Capítulo 6

enero 02, 2018

Habían hospitalizado a la chica. La siguiente vez que la vi fue el sábado de aquella semana, en el hospital. Por la mañana estaba nublado y la temperatura era agradable. Fui a hacerle una visita después de informarme de las horas de visita o, mejor dicho, me llamó.
Estaba en un patio privado. Cuando llegué no había más visitas. Estaba vestida con el típico atuendo de hospital y le colgaba un tubo del brazo, la chica estaba de cara a la ventana haciendo un bailecito raro. Cuando la llamé desde detrás, dio un brinco del susto y chilló antes de esconderse debajo de la sábana. Yo me senté en el sillón que había a la vera de la cama a la espera de que terminase toda aquella conmoción. De repente, ella se calló y se sentó en la cama como si nada. Sus paradojas ignoraban el tiempo y el lugar.
–No aparezcas tan de repente, me ha dado tanta vergüenza que casi me muero.
–Si te vas a morir sin precedente, deja que te dé algo que te hará reír d epor vida: toma, un regalo.
–Eh, ¡no hacía falta! ¡Ah, son fresas! Vamos a comérnoslas. Los platos y tal están en ese carrito de ahí, ves a buscarlo.
Cogí dos platos, dos tenedores y un cuchillo del carrito que había allí cerca tal y como me había ordenado y, entonces, me volví a sentar en la silla. Esas fresas las había comprado con el dinero que me habían dado mis padres cuando se enteraron de que iba al hospital a visitar a un compañero de clase.
Después de quitar las raíces, le pregunté sobre su condición mientras nos comíamos las fresas.
–Todo bien. Los números están un poco raros así que mis padres montaron un alboroto para que me ingresaran, pero voy tirando. Estaré ingresada unas dos semanas, me inyectarán una droga especial en el cuerpo y después volveré a clase.
–Pues ya serán vacaciones…
–Ah, es verdad. Pues tendré que hacer planes para las vacaciones contigo, eh.
Observé el final del tubo que se extendía desde su brazo. Y al ver la bolsa que colgaba de una barra de metal con un líquido transparente se me ocurrió una duda.
–¿Qué les has dicho a los otros como a Mejor-amiga–san, digo, Kyouko–san?
–Les he dicho que me iban a operar del apéndice. El hospital también me está cubriendo las espaldas. Están preocupados por mí y se me está haciendo más y más difícil contarles la verdad, ¿sabes? ¿Qué opinas el chico que me empujó a la cama hace unos días?
–Mmm, creo que deberías contárselo a Mejor-amiga–san, digo, Kyouko–san algún día. Pero a la larga, respeto lo que la chica que me abrazó hace unos días decida hacer.
–¡No me lo recuerdes! ¡Qué vergüenza! Antes de morir pienso contarle a Kyouko que me empujaste y entonces te matará sin que nadie se entere.
–Vas a convertir a tu mejor amiga en una criminal, qué pecadora.
–Por cierto, ¿qué quieres decir con lo de “mejor-amiga–san”?
–En mi cabeza llamo a Kyoko–san, “Mejor-amiga–san”. De forma más familiar.
–Pues todo lo que oigo son formalidades. Lo dices como: “jefe-de-sección–san”, ¿a qué sí?
Ella se encogió de hombros, horrorizada. No estaba muy diferente a lo habitual.
Ya le había preguntado sobre su condición a través de mensajes, pero me alivió ver que estaba bien. La verdad es que temía que se hubiese adelantado la hora de su muerte. Pero, a juzgar por su apariencia, no parecía ser el caso. Su expresión era alegre y sus movimientos eran robustos. Habiendo recuperado la paz mental, saqué la libreta nueva y sin tocar de la mochila.
–Bueno, ahora que te has acabado los aperitivos, hora de estudiar.
–¿Qué…? ¡Nos lo podríamos tomar con calma un ratito más…!
–He venido porque me pediste hacer esto. Ya no hablamos de que te lo tomas con calma siempre.
Por supuesto, aparte de que hacía mucho que no la veía, tenía una razón legitima para ir a verla. Me pidió reunir los apuntes que se habían dado en las clases de repaso todos esos días que había faltado y enseñarle. Cuando acepté su petición se sorprendió de lo terriblemente sincero que era. Qué grosera, de verdad.
Le pasé la libreta nueva, cogí un boli e impartí el contenido resumido de las clases. Eliminé las partes que, subjetivamente, no me parecieron importantes y le di una clase condensada. Ella me escuchó con atención durante la mayor parte y, incluyendo los descansos, mi clase terminó en una hora y media.
–Muchísimas gracias, Nos-llevamos-bien–kun, se te da bien enseñar, ¿eh? Deberías ser profesor.
–No quiero. ¿Y por qué sólo propones trabajos en los que tengo que involucrarme con otros humanos?
–Pensaba que, a lo mejor, podrías hacer las cosas que me gustaría hacer si no fuera a morir en mi nombre.
