Capítulo 12

enero 19, 2018

¿Sabes?... mi flor... soy responsable... ¡y ella es tan débil y tan inocente! Sólo tiene cuatro espinas para defenderse contra todo el mundo...
        Antoine de Saint-Exupéry, El Principito

Todas las luces del vecindario se encendieron. La ciudad entera relucía con puntitos brillantes de luz.
La familia de arriba encendió la televisión y alguien cantaba la canción del principio de la película “La guardia Roja en el lago Honghu[1]”.
“Las aguas de Honghu, ola sobre ola, ola sobre ola, mi hogar yace en las orillas de Honghu…”.
Xu Ping tiró de la manecilla del armario un poco y la puerta se abrió antes de que la persona de su interior volviese a cerrarla.
–Xiao Zheng.
Nadie respondió.
Ni siquiera Xu Ping estaba seguro de cuánto de lo que acaba de decir le había llegado a su hermano. Golpeó la puerta.
–¿Puedes salir, Xiao Zheng? Estás enfadado y me disculparé. No te escondas de mí.
Su hermano no respondió.
Xu Ping esperó un buen rato antes de volver a intentarlo, esta vez con más fuerza. La puerta iba a abrirse cuando Xu Zheng empezó a gritar asustado.
–¡No! ¡No voy a verte! ¡No voy a verte!
Xu Ping se quedó de piedra, atónito y hasta empezó a perder la esperanza. Una parte de él le decía que se lo merecía, mientras que la otra se entristecía.
–¿Por qué no vas a verme, Xiao Zheng? – Preguntó luchando contra sus lágrimas. – ¿Tanto me odias? ¿Te sientes así?
No sabía qué hacer para arreglarlo todo. Había escuchado a los adultos decir que un error admitido, es un error rectificado. Pero Xu Ping ya había aprendido tiempo atrás que todos los errores no eran perdonables y que todo no se podía volver a empezar.
Las flores que caen no pueden volver al tallo; s madre murió y no iba a volver.
Parecía que Xu Ping había roto un jarrón muy valioso cuyos pedazos observaba triste e impotente. Un simple empujón fruto del enfado era todo lo que había costado romperlo, pero para arreglarlo tendrían que pasar años y meses juntando cada trocito. Y aunque tuviese la suerte de poder arreglarlo, el jarrón estaría lleno de grietas y no volvería a ser tan hermoso como antaño.
Xu Ping empezó a llorar con las manos en la puerta del armario. Quería disculparse, pero no conseguía alcanzar a su hermano, por lo que la disculpa era inútil.
Lo había perdido todo de una vez por todas – al hermano que sólo le veía a él; al hermano que le decía “el sol es suficiente”; al hermano que utilizaba su cuerpecito para calentarle.
El mundo era grande y Xu Zheng era la única persona que sólo tenía ojos para él. A veces esa devoción sin control le ahogaba, pero la mayoría del tiempo, le hacía más fuerte. No podía ser débil porque había alguien que le necesitaba. No podía admitir la derrota, aunque le fallasen las piernas porque había alguien que dependía de él.
Siempre había pensado que sus esfuerzos habían sido para ganarse la atención de su padre, pero ¿qué es lo que le hacía fuerte cuando su padre no estaba? Una vocecita dentro de él le contestó algo que sólo Xu Ping pudo escuchar.
Se dejó caer pesadamente en el suelo y lloró. Sentía que había perdido lo más importante para él. Había intentado ocultarlo con todas sus fuerzas y se había rehusado a admitir que, tal vez, él también necesitaba a su hermano retrasado.
Es la misma vieja historia: aquellos que no aprecian lo que tienen, lo perderán y, entonces, será demasiado tarde para lamentarlo.
Su único hermano le había abandonado.
El mundo entero le había abandonado.

