Capítulo 34

noviembre 05, 2017

–En tus sueños. – Xiao Li miró a Luo Dong con disgusto y odio en sus penetrantes ojos.
–No pasa nada si no quieres matarle. – Luo Dong sonrió. – Sea cual sea el desenlace, seguiréis siendo buenos amigos. Os dejaré seguir siendo una pareja cariñosa.
Sus ojos eran como los de una serpiente venenosa, apretó los labios y sonrió como un demente. Xiao Li le devolvió la mirada y pareció helar el aire a su alrededor.
El joven utilizó los ojos para comunicar el desdén y enemistad que sentía por el otro conforme avanzaban hacia la batalla. Un silencio abrumador se cernió sobre ellos y los presentes, de repente, estallaron en carcajadas.
Han Jia se dio la vuelta para mirar a Xiao Li. Pretendió estar de buen humor y sonrió con dulzura.
–Acaba conmigo, Xiao Li.
–¿Qué tonterías dices? – Le respondió Xiao Li con voz grave.
A pesar de lo pálido y débil que estaba, y de la situación en la que se encontraba, Han Jia sonreía. El elegante playboy de Jin Ting volvió a aparecer.
–Siempre te lo he dicho. Tienes que vivir y disfrutar del presente mientras puedas. – Su voz seguía ronca y pronunció cada una de las palabras intentando sonar firme. – Porque en un momento como este, podrás mirar atrás y ver que, al menos, has vivido unos cuantos días felices y cómodos. Xiao Li, ya he vivido suficiente… Ha valido la pena. Si muero, no me arrepentiré de nada.
–¡Cállate!
Xiao Li luchó contra los hombres que le retenían. Luo Dong hizo una señal para indicar a sus hombres que le soltasen, orden que cumplieron rápidamente, y Xiao Li corrió al lado de Han Jia.
–O nos vamos juntos, o nos quedamos juntos.
–Ya no necesitas a tu hermano, ¿eh? – Le preguntó Han Jia como si se hubiese acordado de algo de repente, y volvió a sonreír. – No soy una buena persona. Cualquier cosa que me pase hoy, me la merezco. Tú… Cuando vuelvas, no pienses en vengarte. Si Qing Ye no te favorece, es imposible que puedas comprometerte con algo así…
–Eso va para mí, ¿eh? – En los ojos de Luo Dong no había ni rastro de suavidad. – ¿Me estás diciendo que Xiao Li no intentará vengarse, o que es la putita de Li Shi Qing? ¿Te da miedo que se lo ponga difícil?
Aunque a Han Jia le costaba respirar, Xiao Li le rozó la mejilla y susurró:
–No te preocupes-…
Antes de que pudiese terminar la frase, a lo lejos se escuchó una explosión. Xiao Li sostuvo el cuerpo de Han Jia con cuidado antes de alzar la cabeza y mirar a Luo Dong, que estaba perplejo. Una sonrisa retorcida apareció en su rostro y, simultáneamente, dijo:
–Tendrías que preocuparte por él.
Conforme decía la segunda parte de su frase, se escuchó una segunda explosión, esta vez, más fuerte. Lentamente, se fue acercando. Luo Dong estaba demasiado sorprendido como para decir nada. La explosión rugió como una tormenta, sacudiendo el edificio entero. En cuestión de segundos, la pared estaba hecha trizas y las ventanas, añicos. Además, el techo se sacudió como si hubiera miles de caballos trotando por encima. El polvo y los materiales del edificio cayeron al suelo, volando por los aires. En unos segundos, la habitación entera se había sumido en el caos.
Ninguno de los subordinados de Luo Dong sabía qué estaba pasando. Todo lo que oían era a Luo Dong gritar: “¡Tranquilos! ¡Vigilad la puerta!”.
Después de esa última explosión, la multitud buscó por la habitación en busca de las sombras de Han Jia y Xiao Li. Luo Dong maldijo y ordenó:
–¡Perseguidles ahora mismo! ¡Si los veis, abrid fuego! ¡Los quiero muertos!
Los lacayos respondieron a prisa y salieron corriendo por la puerta. La única persona que se quedó con Luo Dong fue su subordinado de confianza que, sabiendo que las piernas de Luo Dong no eran ágiles, se lo subió a la espalda y echó a correr.
Al bajar las escaleras se percataron que el edificio y la montaña que Luo Dong había comprado estaba destruido en varias áreas. Empezando por la cocina y habitaciones. Estaba claro que habían preparado las explosiones con antelación.
Los subordinados que se habían marchado hacía apenas unos instantes ya estaban en la carretera. Alguien había dejado el coche preparado y encendido. Ahora estaba claro; un coche de camuflaje que no habían visto nunca estaba huyendo justo delante de ellos. Luo Dong, llevado por la ira, ordenó a los lacayos que se habían quedado:
–Que alguien vaya a la cocina y revise si hay más explosivos. ¡No dejéis que explote nada más!  ¡Después llamad a los hombres que han salido a perseguirles y decidles que detengan a ese coche de camuflaje! ¡Me da igual lo que hagan, que los paren! ¡No me creo que tengan alas!

