Capítulo 11

enero 19, 2018

Dame una rosa roja [,] y te cantaré mis canciones más dulces.
        Oscar Wilde, El ruiseñor y la rosa.

La puerta estaba entreabierta y podía escuchar la conversación que salía del comedor. Xu Ping no la abrió. Se le aceleró la respiración y empezó a sudar. Había soñado muchas veces con su hermano sentado en la silla del comedor diciéndole: “he vuelto, gege”. Podía llorar de pura alegría y despertarse llorando. ¿Era otro sueño? Y, si abría la puerta, ¿se vería solo en la cama a medianoche?
–Gracias, gracias… No se lo puedo agradecer lo suficiente…
Xu Ping escuchó el discurso incoherente de su padre.
–Para nada. Un anciano le acogió en el basurero del sur de la ciudad. Pensó que era mudo porque no decía nada y decidió cuidarle. Cuando vio el anuncio de desaparecidos, lo trajo a la comisaría.
–Sí, tengo que agradecérselo como se debe.
–Su chico ha tenido suerte de encontrarse con una buena persona. Hay muchos casos como este y ni la tercera parte vuelven de una pieza. Algunos padres llevan esperando tanto tiempo a que vuelvan que se han secado.
–Gracias, gracias por su labor. Tome, beba un poco de té y coma algo de fruta. No se contenga…
El sonido volvió a apagarse.
Si aquello era un sueño, rezaba a quien fuese que le escuchase, para no tener que despertar. Abrió la puerta un poco. En la mesa había tres personas. Una era un hombre con el uniforme verde de policía que le daba la espalda, su padre estaba sentado en frente de él con una expresión demasiado emotiva y a su lado había un chico cubierto de mugre y cabizbajo.
Xu Ping se quedó en el marco de la puerta.
El policía se levantó y se arregló el traje.
–Bueno, ya le he traído a su hijo.  Todavía tengo que trabajo que hacer en la comisaría, así que no le quitaré más tiempo.
Xu Chuan le estrechó la mano, expresando su gratitud mientras le hacía señas a Xu Ping.
–Ven a darle las gracias al oficial, ha traído a tu hermano.
Xu Ping continuaba con los ojos fijos en Xu Zheng, no podía oír nada. Avanzó un paso, luego otro más. A cada paso que daba anticipaba caer en un sueño profundo, pero al final, se quedó de pie ante Xu Zheng, completamente despierto.
El pelo del chico estaba sucio y largo, y destilaba un hedor horripilante.  Llevaba la camiseta interior de algún adulto que parecía haber sacado de la basura. Tenía la piel del cuello y de los brazos negra por la roña y las uñas llenas de suciedad. En sus sueños su hermano siempre era un ángel limpio y callado, que le hablaba y conseguía que jugase con él en la caja de arena. El chico siempre sonreía y se quejaba, pero Xu Ping sabía que aquello era un sueño, no una realidad.
Xu Zheng estaba cabizbajo y le temblaban los hombros. Estaba sucio y apestoso como un vagabundo de las calles. Miró a su hermano que estaba de pie ante él, pero no hizo ningún ruido.
Xu Ping pensó que se alegraría como había hecho en sus sueños, pero al final, se sintió fatal.
Apretó los puños para evitar que le cayesen las lágrimas.

