Capítulo 86: Volviendo a casa después de trabajar en otra tienda

febrero 03, 2017

De alguna forma, Latina consiguió apañárselas en la hora punta de la comida. La madre de Marcel y la mujer que trabajaba como vendedora estaban solas. Al principio, incluyendo a la mujer de baja por maternidad, había tres personas en ese momento. La puesta en escena de Latina no se podía ni comparar con la de las veteranas, pero considerando que era su primer día, Latina se esforzó mucho.
-¿Cansada?
-Estoy un poco fatigada, pero estoy bien. Es diferente a lo que suelo hacer, es divertido.
La madre de Marcel la llamó al verla comer y Latina le respondió de esa forma. Latina parecía encantada con solo pegar un bocado a su pan de queso y carne ahumada con un poco de cebolla.
-Latina desde pequeña comes de una forma tan feliz.-Dijo la madre de Marel, y entonces sonrió. Latina sonrió recíprocamente.
Las horas de trabajo en la Panadería del Callejón terminaron cuando se puso el sol. Aunque la tienda se quedase abierta después de que las familias compraran el pan para la cena, no habría clientes y sería peligroso por los crímenes. Encima de todo eso, también tenían que levantarse temprano para abrir al día siguiente.
Mientras veía a los padres de Marcel preparándose para el día siguiente, Latina preguntó muchas cosas como si no pudiese retenerlas más.  Lo que más le interesaba, en particular, era los puntos básicos de hacer pan, también conocido como el método de hacer levadura y cómo usar la levadura en los distintos tipos de pan.
Latina disfrutaba, a un nivel fundamental, de aprender cosas nuevas. Por eso mismo, cuando volvió a casa de la Panadería del Callejón, ya se sentía algo mejor.
No pudo involucrarse en el proceso, pero el simple hecho de poder mirar desde un lado cómo se hacía el pan, fue suficiente para satisfacer su curiosidad. Y no sólo eso, sino que los clientes y el trabajo había sido distinto a cómo servía a los clientes del Ocelote; fue una experiencia nueva.
Tenía que volver a casa antes de que se hiciera de noche y como al día siguiente también tendrían que empezar muy temprano, le habían prometido que podría ver cómo hacían el pan. Normalmente, de noche trabajaba con Kenneth pero al parecer sería mejor que descansase un poco por hoy. Mientras pensaba en ello, llegó al Ocelote Bailarín del distrito sur. Los clientes habituales que la vieron, parecían algo incómodos al sonreírle, algo amargos, pero continuó avanzando, ignorándoles.
-Kenneth, ya estoy aquí.
-Oh.
-Pareces ocupado. ¿Te echo una mano?
-No, un descanso es un descanso. Ves a ponerte cómoda.
Latina de disculpó con Kenneth en la cocina que empezaba a dar la bienvenida a la hora punta de la noche, pero él se limitó a sonreír.
Kenneth se quedó aliviado al ver que Latina se había tranquilizado tanto y que había vuelto con un aspecto tan renovado. Y pensar que su forma de calmarse era trabajar.
-¿Pero cuánto le gusta trabajar…?-Estaba atónito, pero entonces, se dio cuenta que él mismo también veía cocinar como un pasatiempo, así que no debía ser tan diferente.
-¿Vas a cenar aquí?
-¿Y Theo? He sido una molestia de Rita… Al menos cuidaré de Theo de noche.
-Bueno, pues cuento contigo. Mi suegra está cuidando de él, llegará pronto.
Los padres de Rita, los suegros de Kenneth, se habían mudado a vivir a la zona residencial del distrito sur cuando pasaron el establecimiento a la pareja. Normalmente, no se pasaban por la tienda, pero cuando a Kenneth y a Rita les faltaban manos, había veces en las que cuidaban de Theo y ayudaban con el Tablón de Mensajes de Ahdar, el dios verde.
Como Wind no había vuelto a casa aquel día, habían dejado a su hijo, al borde de la travesura con ellos. Aunque ocurría cada día. La abuela de Theo, la madre de Rita, se quedaba sin energía por lo que era un método que sólo se podía usar de vez en cuando.
-¡Hermanita!
Theo, que volvió poco después, se apresuró al lado de Latina, no al de su padre o su madre. La generación anterior – su abuelo – pareció algo decepcionado al ver como su nieto corría directamente a Latina sin mirar atrás.
-Theo, ¿te has bañado?
-Aún no.
-Pues vamos a bañarnos antes de comer.
Después de despedirse de la generación anterior, Latina cogió la mano de Theo y fue a la cocina.
-¡No lavar cabeza!
-Venga, te la lavaré yo, hazme caso, ¿vale?
Theo se comportaba como un niño mimado incluso mientras decía esas palabras, pegándose a Latina. Era como si quisiera pasarse el día siendo mimado ya que aquella mañana su querida hermana mayor no había podido mimarle.
