Capítulo 85: Trabajando en otra tienda

febrero 03, 2017

Desde aquella mañana había habido un ambiente tristón, desesperado en la esquina del Ocelote Bailarín.
Debería tratarse de una escena de todos ellos desayunando, momento que se repetía día tras día, sin embargo, en aquel momento, la jovencita que siempre repartía sonrisas a todos lados no estaba.
Theo que no sabía leer la atmosfera, implacable y rápidamente, le habló a un Dale descorazonado.
-¿Hermanita?
Sin seguir prestándole atención a Dale, que había dado un bote de la sorpresa, Theo miró a su madre y puso mala cara, insatisfecho. Para él, esa situación en la que su querida hermana mayor no estaba era innatural. Era normal que tuviese preguntas. Rita le respondió con una sonrisa.
-Latina va a tomarse un descanso un tiempecito.
-¿Por qué…?
-Porque lo necesita, ¿vale?
-¿Pu qué?
-Hablando de eso, no le he visto desde ayer. ¿Se habrá ido a jugar?
Había ocasiones en las que Wind se iba a jugar de repente por lo que no le importó demasiado. Tal vez se había ido a algún sitio a desahogarse por lo cruel que había sido Latina con él.
Desayunar juntos era lo normal para Dale y Latina hasta entonces. No podían hacerlo cuando Dale estaba fuera por trabajo, pero aparte de eso, siempre desayunaban juntos.
A pesar de eso, aquella mañana, cuando se despertó y bajó las escaleras, Latina ya no estaba en el Ocelote. Dale había llorado mientras se convencía de ello la última noche, no se podía evitar que ella no quisiera dormir con él ya que ya estaba en esa edad, sin embargo, el pesar que no podría verla en su asiento en el desayuno no era algo normal para ellos.
-¿Hermanita?
Cada vez que Theo repetía eso, Dale tensaba la cara de una forma extraña, pero la sonrisa de Rita no se agitaba.
Como no había nadie para ayudarle, Kenneth estaba hasta arriba de trabajo, ya que era el doble, y una vez más confirmó que jamás debía hacer enfadar a su mujer.
Alrededor de ese momento, Latina estaba en casa de su amigo, en una tienda llamada: “La panadería del callejón”.
-Nos vendrá bien, pero, ¿de verdad que no pasa nada?
-Sí. Kenneth me ha dicho que está bien que venga a aprender a hacer pan. Y como tú me habías dicho que no tenéis suficiente personal, he venido a preguntarte, aunque no sea factible, pero… Perdona por venir tan pronto.
Ese establecimiento, que ofrecía pan recién hecho a cada familia durante el desayuno abría muy temprano. Mientras se colaba en la tienda, repleta del aroma a pan recién hecho y de gente desayunando, Latina se dio la vuelta para sonreír a la familia de su amigo.
Tal y como habían ido las cosas el día anterior, Latina no tenía el valor de mirar a Dale. Dale ni siquiera contaba sus palabras como una confesión, pero aun así, su corazón seguía siendo un lío por la vergüenza que le había dado, y ya que todo el valor que había tenido que reunir había sido inútil.
Rita y Kenneth le dijeron que podía tomarse un tiempo libre, y le permitieron dejar de trabajar en el Ocelote. Pero si se hubiese quedado haciendo el vago en su habitación no habría podido evitar pensar en cosas inútiles. Además, si se hubiese quedado en esa tienda, se habría tenido que encontrar con Dale, cara a cara.
Justo cuando pensaba en qué debería hacer, recordó la queja de su amigo, y entonces, sintiendo que quedarse allí no serviría de nada, fue a hacerle una visita. Antes de marcharse del Ocelote, se lo había dicho a Kenneth. Dale seguramente pensaría que no pasaba nada si Kenneth se lo decía.
Aunque la maternidad y la paternidad era una tarea laboriosa, los ciudadanos de a pie no podían permitirse el coger la baja por eso. No tenían un sistema de bienestar, así que necesitaban ganar dinero para vivir. Por eso, en la Panadería del Callejón de Marcel, había un puesto libre porque una persona estaba de baja por maternidad. La sugerencia de Latina les sería de mucha ayuda.
-Pues entonces, aunque sea por poco tiempo, estoy en vuestras manos.
Por encima de todo, la sonrisa de Latina, era algo que se había forjado a través de muchos años de servicio al cliente y daba un sentimiento extremadamente bueno.
El pan era una comida clave en ese país. En casa de Marcel se vendían muchas variedades distintas de pan, pero la mayoría eran para comer. Dependiendo de la forma, la combinación de los ingredientes, la harina y las cosas que se le añadían por encima se podían hacer muchos tipos de pan. Había algunos a los que se les añadía frutos secos o especias a la masa, pero en general, no vendían pan dulces ni rellenos. Lo que habían estado vendiendo durante el festival nocturno era algo que sólo hacían para las comidas. En ese distrito había muchas mujeres que trabajaban como artesanas y mercaderes.
-Lo siguiente es hacer dulces. Aunque me imagino que tardarás un poco en recordar lo que cuestan todos…
-¿Mmm? No pasa nada. He venido muchas veces. Me acordaré.
Marcel que le estaba enseñando los productos a Latina se quedó callado al escuchar su respuesta. Sin embargo, recordó lo increíble que era su amiga y cambió su forma de pensar a: “es verdad”. Habían sido amigos durante tanto tiempo que se había acostumbrado a aceptar ese tipo de cosas.
-La caja registradora… No te supondrá un problema para ti, ¿no, Latina?
-Después de todo en el Ocelote también cobraba.
Con esa respuesta se refería a que era capaz de empezar a trabajar de inmediato.
-Bienvenida.
-Oh, vaya. No te había visto nunca por aquí. ¿Eres nueva?
-Sí, estaré por aquí un poco. En sus manos estoy. ¿Qué querrá hoy?
La anciana que entró a la tienda pareció sorprenderse de ver a Latina, a quién no conocía, pero sonrió después como si la sonrisa de la muchacha le obligase a hacerlo.
-Siempre me llevo esto.
-Ya veo. Gracias por venir como siempre.
Latina puso el pan que la anciana había señalado en una bolsa, la echó para adelante y aceptó las monedas.
-Supongo que eres de la misma edad que el Marcelito, ¿no?
-Iba a su clase.
Latina no pareció molestarse por las preguntas inquisitivas de la señora y le devolvió la sonrisa.
Marcel, que era quién se encargaba de llevar el pan recién hecho al escaparate de la tienda, escuchó la conversación con sudor frío en el ceño. Si llegasen rumores a oídos de su tutor, Dale o de su amigo de la infancia, Rudi, entonces, sería él quién estaría en peligro.