–Si dices una cosa así me dejará mal si lo rechazo, para, por favor.
Entre risitas, dejó la libreta en la mesilla marrón que había al lado de la cama. En las estanterías había revistas y manga. Para una humana activa como ella ese cuarto debía ser aburrido. Después de todo, hacía unos momentos había estado haciendo un baile raro.
Ya era tarde. Me informaron de que Mejor-amiga–san vendría a verla por la tarde, por lo que tenía que irme a casa sobre las doce. Cuando se lo dije, me invitó:
–Podrías unirte a nuestra charla de chicas.
Y yo la rechacé educadamente. Tenía el estómago vacío por haber hecho de profesor y, además, el confirmar que estaba bien me había satisfecho.
–Bueno, antes de que te vayas a casa… Un truco de magia mira mi truco de magia.
–Oh, ¿has aprendido?
–Es uno simple. Aunque todavía estoy trabajando en otro par más.
El truco que mostró precisaba el uso de cartas de póker. Se trataba de elegir la carta que el participante escogía sin mirar; pensé que estaba muy bien hecho para haberlo aprendido en su corto tiempo de vida. No entendí el truco porque jamás había estudiado magia.
–A la próxima te haré uno todavía más difícil, ¡espéralo con ganas!
–Eso haré; a lo mejor podrías escapar de una caja en llamas en tu truco final.
–¿Te refieres al crematorio? Eso es imposible, ¿sabes?
–Ya te había dicho, ese tipo de bromas son-…
–¡Sakura…! ¿Estás bien…? Espera, ¿otra vez?
Me volví hacia la animada voz por reflejo. Mejor-amiga–san acababa de entrar en la habitación con mucha energía, pero al verme, su rostro se contrajo. Últimamente tenía la sensación de que su actitud antagonista se había vuelto más obvia. A este ritmo parecía que su deseo de que nos lleváramos bien no sería posible.
Me levanté de la silla, me despedí y procedí a dirigirme a casa. Como Mejor-amiga–san me estaba mirando furtivamente, evité devolverle la mirada. En el programa de la televisión del día anterior habían dicho que no era bueno mirar a los depredadores a los ojos. Sin embargo, a diferencia de mi deseo de que podríamos continuar evitándonos mutuamente, la chica de la cama recordó algo escandaloso y lo escupió sin filtro.
–Por cierto, Nos-llevamos-bien–kun, ¿y el jersey los calzoncillos de mi hermano que te presté?
–Ah…
Nunca me habían maldecido hasta ese punto. A pesar de que había metido la ropa de su hermano en una bolsa y mi intención había sido devolvérsela, se me había olvidado. No obstante, ya no podía decir nada.
Me di la vuelta y vi a la chica con una mueca en la cara mientras que su mejor amiga tenía una expresión de sorpresa. Me esforcé en ocultar mi temblor, saqué la bolsa de plástico con la ropa de la mochila y se la pasé.
–Gracias.
Todavía sonriendo, ella nos miró a los dos. Yo también le eché un vistazo rápido a su mejor amiga. Tal vez deseaba ver algo terrorífico. Mejor-amiga–san me miraba con ojos asesinos ya recuperada de la sorpresa. Parecía que estuviera rugiendo como un león.
Aparté la vista de inmediato y salí de la habitación a prisa escuchando como su mejor amiga se acercaba a ella y le preguntaba en un tono excesivamente bajo.
–¿Qué dices de calzoncillos?
Yo moví los pies más y más deprisa para que no meterme en más líos.
El lunes de la siguiente semana, me dirigí a la escuela y descubrí que un rumor extremadamente escandaloso se había extendido por la clase.
De alguna manera, parecía haber el rumor de que yo estaba acosándola. Quien me lo contó fue el chico que siempre me ofrecía chicle por costumbre. Tal y como esperaba, él me ofreció chile claramente divertido, yo lo rechacé con educación y el ceño fruncido.
Intenté deducir el origen de aquellos rumores. Seguramente nos habían visto en alguna de nuestras numerosas salidas y lo habían exagerado, como que era yo quien siempre estaba a su alrededor. Al enterarse de esto, los que no me tenían en alta estima me etiquetaron como acosador de mala fe, creando un rumor que se tomaba como verídico – hasta aquí llegaba mi deducción y se acercaba bastante a la realidad.
Aunque no era para tanto, me consternó lo diferente a la realidad que era. Todos los de clase me miraron, susurrando cosas como: “ahí está el acosador, será mejor andarnos con cuidado”, totalmente entregados a las hablillas y como si hubiese sucedido algún acontecimiento notable.
Lo repetiré una vez más: estaba horrorizado de corazón. ¿Cómo podían aceptar la perspectiva del resto con tanta facilidad? Estaba seguro de que, si los treinta se reuniesen, podrían matar a alguien sin dudarlo. Mientras creyesen en su justicia, podían hacer cualquier cosa. Y mientras tanto, no se percataban que semejante sistema era más una máquina que un humano.
