Capítulo 8

enero 04, 2018

Llovía. Las vacaciones de verano llegaban a su final, pero nadie estaba de humor para terminar sus deberes por lo ocurrido. Eso fue lo primero que pensé al despertarme. Ya era la décima mañana en un mundo sin ella.
A propósito, era del tipo de acabar los deberes de verano rápido así que nunca fui presa del pánico.
Bajé a la primera planta para lavarme la cara; mi padre me atrapó cuando entraba, se miró y se fue a trabajar. Intercambiamos unos saludos y, justo cuando iba a salir del baño, me dio una palmadita en el hombro. Supuse que debía significar algo, pero pensar en ello habría sido una molestia.
Saludé a mi madre que estaba en la cocina y me senté en mi sitio habitual. Me había preparado el desayuno de siempre. Sujeté el tazón con ambas manos y me bebí la sopa de miso de mi madre que, como siempre, estaba deliciosa. Mi madre se acercó a la mesa mientras comía con una taza de café caliente.
Cuando la miré, ella me miró.
–Tú… Hoy vas a salir, ¿eh?
–Sí, por la tarde.
–Toma, llévate esto.
Me entregó un sobre. Lo acepté y miré lo que había dentro: un billete de diez mil yenes. Sorprendido, la miré.
–Esto…
–Ves y despídete como toca.
Dicho esto, se giró a la televisión y se rió por la broma estúpida de un artista. Habiéndome terminado el desayuno, volví a mi cuarto con el sobre. Mi madre no dijo nada.
Pasé el tiempo en mi habitación hasta que llegó la tarde, entonces, me puse el uniforme del colegio. Por pura casualidad escuché que era mejor ir en uniforme que con ropa de calle, sin hablar de que quería evitar alzar las sospechas de la familia.
Me arreglé el pelo en el baño de la primera planta. Mi madre ya se había ido a trabajar.
Volví a mi habitación para meter en la mochila lo que tenía que llevarme: el dinero que me había dado mi madre, el móvil y “el Principito”. Todavía no podía devolver el dinero que me había prestado.
Salí por la puerta principal de casa. La tormenta empezó con ganas – las gotas de lluvia repicaban contra el suelo, salpicándome los pantalones. Decidí no ir en bicicleta porque no podría aguantar el paraguas, y empecé a caminar a su casa.
Era mediodía y caían gotas enormes, así que había pocos peatones por la calle. Anduve hasta el colegio en silencio.
Me dejé caer por una tienda veinticuatro horas que estaba cerca de la escuela y compré un sobre apropiado para un dinero de pésame. Por suerte, el establecimiento contaba con una mesa para los clientes que comían allí, por lo que aproveché la oportunidad para sentarme y cambiar el dinero de sobre.
Una vez pasada de largo la escuela entré en un área residencial.
Ah, ya lo entendía.
A pesar de lo descarado que era, pensé en ello al llegar a la esquina del área residencial.
La habían matado por ahí. Aquel día casi no había peatones como ese día. La había apuñalado alguien del que no conocía ni la cara, no alguien que la odiase o que simpatizase con su destino.
Extrañamente, no sentí ninguna culpabilidad. Si no hubiese quedado con ella aquel día, no habría muerto, pero ese tipo de lamentos carecían de sentido y no eran el problema.
Algunos pueden verme como alguien cruel y frío.
Estaba triste.
Pero, aunque estaba triste, no iba a romperme ni nada. Perderla me entristecía, por supuesto, pero debía haber otros mucho más tristes que yo como por ejemplo su familia a la que estaba a punto de conocer, Mejor–Amiga-san y el delegado de clase. Cuando pensé en ello fui incapaz de aceptar mi tristeza con sinceridad.
Además, por mucho que enloqueciera no volvería. Lo mejor era serenarme.
Anduve debajo de la lluvia y pasé por el sitio donde me habían pegado.
No estaba nervioso por tener que ir a su casa, no pensaba en qué hacer si no había nadie en casa.
Al llegar a su casa por segunda vez, apreté el telefonillo sin vacilar y, al cabo de unos instantes, recibí una respuesta. Me sentí aliviado.
–¿…Quién es? – Era la voz ahogada de una mujer.
Le di mi nombre y dije que era el compañero de clase de Sakura-san. Después de exclamar un: “ah…”, se quedó callado un momento antes de decir: “un momento, por favor”, y dejó el telefonillo.
Esperé en la lluvia hasta que una mujer delgada me abrió la puerta. Parecía ser la madre de la chica. A pesar de su apariencia pobre, se parecía bastante. Después de intercambiar unos saludos, sonrió constreñidamente y me invitó a pasar. Plegué el paraguas y entré en la casa.
Cerré la puerta detrás de mí e incliné la cabeza.
–Siento haberme presentado tan de repente sin invitación. Tuve que asistir a otro asunto y fui incapaz de venir al velatorio y al funeral, así que al menos, me gustaría ofrecer un poco de incienso.
Ella volvió a mostrarme una sonrisa al escuchar mis palabras mezcladas con mentiras.
–Está bien, no hay nadie ahora mismo. Estoy segura de que a Sakura también le habría encantado.
Me pregunté dónde estaría esa chica tan encantada, pero, por supuesto, no podía decirlo en voz alta.
Me quité los zapatos y me adentré en la casa como me habían sugerido. Tal vez sólo fueran imaginaciones mías, pero el interior de la casa parecía más grande que la última vez que había venido, más frío.
Me guío hasta el comedor, al que no había entrado la última vez.
–Supongo que deberíamos empezar con una plegaria.
Asentí y su madre me llevó hasta la habitación de tatami[1] que estaba conectada con el comedor. A pesar de que mi corazón y mi cuerpo temblaron cuando estudié la estancia, me las apañé para permanecer firme y caminar de manera normal hasta ponerme delante de una paradita de madera con varios objetos.
Su madre se arrodilló, sacó una cerilla del cajón y encendió la vela que estaba en el pedestal al lado de aquello donde se clavan las barras de incienso.
–Sakura, ha venido tu amigo. – Dirigió la voz al pequeño retrato que había en la estantería, pero sólo resonó en mis membranas auditivas.
Tal y como me habían indicado, me senté en seiza sobre el cojín que había allí. Estuviese o no preparado, acabé de cara al retrato de la chica.
