Capítulo 1:

febrero 04, 2017


No podía seguir haciendo esto, sacudí la cabeza pero Suzuki no me escuchó.
-¿No he dicho que no te volvería a dejar marchar?-Dijo con una sonrisa presionando sus labios contra los míos en un beso y, entonces, acercó su cara a mi pecho.




Mucho tiempo después de aquello, creí que se había tratado de un encuentro del destino. Si no creyese que lo sucedido durante tantos días – los días en los que me aislaron de la “realidad” en la que había estado viviendo– había sido “obra del destino”, entonces, tanto mi cuerpo como mi mente se habrían derrumbado. Ahora que por fin conseguía arrastrarme fuera de esa oscuridad, intentaba volver a vivir en el mundo real convenciéndome a mí mismo que lo que había ocurrido había sido obra del destino. Desde entonces, para continuar viviendo como mi persona, intentaría olvidar aquellos días y llegar a la iluminación[1].
A aquellos días sólo se les podía llamar: el descenso a una rotura del destino.

*          *         *          *
El último día de entrega, que llegaba una vez cada muchos meses, se acercaba y yo, un ingeniero de sistemas, había estado acabándolo todo a tiempo.
“Ah, no me encuentro bien”, pensé para mí, pero era normal teniendo en cuenta que desde hacía muchos días tan sólo había conseguido dormir tres horas diarias.
Cuando me di cuenta que llegaba tarde al trabajo, me precipité por las escaleras para intentar subirme al tren, que había llegado a la plataforma, pero parecía que había sido una mala idea. De repente, empecé a perder el conocimiento, así que me agarré a la barandilla de la escalera para aguantarme. La multitud a mi alrededor no dejaban de empujarme como si estuviese bloqueándoles el paso. Escuché el sonido del tren marchándose delante de mí y acepté el hecho de que llegaría tarde. Sólo tendría que coger el próximo tren, que llegaría pronto, pero no podía ni aguantarme la cabeza. Tenía un ataque de anemia. Por la frente me goteó un sudor frío y todo lo que había ante mí se volvió negro. Al menos, tenía que llegar a la cima de las escaleras, eso pensé, pero no conseguía mover mis piernas, así que, simplemente, me agazapé un rato aún cogido a la barandilla de la escalera. En ese momento escuché:
-¿Estás bien?-Susurró alguien tocándome la espalda.
¡Había gente amable en esta sociedad!
-Estoy bien.-Intenté responder a la persona amable, pero en realidad, no estaba bien en absoluto. No podía ni hablar.
-No pareces estar bien…
Al parecer, la persona en cuestión podía adivinar mi condición con solo mirarme. Empezó a murmurar para sí mismo.
-¿Puedes andar? Nos pasaran por encima si nos quedamos aquí. Vamos a la plataforma.-Dijo, y me cogió por los brazos, intentando obligarme a levantarme.
-Perdona…-Conseguí decir al fin mientras alzaba la cabeza y miraba el rostro del hombre amable.
-Tranquilo.-Estaba echándome un vistazo y tenía una sonrisa en la cara cuando nuestros ojos se encontraron.
“Qué guapo”, pensé. Hasta en mi situación del momento no pude evitar que su rostro me hipnotizase momentáneamente. En ese mismo instante, sentí que perdía el conocimiento y, sin querer, me desmayé en el pecho del hombre.
-¡¿Estás bien?!-La voz frenética del hombre me pareció distante. Por el rabillo del ojo vi que la bolsa que había estado sujetando rodaba por las escaleras.
“Ah, tengo que recogerla…”, pensé, pero no podía conseguir que mi cuerpo se moviera, y así, perdí el conocimiento por completo.

*          *         *          *
Me desperté por el sonido de la conmoción a mi alrededor. Sentía algo increíblemente frío en la frente.
“Ah, qué gustito”, pensé, mientras abría los ojos.
-¿No te ha visto nadie?
