Capítulo 45

noviembre 19, 2017

Lo primero que sintió fue unos pinchazos en el cuello, después, agua entrándole por los agujeros de la nariz que le ahogó y devolvió el conocimiento a Xiao Li.
La habitación estaba parcialmente iluminada pero el mero pensamiento de entrar en contacto con la luz era insoportable. Aunque mantuvo los ojos cerrados, escuchó una voz conocida a su lado.
–¿No te había dicho que se despertaría en tres segundos, tío?  – Dijo Yan Ming orgulloso.
–No le dañará el cuerpo, ¿no? – La voz de Li Shi Qing rompió el silencio momentáneo. – Llama a Chen Wu otra vez para confirmarlo.
Yan Ming chasqueó la lengua y arrastró las silabas de las palabras.
–Qué íntimo.
Al sonido de sus pasos alejándose le siguió el de la puerta al cerrarse. Yan Ming parecía haberse marchado para llamar.
Xiao Li abrió los ojos y permitió que viajasen por la habitación antes de percatarse que estaba tumbado en el sofá de la sala de estar de Li Shi Qing, con el dueño al lado.
El reloj de la pared indicaba que era las ocho de la noche. Xiao Li frunció el ceño e intentó sentarse, pero lo único que consiguió fue descubrir que todavía no había recuperado toda su fuerza. Cojeaba y le dolían todas las extremidades que carecían de la fuerza que solía tener.
Una sombra, de repente, le oscureció la vista. Li Shi Qing se incline sobre él para observarle de más cerca con una expresión seria y difícil de descifrar.
–Qing Ye. – Xiao Li hizo todo lo posible por darse la vuelta en un intento de alejarse de su control.
Li Shi Qing tendió la mano y le cogió por la barbilla, girándole la cabeza. Su voz era inesperadamente tranquila.
–¿No vas a darme las gracias?
–Qing Ye, gracias por ayudarme a salir. – Murmuró Xiao Li, echándose hacia atrás para evitar la mano de Li Shi Qiang. – Pero no entien-…
–¡Pero yo lo entiendo muy bien! – Li Shi Qing retiró las manos y habló con indiferencia. – ¿Estabas llevando drogas al territorio de Lu Wu? ¿Y te habías olvidado de ocuparte de todo el asunto como tiene que ser después de que te las diera Lin Zi? ¿Cuántos años crees que hace que te conozco?
–Qing Ye, yo, de verdad-… – Antes de que pudiese terminar de hablar, Li Shi Qing volvió a inclinarse sobre él. Xiao Li cerró la boca de inmediato al notar el aliento del hombre sobre su rostro.
Sin embargo, Li Shi Qiang no titubeó, movió los ojos de un lado al otro, admirando sus facciones. Entonces, preguntó:
–¿Me culpas? – Xiao Li le miró con sospecha. – Tu promesa fue obedecerme y no traicionarme jamás, pero nunca dijiste que no te marcharías. Pensaba que aprovecharías que tu hermano estaba estudiando en otra provincia para marcharte. – Li Shi Qing bajó la voz. – Estuve a alerta durante mucho tiempo, pero no hiciste nada. Volví a pensar que abandonarías el grupo cuando se fue al extranjero, pero lo único que hiciste fue ayudarme a ganar el control de los dos territorios más grandes del este. No lo entiendo, ¿por qué ahora? ¿Qué ha pasado para que quieras dejar el grupo…? ¿Dejarme a mí? – Xiao Li continuó en silencio. – ¿Me culpas?  – Li Shi Qing suspiró. – Yan Ming dijo que me había sometido a Lu Wu. ¿Me culpas por no rescatar a tu hermano? ¿O por usar a Han Jia para hacer negocio con Lu Wu?  – Sonrió de repente. – Es obvio que has intentado tirar tu vida a la basura huyendo al territorio de Lu Wu. Eres listo. Debes pensar que haría lo mismo que las últimas veces, que no me atrevería a dejar que Lu Wu consiguiera ninguna información que pudiese usarse en mi contra y que no intentaría recuperarte, ¿verdad?