Aun entonces podía escuchar la risa de la muchacha como cuando estaba viva.
No iba bien…
Aparté la vista de la foto, hice sonar un instrumento agudo que no sé nombrar y junté las manos. Por alguna razón, no supe qué pedir en mi plegaria.
Cuando el rezo llegó a su fin, me giré a su madre que estaba sentada en seizaa mi lado. Por ahora, me aparté del cojín. Ella me dedicó una sonrisa casada cuando me senté a su lado.
–Sakura-san me prestó una cosa. ¿Te lo puedo devolver?
–Algo de esa chica… Mmm, me pregunto qué será.
Saqué “El Principito” de mi mochila y se lo entregué a su madre. La madre lo recibió con un abrazo y una expresión de reconocer la portada y procedió a ponerlo al lado del retrato de la chica a modo de ofrenda.
–…Muchas gracias por llevarte bien con Sakura. – Bajó la cabeza respetuosamente, dejándome atónito.
–No, soy yo quien debería estar agradecido, cuando estaba viva me ayudó mucho. Siempre estaba contenta y estar con ella también me animaba a mí.
–Eso es verdad, eh… Siempre estaba contenta. – Notando el titubeo de su voz, recordé que sólo yo, a parte de su familia, sabía lo de su páncreas.
Pensé que debería haberlo guardado como un secreto, pero me di cuenta que no podría conseguir mi meta original si así lo hacía.
Mi consciencia me decía que no sacase el tema después de tanto tiempo, pero la ignoré y seguí adelante.
–Perdone… Pero me gustaría hablarle de algo.
–Mmm. ¿Qué es? – Su madre puso una cara adolorida y gentil. Una vez más, la consciencia me asaltó.
–La verdad es que… Sabía lo de su enfermedad.
–¿Eh…? – Su madre se sorprendió como ya había esperado.
–Me lo contó ella. Por eso, nunca me habría imaginado que pasaría algo como esto.
Su madre se llevó las manos a la boca en silencio, aún sorprendida. Tal y como había predicho, no le había contado a su familia que me lo había dicho. Supuse que ese era el caso porque nunca me había topado con su familia en el hospital. Y, aunque lo hubiese hecho, el que habría estado en problemas habría sido yo.
–La verdad es que me la encontré en el hospital de pura casualidad y ahí es cuando me lo contó. Aunque no entiendo por qué decidió hacerlo. – Me tomé la libertad de suponer que su silencio indicaba que me estaba escuchando y continué. – Lo mantuvo en secreto de los otros alumnos. Siento sacar el tema y sorprenderla.  – Abordé el verdadero motivo de mi visita. – La verdad que, aparte de venir a rezar, tengo otra petición. Me gustaría echarle un ojo al libro que siempre llevaba con ella como si fuera un diario: el diario de coexistencia con la enfermedad.
Esas palabras fueron como un gatillo. A la madre de Sakura Yamauchi, todavía cubriéndose la boca con la mano, empezaron a rodarle lagrimas por las mejillas. Lloró en silencio, silenciosamente intentando controlar la voz.
No comprendía el significado de sus lágrimas. Sabía que eran de dolor, pero no comprendía por qué el que supiera de la enfermedad de la chica induciría dolor. Por eso, fui incapaz de consolarla con palabras y esperé en silencio.
Sus lágrimas se secaron por fin y su madre me miró intensamente y, lentamente, procedió a explicar la razón de sus lágrimas.
–Con que eras tú, eh…
¿Qué quería decir?
–Me alegra… Me alegra… que hayas venido… Me alegro mucho.
Cada vez entendía menos y menos lo que quería decir. Estaba perplejo, y me limité a observar cómo le caían las lágrimas.
–Espera un momento…
Su madre se levantó y se fue a otro lado de la casa. Reflexioné sobre el significado de las lágrimas y de las palabras de su madre ahora que estaba solo, pero no se me ocurrió nada. Y así, antes de poder descubrir nada, su madre volvió con un libro que reconocí de un vistazo.
–Esto es, sí…
Su madre dejó el libro en el suelo entre llantos y lo giró para que la cubierta estuviese hacia mí. Era el libro que llevaba allá adonde iba. Era el libro cuyo contenido había estado escondiendo con asiduamente excepto en una ocasión.
–Sí, este es el “diario de coexistencia con la enfermedad”. Me dijo que era algo así como un diario que empezó a escribir cuando enfermó. Nunca he visto su contenido mientras estaba viva, pero me dijo que se lo enseñaría a todo el mundo al morir. ¿Lo sabías?
Ella asintió, asintió y asintió sin parar con la cabeza. Cada vez que lo hacía caían lágrimas sobre el tatami y su falda de color claro.
Bajé la cabeza apropiadamente y le expuse mi petición.
–¿Podría verlo?
–…Sí… Claro, claro…
–…Muchas gracias.
–Esto es algo que Sakura dejó atrás pensando en ti.
Mis manos, que estaban a punto de alcanzar el libro, se detuvieron. Aunque no era mi intención, mis brazos se detuvieron y miré el rostro de la madre.
–¿Eh…?
–Ella… – Empezó a hablar con la cara manchada de lágrimas. – Sakura… Quería que le diéramos el diario a cierta persona cuando muriese… A la única persona… Que sabía sobre su enfermedad… Dijo que era… Porque esa persona sabía de la existencia del diario de coexistencia con la enfermedad… – Las lágrimas que habían manchado su rostro se disiparon en el aire. Yo sólo podía escuchar y la chica nos observaba con una sonrisa desde un lado. – Aunque esa persona… esa persona… era cobarde… Y puede que no viniese al funeral, iba a venir a por esto… Y hasta entonces… Nos dijo que nadie que no fuera de la familia podía verlo… Recuerdo sus palabras con total claridad… Es algo de hace mucho tiempo…
La madre empezó a llorar cubriéndose la cara con las manos tal vez abrumada por la emoción. Yo me quedé allí sentado, atónito. Era distinto a lo que había oído yo. ¿La chica había dejado esto para mí?
Los recuerdos de la chica emergieron en mi cerebro.
–Gracias… – La voz de su madre se coló entre los espacios entre las lágrimas. – Muchas gracias… Gracias a ti… Esa chica… Esa chica fue… Contigo…
Incapaz de soportarlo más, cogí el libro que tenía ante mí. Nadie me lo impidió y empecé a leer las primeras páginas: monólogos de cuando todavía iba al instituto.