Xu Chuan estaba cocinando cerdo a la brasa en la cocina. Cortó el jengibre, el ajo, el anís, la canela y los pimientos, y añadió aceite en el wok. Entonces, añadió azúcar y cuando se derritió, metió la tripa de cerdo y lo frió todo. Una vez la carne se hubo oscurecido, metió el contenido a una cazuela. Mientras tanto, echó arroz, hizo tomate frito con huevos y cocino un poco de bok choy. Hasta preparó pepino frío con salsa de soja, vinagre y aceite de sésamo y lo sirvió en un enorme tazón blanco y azul.
Había demasiado humo, por lo que abrió la ventana que había al lado de los fogones. Todavía le dolía un poco el ojo izquierdo, pero podía ver. Pudo apreciar todas las estrellas con precisión. Conocía a algunas, pero la mayoría brillaban en la oscuridad sin nombre.
No había ni una nube en el cielo. El día siguiente sería soleado y claro.
Tarareó siguiendo la televisión del piso de arriba mientras trabajaba.
“El sol casi se ha puesto en el oeste; el lago Nansi, mientras tocó mi laúd de sauce[2] y canto esa encantadora melodía, está tranquilo…[3]”.
Xu Chuan tenía muy buena voz y, a veces, si no podían actuar, reemplazaba a su colega y cantaba un par de canciones.
Últimamente había estado muy cansado. Hasta que su hijo pequeño no volvió a casa no pudo sentirse verdaderamente tranquilo.
La familia se había estaba reunida de nuevo y la vida podía continuar. No había nada mejor que esto a su edad, la edad cuando uno ya ha pasado por todos los retos que la vida le ha lanzado.
Llevó los platos a la mesa y la puso. Hasta sacó media botella de erguotou Hongxing de la estantería. Iba a tener una buena cena con sus hijos.
–¡La cena está lista! – Llamó a la puerta.
El único que salió fue Xu Ping con los ojos rojos e hinchados.
–Dile a tu hermano que salga a cenar.
Xu Ping se quedó callado. Xu Chuan tocó la mesa con los palillos.
–Es inútil, papá. Xiao Zheng no me quiere ver. Está escondido en el armario porque no quiere verme. Me odia.
Xu Chuan suspiró al ver a su hijo cabizbajo.
–¡Es tu hermano!
Xu Ping volvió a guardar silencio. Xu Chuan no quería enfadarse y arruniar la noche. Se levantó de su asiento para ir a por su otro hijo él mismo.
–Xiao Zheng, la cena está lista. He hecho cerdo a la brasa. – Llamó a la puerta del armario. – Si no sales pronto, tu hermano se lo acabará.
Ningún sonido salió del armario.
–¿Xiao Zheng?  – Volvió a llamar a la puerta.
Intentó tirar de la manecilla, pero el muchacho estaba tirando desde dentro. Cuando ejerció un poco más de fuerza, Xu Zheng empezó a gritar.
–¡No voy a salir! ¡No voy a ver a gege!
Xu Chuan lo volvió a intentar con mucha paciencia.
–Vamos, Xiao Zheng. Tu hermano te echa mucho de menos. Hace mucho que no os veis. ¿No es tu favorito?
Pero Xu Zheng se limitó a repetir.
–¡No voy a salir! ¡No voy a ver a gege!
Xu Chuan insistió.
–Ya se ha disculpado. Sabe que no lo hizo bien. ¿Por qué no le perdonas? ¿Eh?
Xu Zheng dio patadas dentro del armario. Ya un poco enfadado, Xu Chuan tiró de la puerta del armario y su hijo volvió a chillar.