*        *        *        *


Xiao Li, en esos momentos, estaba en el asiento trasero del coche aguantando a Han Jia. Enfadado con el conductor.
–¡Has sido demasiado lenta!
–Perdona, no se me da bien poner bombas. Yo me especialicé en veneno antes de retirarme. – La señorita Zhang JuanJuan giró mientras se disculpaba. – Por desgracia, no me has dado mucho tiempo, así que no he podido llamar a un colega que sí es experto en bombas.
Xiao Li no le preguntó nada más. Se volvió hacia Han Jia y habló con suavidad.
–Ahora estamos bien, Han Jia. ¡Han Jia!
Han Jia estaba cubierto de un sudor frío de la cabeza a los pies. Estaba extremadamente pálido y débil. Cuando Xiao Li le dio la vuelta, descubrió una capa de sangre viscosa en sus manos. Abrió los ojos como platos y le revisó con detenimiento. No sabía cuándo, ni cómo, pero Han Jia tenía la herida de un disparo en la espalda, cerca de sus pulmones.
–¡Conduce más rápido! – Xiao Li empleó todas sus fuerzas en tapar la herida de Han Jia. – Han Jia, Han Jia. – susurraba.
Han Jia podía oír su voz; quería contestarle, pero lo único que consiguió fue saborear su propia sangre.
Xiao Li erra plenamente consciente que, la bala podría haberle perforado los pulmones. Le presionaba la herida con una mano, mientras que con la otra le sujetaba la cabeza para evitar que se ahogase con su propia sangre.
–Si le llevamos al hospital más cercano puede que no le perdamos. – Comentó Zhang Juan Juan con tranquilidad, mirándolos con el espejo interior del coche.
–Primero busca el hospital, ya hablaremos luego. – La voz de Xiao Li se torció conforme hablaba.
Zhang Juan Juan guardó secreto, sin embargo, el coche aceleró aún más.
Las sacudidas del coche despertaron a Han Jia que sonrió de inmediato al ver la cara de Xiao Li.
–Te he mentido, Xiao Li. – Respiraba con dificultad por lo que hablaba entre jadeos. – Todavía no he vivido lo suficiente. No quiero morir. Xiao Li, Xiao Li… – Quería levantar las manos, pero no podía. Entristecido, intentó volver a hablar. – Siempre me he burlado de ti porque… en realidad… te envidiaba mucho... Muchísimo…
–No hables, sólo respira. – Xiao Li le consoló. – Lo sé.
–No lo sabes... – Han Jia habló, terco. – Yo también quiero tener un hermano pequeño, aunque sea… Aunque sea un desagradecido. Aun así me gustaría…. También quiero amar a alguien, alguien de quien preoparme… Para vivir feliz y disfrutar el momento… Esa felicidad es absurda y vacía, Xiao Li. Cuánto más feliz es, más vacío me siento. Me duele, Xiao Li. Me duele mucho…
Han Jia jadeó en busca de aire, el dolor le recorrió la garganta al hablar, pero si no hablaba, tenía la sensación que moriría. Tenía la cara de un jugador que lo está apostando todo, e incesantemente gruñía por el dolor.
–Tienes razón, no seas como yo. No seas como yo… – Su aliento menguó. Rogó y miró a Xiao Li. – ¡No quiero morir! Xiao Li, no quiero morir así… No quiero morir…
–No morirás. – Xiao Li hizo todo lo posible para estabilizar su voz.  – Tranquilízate. No gastes energía. Todavía tienes la oportunidad de querer a alguien. – Unos instantes más tarde, añadió con dulzura. – ¿Acaso no tienes a Jiang Xiao Ning? Xiao Yang me lo dijo. ¿No estás con él?
Los ojos de Han Jia se abrieron como platos al escuchar aquel nombre. Jadeó un buen rato y, entonces, siseó. – Dile… Dile que nunca le he amado… Que sólo veía la sombra de su padre en él… – Su voz se debilitó rápidamente. – Lo siento Jiang laoshi. Siempre se preocupó por mí, pero yo no fui a verle nunca… Es que… No tuve el valor…
