Capítulo 24: Seda rota

enero 08, 2017

Li Wei Yang se quedó atrás mientras que todo el mundo se marchaba feliz con sus sedas. Cada tarde solía quedarse para hacerle té a Lao Furen.
A Lao Furen le interesaba mucho su forma de vida antes de que llegase a la finca Li y siempre le preguntaba sobre ello. Li Wei Yang, pues, le contaba anécdotas interesantes con una voz dulce que habían sucedió en Ping Cheng, sin embargo, Lao Furen aquel día sacudió la cabeza y le decía:
-San yatou[1], no estás diciendo la verdad.
Li Wei Yang la miró durante unos minutos y entonces, dijo por fin:
-Lao furen, ¿de verdad quieres la verdad?
Lao Furen asintió.
-Sí.
Li Wei Yang cogió aire. En algunos casos, si la persona en cuestión quiere saber la verdad, la acabará descubriendo con el tiempo, así que esconderlo no servía para nada.
-Viví con los Li de Ping Cheng hasta los siete años. La finca del primer ministro no envió a nadie para buscarme, así que me enviaron a vivir al pueblo con los Zhou. La matrona de la familia Zhou era Liu shi. Era muy dura y no solía dejarme ni comer. Cuando era más pequeña, no entendía las cosas así que a veces robaba comida de la cocina, pero si me descubría me solía castigar.-Li Wei Yang se subió las mangas, mostrando las cicatrices de sus muñecas.-Tengo cicatrices aquí y en las piernas.
Sorprendida, Lao furen la miró, incapaz de creérselo.
-¿Les dijiste que tu padre era el primer ministro?
Li Wei Yang soltó una risita. Sabía que Lao Furen no se la creería, pero era la verdad.
-Lloré y le dije a Liu shi que mi padre era un hombre de la corte de la Capital, pero ella se burló de mí. Estuve con los Zhou durante seis años. En verano se me hacía difícil dormir por las picadas de mosquito; en invierno, la cama era como un glacial. La hija de los Zhou me tenía como su juguete. Mis manos y rodillas estaban tan arañadas que sangraban. Mis dedos también estaban llenos de heridas por coser y por hacer tareas domésticas duras. Hasta tenía callos en los pies.-Su voz no era alta, no había angustia en su tono. Ni siquiera mencionó los momentos en los que la pegaban, y aun así, su tono neutral revelaba cierto dolor, dificultad e impotencia.
Lao furen y Luo mumu estaban horrorizadas. Lao furen miró las manitas de Wei Yang instintivamente antes de cogerlas lentamente y con cuidado. Fue entonces cuando notó que tenía cicatrices. Las cicatrices eran suaves así que no las había visto hasta entonces cuando por fin se decidió a mirarlas con atención.
Luo mumu sacudió la cabeza. Todas las xiaojies de la finca del primer ministro nacían con cucharas de plata en la boca. Todas vivían rodeadas de lujos y protegidas de la dura realidad, pero San xiaojie tuvo que vivirlo. Por sus venas corría la sangre del primer ministro y aun así, la rastrera mujer de un campesino la había maltratado. Lao furen sintió un dolor en el pecho mirando a Wei Yang. No podía ni imaginarse cómo una niñita de tan sólo siete años había podido sobrevivir, día tras día, en semejante ambiente, no podía imaginar lo que le había hecho a su madurez.
Lao furen, habló:
-Niña mía, has sufrido mucho. No sé lo duros que han sido contigo…
Li Wei Yang sonrió. Sus ojos negros reflejaban el rostro de Lao furen.
-No, esas cosas no me hicieron sufrir. Lo que más daño me hizo fueron los festivales. Solía ver a Li laoye y a su familia salir a celebrarlo. Deseaba que mi padre también estuviera allí para mimarme, quería mirar las flores con padre, celebrar el festival de linternas, pero los otros me gritaban y me regañaban. Decían que era una huérfana sin padres.-Li Wei Yang no lloró, simplemente porque hay ciertas cosas en el mundo que por mucho que llores no podrás tener jamás. Esta era la lógica que había sabido desde que era pequeña.
Lao furen cogió las manos de Li Wei Yang con cariño y dijo:
-Niña mía, has vuelto a casa. Desde ahora, nadie te podrá molestar más.
