Capítulo 8: Primera noche (parte 2)

diciembre 28, 2017

Lucia cerró los ojos como si esperase su ejecución mientras él la estudiaba con tranquilidad. El duque se pregunto si debía engullir el conejito de una sentada, pero entonces, cambió de opinión. Decidió darle a esta inocente princesa un servicio placentero para enseñarle un poco sobre el cuerpo de un hombre.
–Nombre.
Lucia, que tenía los ojos bien cerrados, los volvió a abrir lentamente.
–¿…Eh?
–No quiero escuchar “mi señor” en la cama; llámame por mi nombre.
–¿Su nombre…?
–No me digas que no te lo sabes.
–No es eso, me lo sé. Mmm… ¿Hugh? – Viendo que no respondía, Lucia volvió a preguntar. – ¿O a lo mejor Hugo…?
Su silencio fue incómodamente largo.
¿Me he equivocado de nombre? ¿No era Hugo?
Le había visto firmar en el certificado de matrimonio con ese nombre. Antes de que se pusiera más nerviosa, él contestó vacilante.
–…El primero.
–El primero… ¿Hugh, pues?
En aquel pequeño período de tiempo, el cuerpo de él se sacudió. Ella notó cómo le temblaron los ojos escarlatas y presintió que aquel hombre tenía un cariño especial a: “Hugh”. ¿Tal vez alguien le había apodado así? ¿Su madre? O quizás… ¿la mujer que amaba…? ¿Había amado a una mujer? Tenía un hijo. ¿Quién podía ser la madre de su hijo? ¿La había amado? ¿Dónde estaba esa mujer y por qué se habían separado?
–Vivian.
Mientras se preguntaba si podía preguntarle sobre esa mujer, Lucia se sobresaltó al escuchar su desconocido nombre. Él pareció percatarse de su exagerada reacción, por lo que se inventó una excusa.
–Nadie… me llama por mi nombre…
–Pues desde ahora pasará muy a menudo, Vivian. – Su voz acarició los oídos de ella suavemente. Su nombre desconocido salía de forma muy natural de sus labios. – Vivian. – Ella continuaba con la boca bien cerrada, él la observó y soltó una risa que pareció más bien un suspiro. – Cariño, ¿sabes que eres bastante terca?
–¿…Cuándo lo he sido?
–Ahora mismo.
–¿…Sabes que se te da muy bien salirte con la tuya?
–No me salgo con nada. Pero da la casualidad de que todo lo que digo es correcto.
Su desvergonzado orgullo la dejó sin palabras. Él acercó la cara hasta que ella pudo sentir su respiración en sus labios. Cuando los labios de él se posaron sobre los de ella, ella cerró los ojos. El duque besó suavemente los la boca firmemente cerrada de ella y entonces, le chupó el labio inferior y se apartó un momento.
–Abre los labios. – Ordenó con voz grave.
Ella se tragó el aliento por los nervios; le dolía la garganta. Tenía el rostro teñido de un matiz rosado y vaciló, pero al final, separó un poco los labios. Los ojos de él parecieron reírse momentáneamente, y al poco tiempo, sus labios se presionaron con firmeza contra los de ella y un pedazo suave de carne entró en la boca de la muchacha.
Ah…
Su lengua entró en su boca, moviéndose lentamente alrededor de sus dientes y por los costados de las mejillas. Ella sintió un placer chocante cuando sus lenguas se encontraron.
–Sabes a vino. – Dijo cuando sus labios se separaron un poco.
Lucia sintió el rubor encendiendo sus mejillas. Él se cambió de posición y volvieron a encajar los labios una vez más. Tal y como él había comentado, su baso sabía a vino, mareándola del éxtasis. Sus lenguas lucharon mientras su saliva se mezclaba. Él se concentró en explorar el interior de la boca de ella a través del beso: torcía y chupaba la lengua, y entonces, la soltó.
–Uh…
Un gemido se le escapó desde las profundidades de su garganta. El suave beso se fue calentando. La lengua gentil de él, de repente, presionó su boca y cuando el duque continuó masajeando un lugar sensible, ella acabó, inconscientemente, agarrándose a las sábanas de la cama. Él continuó dejándola sin respiración hasta que Lucia llegó al límite. Entonces, separó los labios de los de ella y, después de dejarla coger aire, volvió a empezar.
