro del empleado y salieron corriendo por la puerta de detrás al almacén de cartulinas.


-¡Estoy cansadísima!
Volvieron al parque con una montaña de cartulinas. Empujaron el carro todo el camino así que goteaban sudor. Él bebió agua mientras intentaba recuperar el aliento y ella intentaba darse aire con las manos.
-Aun así, me alegro que fuera bien.
-Gracias a ti, Hanako Yamada. ¡Nos has salvado!
-Jejeje. ¡Más elogios!
-¡Qué brillante! ¡Más lista que un chimpancé!
-¿A qué sí? ¡Tejeje!-Y volvió a colocarse los pechos. Su vestido parecía estar a  punto de romperse.
-Muy bien, hora de hacer la base.
-¡Entendido! ¡Vamos a empezar rápido!
Por el camino, habían comprado pegamento, cinta de embalar y otros suministros, así que las preparaciones estaban casi completas. Sólo quedaba construir.
-Vale, ¿lista?
-¡Sí!
Empujando el carro con el equipaje, se dirigieron a la arboleda.
La arboleda de detrás del parque había cambiado un poco desde primaria ya que apenas lo había tocado la gente. Aunque era una tarde de vacaciones, no escucharon a nadie. Por supuesto, estaban lejos del distrito comercial. Todo lo que oían en el bosque oscuro era el zumbar de las cigarras. Después de caminar por un caminito, encontraron un lugar con luz que destacaba entre la oscuridad. El sol daba gracias a la baja densidad de los árboles de allí, y el suelo brillaba.
-Construyámosla por aquí.
-Oh, ¡me parece bien!
Bajaron el equipaje del carro. Tardaron un poco en quitar toda la cartulina, pero no les importó el trabajo de lo contentos que estaban por hacer una base secreta.
-Hanako Yamada, ¿qué tipo de base secreta quieres hacer?-Preguntó él con el rostro iluminado.
-¡Quiero una lujosa! ¡Como un castillo!
-Vale. Nos esforzaremos al máximo.
-¡Sí! ¡Vamos a ello!
-Sí, lo haremos los dos.
Después de llevar a cabo esa conversación, él cogió el pedazo más grande de cartulina y empezó a construir. Sinceramente, a él no le importaba demasiado qué tipo de base quería construir ella.
-Estoy exhausta… ¡Me siento como si hubiese hecho algo increíble!-Dijo ella satisfecha, secándose el sudor con un pañuelo.
El sol se había puesto detrás del horizonte y todo estaba mucho más oscuro. Eran las nueve, lo que significaba que habían estado trabajando en sus bases durante casi cinco horas. Después de todo ese trabajo, todavía no habían acabado, pero se podía empezar a vislumbrar.
Él había construido una base extravagante en forma de prisma usando las cartulinas. Tenía toboganes, esquinas, y arañazos por todas partes; era un diseño simple, pero le divertía. Estaba bastante satisfecho con su logro. Mientras tanto, la base secreta de ella era lo opuesto. Con la ayuda de los espráis que había comprado, pintó las cartulinas de color rosa. Había pegado flores y parras por todos lados, añadiendo más colores maravillosos. Aunque era pequeño, gracias a sus verdes y sus marrones, no parecía fuera de lugar en la arboleda. Por la base de ella había garabatos dibujados con un permanente incomprensibles.
-¿Qué es?
-Son techos.
-Pues a mí me parecen humanos, aunque con palos.
-Porque son techos muy humanos.
-Vale, bueno, ¿qué le vamos a hacer?
Ella se rio inocentemente.
De repente, el cuerpo de él se meció por el mareo. Incapaz de mantener la visión, cayó al suelo.
-¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
Ella le miró en pánico. Su rostro se balanceaba y pandeaba a los ojos de él. Claramente, se trataba de algo diferente al mareo de cuando se había levantado.
-Estoy bien. Sólo estoy un poco cansado…
-¿De verdad? Bien. Chaval, qué débil eres.
-Siempre he aspirado a ser una persona frágil y desafortunada, así que considero que una constitución débil es algo bueno.
