Capítulo 2:

febrero 07, 2017

Estaba soñando.
Volvía a ir a sexto de primaria y había faltado a clases una semana por tener la rubéola. Cuando volví, noté que faltaba un asiento. Me volví a mis amigos.
-¿Dónde está Suzuki?-Pregunté por ahí.
-¿Suzuki?
Todo el mundo sacudió la cabeza y me dijo que esa persona no existía.
-¿Qué estáis diciendo? ¡Suzuki – el chico que se mudó aquí en el segundo trimestre!
Pensé que todos se habían aliado para gastarme una broma porque había estado enfermo y me enfadé, arremetiendo contra todo el mundo.
-En nuestra clase no hay ningún nuevo.
No sólo mis amigos de siempre me dijeron eso, sino que hasta el delegado, Miyata, me respondió de esa forma, algo confundido. Les había pegado y les había dicho que parasen con las tonterías. No podía creérmelos. Alguien llamó a la profesora y yo me callé.
-¡Profe, todos dicen que no saben quién es Suzuki!-Le expliqué la razón de mi arranque a la profesora, pero hasta ella me miró aturdida y me contestó de forma sorprendente.
-Yo tampoco sé quién es.
La profesora me tocó la frente para comprobar si todavía tenía fiebre. Mis compañeros también me miraron, preocupados. Entonces, me empecé a preocupar de que quizás estaba soñado o que tal vez era una pesadilla. Ese pensamiento me abrumó y me aferré a la profesora antes de romper a llorar.
Suzuki – Suzuki Hajime – era un estudiante callado que había llegado a nuestra clase a finales de Octubre, durante el segundo trimestre. Cuando se puso en pie delante de la pizarra para presentarse, yo admiré los rasgos perfectos de su rostro. Era extraño que yo, un niño, tuviese semejante admiración por otro niño, pero le admiré precisamente porque en este mundo existía un niño tan bello. Todas las chicas querían interactuar con él. Los chicos se metían con él llamándole: “chico guapo”, porque no jugaba a fútbol en el patio. Pero tal vez era por lo guapo que era, que nunca le hicieron bullying. Pero al mismo tiempo, el ser bendecido con tan buena apariencia hacia que la gente no quisiera ser amigo suyo. 
Aunque era popular, Suzuki siempre estaba solo. En ocasiones, le había visto yéndose solo a casa cuando yo también me iba, pero nunca reuní el valor de decirle: “vamos juntos a casa”, y simplemente le miré desde atrás con un inútil sentimiento de culpabilidad en mi corazón. Recé que algún día pudiera hablar con él y ser su amigo, pero sin importar qué, jamás podría ser quién diera el primer paso. Le observaba desde la distancia porque sabía que yo sólo era uno más entre sus compañeros de clase. Suzuki había desaparecido durante mi ausencia. No podía creérmelo así que cuando llegué a casa, le pregunté a Suzuki dónde se había mudado Suzuki. Pero cuando ni siquiera mi madre supo quién era ese tal “Suzuki”, dejé de mencionar su nombre. Lo que había ocurrido era extraño, y sentí que no debía preguntar el paradero de Suzuki. Poco después, sin percatarme, me olvidé de él.  ¿Por qué Suzuki se había desvanecido de los recuerdos de todo el mundo? A veces me lo preguntaba, pero últimamente, no, durante los últimos años ese pensamiento no volvía a cruzarse por mi mente. Sin embargo, aquella mañana en la estación de tren que siempre usaba para ir a trabajar, me reencontré con él de una forma extraña – me reencontré con él, que se había convertido en un hermoso hombre adulto…