“29 de noviembre de 20XX.
No quiero escribir cosas oscuras, pero no puedo evitarlo, ¿eh? Cuando me enteré de mi enfermedad, mi cabeza se puso en blanco, sin saber qué hacer, me puse ansiosa y lloré, me enfadé y lo pagué con mi familia, e hice otras cuantas cosas. Para empezar, me gustaría disculparme con mi familia. Lo siento. Gracias por cuidarme hasta que me calmé…”

“4 de diciembre de 20XX.
Últimamente hace frío. Pero desde que me enteré de que estoy enferma he probado varias cosas. Una de ellas es la decisión de no odiar a mi destino de ponerme enferma. Por eso, no voy a llamar a esto un “diario de lucha contra la enfermedad”, sino “diario de coexistencia con la enfermedad”…”

Documentaba los acontecimientos de su vida cotidiana cada poco día. Esto continuó durante años, pero sus entradas durante este período eran bastante cortas. Como no estaban relacionadas con lo que quería saber, me las salté por el momento. Por supuesto, algunas de sus entradas captaron mi atención.

“12 de octubre de 20XX.
Tengo un novio nuevo. Es una sensación rara. Si continuo con él mucho más, tendré que contarle lo de mi enfermedad, aunque en realidad no quiero”.

“3 de enero de 20XX
Hemos roto. Romper en los primeros tres días del año es un mal augurio. Kyouko me ha consolado”.

“20 de enero de 20XX
Algún día tendré que contarle a Kyouko lo de mi enfermedad, pero eso puede esperar hasta el último momento porque quiero seguir divirtiéndome con ella. Por si acaso Kyouko lee esto: siento habérmelo callado. Siento no haberte dicho que me estoy muriendo”.

