Capítulo 12

mayo 11, 2017


Ming Luo estaba exaltada. Zi Yan observó la expresión de su ama pero se sentía genial.
-¡Señorita, qué suerte tienes! Le has entrado por la vista al príncipe heredero.-Zi Yan se detuvo un instante antes de continuar.-El príncipe heredero se va a casar hoy y la boda va a ser especialmente grande. Estoy segura que si miras la sala te desmayarás.-Zi Yan exageró su expresión.
Ming Luo se limitó a mover los ojos en secreto. Si las glamurosas bodas que había visto en las películas no habían conseguido impresionarla, ¿cómo iba a hacerlo una boda antigua?
-¡Deja de exagerar!
Zi Yan sacudió la cabeza.
-¡Va en serio, señorita! Esta es la mayor boda que he visto en mi vida. La princesa Qi Yue, ahora mismo, es el foco de envidia de todas las mujeres del reino.-Respondió Zi Yan admirada y envidosa.
-¿La princesa Qi Yue?
Como el príncipe de frío corazón la había encerrado, Ming Luo no había sabido las noticias de palacio. Zi Yan habló con incredulidad:
-Señorita, de verdad…-Zi Yan cerró la boca y la volvió a abrir para continuar.-La princesa es la prometida del príncipe heredero y la segunda princesa de Zou Qi. Llevan años atrasando su matrimonio, pero ayer, la princesa visitó al príncipe heredero y cuando volvió, el príncipe heredero anunció que se iba a casar.
Ming Luo escuchó incrédula.
Zi Yan dijo con envidia:
-La princesa escampó las noticias en cuanto llegó.
A Ming Luo no le importaba este matrimonio, no tenía nada que ver con él. Zi Yan la miró y tosió.
-En cualquier caso… La cosa es que aunque hoy es su boda el pr´ncipe heredero quiere que vayas a tratar al séptimo príncipe.
Ming Luo pensó en lo impredecible que era ese hombre. Parecía muy insensible e indiferente, pero le importaban muchísimo sus hermanos, ¿o acaso había otro motivo…?
Ming Luo se puso la túnica blanca y Zi Yan le hizo un peinado muy simple, decorado con una horquilla de jade. Se miró al espejo y se quedó pasmada durante unos segundos. Hasta ella tenía que elogiarse, lo que ahora veía era una imagen muy distinta a la de unos meros minutos antes. ¡Qué hermosa…!
Mirarse al espejo se le hizo más agradable a Ming Luo. Pestañas largas, pequeños labios suaves del color de las cerezas, una naricita y una piel suave. Parecía alguien particularmente puro e inocente, simple aunque fascinante y rebosante de vida.
Zi Yan miró a Ming Luo, se sorprendió y no pudo evitar elogiarla también.
-Señorita, hoy estás especialmente hermosa. Como si no fueras de aquí, sino de los cielos.
Ming Luo escuchó las palabras de Zi Yan y estalló en carcajadas.
-¿Por qué? ¿No he sido siempre así de bonita?
Zi Yan sonrió con dulzura.
-La señorita siempre es guapa, pero nadie lo nota. Aunque delante del resto eres una mimada altiva, nadie te conoce mejor que yo. Siempre has llorado sola y has sido tímida además de que te falta confianza.-Se detuvo ahí y miró el reflejo de Ming Luo.-Ahora la señorita es hermosa y muy distinta a antes. Antes, el rostro de la señorita siempre estaba demacrado y sin color, pero ahora estás muy vibrante y llena de color, y tu comportamiento parece más seguro y despreocupado. A lo mejor esto es lo mejor.
Ming Luo recordó lo que Zi Yan le había dicho sobre que por fuera ella podía parecer una mimada pero que a la anterior Ming Luo, su abuela, siempre abusaba de ella y siempre la comparaban con la hija de la concubina, Ming Lan, tanto que llegó a sentirse avergonzada y  menospreciarse.
Ming Luo no se percató, pero llena de amargura soltó una risita. Su suave voz resonó por la habitación como campanillas.
-Bien, no deberíamos hacer esperar al príncipe heredero mucho más y atrasar su boda.
Y evitar añadirle más leña al fuego de la que ya he echado, pensó Ming Luo.
Se levantó y abrió las puertas. La brillante luz del sol la iluminó haciéndola deslumbrar. Las criadas que la esperaban estaban maravilladas. Tanta era la diferencia entre antes y ahora que no podían aceptarlo.
Ming Luo las pasó y fue directamente al palacio donde vivía el séptimo príncipe. Los criados volvieron y la siguieron a prisa.
Cuando Ming Luo llegó, el palacio del séptimo príncipe estaba muy protegido y una delicada belleza estaba de pie ante la habitación acompañada por muchas criadas.