Las palabras de Lao furen, que tenía simpatía en los ojos, eran genuinas. Li Wei Yang sostuvo sus manos en silencio. Eso es, ya había vuelto. Desde entonces, nadie podría molestarla. Si ser una buena persona significaba tener que aguantar molestias y pisotones, entonces, sería una mala persona.
Lao furen sonrió con los ojos llenos de preocupación genuina.
-Niñita tonta, me siento sola por vivir aquí sola, deberías venir de visita más a menudo.
Li Wei Yang supo que esas palabras de Lao Furen iban a ser su mayor garantía. Eran la garantía de tener un futuro en la finca del primer ministro.
Al volver a sus aposentos, Zi Yan la saludó de inmediato. Li Wei Yang miró a su alredor brevemente. Hua Mei estaba fuera con un plumero, quitando el polvo del biombo de flores. Wei Yang no se detuvo al entrar.
En las manos de Mo Zhu y Bai Zhi había dos brocados de una seda extremadamente hermosa. Tan bella era la seda que con solo echar un vistazo ya te quedabas satisfecho. Li Wei Yang permitió que las criadas dejasen la seda en la mesa. Entonces, ordenó a Mo Zhu que se marchase. Posó la mano sobre la seda, sintiendo su lujo y belleza bajo sus dedos, y por la esquina de la boca dijo una sola palabra:
-Rásgala.
Bai Zhi no reaccionó a tiempo sino que simplemente, se quedó quieta, sorprendida. Li Wei Yang la miró con tranquilidad y dijo:
-¿Qué haces ahí parada? Rásgala.
Aunque Bai Zhi estaba perpleja, obedeció las palabras de Wei Yang. Cogió una de las telas, se sacó una horquilla de pelo del pelo y la usó para rasgar la seda. La hermosa seda se partió en dos.
El sol del este entraba por las ventanas a la chambra, haciendo que la habitación se empapase de una mezcla de oscuridad y luz. En la mesa estaba la bella seda. Mientras el sonido que hacía la seda continuaba, los labios de Wei Yang se torcieron en una débil sonrisa.
Bai Zhi siguió al pie de la letra las órdenes de Wei Yang, y poco después, había roto las telas hasta dejarlas irreconocibles, convirtiéndolas en un montón de harapos.
Bai Zhi estaba asustada por haberlas roto.
-Xiaojie, Da shaoye es quién ha enviado estas telas… Son para que las uséis en año nuevo, ¿y si…?
Li Wei Yang, parpadeó y dijo:
-Bai Zhi, busca una caja y mete este montón de seda rota.
Bai Zhi hizo una reverencia de inmediato y se fue.
-Sí, señora.
Aunque por dentro, Bai Zhi todavía estaba llena de sospecha. ¿Por qué tenía que guardar sedas rotas?
En ese momento, Hua Mei uso la excusa de tener que lavarse y cambiarse para ir a Fu An Yuan. Estaba inquieta por el incidente de la última vez. Pero Da furen no tenía ninguna intención de castigarla y, simplemente, sonrió y le dijo:
-Hua Mei, ya te he ordenado que cuides de San xiaojie.
Hua Mei se relajó. Por suerto, Da furen no estaba enfadada.
Lin Mumu se acercó a Hua Mei, le cogió la mano, y con una voz dulce le recordó:
-¿Entiendes las intenciones de Furen?
El interior de Hua Mei dieron un vuelvo y ella asintió rápidamente. Hua Mei podía sentir la mano de Lin mumu a su lado, como una serpiente crepitando hacia su piel. Hua Mei soltó una exclamación ahogada, queriendo liberarse desesperadamente, pero Lin mumu le pellizcó, con tanta fuerza, que pareció enterrar las uñas en la piel de Hua Mei.
Tanto le dolía a Hua Mei que fue incapaz de pedir auxilio.
-¡Sí! ¡Sí!  ¡Nubi cuidará a San xiaojie muy bien!
Las manos de Da furen se movieron junto con la seda de rojo coral con una cara compasiva mientras su boca se torcía en una mueca.


[1]Yatou: se podría traducir como algo así como “chica”, también puede significar: “esclava”. Normalmente se usa peyorativamente, no obstante, también se puede usar cariñosamente como es el caso en esta novela. 

You Might Also Like

1 comentarios

  1. Acabo de empezar a leer esto y no e parado hasta llegar a esta parte me encanta casi lloro al inicio

    ResponderEliminar

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images