Tombstone and the wolf

febrero 11, 2017

Esta historia es de hace mucho tiempo.
En un pequeño país con un enorme bosque vivía una manada de lobos.
Dentro de la manada, había un lobo gigante que hacía de líder. Había vivido durante mucho tiempo y la manada había sobrevivido estableciendo el mínimo contacto con los humanos.
Un día, un joven lobo desapareció del grupo. Sus compañeros se preocuparon mucho.
“¿Y si le han atrapado los humanos?”
Temblaban por temedores de que un águila fuera a arrancarles los hígados[1]. Sin embargo, el joven lobo regresó a su manada como si nada hubiese ocurrido. El resto le preguntó dónde había ido y quisieron saber qué había estado haciendo, pero el joven lobo decidió no contárselo.
Poco tiempo después, los lobos se olvidaron de ello y el joven lobo volvió a desaparecer. Entonces, volvió de nuevo un tiempo más tarde. Sus lobos hermanos le volvieron a preguntar dónde había ido y qué había estado haciendo. El joven lobo no respondió, les dijo que no se había ido a ningún sitio ni había estado haciendo nada. Era mentira y todo el mundo lo sabía, incluso el joven lobo lo sabía. No obstante, el joven lobo estaba decidido a no decir la verdad.
Cuando el acontecimiento se repitió dos y tres veces más, por fin, el líder se vio en la obligación de hacer algo.
-Joven lobo, ¿dónde demonios has estado y qué has estado haciendo?
-Líder de la manada, no he estado en ningún lado. Sólo estaba a cierta distancia y nadie me vio, por eso han pensado que había desaparecido[2].
¿Por qué iba a asumir el riesgo de contar la verdad? Era mucho mejor hacer ver que no pasaba nada. El joven lobo no diría la verdad jamás y repitió esa mentira como si de la verdad se tratase. Esto preocupó mucho más al líder que trataba de arreglar el asunto.
“Tal vez si se le veo directamente, quizás considere contarme la verdad”.
Un tiempo más tarde, el joven lobo volvió a separarse de la manada, pero esta vez, el líder ordenó a los otros lobos que le siguieran. 
Localizaron al joven lobo cerca de la entrada de un bosque, entrando a una pequeña choza. Los lobos que le persiguieron estaban sorprendidos. La razón por la que aquel joven lobo desaparecía siempre era para ver a un humano.
El residente de la choza era una mujer mayor. La anciana, sin asustarse por su apariencia, le dio la bienvenida al lobo e hizo que el joven lobo le acompañase detrás de la choza.
Allí había una lápida cuyo centro estaba iluminado por una suave luz solar. Por aquí y por allí, las flores revoloteaban bellamente mientras el viento las sacudía.
Una vez la mujer hubo sacado las malas hierbas que rodeaban la lápida, llamó al lobo y juntos, rezaron en silencio. Después de eso, la silueta de la anciana desapareció dentro de la choza tras acariciar con dulzura al lobo. El joven lobo estaba de buen humor y volvió al camino cuando vio la silueta de un lobo. Entonces, entró en pánico al percatarse de quién se trataba.
-Joven lobo, ¿qué haces?
-Hermano, por favor, pasa esto por alto. No quiero poner en peligro a la manada, sólo quiero ir con esta anciana a la tumba.
-Hacer algo así con una humana, ¿está tan bien? Si un ser muere, vuelve a la tierra y se hace uno con el mundo. Lo mejor es centrarte en el mundo de los vivos o morirás más rápido.
-Hermano, por favor, compréndeme. Creo, estoy seguro, que si perdiéramos a un ser querido, todos querríamos volver con él lo antes posible, pero, los vivos como nosotros no podemos hacer eso. Y no somos conscientes de ello. No tenemos ningún lugar al que volver… Tal vez los humanos y los muertos sí. No son tan distintos a nosotros. La lápida que ha hecho esa humana es la casa del muerto.
-Eso sólo es el pensamiento egoísta humano. Para nosotros, lobos, es innecesario.
-Aun así, hermano mío, sigo teniendo miedo. Si mi madre muriese y se hace uno con el mundo, quiero tener una prueba de que existió. Así, puedo probar que mi madre vivió en este mundo alguna vez. Por eso estoy aquí, pero, ¿y si desapareciera, qué pasaría? La prueba de que mi madre existió alguna vez también lo haría. Además, la prueba de que yo viví no existiría jamás.
-Joven lobo, lo que intento decir es-…
-Sólo quiero una prueba. Ellos cuando mueren tienen la prueba de que existieron. Con una simple lápida lo pueden demostrar. Aunque muramos, esa lápida seguirá aquí. Seguirá aquí durante mucho tiempo. Al igual que una espina que se te queda enganchada en la punta de los dedos. Será un recordatorio de alguien que ya no está.
Eso es lo que pensaba el joven lobo, el lobo que le había perseguido no parecía entenderlo. Aunque muriese otro lobo, ¿le importaría a cualquier otro? El lobo, al menos, no creía que le importase a nadie.
-Los humanos deben haber sido una mala influencia para ti. Debe ser culpa de esa humana vieja.
-No, no, no es eso. Esa anciana sólo me acaricia cuando me acerco a la lápida. Estoy seguro de que si perdemos algo, entonces comprenderás el significado de su existencia.
-No, te han corrompido. Esa vieja debe morir, esa tumba debe ser destruida y semejantes pensamientos deben dispersarse y corregirse.
Y así, el lobo empezó a avanzar hacia donde estaba la choza de la anciana, y el joven lobo, a prisa, le persiguió de inmediato.
Cuando el joven lobo entró a la choza, vio cómo el lobo mordía la figura de la anciana. El joven lobo se acercó a la anciana, sin embargo, también cabía la posibilidad de que los colmillos del lobo se dirigieran a él. Los colmillos del lobo apuntaron al cuello de la mujer, y lo mordieron.
El joven lobo tomó la decisión de intervenir entre el lobo y la mujer. Estúpido joven lobo, los colmillos del lobo se clavaron profundamente en el cuerpo de su hermano lobo. El lobo, sorprendido, se dio la vuelta y salió corriendo de la choza.
El joven lobo que se había dejado morder para salvar a la anciana, quién habría muerto, se quedó atrás, para morir. La anciana le acarició con dulzura mientras le abrazaba. El joven lobo no alzó la voz como solía hacer mientras la anciana le seguía acariciándole. Poco después, la anciana murió.
Se decidió que su nieta viviría en la choza donde solía vivir la anciana. El trabajo matutino de la nieta era conservar las tres tumbas tras la choza.
La tumba del abuelo, la tumba de la abuela y también, la pequeña tumba del joven lobo.
Y en cuanto al hijo de la nieta, ese niño también seguirá cuidando estas tumbas.

Ha pasado mucho tiempo pero no se ha olvidado al lobo. El cementerio es un lugar donde los muertos duermen y yacen.


[1]“…Les arrancase los hígados”: referencia al mito de Prometeo a quién se le castigó en el peñón de Gibraltar donde las águilas, de día, le arrancaban las entrañas y se las comían. Era un castigo sin final, porque de noche, todo lo que le habían arrancado, le volvía a crecer.
[2]“…y por eso han pensado que había desaparecido”: el joven lobo lo dice con mucho respeto.

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