Su beso continuó muchas más veces. Los hombros de Lucia, que había tenido rígidos por los nervios, se relajaron con el tiempo. Los besos de Hugo eran suaves y dulces. Lucia jadeó ligeramente en busca de aire al separarse de un beso particularmente largo. Con sólo esto, ya parecía que hubiese hecho mucho más que sólo besar.
–La lu-luz… Brilla demasiado…
–Me gusta poder verte bien.
–Pero… –Hugo le besó los ojos, que estaban al borde de las lágrimas. – Tu cuerpo es precioso, déjame verlo.
Lucia tenía las mejillas rosadas y se mordía los labios; estaba adorable. Hugo no la agasajaba, su cuerpo era verdaderamente hermoso. Su altura era perfecta para la suya y los pezones encima de sus redondeados pechos tenían un matiz rosado como el de una flor. La línea que conectaba su cintura estrecha a su pelvis era bella. No era una muchacha voluptuosa, pero su cuerpo tenía mucho encanto.
Él le dio un pico en los labios un par de veces más y fue moviendo sus besos a su mejilla y a su oreja. Sus labios húmedos la besaron detrás de la oreja y, entonces, en el cuello. Lucia parpadeó un par de veces, confundida. Cada vez que sus labios rozaban su piel se sentía extraña.
¿Es el aroma del vino…?
El cuerpo de ella tenía una fragancia única. No era el olor acre de perfume, sino el aroma natural de su cuerpo. Al principio, pensaba que olía a vino, pero era una esencia distinta: era muy suave y, de alguna manera, novedosamente dulce.
Huele a fruta… no madura.
Era un aroma natural. Su esencia única. Era la primera vez que se daba cuenta que alguien podía oler tan bien. Hugo no descansó, continuó embriagándose de su esencia, besándola y lamiéndola. Ignoraba si lo que le extasiaba era su aroma o sus papilas gustativas. Su piel era suave como la seda y la piel que lamía era perfectamente deleitable y sedosa.
No solía ser tan gentil, sin embargo, en aquel momento, estaba disfrutando mucho. Siempre que la tocaba con los labios, ella temblaba de la forma más adorable posible. Le cogió la muñeca delgada y le chupó un costado.
El ligero dolor la hizo recular. Él confirmó la marca rosada de su piel y le besó la otra muñeca, entonces, se rio al ver cómo Lucia le miraba con la confusión en los ojos.
Hugo recorrió los labios desde el cuello hasta la zona de sus pechos.
–¡Ah!
El placer provocó que Lucia dejase escapar un pequeño gemido. Él dio un bocado y lo chupó, Hugo le lamió los pezones meticulosamente como si saliera leche.
–¡Ah! – Jadeó.
Él le mordió el pezón con suavidad y se lo cosquilleó con la lengua. Mientras el duque lamía la aureola y le volvía a chupar, ella se quedó sin aire.
Sus pechos eran suaves y tiernos. Le preocupaba que se fueran a derretir en su boca como si la nata. Lucia yacía jadeante sobre la cama, aferrándose a las sábanas, sus caderas se sobresaltaban de vez en cuando y temblaba. Él notó como su parte inferior empezaba a crecer.
Le soltó el pecho, que ahora estaba mojado por su saliva, y procedió a acariciarle el otro. Le lamió, le mordió suavemente algunas veces, tragó y, de vez en cuando, chupó con mucha fuerza. Siempre que movía la lengua, a ella un cosquilleo le recorría la columna vertebral y no podía evitar gemir de placer.
Después de jugar con sus pechos hasta saciarse, sus besos bajaron por su abdomen. Lucia se preguntó a dónde irían sus labios; estaba algo asustada, pero al mismo tiempo, lo anticipaba. Se aferraba con tanta fuerza a las sábanas que las puntas de los dedos se le pusieron blancas.
–Ah…
Los labios de él avanzaron por la parte inferior de su abdomen y, entonces, a la parte interior de sus muslos: avanzaron a lugar que nadie le había tocado jamás. Los labios de Hugo rozaron las zonas más profundas de sus muslos y empezó a chupar. Lucia sintió una punzada.