Del baño salía el sonido de las gotas y el derrame de agua al que siguió el chirrido del grifo al cerrarse. La puerta no estaba cerrada, por lo que Xu Ping podía ver desde el comedor a su padre sentado en el pequeño taburete sujetándole el brazo a Xu Zheng.
–Vamos, Xiao Zheng, vamos a quitarnos esa ropa.
El chico no dejaba de moverse violentamente. Xu Chuan le desgarró la camiseta que se había vuelto negra aferrándole el brazo. Al niño se le veían as costillas a través de una capa fina de piel mugrienta.
A Xu Chuan aquella imagen le tomó por sorpresa y, tanto los ojos como la nariz, le escocieron. Bajó la vista y procedió a quitarle los pantalones.
–Debe haber sido duro. Seguramente no has comido bien durante estas semanas, ¿eh? Te haré cerdo a la brasa cuando estés limpio. Te encanta el cerdo a la brasa, ¿verdad?
Xu Zheng no dijo nada. Se debatía contra las manos que intentaban quitarle los pantalones.
Xu Chan tampoco esperaba esta reacción de su hijo, y tuvo que usar la fuerza bruta para desnudarle y darle la vuelta para poder inspeccionarle. Suspiró aliviado cuando no encontró ninguna herida; el muchacho sólo estaba en los huesos.
Levantó el cubo de agua caliente que había preparado y se lo echó por encima de la cabeza. Xu Zheng quedó empapado de los pies a la cabeza. El pelo largo se le pegó a la cara dándole un aspecto todavía más minúsculo.
Xu Zheng empezó a chillar del susto. La tetera de la cocina empezó a hervir.
–¡Xu Ping, – gritó Xu Chuan mientras sujetaba a su otro hijo por la muñeca. – apaga el fogón, vierte el agua en los termos y trae uno!
Xu Ping contestó y se levantó del sofá del comedor. Los dos termos verdes por fuera y grises por dentro habían formado parte de la dote de su madre. Durante los años más duros de su vida, la pareja había convivido en una granja decadente sin cocina, ni lavabo y tenían que ir hasta el trabajo si querían agua limpia o hervida.
Xu Ping llenó los termos y los tapó con la tapa de madera antes de llevar uno al baño.
Allí, se encontró a su padre tratando de frotar jabón sobre Xu Zheng que luchaba como si su vida dependiese de ello.
–¡Xiao Zheng! ¡¿Qué haces, Xiao Zheng?! Eres un buen chico. Papá sólo quiere limpiarte. ¡Pórtate bien!
En cuanto el jabón tocó a Xu Zheng, chico dejó escapar un chillido penetrante. Xu Chuan le cogió por el hombro.
–¿Qué pasa, Xiao Zheng? Te encanta estar limpio, ¿no? ¿Quién crees que soy? Soy papá. Mírame bien. ¡Soy papá!
La respuesta al hombre fue un puñetazo en el ojo. Se quedó agazapado, tapándose el ojo e incapaz de levantarse durante unos instantes.
Xu Zheng aprovechó el momento para escapar, dejando un rastro de pisadas. Pasó por el lado de su hermano como el viento, sin dedicarle una mirada.
Xu Ping dejó los termos y se quedó fuera del baño un buen rato.
Su padre todavía estaba de espaldas a la puerta con los hombros temblando y el pelo canoso.
Xu Ping cerró la puerta para él y siguió las pisadas hasta el dormitorio principal donde había un enorme armario bien cerrado. Las cortinas estaban abiertas y ya era de noche afuera. Las estrellas les espiaban a través del cristal.
La habitación estaba mal iluminada por la luz del comedor que llegaba un poco más allá del marco de la puerta, donde antes de llegar a la cama, se la traga la oscuridad.
–¿Hay alguien aquí? – Xu Ping llamó a la puerta del armario.
No hubo ningún ruido. Xu Ping tiró de la manilla, pero la persona que había dentro mantuvo la puertecita cerrada.
–¿Estás aquí, Xiao Zheng?
Nadie respondió.
Xu Ping cerró la puerta de la habitación y bajó las cortinas. A excepción de la luz que se colaba por debajo de la puerta, el cuarto se quedó a oscuras.