La princesa Qi Yue vestía una túnica rosa con decoraciones de jade y oro que colgaban de su cabello. Poseía una belleza excepcional como una señorita noble que no tenía comparación y un par de ojos tristones y preocupados que despertaría el sentido de protección de cualquier hombre.
Una criada salió de la habitación y la princesa Qi Yue abrió la boca.
-¿Cómo se encuentra el séptimo príncipe? El príncipe heredero debe estar muy preocupado, debería descansar un poco.
La criada le echó un débil vistazo a la princesa y respondió:
-Su alteza el príncipe heredero está bien. Vos deberíais preocuparos menos.
-Eso… Cuando Wen ge salga. Se acerca la hora, ¿y si llega tarde?-dijo preocupada la prinesa.
La criada contestó:
-Su Alteza ha pasado el siguiente mensaje: nadie tiene permitido entrar en los aposentos del séptimo.-Este mensaje estaba dirigido también a los soldados.-Princesa, por favor, váyase.-La criada hizo una reverencia respetuosa.
-Pero Wen ge…-Murmuró la joven.
Pero la criada la ignoró y vio una silueta que entraba seguida de unas seis criadas. Su túnica blanca revoloteaba en el aire conforme avanzaba grácilmente. De repente, esa mera acción se volvió capaz de quitar el aliento.
La criada se quedó en trance durante un instante y entonces fue hasta Ming Luo con respeto.
-Señorita. Su Alteza la ha estado esperando.
No solían llamar a Ming Luo “señorita” en lugar de “doctora Yi” y cuando la criada musitó la palabra, esta sonó algo ambigua.
Por supuesto, el lado de la princesa no reconoció a Ming Luo, por lo que cuando la joven se acercó a la puerta con la intención de entrar una delicada voz llegó a sus oídos.
-No puedes entrar.
La voz poseía una hostilidad difícil de detectar. Ming Luo detuvo sus pasos y se dio la vuelta con gracia para mirar a la princesa.
Las criadas que la seguían sabían su identidad pero empezaron a dudarla. Semejante belleza, tan grácil y hermosa, no podía ser la hija mayor, tan mimada y maleducada, de la casa del duque. Como si todo fueran meros rumores.
La imagen de Ming Luo había crecido entre las gentes, en apariencia era una señorita, pero nadie se plantearía su identidad.
-¿Señorita?-La voz no era ni modesta ni hostil, pero tenía un retintín íntimo y distante.
La princesa miró a Ming Luo con una expresión compleja.
-¿Quién eres? ¿Cómo osas hablarle a la princesa con tanto descaro?
Ming Luo la escuchó.
-Princesa, perdóneme. ¿Tiene algo que decirme?
La princesa le lanzó una mirada condescendiente.
-La criada ha dicho que no se puede pasar. ¿Cómo va a entrar una mujer soltera en los aposentos de un hombre?
Ming Luo sonrió con suavidad.
-Debe haber malinterpretado las intenciones de esta sirvienta. Sólo he venido a revisar al príncipe.-Enfatizó en especial la palabra “sirvienta” para aclarar su identidad.
Sin comprender por qué la princesa la miraba con tanto odio, Ming Luo miró a la criada que tenía a su lado y ordenó:
-¡Abrid!
La criada abrió las puertas de inmediato antes de que la princesa pudiese decir más tonterías. La princesa Qi Yue todavía no se había recuperado y para cuando se dio cuenta, Ming Luo ya había desaparecido de su vista. Se enfadó, pues, ¿cómo se atrevía a ser tan descarada delante de ella? ¡De ella! ¡La princesa heredera, la futura emperatriz!
-Princesa, váyase, por favor.-Le recordó una criada.
La princesa Qi Yue miró con amargura la puerta, se dio la vuelta y se marchó sin mucho convencimiento. Su criada personal intentó consolarla al ver que la expresión de la princesa distaba de ser buena e intentó cubrirla.
-Princesa, cálmese. Es sólo una criada que se ha atrevido a hablarle mal, nos encargaremos de ello más tarde.-La criada hizo una pausa y sonrió.-Va a ser la princesa heredera. ¿Por qué preocuparse de alguien de estatus tan bajo? Después de casarse y entrar a la familia real y convertirse en la futura madre del reino, vos podrá vengarse lentamente. ¡¿Quién se atrevería a responderle a la princesa…?!
Dicho esto, la princesa recobró su expresión. Se miró en el espejo.
-Es verdad, ves y prepárate. Voy a vestir la túnica que mi madre me preparó para mí.
La criada asintió.
-Sí, princesa. Espere un momento, por favor.