                  *         *        *        *        *

Recuperé el conocimiento lentamente. Miré a mi alrededor, aturdido. Dentro de la habitación ya era oscuro, pero mis manos seguían atadas a la cama y Suzuki no estaba por ningún lado. Sentí el frío y temblé un poco. En ese momento, los restos de él rezumaron de debajo de mí y eso me trajo recuerdos de lo que me había ocurrido no hacía mucho. ¿Era un sueño…? De repente, se escuchó un zumbido y un aire cálido empezó a salir de los respiraderos del techo. Me alivié pues tenía frío, pero junto con la calidez el olor a sexo y otro aroma terriblemente dulce se elevó haciéndome fruncir el ceño.
-Mi nombre real es…
¿A qué se refería con lo de “nombre real”? Cuando me moví, el sonido de la cuerda que me ataba me hizo volver en mí. Había aflojado la cuerda. Me moví, continuando aflojándola lentamente, moviendo los brazos muchas veces. Continué haciendo eso pacientemente hasta que, por fin, liberé mis dos brazos. Intenté sentarme poco a poco mientras me frotaba las muñecas adormecidas. Cuando intenté salir de la cama un dolor me recorrió el cuerpo obligándome a arrodillarme mientras lo soportaba. Entonces, me arrastré hacia la pesada puerta de madera. Después de conseguir levantarme, cogí el mango de la puerta, lo giré con todas mis fuerzas pero no se abrió la puerta. Una vez más, volví a agachar con la espalda contra la puerta. ¿De verdad estaba pasándome aquello? En ese caso, ¿por qué a mí? Y si era un sueño, entonces… ¿Por qué no me despertaba?
-¿Cómo te has acordado?
Sus hermosos ojos negros tenían una tristeza… 
Hermosos – ese era el adjetivo que le iba mejor a sus ojos. Eso pensé mientras recordaba los negros ojos brillantes de Suzuki. Hasta sentarme me hacía daño, por lo que me abracé las rodillas y rodé por el suelo. Sentía que todo mi cuerpo gritaba del dolor.
Antes de darme cuenta, volvía a estar en mi clase de sexto de primaria, aferrándome a mi profesora y llorando. Con los brazos alrededor de mis rodillas ni siquiera podía secarme las lágrimas, tumbado, bramando como un chiquillo.


