Capítulo 92: Visitando el Ocelote

marzo 31, 2017

Latina volvió a trabajar en el Ocelote Bailarín al día siguiente y parecía casi recuperada del todo por lo que se veía. Sin embargo, para superar la soledad de que él no estuviera, se había subido a Wind arriba para acompañarla en lugar de pasar las noches sola como siempre. No obstante, Kenneth y el resto no le dijeron nada. Si se consolaba con la calidez de otro, entonces estaba bien. Latina, por otra parte, se ocupaba más de Wind de lo normal y la bestia estaba de muy buen humor.

*        *        *       *       *

Latina entraba y salía de la tienda, dando vueltas inquieta – los clientes habituales que habían ido a desayunar aquel día estaba un veinte por ciento más contentos.
Kenneth vio cómo se comportaban los clientes y tuvo el presentimiento que aquella noche iba a tener mucho trabajo, lo suficiente como para recuperar las pérdidas de las últimas semanas, así que decidió aumentar las preparaciones para la noche. Incluso sin planear nada, fue tal y como Latina había deseado. Viendo lo ocupada que estaba, seguramente no tenía tiempo de pensar en nada más.
Inevitablemente, la cantidad de trabajo para la hora de comer también subió. Rita estaba embarazada, así que había muchas tareas que Kenneth no podía hacer solo. Tareas como ir a  comprar ingredientes y equipo además de hacer la colada y demás, así que Latina se encargaba de eso.
Dale no era el único que tenía que aguantar la ausencia de Latina; Kenneth también a pesar de que antes lo hacía todo la pareja, nunca se habrían imaginado que trabajar sin su discípula sería tan difícil.
Kenneth pensaba que la huida de Dale era estúpida. No obstante, también pensaba que su hermano pequeño necesitaba un poco de tiempo para calmarse. Simplemente, había escogido una mala manera. Seguramente, en esos momentos, estaba paseándose por ahí, con la cabeza gacha reflexionando sobre lo que había hecho.
Latina también tendría que haber sido un poco más egoísta y haber dicho que se siente sola o que no le gusta esto o aquello.
Al parecer, sin darse cuenta, todos los adultos habían terminado dependiendo de esa amable y paciente chiquilla.
-Yo también tengo que reflexionar.-Eso es lo que pensaba Kenneth sin dejar de trabajar con las manos.

*        *        *       *       *

Tal y como adivinó Kenneth, los clientes aquella noche empezaron a llegar al Ocelote muy temprano y a la hora de siempre, la taberna rebosaba dinero, la sala entera estaba llena y, al final, incluso algunos clientes se quedaron bebiendo de pie.
Latina no podía con todo sola, y por eso, Rita también tuvo que ir. Como Wind había regresado ayudó a  echarle un ojo encima a Theo.
Había mucha gente pero aun así, no necesitaron que les repitieran los pedidos. Como era todo caras y mesas que recordaba, Latina no se equivocó y sólo necesitaba un instante para calcular el cambio y encantarles con una sonrisa brillante.
La razón por la que Latina era una atracción era precisamente porque si estaba atraía a toda esta gente, pero a Kenneth, si ella no estuviera, todavía le costaría hacerlo todo él solo.
-Rita estás embarazada, no te sobre esfuerces, ¿vale? Me las apañaré.
-No he tenido la intención de sobre esforzarme nunca, no te preocupes. Soy yo la que debería decirte eso, Latina. No trabajes demasiado.
-Estoy bien.
-Si vas demasiado lejos usaré mis poderes de dueña para obligarte a descansar, ¿vale?
-¡No pasa nada! No me voy a sobre esforzar.
Para Latina que era alguien adicto al trabajo, un descanso no era algo que disfrutase y apreciase. Latina Sacudió la cabeza con fuerza.
-Caray, vaya si trabaja.
Rita miró atónita como la jovencita se daba la vuelta rápidamente y se marchaba.

