Capítulo 55: Regreso a Kroix

enero 03, 2017


Cuando volvieron a Kroix todo fue, aproximadamente, como lo habían planeado, justo después del principio del verano y en verano.
-¡Ya estoy aquí!-Latina le pasó las riendas de Braoh a Dale y se apresuró a entrar en el Ocelote Bailarín en cuánto lo vio. Deslizándose por la puerta de entrada de la tienda con una cara llena de sonrisas.
Rita que estaba haciendo el papeleo en su lugar habitual, dejó de mover las manos y alzó la vista con una sonrisa de sorpresa y alegría a la vez.
-Latina.
-Ya estoy aquí, Rita.
-Bievenida.
Ante las palabras de Rita, Latina pareció todavía más feliz. Parecía como si su cara llena de sonrisas brillara más.
-¿Sabes qué? ¿Sabes qué? ¡Hay un montón de regalos!
-Tengo muchas ganas, por cierto, ¿y Dale?
-¿Eh…?
Cuando Rita le preguntó eso, Latina, que se había calmado un poco, inclinó la cabeza a un lado y entonces, se dio la vuelta. Él, que debería haber estado detrás de ella, no estaba. La niña siguió pensando, inclinando la cabeza.
-¿Eh?
-¿Qué quieres de mí?
La voz de Dale salió del lado contrario de la barra, de la cocina. Como no podía entrar a Braoh por la puerta de la entrada, tuvo que hacer un rodeo hacia la puerta trasera.
Con una apariencia extremadamente sorprendida, Latina se apresuró a la cocina. Ahí, Kenneth estaba trabajando, cocinando ingredientes como siempre. Kenneth que estaba hablando con Dale, se percató de su presencia y le sonrió.
-Has vuelto, bienvenida.
-¡Gua!-Saltando arriba y abajo, como un conejo y con la cara algo tristona, continuó.-Ya estoy en casa, Kenneth.
Lo único que Kenneth consiguió cocinar cuando le dijo eso, fue su cabeza.
-¿Qué pasa?
-Latina quería ser la primera en decirles a Rita y a Kenneth que “ya estaba en casa”… Pero Dale se ha adelantado…
-Eso es porque Dale no es muy listo.
-¿Yo soy quién ha hecho algo malo?
-¿Entonces, ha sido Latina?
-Obviamente es mi culpa y responsabilidad por quitarle las expectaciones a Latina.
-No ha cambiado nada.
Kenneth sonrió amargamente ante el comportamiento de Dale y dejó de trabajar. El lazo exquisitamente atado en la cabeza de la niña se sacudía, como siempre.
-Lo mejor es que estáis a salvo. Bienvenida, Latina.
Latina le devolvió la sonrisa al volver a escuchar esas palabras.
Volviendo al establecimiento, Latina miró a Rita con los ojos como platos.
-¡Rita, tu estómago es enorme!
Era difícil darse cuenta porque estaba sentada detrás de la barra como siempre, pero el estómago de Rita, que antes de que se fueran ya se notaba, ahora era bien definido y enorme.
-El bebé ya se mueve, si lo tocas lo puedes notar.
-¡Guau…! Un bebé… Increíble…-Latina acarició el estómago de Rita gentilmente nerviosa, y entonces, alzó la mirada hacia Rita seria, como si se hubiese dado cuenta de algo.- ¿No… pesa? Tu barriga se ha vuelto así de grande.
-Pesa. Me duele la espalda y la cadera, y es terrible.
-¿Se puede usar magia curativa?
-Ahora que has vuelto, te pediré que me hagas ese favor, ¿vale?
No había muchos magos que usaran la magia curativa por algo como los dolores. Sin embargo, en el caso de esa jovencita, entonces, hasta las cosas que a los adultos les cuesta pedir se podían hacer como si nada.
-¿Te has divertido en el viaje?
-¡Sí! Hay muchas cosas que no he escrito en las cartas.
Dale, que estaba sentado al lado contrario de Latina, la llamó con una sonrisa tímida.
-¿Qué tal si te cambias, Latina? También tenemos que deshacer nuestro equipaje.
-Vale.
Los adultos intercambiaron una mirada de tranquilidad viendo como Latina daba una vuelta y corría a la cocina.
-Qué energética es Latina.
-Está contenta. Después de todo, es la primera vez que ha ido tan lejos.
Los sentimientos de alivio por haber vuelto a salvo se podían notar hasta en las respuestas de Dale.
-Viendo a Rita, parece que todo va bien.
-Es nuestra primera vez, así que hay muchas cosas que no sabemos.
-Le he pedido a papá que nos ayude con el tablón de mensajes del dios verde, Akdar. Me es imposible ir y venir de la cocina todo el rato.
Los padres les confiaron el establecimiento a la joven pareja usando el matrimonio de Rita, y se marcharon a una vida de jubilados en la residencia del distrito sureste. Sin embargo, el trabajo del tablón de mensajes estaba limitado para aquellos calificados: necesitaban el permiso del templo y una licencia. Era imposible salir del embrollo con un trabajador a tiempo parcial. Por eso, el padre de Rita iba diariamente a llevar a cabo el trabajo y ayudarles en lo que necesitaran.
-Kenneth, ¿estás bien?
-Soy un adulto que hace sus cosas, así que estoy bien. Sin embargo, muchas veces pensé que si hubieras estado aquí hubiese sido mejor.
El efecto tranquilizador que la jovencita tenía sobre el lugar ya llegaba al límite de ser una técnica especial.
Los anteriores dueños habían reconocido al marido de Rita, la única hija de la familia,  aunque no era absolutamente verdad que Kenneth tuviera una relación perfecta con ellos. No se llevaban mal, pero se oponían a vivir juntos. También esa fuera la razón por la que la anterior pareja se jubiló.
-¿Tanto miedo da papá? Para mí no da miedo. Después de todo es mi padre. Para mí.
