Capítulo 6

enero 19, 2018

¡Corre, Forrest! ¡Corre!
        Forrest Gump en Forrest Gump (1994)

El primer juguete que tuvo Xu Ping fue un caleidoscopio de cartón de color beige. Se le ponía la lente en el extremo que tocaba tu ojo mientras girabas el otro de cara al sol, y así, empezaban a aparecer dibujos azul oscuro.
Puede que no te gustase o sí, pero si tenías paciencia cambiaba. Lo más importante era que tu dibujo favorito no cambiaba y te esperaba. Cada vez que lo dejabas, se escondía como un niño travieso para que pudieras volver a buscarlo cuando mirases el sol.  Pero este juguete que parecía tan complejo no era más que un tubo, espejos y un pedazo de papel de colores.
Xu Ping se decepcionó muchísimo. Creyó que encontraría muchísimos papeles con dibujos y que todo lo que tenía que hacer era escoger su favorito para no tener que volver a buscarlo nunca más. Cuando separó el calidoscopio, el espejo se rompió y no pudo volver a apreciar esos dibujos nunca más.
Xu Ping barrió un poco antes de perder su juguete en lo más profundo de su memoria. Mucho pasó después de aquello, nació su hermano, su madre murió, empezó primaria, su hermano también, a su hermano le pegaron, su padre casi se casa con una mujer que se llamaba Li pero no se volvió a oír hablar del tema…
Xu Ping, cuando el señor Zhang le llevó al hospital bien entrada la noche, pensó que no volvería a acordarse de ese calidoscopio nunca más. Vio cómo las baldosas del mosaico azul giraban bajo la luz blanca en un estado febril.
–Cali… Calidoscopio…
–¡¿Qué?! – El señor Zhang empezó a tener sudores fríos. – Xu Ping, en nada ya estará. Eres un chico valiente. Aguanta y los doctores y las enfermeras te curarán la herida. Aguanta, sólo un poquito más.
–Quiero el calidoscopio… – Murmuró mientras abrazaba el cuello del hombre.
–Vale, vale, vale, ¡te compraré uno cuando te pongas bueno! – El señor Zhang buscaba la sala de emergencias con Xu Ping en brazos. – Eres un buen chico, Xu Ping, un guerrero valiente. Estamos en el hospital, aguanta.
Xu Ping estaba muy feliz. Muy, muy feliz. Había pasado mucho tiempo desde que alguien le había concedido sus deseos incondicionalmente; había pasado mucho tiempo desde que alguien le había dicho que era un guerrero valiente, que era un buen chico.
Se aferró al cuello del hombre. El fuerte y cálido abrazo le alivio. Ya no tenía que tener miedo, nadie podría hacerle daño. Descansó la cabeza en el hombro del hombre y los dibujos del suelo continuaron cambiando como mil flores.
No recordaba nada. Como si hubiese vuelto a ser un bebé. Papá estaba escuchando la radio en el comedor, mamá estaba haciendo bollos al vapor en la cocina y él estaba tumbado en la silla del balcón, retorciendo su juguete favorito contra el sol. Xu Ping cerró los ojos y lloriqueó.
–Papá…
La respuesta que recibió fue una palmadita suave en la espalda de una mano enorme.


Le pusieron siete puntos en la herida y le raparon la mitad de la cabeza para un escáner CT cuyos resultaron aseguraron que tenía el cráneo bien. Aun así, le pusieron la vacuna del tetanus por si acaso.
Hacía rato que Xu Ping se había quedado dormido cuando le pusieron los vendajes. Tuvo muchos sueños raros, todos eran pequeños pedazos de recuerdos que olvidó cuando abrió los ojos.
Lo primero que vio al despertarse fue al señor Zhang cabeceando en una silla al lado de la camilla. Tenía las gafas en la punta de la nariz y toda la camisa arrugada.
El cielo estaba brumoso por el fulgor matutino y todavía quedaba algo de niebla. Xu Ping permaneció tumbado en la cama unos minutos. El dolor no dejaba su cabeza y su cerebro se negaba a funcionar como una maquina que ha perdido el motor.
Se sentó con cuidado y sacudió el brazo del señor Zhang.
–¿Por qué estoy aquí?
Zhang Jinmin también se despertó y respondió frotándose el cuello entumecido.
–¿Te acuerdas de que te traje para que te cosieran?
Xu Ping ya había vuelto a su cascarón protector; ya no era un niño que pedía juguetes.
–Gracias, señor Zhang. – Contestó educadamente.
Zhang Jinmin claudicó antes de acariciarle la cabeza al niño.
–¡Niño, no te comportes como un adulto!
Xu Ping tardó cinco segundos en reaccionar. ¿Hablaba de él? Ya no era un niño.
–¿Dónde está mi hermano?
–No le he visto, – Zhang Jinmin se tensó y contestó con sinceridad. – pero antes de que nos fuéramos le pedí a la señora Zhang que le buscase. Sólo es un niño, no habrá llegado muy lejos. Seguramente ahora está en casa durmiendo.
Xu Ping siempre había respetado al señor Zhang porque era el mejor de todos los hombres. De no ser así, su padre no los habría dejado con él, y en segundo lugar, era un hombre sincero. Mucha gente buena eran buenos mentirosos, pero el señor Zhang no. Cada palabra que le dedicó al estudiante fueron verdad. Hablaba con Xu Ping tratándolo como a un igual, y el niño lo apreciaba muchísimo.
Xu Ping se relajó. Conocía a Xu Zheng, un idiota al que no le gustaba vagar por ahí, no hacía falta preocuparse. Retiró las sábanas y saltó de la cama. Un nuevo día empezaba.


