Capítulo 43

noviembre 20, 2017

Llevo tanto tiempo sin moverme que pronto empezará a salirme moho. Todo lo que puedo hacer es abrazar a Cacahuete y caminar alrededor del sofá. Ya me he recuperado de la debilidad que tenía en las piernas. Cojo al perro y bajo las escaleras… Caray, este Ye CanSheng… Cada vez que se va cierra la puerta y las ventanas, así que no puedo salir a dar un paseo por el jardín yo solo.
Ye CanShing, acompañado de los otros cuatro peces gordos, aparece cuando doy una vuelta al sofá por cincuentena vez. Casi me cuelgo de su cuello de la alegría.
Corro al armario a por una gorra para no ser el hazmerreír. Cacahuete sabe que nos vamos, lo noto porque no me suelta el bajo del pantalón. Le recojo del suelo y le abrazo.
Ye CanSheng entrecierra los ojos y me mira durante un buen rato, como si la gorra le molestase. No sé cómo me queda porque no me he mirado al espejo. Sea como fuere, la mentalidad de Ye CanSheng es muy buena. Me ha visto en mi mejor y peor momento.
Aunque accede a dejarme llevar la gorra, acaba bajándomela a propósito cuando nos vamos. Sin embargo, oigo a DongYan silbar bien alto y claro. La gorra parece ser bastante efectiva.
Me rio y me subo al coche.
El viaje en coche dura una hora y media porque estamos bastante lejos de la ciudad. Cuando llegamos a nuestro destino y bajo del coche, miro por todos lados y en todas las tiendas con Cacahuente en mis brazos. Estoy muy feliz. El sitio se parece al mercado nocturno en el que solía vivir. No hay aglomeraciones de gente, ni música clásica. Sólo gente ruidosa, todo tipo de paraditas y visitantes.
Hay unas cuantas cafeterías de alta clase, y aunque no acaben de pegar con el ambiente, la elegancia y la nobleza de esos establecimientos no frena a las gentes de disfrutar de corazón.
El aroma a todo tipo de carnes impregna el aire, al igual que los siseos de las parrillas. En ningún sitio estaría más cómodo que allí.
Cacahuete forcejea en mis brazos, tentado por todos esos olores. Suelto una risita y le dejo en los brazos de CanSheng antes de tirar de XinYan, el monedero, e irme de tiendas.
Según lo que XiYan me había dicho, ese mercado nocturno era de cierto jefazo y se conocía como el más grande de la ciudad de Liu. Es un lugar ordenado, sin gamberros. Es absolutamente próspera. La comida está a la izquierda, las tiendas a la derecha. Es muy conveniente y rápido.
XiYan rebosa alegría mientras discutimos los planes. El cigarro no deja de movérsele. Ha perdido la imagen que tuve de él cuando le conocí por primera vez.
–¿Es una buena idea?
Me meto una bola de takoyaki[1] en la boca, la mastico y miro a lo lejos. Mis labios se curvan en una sonrisa al ver con qué respeto el jefazo trata a Ye CanSheng.
–El que tuvo la idea de poner este mercado aquí fuiste tú, y el jefazo también debes ser CanSheng. – XiYan no dice nada. – Nunca me llevaría al territorio de otro, además, le has tirado muchas flores a este “jefazo”.  – Me siento genial al verle sin saber qué decir. – ¡El takoyaki está buenísimo!
Le doy una palmadita en el hombro y me dirijo a la siguiente parada.
XiYan suelta una risita.
–No cabe duda de porque le gustas tanto al joven amo, YeSao.
–Me halagas demasiado. – Le contesto con el palillo de takoyaki en la mano.



[1] Tako (たこ) en japonés significa pulpo, y Yaki (やき o 焼き) significa horneado o asado.
El takoyaki son deliciosas esferas de harina rellenas tradicionalmente con un pequeño trozo de pulpo. Son aderezadas con una salsa especial de soya, mayonesa, algas marinas (Aonori - アオノリ) y virutas de bonito seco (Katsuobushi -かつおぶし).

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