-Jaja. ¡Qué bien aspirar a eso!-Ella serio, acariciándole la espalda a él. Eso tranquilizó la mirada temblorosa de él.
Cuando él se empezó a encontrar mejor, se tambaleó de pie.
-Será mejor que me vaya a casa, estoy exhausto.
-Sí, yo también estoy cansada.
-Supongo que deberíamos devolver el carro.
-Sí. Mi novio llegará pronto, así que tengo que irme a casa.
-Pues será mejor correr.
-¡Sí, corre!
-Podría marearme otra vez…
-¡Bueno, pues, camina!
Ambos caminaron a paso ligero hasta la tienda. Vagaron por el distrito comercial repleto de tiendas cerradas manteniendo sus conversaciones sin contenido habituales. La suya era la única voz en aquel lugar desolado. Cuando su conversación terminó, ella empezó a tararear, y cuando se aburrió de eso, volvieron a hablar.
Los dos se consolaban de tener el apropiado sentido de la distancia entre ellos. No había ni una nube en el cielo y miles de estrellas brillaban en la noche veraniega. El fulgor de la vía láctea iluminaba el distrito comercial que carecía de farolas. Ella miró al cielo y suspiró.
-Guau, la vía láctea es preciosa. Parece estar buena.
-Estaría bien probarla algún día. Cuando te mueras y te conviertas en una nube, esfuérzate por comerte la vía láctea por mí.
-¡Haré todo lo que pueda!
Devolvieron el carro a la tienda, prometieron volverse a encontrar al día siguiente y se separaron.

-¡Ah! ¡Están destruidos!
Cuando se encontraron en el parque al día siguiente y entraron en la arboleda, sus bases secretas eran escombros.
-Oh, qué mal… ¿Cómo ha podido pasar esto?-Ella estaba abatida y echada en el suelo.
Él no lo mostró, pero por dentro también estaba descorazonado.
Ahí es cuando recordó el destino de la base que había construido mucho tiempo atrás. Efectivamente, recordó qué había sido destruido el mismo día. Cuando él y Sou hallaron las ruinas de su base, lloraron. Podría tratarse de un recuerdo triste que había intentado borrar de su mente, pero la escena ante él, se lo había devuelto, y quién las habían destruido habían sido…
-¡Hey! ¡¿Sois vosotros quienes han hecho esas cosas tan raras?!
Como si de un recuerdo se tratase, una voz apareció desde detrás de ellos. Cuando él se dio la vuelta, vio a cuatro jóvenes vestidos con el uniforme de la escuela, cogidos por los brazos. Tal vez a los niños de hoy en día se les criaba mejor ya que el que hacía de líder era casi tan alto como él.
-¡Sí! ¿Y vosotros quienes lo han destruido?
-¡Exacto! ¡Estábamos pensando en construir nuestra base secreta aquí! ¡¿Qué tiene de bueno construirla con basura?!
-¡Nosotros llegamos aquí antes!
-¡Calla! ¡Ya habíamos decidido ponerla aquí y todo eso!-Gritó el chico más grandote.
Por sus actitudes, no parecían gente muy lógica. Además, él tenía una enfermedad mortal y cada día se debilitaba más. Era obvio que no podría ganar contra esos cuatro. Ahí fue cuándo recordó toda la historia. En primaria, había un grupo de adolescentes que les rompió la base se creta. Como eran más grandes que él y que Sou, no pudieron hacer nada más que salir corriendo entre lágrimas. Un recuerdo agradable se transformó, de inmediato, en un pasado oscuro que jamás querrían volver a recordar.
No importa el tiempo que pase, la naturaleza humana no cambia. Él se volvió a rendir una vez más a las amenazas infantiles de los adolescentes egoístas. Mientras él se quedaba callado, los estudiantes siguieron y siguieron.
-Ikkun ha dicho que lo haríamos aquí, y eso haremos. ¡¿Está claro?!
-¡Sí, sí! ¡Fuera de aquí!