Normalmente, la oscuridad era fuente de terror, pero Xu Ping se sentía tranquilo. Tenía mucho que decirle a su hermano – las cosas que habían estado rondándole por la cabeza y los sueños que le había robado – y quería disculparse con él, pero cuando llegó el momento, se asustó. Temía ver la expresión indiferente de su hermano. Temía que su valor se esfumase bajo esa mirada gélida.
Xu Ping se puso de pie ante el armario, sin saber cómo empezar. Xu Zheng, que tan cerca había estado de él, ni siquiera respondía cuando le llamaba por su nombre.
–Xiao Zheng, ¿no me hablas porque no te gusto? ¿Dónde has estado todo este tiempo? Papá y yo te hemos estado buscando. Papá puso un anuncio en el diario, estaba muy preocupado por ti. Me traje tu cubo y tu pala, ahora están debajo de la mesa. Mañana podemos ir a la caja de arena, ¿vale? Siento haber llegado tarde aquel día y haberme enfadado contigo. Estabas muy enfadado, ¿a qué sí? Lo siento, Xiao Zheng, no lo volveré a hacer. Me aseguraré de llegar a tiempo cada día… ¿Me estás escuchando, Xiao Zheng? ¿Qué tal tu pierna? ¿Todavía te duele donde te pegó Lu Jia? Papá se enfadó mucho. Me pegó por primera vez porque te perdí. Me dijo que no era un buen hermano. Debo ser un hermano horrible, ¿verdad? ¿Sabes, Xiao Zheng? Creo que te has hecho más fuerte. Le acabas de pegar a papá en el ojo y le ha dolido tanto que está llorando. No sabes lo que es el dolor, ¿no? El cuerpo humano es muy frágil y duele con el mínimo choque o arañazo, o cuando te tropiezas y te caes y sangras. Y a veces, el corazón te duele, aunque estés bien porque en el mundo hay cosas que no puedes soportar. Así que cuando alguien llora es porque debe haber pasado por algo duro y hay que tenerle lástima. A papá le ha dolido tanto que está llorando, Xiao Zheng. ¿Por qué no le animamos después? ¿Me oyes, Xiao Zheng? La señorita Zhang me dijo que te escapaste de casa tú solo. ¿Por qué…? ¿Por qué te escapaste?  ¿Estás enfadado conmigo, Xiao Zheng? ¿Mis palabras te hicieron tanto daño que no quieres volverme a ver? Ah… ¿Qué digo? Pues claro que estás enfadado. ¿Te acuerdas de mamá? Mamá era guapa y callada, y tus ojos son iguales que los suyos. Dicen que mamá era tonta, pero yo nunca lo he pensado. Nunca se enfadaba sin motivo, y hacía unos mantou[1] y baozi[2] buenísimos. Si le sonreías, ella te devolvía la sonrisa. También era muy guapa. Era la mejor mamá. ¿Sabes, Xiao Zheng? Papá me hizo quitarme el gorro que mamá me hizo antes de pegarme. Se querían mucho. Papá no quiere que se sienta mal en el cielo. Me alivia mucho, Xiao Zheng. ¿Qué significa ser listo o retrasado? Mamá podía hacer bollos y tejer, y le sonreía a todo el mundo. No le hacía daño nada, pero como le costaba leer, escribir e interactuar con la gente, la llamaban tonta. Y luego hay gilipollas como Lu Jia, que sólo saben aterrorizar a los más débiles y acosarles, pero que se creen que son listos. En un mundo así, prefiero ser tonto. ¿Me estás escuchando, Xiao Zheng? Cuando desapareciste no dejé de pensar, de intentar descubrir cómo ves el mundo. ¿De verdad no entiendes lo que dice la gente, o sólo te tapas los oídos y no escuchas lo que no quieres oír? ¿De verdad no sientes dolor, o sientes tanto que no puedes ni describirlo? Lo siento, Xiao Zheng. Le prometí a mamá que sería un buen hermano y no lo he sido. Te he hecho cosas horribles y te he dicho cosas terribles, y te he hecho mucho daño. Lo siento, Xiao Zheng, lo siento. Soy un hermano horrible.



[1] El mantou (饅頭) o pan chino al vapor, un alimento imprescindible en la cocina del norte de China. Elaborado a base de mezclar harina de trigo, agua y levadura para después cocer al vapor, el mantou, más que pan parece un bollo esponjoso sin relleno.
[2] El baozi (包子) es un pan relleno de carne picada o de verduras similar al mantou.

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