Cuando recuperé la visión, un joven hombre atractivo me miraba directamente. Tenía una peca al lado de la boca, y me sonreía con alivio. Su peca me recordaba a algo.
-¿Estás bien?
No sabía durante cuánto tiempo le había estado mirando ausentemente, hipnotizado por su rostro, cuando el hombre, preocupado, me preguntó eso.
-Ah… Sí…-Respondí volviendo en mí, pero entonces, de inmediato, el bello rostro del hombre que me miraba me volvió a cautivar.
¿Cómo podía estar pensando que la cara de un hombre era: “bella”? Pero el hombre ante mí era, en efecto, hermoso. Su piel era blanca, por lo que creía que era medio japonés, y sus enormes ojos negros había cierto brillo. Tenía unas pestañas largas que dibujaban una sombra bajo sus ojos, y unas mejillas ligeramente rosadas que elogiaban encantadoramente sus labios rojos y húmedos.
Por supuesto, jamás había pensado que un hombre fuese “encantador” ni nada por el estilo hasta entonces. Me miró y me apartó el flequillo de la cara con sus largos dedos delgados. La sensación fue buena y fresca porque sus manos estaban frías mientras descansaba la mano encima de mi frente. Me sorprendió pensar así de un hombre, y me quedé tan mudo que hasta yo mismo me sorprendí. En ese momento, la campana sonó señalizando la partida del tren, y por fin, volví en mí.
-¡Perdona…!-Intenté sentarme rápidamente, porque había estado tumbado en un banco de la plataforma. Había perdido el conocimiento al lado de las escaleras, por lo que el hombre debió cargar conmigo hasta allí. Observé su físico tirando a delgado mientras intentaba sentarme sintiéndome mal por el hecho de que hubiese tenido que hacer eso por mí.
-No deberías levantarte tan deprisa.-El hombro posó su mano en mi pecho e hizo que dejase de intentar levantarme.- ¿Cómo te encuentras? Todavía estás pálido… ¿Estás bien?
Mientras su mano me aguantaba la espalda, su hermoso rostro se acercó al mío y, por alguna razón, me agité.
-Estoy bien.-respondí y me obligué a apartar la vista de él. Por el rabillo del ojo, su peca me llamó la atención. De repente, una cara conocida pasó por mi mente e, inadvertidamente, exclamé.- ¡Ah!
Miré con intensidad al hombre con unos nuevos ojos.
-¿Qué pasa…?-Preguntó el hombre, frunciendo un poco el ceño y, seguramente, qué pasaba ya que le estaba mirando tanto.
-¿Suzuki…?
La pequeña peca al lado de la boca, esos rasgos faciales simétricos  y esos enormes ojos negros eran algo que había visto de pequeño y, por fin, lo recordaba.
-¿Cómo sabes mi nombre?-Estaba tan sorprendido que su cara cambió de color.
-Eres Suzuki de la escuela de primaria Kunitachi, ¿a qué sí? Estábamos en la misma clase. Soy yo, Shimizu.
Sentí que el agarre de mi hombro se relajaba, así que me senté y le miré la cara con intensidad mientras le decía mi nombre.
-Shimizu…-El hombre – Suzuki – dijo mi nombre con la voz ronca.
¡Menuda coincidencia! ¿Cuántos años habían pasado desde que nos habíamos visto? Pensé eso mientras calculaba los años mentalmente. No nos habíamos visto desde que él se había cambiado de escuela en verano cuando íbamos a sexto, así que casi doce años. Me tomé un momento para recordar esos momentos. Su rostro de aquel entonces y el actual eran el mismo.
“Ah, sí, este sí que es Suzuki”, pensé sonriendo y Suzuki me devolvió la sonrisa, pero por alguna razón, en su cara apareció una expresión complicada.
Estaba a punto de preguntarle qué ocurría cuando la expresión desapareció de su rostro y Suzuki, preocupado, me preguntó algo a mí.
-Sigues pálido. Seguramente te será difícil subirte al tren… Vas a trabajar, ¿no? ¿Cuál es la estación más cercana a tu trabajo?