Con la cabeza envuelta en vendas como una víctima volviendo de la guerra, Xu Ping siguió al señor Zhang para casa. Su apariencia medio calva era estúpida y consideró raparse del todo y llevar una gorra.
No había escrito ni una palabra en su redacción y tampoco sabía dónde estaba su mochila. Aunque lo peor de todo era que en la escuela tendría que ver a Lu Jia cada día. Le dolía la cabeza por todas estas preocupaciones y frustraciones. Sin embargo, eran para más adelante, la pregunta más urgente estaba a mano: Xu Zheng.
Xu Ping había desaparecido durante toda la noche después de pegarle y decirle que se muriese. Ahora que estaba tranquilo lamentaba profundamente haberle dicho algo tan inconsiderado. Pero cierto deseo se mezcló con sus lamentos. Ese retrasado seguramente no sabía lo que significaban sus palabras.
Se abrazó a sí mismo antes de entrar en casa del señor Zhang mientras reflexionaba. En el comedor había una mesa redonda. La mujer del señor Zhang estaba poniendo la mesa para que su hija, Zhang Xiaojuan desayunase.
Zhang Jinmin estudió la habitación antes de preguntarle a su esposa, He Mei:
–Hey, ¿dónde está Xu Zheng?
He Mei dejó un tazón de gachas en la mesa sin responder, pero cuando Zhang Jinming insistió, tiró los palillos a la mesa con un golpe.
–¡No sé!
Zhang Jinmin volvió a preguntarle otra cosa cuando su respuesta le caló.
–¿No sabes si el chico está aquí o no?
–¿Me estás interrogando? ¡¿Dónde has estado toda la noche?!
–Creía que te lo dije cuando me fui, Xu Ping se hizo daño en la cabeza y tuvimos que ir a emergencias-…
–¡¿Y llevarle a emergencias te ha costado toda la noche?!
Zhang Jinmin también se encendió.
–El niño necesitaba puntos y escáneres. Lao Xu me lo ha dejado en mis manos, ¡¿cómo iba a dejarle solo y volver a casa?!
He Mei empezó a gritar.
–¡Oh, con que sabes que es el hijo de Lao[1]Xu! ¿Y tú propia hija? ¡Juanjuan ha pasado la noche entera con diarrea y todo lo que quería era a su padre! Nadie me ha ayudado a llevarla al hospital. ¡¿Dónde estabas tú entonces?!
Zhang Jinmin miró de reojo a la niña que se estaba comiendo las gachas asustada.
–No grites delante de los niños. ¡Ven a la habitación conmigo!
Los dos cerraron la puerta de su dormitorio detrás de ellos. La del hombre no se distinguía, pero la voz afilada de la mujer penetró la puerta.
–¡¿Bien?! ¡¿Te parece que está bien?! ¡Ha tenido diarrea toda la noche, está más pálida que un fantasma! ¡Lao Xu esto, Lao Xu aquello! ¡No le debes una mierda por estar criándole los hijos! ¡Sí, eres el bueno y yo la mala! ¡Eres tan bueno que olvidas a tu propia familia y te dedicas a criar a los hijos de otra persona! ¿Juanjuan te importa? ¿Te importo yo? ¿Te importa esta familia? Oh, ¿Qué Lao Xu lo ha pasado mal? ¡Sí! ¡¿Pero quién no?! ¡Puedo cocinarle alguna vez, pero no cada día! ¡No puedo criar a sus hijos! Xu Zheng ha huido. ¿Cómo voy a saber dónde se ha ido ese idiota? Juanjuan tenía diarrea. ¿Tengo que dejar a mi propia hija para ir a buscar a su hijo? ¡Debería estarme agradecido por haberle ido a buscar una vez! ¡¿Qué le voy a explicar yo?! ¡Él es que se ha ido a no sé qué sitio en lugar de cuidar de sus hijos! Lo que me preocupa es que abandone a sus hijos de una vez por todas y me los deje a mí. ¿Qué acabas de decir, Zhang Jinmin? ¡Repítelo! ¡Sé tus secretitos! ¡Sé lo que escondes en ese libro! ¡Te reto a sacarlo! ¡Asqueros-…!
La voz de la mujer se apagó con un ruido sordo. En cuestión de segundos, la habitación se convirtió en una mezcla de gritos y el sonido de cosas cayendo y rompiéndose al chocar con las paredes.
–¡Ve a decirle al partido que quieres el divorcio! ¡Ve! ¡Te reto!
Xu Ping se las apañó para levantar sus piernecitas temblorosas.
–Dile a tu padre que me he ido a buscar a mi hermano. – Le susurró a Zhang Xiaojuan que estaba sentada a su lado.
La niñita asustada asintió con los ojos muy abiertos.



[1] Lao () es un prefijo afectivo y respetuoso que se usa para mencionar a los jefes de las familias. Significa “viejo”. 

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