Xu Ping observó como su padre salía del dormitorio y se sentaba en la mesa.
–Comamos. – Dijo débilmente.
Su padre cogió sus palillos, los puso en la mesa y cogió un poco de bok choy que dejaría en su tazón de arroz antes de metérselo en la boca.
Xu Ping recogió sus palillos sin entusiasmo. No tenía hambre, pero debía comer.
Padre e hijo comieron en silencio. Ninguno probó el tierno cerdo a la brasa que estaba en medio.
La rica carne estaba cubierta con pedazos de cilantro: se derretía en la boca. Con solo olerlo se te hacía la boca agua. Era casi imposible disfrutar de un plato así a excepción de en Fin de Año. La carne de cerdo era cara y su padre no tenía tiempo para cocinarlo.
El delicioso cerdo a la brasa se enfrió, el vapor desapareció y la salsa empezó a cuajar.
–Come carne. – Le dijo Xu Chuan a su hijo.
Xu Ping bajó la cabeza y engulló su arroz.
–No comemos cerdo a la brasa muy a menudo. Se lo guardaré a Xiao Zheng, a él le gusta.
Xu Chuan tiró los palillos tras otros instantes de silencio y se levantó de la mesa.
Xu Ping jadeó, pues pensaba que su padre iba a pegarle, y levantó los brazos a modo de defensa para encontrarse que su padre volaba hacia el dormitorio.
Pateó la puerta y rugió:
–¡Sal de ahí, Xu Zheng!
La puerta del armario golpeó la pared.
–¡No, no! – Chillaba su hermano.
Xu Chuan gritó:
–¡¿Qué te crees que haces?! Te vas de casa un mes sin decir nada. ¡¿Quién te dijo que podías hacer algo así?! ¡¿Sabes lo preocupados que estábamos?! Entonces vuelves y te escondes en el armario. ¡Puedes esconderte, ¿pero para siempre?! ¿Qué no vas a ver a tu hermano? ¡O sea que todavía sabes que es tu hermano! ¿Qué pasa si te regaña y te pega? ¡Ya se ha arrepentido y se ha disculpado! ¡Aunque no diga nada, sigue siendo tu hermano! ¡Te lleva cuidando desde que naciste, te lleva a clase, te compra lo que te gusta, te saca a jugar, se pega a ti y se pelea por ti! ¡¿Te has olvidado de todo esto en un mes?! ¡¿No le vas a ver?! ¡Qué te hace pensar que puedes hacer eso! ¡¿Qué has hecho por él?! ¡Sal de ahí! ¡Sal de ahí ahora mismo!
Xu Ping dejó su comida y se precipitó a la habitación para tranquilizar a su padre.
–¡Papá! Papá, no le fuerces. No lo entiende…
Vio que su hermano tenía la cabeza enterrada en un montón de ropa mientras que daba patadas con sus piernas blancuzcas. Una mano se aferraba al marco del armario y su padre le tiraba de la otra.
–¡No! – Gritó. – ¡No pienso ver a gege!
Xu Chuan hervía de rabia con los ojos desorbitados.
–¡Sal de ahí! Si no le ves como a tu hermano, ¿tampoco me ves a mí como tu padre? ¡¿Entonces, qué haces en mi armario?! ¡Sal de ahí! ¡Sal! ¡Yo nunca he tenido a un bastardo desagradecido como hijo!
Xu Ping escuchó a su hermano chillar mientras luchaba.
–¡No me gustas! ¡No me gustas, papá!
Quiso abalanzarse y taparle la boca, pero fue demasiado tarde. Xu Chuan se quedó de piedra ante las palabras del chico, le soltó el brazo y fue a por un palo. Como no encontró ninguno, cogió una regla de madera del escritorio y la esgrimió contra Xu Zheng.
¡Pam!
La regla se partió en dos.
Xu Ping estaba entre ellos y le salía sangre del ojo.
El tiempo pareció ralentizarse. Xu Ping vio como la regla volaba hacia su hermano y su cuerpo reaccionó antes que su cerebro. Al principio, sintió un poco de frío donde le pegaron, como un cubito de hielo contra su piel. Vio cómo a su padre le aparecía un abanico de emociones en la cara: sorpresa, ira, tristeza, lamento y más. Jamás había imaginado que pudieran coexistir tantas emociones en una cara. Casi sintió deseos de reír, y entonces, el dolor le dio como una bala.
