Capítulo 10

enero 19, 2018

Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. Vosotros sois la sal de la tierra: y si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada? no vale más para nada, sino para ser echada fuera y hollada de los hombres. Vosotros sois la luz del mundo: una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, mas sobre el candelero, y alumbra á todos los que están en casa.
        Mateo 5:13 – 15

El señor Ma, el maniático profesor de matemáticas, estaba gritando desde su lugar detrás del podio cuando sonó la campana.
–¡Sólo he hecho el examen un poco, poquito, casi nada, más difícil y suspendéis todos! ¡La nota más baja ha sido un nueve[1]! ¡Nueve! ¡¿Es posible a vuestro nivel?! ¡¿Eh?! ¡Hasta un cerdo con los ojos vendados sería capaz de sacar mejor nota! ¿Os pensáis que estáis en la guardería? ¡Este año haréis el examen de admisión a la escuela media! ¡Si no entráis a una buena escuela media, no entraréis a un buen instituto y no conseguiréis meteros en una buena universidad! ¿Y qué pasará si no entráis a una buena universidad? ¡Ja! ¡Siendo franco, vuestra vida estará acabada! ¡A-CA-BA-DA!
Xu Ping levantó la mano derecha.
–¡¿Qué?! – Gritó el profesor.
–Señor Ma, ya ha sonado la campana. – Dijo Xu Ping al levantarse.
La clase se sumió en silencio y le miró.  El señor Ma golpeó el estrado.
–¡¿Intentas decir que estoy sordo?! ¿Qué más da si ha sonado la campana? ¡Os tenéis que quedar sentados en vuestros sitios hasta que os dé permiso!
Xu Ping respondió con mucha tranquilidad.
–Pero señor, no me puedo quedar sentado, me duele el culo. Tengo que ir a casa para cagar.
La clase entera estalló en carcajadas. El maestro Ma se enfadó tanto que le temblaron los labios. Revolvió los papeles de su escritorio para meterse con Xu Ping, pero descubrió que el chiquillo había sacado un setenta y seis, de las notas más altas de la clase. Sólo unos cuatro o cinco niños habían sacado más que él. Incapaz de expresar su ira, se enfureció todavía más.
Entonces, alguien se burló.
–¿Cagar? ¿Te refieres a ir a buscar a ese retrasado en el baño público?
Las risas se apagaron al poco tiempo y todos los presentes miraron de soslayo a Xu Ping. Justo entonces, el profesor Ma recordó que la tutora de aquella aula le había contado que el hermano de uno de los estudiantes había desaparecido, así que la familia estaba pasando por un momento duro y le había pedido que vigilase el estudiante.
Xu Ping se dio la vuelta y contestó con indiferencia.
–Sí, ¡todo el mundo lo sabe! Mi hermano es un retrasado que echaron de la escuela. Apenas consigue recordar el camino a casa. Mi madre murió y mi padre tiene un trabajo duro, así que en cuanto acaben las clases tengo que ir a buscar a mi hermano. No tenemos más familia. Puede que sea un retrasado, pero no puedo dejarlo y ya, ¿no?