-Joder, ¡deberíais saberlo sin que tuviéramos que decirlo!
-¡Iros a casa! ¡Iros!
No sólo Ikkun, el líder, sino que también los otros tres reclutas empezaron a regañarlas. Aunque ya lo habían dejado claro. El poder de los números venció su racionalidad.
-¡¿Y qué?! ¡Podéis construirla allí! ¡No tenéis que destruirlo todo!-Ella se enfadó por su espectáculo irracional. Era la primera vez que él la veía enfadada de verdad y no pudo evitar notar que su refutación había hecho que los adolescentes se contrajeron por un segundo.
-Hanako Yamada, retirémonos de momento.
-¿Eh? ¡¿Por qué?! ¡Vamos a darles en el estómago y hacer que se disculpen!
-¡Vamos!-Él le cogió por el brazo y corrió.
Ella estaba demasiado sorprendida como para reaccionar y huyó con él. Los adolescentes armaron tal alboroto que no pudieron hacer nada y sus gritos hicieron eco en la arboleda. Eso ya había ocurrido antes, ¿no? Él sonrió un poco, recordándolo.

-¡Estoy tan enfadada! Caray…
Tras huir de los adolescentes, fueron a la tienda al final del distrito comercial. Ella se puso mohína y se cogió al brazo de él con fuerza, siendo muy franca sobre su dolor por la destrucción.
-Hey, tranquilízate un poco.
-¡¿Quieres que me tranquilice?! ¡Han destruido nuestra base secreta!
-Bueno, podemos volverla a hacer.
-¡Pero la volverán a destruir! Ese no es el único buen sitio para hacer una, ¿no? ¡¿Por qué no les hemos pegado?!
-¿No les has visto? Aunque eran adolescentes, los brazos de su líder eran tan grandes como los tuyos, Hanako Yamada. Si le diese a alguno en la tripa, me pegarían ellos a mí.
-Mmm… Supongo que eso es lo que habría pasado. Los otros también eran grandes.
-Y la violencia engendra más violencia. Aunque hubiéramos conseguido darles por pura suerte, habrían destruido nuestras bases en cuanto nos hubiéramos ido.
-Supongo que eso también es verdad… Pero, Taro Yamada, ¿no me habías dicho que le pegaste a un niño en el culo con un bate de metal?
-Eso fue distinto. Las cosas han cambiado. De todas formas, no creo que la violencia sea una buena forma de enfocarlo.
-Mmm… Creo que lo entiendo…
Ella escuchó su argumento, pero no pareció aceptarlo. Las bases secretas por las que se habían esforzado estaban destruidas. ¿Era otro: “qué se la va a hacer”?
-Pero huir es un asco…
Dejando caer la cabeza, ella ofreció una última súplica amargamente. En sus ojos se formaron lágrimas. Acariciándole la cabeza, una sonrisa audaz asomó en los labios de él.
-Por supuesto que no voy a huir. Nos mantendremos alejados de ese sitio, pero aparte de eso, no tengo intención de rendirme con nuestras bases.
-¿Qué quieres decir?
-Tengo una buena idea.
-¿Sí? ¡Dime, dime!-La cara de ella se iluminó instantáneamente. Él empezó a explicar con tranquilidad.
-Hanako Yamada, ¿te has fijado? Cuanto protéstate, el líder, al que llaman Ikkun, estaba bastante sacudido.
-¿Eh? ¿Sí? ¡No me he dado cuenta!
-Creo que seguramente no han tenido mucho contacto con chicas. No parecen lo suficientemente guays para eso. Además, a esa edad los chicos y las chicas suelen llevarse mal todavía.
-¡Es verdad! A su edad yo apenas le hablaba a los chicos.
-Así que ninguna chica tan adorable como Hanako Yamada se ha enfadado nunca con ellos. Por eso estaban tan sorprendidos.
-Jejeje. Haces que me ponga roja. ¡Sigue elogiándome!
Él la ignoró por completo y continuó hablando.
-Así que creo que deberíamos tenderles una trampa voladora de Venus.
