Hasta que la santa me ame

agosto 21, 2017

En cierto reino existía una santa que era mucho más bella que nadie más llamada Alicia. Se decía que cuando juntaba las manos para rezar el mismísimo ángel le hablaba.
Alicia siempre estaba ocupada. Cuando se enteraba de algún conflicto iba donde fuera, estuviera lo lejos que estuviera, para advertir a la gente y practicaba canto para rezar a Dios.
Bailaba la danza de la cosecha hermosa y perfectamente. Y esto, cada día, cada día, cada día.
Relajación, tiempo libre, descanso, ¿qué es eso? ¿Se come?
La maravillosa santa, Alicia, estaba sola en este mundo.
Alicia estaba agotada.
Algún día me gustaría pasar el tiempo sola, tranquila.
En su corazón tenía ese pequeño deseo.
No, como era la única santa, se podría decir que era un gran deseo.
Alicia cumplió los dieciséis, se convirtió en adulta.
Recibió muchas propuestas de muchos hombres, todo el mundo esperaba este momento con ansias.
Alicia intentó hablar como siempre con esa sonrisa brillante suya pero los hombres se pelearon por esa sonrisa.
Un hombre de apariencia astuta vio los ojos de la santa y un deseo oscuro nació en su corazón.
Al fin, Alicia dijo: “Mientras esté en este reino no dejarán de aparecer los problemas. Como santa no puedo permitirlo. Así que rezaré a Dios yo sola en la torre del bosque”.
A los devotos nos les quedó de otra que asentir ante las palabras de la santa y por fin, el deseo de Alicia fue concedido.

*        *        *        *

Alicia era feliz viviendo en la torre del bosque.
Se levantaba con los cantos de los pájaros, se lavaba la cara en la hermosa agua del bosque y hacia su propia colada.
Y entonces, a mitad del día, le rezaba a Dios.
A Alicia, que era lo suficientemente religiosa como para ser una santa, rezar no era muy difícil.
Rezaba diligentemente en voz baja, como el canto de los pájaros; demasiado bajo como para que la pudieran escuchar.
Y entonces, dormía bien por la noche.
Cuando abría los ojos por la mañana el mundo parecía brillar; su vida era maravillosa.
Y así pasaron los meses.
“A veces canto”.
El viento llevó la voz de Alicia por el bosque.
Y más tarde se escuchó a alguien llamar en la ventana.
No puede ser, nadie subiría a semejante lugar.
En guardia, Alicia abrió la ventana con cautela.
“Bueno, ¿qué es lo que tenemos aquí…?”
Miró por la ventana y vio un dragón encaramado al techo de la torre.
“¿Para mí?”
El dragón asintió.
Alicia sonrió a alguien por primera vez en mucho tiempo.
Desde que Dios me otorgó el poder de santa no necesito comer.
La dulzura del melocotón humedeció la garganta de Alicia.

*        *        *        *

Y así, los intercambios entre el dragón y Alicia continuaron.
Cada día a cierta hora el dragón le traía alguna fruta.
Un día era una manzana, otro día una pera, otro día un puñado de moras.
Alicia le daba las gracias a Dios y al dragón por la naturaleza, por lo delicioso que era.
Mientras la santa rezaba tranquilamente, el bosque dio más frutos que antes; estaban bien abastecidos.
Cierto día, Alicia preguntó: “¿Puedo tocarte?”.
El dragón asintió y voló hasta la ventana.
El viento del aleteó sopló el cabello de Alicia y el dragón entrecerró los ojos atractivamente.
“Eres grande, ¿eh?”.
Era suficientemente grande como para cubrir el cuerpo de Alicia con un ala.
Alicia acarició la cabeza del dragón con cariño.
“Está frío que es agradable. Tus escamas del color de la tierra son muy bonitas. Estas vastas tierras te deben querer mucho”.
El dragón emitió un sonido alegre.

*        *        *        *

Alicia se despertó otro día más por el sonido de los pájaros.
Pero a diferencia de otras mañanas, aquel día tuvo una premonición.
Desde lejos escuchó los pasos de las gentes.
Alicia cerró las puertas de la torre y miró abajo desde la ventana de la habitación más alta.
Por alguna razón las tropas de uniformes coloridos visitaron a Alicia.
“¿Para qué habéis venido?”.
“Santa Alicia, por favor perdone nuestra repentina visita. Al parecer un dragón se ha asentado en este bosque. Subyugaremos al peligroso dragón por su bien”, respondieron.
Alicia abrió los ojos como platos.
Podía ver los pensamientos oscuros de esas personas.
Si mato al dragón le gustaré a la santa y nos casaremos. Este bosque es sorprendentemente fértil, nuestro país será bendecido con una buena cosecha.
Alicia había visitado diversos países y a sus príncipes; uno de ellos parecía haber venido al bosque “por su bien”.
Aunque Alicia les dijera que el dragón no es peligroso no le harían caso.
“Cuídese de compadecer a las bestias que ignoran las palabras del hombre. Sois muy valiosa por lo que deseo protegeros”.
Miente.
El dragón sin palabras es muy sincero.
Alicia empezó a llorar.
Era casi de noche, la hora cuando el dragón solía venir.
Todos los soldados apuntaros sus arcos y flechas al cielo.
El sorprendido dragón soltó el melocotón que llevaba.
Alicia se secó las lágrimas y le rezó a Dios con la voz más pura y más fuerte, con amor.
Y entonces, sucedió algo.
Las flechas que soltaron ardieron por una llama blanca.
Y entonces, una luz envolvió al dragón y lo transformó en un atractivo joven.
Era como un Dios vestido de plata.
Los asustados humanos se postraron con las cabezas en el suelo.
“El poder de un santo se manifestará cuando esté defendiendo algo importante. Este dragón me es muy preciado. Dios también lo reconoce. No hay nada de qué preocuparse. Yo, aquí, vivo con esta persona, por favor, marchaos”.
Alicia hizo señas al joven.
El joven, sin problema alguno, voló y aterrizó al lado de Alicia y la cubrió con las alas de dragón que portaba en su espalda.
La pareja era bellísima; ningún humano sería su enemigo.
Los soldados volvieron a casa descorazonados.
Nadie se atrevió a entrar al bosque después de que esta historia se esparciera por muchos países.
Alicia miró a la persona que tenía al lado y sonrió.
“Perdóname por haberte convertido en humano y haberte sorprendido. Nunca te has confesado, ¿a qué no? Me has dado los mejores frutos pensando en mí. Me has dado tus tesoros para cortejarme”.
Los ojos del joven se estrecharon suavemente.
“Sí. Tu canto me fascinó. Me hechizaste a primera vista y con el tiempo te amé. Ahora soy muy feliz. Sí, te he dado los mejores frutos pero tú eres mi único tesoro irremplazable”.
“Bueno”.
Alicia sonrió feliz y bellamente.

*        *        *        *

Alicia pasó sus felices días en el bosque.
Para siempre, por siempre, su vida entera, fue feliz.
“Pensaba que estar sola era lo mejor, pero soy mucho más feliz contigo”.
Cogidos de la mano, ella se relajó en su calidez.
“La vida contigo es mucho más maravillosa que antes. ¡Ah!”.
El joven dragón abrazó a Alicia y frotó su mejilla contra la de ella.
Como todavía era una cría de dragón que había vivido sólo veinte años sus gestos eran muy infantiles.
Alicia era feliz.
“Me gustan las cosas que expresan amor puro. Así que tu nombre es luz de amor, Lucas”.
“Amor verdadero, Alicia”.
Ella dijo su nombre muchas veces.

El mundo les dio sus bendiciones y les cuidó en silencio.

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