                  *         *        *        *        *

A la mañana siguiente – seguramente era por la mañana ya que fuera estaba claro – por fin me desperté al escuchar el chasquido de la puerta al abrirse detrás de mí. Tal vez me sentía terriblemente pesado por haber dormido en el suelo. Giré la cabeza para echar un vistazo detrás de mí.
-¿Has dormido aquí?-Dijo un Suzuki sorprendido de pie, fuera de la puerta con una bandeja con comida.
Antes de poder responderle, él entró al cuarto, fue hacia la cama y dejó allí la bandeja, entonces, volvió a mí.
-Debes tener hambre.
Me cogió en brazos. Llevaba el mismo suéter negro que había llevado el día anterior. El suéter me rozaba la mejilla. La dureza del material parecía real y justo entonces supe, que no era un sueño. El percatarme de eso revivió el temor de mi corazón. Dormir debía haberme ayudado a volver a pensar con más claridad. Él no parecía haberse dado cuenta de mi cambio. 
-Por aquí no hay nada durante esta estación, ¿no?-Dijo él, apáticamente mientras me dejaba en la cama. Entonces, puso la bandeja que había traído en mis rodillas y continuó.-Toma.-En la bandeja había un desayuno muy simple que consistía de queso y té negro.-Come.-Me dijo sonriendo dulcemente y entonces, hizo ademán de marcharse.
-¡Suzuki!-Tiré la bandeja por las sábanas, salí de la cama y grité su nombre mientras daba muchos pasos a su espalda. Suzuki dejó de caminar y se dio la vuelta con lentitud para mirar en mi dirección. Vi todo lo que ocurrió a cámara lenta. 
-¿Qué ocurre…?
En su rostro, cuando se dio la vuelta, no había expresión alguna. Embargado por un miedo inmensurable, di unos cuantos pasos hacia atrás sin querer, hasta que la parte trasera de mis piernas chocharon con la cama.
-¿Qué ocurre…?-Él se acercó a mí lentamente.
Yo, temblando, me quedé ahí de pie, mirándole, incapaz de decir nada. Suzuki se posicionó de inmediato delante de mí y puso sus brazos a mi alrededor. Me abrazó mientras continuaba centrando su mirada en mí. Su cinturón, escondido bajo su sudadera, se clavó en mi piel desnuda. Inadvertidamente, hice una mueca por el dolor.
-¿Qué ocurre…?-Volvió a preguntarme mientras sus manos se deslizaban lentamente por mi espalda hacia mis nalgas. Cuando apretó mi trasero, yo tragué saliva sin darme cuenta.
-Si no me lo dices, no lo sabré.-Dijo mientras seguía manoseándome las nalgas.
-¡¿Por qué…?!-Grité con voz temerosa y las manos contra su pecho, intentando alejarle de mí.
-¿Por qué…?-Suzuki susurró a mi oído tranquilamente y me abrazó con una mano. Su tranquila voz dulce era irónicamente aterradora. El miedo engulló mi cuerpo y no pude evitar hacerme pequeño entre sus brazos. En ese momento, Suzuki estaba mirando, seguramente, la cama por encima de mi hombro pero tal vez fuera porque la bandeja estaba ahí, me tiró al suelo. Me obligó a tumbarme de espaldas y a abrir las piernas. Pensé que si iba a volver a obligarme a hacer eso, no sería capaz de resistirme como ayer. Aunque me resistiera no tendría nada que hacer contra él. Volver a tener que saborear el dolor era aterrador, pero su cara inexpresiva daba todavía más miedo.  Le miré nerviosamente preguntándome cómo me vía en sus ojos. Tal vez, sintiendo mi mirada, él también me miró. 
-¿Debería decirte… la razón?-Me susurró en un tono muy suave mientras bajaba conmigo.
Cuando me preguntó eso yo asentí dos veces como una marioneta sin vida. Tal vez le parecía divertido, porque soltó una risita achinando los ojos. Más que nada, me alivió que por fin apareciese una expresión en su rostro y esperé a que volviese a hablar. 
-La razón es simple…-Susurró, acercando su rostro al mío. A la vez, su mano se metió por debajo de mis piernas completamente abiertas e insertó su delgado dedo largo en mi ano. Hice una mueca por el objeto desconocido pero mientras empezaba a doblar el dedo lentamente, me fui acostumbrando a esa sensación. 
Extrañamente, conforme él movía el dedo, mi polla empezó a coger forma. Ya no me quedaba más vergüenza que sentir. Todo lo que podía hacer era ver como mi pene se erguía. Él jugó por dentro de mí en silencio un rato, y debió encontrar gracioso que mi pene estuviese erecto pues volvió a soltar una risita y continuó con la conversación.
-Tú te has acordado de mí… Pensaba que había borrado nuestra existencia de esa ciudad, pero cuando nos encontramos en la estación de tren, tú hasta te acordase de mi nombre. Ya han pasado doce años, pero mi – no, nuestra – existencia sigue dentro de ti. Cuando pienso en las consecuencias que esto podría tener, no me queda de otra que encerarte aquí… Oh, ¿estás cachondo? Parece que te lo estás pasando muy bien…-Su tono cambió de repente. Tal y como él dijo, mi polla estaba completamente dura, pero eso no era todo. No me había dado cuenta que había metido otro dedo dentro y por ello, una nueva sensación cosquilleante nació en mí, pero pretendí no notarlo. 
-Jojo, te lo dije, ¿no? Que te daría gustito… ¿ves? Ya estás muy caliente.-Dijo Suzuki levantando su cuerpo del mío y abriéndome todavía más las piernas. Entonces, insertó otro dedo y empezó a doblarlo violentamente dentro de mí. 
De inmediato, una sensación de éxtasis se derramó dentro de mí. Arqueé la espalda e intenté eliminar esa sensación. 
-Así que por ahora, voy a ver cómo es que te acuerdas, ¿vale? No pasa nada… No tengo intención de quitarte la vida.
Al principio, no me di cuenta de que estaba hablando de “la razón” otra vez. Sus dedos me atacaban persistentemente por detrás y la mano amorosa que me tocaba el pene, que ya goteaba, era demasiado para mí. Dejé escapar mi voz mientras temblaba en el suelo y deseaba escapar de sus ojos negros de alguna manera.
-Creía que el lavado de cerebro había sido perfecto, pero… En algún sitio ha habido un fallo, ¿no?
Me puso las manos alrededor de mi estómago y, de repente, me dio la vuelta. Entonces, me levantó las caderas. Había sacado los dedos y el espacio vacío se estremecía como si estuviese rogando que algo lo llenase. 
-Aguanta un poco… Hasta que encuentre la causa de ello, ¿vale?-Me susurró desde detrás al oído, apoyándose sobre mí. Mi interior se revolvió como si disfrutase de sentir aquello y al parecer, eso le hizo feliz. 
No sentía que mi parte trasera me perteneciese. Lo sabía. Era un sueño. Eso pensé, cerrando los ojos con fuerza, incapaz de soportar la sensación. Sus asesto se estaban volviendo demasiado para mí y yo me retorcí y suspiré por el placer continuo.