–Qing Ye, – Xiao Li rompió su silencio. – estás pensando demasiado en ello.
–No tienes que mentirme. Cuando fuiste a salvar a Han Jia ni siquiera querías tu vida. ¿Cómo no me vas a culpar? – Li Shi Qing ralentizó las palabras. – Pero también deberías entender mi posición. Una pequeña molesta no acabará con un plan grande. El grupo no conseguiría ningún beneficio por oponerse a Lu Wu, pero, – Extendió la mano para rozar la cicatriz de la cara de Xiao Li. – tú eres diferente.
A Xiao Li le asaltó un miedo del que fue incapaz de evadirse cuando Li Shi Qing le miró con semejante oscuridad. El hombre se le puso encima, le acarició el cuello y le besó los labios.
Aunque Xiao Li había recuperado un poco de fuerza, en la postura en la que estaba le era imposible evitarle. Todo lo que podía hacer era apretar los dientes y resistirse pasivamente.
Li Shi Qing se rió con desdén, apretándole la mandíbula. Xiao Li notó como un dolor agudo le atravesaba los nervios, obligándole a abrir la boca sin su consentimiento y, la lengua de Li Shi Qing, le asaltó.
Li Shi Qing era una persona experimentada, pero cuando su respiración se volvía pesada, era incapaz de ocultar su excitación. Su lengua nadó por la boca de Xiao Li, cambiando de método para molestarle. Le aguantaba la barbilla con firmeza para que no pudiese tragar. Xiao Li frunció el ceño e intentó liberarse cuando escuchó que un gruñido emergía de la garganta de Li Shi Qing y el regocijo de su cara.
Una tos incómoda desde el otro lado de la habitación les interrumpió cuando estaba enredados y debatiéndose.
Yan Ming tenía una expresión de incredulidad y levantó el móvil.
–Tío, no quiero aguarte la fiesta, pero Lu Wu quiere su recompensa por dejarte a sus hombres.
Li Shi Qing se mofó mirando a Xiao Li.
–Será mejor que no olvides que por tu bien he tenido que compensar a Lu Wu con el territorio. – Le echó otra mirada rápida a Xiao Li, se agachó y le mordió los labios. – En cuanto vuelva de la otra provincia, vente aquí. – Le susurró al oído.
Li Shi Qing, se levantó y salió caminando. Yan Ming quiso seguirle, pero Li Shi Qing hizo un gesto con la mano y le ordenó:
–Quédate aquí y hazle compañía a Xiao Li. No dejes que se vaya por ahí.
Xiao Li movió sus extremidades y se sentó en el sofá mientras Yan Ming acompañaba a su tío hasta la salida por mera formalidad. Xiao Li se frotó los labios con el torso de la mano, disgustado. Era incapaz de borrar la sensación bochornosa que seguía intacta, quería correr a hacer gárgaras. En cuanto fue capaz de controlar las piernas, se levantó y vio que Yan Ming volvía.
Yan Ming se quedó plantado cerca de la puerta. Sacó una caja de cigarrillos y le miró con una mirada inquisitiva.
Xiao Li sacudió la cabeza y Yan Ming se encendió un cigarro para él mismo. El cigarro le colgaba en la boca, observó la habitación y se sentó en el sofá enfrente de Xiao Li.
 Esta vez no había ninguna expresión cínica en su rostro, sino una seguridad sombría, sorprendentemente parecida a la de Li Shi Qing.
Soltó una bocanada de humo y contempló a Xiao Li a través de esta.
–Si lo hubieras hecho conmigo, no tendrías que pasar por esto. – Dijo lentamente.
Xiao Li giró la cabeza.