En ese momento, sintiendo la presencia de un cliente nuevo Latina sonrió por reflejo antes de volver a la normalidad.
-Bienve-… ¿Rudi?
-H-Hey…
Rudolf repasó el establecimiento con curiosidad, aunque algo incómodo. Dio la sensación de que tragó saliva al ver el trabajo que había.
-¿Qué pasa?
-¿No es obvio para qué he venido a una taberna? Para comer o beber, ¿no?
Muchos clientes regulares que escucharon su respuesta de casualidad le miraron desplacientes. El hecho de que el mozo no había venido en busca de ninguna de esas dos cosas era obvio.
-¿Ah, sí? Ahora tenemos mucho trabajo así que… No nos quedan asientos.
Hay que decir que era un hecho obvio para todo el mundo excepto para la jovencita en cuestión. Cuando ese pensamiento cruzó las mentes de los presentes, Latina miró preocupada a su amigo de la infancia.
-No pasa nada, ven para acá.
Justo entonces, uno de los habituales le llamó. Latina pareció aliviada unos segundos, pero la espalda de Rudolf se estiró tantísimo que daba la sensación que iba a partirse.
-Capitán.
Latina sonrió al dueño de la voz habló en el tono que usaba desde que era pequeña.
-¿Os importa compartir mesa?
-Conozco al chaval. No pasa nada, ven y siéntate.
-Gracias.
Para Latina, incluso el vigoroso militar, uno de los rufianes de Kroix, era meramente un señor amable que la había mimado desde que era pequeña. Sin embargo, para Rudolf era otro cantar. Para los reclutas que estaban en lo más bajo de la jerarquía de la organización, él era un líder, alguien por encima de los cielos. Además, todos los rostros que rodeaban la mesa eran los eslabones más altos y poderosos.
Desde el punto de vista de los señores, habían encontrado un juguete interesante. Además, si tenían a su amigo de la infancia a su lado, entonces aunque la chiquilla estuviera más ocupada de lo normal, seguramente frecuentaría más su mesa. Con tales planes egoístas, el jovencito se sentó en la mesa más terrorífica de la tienda.
-Rudi, ¿qué vas a tomar?
-Mmm…
-Hey, Schmidt. ¿Qué dudas tanto? Venga, bebe.
-¡¡Sí!!
-Todavía eres un hombre a medias, tendrías que empezar con esto.
-¡¡Sí!!
Latina, que vio cómo su amigo recibía una copa con una cantidad moderada de alcohol, entró en pánico y fue corriendo a la cocina. En esa situación, seguramente su amigo caería de inmediato. Ella cogió un vaso enorme y le echó agua.
El concepto de abuso de poder o de alcohol no existía. Aunque las órdenes de tus superiores sólo se puedan dividir en blancas y negras, tú tienes que pensar en el gris también. El mundo es un lugar irracional.
Los niños tenían prohibido beber alcohol pero en Raband a uno se le consideraba adulto a los dieciocho años. Sin embargo, en el pueblo de Dale, Tisroh, era a los quince. Por eso, no había una edad estándar definida. Sólo una estimación aproximada de cuando una persona debía empezar a trabajar, a ser independiente y a casarse.
La mayoría de los niños de Kroix al terminar primaria trabajaban de ayudantes. Entonces, pasaban por el periodo de aprendizaje y empezaban a ser más independientes, ahí es cuando te trataban como un adulto. Una vez empezabas a ganar dinero por ti mismo, y eras alguien capaz de mantenerse. Por lo que nadie iba a echarse las manos a la cabeza porque un miembro oficial del ejército como Rudolf aceptase peticiones para aventureros o bebiese alcohol o lo que fuera en el Ocelote.
Sea como fuere, el todavía inmaduro Rudolf, que jamás había probado el licor, no consideraba que beber eso que le habían recomendado los señores fuera fácil y tosió muchísimo después de llevarse la copa a la boca.
Al ver a Rudolf toser hasta llorar, los señores que habían aceptado eso como un bautizo respondieron con grandes carcajadas.
-¿Estás bien? ¿Rudi?
Ahí fue cuando Latina corrió a él en pánico con el vaso de agua. Entonces, le frotó la espalda y recitó un simple hechizo de desintoxicación.
-No te obligues a beber. Es peligroso.-Después de hacerle beber agua a Rudolf, Latina frunció un poco el ceño y miró a los clientes habituales que tenía a su alrededor.-Capitanes, lo habéis hecho a propósito, ¿a que sí?
-Oh… ¡Qué miedo…!
Era una lástima que a pesar de que la mirada amenazadora de Latina sólo consiguiera hacerles más felices. Y así comprobaron que si molestaban a su amigo de la infancia, la amable chiquilla iría a su mesa preocupada.

Latina, que había crecido rodeada de señores borrachos desde pequeña, comprendía que los borrachos no atendían a razones así que hasta cierto punto lo dejaba pasa. Y los señores también sabían que algo así no era suficiente para que ella les odiase, así que en ese aspecto no se contenían. 

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