                  *         *        *        *        *

Después de aquello, pase los días desnudo en aquella habitación, desconocedor de cuántas mañanas y noches habían pasado. Los días se volvieron monótonos y mis emociones se fueron apagando. Me sentía como si estuviese viviendo dentro del cuerpo de otro. Cada vez que me traía la comida se aprovechaba de mí.
-Ya estás excitado.
Tenía razón. Era sorprendente, pero mi cuerpo se había acostumbrado a ese sexo homosexual. 
-Sólo con un dedo ya te estremeces. Qué lascivo. 
A Suzuki le gustaba molestarme verbalmente y yo no quería admitirlo, pero cada vez que me decía palabras crueles mi cuerpo se sacudía del deseo y me hacía caer más en esa sensación inescapable. 
-Bueno, me pregunto cuántos dedos cabrán. Un dedo, dos dedos…-Suzuki fue contando conforme insertaba sus delgados dedos lentamente.- ¿Con tres dedos ya basta? ¿Pongo los cinco?-Dijo algo así de terrorífico, pero en realidad no lo hizo jamás. Nunca me hizo daño.-Me pregunto… ¿Qué tengo que hacer para hacer que te sientas muy bien?-Dijo con una voz melodiosa y se bajó sobre mi cuerpo desnudo. Entonces, metió la polla donde sus dedos habían estado tantas veces. 
Suzuki parecía amable, pero lo que hizo fue atroz. Me hizo temer que no tenía nada que hacer contra él porque cada vez que visitaba esta habitación, violentamente en busca de mi cuerpo, me insistía en caer en una seria de clímax y me hacía perder todo el sentido del tiempo. Normalmente, no usaba bondage, pero cuando lo hacía, me ataba las muñecas.
-Tengo que castigarte, ¿verdad?-Anunció sonriendo. La razón por la que tenía que “castigarme”, era porque la noche anterior no había tocado mi comida ni había dormido en la cama. Supongo, que estaba siendo considerado conmigo, sin embargo, me ató las muñecas a la cama mientras teníamos sexo. Eso me ponía y me hacía caer un el caos más de lo normal. Suzuki no sólo me ataba las muñecas, a veces, también me ataba un lazo alrededor de la polla cuando estaba a punto de correrme y me follaba por atrás.
-¡No! ¡Duele…! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah…!
Cuando le suplicaba que lo desatara, no dejaba de mover las caderas adelante y atrás, y me sujetaba las muñecas con fuerza para que no me desatara. Entonces, me susurraba al oído:
-Parece que cuando te molesto te excitas más.
-¡No…!
Sacudí la cabeza y se lo negué a un Suzuki lleno de risitas. Me sentía un poco masoquista. Sentí que tanto éxtasis que me creía enloquecer cuando me atacaba por detrás y jugaba con la punta de mi pene, haciéndome sentir este sentimiento de inquietud de no poderme correr cuando quería.
-Hoy, a ver si te corres con solo los pezones.
Cuando Suzuki descubrió que era un tanto masoquista, a veces, se aprovechó de ello. Intentó excitarme haciendo que me avergonzase de las cosas que me decía y que me hacía.
-¿Qué tal? ¿Cachondo?
Cuando dijo que iba a hacer que me corriese por los pezones, empezó a pellizcarlos con tanta fuerza que dolió.
-¡No…!
Ignoraba por completo que los pezones de un hombre pudiesen ser una zona erógena hasta que sentí cómo mi polla palpitaba y mi cuerpo se sacudía cada vez que él atormentaba mis pezones. Mi polla en particular reaccionaba al dolor de los pezones. Los aplastaba con los dientes y los estiraba con semejante fuerza que sentía que me los iba a arrancar, y así, me excité tanto que creía que me iba a correr. Pero en realidad, correrse sólo por los pezones es bastante difícil. Insatisfecho, me retorcí mientras Suzuki me acariciaba, porque ansiaba la parte baja de su cuerpo. 
-No. Te he dicho que sólo con los pezones, ¿no?-Suzuki sonrió, y antes de saber lo que estaba pasando, me cogió las manos y me las puso encima de mis pezones.
-¿Eh…?
Suzuki me sonrió amablemente cuando le pregunté y entonces, me dijo algo sorprendente y lejos de ser amable.
-Si yo no consigo que te corras, veamos si tú puedes hacer que lo hagas.
-No…