–El desgraciado de mi tío se cree que te fuiste en busca de la muerte a otra provincia porque querías irte de la banda. – se mofó. – Ja, no me creería ni aunque le contase la verdad.
–Si esto es todo, me voy. – Xiao Li se volvió a levantar.
–Haz lo que te dé la gana. – Yan Ming inhaló. – Con que estés en la ciudad cuando vuelva mi tío, ya vale. – Sonrió maliciosamente y rió. – Me temo que su apellido será el mismo que el suyo cuando vuelva. Jajaja.
Xiao Li salió por la puerta lentamente sin prestarle atención a sus comentarios. Cuando llegó al marco de la puerta, escuchó la voz fría y dura de Yan Ming resonar por la habitación.
–Será mejor que controles bien esa boca si no vas a hacerlo conmigo. Deberías aprender lo que puedes y no puedes decir. También deberías saber que tu hermano… Siendo claros, es un objetivo enorme.
La boca de Xiao Li se tensó conforme salía de la villa de Li Shi Qing.
El cielo afuera era sombrío, el aire estaba cargado como si se acercase una tormenta que empezaría a caer en cualquier momento. Bajó la cabeza y continuó caminando debajo de las sombras y las nubes oscuras. Sus pasos, aunque estaba recuperando las fuerzas, se iban haciendo más lentos.
Una ráfaga de viento cálido le hizo detenerse. Se manoseó los bolsillos del traje, sacó el móvil y lo encendió. Marcó el número del único nombre que tenía en la cabeza: “Qi Xiu Yuan”.
Notó lo agotada y ronca que sonaba su voz cuando lo único que se oía eran los pitidos.
–Coge el teléfono, coge el teléfono, coge el teléfono… Ay…

*        *        *        *

Qi Xiu Yuan había tirado el móvil en algún sitio. Después de la llamada de Susu salió corriendo a por ella, pero cuando llegó no había nadie en la cabina telefónica. El pánico se apoderó de su mente y saltó a un taxi para buscar por el área.
El cielo parecía haberse enfadado, con una sensación cargada y triste, como si advirtiese de la lluvia inminente. A esas horas no quedaban muchos peatones. Qi Xiu Yuan agarró a dos personas que pasaban por su lado y les preguntó si habían visto a una chica vestida como Susu. Extrañados, le miraron de arriba abajo y sacudieron la cabeza.
Continuó avanzando por los caminos silenciosos sin rastro de ella. Al rato, por fin captó la sombra de la mano de Susu en una calle estrecha. Una mano tiraba de su hermana para entrarla al coche mientras que ella luchaba con todas sus fuerzas contra el asaltante.
–¡Susu! – Qi Xiu Yuan gritó y corrió hacia ella.
Cuando la persona del coche le vio acercarse, pisó el acelerador y soltó la mano de su hermana, haciéndola caer al suelo. Cuando Qi Xiu Yuan llegó a la escena de los hechos, el coche ya había desaparecido.
Qi Xiu Yuan ayudó a Susu, que estaba paralizada en el suelo, a sentarse. Sin embargo, la joven estaba pálida y temblaba de miedo, incapaz de levantarse.
El pecho de Qi XIu Yuan se puso ansioso y amargo al verla en semejante estado. Todo lo que pudo hacer fue recogerla del suelo y ayudarla a caminar. En una calle más transitada, paró un taxi y fue directo al hospital.
Susu mantuvo los ojos abiertos, sin mirar a nada en particular, durante todo el trayecto. Lo único en sus ojos era el miedo. Se aferraba a la camiseta de su hermano, se negaba a soltarse. Qi Xiu Yuan le preguntó qué había pasado, pero continuó guardando silencio.
Su estado emocional mejoró al llegar al hospital. El doctor les informó que el miedo extremo había provocado que el corazón de Susu latiese a un ritmo irregular y la sedó. En su consulta, le explicó a Qi Xiu Yuan que los pacientes que sufren una sorpresa o un miedo extremo pueden verse afectados por daños psicológicos y que, por tanto, era importante prestarles atención.