-Otemachi… ¿Por?
Me levanté del banco lentamente mientras le respondía, sin acabar de entender por qué quería saber cuál era la estación más cercana. Me encontraba mal, pero podía ponerme en pie, así que pensé que podría subirme al tren. El reencuentro con Suzuki me hizo recordar muchas buenos recuerdos, pero aquel día tenía un montón de faena y si no me daba prisa y llegaba a la compañía rápido, me avergonzaría el estar cara a cara con mis compañeros. Iba a agradecer a Suzuki que me hubiese cuidado cuando Suzuki me rodeó otra vez con el brazo y me hizo una oferta sorprendente.
-Yo también iba a Otemachi. Si quieres puedo acompañarte con taxi. Las carreteras no están tan a petar como lo está el metro ahora mismo, por lo que será más rápido.
-No, no pasa nada. Puedo ir en tren.-Sacudí la cabeza rápidamente y rechacé tajantemente su oferta.
-Si me espero llegaré tarde así que iré en taxi, no tienes de qué preocuparte.-Dijo Suzuki sonriendo. Si le hubiese vuelto a decir que no esta vez, me hubiese sentido culpable por lo que no me podía negar.
-Pero el taxi lo pago yo…
Sinceramente, no comprendía por qué estaba siendo tan considerado conmigo, pero al final, no pudo rechazar su amabilidad. Al menos, pagaría el taxi y decidí aceptar su oferta. Otemachi estaba a unos treinta minutos en coche. Tendría que pagar por algo que no había planeado, pero mirando el lado bueno, esta sería una buena oportunidad para hablar con mi antiguo compañero de clase al que no había visto en veinte años. En realidad, cuando le vi la cara, me sentí extrañamente atraído por él. Seguramente a causa de que ya le había visto cuando éramos jóvenes. Pero a pesar de todo esto, tenía el presentimiento en mi corazón de que algo iba mal.
“No sé qué es… Bueno, seguramente este sentimiento desaparecerá cuando empecemos a andar”, pensé mientras miraba a Suzuki.
-Mejor pagamos la mitad cada uno.-Dijo Suzuki con una sonrisa.
Vi que era más alto que yo y además, aunque su traje ocultaba su figura, inspeccionándolo más de cerca vi que era más atlético de lo que aparentaba.
“Es como un modelo extranjero”, ausentemente pensé sobre estas cosas innecesarias mientras miraba el perfil del hermoso rostro de Suzuki. Suzuki, sin embargo, por alguna razón no dijo nada.
Caminar lado a lado de mi compañero de clase a quién no había visto en veinte años parecía un sueño.
“La coincidencia es algo extraño, ¿verdad?”, pensé mientras Suzuki me ayudaba a bajar las escaleras.
Nos dirigimos al lugar donde aparcaban los taxis. Suzuki me dejó subirme al taxi primero y entonces, él también se subió, se sentó a mi lado y le dijo la dirección al conductor – Otemachi.
-Bueno, ha pasado mucho tiempo.-Dije, porque veinte años se consideran “mucho tiempo”, y clavé la vista otra vez en la cara de Suzuki.
-Pues sí…-Suzuki asintió y dijo.-¿Te encuentras mal? Deberías tumbarte un poco.
Extendió la mano hacia mi frente.
-Estoy bien.
Estaba consciente, pero cuando la palma de su fría mano me tocó la frente, mi visión de repente empezó a dar vueltas. Inadvertidamente, me aferré al asiento en busca de apoyo y le miré automáticamente.
-¿Qué pasa?-Me miró con una extraña luz iluminando sus enormes ojos oscuros.
-Por alguna razón… Yo…-Iba a añadir que no me encontraba bien, pero no pude. Suzuki me volvió a tocar la frente con las frías puntas de sus dedos. En ese momento, todo se oscureció y sin saber por qué, me desmayé por segunda vez en el asiento del taxi.

*          *         *          *
Cuando volví a abrir los ojos estaba en una habitación que no había visto nunca. Parecía la habitación de una casa.
