Capítulo 3: ¡La mascota es genial!

febrero 22, 2017

-Pasad.
Ese tío no me soltó el brazo de camino a casa.  Tenía la cabellera morena y el traje y los zapatos empapados. Sus ojos no sólo eran infinitamente claros, sino que también muy oscuros. Miró por los alrededores la casa como si observase algo como un perro. Al terminar la observación seguramente llegó a la conclusión de que era una casa segura. Entró lentamente en casa y yo tuve que mostrarle mi carácter.
-¡Quítate los zapatos!
Este bastardo… ¿Por qué estaba ahí? ¿Qué le había ocurrido? Entró en mi casa con los zapatos puestos como si nada. Aquella mañana apenas me había dado tiempo a limpiar, ¿cómo podía pasearse por mi casa con zapatos? Le arrastré y tuve que quitarle los zapatos yo misma. Él se limitó a observarlo todo ausentemente… Esta mascota no podría vivir sin un dueño. Dejé sus zapatos a un lado para que se secaran. Estaba empapado por lo que sus zapatos también debían estarlo.
Un momento, estos zapatos…
-¿Esto son zapatos caros?
Estaba segura de que eran zapatos muy caros. Aunque no tenía dinero, mi norma era que tenía que disfrutar de mirar por las tiendas. Siempre miraba la ropa por lo que tenía un amplio conocimiento sobre marcas.
-¡Ah! ¡Toalla!
Yo también estoy mojada, pero los invitados primero… No, espera. ¿Por qué este bastardo es un invitado? Espera, no. Lleva zapatos caros, ¿a lo mejor es el heredero de una familia rica? Por ahora… Con educación… Sí, sí. He estado sirviendo el té en la empresa mucho tiempo. Mejor estarse tranquila y callada.
-Lávate. Creo que con esto te podrás cambiar.
La última vez que había comprado algo por la tele hacían una especia de evento, y gané una cosa con ello. Lo divertido es que yo soy una mujer pero el premio eran chandals para hombre. Y una cosa más, él estaba empapado por lo que su ropa interior también debía estarlo. Por suerte, mi casa contaba con muchos calzoncillos de marca buena. A finales de año llegaron regalos a la empresa y me dijeron que podía quedarme uno, con los ojos cerrados escogí al azar. Pensé que me iba a volver loca cuando descubrí que era ropa interior masculina, además cara. Por pura curiosidad me los puse una vez pero… no era cómodo.
-Voy a lavarlo también. ¿Mmm? ¿Qué haces?
Noté que parecía algo ido. ¿No le había dicho dónde estaba el baño? Le empujé por la espalda y le metí en el baño. Encendí la caldera para que saliera el agua caliente.
Cuando salga lavaré a estos, y después… No tengo comida para animales, así que les tendré que hacer algo con arroz. Ese bastardo no necesita comida para animales.
-¿Qué nombre os pongo…?
Los puse, uno a uno, encima de una toalla seca. Cuando era pequeña tuve un pollito. Mi intención era comérmelo en verano en sopa pero un gato callejero se lo comió antes. Estaba en mi propio mundo y todo estaba… demasiado silencioso.
Cuando alguien se está duchando, lo normal es que se oiga el agua corriendo, pero había demasiado silencio. Los animalitos dormían, supongo que se les olvidó el hambre porque estaban en un sitio tan calentito para dormir. Era imposible que no escuchase nada.
-Perdona, ¿sigues vivo?
Era imposible que se hubiese muerto, pero se lo pregunté de todos modos. En realidad… no sabía qué preguntar. No hubo respuesta.
¡Como sea, me da igual! ¡Has sido tú lo quien me ha hecho hacer esto!
Cogí el pomo de la puerta – que por suerte no estaba cerrada – y la abrí de inmediato.
-¿Qué haces?-jadeé.
Metí la cabeza en el baño y él me miraba. Sin expresión ni muestra de sorpresa. Era como un criminal sentado en una esquina.
De verdad… ¿No sabe nada de nada? ¿Me he traído a un retrasado?
Pero era extraño. Había algo raro en él. ¿O acaso de verdad era el hermano del conejo, del gato y del perro? Tal vez no fuera retrasado, sino que nadie le había enseñado a hacerlo.
¿Le tengo que enseñar…?
-Quítate la ropa. Te la desabrochas así…  Para ducharte tienes que coger la alcachofa así, y cuando aprietas aquí, y te giras por aquí…
Le enseñé todos los movimientos y pensé en cada detalle. Parecía maravillado, sus ojos brillaban y me observaban.
Esto… no está mal. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me miraron así…
Al principio pensé que era retrasado o algo, pero el ver su expresión mientras se le enseñaba me hizo sentir mejor. Tardé diez minutos en explicárselo todo, y no olvidé enseñarle cómo vestirse. Después de eso, cuando salí del baño escuché un sonido.