Después de graduarse del instituto, entró a bachiller y gozó de las alegrías de la juventud al máximo con Mejor–Amiga-san. Al año, cuando llegó a segundo, decidió vivir cada día alegremente, aunque sentía la muerte mucho más cerca. Línea a línea, se enterraba en mis entrañas.

“15 de junio de 20XX
Parece que poco a poco me voy convirtiendo más en una alumna de bachillerato. Estaba indecisa sobre unirme o no a un club, pero al final he decidido no hacerlo. Pensé en unirme a un par de clubs de cultura, pero he escogido unirme al club[2] de ir–a–casa para poder atesorar el tiempo que tengo con mi familia y amigos. Kyouko sigue igual de sudorosa después de jugar al voleibol cada día. ¡Ánimo, Kyouko!”.

“12 de marzo de 20XX
Se suele decir que ver cómo los pétalos de cerezo caen hace que te duela el corazón, pero a mí también me duele el corazón cuando florecen porque acabo calculando cuántas veces podré verlo. Sin embargo, también hay algo bueno: los cerezos que yo veo seguramente son más bonitos que los que ve cualquiera de mi generación…”.

“5 de abril de 20XX
¡Ya voy a segundo! ¡¡Y estoy en la misma clase que Kyouko!! ¡Qué contenta estoy!
También hay otros como Hina y Rina, y de los chicos voy con Takahiro-kun. Qué buena suerte tengo, eh. Bueno, supongo que es lo suyo con el páncreas como lo tengo. Por cierto…”.

Y entonces, cierto día de primavera me conoció. Nos conocíamos de antes, pero aquel fue el día en que nos conocimos.

“22 de abril de 20XX
Hoy es el primer día que le he contado a alguien lo de mi enfermedad. Se lo he contado a ●●-kun, de mi clase. Ha cogido esta libreta por casualidad en el hospital y hasta lo ha leído. He pensado: “¡ya qué más da!”, y le he hablado. A lo mejor también quería a alguien que me escuchase. Sin hablar de que, ●●-kun no parece tener muchos amigos, creo que por eso le tenía presente. La verdad es que he estado interesada en ●●-kun desde antes. En realidad, en primero estábamos en la misma clase, me pregunto si se acuerda de eso. Después de todo, siempre está leyendo libros – como si estuviese luchando consigo mismo en silencio. A parte de eso, probar de hablarle ha sido divertido, me he interesado por él de inmediato. Simplemente, ●●-kun transmite otra sensación que los demás. Quiero llevarme mejor con él. Después de todo, sabe mi secreto.”.

Me había tachado el nombre con un bolígrafo. Tal vez porque le dije que no quería que mi nombre apareciese. Desde ese momento, nuestro tiempo coincidía. Las entradas las solía hacer cada tres días y la mayoría de su contenido era trivial.

“23 de abril de 20XX
Me acabo de unir al comité de la biblioteca. Decirlo aquí no va a cambiar nada, pero ¿qué clase de sistema permite que la gente elija a su propio comité? He elegido a ●●-kun y ha puesto una cara de preocupación. Pero creo que me ha enseñado mis deberes y tal. Creo que le preguntaré un par de cosas.”.

“7 de junio de 20XX
He sacado una nota perfecta en un examen. ¡Como se esperaba de mí! ¿“Comoseesperabademí” no parece el nombre de una flor? Últimamente notó mi corazón más ligero. A veces, cuando bromeó con mi muerte ●●-kun frunce el ceño y dice cosas interesantes. Empiezo a entender un poco su personalidad. Tal como pensaba, está luchando contra sí mismo.”.

“30 de junio de 20XX
Hace calor, pero no lo odio. Sudar me hace sentir viva. En gimnasia estamos haciendo básquet. Aparte de eso: ●●-kun me ha dicho que no incluya su nombre en el diario de coexistencia con la enfermedad. Aunque le he imitado y le he respondido con palabras poco serviciales, en realidad, a diferencia de él, soy obediente, así que me honraré sus peticiones. Desde ahora, evitaré mencionarle.”.

Como pensaba. Continué leyendo y mi nombre no apareció a partir de ese día. También comprendí otra cosa más: su madre no debió saber de quién se trataba por el contenido del diario. Pensé que tal vez había dicho algo innecesario que molestó a la familia. Seguí leyendo y esos sentimientos aumentaron.

“8 de julio de 20XX
Hoy me han dado el consejo de que debería usar mi tiempo para hacer lo que quiero. Mientras pensaba en qué quiero hacer, he decidido que quiero salir y divertirme con el que me ha dado el consejo, y que quiero comer yakiniku, así que hemos quedado para el próximo domingo…”.

“11 de julio de 20XX
¡El yakinikuestaba buenísimo! Hoy también me lo he pasado bien. Qué pena que no pueda escribir los detalles. Lo único que diré es que estoy pensando en meter a todo el mundo en el delicioso mundo del horumonhasta que muera. Después de eso…”.