“¿Dónde demonios estoy?”, me pregunté ausentemente mirando las vigas del alto techo.
-Ngh…
Me senté rápidamente, dándome cuenta de que estaba en una situación y un lugar bastante particular en esos momentos. La habitación estaba repleta de un aroma dulzón. Tal vez fuese esa la razón por la que mi cabeza pesaba. Me levanté de la cama y miré por la habitación que tan sólo contenía esa cama. Cuando me dio por mirar mi reloj de pulsera, vi que alguien me lo había sacado y sólo entonces noté que también me habían quitado la chaqueta del traje.
¿Dónde demonios estaba? ¿Y qué hora era?
Sólo había una ventana con las cortinas cerradas. Me acerqué a la ventana y separé las cortinas furtivamente.
-¡¿Qu-…?!
Estaba tan sorprendido que grité en voz alta y me quedé petrificado. En el lado exterior del cristal de la ventana había barras de metal estrechas.
“¿Por qué hay barrotes? Pero aparte de eso,  ¿dónde estoy? ¿Qué demonios pasa?”, pensé aturdido de pie durante un rato, pero entonces, por fin volví en mí, abrí la ventana e intenté sacudir los barrotes de metal. Sin embargo, los barrotes no cedieron. Al otro lado de los barrotes podía ver árboles de invierno muertos y un lago. El lago que se extendía por abajo era de color negro en vez de azul. Tal vez se debía a las pobres condiciones temporales. A juzgar por el frío que hacía, la temperatura era bastante baja para tratarse de Tokio. Cerré la ventana y miré la escena al otro lado. ¿Estaba soñando? Parecía estar despierto, pero por alguna razón mis pensamientos estaban dispersos. Seguramente era por el calor, pues hacía mucho en la habitación, y también era seguramente por el dulce aroma extraño que persistía en el cuarto. Apoyé la frente contra el frío cristal de la ventana. Primero tenía que calmarme, eso pensé, dejando escapar un silencioso suspiro y cerrando los ojos. Aquella mañana había sufrido un ataque de anemia en la estación de tren y mi antiguo compañero de clase, Suzuki, me había ayudado. Era tan amable que hasta se había ofrecido a llevarme a trabajar en taxi, y entonces… ¿Qué demonios me había pasado después? Volví en mí al escuchar el pestillo de la puerta. Si por la ventana no podría salir, quizás si pudiese por la puerta. Justo me había dado cuenta de ello y miré en dirección al sonido. Al lado de la robusta puerta de madera, que tenía detrás, había un hombre alto de pie – Suzuki. El hermoso hombre de ojos oscuros ya no llevaba traje sino una vestimenta completamente negra – un suéter y unos pantalones negros. Quizás fuera por eso que parecía mezclarse con la habitación débilmente iluminada mientras se quedaba de pie en el marco de la puerta respirando en silencio. Parecía una extraña ilusión.
-¿Me has notado?
Sentí que había algo raro con el tono familiar con el que me hablaba. Se me estaba acercando, sonriendo como afirmando que era él. En ese momento, un sentimiento de miedo creció en mí.
-¿Dónde… estoy?
Me pegué a la pared, intentando apartarme de él, pero esto sólo consiguió aumentar mi miedo.
-Es mi villa… ¿Te encuentras bien?-Como siempre, una hermosa sonrisa jugó en sus labios mientras caminaba hacia mí. Como reflejo, intenté separarme de él, pero me cogió el brazo. Me cogió la muñeca con tanta fuerza que dolió. Me contraje de dolor.-Deberías quedarte un tiempo… ¿Tienes hambre?-Dijo, entonces, tiró de mí por el brazo y me llevó a la cama. Intenté quedarme en el sitio, sin dejar que hiciera lo que quería, pero no tuve éxito y no me quedó alternativa a ser arrastrado por la fuerza a la cama en la que había estado durmiendo hasta ahora.
-Eres Suzuki… ¿no?
Le miré mientras él me cogía por los hombros y me obligaba a sentarme en la cama.
