Capítulo 5

enero 19, 2018

No me voy a ningún sitio… Si quiero morir, lo haré aquí mismo.
        Muhammed Ali en Ali (2001)


–¡Levanta! ¿No querías pegarme? ¿Qué pasa, cobarde? ¿No aguantas ni un par de puñetazos? ¡Zhao Bo, coge a este hijo de puta! ¿Crees que me das miedo tú o tu palito? ¡En tus putos sueños! ¿Oh? ¿Qué? ¿Te has quedado mudo? Tan listo que has sido para chivarte con tu boquita a la profe que siempre llego tarde y copio los deberes. Has sido tú, ¿no? ¡Dilo! ¡Venga! Le has pegado a mi hermano, ¡¿verdad?! ¿No vas a hablar? Zhao Bo, Liu Wan, ¡agarradle fuerte! Sólo va a segundo, ¡tiene cinco años menos que tú! ¡Deberías meterte con alguien de tu tamaño! Te crees un chico duro, ¿eh? ¡Muy bien, veamos qué puedes hacer! ¿Crees que puedes tocar a mi hermano pequeño? ¡No puedes permitirte hacerle daño! ¿Qué? ¿Te crees que tu hermano retrasado es mejor? Zhao Bo, cógeme un ladrillo.
–Vale, Lu Jia. Ya le has pegado lo suficiente, mírale.
–¿Lo suficiente? ¡Eso no es lo que pensó él cuando le zurró a mi hermano!
–A este ritmo le matarás.
–Sí, y tengo un agujero sangriento en la cabeza donde me ha pegado con el palo.
–Sólo mira, vale…
–¡Ojalá se muera! Su madre es medio retrasada y su padre tampoco anda del todo limpio[1]. ¡Por eso se casaron y su hijo, Xu Zheng, salió retrasado!
–¿De verdad?
–Eso ha dicho mi madre, ¡es lo que dice todo el mundo! ¡El retraso está en los genes! ¡Así que cuando Xu Ping se case, su hijo saldrá como su hermano! ¡Todos retrasados!
–Pero Xu Ping parece bastante normal.
–¿Y yo qué sé? Su madre era tonta pero muy guapa, su padre también es muy atractivo y él no se parece a ninguno.
–¿Y si es adoptado?
–¡Sí, a lo mejor sí! Como sabía que iba a tener un hijo retrasado, acogió a un hermano normal para que cuidase del tonto. ¿Veis? Xu Ping juega con él en la caja de arena cada día. ¡Es mejor que una esposa niña[2]!
–Jajaja…
–Vale, vamos. ¡Me duelen los ojos de mirar a estos dos montones de mierda!
Xu Ping se quedó tumbado en el suelo en silencio. La sangre le brotaba de la brecha de su cabeza y se secaba antes de alcanzar el suelo. El cielo ya estaba completamente negro y las estrellas eran como farolas, bombillas plateadas en el oscuro cielo nocturno.
Era el final del verano y el principio de otoño. Los insectos estaban disfrutando de la última fiesta del año porque la primera helada acaecería pronto sobre la ciudad y les obligaría a morir y volver a la tierra en forma de mugre.
Xu Ping no parpadeó. No recordaba la última vez que había tenido la libertad de tumbarse en un suelo polvoriento. ¿A los cuatro años? ¿A los tres? Los recuerdos de su infancia eran borrosos, incluso el rostro de su difunta madre era irreconocible.  Los únicos que quedaban eran papá, Xu Zheng y él. Cuánto más mayor se hacía, más restricciones invisibles asumía. Era como si, año tras año, estuviese creciendo en una caja. Su cuerpo también se volvería cuadrado dentro de poco.
No podía rodar por el suelo, no podía usar las manos para comer, no podía quejarse, ser descarado o temer al dolor. Papá era “bueno” con él, pero esa “bondad” era distinta de la que recibía Xu Zheng. Hasta Xu Ping se sorprendía y envidiaba el afecto incondicional que los ojos de su padre le profesaban a su hermano.
Da igual lo mucho que lo intentase, aunque sacase una puntuación perfecta en un examen, elogiasen su redacción o fuera el que levantase la bandera el lunes, su padre se limitaba a contestar con un asentimiento de cabeza o, a veces, con un “sigue así”. Sin embargo, cuando Xu Zheng conseguía cualquier cosa, por insignificante o pequeña que fuera, como atarse los zapatos, su padre le inundaba de abrazos, besos y regocijo, como si quisiera abrir la puerta y gritarle al mundo: “¡Mi hijo sabe atarse los zapatos!”.
Xu Ping, sintiendo que todo aquello era injusto, dejó en blanco su examen para conseguir la atención de su padre, pero todo lo que consiguió fue un: “ya eres mayor, Xu Ping”.  En cuanto su padre se dio la vuelta, Xu Ping alzó el papel en blanco con un circulo rojo y rompió a sollozar en silencio por el bochorno abrumador, la pena y la ira. Su padre, sin ofrecerle ni una sola palabra de consuelo, le gruñó: “¡Vigila tu comportamiento! ¡No olvides que eres el hermano mayor!”.