-¡Ya lo entiendo! ¡Tarou Yamada, eres increíble! ¿Supongo que tendré que dejarles tocarme las tetas?-Propuso ella con la cara iluminada, alzándose los pechos.
-Mmm… No creo que esa sea la mejor idea. Ellos son cuatro y tú solo una.
-Ah… Sí, sería difícil…-Se decepcionó por el rechazo de su idea. Ella había sentido que había tenido el plan más brillante del mundo, por lo que no esperaba que la rechazaran tan rápidamente.
Al ver su decepción, él le dijo:
-Bueno, a lo mejor puedo hacer que funcione algo con lo que estoy pensando. Dame un segundo.
Él entró en la tienda y el agradable titileo de la puerta hizo eco.
-¡B-Bienvenido!
El empleado que les había dado las cartulinas se puso en pie y le saludó. Él no le prestó atención y anduvo hasta la parte trasera de la tienda para volver con una gran cantidad de cierta cosa a la caja. El empleado se sorprendió y lo pasó por la maquina sin decir nada.
-G-Gracias, ¡vuelva pronto!
-No, gracias.-Le dijo al educado empleado, entonces, se marchó.
Cuando salió de la fresca tienda al exterior veraniego, se tambaleó por un momento. Sentía que cada vez se mareaba más. Se detuvo por un momento y cuando se calmó, anduvo hasta ella.
-Perdona por hacerte esperar. Estaba un poco nervioso…
-¿Qué has comprado?
-Mira.-Le pasó dos bolsas de vinilo.
Las bolsas estaban llenas y además, pesaban bastante. Cuando ella las cogió sacó, de inmediato, una cosa.
-Guau, ¡¿qué demon-…?! ¡Tarou Yamada, pervertido!
Encontró una gran cantidad de revistas porno. Chicas de instituto, mujeres casadas… Toda la colección Kairakuten de fotos de lencería, la tenían entera en la tienda. Diez mil yenes de porno barato.
-Las usaremos para recuperar nuestra base secreta.
-Oh, pero, ¿de verdad podremos hacerlo?
-¡Por supuesto!-Respondió él con seguridad. Aunque ella tenía dudas, él las tranquilizó.
-¡Qué fidedigno! ¡Buen trabajo, Tarou Yamada!
-Hay otra cosa más que tenemos que hacer, así que lo haremos hoy. Mañana nos pondremos manos a la obra.
-¡Vale! ¡Vamos a ello!
Se alejaron de la tienda con una tonelada de porno en las manos.


-Tío, esos dos son una peste. ¡Les hemos dicho que vamos a construir aquí! ¿Cómo se atreven a ir en contra de nosotros?
-Joder, parecían ir al instituto o algo, pero no nos han podido ni contestar. ¡Qué lamentable!
-¡Ikkun, que te peguen los de instituto es muy guay!
-Ja, ni siquiera ha sido tan fuerte. ¡Eran débiles!
A la mañana siguiente, los cuatro adolescentes estaban en la arboleda del parque. Después de echar a los estudiantes de instituto, estaban entusiasmados.
-Muy bien, vamos a hacer nuestra base.
Fueron a la arboleda rudamente. Nada parecía distinto al día anterior, y las suyas eran las únicas voces de la arboleda. Pero cuando se acercaron a las bases secretas que habían destruido el día anterior encontraron el tesoro, había algo extraño.
-¿Esto qué es…?
-Guau…
Allí, encontraron revistas porno. Decenas de ellas, escampadas por ahí.
-Ikkun, ¿qué hacemos con ellas?
-Ah, eh… Bueno, eh… ¿Ignorarlas?
Ikkun estaba claramente agitado. Era tan inexperimentado como un estudiante de primaria. No podía decir sinceramente que se había pasado todos estos años haciendo karate y nada más que karate. Después de todo, a su edad seguía hablando sobre construir bases secretas. Con eso ya podías imaginar qué tipo de personalidad tenía.