Pensé, sacudiendo la cabeza, que no podía hacer algo tan vergonzoso como jugar con mis propios pezones pero Suzuki no era misericordioso.
-Venga, rápido.
Me obligó a pellizcarme mis propios pezones.
-¡No…!
Cuando intenté apartar los dedos, me dijo algo muy tentador sonriéndome con amabilidad.
-Si juegas con tus pezones, te la meteré como premio.-Dijo, levantándome las piernas y exponiendo mi ano. No podía aguantarlo más. Abandoné mis dudas y empecé a pellizcarme mis propios pezones con maldad.
-¡No…!
-Juegas solo y te excitas… Qué lascivo eres.
Era como si un corriente eléctrico me estuviese recorriendo el cuerpo entero. Jadeé, incapaz de soportar la risa de Suzuki que resonaba en mi oreja.
-¡No! ¡Ah…!
Sus ojos negros me miraron mientras yo caía en el caos y sus labios rojos susurraron palabras sucias. Con solo mirarle y con solo escuchar su hermosa voz, un sentimiento inaguantable se apoderó de mi cuerpo y mi polla totalmente erecta palpitó.
-Estás a punto de correrte, ¿no?-Suzuki rio y miró a mi goteante y latente pene.
-¡No…!
Con este inaguantable sentimiento, empecé a pellizcarme los pezones con todas mis fuerzas y, entonces, por fin alcancé el clímax, esparciendo un fluido blanco como la leche a mi alrededor. 
-¡O sea que sí que te puedes correr con solo los pezones!
Entre risas, Suzuki levantó mis dos piernas y frotó su pene erecto sobre mi ano.
-¡Ah…!
Mi pene latió mientras seguía expulsando semen, pero entonces, de inmediato, volvió a tomar forma  a pesar de que acababa de llegar al orgasmo.
-Tu cuerpo es muy lascivo. Bastante codicioso. –Dijo Suzuki en un tono incrédulo y mi polla reaccionó de nuevo a sus maliciosas palabras y acciones.-Voy a meterla.-Suzuki rio y metió su polla dentro de mí. 


-¡Ah…!
Mi interior se revolvió al recibir lo que quería y se estrechó alrededor de la punta de su pene.
-Soy feliz…-Suzuki volvió a reír y reajustó el agarre de mis piernas, e insertó su pene entero dentro de mí.
-¡Ah…!
Mis jadeos ruidosos resonaron por la  habitación. Suzuki continuó empujando violentamente y yo caí rendido al éxtasis mientras escuchaba mi propia voz.