En el negocio de ocuparse de aventureros, él era un hombre que destacaba. Era obvio el por qué Dale y Kenneth se miraban el uno al otro con una expresión curiosa.
Por el sonido de unos pasos supusieron que Latina había vuelto. Latina apareció de repente ya con su vestido habitual.
-Dale, voy a hacer la colada, así que pon la ropa.
-Vale.
Se había establecido que la mayoría de las tareas de la casa las hacía Latina. Antes de irse de viaje, Latina había estado trabajando pero durante su estancia en Tisroh, Latina había perfeccionado sus habilidades domésticas junto a Magda. Era lo totalmente opuesto a Dale que se había distanciado al completo de las tareas domésticas relajándose después de volver a su casa. Como consecuencia, Dale todavía no había notado que la mayoría de las tareas se le habían encomendado a Latina.
-Por alguna razón… Parece que Latina se está volviendo más y más de confianza.-Murmuró como si lo hubiese dicho subconscientemente.
Latina empezó a deshacer el equipaje encima del mostrador del Ocelote. Lo hizo a sabiendas que a esa hora no habría muchos clientes.
-¡Rita, este es tu regalo!-Con esas palabras, sacó un talismán tejido con forma de hilo que se podía coger con una mano y tenía una apariencia elegante.
-Esto es… ¿Un amuleto de Korumozei? Bueno, gracias, Latina.
Korumozei, el dios naranja, era el dios de la prosperidad. Era el dios que se creía mantenía a salvo los nacimientos y daba muchos descendientes. Era muy común que las mujeres embarazadas o los de sus alrededores pidieran tales amuletos.
-¿Lo has hecho tú…?-Le preguntó Kenneth a Dale que se había dado la vuelta, un poco lejos de las chicas, con apariencia avergonzada.
-Latina dijo que quería darle un amuleto a Rita… Así que como soy un sacerdote… después de todo…
-Ya veo.
Kenneth sabía que Dale no tenía en alta estima su propia protección divina, y, meramente, le respondió de forma rápida con una expresión serena.
Fue cuando los dos estaban en Tisroh, a mitad de su estada.
-Sí, verás, Rita tiene un bebé dentro.-Le dijo Latina a la abuela Wenn mientras leía un libro que le había pedido prestado a Cornelio en la habitación de la abuela.
-Oh. Entonces, estaría bien que le hicieras un amuleto de Korumozei.
-¿Amuleto? ¿Talismán? ¿Yo?
-Sólo los que tienen la protección divina, básicamente los sacerdotes, pueden hacerlos. Sin embargo, tú puedes decorarlo. Haré que mi estúpido nieto haga el contenido.
-¿Dale lo hará?
-Sí, hasta él puede hacer algo de sacerdote como esto.
Como Dale normalmente no se comportaba en absoluto como un sacerdote, Latina inclinó la cabeza, perpleja. No obstante la abuela Wenn se rio a carcajadas.
-¿La vieja ha dicho eso?
-Sí. Quiero hacerle un amuleto a Rita. ¿Me puedes ayudar, Dale?
Ya bien entrada la noche, mientras los dos estaban asolas en la habitación, Latina le preguntó eso a Dale con una carita suplicante. La persona en cuestión no parecía percatarse de ello, pero sus ojos algo levantados y la forma en la que dejaba caer la cabeza, sólo un poco, tenía un extraordinario poder destructivo sin tener en cuenta su edad.
Si seguía creciendo así, estaba claro que la niña haría llorar a muchos chicos. Sin embargo, era imposible que Latina mostrase ese tipo de expresión a cualquier persona. Que Latina le pidiese ayuda era un derecho que sólo él tenía.
-Mmm… Los materiales… están aquí.
No es que los materiales que se usaban fueran especialmente raros. Para hacer el amuleto se usaba un ser cercano a Korumozei, básicamente, una planta. Aunque las flores no se usaban como tal, sino que se usaban las fibras de las flores, que coloreaban los materiales del amuleto. En los templos de las ciudades usaban paños más lujosos con bordados complejos, sin embargo, el estilo de los amuletos de Tisroh eran mucho más sencillos, con un simple lazo como decoración.
-Yo me encargo de la substancia que vuelve el amuleto en rezos, lo de dentro, así que, Latina, ¿puedes hacer tú la bolsa?
-¡Sí!
Los materiales que Dale preparó delante de Latina eran un montón de hilos, sorprendentemente coloridos. Los sacó y los tejió con destreza.
-¡Es increíble, Dale!
-Cuando era pequeño me hacían ayudar bastante por aquí…-Allí reclutaban hasta a niños para producir decoraciones para las ceremonias, por eso, el método para crear ornamentos se pasaba de generación en generación.-Lo haré poco a poco, así que mira bien, ¿vale?
-¡Sí!
Al igual que un padre enseñando a su hijo, Dale sostuvo las manos de la jovencita entre las suyas y empezó a enseñarle su técnica única de tejer.
El amuleto que había hecho Latina estaba malhecho, sin importar lo diestra que fuera ella. Sin embargo, estaba repletó de pensamientos que no se podían ni comparar con un amuleto de un templo normal. Rita lo abrazó contra su pecho felizmente y sonrió. En esa sonrisa hubo un ligero sentimiento maternal que hasta ese momento no había tenido nunca.
-De verdad, Latina, gracias.-Después de hacer eso, miró a Dale sonriente, una expresión que pocas veces le mostraba.-A ti también, Dale. Gracias.
Dale que no pudo evitar encontrar divertido del cambio de la franca gratitud de Rita, parecía temblar de la risa.

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