Mientras los chicos trabajaban en su base secreta, no dejaron de mirar las revistas con el rabillo del ojo. Cualquiera podía adivinar que estaban intrigados por las revistas que contenían mujeres desnudas. Cuando empezaron con su construcción, hubo una atmosfera inquieta que persistió entre los chicos. Nerviosamente y con manos torpes, hicieron la base, pero al ser incapaces de concentrarse, no progresaron mucho.
-Hey, Ikkun. ¿Qué te parece… si limpiamos eso?-Preguntó uno de los chicos.
Se esforzaron por esconderlo pero el material erótico les había puesto nerviosos y no podían aguantarse.
-C-Claro. Sí, están en medio. Limpiadlo.
Los cuatro chavales fueron juntos a por el porno. Sus ojos repasaron las portadas llenas de mujeres cautivadoras. El rostro de Ikkun enrojeció de la vergüenza y apartó la vista.
-¡Guau! ¡Increíble!
-¡Mirad esto, tíos! ¡Tío…!
-Oh, chaval…
Los chicos miraron las portadas, olvidándose de deber de limpiarlas, como si se ahogasen. El sonido de cómo tragaban saliva resonó en la arboleda. Incapaz de contenerse, uno de los chicos cogió una revista y la abrió. Así, los otros empezaron a leerlas una a una.
-¡Esta es increíble!
-¡Esta es muy cachonda!
Ikkun, tímidamente, fue a por una revista con los chicos absortos. En el momento en que abrió una revista titulada: “Kairakuten”, el sonido del objetivo de una cámara resonó detrás de ellos.
-Mmm. ¿Qué hacéis, chicos?
Había dos personas de pie, con una cámara digital y un Smartphone. Él, con una mueca en la cara se les acercó.
-Eh… ¿Qu-…? ¡¿De qué va esto?!-Gritó Ikkun, tirando la revista a un lado aprisa.
-Mmm. ¿Te lo digo…? Estudiáis en Yamanoura, ¿no?
-¿Eh? ¿Cómo lo sabes?
Los chicos se sorprendieron por su pregunta y se miraron entre ellos. Él continuó con ojos gélidos.
-Lo he adivinado por los uniformes. Sólo hay tres escuelas por aquí, pero tienen uniformes distintos. No sé si venís de las reuniones del clubo qué, pero tendríais que haberos cambiado de ropa.
-¿Por qué, tú…?
-¡Oh, oh! Ni un paso más. Ya les he enviado la foto a mis amigos. ¿Qué creéis que pensará la gente cuando os vea mirando porno? Las chicas odian a los raritos.
En realidad, él tenía pocos amigos y ninguno en el que poder confiar para algo así, pero los chicos no tenían forma de saberlo. Sus caras ruborizadas empalidecieron.
-P-Pero sólo estábamos limpiando y sin querer encontramos…
-¿Crees que se lo van a creer? Las cámaras de hoy en día son increíbles. Todo, desde los ojos inyectados en sangre hasta la colección que tenéis… Todo se ve perfectamente en la foto.
Él sacudió la cámara digital, presumiendo. Los chicos no dijeron nada. Algunos parecían a punto de llorar. Él se rio satisfecho y se acercó lentamente. Quedándose delante de ellos, y le sonrió a Ikkun.
-Oh, no tenéis de qué preocuparos. No somos demonios. Si os portáis bien, no tendremos que hacer nada tan horrible.-Le dijo amablemente a los temblorosos muchachos.
-Perdón…
-¿Mmm? No te he oído bien.-Mintió. Unas lágrimas enormes se formaron en los ojos de Ikkun.
-¡Lo sentimos! ¡Sentimos haber destrozado vuestra base!-Sollozó. Uno tras otro, los chicos se disculparon.
-Muy bien.-Él le hizo una seña de la paz a ella.
-¡Qué guay ha estado eso, Tarou Yamada!-Le susurró ella al oído.
-¡Y ahora, no hagáis que la gente se enfade con vosotros más!-Les dijo jubilosa a los chicos que no paraban de sorber. Tal vez fuese por la súbita amabilidad que los chicos rompieron a llorar.