                  *         *        *        *        *

Mis días de lujuria continuaron. Suzuki pasaba las tardes y, por supuesto, las noches en mi cuarto, pero cuando abría los ojos a la luminosa mañana siguiente, siempre se había marchado. Parecía que tras satisfacer sus deseos conmigo, siempre se iba antes de que llegase el alba. Esto me hacía sentir un poco solo. No sabía si la soledad era por levantarme solo o por alguna otra razón.
No, en realidad, seguramente sabía el “porqué”, pero hacía la vista gorda. Cada día, Suzuki vestía el mismo suéter y pantalones cuando venía a verme, y cada vez que venía a verme, tenía sexo conmigo. Todo lo que hacíamos, aparte de retorcernos en el placer, era dormir. Como yo estaba agotado de hacerlo cada día y así transcurría el tiempo, con el tiempo se me acabó haciendo pesado incluso pensar. Sólo iba tras el placer que me daba cuando abría mi cuerpo. Ya no me importaba si era un sueño o la realidad. Ya no me importaba nada. A veces, observaba ausentemente la escena más allá de la ventana – las nubes, el sol, y en ocasiones, las capas de nieve. No es que hubiera perdido la noción del mañana, pero la fatiga estaba vaciando mi cuerpo y llevándose toda mi capacidad de pensamiento. Sólo sentía algo cuando Suzuki tenía sexo conmigo, y así es como pasaba los días.
Sí, sólo el placer me hacía sentir algo. En ocasiones, cuando lo hacíamos, entre orgasmos, pensaba en la razón por la que había dicho que me mantenía allí. Estaba seguro que había dicho que el motivo era porque le recordaba. También me había dicho que algo había fallado en el lavado de cerebro. En ese momento – cuando estábamos en sexto de primaria – nadie recordaba siquiera a su familia. Tal vez ese era el “lavado de cerebro” del que hablaba. Padres, niños y profesores le olvidaron a él y a su familia. Todo el mundo, menos yo. Aunque a causa de la fiebre alta de la rubéola había estado mentalmente desorientado, yo era el único que todavía le recordaba. Habían pasado veinte años y todavía le recordaba a pesar de que él había creído borrar su existencia. ¿Mi existencia era una molestia para “él” o para “ellos”?
-Mi nombre real es…
Sus ojos negro azabache brillaron cuando casi me dijo su nombre. ¿Quién era? ¿Eran espías de otro país? ¿Aliens? Pensé en ello una y otra vez mientras lo hacíamos, pero cuando el placer tomaba el control sobre mí, dejaba de pensar.
Cuando eso ocurría, ya no me importaba “la razón”. Sólo me importaban los fuertes brazos que me mantenían abajo y me abrazaban. Unos hermosos ojos negros me observaban mientras yo me satisfacía. No hacía mucho que había empezado a preguntar, mientras le rodeaba fuertemente con mis brazos y piernas al tener sexo, cuánto tiempo podría aferrarse a él así. De alguna forma, no podía evitar temer el día en el que tuviera que soltar su hermosa espalda bien definida escondida bajo las ropas.
Y entonces…
Inesperadamente, llegó el final. Un día, me desperté porque sentí que la habitación estaba fría. La esencia dulzona que siempre merodeaba por la habitación también había desaparecido. Temblando de frío, miré a mi alrededor mientras me preguntaba qué diablos había pasado. En ese momento, la puerta se abrió con un crujido y él entró en el cuarto. De alguna manera, no parecía él mismo. Tenía una expresión solemne en el rostro. Llevaba mi traje – el que vestía el día que me trajo aquí – en las manos. Mientras yo fruncía el ceño, mirándole, él simplemente dijo:
-Vamos a casa.
Y así, me dio mi ropa. En ese momento, seguramente debería haberle preguntado qué pasaba, pero le obedecí. Rápidamente, le cogí la ropa y me la puse. Entonces, él me guio hasta fuera del edificio a un coche que esperaba fuera. Cuando miré la pantalla del GPS, donde ponía la localización del coche, supe por primera vez que había estado encerrado en Karuizawa. No dije nada mientras el coche nos llevó sin que hubiesen atascos, seguramente era un día entre semana. Cuando me toqué el bolsillo descubrí mi reloj. Mire la fecha. ¿Qué día era? Encima de todo eso, ni siquiera sabía qué mes era. Cuando llegamos a la autopista Chuo, él murmuró una sola frase desde el asiento del conductor que apenas conseguí escuchar.
-No quiero que lo olvides…
-¿Eh?
“¿Qué acaba de decir?”, pensé, mirando ausentemente su expresión dura.
Suzuki volvió a murmurar, aun mirando al frente.
-No lo olvides.-Murmuró esta vez y, después de eso, no volvió a abrir la boca para decir ni una palabra más. Por alguna razón, yo tampoco pude decir nada y como la radio no estaba encendida, nos sentamos en silencio mientras él conducía.
Cuando llegamos a Tokio, salimos de la autopista. Su destino era la estación que yo usaba para ir a trabajar y también el lugar en el que nos encontramos. Condujo por la calle principal, que pasaba por delante de la estación.
“Llegaremos pronto”, pensé y eché un vistazo al asiento del conductor a mi lado.
-¿Está lejos de la estación?-preguntó él, tal vez sintiendo mi mirada.
-A unos cinco minutos andando…-Murmuré, pero durante todo ese tiempo no conseguí eliminar los sentimientos de inquietud de mi pecho.
“¿Tengo que separarme de él?”.
-Pues te dejaré en la estación.-Dijo, y entonces, por primera vez, me miró y sonrió.
Yo asentí, sin palabras ante su magnífica sonrisa. Me sonrió una vez más antes de volver a mirar al frente. Giramos y nos detuvimos al final de las escaleras que llevaban a la estación de tren. Mi mano no fue hacia la puerta, por lo que me pregunté si me diría que saliese. Sonó una bozina. Seguramente para decirnos que no aparcásemos ahí. Él salió de su asiento, fue hasta mi lado y abrió la puerta para mí.
-Cuando te conocí por primera vez…-Murmuró después volvió al asiento del conductor.-Creo que me enamoré.
-¿Eh…?
No pude escuchar muy bien lo que había dicho. Escuché lo que quería escuchar, así que le pedí que lo volviese a repetir mientras le miraba.
-No es nada…
Cuando volvió a sonreír esta vez, pareció ser una sonrisa forzada, y de repente, me cogió el brazo, me acercó a él y rozó mis labios con los suyos. Me sorprendí tanto por ese súbito beso que ni siquiera cerré los ojos y simplemente le miré cuando él se apartó.
-Perdona…
Cuando murmuró eso, el claxon de detrás volvió a sonar impaciente. Me puso la mano en la espalda y me dejo salir del coche, entonces, volvió a extender la mano de nuevo y cerró la puerta del pasajero. Así, se marchó conduciendo rápidamente. Incapaz de retener las lágrimas de mis ojos, no me pude mover del sitio y seguí mirando la pequeña luz roja del semáforo hasta que las luces traseras del coche ya no eran visible.
La gente, mientras pasaba de largo, me miraba con curiosidad, pero no podía irme. Mientras las puntas de mi traje revoloteaban por el viento, me quedé allí, delante de la estación de trenes, mirando el coche que se había marchado por la carretera principal.

