Capítulo 96: Recuperándose

abril 05, 2017


La magia curativa no es efectiva en enfermedades y cada una de las enfermedades está asociada a una cosa: el cuarto señor demonio – este hecho es cultura general.
La habilidad del poder mágico del cuarto señor demonio era producir enfermedades – similar a la magia cruda. Ese tipo de magia que oficialmente se conocía como magia discapacitada, enloquecía el flujo de la energía – maná y la fuerza vital –. Como era un desajuste mágico era difícil de curar con magia e incluso de intentarlo podría hacerlo empeorar. Por ello, no se podía hacer otra cosa aparte de esperar a que la energía del cuerpo volviese a su flujo habitual. 
Había más enfermedades a parte de la magia discapacitada en la que la magia podría ser efectiva, pero a primera vista no solían ser visibles y para detectarlas se requería la ayuda del templo del dios índigo, Nili.

Inquieto y tumbado descuidadamente encima de la enorme cama, Dale lanzó el libro grueso que tenía en las manos.
-Ah… Estoy tan harto de esto…
Dale había estado descansando obedientemente durante tres días con el propósito de curarse y ya estaba harto.
-Quiero moverme… Si saco la espada me pillarán… Pero si es para entrenar y ya, entonces…
Normalmente, incluso cuando se quedaba en la finca del duque por trabajo, Dale solía leer o algo pues era el mejor de los ambientes para ello, es decir, la casa del duque era el lugar perfecto para conseguir nueva información. Era su deber al tratar con esos nobles que menospreciaban a la gente en base a nimiedades. No tenía intención alguna de darles la oportunidad de aprovecharse. Por ello, con el apoyo y la educación que Cornelio le había ofrecido, incluso en esos momentos, seguía con sus estudios, sin embargo, estaba harto de esta situación en la que estudiar era lo único que podía hacer.
-Muy bien… Con cuidadito…
-En cuanto dices cosas así los criados me avisan.-Dijo Gregor, exhausto y abriendo la puerta de la habitación sin ningún cuidado.
Dale ya había notado su presencia hacía un rato, por eso rodaba por el suelo pretendiendo estar sorprendido.
-Me aburro.
-Entiendes que aunque Rose te tratase con su protección divina no te curarías del todo, ¿no?
-Estoy sin hacer nada porque lo entiendo…
-Los dos infectados que decidiste separar por la enfermedad también se empiezan a recuperar. Rose parece admirar tus acciones.
-En casa no tenemos un templo de Nili, así que… para protegernos tenemos que conocer las medicinas y algo de patología.
Estos conocimientos eran parte de la educación que había recibido como futuro jefe del clan. Como líder tenía que proteger a todas sus gentes por lo que la educación de Dale era muy basta y el clan Tisroh que habitaba en los parajes que permitían tal educación era temido por sus vecinos. Sus profundos conocimientos también influenciaron a la razón por la que se ganaron el favor del duque Eldishtett quien enfatizaba el mérito.
-Aunque parece que el segundo señor demonio nos ha burlado, me han dicho que el que se ha encargado de cubrir este incidente por su propia seguridad ha sido padre.
-Creo que puedo simpatizar con él…
-Hemos comprobado los pueblos de alrededor, pero no parece que haya ninguna anormalidad ni ha aparecido ningún afectado. Seguramente gracias a que mantuvieron las distancias en vez de seguir su curiosidad por las cosas raras.
-En cierto sentido, bloquear las calles para cubrirnos puede habernos ayudado.

En cuanto Dale llegó a la capital desde Kroix le asignaron un trabajo. Tenía que confirmar el testimonio de Rose en el que afirmaba que se había encontrado con el segundo señor demonio después de que la secuestraran y se la llevaran. Además, siguiendo adelante cabía la posibilidad de encontrarse con el señor demonio. Normalmente, se enviaba una unidad al frente pero se decidió que era necesario enviar a alguien con los poderes de héroe, es decir Dale.