-¿Cómo te has acordado?-Suzuki me miró con una expresión que sólo podría describirse como: triste.
-¿Eh…?
Alcé la vista y mirándole a los ojos, recordé un recuerdo distante…

-¿Qué dices? ¿Quién es ese tal “Suzuki”? Aquí no hay nadie que se llame así.
-No, eso no es verdad. ¿Por qué no le recuerda nadie?
-Tú eres el raro. Aquí no hay nadie con ese nombre, ¿vale?
En ese momento, no entendí el motivo de eso. Sí. ¿Quién era…?

-Mi nombre real, ¿eh?
El escuchar la voz de Suzuki me hizo volver en mí. Alcé la vista para mirarle mientras él acercaba su rostro al mío con lentitud.
-¿Cuál es tu… nombre real?-Mi voz sonó ronca cuando se lo pregunté.
Ni siquiera había notado lo cerca que se había puesto la cara de Suzuki; estaba tan cerca que podía sentir su aliento pero por alguna razón no me podía mover. Estaba tan cerca que no podía enfocarle, y me miraba penetrantemente, con sus ojos oscuros brillando. No podía moverme y, de hecho, ni siquiera aparté la vista.
-Veamos… Bueno, mi nombre real…-Me cogió la barbilla con su mano fría. Entonces me la volvió a coger con su otra mano.
De inmediato pensé que iba a ahogarme y sentí temor. A pesar de ello, no podía moverme; ni un poco.
-…No es Suzuki.-Susurró mirándome, y lentamente presionó sus labios contra los míos.
El escalofrío que me recorrió la columna no fue por sus manos frías, sino por la cálida sensación en mis labios. El escalofrío despertó de su parálisis a mi cuerpo. Intenté apartarle, pero él me cogió por los brazos rápidamente. Los levantó por encima de mi cabeza, con sus labios todavía sobre los míos, me echó sobre la cama en la que estaba sentado. No tenía ni la más remota idea de lo que estaba pasándome. Cuando me derribó con tanto poder, la cálida sensación de sus labios sobre los míos me disgustó e intenté resistirme golpeando al aire con las manos y las piernas, intentando alejarme de él. Pero era tan débil como me temía y Suzuki continuó presionando sus labios contra los míos con tranquilidad. Me costaba respirar así que abrí un poco la boca y su lengua se deslizó dentro encontrándose con la mía. Mientras intentaba evitar eso desesperadamente, seguí obligándome a pensar que se trataba de una pesadilla. Era una pesadilla. Cuando me levantase estaría tumbado en el banco de la estación de trenes y el revisor me estaría echando un ojo, preguntándome si quería que llamara a una ambulancia, y la gente a mi alrededor – empujándose los unos a los otros para ser los primeros en entrar al tren – me lanzarían miradas de soslayo, y…
De repente, sus labios abandonaron los míos y volví en mí. Ni siquiera había notado a Suzuki, o mejor dicho, aquel quien se hacía llamar “Suzuki”, poniéndose a horcajadas sobre mí mientras yo estaba echado de espaldas. En el mismo momento en el que sus labios dejaron los míos, sus manos también soltaron mis manos pero, antes de que pudiese siquiera intentar sentarme, me agarró la camiseta y la desgarró sin molestarse en desabrocharla.
-¡¿Qu-…?!
Me estremecí porque no esperaba que hiciera eso y dejé de moverme por completo. En ese intervalo de tiempo, él me desató el cinturón y yo, por fin, recordé que tenía que resistirme. Pero de nuevo, encontró mis brazos con una sola mano y me bajó los pantalones y ropa interior con maña.
-¡Para!
Sin saber nada, intenté liberar mis brazos y piernas mientras él me quitaba toda la ropa. El estar totalmente desnudo de esa forma sólo tenía un adjetivo: increíble. Aunque era plenamente consciente del hecho de que me hallaba en una situación seria; estaba en primer lugar, confundido. Jadeaba por haberme resistido tanto e inadvertidamente, le miré mientras él presionaba mi cuerpo desnudo contra las sábanas.