Kenneth sonrió con amargura mirando a su hijo en su tiempo libre. Parecía que a su hijo le gustaba Latina demasiado. También pensaba que era bueno que hubiese alguien como Latina que le mimase tanto considerando lo estrictos que eran ellos como padres. En cualquier caso, desde que Latina había vuelto, el aire, o mejor dicho, el ambiente se había tranquilizado.
Latina se dirigió al baño de detrás después de coger un cambio de ropa para Theo. Theo la seguía a sus pies, trotando.
Theo odiaba que el jabón se le metiera en los ojos y que le lavaran la cabeza, y siempre hacía un gran alboroto cuando Kenneth le decía que le lavaría la cabeza. En el caso de su madre, Rita, le solía regañar y a menudo acababa llorando. En comparación a eso, cuando lo hacía Latina, el niño dejaba que le lavaran la cabeza obedientemente y también parecía ser que a la muchacha se le daba bastante bien. Como padres, este hecho les tranquilizaba.
-Hermanita.
-Theo, te has quitado la ropa tú solito. ¡Bien hecho!
-Jejeje.
La expresión de Kenneth se suavizó mientras escuchaba las voces de Latina y de Theo del baño, parecían estar más cerca que dos hermanos de verdad.
Tras haber bañado a Theo a quién cogía de la mano, Latina se dirigió a los clientes del Ocelote, y entre las caras conocidas estaba Rita, ocupada con el trabajo.
-Rita, ya estoy aquí. Perdona por el descanso que me he tomado.
-Bienvenida, Latina. No pasa nada, yo también tengo que hacer mi parte a veces, ¿sabes?
Rita era más brusca que Latina cuando dejaba las jarras de cerveza en la mesa de los clientes, pero así es como se servía a los clientes para empezar desde un principio.
-¿Theo, puedes ser un buen chico y sentarte calladito?
-Yo soy un buen chico, jo.
Latina se dirigió a la cocina después de sentar a Theo en una silla. Emplató la comida que Kenneth le había hecho mientras estaba en el baño y volvió a la sala.
Gilbester, un cliente habitual, al ver cómo Latina cuidaba a Theo les sonreía considerablemente y les miraba algo tenso.
-Chiquilla, vaya si puedes cuidar bien a ese niñito, eh.
-¿Tú crees?
Latina no comentó la mirada torpe de Gilbester y sonrió. Mientras lo hacía le echó una mano a Theo, que estaba comiendo.
-Ah… Chiquilla…
-Gil, em… Sabes…
Interrumpiendo a Gilbester que parecía estar pensando qué decir, como si tuviera problemas, la sonrisa de Latina parecía algo preocupada.
-Espera un poquito, por favor… No creo… Que ahora mismo pueda.
-Oh… Vale…
A pesar de todo, Latina le sonrió.
Gilbester también había escuchado los detalles de la gran tragedia que había ocurrido la noche anterior. Él no había estado en la tienda, pero el tema principal de cháchara de aquel día había sido lo confundido y en pánico que parecía estar Dale y también, la ausencia de la camarera.
Gilbester había estado mirando a la chiquilla desde que era pequeña, y siempre había notado sus sentimientos de amor por su tutor. A Dale le molestaba todo lo que quería, pero con la muchacha era muy considerado. Temía de pisar una mina y que ella acabase odiándole.
-En nada podré volver a la normalidad, pero por ahora, quiero un poco de tiempo para organizar mis pensamientos.
-Chiquilla…-Gilbester suspiró y cambió sus sentimientos, cambiando sus expresiones faciales y su voz a una más feliz.-Si tienes problemas, te ayudaré encantado. Hasta un viejo como yo podría hacer algo.
-Sí, gracias, Gil.-Respondió Latina con una sonrisa honesta haciendo que Gilbester se sintiera más tranquilo.

Latina estaba adormeciendo a Theo en el comedor de su familia, y cuando vio que dormía y dormitaba, se fue de la habitación en silencio. Cerró la puerta sin hacer ningún ruido para no despertarle y cuando se dio la vuelta, se encontró por pura casualidad con Dale, que acababa de llegar a casa.
Latina notó de inmediato que no llevaba su atuendo normal, pensó que no había ido al bosque, y se dio la vuelta deprisa.  Se dio cuenta de que su corazón estaba menos preparado de lo que había pensado. En esos momentos, no podía mirar a Dale directamente a la cara. Su corazón latía con fuerza. Sabía que si se ponía las manos en las mejillas estarían calientes. Seguramente debían estar rojas. Olvidando de no hacer ruido al caminar, corrió al ático.
Al ver sus acciones Dale pensó:
Y pensar que… Ni siquiera… Me mira… Esta fase rebelde es…
Latina no vio cómo Dale dejaba caer su cabeza, abatido. Sus ojos escupían sudor del corazón. 

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