El pueblo que Rose mencionaba en su testimonio tenía las carreteras cortadas y se había vuelto inexistente. En el lapso de una noche habían masacrado a todos los ciudadanos y era una situación claramente extraña en la que aquellos que fueron a investigar el lugar no habían vuelto. Al parecer, los nobles a cargo de esa región, que eran los siervos del duque Eldishtett, habían elegido esconder aquel hecho en vez de informar al país.
A primera vista era un pueblo precioso. Simplemente, había un aire de inquietud flotando a su alrededor. La quietud de que no hubiese nadie era extremadamente desapacible en comparación con el paisaje rural.
En cuanto entraron a un edificio se encontraron con la anormalidad. Habían jugado con todos los cadáveres. Como un niño que pone en fila todos sus juguetes. Habían jugado con ellos como les había apetecido – seguramente para el segundo señor demonio, aquello eran, sin duda, juguetes.
Dentro de cierta casa habían usado una pared como lienzo y habían usado eso, que habían pulverizado hasta quedar irreconocible, como pintura. Cuando vieron semejante cosa el grupo que estaban acostumbrados a los campos de batalla tenía una expresión de disgusto. Toda la violencia se había llevado a cabo dentro de las habitaciones de los edificios por eso, sólo había un silencio sofocante.
Con nervios en el estómago, llegaron a su objetivo – una villa erguida por un mercader rico. En cuanto abrieron la puerta no pudieron mantener el juicio, la escena que vieron al abrir la puerta no la esperaban.
La entrada se había convertido en el escenario para la masacre de los secuestradores de Rose. Faltaban un incontable número de cadáveres. Habían limpiado para que no quedase ni un pedazo de carne ni un mero charco de sangre, lo único que probaba lo acontecido allí era la alfombra teñida de negro. Y, para evitar que el tiempo volviese a ponerse en marcha para ellos, había el cadáver prístino, sin herir de una jovencita, decorado con ropas lujosas, sentada para darles la bienvenida.
Una trampa. La situación era obvia.
Sin embargo, tenían que confirmar que la chica era la sirvienta de Rose. Y así, tal y como esperaban, era una trampa. El lugar rebosaba magia discapacitada que como una granada se esparcía por todos lados ante sus ojos. Era el regalito de despedida del segundo señor demonio para la fugitiva pues había adivinado que, conociendo la personalidad de Rose, volvería a ver la situación.
El regalito atacó directamente a los primeros dos reclutas que lideraban la marcha, la gente que estaba detrás, dignos de su nombre de “alto rango” recitaron un hechizo de “pared” rápidamente que funcionó de barrera para mantenerles a distancia del peligro.
Al final, no hubo ni rastro del señor demonio, ni ninguna pista que indicara donde había ido y su búsqueda acabó en la situación en la que estaban.
Finalmente, llegaron a la misma conclusión que el señor de las tierras y decidieron abandonar la villa. Se tarda una cantidad ridícula de tiempo en que ese poder, esa magia cruda desaparezca. Si fueran sacerdotes del templo de Nili tal vez podría pasar en un día, pero no lo eran.
Uno de los dos que habían caído en la magia discapacitada había sido Dale.

*        *        *       *       *

-¿Has contactado con Kroix en mi lugar?
-Les he contado el quid de la cuestión… Pero supongo que lo mejor será que escribas tu propio mensaje.
-Ah… Yo he… Eh… Escrito informes pero no se me dan tan bien las cartas… Además, ahora mismo… es algo difícil enviar una…
-¿Habéis tenido una pelea de novios o algo?
-N-no…
Era difícil desentrañar la tensión que había terminado en broma, algo que Dale raramente hacía. Sin embargo, Dale había reaccionado demasiado. Se levantó de la cama de repente y sacudió a Gregor antes de volverse a tumbar. Gregor estaba seguro que esa reacción y la serie de acciones extrañas que había estado haciendo Dale desde que le habían solicitado en la capital era a causa de su hija adoptiva.