Por eso pensé que, si el asunto se hiciera más grande, habría un brote de acoso escolar dirigido hacia mi persona, pero esto sólo era yo preocupándome demasiado. En realidad, era al que le interesaba la chica quien le seguía, no yo.
No, ni siquiera la seguía. Por eso ponerse en acción contra mí no les beneficiaría y no había motivo alguno por el que yo tuviese que hacer algo problemático. Pero por culpa de la mirada interesada, o tal vez hostil, de Mejor-amiga–san asistir a la escuela cada día era, simplemente, terrorífico.
Cuando se lo conté el martes, durante mi segunda visita, ella se apretó el páncreas, riéndose a carcajadas.
–Kyouko, el resto y Nos-llevamos-bien–kun son interesantes, ¡eh!
–¿Eres del tipo que cree que hablar a espaldas de los demás es divertido? Qué humana tan horrible.
–Lo divertido es como todo el mundo se está involucrando contigo, alguien con quien jamás se habían juntado, de una forma que no tiene sentido. Y bueno, ¿sabes cómo te has metido en esta situación?
–¿No es porque he estado quedando contigo?
–¿Me estás dando las culpas? Aunque no es por eso, es porque no has hablado nunca con nadie. – afirmó mientras pelaba mandarinas sobre la cama. – Verás, no conocen tu personalidad, por eso han acabado pensando así. Pero, a parte de solucionar el malentendido, creo que deberías intentar llevarte bien con todos.
–No voy a hacer algo que no beneficiará a nadie.
Era algo innecesario para alguien como yo, que estaría solo cuando ella no estuviera, y para nuestros compañeros de clase, que se olvidarían de mí sin ella por ahí.
–Estoy segura de que cuando sepan más de ti, entenderán que eres alguien interesante. Además, no creo que piensen mal de ti.
Mientras hablábamos de tonterías y pelábamos mandarinas, se me ocurrió algo.
–Aparte de ti y Kyouko–san, los demás sólo me ven como un “compañero-del-montón”.
–¿Eso te lo han dicho ellos? – Inclinó la cabeza a un lado, como si estuviese atacando el núcleo de mi personalidad.
–No se lo he preguntado, pero es así…
–Pero no lo sabrás hasta que se lo preguntes. Esto sólo es tu suposición, no es que sea necesariamente cierta.
–Da igual sí es o no verdad, no voy a volverme a involucrar con nadie después de todo y sólo es imaginación mía, así lo creo. Me gusta imaginar lo que la gente piensa de mí cuando me llama.
–¿Y ese ensimismamiento? ¿Eres del tipo ensimismado?
–No, soy el príncipe de las tierras de los ensimismados que ha hecho una parada. Muestra tus respetos.
Ella devoró las mandarinas con una expresión aburrida. Nunca se me ocurrió conseguir que comprendiese mis valores. Después de todo, era un ser humano opuesto a mí.
Era una humana que vivía a base de relacionarse con gente. Sus expresiones y personalidad tenían historias detrás. En contraste a todo eso, todas mis relaciones humanas fuera de la familia existían sólo en mi cabeza. Mientras no me hicieran daño, daba igual si les gustaba o no – había estado viviendo con este tipo de pensamientos. Había renunciado a involucrarme con gente desde un principio. Al contrario que ella, yo no necesitaba humanos a mi alrededor. Aunque sería difícil responder a si aquello estaba bien.
Habiéndose terminado las mandarinas, juntó las pieles con esmero y las tiró a la papelera. La bola de pieles zarpó espléndidamente hacia la basura y por ese acontecimiento trivial, ella lanzó el puño al aire felizmente.
–Por cierto, ¿qué crees que pienso de ti?
–¿Quién sabe? ¿No es algo así como que “nos llevamos bien”?
Ella puso mala cara ante mi apropiada respuesta.
–Bzzz, respuesta errónea. Aunque sí es lo que pensaba antes.
Ladeé la cabeza a un lado por la peculiar frase de la muchacha. Lo había pensado – en otras palabras, su forma de pensar no había cambiado como la de los demás, pero era consciente que su impresión iba fuera de lo normal. Me interesó un poco.
–Bueno, ¿pues ahora qué piensas de mí?
–Si se revelasen este tipo de cosas las relaciones humanas ya no serían interesantes. El amor y la amistad son interesantes porque la gente no tiene ni idea de lo que son para los demás, ¿sabes?
–Ya me imaginaba que pensabas así, eh.
–¿Eh? ¿Hemos hablado de esto antes?
Ella frunció el ceño, seguramente habiendo olvidado, perpleja. Su expresión era extraña, y por eso, terminé riéndome. Vi como le sonreía a otra persona con sinceridad, yo, que siempre había sido como un intruso. Dudaba que me hubiese convertido en alguien así sin percatarme, pero, por otro lado, sentí que así era. La que me había vuelto así era, sin duda, la chica que tenía ante mis ojos. Aunque nadie sabía si era algo bueno o malo, sin embargo, había cambiado bastante.
