Capítulo 66: Un día normal

enero 09, 2017

Lo primero que hice al levantarme fue atarme el pelo. Me había crecido, algo de lo que estaba orgullosa, y me lo cepillaba cada día sin falta. A pesar de eso, tenía que atármelo bien para que no me molestara en el trabajo. Aunque no pasaba nada porque podía oír su respiración tranquila, me escondí detrás del biombo y me acabé de vestir rápidamente.
Bajar las escaleras sin hacer ruido era algo que ya había hecho muchas veces.
Después de lavarme la cara y volver a la tienda, hice la colada. No tardé mucho porque me había ocupado de ella antes de que se hiciera una montonera. Estiré las prendas y quedé satisfecha.
Volví a la cocina, Kenneth estaba sacando un cubo de verduras del almacén.
-Buenos días.
-Ah, buenos días.
Nos dimos los buenos días y no sentamos delante de nuestro respectivo cubo. No dijimos nada más, porque era nuestra tarea habitual. Aunque la velocidad a la que lo hacía no podía ni compararse con la del maestro aún, me esforzaba y lo hacía a un buen ritmo.
Empecé a hace el desayuno de todo el mundo al lado de Kenneth que seguía preparándose para hacer la gran cantidad de comida que necesitaba la tienda. Tal y como pensaba, aunque la forma con la que Kenneth partía los huevos con una mano era genial, yo no podía hacerlo. Tal vez tenía algo que ver con la talla de las manos…
Le puse unas cuantas especias, añadí mantequilla y empecé a cocinarlo. Me costó bastante conseguir hacer una tortilla como yo quería sin fallar. Mientras añadía pan tostado a la sopa llena de ingredientes, sonreí al escuchar unos pasos acercándose a mí.
-Buenos días, Latina.
-¡Buenos días, Dale!
Después de despedirme de Dale, que se iba a lavar la cara, subí a la segunda planta a llamar a Rita. Suponía que Rita debía estar pasando por un tiempo bastante duro cuidando de Theodore, de tres años, y del bebé que tenía en su estómago.
-Buenos días, Rita, Theo. Hora de desayunar.
-Buenos días, Latina.
Rita sonrió empujando al malhumorado Theo de debajo de las sábanas. Eso era algo que ocurría cada día, por lo que ya no me sorprendía.
Me di la vuelta para volver a la primera planta. No había tiempo de relajarse, y si perdiese este momento, no podría pasar nada de tiempo con Dale que se iba a trabajar.
Me senté en mi sitio habitual, determinada, al lado de Dale que me había estado esperando y dijimos: “buen provecho”, a la vez.
-¿Hoy también vas a encargarte de las bestias mágicas del bosque?
-Sí. Aunque no iré muy lejos, así que creo que volveré pronto.
No es que hubiera problemas con el dinero, y de hecho, iban bastante bien, pero para que sus sentidos no se estropeasen, Dale solía aceptar peticiones en el bosque; o eso es lo que me había dicho.
Sabía que Dale era fuerte, sin embargo, no podía evitar preocuparme. Me tragué esos sentimientos y sonreí.
-No hagas tonterías; ten cuidado.
-No me pasará nada.
Mordí una tostada al recibir su sonrisa.
Me puse mucha mermelada en mi tostada porque era por la mañana. Después de todo, íbamos a estar muy ocupados, si no me comía algo para animarme, acabaría colapsando.
Para cuando Rita y Theo bajaron, el desayuno había terminado. Recogí los platos de Dale y los puse a lavar.
-Kenneth, ¿con qué empezamos hoy?
-He terminado la sopa. Ahora voy a hacer las patatas.
-Vale.
Tras la breve pregunta sobre el proceso, me cambié por Kenneth. Como cuidar del pequeño Theo era mucho problema, Rita y Kenneth solían turnarse para comer y para cuidarle. Por eso, yo les daba tiempo para comer en familia alrededor de la mesa. Eso también era parte de mi trabajo.
Calculé cuándo empezaríamos el siguiente trabajo y cuándo terminaríamos después de echarle un vistazo a la olla. Tenía que añadirle cebollas y huevos revueltos. Mecí el cuchillo rítmicamente mientras me secaba las lágrimas, y después de echarlas a la cazuela, llegó el momento de sacar las patatas.