*        *        *        *

Todos los presentes en los aposentos del séptimo príncipe parecían muy dignos, aunque la expresión del príncipe heredero era gélida.
Ming Luo cogió aire y recordó la primera vez que se encontró con aquel hombre. Su comportamiento dominante hacía que a los demás les temblasen las piernas y su corazón empezó a dar brincos. La ansiedad se extendió con rapidez. La joven entró con paso ligero en la habitación, bajó la vista y una criada se arrodilló para recibirla.
-Señorita Yi, por favor.-La criada se acercó desde uno de los lados de la cama e hizo una reverencia ante Ming Luo.
El corazón de Ming Luo estaba en alerta.
¡Dios, por favor! ¡Por favor! ¡Deja que diagnostique su enfermedad rápido y pueda irme de aquí! Ahora ya sé lo que se siente en la jaula de un león.
El príncipe heredero estaba de pie apoyando contra una pared, ocioso. Ming Luo pasó la mirada por todos los príncipes.  Aquel día el príncipe heredero vestía una túnica negra con flores bordadas y su cara de pecador. Todo él parecía una hermosa pintura. El hombre pareció sentir su mirada sobre él y le dedicó una mirada glacial. Ming Luo apartó la vista a prisa y la bajó.
¡Es demasiado malo! ¡Da tanto miedo que mi corazón late como loco!
Se giró hacia la cama, inquieta. En el lecho yacía Yu Ji Wu, con el rostro pálido y los labios descoloridos, empapado de sudor. Ming Luo se arrodilló para tomarle el pulso.
Sus alrededores estaban en silencio. Nadie se atrevía a hacer un solo sonido. Estaban ansiosos por el séptimo príncipe. Las manos de Ming Luo temblaban, su presión era demasiado alta. La habitación estaba a rebosar de incienso. Ming Luo se preparó mentalmente y cogió mucho aire. Le volvió a mirar el pulso y frunció el ceño. La temperatura corporal era demasiado alta pero no había pulso. Ming Luo aguantó la respiración y miró al muchacho tendido en el lecho. Tenía los ojos cerrados y no había movimiento abdominal, pero tenía un pulso muy leve. A primera vista habría dicho que el mozo estaba muerto, pero era su primera vez viendo algo así. ¿Cómo podía haber pulso?
Ming Luo se mordió el labio inferior, no sabía cómo diagnosticar aquello. Le echó un vistazo al príncipe heredero que seguía apoyado en la pared y que casualmente, la miraba con una sonrisa interesada.
Él la vio mirarle y le alzó una ceja. El príncipe heredero la miró como si tuviese algo raro en la cara y el rostro de ella se torció y tensó, aunque eso le pareció un tanto adorable al joven. Entonces, miró a Dong Xuang quien asintió y se giró hacia Ming Luo.
En esos momentos, Ming Luo estaba cubierta por sudores fríos. Dong Xuang se acercó.
-Señorita Yi, ¿cómo está el cuerpo de su alteza?
Pero Ming Luo no le escuchó, sólo sintió nauseas. Se volvió hacia él.
-Yo…
Pero antes de que pudiese decir nada, el mundo empezó a dar vueltas y se desmayó.
Una sombra apareció desde la esquina de la habitación. Chen Yi se daba aire con un abanico, exhausto.
-Me preguntaba cuando iba a perder el conocimiento.-Se tocó el codo revelando una cicatriz reciente. Miró el lecho, a la chica tumbada y por fin posó la mirada en Ji Wen.
-Hermano…
-Lo has hecho bien, necesitas descansar.-Entonces, el príncipe heredero recogió a la chica inconsciente.
Yi Xu salió.
-Su alteza, yo podría llevar a…
No pudo terminar la frase pues los ojos del príncipe heredero se volvieron gélidos.
-Su alteza, le guiaré.-Yi Xu corrió a despejar el camino.
Ji Wu miró a las dos siluetas desaparecer lentamente. Chen yi apareció a su lado.
-¿En qué piensas?
Ji Wu apartó la vista y se miró a sí mismo.
-Nada, sólo que es una pena que se haya tenido que topar con nosotros.-Dicho esto, se sumió en sus pensamientos mientras se tocaba la herida.

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