Normalmente cuando convocaban a Dale el hombre solía patalear sin querer dejar a su hija, pero aquella vez Dale había ido a la capital por voluntad propia. Gregor, por solo pensar en todo aquello, estaba lleno de dudas.
-¿Qué ha pasado?
-Eh…
Dale titubeó pero le recitó a su amigo una versión simplificada de sus asuntos. No había nada que pudiese hacer sin importar las vueltas que le diera. Si Gregor quería que lo escupiera, eso iba a hacer.
-Latina ha…
-Sí.
-Ha estado pensando en mí, ya sabes… Como hombre, y se me ha… confesado de alguna forma.
-Ya veo.
-Caray, sí que te importa.
-No es nada raro.
Dale puso una expresión complicada al escuchar la respuesta desinteresada de Gregor.
-Y estoy agitado por eso, así que pare enfriarme la cabeza un poco… me vine corriendo para acá.
-¿Eres un niño?
-Estoy reflexionando…
Hasta Dale pensaba que no debería haberlo hecho. Estaba sorprendido y huyó por impulso. Cuando había transcurrido un día entero y había entrado en sus cabales, se dio cuenta que no debería haber hecho esto, sin importar qué, pero ya era demasiado tarde. Sea como fuere, no podía volver a Kroix haciendo pucheros así que se dirigió a la capital.
-Me di cuenta… cuando me preguntaron qué iba a hacer con ella desde entonces que nunca lo había pensado.
-Ya veo.
Gregor hizo que una criada preparase té al presentir que la historia iba para largo. Acercó la silla al lado de la cama de Dale y se sentó.
-Y ahí fue cuando me volví a dar cuenta, ¿sabes?-Dale mostró una expresión verdaderamente complicada.- Latina y yo. Sólo nos separan diez años.
-¿Ahora te das cuenta?
-Sí.
Era una revelación tardía y básica.
-Mira, o sea, Latina era muy pequeña al principio. Siempre me sonreía y se sentaba en mis rodillas, esa es la impresión que tengo de ella. Pero… Ahora que lo pienso, nuestra diferencia de edad es más similar a la de unos hermanos… No parecemos padre e hija de ninguna forma.
-La conocí hace poco pero… Era una niñita tal y como tú decías… Me sorprendió.
Gregor recordó a Latina. La Latina que había presenciado todavía tenía esa pizca de inmadurez en los ojos pero incluso con eso, la impresión que emitía era de una jovencita madura y tranquila.
-Es verdad. Latina es adorable, ¿a que sí?
-Bueno, sí…
-¿Verdad…?-Dale, cuya expresión se suavizó, no era muy distinto a antes.-Así que, estaba pensando… Que no es raro que las parejas tengan esa diferencia de edad…-Dijo Dale totalmente serio.
Su hermano mayor, Kenneth y Rita eran una pareja con una diferencia de edad similar. De pequeños le habían dado vueltas a la edad pero conforme fueron creciendo dejó de importarles.
-¿Sabes? Cuando la conocí era muy pequeña… Por eso lo he estado alargando, pero… Latina ya casi ha dejado de ser una niña.-Dale suspiró y dejó vagar a su mirada.-Aunque sea su tutor, que un hombre como yo esté siempre con Latina… No está bien, ¿no?
-Da igual dónde estés, siempre habrá gente malinterpretará las cosas.
-Eso es verdad. Es algo que tendría que haber pensado como su tutor…
Mientras pensaba en lo qué Kenneth le había obligado a hacer: o aceptar sus sentimientos o aclarar las cosas con ella; en algún rincón de su mente, Dale había llegado a la conclusión que aunque no aceptase sus sentimientos, aclararía su punto de vista.
Si escogiese seguir siendo su tutor, significaría tener que trazar unos límites. Antes de que fuera adulta, tenía que definir la distancia. Tenía que saltar al agua antes de que otros empezaran a tener intenciones perversas. A un hombre como él no le molestaría que hubiese rumores vulgares sobre él circulando, sin embargo, para una chica era otro cuento.