“12 de julio de 20XX
Hoy he hecho planes rápido y he ido a comer pastelitos. Se me ha ocurrido la idea después de las clases matutinas, así que he tenido que pensar en una manera de arrastrar a alguien con esos planes y llevarlo a cabo. Seguramente no me han ido bien los exámenes, porque no dejo de pensar en ello.”.

Al igual que mi nombre, las entradas en las que escribía qué pensaba de mí también desaparecieron. Fue un fallo por mi parte.
Por aquí, sus estradas se convirtieron en algo diario.

“13 de julio de 20XX
Desde hoy pensaré en todo lo que quiero hacer y lo escribiré aquí.
·        Quiero irme de viaje (con un chico).
·        Quiero comer horumon.
·        Quiero comer ramen.
He pensado en unas cuantas cosas.”.

“15 de julio de 20XX
·        Quiero hacer algo con un chico que no sea mi novio. (lol)
Cuando llegue a casa escribiré sobre mi viaje.”.

“20 de julio de 20XX
¡Los exámenes me han ido mejor de lo que esperaba! Me lo he pasado bien en el viaje, y Kyouko también me ha perdonado – al parecer voy a empezar las vacaciones de verano sintiéndome bastante bien. O eso pensaba, pero tendré clases de repaso. Maldita sea.”.

“21 de julio de 20XX
Ha sido un día muy bueno y muy malo. He llorado un poco sola. Hoy ha sido un día lleno de lloros.”.

…Debió tratarse de aquel día. El día en que ambos cometimos errores. La parte de que había estado llorando sola causó un dolor inesperado en la zona de mis pulmones.

“22 de julio de 20XX
Estoy en el hospital. Me van a hospitalizar por dos semanas más o menos. Había algo raro en los números. Sólo un poco… No, voy a dejar de mentir. Estoy bastante preocupada, pero, aun así, finjo delante de los que me rodean. Aunque no les miento. Sólo finjo.”.

“24 de julio de 20XX
Estaba bailando para hacer desaparecer mi inquietud, pero me han pillado. Estaba avergonzada, pero me alivio que alguien me visitase. Se me han salido las lágrimas y las he escondido desesperadamente. Después de eso, el rato ha sido agradable. Mi corazón está más ligero.”.

“27 de julio de 20XX
Ha pasado algo interesante, pero no puedo escribirlo por la norma. Así que, supongo, que tendré que escribir sobre trucos de magia”.

“28 de julio de 20XX
Mi esperanza de vida se ha reducido a la mitad.”.

Me quedé atónito al leer las letras en línea.

“31 de julio de 20XX
He mentido. Supongo que no es la primera vez que digo una mentira. Me han preguntado si me había pasado algo, y casi acabo llorando. Casi acabo contándoselo todo. Pero he pensado que no estaría bien, así que no le he dicho nada. No quiero dejar escapar la rutina que me han dado. Soy débil. Algún día desvelaré la verdad.”.

“3 de agosto de 20XX
Me he preocupado y he vuelto a mentir. No puedo decir la verdad si alguien me pone una cara de tanto alivio. Pero me ha hecho feliz. Lo suficiente como para preguntarme si es posible que algo en la vida me había hecho tan feliz. Porque no sabía que me necesitaban tanto. Estoy tan feliz, tan feliz que he acabado llorando cuando me he quedado sola. Lo escribo así porque cuando me muera, quiero que se descubran mis verdaderos sentimientos… Tal como pensaba, soy débil. Creo que no me han pillado. Soy inesperadamente buena en poner cara de póker.”.

“4 de agosto de 20XX
¡Últimamente estoy siendo muy débil! ¡Voy a dejar de escribir cosas oscuras! ¡Se me había olvidado que había decidido seguir adelante! Puede que luego quite las entradas de estos días.”.

“7 de agosto de 20XX
La verdad es que desde que estoy en el hospital he intentado para que dos personas se encuentren todo lo posible con la esperanza de que empiecen a llevarse bien, pero parece que va a ser difícil (lol). Seguiré deseando que se lleven bien hasta que me muera. ¡Últimamente he estado practicando un truco de magia enorme! Qué ganas de enseñarlo.”.

“10 de agosto de 20XX
He decidido mis planes para cuando me den el alta. Voy a ir a la playa. Supongo que voy a empezar con algo normal. Parece que nosotros hemos avanzado todo lo que hemos podido (lol) últimamente sin bajar el ritmo. Está bien, pero, estaría bien que pudiéramos tomárnoslo con calma, ¿sabes? El truco de magia es difícil.”.

