Capítulo 56

diciembre 01, 2017

A la salida había dos coches aparcados y el conductor le esperaba al lado de la puerta. Cuando vio que Xiao Li bajaba, abrió el paraguas para recibirle. A Long tampoco llevaba paraguas y, sin otra alternativa, corrió al coche.
Hacía mucho frío y el ambiente en el coche era todavía peor. Li Shi Qing estaba sentado en el asiento trasero con una expresión siniestra mientras miraba por la ventana. No se movió ni cuando Xiao Li hubo subido al coche. Pero, cuando encendieron el coche, movió los ojos y le estudió como si le estuviese desnudando con la mirada.
Xiao Li se quedó paralizado, sabía que ese era el precio que tenía que pagar, así que apartó la vista y tomó la iniciativa de sentarse a su lado.
Li Shi Qing no mostró ninguna cortesía. Posó la mano en su hombro con arrogancia, se quitó las gafas y las tiró delante, entonces, se inclinó para besarle.
El entumecimiento se apoderó de Xiao Li y lo soportó quedándose inmóvil. Li Shi Qing le echó al asiento después de besarle un rato. Era una postura extremadamente incómoda para dos hombres adultos, sobretodo en un espacio tan estrecho. Xiao Li mantuvo los ojos en el techo del coche y se concentró en el sonido del motor, ignorando con todas sus fuerzas a Li Shi Qing, que le mordía la clavícula, le frotaba el pecho con una mano y, con la otra… Xiao Li cerró los ojos mientras esa mano le recorría, descendía, le desabrochaba el cinturón y le acariciaba el trasero.
–¡Ah! – Xiao Li abrió los ojos como platos, de repente, se sobresaltó y tensó los músculos.
Li Shi Qing se limitó a alzar la cabeza con chispas en los ojos. Le volvió a besar y dijo:
–¿Por qué estás tan nervioso…? ¿No me digas que no lo estoy haciendo bien? ¿Te lo has follado?
Xiao Li apartó la vista, le fue difícil contestarle.
–No…
Li Shi Qing le cogió la cara y se la giró para que tuviese que mirarle, escudriñándole.
–¿Qué crees que pensaría yo que significa si me preguntaras: “todavía te quieres correr”?
Xiao Li controló el rubor de su cara con dificultad. Y, antes de volver a empalidecer, cerró los ojos.
–Sea como sea… No es… Esto.
Después de aquello, sintió que Li Shi Qing le besuqueaba la cara. Entonces, no sólo sacó el dedo que le hacía daño, también se apartó de su cuerpo.
Xiao Li titubeó antes de abrir los ojos y, cuando lo hizo, le vio apoyado contra la ventana, reflexionando, poniéndose las gafas y estudiándole.
–Vístete. – Li Shi Qing sonrió y suavizó el tono al ver que Xiao Li le miraba.
Algo sorprendido, Xiao Li le miró como ausente y preguntó:
–¿Qing Ye…?
El humor de Li Shi Qing parecía haber mejorado. Soltó una risotada y susurró:
–No estoy tan ansioso. No lo has hecho nunca y no hay nada para usar en el coche. No estaría bien que te hiciera daño.
Al escucharlo, Xiao Li sintió un alivio en el pecho. Se sentó y se arregló la ropa.
Li Shi Qing ya se había acercado a él.
–Además, ya no estás en la mafia así que no hace falta que me sigas llamando: “Qing Ye”. Será mejor que me llames “Shi Qing” a partir de ahora.
Xiao Li no respondió, se limitó a quedarse sentado muy tenso. Li Shi Qing le sopló en la oreja.
–Déjame escucharlo.
Xiao Li abrió la boca, pero no salió nada.
Li Shi Qing vio su bochorno y añadió a regañadientes:
–Bueno, también puedes llamarme por mi nombre completo. Dilo, “Li Shi Qing”.
Xiao Li cogió aire y, con gran dificultad, dijo:
–Li Shi… Qing…
Li Shi Qing estalló en carcajadas y le besó en la frente.
–Eres adorable, Xiao Li.
Xiao Li se quedó callado unos segundos antes de añadir con total seriedad.
–Para mí siempre serás Qing Ye.
La sonrisa de Li Shi Qing se quedó helada. Frunció el ceño, bajó la cabeza y mordió el hombro de Xiao Li, para cuando levantó la vista su expresión se había vuelto seria.
–Xiao Li, sabes lo que no me gusta oír, así que no lo digas.
–Sí, Qing Ye. – Respondió Xiao Li y, entonces, se dio la vuelta sin decir nada más.
–Li Shi Qing se apoyó en el respaldo del coche y ordenó:
–Te dejaré ir a por tus cosas durante estos dos días, acaba todo lo relacionado con la mafia. Si no te gusta mi casa, puedes vivir en mi villa a las afueras de la ciudad. Si necesitas algo, díselo a A Long para que vaya a comprarlo.
–Sí. – Contestó Xiao Li sin girarse a mirarle.
Li Shi Qing le echó una mirada enfadada y su voz se endureció.
–¡Será mejor que no tardes mucho en hacerte la idea!
Xiao Li se dio la vuelta para mirarle con una expresión particularmente complicada. Entonces, apartó la vista y dijo en voz baja:
–Una semana, ¿vale?