Ella estrechó los ojos, sonriéndome.
–Quiero enseñarle a todo el mundo que ??????–kun es una buena persona. –Su voz era suave.
Con que tenía las agallas para decirle algo así al chico que se le había puesto encima. Aunque esto seguramente significaba que lo lamentaría el resto de mi vida.
–Dejando al resto al lado, deberías decírselo a Kyouko–san: me da miedo.
–Sólo lo digo, pero… Esa chica se preocupa por su mejor amiga, por eso se cree que me estás engañando.
–Pues supongo que hay un problema con tu habilidad para transmitir información, ¿eh? Porque parece que Kyouko–san tiene una buena cabeza sobre los hombros.
–Mmm. ¿Qué? Estás llenado de halagos a Kyouko. ¿Piensas tontear con ella cuando me muera? Me sorprendes.
Devoré una porción de mandarina mientras observaba su reacción exagerada con una expresión aburrida. Ella se reincorporó en la cama, aparentemente desinteresada, volviendo a hacerme sonreír.
–Bueno, pues el truco de magia de hoy…
Lo que había escogido para esa vez era hacer ver que podía hacer desaparecer y reaparecer la moneda de la palma de su mano por voluntad propia. Me atrapó y, de la misma forma que el truco anterior, pensé que era excelente para una principiante. A mí, que no sabía nada, casi me hizo pensar que tal vez tuviese un talento excepcional para aquello.
–¡Bueno, después de todo he estado practicando todo el rato! Porque no tengo mucho tiempo, ¿sabes?
¿No había podido practicar precisamente porque tenía tiempo? Iba a insertar educadamente el comentario, pero lo dejé correr para hacerle saber que no era generoso con las bromas.
–Puede que en un año seas increíble, eh.
–Mmm, bueno, ¡supongo!
Hizo una pausa extraña. Tal vez fue porque le importó que ignorase su broma. Como no me quedó de otra, elogié su esfuerzo y el desenlace de aquello fue que sonrió y se animó.
Y así, mi segunda visita al hospital terminó sin problemas.
El problema apareció de camino a casa.
El lugar que más me gustaba eran las librerías y, aquel día, también me pasé por una cuando volvía del hospital. Repasé los libros de la tienda con aire acondicionado. Por suerte, no había traído a la chica conmigo, así que daba igual cuánto tiempo quisiera pasar allí.
No hay nada de lo que me sintiera orgulloso sobre mí, pero confiaba en mi habilidad de concentración al leer. Por ejemplo, si no me ofrecían chicle, o las campanas de mi cuerpo no sonaban, seguramente sería capaz de continuar ignorando todo lo que estuviera a mi alrededor para siempre, leyendo un libro en mi pequeño mundo. Si fuera un herbívoro, soñaría despierto con otros mundos sin depredadores y me acabarían comiendo de inmediato.
Por eso, cuando terminé de leerme la historia del libro de tapa dura de una sentada y volví a este mundo que le iba a privar a una chica de su vida por una enfermedad, me percaté que había transcurrido mucho tiempo y que había un león de pie a mi lado.
Me sobresalté, sorprendido. Ella miraba el enorme libro que tenía en las manos con una bolsa gigantesca colgando de su hombre. Pero pude adivinar que había salido a atraparme.
Tal vez, podía dar pasos silenciosos, irme del establecimiento y escapar, pero esas esperanzas efímeras mías fueron descartadas de inmediato.
–¿Qué opinas de Sakura?
Mejor-Amiga–san no me saludo ni me dio ningún preámbulo, pronunció esa frase con una fuerza que parecía capaz de comerme si no contestaba correctamente.
Sentí un sudor frío por la espalda – estaba atrapado. ¿Cuál podía ser la respuesta correcta? Pero, cuando lo pensé, me di cuenta de algo: excepto mis sentimientos por esa chica, todo estaba claro. Elegí contestarle con sinceridad.
–No lo sé.
En los siguientes segundos, no estaba seguro si Mejor-amiga–san estaba perpleja o determinándose a matar, pero antes de poder darme cuenta, las garras de un león me habían atrapado el brazo. Ella habló con un tono intimidante, tirando de mí hasta que me tambaleé.
–Aunque esa chica es así, es más fácil hacerle daño a ella que a los demás. Así que deja de acercarte con sentimientos a medias, porque se sale herida por eso, te mataré.
“Te mataré” – era distinto a las amenazas sin consecuencias que los niños de primaria e instituto les hacen a sus enemigos, era una proclamación seria de sus intenciones hacia mí: me estremecí.
Sin decir nada más, Mejor–Amiga-san se fue, dejándome ahí, desesperado por tranquilizar los latidos de mi corazón que resonaban por la librería. Al final, fui incapaz de moverme hasta que el compañero de clase que entraba a la librería por casualidad me ofreció chicle.