-Para Latina y para mí lo normal es estar juntos.
-Tú…
-Desde un punto de vista objetivo, seguramente parece que tenemos… ese tipo de relación.
Siempre la trataba como una niña, y cuando lo pensaba, seguramente era cierto. Era cierto que, sin pensar, compartía las sábanas con ella y dormía a su lado. Algo que no se hacía con alguien de su edad.
-¿Y bien? ¿Qué quieres hacer?
-Mmm…
Gregor se acercó la taza de té que había preparado la sirvienta a los labios y miró a un lado, a Dale que estaba escogiendo las palabras con cuidado.
-Yo… Seguramente… quiero estar con Latina… ¿no? Si Latina fuera… de otro… No me gustaría eso, y creo que quiero que siga a mi lado.
Esa era, seguramente, la respuesta más simple que tenía en él. Era un deseo que todos los que le rodeaban podían ver. Era el único deseo que él, que había aceptado que podía morir en cualquier momento y no anhelaba nada, había aceptado. Y ese único deseo era Latina.
Aunque que el hecho de que algún día la iba a dejar atrás hacía llorar a su corazón, sin embargo, si aceptaba eso – a pesar de que iban a estar juntos por un tiempo limitado, tal vez, ella le acompañaría y aceptaría su egoísmo. Tal vez se quedaría a su lado, sonriendo felizmente y sanándole.
-En ese caso, lo más fácil es ir a por ello, ¿no…?
Con esa pregunta, el joven hombre se percató de algo. ¿Cuán feliz sería un futuro en el que una versión más crecida y mayor de Latina pudiese sonreír a su lado? Si él era quien la hacía tan feliz, entonces, no tendría que cambiar nada. Se dio cuenta que nada sería mejor que ser la persona que pudiese darle felicidad a esa jovencita.
-Al principio, ya sabes, yo… Pensaba que tendría un matrimonio político.
-Sí.
Gregor sabía lo único que era el clan Tisroh. Tisroh era un clan que poseía un poder mucho mayor que el de los nobles del reino de Raband. Como miembro de la familia del duque, Gregor, representa que tenía que andarse con cuidado. Dale, como futuro líder del clan, no había tenido problema alguno con aceptar un matrimonio de conveniencia por el bien de establecer una conexión con otro clan que les beneficiase. Naturalmente, cosas como la apariencia, la edad y las circunstancias solían echarse a un lado y dejarse al destino de los que se conocían por primera vez para casarse.
- Dejando mis sentimientos a parte, pensaba que no me importaría quién fuese la otra persona, que sería sincero con ella. Bueno, claro, si hubiera sido una chica más joven que Latina me habría importado.
-Siendo un matrimonio político no es raro.
-Exacto.
Le había pasado la posición de líder del clan a su hermano pequeño y había escapado de esas obligaciones, pero jamás pensó en buscar una esposa.
-Por eso, la opción de estar con mi querida Latina me hace extremadamente feliz.
Podía imaginar qué podría causar tanto barullo y seguramente era lo que le preocupaba: Latina era de la raza demonio. Era alguien con mucha más esperanza de vida que la raza humana. Era un hecho que si sobreponía la felicidad de la joven a la suya, si seguían juntos con el tiempo, las diferencias del tiempo acabarían apareciendo.
Después de todo, antes de darme cuenta seré un viejo…
Era fácil para todos aquellos a su alrededor de imaginarse a la joven sacrificando su propia felicidad por él conforme envejeciera. Era una preocupación. Pensando en ello, era el único futuro que él, personalmente, podía imaginar.
-Pero, como sea, por ahora vamos a dejarlo.
-¿Eh?
El tono de Dale cambió. Gregor pidió una explicación sorprendido a lo que Dale respondió con su acostumbrada actitud acomodadiza.
-Bueno, es cosa del futuro.
-¿Tú crees…?
-O sea, Latina sigue siendo una niña todavía.
Dale echó las manos al aire, curvándolas un poco. Gregor no se cuestionó qué significaba ese gesto.