Ella se acercó a los chicos que se lamentaban y les acarició las cabezas.
-Estas cosas pasan. No pasa nada.
-Lo siento… mucho…
-No pasa nada. ¡No os preocupéis! Lo dejaremos atrás y podemos construir la base secreta juntos. ¡Nos divertiremos mucho!
Las sonrisas volvieron a las caras de los chicos. Todavía querían construir una base secreta por lo que le dijeron a la diosa que había perdonado su pecado:
-¡Sí, señora! ¡Entendido!
-Muy bien, por ahí encontraremos cartones. ¡A por ello!
-¡Sí! ¡Vamos!
Señaló hacia el distrito comercial y los chicos se fueron corriendo por ahí.
Una vez se marcharon, él murmuró:
-Chica mala.
-¡Jaja! Con su ayuda podremos hacer una base genial, ¿a qué soy lista?
-Sí. Es mejor que asustarles y ya.
-¡Jeje! ¡Claro!-Se dio una palmada a sí misma con seguridad.

Cuando los chicos volvieron, empezaron a hacer la base juntos. Con un cambio de órdenes, esta vez había un aura tranquila.
-¡Pon una flor ahí! ¡Y juntad esos cartones de allí!
-¡Sí, señora! ¡Entendido!
Ella hacía que los muchachos trabajasen duramente para construir su base. Obedecían sus órdenes sin quejarse. Los chicos sentían que se habían hecho amigos de una adorable mujer más mayor que ellos, por lo que no les importaba trabajar un poco.
-Oh, ¡vaya, qué buen trabajo! ¡Bien, bien!
Cada vez que los chicos completaban una tarea, les acariciaba la cabeza. Ellos estaban encantados como cachorros crédulos y se sentían orgullosos de ello. Eran sus criados absolutos. Mientras tanto, él trabajaba en silencio para recrear su propia base secreta. De vez en cuando le ayudaba a ella, pero a las pocas horas, volvía a lo suyo.
Hechizados con la construcción de las bases, trabajaron hasta la puesta de sol, y entonces, por fin terminaron.
-¡Guoo! ¡Ya está! ¡Bien!-Gritó ella, mirando su base. Saltó arriba y abajo para expresar su alegría, y él miró con satisfacción su propia base, secándose el sudor.
-¡Lo habéis hecho genial! ¡Me habéis hecho muy feliz!
-¡No ha sido nada! ¡Nosotros también nos hemos divertido mucho!-Le dijeron con franqueza.
Sonrieron con inocencia infantil.
-Bueno, nos tenemos que ir ya a casa.
-Vale, ¡buen trabajo!
-Eh… ¿Podemos volver a venir a la base?
-¡Claro! ¡Por supuesto!-Se rio ella. Los chicos asintieron tímidamente. Sí, eran sus esclavos. -¡También tenemos revistas porno, así que podéis leéroslas si queréis!
Inmediatamente, los chicos se incomodaron y huyeron.
-Qué forma de romper la amabilidad, Hanako Yamada.
-Así funciona la popularidad, Tarou Yamada.
Él no terminó de entenderlo, pero se estaba divirtiendo demasiado como para que le importase.
Cuando los chicos se marcharon ya estaba muy oscuro. Sólo la luna iluminaba el área ya que no había farolas. La arboleda estaba en silencio menos por el zumbido de los insectos.
-Supongo que nos tenemos que ir a casa.-Dijo él. Ella le respondió algo indiferente.
-Mmm… Ya que estamos aquí, ¿por qué no nos relajamos en la base? Mi novio hoy no volverá a casa.
-Vale, pues a descansar.
-Sí, hagamos eso.
Los dos se tumbaron en la base rosa que ella había creado. Mientras miraban arriba a través del techo de la base, las estrellas inundaron su visión sin que ninguna nube las tapase. Era tan brillante… Él cerró los ojos.
Ah… Esto es genial. Ojalá pudiese continuar más tiempo. De repente, pensó eso, pero sufría una enfermedad terminal, pronto no sería capaz de molestar a los chicos ni de hablarle a ella nunca más. Sólo podría volver a la base que habían construido unas pocas veces antes de que se terminase todo.