La clase se quedó en silencio. Los rostros de cada uno de los estudiantes ardían con una extraña sensación bochornosa que les incomodaba. Incluso el profesor Ma se empezaba a sentir mal. Recogió los papeles y sus libros, y entonces, escupió:
–Espera a mañana. – Entonces, se marchó.
Cuando Xu Ping recogió sus cosas, alzó la vista y se encontró con varias miradas posadas en él. El chico sonrió a sus compañeros y todos apartaron la cara como si la mirada de Xu Ping les quemase. Nadie se atrevía a mirarle directamente a los ojos.
Casi todos sus compañeros de clase hablaban mal de su hermano. Ahora que había desaparecido el cotilleo se convirtió en una maldición y la sonrisa de Xu Ping se llenó de críticas.
Cuando se iba, Lu Jia volvió del baño con un cubo de agua porque estaba a cargo de la limpieza. Ambos se encontraron en uno de los descansillos de las escaleras.
Xu Ping se metió la mano derecha en el bolsillo donde tenía el cuchillo plegable con el que afilaba sus lápices y miró a su compañero de clase con indiferencia, como si estuviese esperando su reacción. Lu Jia quiso burlarse de él y llamarle “pedazo de mierda” como ya había hecho en anteriores ocasiones, sin embargo, se le erizó el pelo sin motivo aparente. En ese chico había algo diferente, pero no adivinaba el qué.
Una pierna salió de la nada y el cubo rodó por las escaleras, mojándolas.
–¡¿Quién coño ha sido?! – Exclamó Lu Jia girándose.
Al lado de Xu Ping había un chico moreno, rudo con el pelo rapado que le estaba mirando con una mofa traviesa.
–Yo. ¿Algún problema?
La mirada de Lu Jia pasó de He Zhi a Xu Ping antes de asentir.
–Ya veo de qué va esto. Tú espera. – Entonces, bajó por las escaleras para buscar su cubo.
He Zhi se mofó e hizo ademán de perseguirle, pero Xu Ping le detuvo.
–Gilipollas. – He Zhi escupió al suelo disgustado.
Xu Ping le dio un codazo suave antes de bajar las escaleras.
–Tranquilo. No hace falta que me defiendas, ¿vale?
He Zhi corrió detrás de él.
–No sé qué es lo que le veía. Pensaba que era un buen amigo.
Xu Ping no respondió.
He Zhi continuó parloteando hasta la entrada de la escuela.
–¿Qué puedo hacer por ti, Da Zhi? – Preguntó Xu Ping.
He Zhi se rascó la cabeza.
–Estaba pensando en acompañarte a ir a buscar a tu hermano.
Xu Ping se emocionó, pero le rechazó de todas formas.
–¿Sabes cómo es mi hermano? Da igual, déjalo. La policía está en en ello.
He Zhi miró al chico como si quisiera decir algo más, pero Xu Ping le interrumpió con impaciencia.
–Nos vemos.
Todo lo que He Zhi consiguió sacar de su boca fue un: “vale”.
Su amigo parecía haberse convertido en otra persona durante aquellas últimas semanas. Como una botella de agua que rellenan con erguotou[2], parecía transparente y capaz de explotar en cualquier momento.
–¡Ping zi! – Gritó de repente mientras observaba cómo el otro chico encogía en la distancia.
Xu Ping no miró atrás y se limitó a mover la mano sin muchas ganas.