Él le besó desde las caderas hasta las pantorrillas haciendo suaves sonidos de beso. Al escucharle, Lucia se sonrojó. Su último beso fue en los talones. Cuando Lucia se recuperó de su aturdimiento, él ya había vuelto a su cuello.
Él le cogió un pecho con la mano y le llevó la otra al abdomen. Dejó que su mano bajase por su abdomen y que se deslizase hasta la parte interior del muslo, presionándole. Lucia se sorprendió y le miró con los ojos abiertos como platos. En aquel momento, su mirada se encontró con la de él. Sus ojos rojos rebosaban algo caliente y sensual. Parecía estar observando sus reacciones mientras exploraba sus zonas bajas con cierta presión. La respiración de ella se aceleró y sus ojos naranjazos empezaron a temblar. Él notó como su cuerpo ardía de mirarla.
–¡Ah!
El largo y firme dedo de él entró en ella lentamente. Ella se quejó, pero no de dolor, sino de sorpresa. Cuando Hugo sacó el dedo, ella suspiró aliviada, pero al siguiente instante, se lo volvió a meter más hondo.
–Uh…
Movía repetidamente el dedo fuera y dentro de ella, pero no lo suficientemente hondo como para hacerle daño. Ella nunca se había metido nada por lo que se sentía rara. Sus partes bajas se tornaron viscosas conforme avanzaba la estimulación por los jugos y el sonido húmedo era más fuerte. El cuerpo de ella ardía y su espalda se estremeció reflexivamente cuando unos cuantos dedos más la apretaron y se rozaron contra ella.
Una sensación indescriptible y extraña controlaba su cuerpo cada vez que él le metía un dedo. Era algo cosquillosa, tal vez algo traviesa, pero buena a pesar de que parecía ser algo dolorosa. Su respiración se tornó más aguda y fue incapaz de pensar en nada más que en las sensaciones de su pecho.
–Ah…
En ese momento, sintió una punzada que le provocó un espasmo y la obligó a echar el cuello hacia atrás mientras la euforia recorría su cuerpo durante unos segundos. En aquel corto período de felicidad todos sus sentidos se anularon y su cuerpo se quedó sin fuerzas. Disfrutó de la sensación de los dedos de él acariciándole el pelo.
–¿Qué tal, mi inocente princesa?
–…Pero todavía no es el final.
Lucia comprendía que el sexo sólo terminaba cuando el hombre eyaculaba dentro de la mujer. A pesar de que sólo hubiese sido en un sueño, a pesar de la locura de vida que hubiese tenido, ya había estado casada una vez. Jamás había experimentado el proceso sexual en su plenitud, pero había dormido en la misma cama que su marido durante años.
Las manos de Hugo, con las que le estaba acariciando el pelo, se detuvieron.
–Con que lo sabes.
–No soy estúpida.
–Entraste a palacio muy joven y has vivido sin una sola criada todos estos años, ¿de quién lo has aprendido?
–Oh… De un li-libro…
–Un libro… Qué método tan aburrido de aprendizaje. ¿Qué decía el libro?
–Decía que acabaría llorando y gritando, pero… creo que era todo mentira.
Hugo llevaba sonriendo guasón todo el rato, pero al escuchar sus palabras, su expresión se endureció. Dejó escapar un suspiro triste entre una risita. Esa mujer era un diamante en bruto. Era ingenua, pero honesta. Podía ser mucho más peligrosa que muchas otras mujeres habilidosas en cierta manera. Al principio, él no había tenido intenciones de llegar a más cuando había empezado.
–Pues tendré que cumplir con tus expectativas.
Estaba moderadamente aliviado. Su parte baja llevaba muy dura un buen rato y empezaba a dolerle. Su cuerpo se había excitado en cuanto sus dedos habían tocado el cuerpo desnudo de ella.
La sujetó por las caderas y notó que estaban rojas por la fuerza con las que las había cogido.
Joder.
Se tragó sus maldiciones. Su parte inferior estaba entumecida. ¿Por qué el cuerpo de esta mujer era tan suave? Quería dejar sus marcas por toda esa pureza.