No podía abrir el ojo. Se le salían las lágrimas. Seguramente estaba ridículo, por lo que pensó que lo mejor era que no le viese nadie.
–¡¿Te he dado en el ojo?! – Su padre se acercó corriendo y le preguntó. – ¡¿Te he dado en el ojo?!
Xu Ping sacudió la cabeza.
–No, pero el aire me hace llorar. Dame una toalla fría y ya está, papá.
Xu Chuan salió corriendo, tambaleándose.
Cuando las lágrimas le recorrían la herida le picaba. Xu Ping se cubrió la cara para que su hermano no pudiese verle la sangre.
–¿Estás bien? – Movió la mano por detrás de él en busca de su hermano. Xu Zheng no contestó y a él no le importó.  – Papá sólo está enfadado. No piensa lo que ha dicho. – Hizo una pausa antes de continuar. – No va a sacarte de la familia. Aunque llegue el día en que no te cuide, yo estaré contigo. Aunque no te guste o no me quieras ver, mientras me necesites, estaré contigo.
Cada palabra que salía de su boca le daba un tirón en los músculos de la mejilla, haciendo que brotase todavía más sangre. Cada frase era como una flor floreciendo en un lecho de carne.
–¿Puedes decirme, – preguntó – por qué no quieres verme? ¿De verdad me odias? – Volvió a preguntar su hermano mayor.
Pasó un buen rato hasta que escuchó la respuesta de su hermano.
–Lo siento.
El corazón de Xu Ping empezó a caer, dando vueltas, a un lugar profundo y helado. Justo cuando iba a continuar, su hermano pequeño confesó.
–No puedo ver a gege. Me gusta gege, pero gege no quiere verme. No te hice caso. Me dijiste que me muriese. No me he muerto. Lo siento.
Xu Ping se quedó allí de pie, atontado, hasta que escuchó unos sollozos desde algún sitio. ¿Xiao Zheng estaba llorando? Se tocó su propia cara y descubrió unas lágrimas calientes. Se dio la vuelta y abrazó a su hermano.
Xu Zheng luchó contra ello, pero Xu Ping le sujetó.
–Perdona, perdona, perdona… – Empezó a farfullar en el oído de su hermano. – No te mueras, Xiao Zheng. Tienes que seguir viviendo. Quiero verte cada día. Desde ahora, pasaremos juntos cada día.
Esta vez se lo contaría todo a su hermano como era debido.
Los movimientos de Xu Zheng cesaron, pero mantuvo los ojos cerrados.
–Abre los ojos y mírame, Xiao Zheng.
Xu Zheng sacudió la cabeza furiosamente.
–No te he visto, gege. Estoy muerto. Quería morir de verdad. Seguí caminando y caminando y…
Xu Ping le puso la mano en la boca.
–Sigues vivo, Xiao Zheng. Los dos estamos vivos. Ninguno de nosotros puede morir.
–Lo siento, gege. – Se disculpó.
Lloró con su hermano pequeño entre sus brazos. Sintió que su corazón flotaba en lava hirviendo y que sus huesos y su piel se derretía.
Nunca habría otro Xu Zheng.
Este idiota era el obsequio más valioso que le había otorgado el destino.
Casi le había perdido, pero ahora había vuelto.
Se juró a sí mismo que, por su sangre y por sus lágrimas, siempre sería un buen hermano. Lo usaría todo para darle una vida feliz a su hermano. Haría todo lo que hiciera falta, hasta renunciar a su propia vida por él.



[1] La Guardia Roja en el lago Honghu (洪湖赤卫队) es una película china de 1961 dirigida por Fangqian Chen que escenifica cómo el capitán Liu y el secretario Han dirigieron a un grupo de soldados del área de la base a la lucha.
[2] El laúd de sauce es más conocido como Liuqin (柳琴), uno de los instrumentos de cuerdas chinos que tiene una apariencia y estructura muy parecidas al Pipa, laúd chino de cuatro cuerdas, y que está siempre hecho con madera de sauce, en forma muy semejante a la hoja de este árbol.
[3] Este fragmento es un extracto de una de las canciones de la película “Guerrillas de Ferrocarril” (道游击队) de 1956. 

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