-Cuando Latina crezca un poco seguiré preguntándome qué hacer.
A Dale no le gustaban las chicas jóvenes. Teniendo en cuenta la sonrisa que Dale tenía en su rostro desesperanzado parecía medio avergonzado, medio amargo.
Entonces, escucharon que llamaban a la puerta.
Una sirvienta entró a la habitación cuando Gregor respondió, dando una sensación de pánico; impropia de un sirviente de esa casa. Hasta Gregor cuando escuchó qué ocurría cambió su expresión. Antes de que Dale pudiese preguntar el motivo, el motivo en sí entró en la habitación. Gregor se enderezó en respuesta pero Dale, que estaba en la cama, no tuvo tiempo de arreglarse. La otra parte, viendo a Dale intentando levantarse para saludar le detuvo con una mano.
-Padre.
Gregor se dirigió a un individuo distinguido que empezaba a tener el cabello cano. Su apariencia, tal y como cabía esperar del padre de Gregor, era compuesta. El hombre tenía un aire que hacía que los de su alrededor se tensaran con su presencia. Esto no significa que su rostro fuera terrorífico. Si tuviera que describirlo, diría que era una cara más tranquila que otra cosa, no obstante, también estaba claro que eso no era todo. El hombre cargaba sobre los hombros con el nombre de la familia Eldishtett. El segundo hombre con mayor autoridad en el reino. Ese hombre estaba caminando hacia Dale a propósito, quien no podía dejar de preguntarse por qué. Aun así, al siguiente momento, todas las preocupaciones de Dale desaparecieron.
Una jovencita con el cabello de plata le miraba directamente, intentando esconderse detrás de la sombra del duque.

*        *        *       *       *

-Pareces estable.
-Sí.
El interior de su cabeza latía y daba vueltas con inquietud. Dale era un desastre por dentro pero mantuvo las apariencias y respondió al duque.
-La rumoreada “queridísima hija” de alguien como tú ha venido y me ha dicho que estaba muy preocupada. Vaya si te quieren.
-Ah…
Incapaz de pensar en ninguna respuesta inteligente, respondió con brevedad. Era una tarea imposible para su cerebro que por dentro estaba hecho trizas. No estaba preparado en muchos sentidos.
¿Estará mal huir de aquí…?
Se sumergió de cabeza en la conclusión patética que le pasó por la cabeza.
-Ofrezco mis más profundos agradecimientos a la generosidad que nos ha ofrecido su excelencia, duque.
La jovencita con la que debería ser casual le ofreció, con unos modales inusuales, sus agradecimientos al duque Eldishtett. Si fuera una ciudadana normal, no habría siquiera podido aguantar su presencia. A pesar de eso, aunque la muchacha estaba un poco nerviosa no parecía dudar ni temer sus acciones y agradeció al duque con la formalidad que Dale no le había enseñado jamás. Sus acciones elegantes a la par de su apariencia hermosa y digna seguramente conseguirían que hasta los eslabones más altos la aceptaran.
-Sin problemas. Me ha abierto los ojos.
Mientras procesaba en una esquina de la cabeza lo que el duque, que tenía una mirada dulce, quería decir, Dale por fin noto a una bola de pelo siguiendo a la jovencita y moviendo la cola. Casi escupe.
No importa lo adorable que fuera, era imposible que eso fuera a captar la atención de ese duque. Después de todo, si lo que buscaba eran hermosas y finas princesas podía elegir entre las docenas que había entre los eslabones más altos. Lo que significaba que, la muchacha sólo podía haber traído una cosa que captase su interés.
Lo primero habría sido decir que era adoptada. Esa era el tabú más grande para Dale. Con frecuencia se decía que si no la trataba bien, acabaría todo en una venganza horrible. Su cabello largo era de un color inusual, y eso seguramente también le había interesado. Era de un color inusual y no por la materialización mágica. Eso, que era tan hermoso como una joya, era todavía más raro y preciado. Sin embargo, más que eso…
L-Latina… ¿Por qué ha traído eso con ella…?