–Pon las piernas así.  – Dijo con voz grave.
Sus largas piernas delgadas rodearon las caderas de él con torpeza, chocándose por aquí y por allí. La temperatura del cuerpo de Hugo aumentó y su parte inferior se irguió por la estimulación. Las reacciones de su cuerpo estaban siendo demasiado extremas. Hasta entonces pensaba que este no era su tipo de mujer.
…Ha pasado demasiado tiempo.
Llevaba absteniéndose de sexo demasiado tiempo. Desde que se había sacado el tema del matrimonio no había mantenido relaciones con otra mujer desde hacía un mes. Por lo que, en aquellos momentos, estaba sexualmente frustrado. Tenía un cuerpo muy saludable para un hombre y nunca había pasado más de diez días sin los placeres del cuerpo de una mujer. Abstenerse durante un mes había sido un nuevo récord. No es que hubiese querido honrar a su esposa o algo por el estilo, sino que había estado demasiado ocupado preparando el retorno a su territorio y, antes de que pudiera darse cuenta, ya había pasado un mes.
Él se pasó los brazos cansados de ella por los hombros.
–Agárrate a mí. No tengas nervios y relájate.
Lucia le rodeó con los brazos vacilante, con cuidado de no tocar algo que no debía. Los músculos de él eran firmes pero flexible. Él soltó una risita y sonrió a modo de elogio por su buen trabajo, provocando que el corazón de ella latiese con fuerza.
–Si no es tu primera vez, te prometo que será una noche maravillosa.
Lucia pensó haberle escuchado mal. Él hablaba con un tono sumamente dulce, pero, de alguna manera, le parecía que la estaba chinchando.
–¿Y si es… mi primera vez?
Hugo había intentado molestarla con sus palabras, pero su respuesta fue tan inocente que le divirtió tanto como una broma.
–Seguramente, dolerá un poquito.
Alzó su cuerpo y se centró contra ella añadiendo peso sobre la muchacha poco a poco. Lucia notó un dolor punzante entre sus piernas, frunció el ceño y apretó los dientes.
Si duele así, lo podré soportar.
–…Relájate, todavía no he ni empezado.
Ni siquiera la mitad de la mitad de su miembro había entrado, sólo había metido la punta, pero su cuerpo era demasiado prieto y no parecía ser capaz de estirarse más. El placer se asemejaba más al dolor y le fue tremendamente difícil controlarse en lugar de entrar en ella sin pensar.
–Uh… ¿Cómo…?
Él se agachó y la besó. Le lamió los suaves y pequeños labios, tanteándola con la lengua. Apretó y le masajeó los pechos con la mano hasta que ella se suavizó y sus músculos se relajaron. Cuando sintió que tenía sitio para moverse, se hundió un poco más en ella. Un dolor agudo recorrió el cuerpo de Lucia que se aferró a sus hombros con gran fuerza hasta que la punta de sus dedos se tornó blanca.
–Ah… Ah…
La respiración de Lucia se volvió pesada, como si le faltase el aire. Él continuó avanzando poco a poco, sin pausa y la fue llenando más y más hasta que llegó a una fina pared. Cuando la rompió fue capaz de deslizarse con facilidad.
Lucia sintió muchísimo dolor. Era como si su cuerpo se hubiese partido en dos. ¿Qué dolía sólo un “poquito”? El dolor de su parte inferior consumía su mente. Todo lo de delante se volvió borroso y le tembló la mandíbula. Fue entonces cuando se percató que cuando algo dolía demasiado, uno no podía ni gritar. La presión que acompañaba el dolor de su miembro era demasiado para ella. Estaban completamente conectados y su cuerpo la inmovilizaba.
El cuerpo de él estaba sobre el suyo, por lo que no podría apartarle por mucho que quisiera, no podía ni temblar. Ella sacudió la cabeza de un lado al otro para aliviar el dolor y cuando sus labios tocaron el brazo de él, le mordió.
El frunció el ceño al notar el dolor repentino. Se había estado apoyando con ese brazo para no dejar todo su peso sobre ella, pero ella le acaba de morder con fuerza. Sus dientes estaban pegados a su músculo y le miraba con resentimiento y entre lágrimas.