“13 de agosto de 20XX
Me han hecho una visita y me he comido la primera sandía del verano. Me gusta más la sandía que el melón. Supongo que los gustos de las personas siguen igual a los de cuando eran niños, ¿eh? Bueno, dicho eso, no es que siempre me haya gustado al horumon. No soporto cuando los niños mastican haciendo mucho ruido el mino (lol). Le he explicado las normas del libro a mi madre. Así que escribiré un poco más. Hasta que venga cierta persona a buscarlo no se le puede enseñar a nadie de fuera de la familia. Tampoco se le pueden pedir pistas a Kyouko o a otra persona.”.

“16 de agosto de 20XX
¡Me van a dar el alta pronto! Han venido dos personas a hacerme la última visita. Como las dos partes me han dicho que pare ya, he decidido disminuir sus encuentros (lol), pero estaría bien que los tres nos llevásemos bien y fuéramos a comer juntos una vez.”.

“18 de agosto de 20XX
¡Mañana me dan el altaaaaaaa! ¡Voy a vivir el tiempo que me queda al máximo! ¡Bieeeeeeeeen!”.

Ahí acababan las entradas. ¿Cómo lo digo? Me habían justificado mis preocupaciones. Aunque había pasado algo, ella lo encubrió.
Al igual que hacía un tiempo, algo se me subió a la garganta. Me tranquilicé. No podía haber hecho nada y en ese momento tampoco podía hacer nada – puse excusas para serenarme.
Pensé en qué habría estado pensando en esos momentos entre respiraciones pesadas. Dentro del diario de coexistencia con la enfermedad no había encontrado lo que buscaba. En la libreta no estaba claro lo que pensaba de mí. Comprendí que era importante, pero era algo que ya sabía. Me eludía.
Estaba más que sólo un poco decepcionado.
Cerré los ojos y estabilicé mi respiración.  Me quedé callado como si estuviese rezando por el momento.
Cerré el libro, miré a su madre que me había estado esperando tranquilamente. Dejé el libro en el suelo y lo empujé para adelante.
–Muchas gracias…
–…Todavía no.
Su madre no cogió el diario de coexistencia con la enfermedad. Sus ojos, que eran idénticos a los de la chica, estaban rojos y me miraban firmemente.
–Lo que Sakura quería que leyeras está más adelante.
Tal y como me dijo, hojeé las páginas en blanco aturdido.
Había palabras suyas, prorrumpiendo con su personalidad, animadas.
Pensé que se me iba a parar el corazón.

“Testamento (borrador) (se editará muchas veces)
Saludos.
Este es mi testamento.
Si esto entra en los ojos de alguien, seguramente será porque ya no estaré en el mundo, ¿eh? (¿Esto es demasiado convencional?).
Para empezar, perdonadme por no haber dicho lo de mi enfermedad. Lo siento mucho.
A pesar de que ha sido egoísta, quería vivir como siempre, divertirme mucho y reírme mucho con todos. Por eso he muerto guardándomelo.
A lo mejor algunos queríais decirme algo. Por favor, contadles a los demás lo que queréis decirles. Ya sea que les odiáis o los queréis, todo: quiero que se lo digáis. Si no, podrían morir antes de que os dierais cuenta, como yo. Aunque ya no llegáis a tiempo conmigo, todavía estáis a tiempo con los demás, así que decidles lo que queréis decirles.

Me ha gustado mucho estudiar con todos los del colegio (¿a lo mejor tendría que escribir individualmente a algunos?). Me gustaba el festival cultural y el atlético, pero sobretodo, me gustaba vivir una vida cotidiana con todo el mundo. Es frustrante que no podré veros divirtiéndoos haciendo varias cosas y yendo a varios lugares. Así que, por favor, cread muchos recuerdos y contádmelo cuando estéis en el cielo. Por eso, será mejor que no hagáis cosas malas (lol). Gracias a la gente que me ha querido y que me ha odiado.

Papá, mamá, hermano mayor (¿esto cuenta como escribirlo individualmente?), muchas gracias por todo hasta ahora. He querido mucho a nuestra familia. A papá, a mamá y a hermano: os he querido mucho, mucho, mucho. Cuando todavía era pequeña solíamos ir de viaje juntos, ¿a qué sí? Todavía los recuerdo. Me pregunto si he sido una hija de la que poder sentiros orgullosos a pesar de que siempre he sido escandalosa y he dado problemas. Quiero seguir siendo vuestra hija, aunque esté en el cielo. Si vuelvo a nacer quiero ser vuestra hija. Por eso, espero que no sigamos llevando bien para siempre. Y cuando renazca volveréis a criarme vosotros. Quiero volver a vivir en Yamauchi otra vez con mi hermano. Mmm, quiero escribir muchas cosas, pero no puedo, eh.

(Ya me lo pensaba. Escribiré a mi querida compañera individualmente. Volveré a escribir la parte de mi familia).