Xu Ping le pagó cinco centavos a un vendedor de la calle por el periódico local. De pie en la calle, sacudió las páginas. Se saltó los titulares sobre eventos internacionales de la segunda página, la sección de economía de la tres y fue directo a las noticias locales.
“Incendio matutino en una csa. Un muerto y tres heridos”, “Carterista habitual del bus arrestado por un agente de incognito con los aplausos de los viajeros”, “Las entradas gratuitas al zoo del norte de la ciudad del día de los animales, cuatro de octubre, atrajeron a muchos visitantes”, etc.
Después de echarle una ojeada no encontró nada sobre niños desaparecidos, ni tráfico infantil. Xu Ping repasó la sección y encontró el anuncio de “desaparecido” que su padre publicó tres semanas atrás.
“Xu Zheng. H. 8 años. Última vez visto en el Distr. Tieshan, ciudad X, 8 de Setiembre 1983. Lleva una camiseta roja y pantalones cortos. Recompensa a cambio de información. Contacten a Xu Chuan”.
Debajo del párrafo salía una fotografía en blanco y negro de Xu Zheng, la dirección y el teléfono del trabajo de su padre.
El diario revoloteó ruidosamente por la brisa otoñal. Xu Ping lo dobló y se lo metió en la mochila.
Otoño estaba al borde de la esquina. Las hojas caducas se habían vuelto doradas y flotaban al suelo con el refrescante viento del este. Ya no se llevaba manga corta, sino abrigos con bolsillos delanteros y algún que otro soldado con el uniforme del ejército. Los vendedores de calle empezaron a vender moniatos y nueces fritas, cuyo rico y dulce aroma se podía apreciar desde la lejanía.
Xu Ping se quedó de pie en la calle contemplando la gente que iba y volvía. Habían hecho todo lo que habían podido: denunciarlo a la policía, publicar anuncios, poner carteles en farolas… Pero Xu Zheng no había vuelto. Su padre había pedido un mes de vacaciones y salía a buscar a su hijo a diario. Xu Ping tampoco quería ir al colegio, pero su padre le había regañado cuando lo dijo.
De repente, la mano de Xu Ping se aferró a un niño que pasó por su lado. El chiquillo se sobresaltó del susto y se giró, pero sus ojos pequeños y sus cejas eran lo más diferentes a Xu Zheng posible.
–Perdona, – Xu Ping soltó al pobre niño. – me he equivocado de persona.
Los amigos del niño tiraron de él mientras refunfuñaban por lo bajo.
–¿Buscas a alguien? – Le preguntó el anciano que vendía periódicos.
–Sí. – Respondió Xu Ping. –Busco a mi hermano. Ha desaparecido. – Mientras tanto, sacó el periódico que guardarse y señaló la foto de Xu Zheng. – ¿Le ha visto, señor?
El anciano se puso las gafas y entrecerró los ojos antes de sacudir la cabeza.
–No, me temo que no.
Xu Ping pensó que se decepcionaría, pero tal vez había pasado demasiado tiempo para decepcionarse.
–Gracias. – Asintió como si ya hubiera estado esperando esa respuesta.
–¿Ya has llamado a la policía? – El anciano le tuvo pena. – Los tiempos están cambiando, como te cuento. Mi chico tenía sólo dieciséis años cuando se alistó en la Gran Marcha[3], fue hasta Guangzhou y volvió sano y salvo. Hoy en día hay muchos traficantes, ¿sabes? Y cuando ven a un chiquillo majo, lo cogen y lo venden en barrios lejanos. Les da igual si la familia está o no triste.
Xu Ping quiso replicarle algo, pero no halló su voz. Recordó que la policía había picado a su puerta un día informando que habían encontrado el cadáver de un niño en el rio y querían que Xu Chuan fuese a la comisaría a confirmar. Xu Chuan salió corriendo y no regreso hasta bien entrada la noche. Cuando lo hizo, se derrumbó en el sillón y se quedó allí un buen rato. Xu Ping se aferró al marco de la puerta y, cuando su padre habló, sus piernas le temblaban.
–No era tu hermano.
Xu Ping se despidió del anciano y deambuló por ahí, cogiendo a cualquier persona que se pareciese a su hermano por atrás. Muchas veces vio que la persona en cuestión iba cogida de la mano de sus padres, pero no le importó, continuó precipitándose con un pequeño rayo de esperanza.
Siempre esperaba no tener que volver a casa para acompañar a su hermano a la caja de arena, pero ahora había perdido su motivo para volver a casa. Temía demasiado hasta mirar debajo de la mesa cada vez que entraba en el comedor – el cubo rojo de su hermano estaba allí. Verlo le hacía pensar en Xu Zheng que le esperaba cada día en la silla, con las piernas pegadas el pecho y eso le torturaba.
El sol estaba poniéndose cuando decidió volver a casa. Era el mismo camino Xinmin, la misma librería. Xu Ping lo pasó de largo indiferentemente; ya no quería leer.
Mil héroes no se podían comparar con su estúpido hermano.
Anduvo por el patio del complejo de la tropa cultural cabizbajo y se chocó con alguien conocido vestido con gafas cuadradas y una chaqueta gris.
Era Zhang Jinmin que había salido corriendo tan deprisa que las gafas se le habían resbalado por las orejas. Al ver a Xu Ping se regocijo.
–¡¿Dónde has estado?! ¡Llevamos años buscándote! ¡Rápido! ¡Vente a casa conmigo! ¡La policía ha encontrado a tu hermano!



[1] Los exámenes están puntuados sobre cien.
[2] Erguotou (锅头) es conocido como: “el licor blanco chino”. Es claro y potente, y se tarda seis meses en fabricar. 
[3] La Larga Marcha fue un recorrido revolucionario de 12.500 kilómetros en 370 días a través del interior de China que siguieron las tropas del Ejército Rojo, las fuerzas armadas del Partido Comunista de China, entre los años 1934 y 1935, huyendo del ejército de nacionalista comandado por Chiang Kai-shek. 

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