Hugo frunció el cejo, pero sonreía. Su resistencia le parecía ridícula y adorable al mismo tiempo. No permitía que las mujeres le mordiesen como les apeteciera, pero a ella la dejó hacer. El dolor estimuló su placer y tenía la cabeza en otro lado.
Esto es increíble…
Dentro de ella parecía de otro mundo. No sólo estaba apretada, también había una textura almibarada que le estrujaba.
¿Es porque es virgen?
Pero la última vez que había yacido con una virgen no hubo ni una sola cosa particularmente placentera. No pudo disfrutar en absoluto, y a medio camino, se puso flácido. Pero ¿por qué esta mujer era distinta? Su deseo sexual no se había apaciguado en absoluto, ardía con soberana intensidad y estaba empapado en sudor.
Después de sentir y acariciar su cuerpo, apreciaba su pequeña figura. Su cuerpo era diminuto y sus huesos delgados. Parecía que la podría romper fácilmente si la abrazaba con demasiada fuerza.
Continuó con tanto cuidado como si estuviese tocando cristal, luchando contra su corazón que quería ser duro y dar rienda suelta a sus deseos. En un principio había decidido hacerla disfrutar un poco, pero había continuado besándola demasiado tiempo. Se había quedado totalmente absorbida en lamer su piel y se había excitado demasiado al acariciar su cuerpo.
No es culpa mía, pensó Hugo. Su joven esposa le instigaba ciegamente.
La joven se había cansado de morderle, así que le soltó el brazo y sollozó. Su llanto era adorable. Su rostro estimulaba su interminable deseo carnal directamente. Había empezado a dudar de su convicción de cuál era su tipo. Apretó la boca respirando hondo. Nunca había estado tan sexualmente excitado.
Su firme miembro se estaba poniendo duro hasta el límite y ella le apretaba con fuerza. Se sentía culpable, pero no podía aguantarse más. Alzó el cuerpo y movió las caderas para que su miembro pudiese envolverse por completo de ella.
–Ugh…
El cuerpo de Lucia se contrajo por una nueva sensación. Él vio que de entre su unión fluía sangre roja y que ella le miraba furtivamente, aunque, con los segundos, su frialdad se transformó en dulzura. Y una vez más, la penetró.
–¡Uck!
Ella gimió en voz alta. Parecía dolerle, pero su cuerpo se contraía por el placer. Cuando salió, a ella le ardían las paredes internas, pero cuando él volvió a entrar, su entrada se lo tragó hambrienta. Sus suaves paredes internas estimulaban su varal continuamente y tenía la sensación de que iba a explotar.
–¡Ah! ¡Me duele! ¡Deja de moverte! ¡Por favor!
Cuando Lucia lloró y rogó, él se detuvo dentro de ella. Hugo demostró gran voluntad para poder detenerse en semejante situación, pero ella no se asombró en absoluto.
–Ya te lo he dicho, si empezamos no podemos parar a mitad. – Las venas de sus brazos sobresalían mientras reprimía sus impulsos.
–Me duele. Creo que voy a morir.
–No morirás. – Le respondió con un tono frío y sereno al escuchar su llanto. – Sino no habrías podido nacer.  – La apariencia de ella era como si estuviese sufriendo una gran injusticia y eso le hizo querer molestarla. – ¿No he cumplido tu fantasía? Te he hecho gritar y llorar.
Ella no le dio permiso para seguir moviéndose y continuó gritando a pesar de su desvergonzada respuesta.
–¡Ah! ¡Ah!
Lucia no conocía el cuerpo de un hombre y él era demasiado grande y habilidoso. Una mujer agresiva hubiese sido capaz de recibirle bien, pero para Lucia, fue abrumadoramente doloroso. Los besos relajantes y suaves que le había estado dando hasta ahora parecían una mentira. Él la penetraba cruelmente y sin parar. Cada vez que llegaba a sus profundidades, su respiración se detenía.
–¡Uh! ¡Por favor… un poco… más lento!
–Estoy… yendo lento.