-No luches…
Su respiración también estaba acelerada pero cuando notó que le miraba, me sonrió hermosamente.
-¿Qué… estás intentando hacer…?
Su suave tono de voz y su bella sonrisa eliminaron parte de mi creciente temor.
-¿Qué intento hacer…?-Soltó una risita, achinando sus hermosos ojos, y volvió a acercar su cara a la mía. Aparté la vista hacia un lado, intentando esquivar sus labios.-Por fin nos reencontramos… Vamos a divertirnos un poco.-Me susurró al oído mientras yo tenía mi cara girada a un lado, entonces, me metió la lengua dentro de la oreja.
Cuando me lamió la oreja por dentro un sonido húmedo hizo eco en mi cabeza. Un escalofrío me recorrió la columna de inmediato y yo empecé a resistirme otra vez, intentando apartarle porque era una sensación asquerosa.
-No me queda de otra…-Soltó un suspiro exasperado mientras yo peleaba él dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre el mío. Luché con brazos y piernas; mi deseo por alejarme era cada vez más y más desesperado y su conducta tranquila me aterrorizaba más que nada.
-Te he dicho que no luchases, ¿no?-Susurró Suzuki de una forma completamente dulce y, de repente, me dio la vuelta por lo que estaba de cara a la cama.
Me cogió las caderas con las manos y las levantó. Sentí las mejillas calientes conforme se frotaban contra las sábanas. Intenté volver a resistirme, pero me separó las piernas con sus rodillas, abriéndolas completamente.
-¿Eh…?
Antes de siquiera poder mirar atrás para ver qué pretendía hacer, Suzuki me cogió las nalgas y, de repente, presionó algo contra mi ano.
Metió una masa caliente dentro por la fuerza y un dolor – que parecía partir mi cuerpo en dos – me recorrió. No pude evitar chillar mientras intentaba arrastrarme. Enteramente consumido por el dolor, era incapaz de comprender qué me estaba ocurriendo. Para cuando me di cuenta que lo que me había metido por el ano era su polla, él ya me cogía las nalgas y empujaba más adentro. El dolor aumentó. Intenté reincorporarme, aferrándome a las sábanas e intentando liberarme de su agarré con desesperación, pero Suzuki no me lo permitió y continuó sujetándome con firmeza. Entonces, empezó a mover las caderas violentamente. Me dolía tanto que cerré los ojos y vi luces.
La gente dice que cuando sufres un gran shock tus pensamientos se van a la deriva y que, cuando algo duele mucho, puedes empezar a ver ráfagas de luz.
Él siguió follándome hasta que por fin empecé a ser capaz de soportar el interminable dolor que me atormentaba y perdí el conocimiento. 
*          *         *          *
*          *         *          *
Un escalofrío me recorrió la parte baja del cuerpo y esa sensación fría provocó que volviese a recuperar el conocimiento. Justo ante mis ojos vi una cabellera negra moviéndose en el centro donde mis piernas se encontraban. Tal vez percatándose de que estaba despierto, la cabellera se alzó revelando una cara – una hermosa cara con ojos negros. Y dentro de esa boca de forma fina estaba…
Sus ojos oscuros se entrecerraron en una sonrisa y, mientras nos mirábamos, en su boca tenía… Tenía mi polla. La chupaba lentamente, arriba y abajo, y lamía la punta con la lengua. Empezó a cogerla con las manos. Una arteria empezaba a sobresalir en mi pene. No podía soportar verlo.
-¡Para!-Grité e intenté sentarme, pero en ese momento noté que tenía mis dos manos atadas.
Mientras había estado inconsciente, él me había atado las manos al marco de la cama. Sacudí los brazos, intentando desatarlos, pero el nudo era demasiado fuerte y no parecía soltarse.
-¿Intentas pelear otra vez…?-Susurró él con la cara enterrada entre mis piernas y en un tono cantarín, mientras seguía lamiéndome la polla. Me lamió el lado con su roja lengua haciendo que se contrajera y soltase un fluido claro por la punta.