                  *         *        *        *        *

Cuando Xiao Li llegó a la residencia, se quedó en la entrada y observó como el coche de Li Shi Qing desaparecía a lo lejos. Después de eso, entró al piso que no había pisado durante tantos días y que olía a polvo. Se arremangó las mangas, abrió las ventanas – a pesar de que se colaba la lluvia – y empezó a recoger sus pertenencias.
Los dos armarios estaban llenos de ropa de estilo occidental y trajes que Hong Tou le había comprado, algunos sin usar. Cogió dos prendas aleatorias y las tiró a la cama, entonces, abrió el tercer armario para encontrarse con la ropa casual que había comprado con Qi Xiu Yuan.
Xiao Li cerró el armario y encendió un cigarrillo mientras se dirigía a la sala de estar. La puerta estaba abierta y corría un aire frío. Giró la cabeza y miró afuera escuchando el sonido del viento nocturno. La luz de la calle parpadeaba en la oscuridad, creando una figura oscura.
Volvió a mirar y, entonces, se acercó a la ventana y se enfrentó a la formidable oscuridad. Captó algo con los ojos y gesticuló con la mano.
No hubo ningún movimiento. Frunció el ceño y volvió a gesticular, está vez, con un semblante más serio.
Una silueta emergió de las sombras y corrió por la lluvia hasta posicionarse en su ventana. Era un hombre joven, con una expresión algo incómoda.
–Li ge.
Xiao Li no le miró con disgusto. Dio otra bocanada a su cigarro y preguntó con un tono estable:
–¿Quién más está aquí?
–Nadie, sólo yo… – El muchacho no pudo continuar hablando y le falló la expresión con solo echarle un vistazo a Xiao Li. Por fin, murmuró con cierto titubeó. – Jin Ming también está aquí. Es nuevo, no le conoces. Está montando guardia al otro lado.
Xiao Li gruñó.
–Podéis mover el culo y marchaos.
–Li Ge, Qing Ye… No nos lo hagas difícil.
Xiao Li tiró el cigarrillo por la ventana despreocupadamente, entonces, levantó la cabeza para mirarle.
–¿Has estado aquí afuera todo el día?
–No. – El joven estaba algo pálido y le miraba ansioso. – Es un turno de ocho horas… Así que soy el primero…
–¿Habéis entrado en mi habitación?
–No, Qing Ye no nos lo permite y no nos hemos atrevido.
Xiao Li asintió.
–Iros más lejos.
–Oh. – el muchacho exclamó y preguntó. – Li ge, ¿cómo me has visto?
–La luz se refleja en tu chubasquero.
El joven bajó la cabeza y se miró el chubasquero, entonces, levantó la cabeza y sonrió.
–Eres increíble, Li ge. – Dicho esto, salió corriendo. Esta vez, no se molestó en buscar un escondrijo en la oscuridad, sino uno cerca de la farola y se sentó.
Xiao Li le miró frunciendo el ceño, entonces, entró a la sala de estar otra vez.
No consiguió relajarse, así que marcó el número de Zhang Juan Juan.
El móvil sonó un buen rato antes de que lo cogieran: había un alboroto ruidoso como si estuviese en un bar o algo parecido.
–Más te vale tener algo importante que decirme. – La señorita Zhang Juan Juan habló con un tono parecido al del equipo de Jin Ting. – Estaba intentando atraer a un buenorro-…