Kyouko.
Primero, deja que te diga una cosa: te quiero.
Te quiero, Kyouko. Sin duda, te quiero. Por eso lo siento mucho.
Siento haberte informado en el último momento. (Tengo que pensarme bien esto).
No voy a pedirte que me perdones, pero créete esto: te quiero.
Y no te lo pude decir porque te quiero.
Me encanta estar contigo. Reír, enfadarnos, decir tonterías, llorar… Me encantaba todo.
Perdona, no es así.
Me sigue encantando.
Siempre. En presente de indicativo: me encanta. Me seguirá encantando cuando me vaya al cielo, incluso cuando renazca.
Me encanta pasar tiempo contigo, a quien quiero, y no he tenido el valor de romperlo.
Es un poco malo para mis otros amigos, pero Kyouko siempre será la número uno. A lo mejor me he enamorado de ti. Vale, buen, pues en nuestra próxima vida, Kyouko tiene que ser un chico (lol).
Sé feliz, ¿vale, Kyouko?
Da igual qué pase, si eres tú estarás bien, Kyouko. La Kyouko a la que quiero no va a perder, ¿verdad?
Encuentra un marido estupendo y da a luz a un bebé adorable. Forma la familia más feliz de todas.
Para serte sincera, quería verla, ¿sabes? Tu casa. ○ (← Cuando escriba la definitiva no voy a llorar).
Siempre te cuidaré desde el cielo.
Ah, sí. Tengo un último favor que pedirte. Me haría feliz que pensases como que es mi última voluntad y me hicieras caso.
El favor es que tengo una persona con quien me gustaría que te llevases bien.
Sí, es el chico al que siempre miras mal (lol).
Es una buena persona, ¿sabes? De verdad. Aunque a veces es malo conmigo (lol).
Sin embargo, él es
(Supongo que puedo dejar la explicación sobre él para más tarde).
(Tengo que transmitir mejor lo que quiero decirle a Kyouko).

Bueno, para acabar, tú.
No voy a escribir tu nombre (lol).
Tú, te voy a llamar “tú” porque me dijiste que no escribiese tu nombre, ¿sabes?
Bueno, ¿qué tal? (lol).
Las cosas que quería decir han aumentado últimamente (en el verano de segundo de bachillerato) en varias formas.
Para empezar, los asuntos administrativos.
Usa este diario de la coexistencia con la enfermedad libremente. Ya he informado a mi familia de que te lo tienen que dar cuando vayas a buscarlo.
Con “libremente” me refiero que puedes hacer lo que quieras con esta cosa que te han dado.
Puedes romperlo, tirarlo y dárselo a quien sea.
En otras palabras, aunque he escrito mensajes para varias personas, que se los enseñes o no, es decisión tuya.
Porque ahora mismo, en el momento en que mires esto, este diario de coexistencia con la enfermedad es tuyo. Si no lo quieres, tíralo (enfadada).
Es lo último que puedo hacer por ti, la persona que me ha dado varias cosas.
La sandía del otro día estaba buenísima (lol). (La perspectiva ha cambiado de tiempo verbal – a lo mejor lo cambio).

Bueno, ahora voy a escribir lo que quiero decirte, ¿vale? Creo que son mis verdaderos sentimientos. Si cambian, lo reescribiré. Pero si empiezo a odiarte, no escribiré nada de nada (lol). Si llega ese momento, ¿no será mejor que vayas y te dejes matar por Kyouko? (lol).