Han Jia había soportado un gran tormento desde que le capturaron. Tanto su cuerpo como su espíritu estaban al borde del derrumbo, y sin embargo, continuaba hablando. Algunos de los pensamientos que compartía habían estado ocultos en su corazón, otros eran asuntos personales. Una premonición asió a Xiao Li viéndole hablar de esa manera.
–Díselo tú mismo. No tiene nada que ver con-…
De repente, se escuchó un ruido sordo tocando el neumático.
–¡Joder!  – Maldijo Zhang Juan Juan. – Agarraros. ¡Maldita mafia intentando cortarme el paso!
Todavía le quedaba un buen tramo al coche antes de alcanzar la falda de la montaña, y para empeorar las cosas, vieron a un grupo de personas de pie, esperándoles para barrarles el paso.
La complexión de Zhang Juan Juan empalideció, no sabía si seguir avanzando o no. La incertidumbre aumentó todavía más cuando volvió a mirar por el espejo interior.
Mierda. ¿Tenemos que entregárselo?
Han Jia intentó coger una bocanada de aire, pero en cambio, escupió sangre. Sus ojos iban perdiendo vida, pero su voz no se detuvo, ni siquiera después de toser sangre y atragantarse con ella.
–Xiao Li… No quiero morir… No quiero…
El vehículo tomó la última curva. Podían ver con total claridad las expresiones serias de los subordinados de Luo Dong. Zhang Juan Juan pisó el acelerador y deslizó su cuerpo por su asiento. Se aferró con fuerza al volante con una mano, mientras que sacaba un arma con la otra.
–Me habéis invitado a jugar un juego bastante emocionante. – Gruñó.
Los lacayos de Luo Dong le habían requisado la pistola a Xiao Li. Con la mano derecha presionaba la herida de Han Jia con firmeza, y con la otra protegía su cabeza para evitar que le dieran con alguna bala extraviada.
Para su sorpresa, los hombres de Luo Dong, al parecer, recibieron algún tipo de orden. Se escucharon unos gritos y todos los lacaos se hicieron a un lado, dejando pasar de largo el coche. Xiao Li consiguió echar un vistazo a las expresiones de aquellos hombres: rebosaban hostilidad y frialdad.
Estaba acostumbrado a esa expresión. La solía ver en sus enemigos y hasta en sus propios hombres. Incluso Han Jia y él mismo la habían tenido.
Xiao Li bajó la cabeza para mirar el rostro de Han Jia que estaba pálido y con los ojos dolorosamente cerrados.

*        *        *        *

–¿Has dejado pasar el coche? – Luo Dong llamó a su subordinado. – Entonces retiraos. Retiraos lo más rápido posible. No hace falta que les vigiléis. ¡Pretended que no ha ocurrido nada! ¡Rápido!
Cerró la tapa del móvil con crueldad y movió la mano, como si en cualquier momento fuera a pagar su enfado con el aparato, pero se serenó y se metió el móvil en el bolsillo.
El confidente de Luo Dong, que se había quedado a su lado, se atrevió a preguntar:
–Dong Ye, podríamos haber interceptado el coche sin lugar a duda. ¿Por qué les has dejado marchar… después de esa llamada?

–Si no les llego a dejar ir, alguien todavía más despiadado que yo habría venido a por mí. – Respondió Luo Dong con resentimiento. Entonces, contempló las ruinas de la villa y, con mala cara, murmuró. – No es extraño que le haya pedido ayuda a un asesino profesional, ¿pero cómo ha conseguido la ayuda de una persona tan fuerte?

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