–Negocios. – Fue todo lo que dijo Xiao Li.
–¿Del tipo educado, del bonito o del bestia?
–¿Qué te parece ser guardaespaldas?
–Sí… Ahora mismo no es un problema. Ah… Mucho me temo que mañana por la mañana estaré pasándomelo bien. – Zhang Juan Juan respondió con un tono hechizante. Xiao Li podía escuchar con total claridad los ruidos de varias personas a su alrededor.
–Vale… Pero cuanto antes, mejor.
–¿La tiene grande o no?
Xiao Li rió.
–¿El pago es el mismo que antes?
–Tenerla grande no lo es todo, también tiene que tener aguante.
–¿Tus regulares no tienen descuento?
–El aguante es lo más importante. ¿Cómo se va a parecer una que se pone pocha después de un uso y se tumba ahí, como si estuviera muerto, a una que sigue dura?
Xiao Li se llevó la mano a la frente.
–¿El doble de aguante te va bien?
–Oh, Dios, qué guapo. Ah… Sólo con oírte hablar ya me pones cachonda. ¿Dónde está? ¿Eh?
Xiao Li le indicó la dirección y el apellido de Qi Xiu Yuan, entonces, dijo:
–También tiene una hermana, y debería estar en el hospital ya. Seguramente la ambulancia le ha llevado al hospital más cercano-…
–Eres un María dudas. No hace falta que me digas eso. Soy una experta en encontrar chicos atractivos en las áreas más vivaces.
–Con que le protejas en secreto ya vale. No hace falta que te vean la cara-…
Unos segundos después, se oyó un ruido como si le hubieran quitado el móvil y la voz de otra mujer desconocida le preguntó a Juan Zhang Zhang:
–¿Con quién hablas que estás tan contenta? ¿Eh, Sally?
–Es el chulo del que te he hablado hace un momento. El que quiere hacer lencería para trabajar.
Xiao Li escuchó la respuesta de Zhang Juan Juan a duras penas, entonces, la otra voz contestó:
–¿Sí? ¿Hay nuevos diseños?
Xiao Li siguió escuchando alerta, se quedó de piedra y miró por la ventana.
–Sí, de los que te dan ganas de abrirte de piernas y mojarte. – Escupió Zhang Zhang.
La desconocida se rió.
–¡Qué mal estás, Sally!
–Vale, no voy a jugar en toda la noche. – Dijo Juan Zhang Zhang. – Mañana iré a buscar a ese guaperas.
Y así, su llamada terminó.
Ya fuera en solitario o en una banda, una vez te mezclas con la mafia significa que no puedes escapar. Xiao Li se encendió otro cigarro, y avanzó hasta el medio de la habitación. Sintió una ráfaga de brisa fría e, inconscientemente, levantó la vista para mirar la lluvia que se colaba. De repente, sintió un aura abrumadora y le fue incapaz no sonreír.
Se quedó en la sala un buen rato, empapándose con la brisa hasta que se le apagó el cigarrillo, dejando un rastro de ceniza en su camiseta.
Se limpió la ceniza, tiró la colilla y se quedó allí de pie un rato más, antes de encenderse otro. Entonces, sacó la cartera que le había quitado a Qi Xiu Yuan, la abrió y tiró la foto en la mesa.

Xiao Li la contempló durante un buen rato a pesar de que el humo del tabaco dificultaba su visión. Al final, suspiró, la cogió y marcó otro número: llamó a Yan Ming. 

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