                  *         *        *        *        *

Después de eso, hubo un alboroto. Al parecer había estado desaparecido diez días. Pensaba que al día siguiente tendría que ir a trabajar, pero cuando aparecí por la oficina, me atacaron con: “¿Dónde leñe estabas?”. La oficina entera estaba confusa. Hasta mis padres, que vivían en Tokio, vinieron a verme. Al parecer habían rellenado un informe de desaparecidos en la policía y mi madre se me aferraba, en llanto.
-¡Todos estaban muy preocupados!-Dijo, pegándome en el pecho una y otra vez.
Cuando terminé de disculparme con todo el mundo, decidí acompañar a mis padres a su casa, en la que no había estado durante mucho tiempo. De repente, me acordé, mientras el movimiento del tren me balanceaba.
-¿Te acuerdas?-Pregunté a mi madre.
-¿De qué?-Mi llorosa madre repitió en voz baja, tal vez cansada de llorar.
-Cuando estaba en sexto de primaria, tuve la rubéola y cuando volví a clases monté un alboroto porque “un estudiante llamado Suzuki había desaparecido”, ¿te acuerdas?
Supongo que quería confirmarlo. Quería confirmar que los acontecimientos que habían ocurrido hasta el día anterior no habían sido un sueño; que existía un hombre llamado Suzuki.
-¿Eh?-Sin embargo, mi madre me miró perpleja y empezó a sonreír, diciendo.-¡Oh, no…!
Cuando me volví para preguntarle qué le parecía tan divertido, mi madre siguió riendo entre sonrisas.
-Cariño, ¡has pillado la rubéola después de conseguir el trabajo! ¿No te acuerdas que hasta fui a tu casa a cuidarte?
Mi madre rio, preguntándome si estaba de broma, y yo, inadvertidamente, dejé escapar un pequeño jadeo. Es cierto. Fue durante esta temporada del año que pillé la rubéola. Como la pillé siendo adulto, tuve una fiebre bastante alto y había estado muy enfermo.
-Además, ¿qué quieres decir con que un estudiante llamado Suzuki desapareció? Cariño, fuiste con Suzuki desde primaria hasta el instituto, ¿no te acuerdas?-Mi madre rio, añadiendo.-¿Qué dices tan de repente?-Pero entonces, me miró preocupada con una expresión seria en su rostro cuando me quedé callado de repente.-¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?
-Estoy bien…-Asentí, sin querer preocupar a mi madre. Mis recuerdos volvieron a mí de golpe, mareándome. Es cierto. Incluso en el instituto, Suzuki siempre había estado en la misma clase que yo, incluso ese trimestre de sexto. De repente, pude ver la cara de Suzuki con claridad en mi mente. Tenía un rostro atractivo con ojos sesgados que no se parecían en nada a “él”. Eso me hizo preguntarme cómo era que aquel “Suzuki” – aquel hombre – me conocía.
-¿Yasumasa?-Mi madre me sacudió el hombro. Asentí, dándole a enteder de que sí. Enterré mi cara en las manos y recordé sus hermosos ojos negros.
“No quiero que lo olvides”.
Me había susurrado tales palabras.
“Cuando te conocí por primera vez… Creo que me enamoré”.
¿Puede ser que la primera vez que le había conocido había sido diez días antes, cuando había tenido el ataque de anemia? Tal vez fue entonces cuando se había enamorado de mí… Me había cambiado los recuerdos para hacer ver que le conocía de antes. Por eso, me había guardado cautivo, me había violado, y…
“No lo olvides”- Había dicho con tristes ojos negros.
Sí, ya era un esclavo de esos ojos. Yo, mi persona, no quería olvidarle.
-¿Yasumasa?-Mi madre me sacudió el hombro y yo, le cogí la mano en silencio para supiera que estaba bien. No podía hablar ni levantar la cara. No quería que mi madre viese mis mejillas manchadas de lágrimas. El tren se sacudió muchísimo al entrar en una curva y se anunció la próxima estación. Era la estación en la que le había conocido por primera vez. Pasamos de largo esa estación porque en esos momentos mis padres y yo nos dirigíamos a su casa.
¿Le volvería a ver? Desde entonces, seguramente seguiría viviendo pensando sólo en eso, soñando con volver a ver esos hermosos ojos negros – los ojos de cuya persona no sabía el nombre, la edad, ni el origen – y rezando por poder crear nuevos recuerdos con él.

                  *         *        *        *        *

Mucho después de eso, creí que había sido un encuentro del destino. Si no creyese que los acontecimientos de aquellos diez días – los días en los que me aislaron de la “realidad” en la que había vivido antes – eran “obra del destino”, entonces mi cuerpo y mi mente habrían sido aplastados por el shock. Antes de darme cuenta, empecé a abrazarme a mí mismo mientras recordaba la poderosa manera con la que él me había follado con su gruesa polla cuando me abrazaba.
-Tu cuerpo es tan lascivo.
Había dicho esas palabras maliciosas, pero sus ojos se habían achinado amablemente y sus labios bien formados habían descendido lentamente, buscando los míos. Lo recordaba claramente y me sentí extremadamente solo por no estar entre sus brazos. No podía soportar pensar en ello, por lo que, pensaba de él como en una imagen e intentaba convencerme a mí mismo que los diez días que pasamos juntos habían sido pura Iluminación. Todo eso, mientras recordaba sus hermosos ojos negros.



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