¿Qué opinaba de esa chica? Aquella noche reflexioné sobre ello seriamente, pero, tal y como cabía esperar, no pude adivinar nada parecido a la realidad.


Al día siguiente de que casi me cazaran, de repente recibí un mensaje de la chica para invitarme. Las últimas dos veces, me había enviado un mensaje el día antes, así que aquello era algo inusual. Pensé que algo le había pasado, pero no era el caso. En cuanto llegué, empezó a hablarme con una sonrisa determinada.
–¿Me ayudas a escapar del hospital?  – La chica quería desvelar la travesura que se le había ocurrido de inmediato.
–No quiero, no quiero ser un asesino todavía.
–No pasa nada, todo el mundo te perdonará por fugarte con una amante moribunda que termina muriendo a medio camino, porque tienes mi consentimiento.
–Según tu lógica, ¿no sería perdonable tirarle agua hirviendo a alguien también?
–Eh, ¿no?
–No. Es un asalto físico normal. Por eso, eso de fugarnos del hospital… Hazlo con un amante al que no le importe acortar tu esperanza de vida.
–Tsk.
Parecía decepcionada; giraba la goma del pelo que tenía en los dedos. Estaba sorprendido. ¿De verdad quería que hiciera algo que la pondría en peligro? Y entonces, me sorprendí. Aunque fuera de broma, estaba sugiriendo acciones estúpidas que pondrían en peligro la poca vida que le quedaba.
O tal vez, no fuera una broma. Comprobé que su rostro seguía estando tan risueño como siempre, y mi inquietud pareció desaparecer y esfumarse.
–Bueno, pues vamos al patio.
Después de su sugerencia nos dirigimos a la tienda de la tercera planta. Ella anduvo delante de mí, cargando consigo un monedero con medicina que parecía una base para un micrófono, para que no se le arrancase el tubo que le salía de la mano derecha.  Verla así me dio la imagen de una persona enferma, eso pensé.
Ella empezó a hablar sentada a mi lado en el sofá que estaba cerca de la tienda. No comprendí porqué de repente sacaba ese tema de conversación.
–Hey, ¿sabes por qué los cerezos florecen en primavera?
–¿Te refieres a ti misma? Si es así, no entiendo a qué te refieres.
–No es eso, ¿alguna vez me he llamado por mi propio nombre? ¿P-Puede ser que tú… con otra mujer llamada Sakura[1]…? Con que eres un hombre infiel, eh. ¿No sería mejor si murieras?
–Deja de intentar arrastrarme contigo porque en cielo no vayas a tener nada qué hacer. Tendrías que celebrar tu funeral en tomobiki[2], el día de arrastrar a los amigos.
–Ni de coña, quiero que mis amigos vivan, así que no.
–Pues, ¿podrías escribirme en un folio el motivo porque el que yo sí que puedo morir y entregármelo? Bueno, sobre la razón por la que los cerezos florecen en primavera. ¿No es porque es ese tipo de flor?
Dije lo más inteligente, y ella se rió por la nariz como si fuera genuinamente estúpida. Conseguí controlarme a duras penas y no meterle el helado de limón por la nariz.
Aparentemente, adivinó mi mal humor, se rió con frivolidad y se explicó.
–Te lo voy a decir. Cuando las flores de cerezo se esparcen, la siguiente generación de capullos salen a los tres meses, pero permanecen dormidos. Esperan a que haga calor y florecen todos a la vez. En otras palabras, los cerezos esperan al momento idóneo para florecer. ¿No es maravilloso?
Escuché lo que tenía que decir y pensé que, tal vez, estaba viendo demasiado en una flor. Todo lo que hacen los cerezos es esperar al polen que transportan los insectos y los pájaros – tal vez ambos. Sin embargo, no le repliqué. Y el motivo fue porque había llegado a otra conclusión por otra perspectiva.
–Ya veo, es perfecto para tu nombre.
–¿Por qué son bonitos? Ay, me pones colorada.
–…No es por eso. Sólo pienso que una flor que decide florecer en primavera es un nombre perfecto para ti, porque piensas que los acontecimientos y los encuentros no son coincidencias, sino elecciones.
Después de mirar como ausente mi opinión, una sonrisa apareció en su rostro y me dijo:
–¡Gracias!
“Perfecto”, en este caso, significaba lo mismo que “apropiado” – no era ningún cumplido, por lo que no entendía por qué parecía tan feliz.
–“?????” también te pega muy bien.
–…Supongo.
–Después de todo, eres: alguien que está ayudando a la desaventurada de mí, Nos–llevamos–bien.
Hizo una broma riéndose orgullosamente mientras se señalaba a sí misma y a mí.
Cuando escuché sus palabras, repasé todas las conversaciones que habíamos mantenido hasta entonces y, una vez más, pensé que estaba rara.