No mentía. En aquellos instantes se estaba controlando todo lo que podía. Si no, hacía rato que se hubiese desmayado. Aun así, no era su intención que las cosas fueran de ese modo, no quería que su primera noche terminase así, pero su cuerpo actuaba de otra manera.
Joder.
¿Por qué su interior daba tanto placer? Era jodidamente bueno.
La sangre fluyó de su unión, manchando las sábanas. Cuando su sensible sentido del olfato notó el aroma de la sangre ya había perdido la mitad de su racionalidad. Los sonidos húmedos resonaban por la estancia mientras él seguía penetrándola con vigor.
–¡Ang! ¡Ah! ¡Hk!
Ella gritaba sin que le importase la situación. Estaba pálida y le temblaban los ojos, parecía dolerle muchísimo.
Se aferró a sus hombros y le clavó las uñas en la espalda, dejándole marca. Él odiaba cuando le hacían heridas. En otra ocasión, hubiese tirado a la mujer a un lado y se hubiese ido, sin embargo, no tenía la más mínima intención de marcharse en ese momento.
Su apetito por ella se intensificó al ver las lágrimas de sus ojos. Quería aferrarse a ella y enloquecidamente enterrarse en aquella suave y pequeña mujer, y quería penetrarla mientras le lamía todo el cuerpo.
Duele…
Era como si tuviese un fuego ardiente en su interior. Su cuerpo se movía de arriba abajo siguiendo las fuertes penetraciones de él. Todo era muy distinto a lo que había imaginado. Pensaba que con un par de penetraciones acabaría todo. Aquello dolía, era caliente y exhaustivo.
El dolor seguía allí, pero estaba en algún punto alejado de su mente. Hacía un buen rato que se había dado cuenta que lo que la estaba cansando tanto no era el dolor, era algo que había surgido en su interior y que no podía soportar. Su miembro firme se hundía en ella, se movía y salía. El terrible dolor fue cesando.
–Ah… Ah…
Los gritos de Lucia se suavizaron y en su lugar, su respiración pesada aumentó, inundando la habitación. Sus ojos seguían manchados de lágrimas, pero ahora estaban llenos de algo caliente. Frunció el ceño, pero no por el dolor, sino por algo distinto.
Dolía, dolía sin lugar a duda, pero… Sentía algo extraño. Una sacudida abrumadoramente eufórica engulló su cuerpo desde la punta de los pies hasta la cabeza. Se tragó los gritos y soltó un largo suspiro.
–Tiemblas como loca por dentro.
Él sujeto sus caderas y se hundió todavía más hondo en ella. Sus jugos, mezclados con sangre, fluían por debajo de sus nalgas. Conforme él continuaba moviéndose, los fluidos viscosos crearon un sonido constante húmedo. La sangre que quedaba en su unión se esparramaba por aquí y por allí.
–Ah… Uh…
De sus labios ya no salían gritos de dolor, en lugar de ello, gemía y maullaba de placer. Él cambió la dirección de sus penetraciones lentamente y entró más adentro. Se concentró en los gemidos y los jadeos de la muchacha y le tocó tercamente su lugar más sensible.
–¡Ah! Ah…
Su interior se apretó y tuvo un espasmo. Él vio que estaba a punto a llegar al clímax y se enterró en sus profundidades.
–¡Hnk!
Ella gritó y su cuerpo paralizó y empezó a temblar. Él estaba lejos de su límite, pero si continuaba la haría desmayar y no tenía el asqueroso pasatiempo de darle al cuerpo de una mujer inconsciente. Su respiración era pesada y terminó dentro de ella.
Mierda.
Él ralentizó su respiración y frunció el ceño. Era la primera vez que se corría dentro de una mujer.
El cuerpo de Lucia se debilitó cuando sintió algo caliente dentro de ella. Jadeó y su pecho subía y bajaba.
¿Ha… acabado…?
Sus pensamientos no duraron mucho. Sintió como la enorme mano de él le acariciaba la frente y, así, se quedó dormida.

Su cuerpo parecía haberse derretido sobre las sábanas de la fatiga. Cuando abrió los ojos el plateado sol mañanero se colaba por las ventanas y la respiración suave del hombre que yacía a su lado le provocó una sensación extraña.