Qi Xiu Yuan volvió a la habitación del hospital después de hablar con el doctor y, al ver a su hermana sentada en la cama cabizbaja, esperándole casi ausente, se culpó.
Se acercó a ella, le acarició la cabeza con cariño y le dijo unas cuantas palabras. Aunque Susu le escuchó, se rehusaba a hablar nada que tuviese relación con el coche negro. El sedante hizo efecto al rato y el conocimiento de Susu se debilitó. Qi Xiu Yuan suspiró aliviado, se subió a su hermana a la espalda y la sacó del hospital.
De camino a casa, Qi Xiu Yuan sintió el agotamiento que llevaba arrastrando todo el día. Su vida con su hermana había sido simple, sin quejas ni enemigos que les guardasen rencor. Pero, últimamente, se había tenido que encontrar con Sun Ze Yu y Li Shi Qing.
Si Sun Ze Yu hubiese querido secuestrar a Susu para amenazarle y cerrarle la boca, ¿no afectaría su posición en el ministerio? Pero, en el caso de haber sido Li Shi Qing, ¿le habría pasado algo con Xiao Li? Por tanto, si lo denunciase a la policía, sólo conseguiría enfurecer a Li Shi Qing todavía y más y poner a Xiao Li en desventaja.
Rebuscó el móvil en su bolsillo con la intención de llamar a Sun Ze Yu, sin embargo, no lo encontró y se percató que había perdido el móvil. No sabía donde lo había podido perder de todos los lugares a los que había corrido en pánico. Observó la cara dormida de su hermana y, por unos instantes, se culpó de los horrores que había tenido que sufrir Susu, pero no pudo evitar que Xiao Li apareciese en su mente. Había estado preocupado por él durante demasiados días. Preguntándose una y otra vez si estaba a salvo.
La ansiedad le abrumó al pensar en Xiao Li. Era obvio que Sun Ze Yu había dicho todo aquello para molestarle. La intención de ese hombre era dirigir su enfado con él hacia Xiao Li. Y sabiendo los malos pensamientos que Li Shi Qing albergaba por él… Qi Xiu Yuan no tuvo el valor para pensar cuál debía ser el tormento de Xiao Li en esos momentos. Apretó los dientes y evitó que sus pensamientos le arrastrasen a las profundidades de la ansiedad. Empezó a pensar en qué debería hacer.
Tenía el número de Han Jia en casa, así que podía contactar con él y descubrir la dirección de Li Shi Qing. También podía pedirle a un amigo que cuidase de su hermana. Tenía… Debía ir a buscar a Xiao Li. Si Xiao Li no estaba en casa de LI Shi Qing… Si estaba encerrado en cualquier sitio…
Qi Xiu Yuan levantó la cabeza inconscientemente cuando las luces de las escaleras iluminaron sus pasos. Se detuvo, con los pies en el suelo y miró delante de él como ausente.
Xiao Li.
Xiao Li estaba apoyado contra la pared de la puerta de su casa con un cigarro entre los dedos. Pensativo, reflexionaba sobre algo que sólo sabía él. Cuando se encendieron las luces, levantó la cabeza y, en el momento en que vio a Qi Xiu Yuan, su rostro se llenó de una expresión cariñosa y su pecho mostró verdadero alivio al verle.

Qi Xiu Yuan no tenía fuerzas para moverse. Permitió que sus ojos capturasen la imagen de aquella figura solitaria. El peso de su hermana seguía en su espalda. El miedo, la inquietud, la ansiedad y la culpa que le llevaba destrozando durante tanto tiempo se disolvió en el aire al ver a Xiao Li. Sonrió y sintió que el valor volvía a recorrerle las venas, tanto, que se sintió capaz de superar cualquier desafió que le esperase. 

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