Seguramente habría sido más difícil no atraer su atención sin el perrito que dirigía. Las alas de Wind, que solían estar dobladas y escondidas, estaban en aquel momento estiradas en su máximo esplendor, y la expresión de su rostro era tan normal y relajada que a Dale le molestaba.
El problema para Dale no era que la muchacha hubiese venido, sino que hubiese traído a ese amiguito peludo con ella, y tal vez eso  era lo que llevaba a Dale a mostrar sus verdaderas emociones. Conforme despedía a su alteza – el duque, que parecía estar diciéndole que tendría que hablar con él más tarde. Dale todavía no se había preparado internamente para lidiar con la situación.
Será mejor hablar de lo que sea.
Dale envidiaba a Wind que abría la boca en un bostezo. Latina mantuvo sus modales hasta el final con una apariencia serena. Era algo que él no había visto nunca.
Dale pensaba en lo adorable que era ella, sin embargo, pensó que la chica que tenía delante en ese momento era tan hermosa que las palabras no eran suficientes para describirla.
¿Y ahora qué hago…?
No le quedaban palabras que devolver a todos aquellos que siempre le habían estado regañando diciéndole que estaba ciego por no verlo. Seguramente lo adivinó cuando le dijeron que apartaba la vista de aquello. La chica que tenía ante él en aquel momento parecía, según el punto de vista de Dale, una adulta que podía sentir eso. Aunque aún le quedaba el encanto de cuando era más pequeña, Dale podía sentir que estaba creciendo más y más para ser adulta. Dale se dio cuenta de por qué no le parecía real mientras escuchaba, a lo lejos, su voz saludando a Gregor por segunda vez.
-¿Latina…?
-¿Sí?
-¿Por qué… estás aquí?-Le preguntó perplejo a Latina directamente.
El rostro de la muchacha se torció. Su imagen de hermosa que había conseguido gracias a su actuación se hizo añicos y volvió a su encanto original, capaz de hechizar a los que la rodeaban.
-Me enteré… de que… estabas enfermo.
-Ah.
Cuando la voz de ella pareció romperse él pensó: “joder”. Por sus enormes ojos grises empezaron a rebosar lágrimas como si se derrumbase. Dale no tenía que darse cuenta lo qué estaba volviendo a ocurrir ya que era extremada y absurdamente débil a las lágrimas de esta niña.
-P-Pero sólo tengo que descansar un poco, ya está. ¡¿No te han dicho que no era nada grave?!
-Sí.-Latina asintió y continuó hablando entre sollozos.-Pero, pero… Tenía miedo… ¡Mucho miedo…! ¡No podía estar tranquila sin verte la cara…!
Dale que miraba a todos lados en pánico por fin comprendió el motivo de su miedo gracias a sus siguientes palabras.
-Tenía tanto miedo… de que te murieras como Rag…
Era algo que él había oído hacía tiempo. Algo sobre su padre. Ella, por aquel entonces, era muy pequeña y no tenía mucho vocabulario así que algunas partes de aquello no quedaron claras pero a pesar de eso, él pudo entenderlo.
Su padre no tenía un cuerpo muy sano y en consecuencia de protegerla mientras viajaban, se quedó sin fuerzas y se desmayó dentro de bosque por la maldición y la fatiga. La causa directa de su muerte fue una enfermedad – magia discapacitada.  La muchacha había perdido a alguien importante por una enfermedad. Para ella el pensar en enfermedades era mucho más difícil que para él.
-Latina…
-Lo siento… Lo siento, Dale. No volveré a ser egoísta, ¿vale? No diré nada que te preocupe, ¿vale? Así que… Por favor… ¡No te vayas…! Por favor, te lo ruego, ¡déjame estar a tu lado!
Ah… Es verdad. Esta chica siempre es así.