Xu Ping meneó las piernas y los brazos. El dolor le recorrió el cuerpo. Se sentía como si le hubiesen cortado las extremidades, como una silla rota, y gemía a cada movimiento. Siseó.
Una pequeña figura se arrastró desde una esquina y se le acercó.
–Las siete en punto. Hora de cenar.
Xu Ping no habló.
–Gege, – repitió Xu Zheng después de una pausa. – las siete en punto, ¡hora de cenar!
–Ves a comer tú solo.
Xu Zheng gritó como si no le hubiese oído.
–¡Gege[3], la cena!
Xu Ping se quedó allí tumbado, inmóvil.
Xu Zheng volvió a gritarle y fue a tocarle.
Xu Ping le apartó entre gritos:
–¡Te he dicho que vuelvas tú solo! ¡¿No me oyes?!
Xu Zheng se cayó de culo y se sentó allí, contemplando a Xu Ping.
De repente, todo se quedó en silencio. La luz plateada se derramaba en el edificio abandonado a través de las ventanas rotas. Los insectos gorjeaban desde unos cuantos arbustos del exterior.
–Ah, – murmuró para sí mofándose. – ¿cómo se me ha podido olvidar que eres retrasado? ¡¿Cómo va a saber el camino un retrasado?!
Xu Zheng miró a su hermano con sus enormes ojos redondos. La herida de su pierna volvió a abrirse y le empezó a salir pequeños rastros de sangre. Se revolvió para levantarse y siguió a su hermano hasta la salida.
Salieron por la puerta verde, atravesaron el pasillo pintado de un azul grisáceo en ambos lados, bajaron las escaleras del tejado aguantándose en la barandilla de madera. Un paso, dos pasos, tres pasos…
Xu Ping sabía que su hermano estaba detrás de él sin tener que girarse. Sus sombres se alargaban, se encogían y se fusionaban al pasar por las farolas.
Vio las luces de la residencia de la tropa cultural.
–Vale, – Xu Ping se detuvo y habló agotado. – ya te sabes el camino desde aquí. Vete a casa.
–Gege, la cena.
–Cuando vuelvas te darán la cena.
–Gege, la cena.
–¡¿Cuántas veces te lo tengo que decir?! ¡Si tienes hambre, vuelve! ¡Vuelve y cómete tu puta cena! – Gritó Xu Ping.
Xu Zheng se quedó callado unos instantes antes de volver a hablar.
–Gege, las siete en punt-…
Pero esta vez Xu Ping le interrumpió antes de que pudiese terminar.
–¡No soy tu hermano!
Xu Zheng vaciló seguramente porque no entendía el significado de aquello.
–Geg-…
–¡No me llames así! – Xu Ping rugió entre dientes. – ¡Soy normal! ¡No tengo un hermano retrasado! – Xu Zheng se quedó ahí quieto. – ¿Cómo lo vas a entender? Todo lo que haces es comer, dormir y jugar con tu arena. ¡Eres un alíen! ¡Alíen! ¡Un alíen que no sabe nada! ¡¿Sabes lo que significa vivir?! ¡¿Sabes lo que es el dolor?!
Xu Ping balanceó el brazo hacia atrás y le cruzó la cara a Xu Zheng de una bofetada. Xu Zheng levantó los brazos para defenderse.
–¡¿Por qué no me la devuelves cuando te pego?! ¡Devuélvemela! ¡Pégame! ¡Dame de hostias!
–Ge-…
–¡No me llames así! ¡Te odio! ¡Te odio!
Pateó y le dio puñetazos a su hermano mientras las lágrimas le recorrían el rostro como si sintiese una pena profunda. El rostro de su hermano se cubrió de huellas rojas al poco tiempo además de la hinchazón de lo de antes. Estaba hecho un desastre.
–¡Llora! ¡¿Por qué no lloras?! ¡¿Por qué no lloras nunca?! Cuando mamá murió no te entristeciste. ¡Monstruo! ¡Eres un monstruo cruel! Todo es culpa tuya. ¡Todo! Todo. Si no fuera por ti… Si no fuera por ti-…– No pudo terminar.
Le estaba haciendo tanto daño a Xu Zheng que le empujó haciéndole tropezarse con una piedra y caer de espaldas. El agujero de su cabeza se abrió todavía más y le empezó a gotear sangre por la cara.
Los dos chicos se sorprendieron.
Xu Zheng avanzó un paso y le llamó con suavidad.
–Gege…
Xu Ping estaba mareado y se le aceleró la respiración. Apartó la mano de su hermano mientras la sangre y las lágrimas se le mezclaban en la cara.
–Muérete. No quiero volver a verte nunca más.



[1] Hubo un tiempo en el que el Partido Comunista evaluaba a la gente basándose en lo “comunista” que era. Si algún familiar o la persona en sí era rico o poseía alguna tierra, no estaba limpio y se dejaba constancia de ello en el informe que te seguiría el resto de tu vida.
[2] Las esposas niñas son una práctica en la que se venden niñas a otras familias para casarlas.
[3] Gēge (哥哥) significa “hermano mayor”. 

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images