Sí, sí. No es tonto. Entonces… ¿Es un salvaje? Como Tarzán. Caray… Está lleno de misterios. Parece normal. No le he podido ver bien la cara porque el pelo se la cubría.
-Ah, a cocinar. Voy a freír de todo.
Estos duermen. Cuando se levanten les daré leche caliente y mañana iré a comprar comida. Al conejo le puedo dar lechuga. También me tengo que duchar. Ah, me está entrando dolor de cabeza.
Estaba cortando todos los ingredientes para hacer arroz frito cuando la puerta se abrió. Era un poco torpe, no, de hecho era muy torpe. Pero lo hizo todo bien. Aunque se había envuelto el pelo con una toalla no lo había hecho bien, así que estaba goteando agua por todos lados.
-¿Dónde he puesto el secador?
Si le dejo así se resfriará.
Yo no suelo usar el secador así que tuve que buscarlo por todos lados hasta encontrarlo en un cajón.
-Siéntate aquí.
Señalé un lugar con el dedo y él se sentó sin quejarse. De alguna manera… ¡Era adorable! Le froté el pelo con la toalla y después de quitarle la humedad, se lo sequé con el secador.
-¿De dónde eres? Si no puedes hablar, asiente. Me oyes, ¿no? Si me oyes asiente.-Él asintió.
No es un inválido… ¿Entonces por qué no habla?
Empecé a lamentar el habérmelo traído a casa mientras suspiraba y le secaba el pelo.
-¡Oh, Dios mío! ¡Sangre!
¡Tenía sangre en mi mano! Estaba atónita. Intenté limpiarme con la toalla pero entonces, vi una mancha de sangre por toda la toalla. Entré en pánico. Por todos lados… Tenía heridas por todos lados. No me había percatado del sangrado de su cabeza. Seguramente porque estaba mojado.
-¡Hospital! ¡Hospital!
Tuve el presentimiento de que podría morir. Odiaba el pensar que alguien pudiese morir aunque no conociera a la persona. Estaba a punto de romper a llorar. Él de repente me cogió del brazo mientras yo estaba en pánico queriendo ir al hospital.
-¿Te duele? ¿Eh?
Estaba callado. ¡Primero tenía que cortar la hemorragia! Hice ademán de moverme, pero él no me soltó la mano. Como cuando le encontré por primera vez. ¿No quería que fuera…?
-¿No quieres ir al hospital?
Todavía no hizo nada, pero si estaba en lo correcto, no quería ir al hospital.
-Tienes que ir. Tu herida es grave.
Cuando lo dije, él me cogió la mano con más fuerza.
¡Qué daño, bastardo!
Mis verdaderos sentimientos estuvieron a punto de aflorar. No quería ir al hospital.
Joder… Como sea, me da igual todo. No quiero arrastrar a alguien que no quiere ir, y no estoy segura de poder ganarle en fuerza.
-Pues nada, a curarte aquí.
Creo que me entendió. Justo cuando dije eso, él me soltó de inmediato.
Este bastardo… no es humano. Creo que es el hermano de esos animalitos.
Traje el kit de emergencia. No podía darle puntos por lo que me limité a limpiarle la sangre y ponerle espray antes de cubrir la herida con una venda. Cuando le aparté el pelo para limpiarle la sangre…
Este bastardo… este rarito… es guapo.
Estaba tan bueno que los ojos se me abrieron como platos. Tenía una frente recta y unos rasgos claros, una cara muy pequeña y un cuerpo bien musculoso.
Creo que he pillado un pez gordo… Jeje…
Mierda, ni siquiera me di cuenta de que estaba babeando.
¡No, no puedo hacer esto! Aunque estoy desesperada por un tío… Desesperada… Qué más da. ¡Este bastardo también es un tío!
Él se levantó. Yo me caí de espaldas ante su súbito movimiento. Se dirigó a la cocina y yo le seguí.
-¡Oh, sí! ¡Se quema todo! ¡Oh, no!
Si le pongo arroz ya estará… Huele un poco a quemado. ¿Lo ha olido? A lo mejor no es humano.
Le dije que se sentase en una silla, y él se movió para sentarse automáticamente en la silla. La comida no estaba tan chamuscada.
Creo que es comestible.
-Creo que nos lo podemos comer.
Le hablé conforme sacaba el arroz de la arrocera. Tuve contacto visual con él.
Oh, madre mía… Qué guapo. Es guapo de cerca y de lejos.
Estaba ahí de pie, ausente, porque le miraba maravillada. Él me miraba también. Movió los labios y los abrió.
-Comida.
-¿Eh…?
-Comida.
La primera cosa que dijo este bastardo no fue: “soy tal” o “gracias por cuidare” o “gracias”, su primera palabra fue: “comida”.
-¡Serás bastardo! ¡Espérate un poco!
-Comida.
-¡Maldita sea! ¡Ya está!
-Comida.
-¡Joder, come!
Más o menos, le tiré la comida delante de sus narices, y él inmediatamente cerró la boca.
Estoy bastante segura que voy a soñar con esto. Seguramente la palabra “comida” hará eco en mis sueños. Jeje… Bueno, como sea, sigues siendo guapo.

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images