-Oh, negra oscuridad, en mi nombre, por favor, separa las uniones de las estrellas: reducción de gravedad.
Levanté la olla recitando un hechizo como si cantase, y dejé caer el contenido en un escurridor. Había tanto vapor que mi campo de visión de quedó completamente blanco durante unos segundos.
Tras deshacerme del agua caliente, moví las patatas a un bol y empecé a aplastarlas mientras todavía estaban calientes. Añadí mantequilla y las aplasté y mezclé todavía más. Era algo que hacía cada día, pero era duro. Kenneth siempre me decía que lo haría él, pero me sentía mal por no hacerlo simplemente por ser duro.
Después de echar leche, se suavizó; añadí las especias. Después de probarlo, le llevé un pequeño plato a Kenneth que había terminado de desayunar y estaba sentado. Él lo probó y me dio un aprobado. Eso también era una ceremonia diaria, pero me ponía muy nerviosa.
Theo se acercó al platito que sujetaba Kenneth. Era como si Theo sintiera que las patatas de aquel día eran especiales, por eso, ya había puesto un poco más de lo necesario para probarlo. Relajé mi expresión al ver como Theo imitaba la seriedad de su padre mientras lo probaba.
Theo, a quién había visto desde que era un bebé, era como un hermano pequeño para mí. Incluso cuando decía que “no”, era adorable.
Me pregunto si Dale también se sentía así cuando me criaba…
Era consciente que me había rodeado de amor.
Lo que tenía ahora mismo era la gente que eran importantes para mí, y un lugar importante, y sobre todo, el hecho de que mi persona favorita estaba a mi lado.
Yo estaba a cargo de la sala. No podía llevar todos los platos de una vez, como Kenneth, por eso, iba y venía entre las mesas.
-Perdona la espera.
-¡Oh! Niñita, hoy también se te ve animada.
-Tú igual, ¿verdad? Gil-Solía reír así con los clientes regulares y entonces, darme la vuelta para sonreír a la mesa de al lado.-¿Le importa si le retiro esto?
-Ah, claro.
-Perdone.
Mientras ponía los platos vacíos en la bandeja, Rita me llamó.
-¡Latina, perdona! ¿Puedes traerme la caja de medicinas de allí?
-Sí, claro.
Subí las escaleras. Cada mañana transcurría así. Estaba ocupada pero, precisamente por eso, valía la pena vivir. Después de que pasase la hora punta de la mañana, eché un vistazo al patio de atrás de la tienda.
-Theo.
-Hermanita.
-Llamé a Theodore que había estado jugando, y él me miró.
Me avergonzaba que el simple hecho de que me llamase: “hermanita o hermana mayor”, me hiciera tan feliz.
-Gracias, Wind.
Quién cuidada a Theo era un querido amigo mío. Su nombre real era distinto, pero como era un sonido que la gente no podía pronunciar, le llamábamos por su apodo.
-Wan.-Empezó a mover la cola negra energéticamente.
Wind había llegado al Ocelote hacía un año, y ya estaba completamente acostumbrado al lugar. También era un compañero de juegos excelente para Theo. Era el fidedigno hermano mayor que cuidaba de Theo. La primera vez que Wind llegó, Dale y Kenneth se sorprendieron, pero también fueron ellos quienes dieron el visto bueno a que se quedase.
Cogí a Theo en brazos, le leí un libro y jugué con él. Creo que, tal vez, yo también me había acostumbrado a ser una hermana mayor.
-Latina, ¿puedes ir a comprar?
-Sí.
También iba a la compra, aunque como había que negociarse el precioso de algunos de los ingredientes frescos, esos se los dejaba a Kenneth. Me dejaban ir sola a por productos cuyo precio no cambiaba mucho, era similar a hacer un recado, pero de todas formas, que confiaran así en mí, me hacía feliz.
Wind se puso a mi lado mientras Kenneth cogía a Theo de mis brazos.
-¿Tú también te quieres venir?
-Wan.
Gracias.-Acaricié el suave pelaje, me quité el delantal y me puse un abrigo.-Hasta luego, Kenneth. ¡Me voy!
-Oh, ten cuidado.
Después de gritar con ganas, me dirigí al distrito este. Al parecer, iba a hacer buen tiempo. 

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