Es verdad… Estoy… casada…
Tenía sed, así que se levantó con cautela, intentando no despertarle.
–Uh… – Un gruñido escapó de sus labios sin darse cuenta.
Era como si algo estuviese tamborileando sobre su cuerpo. Luchó por salir de la cama y, en cuanto puso un pie en el suelo, no consiguió reunir fuerzas y se cayó. Por suerte, en el suelo había una alfombra y no se hizo demasiado daño en las rodillas.
Sentía como si alguien hubiese golpeado su cuerpo. Tenía todos los músculos entumecidos y entre sus piernas había un dolor punzante. Tampoco ayudaba la sensación de que todavía tenía algo dentro. Le dolía todo, dentro y fuera.
Lucia se masajeo los hombros y brazos, y descubrió una marca extraña allí.
¿Esto qué es?
Había una marca púrpura.
¿Cómo me he hecho un moratón aquí? ¿Me he chocado con algo?
Se tocó el moratón con el dedo, pero no dolía y en su otro brazo tenía otro idéntico. Se lo quedó mirando confusa un rato y, de repente, el recuerdo de cuando él le chupó las muñecas le pasó por la cabeza.
Se desató el batín y se estudió el pecho donde descubrió más marcas. Sorprendida, se volvió a tapar y su rostro ardió de bochorno mientras se lo cubría con las manos.
Ah. Oh, dios mío. Oh, dios mío. Me muero. ¿Qué hago?
La vergüenza fluía como el agua. Era una niña lamentable cuyo corazón latía rápido sólo por un beso. En una noche había sucedido un gran acontecimiento.
¿Con que es esto?
Era la primera vez que experimentaba el sexo en su vida. El marido de sus sueños, el conde Matin, era impotente. Solía frotarse contra sus partes bajas y, en cuestión de segundos, jadeaba y ahí terminaba todo. Le daba escalofríos. No comprendía por qué a la gente le gustaba hacer algo así.
Ahora comprendía por qué Hugo se había reído al decir que había aprendido de un sitio muy aburrido. Lo que había ocurrido la noche anterior no lo habría podido aprender de ningún libro. No era algo sólo para tener hijos; era algo mucho más misterioso que el simple placer. Se habían conectado físicamente al nivel más alto.
¿Cómo puede ser que la gente haga esto y… rompan? ¿Cómo puede ser posible el divorcio?
Era una conversación. Una conversación profunda y pesada de sólo dos personas. Era extraño. Antes le parecía un desconocido, pero aquella mañana le sentía más próximo.
Un poquito… No, dolió mucho, pero…
Si él le pedía volverlo a hacer, ella no se negaría. Dolía mucho, pero esa no era toda la experiencia. La sensación del peso de su cuerpo sobre el suyo, la forma con la que la acariciaba mientras la besaba, su respiración y la forma en la que sus ojos rojos se estremecían con pasión… La sensación que inundaba su cuerpo… ¿Eso era lo que la gente conocía como placer?
Conforme repasaba los recuerdos de la noche anterior su interior empezó a calentarse.
¡Para! ¡Deja de pensar! Otra cosa, otra cosa, otra cosa…
Lucia sacudió la cabeza de derecha a izquierda intentando sacarse esos pensamientos.
¿Me volví a poner el pijama…?
No recordaba eso. ¿La habría vestido él? ¿Habría ordenado a una criada que lo hiciera? Recordaba haber sudado mucho, pero notaba su piel suave y fresca.
Lucia observó la puerta de la habitación como ausente. Era una habitación muy grande y extravagante de techo alto, columnas de mármol y decoraciones terroríficamente lujosas…
Puede que haya hecho… algo increíble.
Se pregunto si tenía las habilidades y la seguridad para vivir como una duquesa. Si codiciaba algo por encima de su alcance, al final, sufriría.
No voy a… arrepentirme.

Decidió que no lo haría. Soportaría cualquier final que concluyesen sus acciones. Si tenía que pagar el precio, lo haría. Decidió que no lloraría. No la habían vendido, había sido elección propia. 

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1 comentarios

  1. Muchísimas gracias por los capítulos de esta nueva novela esta muy buena esperando los que siguen n_n

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