-Para…
Ver mi propia erección me dio vergüenza y asco. Me volví a retorcer, intentando liberarme de su agarre.
-Te dará más gusto…-Dijo Suzuki entre suspiros y me cogió las piernas con fuerza para evitar que me pudiese mover. Entonces, volvió a abrir las piernas y empujó las rodillas hasta la altura de mi pecho. El estar así de expuesto me hizo recordar el dolor que había sentido previamente y me encogí de inmediato.
-Si te resistes… Te volverá a doler.-Dijo, arrastrando la lengua desde mi polla hasta mi ano. Mientras me sujetaba los muslos y mantenía mis caderas en alto, empezó a lamer a fondo el lugar que había metido su polla anteriormente.
-¡No…!
De nuevo, una sensación fría me recorrió las piernas y se extendió por mi espalda. La herida que me había hecho empezó a estar pegajosa por su saliva y eso intensificó los escalofríos. Retorció su caliente lengua dentro de la apertura haciendo que mis nalgas se mantuvieran completamente abiertas. Mientras me lamía mi interior con la lengua, los escalofríos volvieron a atormentarme.
Era extraño. Empezó a ser difícil llamar a ese sentimiento: “escalofrío”, pero hice ver que no sabía qué sentía en realidad.
-Esta vez te lo haré lentamente… ¿vale?-Dijo Suzuki, alzando la voz desde mis partes bajas, mostrándome una sonrisa.
Sólo entonces noté que él también estaba desnudo. Por un momento, me quedé maravillado por lo hermoso y bien proporcionado que estaba su cuerpo desnudo, a pesar de estar en semejante situación. Cuando se levantó, vi una masa de pelo negro encima de su pene erecto que continuaba por su abdomen. Eso me recordó el dolor que había sentido antes y empecé a retirar las nalgas.
-No hagas eso…-Suzuki sonrió, extendió los brazos hacia mí y me cogió por las piernas, levantándolas y empezó a hundir la punta de su polla erecta dentro de mí una vez más.
-¡No…!
De nuevo, esta vez, el dolor fue tan inmenso que sentí que mi cuerpo se partía en dos y enterré la cara en las sábanas intentando soportarlo. Suzuki reajustó su agarré en mi cadera y con un empujón rápido, la insertó toda dentro de mí. Suspiró.
-Qué estrecho eres…-Dijo, acercándose mis piernas a su cuerpo, y yo gemí por el intenso dolor que me asaltó.-Se te está poniendo flácida… Supongo que no me queda de otra.
Una de sus manos dejó mis piernas y fue hacia mi pene. Movió su mano con tanta habilidad que mi pene, tan flácido por el dolor como estaba, volvió a tomar forma. Me mordí el labio y aguanté la humillación de ponerme duro con su tacto. Todo, el calor y la sensación de su polla enterrada dentro de mí,  y la sensación de sus delgados dedos jugando con mis genitales, se acumulaban y me estimulaban.
-¿Me puedo mover?-Preguntó, empezando a penetrarme ya, y de repente, empecé a sentir otra cosa a parte de dolor. Este otro sentimiento seguramente se debía a que estaba frotándome los genitales arriba y abajo al mismo tiempo que se movía dentro y fuera de mí, y seguramente por los húmedos ruidos obscenos que hacían nuestros cuerpos cada vez que se encontraban. Empezó a consumirme la mente.
Me corro”, pensé, y en ese momento, dejé escapar un pequeño gemido. Como  atraído por mi gemido, él se corrió dentro de mí al mismo tiempo que yo derramaba un fluido blancuzco sobre su mano. Con los hombros levantados, él se dejó caer sobre mí lentamente. El peso de su cuero me hizo sentir náuseas y, en ese momento, perdí el conocimiento como si intentase escapar de aquello. 


[1] Higan (Iluminación): Es un concepto budista cuyo significado es salir de la ignorancia y del sufrimiento hasta llegar a la iluminación y la paz.

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