Capítulo 4: Es dios

abril 24, 2017


¿Este no es al que salvé hace unos días?
Ming Luo podía ver una enorme fila de criadas y soldados detrás de él y lo comprendió de inmediato: era alguien que no debía ofender. Se tomó su tiempo mirándole de pies a cabeza.
El hombre parecía molesto. ¿Qué acababa de decir esta chica? Miró al criado que estaba detrás de él con una mirada que decía: ¿me habla a mí? El criado asintió y le devolvió la mirada que respondía: sí, le habla a usted. El hombre estaba totalmente sorprendido. Nadie se había atrevido a hablarse así jamás. Miró a la chica ante él que le estudiaba de pies a cabeza.
-Vuélvelo a decir.-Dijo con frialdad.
Hervía de rabia pero se las apañó para aparentar estar bien.
Ming Luo estaba muy ansiosa por dentro y sus ojos vagaban por todos lados pero por fuera parecía tranquila. Simplemente bajó la cabeza para ofrecer sus respetos y escupió alguna excusa.
-Madre, padre…-Ming Luo sonrió.-Me disculpo si le he ofendido, Su Alteza.
Esperaba haber acertado. Si no era un príncipe, entonces, ¿qué estatus tenía para tener tanto criado siguiéndole?
Él no respondió pero le indicó que prosiguiera.
-No he podido despedirme de mi familia y cuando vi a Su Alteza me acordé de ellos. Se me ha escapado.-Ming Luo hasta derramó unas cuantas lágrimas y, al final, se las secó con cierta pena.
Ming Luo se sentía bastante orgullosa. Tal vez podría haberse hecho actriz en vez de estudiar hasta sangrar. Habría ganado un Oscar, pero que la otra parte le creyese era otro cuento.
Una débil sonrisa se dibujó en los labios de él.
¿Se cree que soy sordo o trata de decir que soy lo suficientemente viejo como para recordarle a sus queridos padres?
Su boca empezó a moverse para decir algo y en cuanto lo hizo liberó un aura glacial.
-¿Oh, sí?-Miró detrás de él.-¿No me la vais a quitar de mi vista?
Ming Luo estaba atónita.
Este… Este tío…
Ming Luo se quedó sin habla pero al percatarse de que lo mejor no era quedarse allí continuó:
-Es culpa mía. No debería retenerle más.-Dicho esto, no esperó a que él le respondiese y pasó por su lado de inmediato.
Fue tan rápida como el viento y en pocos segundos su silueta desapareció.
Los criados estaban perplejos. ¿Quién en su sano juicio se comportaría así dentro del Palacio Imperial? ¿Y encima, delante del príncipe heredero?
-Su Alteza, ¿quiere que la castiguemos?-Preguntó uno de los sirvientes.
Él miró por donde Ming Luo se había marchado fríamente y rio con suavidad.
-No.
¿Por qué iba yo a ensuciar las manos de mi gente cuando con esa actitud esa chica no va a durar mucho aquí?
Y en breve continuó su paseo como si no hubiera pasado nada. A veces la gente no podía entender lo que le pasaba por la cabeza.

                  *         *        *        *        *

Ming Luo estaba muy preocupada. No podía haberse complicado más la vida justo al entrar en palacio, ¿no?
-Señorita, debe tener más cuidado.-Zi Yan estaba muy nerviosa.-Sabe con quién acaba de hablar, ¿no?
-¿Dios?-Escupió Ming Luo. La boca de Zi Yan se torció.-Si no lo es, ¿para qué le voy a tener miedo?

                  *         *        *        *        *

Era un día soleado. Nadie excepto unos cuantos criados y los príncipes tenían permitida la entrada en la esquina occidental de palacio.
-¿De verdad?-Preguntó Yu Ji Wu, el séptimo príncipe. El aura a su alrededor era devastadoramente fría.
-Sí, y no sólo eso, la chica hasta ha ofendido a Su Alteza, el príncipe heredero.-El criado temblaba de miedo.
El séptimo príncipe sonreía. Era un hombre extremadamente atractivo, por desgracia lo que los criados más temían era su sonrisa. Cuánto más sonreía más enfadado y cruel era.
-Bien, puedes marcharte.-Ji Wu movió la mano indicándole al criado que se fuera.
El criado se preguntaba qué iba a hacer pero en cuanto este se marchó una silueta apareció por la esquina.
-Uno debe saber que se puede ofender al Emperador, no al príncipe heredero. Hasta el Emperador tiene que arrodillarse ante él.-Su voz era ronca aunque fantástica. Parecía juguetón. Sonrió y el séptimo príncipe le miró.
-¡Cierra la boca! No cruces los límites.-Ji Wu le miró furtivamente y el hombre se limitó a encogerse de hombros.

                  *         *        *        *        *

El estudio estaba tan oscuro y en silencio que se podía escuchar la respiración del otro.
-Nadie puede entrar. ¡Largaos!-Una voz dominante resonó por el estudio.
Todos los ministros y sirvientes se marcharon de inmediato hasta que allí sólo quedaron dos personas.
-Ji Wen, ¿qué haces?-Preguntó el Emperador con voz tranquila.
El príncipe heredero le miró antes de decir con un aura imposible de esconder.
-Padre, perdona el mal comportamiento de este hijo pero me pregunto por qué ignoras mi deseo.
El príncipe parecía capaz de matar a cualquier en esos momentos. Su expresión cambió como el viento. Su aura asesina era arrolladora. El Emperador estaba casi de rodillas cuando un gatito entró en la habitación y siguiéndole entró una chica.
-¡Miaomiao, espera a que te parta las piernas!
-¡Señorita Yi, no puede pasar!
-¡Señorita!

-¡Señorita Yi! 

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