La chica mordía su helado de melón y, como siempre, parecía que iba a vivir para siempre. Eso no había cambiado, y sin embargo, en algún punto de su broma, lo escuché… Sí, como si fuera el último día de vacaciones y estuviese buscando frenéticamente algo que no había hecho.
¿Qué había pasado?
Eso es lo que me pregunté en el fondo de mi corazón. No obstante, no se lo pregunté porque pensé que la impaciencia efímera que vi en su interior era normal. Sólo le quedaba un año de vida. Para empezar, que estuviese indolente hubiese sido lo raro.
Por eso, aquel día, decidí tratar su inquietud como un asunto extremadamente trivial fruto de mi mera subjetividad.
Pensé que era lo correcto.
A pesar de ello, cuando me llamaron para ir al hospital la mañana del sábado siguiente, la leve inquietud que había sentido mostró se materializó ante mis ojos.
Cuando entré en la habitación a la hora acordada, ella notó mi presencia de inmediato y sonrió mientras me llamaba, pero aquella sonrisa era pesada.
Era como si hubiese dibujado esa vívida expresión en su corazón y eso demostró su ansiedad. Inconscientemente, sentí que algo no iba bien.
Coaccioné a mis cobardes pies para que avanzasen y me senté en la misma silla de siempre con una expresión determinada, y ella dijo algo que no difería de lo que había esperado.
–Hey… ????-kun.
–…Sí, ¿qué pasa?
–Con una vez basta, así que-… – Mientras hablaba, cogió las cartas de póker que había dejado en el carrito. – ¿Juegas conmigo a verdad o atrevimiento?
–….¿para qué?
Una sugerencia para jugar al juego del demonio. A pesar de que parecía que podía haberme negado, quería saber por qué sacaba ese tema de repente, y más que nada, tenía curiosidad por su apariencia exhausta.
No pudo responder de inmediato y yo continué:
–Esto significa que quieres preguntarme algo sin importar qué, o quieres que yo haga algo sin importar qué, ¿eh? O, a lo mejor, algo a lo que yo me rehusaría si me lo preguntasen normalmen-…
–No… es eso. Si te lo preguntase me lo dirías, pero soy incapaz de atreverme a hacerlo, así que estoy pensando en dejárselo a la suerte.
¿Qué demonios era tan terriblemente ceremonioso que era incapaz de articularlo? No era consciente de guardar ningún secreto que pudiese preocuparla.
La chica me miró a los ojos. Era como si estuviese intentando que su fuerte voluntad me diese un empujoncito. Misteriosamente, sus ojos borraron cualquier intención que tenía de desafiarla. Era como si fuera un barquito velero, o tal vez, era porque me estaba enfrentando a ella.
Después de pensarlo un poco, terminé tomando esta decisión:
–…Después de todo, me has dejado el libro. Jugaré contigo si es sólo una vez.
–Gracias.
Sólo digo una palabra de agradecimiento, como si ya hubiese sabido mi respuesta de antemano y empezó a barajar las cartas. Tal y como pensaba, se comportaba de una forma extraña. Tenía la manía de decir cosas innecesarias como si fuera su modo de vida, pero aquel día, hablaba sin añadir ninguna palabra superflua. Me pregunté qué demonios le había pasado, y la curiosidad y la preocupación se convirtieron en un yogur dentro de mi corazón.
Las reglas de verdad o atrevimiento eran las mismas que la otra vez. Como sólo íbamos a jugar una ronda, mezclamos las cartas cinco veces por turnos, entonces, dejamos el montón en la cama para poder robar una cuando quisiéramos.
Después de que ella pasase por muchos problemas para conseguir sacar una de la parte baja de la baraja, yo cogí la de arriba del montón. No sabíamos qué había sacado cada uno porque teníamos los rostros en blanco, por lo que no hubo gran diferencia en los valores de las cartas que escogimos. Además, yo no estaba tan sumergido en el juego como ella. Si decía algo así seguramente se enfadaría, pero esa vez, me daba igual perder o ganar. Si la victoria se decidiese basándonos en la diferencia de espíritu competidor y voluntad, si los dioses creasen semejante escenario, la victoria sería suya, sin lugar a duda.
Ella seguramente diría que era interesante porque no era así.
Giramos las cartas a la vez y su rostro mostró frustración.
–Ah, derrota total.
Se aferró a las sábanas, como si esperase a que su decepción saliese corriendo. Yo, que había ganado, sólo pudo mirar. Después de un buen rato, ella notó mi mirada, ignoró su decepción y sonrió.
–Ya no se puede hacer nada, ¡eh! ¡Así es como es! ¡Por eso es interesante!
–…Ya veo, o sea que no puedo no preguntarte nada, eh.
–Sí, responderé lo que quieras, ¿sabes? ¿Quieres que te cuente mi primer beso?
–No voy a gastar este valioso derecho en una pregunta con un valor inferior al de un ascensor.