Como era su comida principal, la mayoría de la gente escogía una tienda para ir siempre, aunque muchas veces, algunos les apetecía comer en otro sitio, en general, siempre volvían. Por eso, la mayoría de los clientes que iban a esa tienda eran habituales. Cuando el punto fuerte de la mañana pasó, la siguiente hora fuerte vendría a la hora de comer. Aunque Latina no tenía mucho que hacer hasta entonces, no holgazaneó, limpió la tienda y cosas así. Como siempre había tratado el distrito este como un lugar donde jugar desde pequeña, algunos amigos que conocía se pasaron, sin embargo, como cabía esperarse, la mayoría de la gente no la conocía.
Era lo que se esperaba, pero mientras limpiaba, se incrementó un poco el número de nuevos clientes masculinos.
Cuando la tarde se acercó, Latina miraba con curiosidad el proceso de cómo hacer un nuevo tipo de pan. Como era su primer día, no tenía permiso para entrar en la cocina, pero Latina, al haber sido la asistente de Kenneth durante tantos años, no olvidó estudiar a Marcel ayudando a su padre a hacerlo todo.
-No necesito cobrar, pero, ¿podríais enseñarme a hacer pan?-Es lo que Latina le pidió a su amigo, una petición muy típica suya.
En un principio, la técnica conocida como “hacer pan” también era un secreto de mercado. No era algo que se le podía enseñar a cualquiera. A pesar de eso, la razón por la que Marcel hizo que sus padres aceptasen la petición de Latina es porque cuando iban a clase, había escuchado su historia. Marcel había oído que en su pueblo natal, Vasirio, no se comía pan. La primera vez que la niña había comido pan había sido al llegar a Raband.
Un país sin pan – para él, era algo que jamás se le había ocurrido, un mundo que no podía ni imaginar. Y pensar que su amiga, era una jovencita nacida en un país tan distinto…
Quiero responder la pregunta de Latina de: “cómo se hace el pan”. – Eso es lo que el jovencito pensó. 

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