Por primera vez pensó: todavía no me quiero morir.
-Sí que es bonito…-Murmuró ella a su lado. La luz de la luna les iluminaba débilmente.
-Nunca había visto un cielo tan bonito.
-Ah… Es genial.
Él observó la fantástica vista durante un momento. A ambos les envolvía un agradable silencio en su oscura base secreta.
-Me está entrando sueño…-Dijo él, frotándose los ojos. Ya eran las once de la noche.
-¿Sí? ¡Quédate despierto más tiempo!
-Estoy demasiado cansado. Voy a dormir.
-Jo… Bueno, ¿qué le vamos a hacer? Vale, mañana haré las modificaciones de la base.-Dijo ella, aún excitada.
Él se rio por lo bajo.
-Sí, vamos a esforzarnos.
-¡Sí, eso haremos!
-Muy bien, hasta mañana. Buenas noches.
Justo entonces, su vista dio vueltas. Su visión se nubló mientras el dolor de cabeza se incrementaba. Además de la luna, muchas cosas como estrellas fugaces llenaban el cielo. Podía sentir como esa energía le absorbía.
-Espero que sobreviva a mañana.-Susurró en voz baja y perdió la conciencia.

La calidez de una mano le despertó. No vio el cielo por encima de la base secreta, sino un techo blanco que ya había visto antes. Sorprendido, miró a su alrededor. Estaba en una cama blanca con muchas agujas enganchadas a un tubo. Le dolían todos los músculos. A su lado, había una chica le cogía de la mano ansiosamente. Él pareció recordar de quién se trataba.
-¡G-Guau! ¡Estás despierto! ¡E-Enfermera!-Gritó la chica en pánico.
Parecía que estaba en el hospital. Se escucharon unos pasos en el pasillo y una enfermera en sus treinta que ya había visto antes apareció.
-¿Estás bien?-le preguntó la mujer tocándole la mejilla. No sabía qué había pasado pero él contestó:
-Sí.
-No le dijiste a tu madre lo de tu enfermedad, ¿no?-Suspiró la enfermera.
Era sentido común. Era impensable que él, un estudiante de secundaria, no le iba a contar a su madre que tenía una enfermedad terminal.
-No, pero ¿cómo he acabado aquí?
-“Pero”, dice…-Suspiró la enfermera en voz alta. Estaba pasmada.-Al parecer, estabas en el parque tosiendo enormes cantidades de sangre. Si la chica no hubiese llamado a la ambulancia, no seguirías con nosotros.
-Ya veo…

Aquel día, cuando perdió la conciencia, había tosido una tonelada de sangre. Esto hizo que ella entrase en pánico. Llamó a una ambulancia con manos temblorosas y corrió por al parque cargándole. Cada vez que él soplaba adolorido en su espalda, ella casi lloraba. Le dejó en el parque; la boca de él estaba roja de la sangre que rebosaba, su espalda también estaba ensangrentada pero eso no le importaba. Mientras esperaba, ella no dejó de acariciarle la espalda, murmurando:
-Ponte bueno, ponte bueno, ponte bueno…
Poco después, la ambulancia llegó al parque y le trasladaron al hospital.

-Deberías darle las gracias. Ahora voy a llamar a tu madre.
-Vale.
La enfermera recorrió otra vez el pasillo. Mientras veía como se marchaba, pensó:
-Me pregunto si mamá se va a enfadar.
Cuando la enfermera se había desvanecido por el pasilla, ella dijo:
-Me has asustado…-suspiró con alivio, acariciándose el pecho.
-Perdona por hacer que te preocupes. Gracias.
-No pasa nada, me alegra que estés bien.
-Hanako Yamada, te debo la vida. Te lo agradeceré hasta el día en que me muera.
-Tarou Yamada, ¿te vas a morir?-Preguntó ella, solemne. Hubo un silencio en la habitación de hospital.- ¡No me refiero así!-Especificó enfadada.
