Capítulo 35

noviembre 05, 2017

La villa de Luo Dong estaba construida en los límites de la provincia vecina y sólo era posible llegar al hospital más cercano a través de un camino.
El cielo ya se había aclarado. La señorita Zhang JuanJuan sacó una sirena de ambulancia de algún sitio y lo colocó en la parte superior del coche. Aceleró y llegó a su destino en quince minutos.
Xiao Li cogió en brazos a Han Jia y corrió al hospital. Zhang Juan Juan se ocupó del papeleo y, al fin, se llevaron a Han Jia a la sala de operaciones.
–Recuerda transferirme el dinero a mi cuenta. – Dijo con confianza la señorita Zhang Juan Juan antes de poner en marcha el coche con una matrícula falsa.
Xiao Li se sentó en un banco en el área de espera y, hasta ese momento, no se dio cuenta que llevaba la chaqueta totalmente cubierta por la sangre de Han Jia. Quiso levantarse y lavársela o tirarla, pero de repente, la fatiga se apoderó de su cabeza. Estaba exhausto, tanto que no le quedaban fuerzas para preocuparse por su propia imagen ni del hedor que echaba la sangre de su chaqueta. Lo único que le importaba era la luz encendida del cartel de la sala de operaciones.
Se sentó allí, con las piernas cruzadas, la espalda apoyada contra el respaldo de la silla y la cabeza contra la pared. Miraba fijamente el cartelito de neón y al estar en esa postura, daba la sensación de estar herido.
La herida de Han Jia era, claramente, de bala, por lo que ya debían haber informado a la policía de ello. Al cabo de un buen rato, llegaron dos oficiales de policía. Los dos hombres vieron a Xiao Li sentado a lo lejos, pero ninguno se atrevió a acercarse. Entonces, uno de los policías recibió una llamada, le echó un vistazo a Xiao Li y se marchó junto con su compañero.
Luo Dong debe haber sobornado a alguien, pensó Xiao Li, es su territorio y no quiere causar mucho alboroto.
El hedor de la sangre seca de su chaqueta se hizo más fuerte. Xiao Li recordó el primer día que se unió a la banda. Un grupo de hombres se juntó y golpeó a un hombrecito de mediana edad que les debía dinero. Aquel hombre delgado también escupió sangre, cayó al suelo y, de repente, rodó hasta sus pies. En aquel entonces, el miedo se apoderó de él y retrocedió inconscientemente. Pero alguien le empujó, y eso le hizo tropezarse y caer sobre el pecho del hombre. La sangre que escupió la victima acabo en sus pantalones y zapatos.
¿Cuánto tiempo estuvo lavando la ropa cuando volvió a casa aquel día? No podía permitir que Xiao Yang lo viera, no se atrevía a rendirse ni a imaginar su propio futuro.
¿Cuánto llegó a temblar aquel día, con tan sólo tenía quince años, abrazándose a sus prendas empapadas? Desde entonces, maduró y los sueños de su joven corazón perecieron, dejando un corazón frío como una piedra.
Con el tiempo, no le importó cortar manos, tampoco apartó la vista cuando tuvo que matar. Estaba tan acostumbrado a ese tipo de vida que hasta encontraba cierto placer en esas cosas. Gracias a la violencia y la fuerza bruta, siempre conseguía algún tipo de compensación.
Era igual que Han Jia. Cuánto más se satisfacía, más vació y desesperado estaba. Pero, cuánto más desesperado estaba, más dispuesto estaba a satisfacer esa desesperación. Ese círculo vicioso se nutrió por la oscuridad. Hacía mucho tiempo que había dejado de intentar conseguir un día mejor.
Los recuerdos de su pasado le debilitaron y le hicieron sentir perdido, así que frunció el ceño e intentó volver al mundo real.
La luz de la sala de operaciones seguía encendida y, no muy lejos, vio a otra sombra.
Xiao Li alzó la cabeza y la giró a la derecha para mirar. Qi Xiu Yuan estaba ahí de pie, no demasiado lejos. ¿Cuánto tiempo llevaría contemplándole en silencio?
No tenía buena cara, como si no hubiese dormido en toda la noche. La angustia dibujada en su rostro era más aparente por las arrugas de su ropa y su estado. Pero, hasta en medio del fondo blanco del hospital, sus ojos seguían emitiendo dulzura y su sonrisa rebosaba amabilidad.
Cuando Xiao Li le miró, Qi Xiu Yuan se acercó caminando y se sentó a su lado.
Se sentaron uno al lado del otro, con una separación de diez centímetros entre ellos. Él no le preguntó a Qi Xiu Yuan cómo había llegado hasta ahí, y Qi Xiu Yuan no le preguntó qué había ocurrido. Pero de repente, Xiao Li se sintió como si no hubiese pasado nada. Como si no le hubieran perseguido para matarle, ni estuviese nervioso, ni asustado. No perseguía a nadie buscando su sangre, ni apestaba a sangre. Tampoco estaba usando su cuerpo ni su lealtad como moneda de cambio.
Como si no estuviese en la mafia.
Como si fuera un hombre normal, un trabajador de oficina o algo parecido, sentado con un amigo quejándose del trabajo. Estaba con un amigo y al separarse, volverían a su propia vida encantadora y ordinaria.

Ese tipo de pensamiento le ayudaron a calmarse, así que cuando Qi Xiu Yuan levantó la mano y la posó suavemente sobre la suya para consolarle, no le rechazó. 

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images