–…Los ascensores tienen su propio valor.
–¿Y? ¿Qué más da? ¿De verdad creías que diría algo significativo?
Ella estalló en carcajadas animada. Verla reír me hizo pensar que tal vez sólo era cosa mía que estuviese distinta a lo normal. Esta vez y la otra – tal vez no había ninguna base para su diferencia. Cualquier cosa podía hacerla cambiar de expresión, como el alcohol o el tiempo, ese tipo de motivos insignificantes. Sí, eso esperaba.
Yo, que había ganado un derecho con desgana, me pregunté qué iba a preguntarle. El interés que tenía en la chica no había cambiado desde la última vez que habíamos jugado. ¿Cómo se había vuelto así un humano? En realidad, había una o dos cosas más que me interesaban. Por ejemplo, qué pensaba de mí.
Sin embargo, no tenía la valentía para preguntarle ese par de cosas. Estando con ella me hizo darme cuenta de que un humano como yo era cobarde. Era lo opuesto a la valiente muchacha.
La miré y pensé en qué preguntarle. Me miraba anticipando mi pregunta. La chica estaba sentada en la cama, callada, y parecía morirse un poco más que antes.
Decidí preguntarle algo para olvidar esa sensación.
–¿Qué significa vivir para ti?
–Guaaa, vas en serio. – Después de burlarse de mí, puso una cara reflexiva y observó el cielo. – Vivir, ¿eh? – Murmuró.
Con eso, supe que no estaba mirando la muerte, sino a la vida. Y sólo por eso, por un momento minúsculo, mi corazón se alivió. Era un cobarde. Ya lo sabía, pero, dentro de mí, todavía no podía aceptar que ella iba a morir.
Recordé lo mucho que me había perturbado ver el contenido de su mochila en el hotel y cómo me había arrinconado aquel día con su última pregunta.
–¡Sí! ¡Ya está! ¡Lo tengo!
Señaló arriba con el dedo índex, indicando que había llegado a una conclusión. Paré oído para no perderme ninguna de sus palabras.
–Vivir significa, verás,–––…Conectar nuestros corazones con el de otra persona. Esforzarnos para ello es a lo que llamamos vivir.
–…Ah, ya lo entiendo.
Al percatarme de ello, se me puso la piel de gallina. Su existencia, su mirada y voz, el ardor de su voluntad y su temblorosa vida, me percaté que aquello estremecía mi alma.
–Reconocer a alguien, conocerle, odiarle, disfrutar de tu tiempo con alguien, detestar estar con alguien, cogerte de las manos, abrazar y distanciarte. Eso es vivir. Si estamos solos, no sabemos que existimos. Yo, que odio a alguien a pesar de que me gusta otra persona, que disfruto estando con alguien a pesar de que detesto estar con otra persona, creo vivo porque tengo esas relaciones con la gente, y no con alguien más. Tengo un corazón porque todo el mundo existe, y tengo un cuerpo para que todo el mundo pueda tocarme. Ahora mismo, a mí que me crearon de esta manera, vivo. Aquí mismo, estoy viva. Ese es el significado de nacer. A través de nuestras elecciones, aquí y ahora, tú, y yo también, estamos vivos. …Bueno, me he acabado emocionando, ¿esto es un episodio de Grupo de Adolescentes Serios?
–No, es un hospital. – Respondí de una forma extremadamente cortante.
Ella infló las mejillas. Esperé que lo dejará correr, no quería que pasase eso.
–¿????-kun…?
Fui capaz de descubrir los verdaderos sentimientos que había estado acumulando en las profundidades de mi ser al escuchar sus palabras. Estaban justo debajo de mi nariz cuando me percaté de ellos, pero no lo noté hasta ahora a pesar de que se habían convertido para de mí. Porque era un cobarde.
La respuesta que había estado buscando durante estos últimos días – no, en realidad desde siempre – estaba justo ahí.
Es verdad, yo te…
Había estado reprimiendo esas palabras, así que me costó mucho.
–…De verdad.
–Ah, por fin vuelves a hablar, ¿qué pasa, ????-kun?
–Me has enseñado muchas cosas.
–Gua, ¿qué dices de repente? Qué vergüenza.
–Es como me siento. Gracias.
–¿Tienes fiebre?
Me puso la mano en la frente, pero como mi temperatura era, naturalmente, normal ladeó la cabeza a un lado. O mejor dicho, ¿de verdad pensaba que tenía fiebre? Me pareció divertido y acabé riéndome. Ella volvió a ponerme la palma de la mano encima al ver semejante escena y yo volví a reír, y así, el círculo se fue repitiendo.
Ah, me estaba divirtiendo porque ella estaba ahí.
Cuando por fin comprendió que no tenía fiebre, le sugerí comerse la piña que le había traído. Su rostro floreció de felicidad porque la última vez me había dicho que le gustaría comer piña.
Ella suspiró mientras disfrutábamos de la piña.