-Déjame estar a tu lado… por favor…
Ella, que había perdido su familia y su pueblo, lugares que los niños no deberían perder jamás, siempre intentaba proteger su propio hogar. Era una joven que de niña nunca se había portado mal, ni tenido pataletas, ni sido egoísta. Él nunca había visto ese lado suyo. Dale siempre la había mimado e incluso le había permitido ser egoísta y gastar bromas, esas cosas que todos los niños hacen. Se había esforzado en hacerla sentir tranquila. Siempre había deseado que ella entendiese su deseo e intención de ser así, y le dijera lo que quería de verdad. Por eso, eso no era lo que quería escuchar.
Dale extendió los brazos y abrazó a Latina que lloraba y a la que le temblaban los hombros. Confirmando con el rabillo del ojo que Gregor, teniendo en cuenta sus sentimientos, se había ido de la habitación, Dale abrazó completamente el cuerpo rígido que tenía entre sus brazos.
-Latina…-Cuando le susurró su nombre, la muchacha tembló y se apartó.-Yo soy quien debería disculparse… Perdona, Latina… He hecho que te preocuparas.
La joven cogió aire para responder pero no pudo emitir sonido alguno, sólo jadear entre los brazos de Dale.
-Lo siento… aunque tengo tanto que quiero y tengo que decir… Lo siento.
Acarició la cabeza de Latina que temblaba y ella sacudió la cabeza.
Antes de darse cuenta, el cabello de la muchacha había crecido mucho. El cabello que solía enjabonar cuando era una niña ahora tenía una dulce esencia.
-Latina… Yo… No soy tu padre, pero siempre estaré a tu lado… No…
Ella se aferró a su ropa con fuerza, expresando así su preocupación. Él le acarició la cabeza con suavidad para calmar su ansiedad y le secó las lágrimas que sus largas pestañas coleccionaban con la punta del dedo.
-Supongo que es más que eso… Quiero que estés conmigo desde ahora. Latina, ¿puedes estar conmigo desde ahora en adelante?
-¿Dale…?
Él sonrió tragándose la vergüenza. Recordó cómo se reflejaba en sus acuosos ojos grises y cómo solía abrazar a la chiquilla cuando sollozaba, al igual que ahora.
-Aunque voy a morir, sin lugar a dudas, antes que tú,-susurró las palabras que ya le había dicho antes, aunque con un motivo completamente distinto.-hasta que ese momento llegue, quiero que estemos juntos.
-Dale…
-¿Puedes aceptarlo? Cuando crezcas un poco más… Bueno, eh… Te lo diré… mejor, ¿vale?
Después de eso, su vergüenza y un extraño sentido de orgullo se metieron de por medio y no pudo seguir. Latina se giró hacia él, que seguía murmurando y mirando para todos lados, con los ojos húmedos por las lágrimas.
-Dale, Dale… Sabes…
-¿Sí?
-Me gustas.
-Sí.
Su voz  se apagó, nunca hubiese imaginado que después de decir todo aquello recibiría una respuesta tan directa.
-Me gustas. Siempre, siempre me has gustado. Para mí Dale no es un padre, sino la persona más importante y a la que más quiero.
-Uh…
Mirándole de tan cerca, una vez más, fue consciente de que la apariencia de esa jovencita era tan bella que podía envenenar.
Sin embargo, cuando supero el primer ataqué, notó que la muchacha tenía las orejas tan rojas que daba lástima. Sus ojos húmedos tenían un poder suficientemente destructivo como para acabar con los corazones masculinos, pero al mismo tiempo, le recordaban a cuando era pequeña.
Dale sintió alivio desde lo más hondo se du ser al ver el hecho de que todavía le quedaba algo de inmadurez. Lo que significaba, que todavía tenía un poco de tiempo para enfrentarse a su propio corazón. Cuando llegase el momento podría aceptar que su relación con ella había cambiado.
-Dale… Yo… quiero estar contigo para siempre…
-Ah… Te lo prometo. Siempre estaré contigo… hasta mi último momento.
Por eso, Dale se tranquilizó un poco y tal y como había hecho en aquel entonces, le besó en la mejilla.

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