Capítulo 52

diciembre 15, 2017

Me tiembla la mano cuando la extiendo para cogerle la suya que está desabrochándome la camisa, pero no consigo reunir fuerzas. Ser tan impotente es una tragedia…
–Profesor Xiao…
Alza la vista y me habla de repente. El aturdimiento se apodera de mi rostro, y el disgusto invade mi corazón.
–¡Soy Fang YunSheng!  – Giró la cabeza.
La presión atmosférica cae y el aire se condensa. Su amabilidad desaparece en instantes y, al segundo siguiente, me tira el cuerpo a la cama y él se agazapa encima de mí.
–Ahora sí que lo eres, pero no lo seguirás siendo por mucho tiempo.
–¡Loco!
¿Intenta convertirme en mi padre?  En este mundo sólo hay un Fang YunSheng y no va a ser el sustituto de nadie.
Me sujeta por el pecho y me quita los pantalones. Me baja la ropa interior y, ahora, consciente de lo que pretende, abro los ojos como platos.
No, me da tanto asco que otra persona que no es CanSheng me esté tocando…
–¿Esto qué es?
Tengo las piernas abiertas y él me cuestiona señalando algo que tengo en la parte interior de los muslos.
–¿No lo ves? – Entrecierro los ojos y me burlo de ShangFan. – Es el nombre de CanSheng. ¡Siempre seré suyo!
–Jajaja. ¿O sea que te gusta cuando te tratan como a un objeto?
Miro los ojos de este hombre, que rezuman burla, y digo con ferocidad:
–¡Es mucho mejor que ser el sustituto de alguien!
–¿Y si te digo que mañana reemplazaré su nombre por el mío?
–¡Atrévete!
Me reincorporo, pero él me vuelve a tirar.
–Más te vale recordar que odio las cicatrices en este cuerpo. – Desliza la mano por mi cuerpo. – ¡Sobretodo las que hacen otras personas!
Su mano se detiene en la marca de dientes que tengo en el cuello y la repasa. Todo lo que toca me provoca un estremecimiento por el miedo.
Conozco mi propio cuerpo y las marcas de distintos colores no han desaparecido nunca. Cada vez que me miro al espejo no puedo evitar suspirar y cuando me ducho odio esa falta de control que tiene. Pero ahora, lo único que desearía sería tener el cuerpo lleno de sus marcas, de su posesión…
–¡Ya veremos si me atrevo o no!
–¡Ay!
Me pellizca un pezón. No puedo decir que no siento nada, pero le tiro del pelo de la frente: es lo único que puedo hacer. Es como si tuviese el cuerpo vacío y me frustra el ser incapaz de tener la energía para detestar a este hombre al que no amo y que va a violarme.
Ahora mismo soy como un pedazo de carne en un tablón de cortar. Ni siquiera me puedo comparar con un pescado porque, al menos, el pez se resistiría.  Yo no puedo hacerlo. Esta escena se parece tanto a la de aquel día cuando me violó…
En ambos momentos casi pierdo la cordura.
Siento algo extraño en mi entrada: un dedo.
–¿Por qué tiemblas tanto?
Tengo las manos atadas, la visión borrosa y siento un dolor continuo. No sé cómo estoy en ese momento, pero puedo ver la admiración y el fulgor de la mirada de ShangFan. Su respiración también se vuelve más pesada.
Él no se detiene y me abre más las piernas. Me suelta las manos y me separa las paredes de la entrada, entonces, esa cosa entra lentamente.
Sacudo la cabeza y él se excita. En sus ojos veo la sombra de otra persona que no soy yo, la sombra de ese hombre al que no deja de llamar.
–Sólo puedes vivir en mi mundo. – Es tan cruel.
La desesperación me ahoga.
Ahora mismo debo estar en Hong Kong. Si Ye CanSheng sigue vivo, ¿cómo va a pensar en que estoy aquí? Hay muchas ciudades, caminos y edificios. ¿Cómo va a saber en qué habitación estoy?
Sin embargo, si sigue vivo, vendrá a buscarme. Da igual qué, tengo que esperarle. Una vez me dijo que sin mí enloquecería.
Pero si está muerto, el día del reencuentro no llegará nunca. La libertad y el amor, todo desaparecerá en una simple noche.
Me coge de la barbilla y me gira la cara para que le mire. Su rostro maduro, grácil y perspicaz entra en mi campo de visión. Su dominio subyugante destruye mi alma y mi cuerpo.
–¡Mira bien! ¡Mira quién está dentro de ti ahora mismo! ¡No puedes pensar en nadie más!
¿No puedo ni pensar en ello? Se preocupa de demasiadas cosas…
Estoy muy seguro de que las manos de Ye CanSheng ya ha roto este cuerpo, y ahora mi corazón también está roto.

–¿Sigue… vivo? 

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