–Ah… No tengo suerte, eh.
–¿Para el verdad o atrevimiento? Es verdad, pero si es una pregunta que te pudo contestar mientras no juguemos, te la responderé.
–Da igual, ese ha sido el resultado del juego. – Ella se negó categóricamente.
Como antes, no tenía ni la menor idea de cuál era su pregunta.
Le enseñé lo que habíamos estado dando en clases cuando terminamos de comernos los aperitivos y el habitual truco de magia empezó. Como no había pasado mucho tiempo desde mi última visita, hizo algo simple. Como siempre, yo me quedé impresionado porque no tenía ningún conocimiento profundo sobre magia. Durante nuestro estudio y nuestros trucos de magia, no me di cuenta de que mi propio corazón la miraba sólo a ella.
–Bueno, es hora de que me vaya a casa. Tengo el estómago vacío.
–¿Eh? ¿Ya te vas? – Protestó como una niña.
Tal vez odiaba el aburrimiento de estar en hospital más de lo que me pensaba.
–¿No es hora de que comas? Además, no quiero que Kyouko–san me coma.
–¿El páncreas también?
–A lo mejor, eh.
Me levanté imaginándome a mí mismo siendo cazado por un animal carnívoro y ella gritó:
–¡Espera! Quédate un poco más… Tengo una última petición.
Me indicó que me acercase con un gesto. Yo seguí sus órdenes sin la menor precaución, y ella, que no parecía tener ninguna mala intención, reserva, responsabilidad o segundas intenciones, estiró su torso y me abrazó.
Olvidé la sorpresa que tuve en respuesta por sus acciones absolutamente inesperadas. Descansé mi barbilla sobre su hombro, tan tranquilo que hasta me sorprendí a mí mismo. Enfermizamente dulce.
–…Hey.
–Esto es diferente a lo del otro día, ¿sabes? No es una travesura.
–…¿Entonces, qué es?
–¡últimamente me ha empezado a gustar el calor corporal de las otras personas!
Me convenció la forma con la que hablaba.
–Hey, la verdad es que siempre lo he tenido en la cabeza, pero-…
–¿Mis tres tallas? Como tengo el pecho contra ti.
–¿Estás segura de que no eres tonta?
–Jajaja.
–Estás rara. ¿Ha pasado algo?
Todavía abrazados, no, para ser preciso, mientras ella me abrazaba por propia voluntad, esperé su respuesta en silencio. A diferencia de antes, no pensé que se estaba burlando de mí, sino, que si le gustaba el calor corporal, podía usarlo.
Ella sacudió la cabeza lentamente dos veces.
–…No, nada de nada.
Obviamente no me la creí, pero no tuve el valor de conseguir que me dijera lo que no quería contar.
–Es sólo que, quería saborear la realidad y la vida cotidiana que me has estado dando.
–…Ya veo.
Bueno, aunque hubiese tenido un coraje increíble, aunque no lo tuviese, esta vez no hubiese sido capaz de comprender nada de su corazón.
El momento adecuado me abandonó.
Todavía en silencio, escuché el rugido de una bestia detrás de mí.
–Sakura, buenos dí-… ¿Qué? Tú… ¡Imperdonable!
La aparté y miré por encima del hombre mientras ella chillaba para encontrarme con una compañera de clase con la misma cara que el demonio. No me atreví a apartar la vista. Mejor–Amiga-san se acercaba a mí. Yo pensé en huir, pero la cama me cortaba la vía de escape.
Cuando Mejor–Amiga-san por fin estaba a punto de cogerme por el cuello de la camisa, la que debería haber estado descansando sin importar qué me ayudó. La chica se bajó de la cama rápidamente y abrazó a su amiga.
–¡Yo tranquilizo a Kyouko, así que…!
–¡Ah, bueno, adiós!
Cuando me hizo escapar – mejor dicho – para escapar de su mejor amiga, me fui del hospital. Siempre que llegaba huía. Por fin, mi tercera visita llegó a su final mientras ignoraba habilidosamente cómo mi compañera gritaba mi nombre. Parecía que su enfermizamente dulce aroma seguía en mi cuerpo.
Tal y como esperaba – tal vez no debería decirlo así, porque no estaba seguro de qué había sucedido, pero – al siguiente día, el domingo por la noche, la chica me envió un mensaje y descubrí la verdad del asunto que había estado escondiendo aquel día.
La duración de su hospitalización se había alargado dos semanas más de lo planeado.



[1] Sakura (さくら, サクラ) en japonés significa “flor de cerezo”.
[2] La superstición japonesa dicta que en los funerales celebrados en Tomobiki (友引) hay que tomar medidas preventivas para evitar un rapto prematuro a la siguiente vida. La gente suele hacer otro ataúd más pequeño y depositar una muñeca dentro. La función de la muñeca es distraer a las entidades espirituales que intentan llevarse a un ser humano con ellas. 

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