Él estaba callado. Ella le miró directamente a los ojos, y él apartó la vista inconscientemente.
-Hey, ¿mañana irás a la base?
-Mmm. Mañana no creo que pueda.
-Ya veo…-La típica chica ingenua dejó caer la cabeza, como lo había hecho en la reunión de alumnos.
Como respuesta, él habló con toda la alegría que consiguió reunir.
-Mañana no podré, pero trabajaremos en ello cuando me recupere.
-Pero tienes una enfermedad terminal, ¿a qué sí, Tarou Yamada? Te vas a morir.
-No voy a morirme. Estoy lleno de energía, ¿ves?-Se levantó de la cama. Era todo una farsa; su cuerpo se caía a pedazos, aun así, forzó a su cuerpo oscilante y saltó por la cama.-Créeme. Yo no he mentido nunca.
-Vale, te creo. Pero mientes todo el tiempo, Tarou Yamada. Ni siquiera sé tu nombre real.
-Vale, pues la próxima vez que vayamos a trabajar en la base te lo diré.
-¡Oh! ¡Vale, y entonces te diré mi nombre también!
-Vale, pero yo ya sé tu nombre real, Hanako Yamada.
-¡¿Eh?! ¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ¡No es justo!
-Es culpa tuya por olvidarte de mi nombre, Hanako Yamada.
-Caray…-Dijo con las mejillas infladas, sonriendo por primera vez aquel día. Él se rio por dentro.
Se escucharon unos pasos en el pasillo.
-Supongo que tu madre llegará pronto.
-Seguramente, sí.
-Bueno, pues entonces me voy.
-Sí, muchas gracias.
-¡Para nada! ¡Rezaré porque te pongas bueno, Tarou Yamada, así que aguanta!
-Me pondré bueno muy rápido. Protege la base hasta que vuelva.
-¡Sí! ¡Asegúrate de venir! ¡Es una promesa!
-Lo prometo. ¡Y si no la cumplo, haré lo que me digas!
-¡Oh! Bueno, ¡si la cumples seré yo la que haga lo que tú digas!
-¿Sí? ¡Claro!
-Jajaja. ¡Déjamelo a mí! ¡Bueno, nos vemos!
-Sí, adiós.
Él le prometió un futuro que no llegaría, y ella se marchó moviendo la mano.
-Ah… Joder, quiero vivir.-Murmuró cuando ella se había ido.
Escuchó a alguien saludar a su madre en el pasillo. Cuando dejaron de hablar, la enfermera entró en su habitación. Al escuchar los pasos apresurados, él miró el techo. Era mucho más pequeño que el cielo que había visto aquella noche. Cerró los ojos y pensó en ello. El brillante espectáculo que no se desvanecía aclaró su mente, abrió los ojos y pidió un pequeño último deseo.
-Espero que mañana esté vivo para ver.
No creía en dios, pero por primera vez, le pidió un deseo a alguien que no era él mismo.

A él le dijeron que tenía una enfermedad terminal. No se conseguía llevar bien con los de su clase, su vida escolar era inútil, sin muchos amigos. Le solían hacer bullying por ser el objetivo del líder de la clase. Su futuro potencial parecía disminuir. Apenas podía ver un futuro. Y en su mente sólo había: “Esto es sólo una molestia”, pero rezó que pudiese vivir en ese mundo. Quería vivir al máximo en este hermoso mundo.

Ella podía hablarle al techo. Su hermana mayor que iba a la universidad no lo sabía, y Tsubasa, que siempre tenía chicas que le daban Dom Pérignon, seguramente tampoco. La profesora de hula, y su madre que tenía una aventura con él, y su padre que se disipó en la nada un día, no lo sabían. Los huérfanos de África no lo sabían y los hijos de ella y de Tsubasa, que aún no habían respirado el mundo de allá afuera, estaba claro que tampoco.
Sólo lo sabía ella, así que rezó con todas sus fuerzas para ser alguien que pudiera vivir felizmente en este hermoso mundo.




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