No han pasado más de cuatro meses desde aquel momento, desde que nos encontramos en el hospital, ¿eh? Tengo la sensación de haber pasado mucho, mucho más tiempo contigo. Seguramente es porque me has enseñado muchas cosas.
Aunque ya lo escribí en una entrada, la verdad es que llevo interesada en ti desde hace mucho más tiempo. ¿Sabes por qué? Es algo que solías decir a menudo, ¿sabes?
La respuesta es porque yo también lo pensaba.
Que tú y yo somos humanos opuestos.
También lo pensaba.
Me interesé por pensar así, pero nunca se me presentó la oportunidad de llevarme bien contigo, y ahí es cuando ocurrió esa coincidencia, ¿sabes? Así que acabé pensando: “Supongo que ahora no me queda de otra que llevarme bien con él, eh”. Me alegro, me alegro mucho de habernos empezado a llevar bien.
Aunque últimamente he estado escuchando voces por aquí y por allí diciendo cosas del plan: “¿no se llevan demasiado bien?” (lol), “¿Están juntos?”. Así que lo llamé así yo misma, pero me acelera el corazón. Aunque sólo nos damos abrazos, ¿sabes? A este ritmo, ¿no acabaremos besándonos por diversión? Y mi corazón empieza a latir (lol).
Mmm, bueno, aunque eso también está bien. ¿Crees que ese comentario es una bomba? Pero, está bien, de verdad. Aunque no seamos pareja, seguiré alegrándome.
Estaba un poco preocupada, pero, cuando leas esto algún día, estaré muerta (lol), así que seré directa.
Para decirlo directamente, he pensado un sinfín de veces, de verdad, un sinfín de veces que estaba enamorada de ti. Por ejemplo, cuando hablaste de tu primer amor mi corazón se agitó, ¿sabes? Igual que cuando bebimos licor en el hotel, y cuando te abracé por primera vez.
Pero ¿sabes? No me apetece que seamos pareja, no me apetecerá ni en un futuro. Seguramente, eso creo (lol).
Puede que nos fuera bien como pareja, pero el tiempo para asegurarnos es algo que no tenemos, ¿verdad?
Y ya no hablamos, de que odiaría llamar a nuestra relación algo tan común.
Amor o amistad, nuestra relación no es así, ¿verdad? Aunque me entra la curiosidad de saber qué pasaría si te enamorases de mí. Pero no tengo ni la intención ni el recurso para preguntártelo.
Ah, por cierto, como tiene que ver con este asunto, te diré la pregunta que pensaba hacerte en el hospital cuando te dije de jugar a verdad y atrevimiento. No estoy saltándome las normas porque no sabré la respuesta, ¿vale? Lo que quería preguntarte es, verás…
Es: “por qué no me llamas por mi nombre?”.
Lo recuerdo. Cuando me quedé dormida en el Shinkansen me despertaste disparándome una goma elástica, ¿no? Aunque podrías haberme despertado llamándome, no pronunciaste mi nombre. Lo he tenido en la cabeza desde entonces. Y no me has llamado por mi nombre ni una vez. Siempre es “tú”. Tú, tú, tú.
La razón por la que no te lo pregunté en aquel momento fue porque pensaba que, a lo mejor, no me llamabas por mi nombre porque me odiabas. Pensaba eso. Además, no podía pensar que eso daba igual. Porque no tengo seguridad casi. Así que, a diferencia de ti, era una humana cuyo concepto del “ser” sólo existía en relación con la gente que la rodeaban.
Como pensaba así, creía que si no era a través del verdad o atrevimiento no podía preguntártelo, pero últimamente, me he dado cuenta de que me equivocaba.
Todo a partir de aquí son imaginaciones mías, si me equivoco, perdóname.
¿No es que tienes miedo de que sea alguien para ti?
Ya lo has dicho antes, ¿no? Que te gusta imaginar lo que piensan los humanos que te rodean cuando te llaman por tu nombre y que, da igual si está bien o mal, porque te lo has imaginado.
Es una interpretación conveniente y egoísta, pero, creo que no es que no te importe.
Y por eso, me imagino que te asusta hacerlo.
Tienes miedo de añadirle un significado cuando pronuncies mi nombre.
Tienes miedo de hacerme, a mí que me vas a perder tarde o temprano, tu amiga o pareja.
¿Qué opinas? Si he dado en el blanco, deja un licor de ciruela o algo en mi tumba (lol).
Aunque no pasa nada si no tienes miedo. Da igual lo que pase, la gente se puede llevar bien con otros. Como tú y yo hasta ahora.
Ah, no dejo de escribir que tienes miedo, como si te culpase por ser un cobarde, pero no es eso.
Es porque creo que eres un humano increíble, ¿sabes?
Una persona increíble que es opuesta a mí.
A propósito, hasta voy a responder lo que me preguntaste. ¡Vaya servicio, eh!
Esa sobre qué pensaba de ti. ¿No estás particularmente interesado? (lol). Bueno, pues sáltate esta parte.
Verás, yo…
Te admiro.
Llevo tiempo dándole vueltas a algo: que, si fuera tú, podría vivir la vida para mí, con un encanto solo mío, una responsabilidad mía, sin molestar a nadie más, sin extenderte la tristeza a ti o a mi familia.
Por supuesto, con mi vida de ahora soy más que feliz, pero te admiro. A ti, que vas a vivir totalmente solo como un humano, sin nadie a su alrededor.
La premisa de mi vida es que siempre tengo a alguien cerca.
Un día noté que mi encanto no se podría detectar si no había alguien a mi lado. Aunque tampoco pienso que sea algo malo. O sea, ¿todo el mundo es así? La gente se define por su relación con los demás. Ni siquiera nuestros compañeros de clase podrían mantenerse sin estar con sus amigos o parejas: comparándonos con otro, con nosotros mismos y encontrarnos a nosotros mismos por primera vez. Eso es lo que significa vivir para mí.
Pero tú, sólo tú, siempre estás solo.
Has creado tu propio encanto estando solo, no a través de relacionarte con gente.
Quería tener ese encanto para mí sola. Por eso, aquel día cuando te fuiste a casa, lloré.
Fue el día en que te preocupaste por mí de verdad. El día que me dijiste que querías vivir.
Me escogiste sin precisar una relación de amistad o romance.
Nadie más. Yo fui la escogida.
Por primera vez aprendí que se me necesitaba a mí, por quien soy.
Por primera vez pensé que yo, y sólo yo, era yo misma.
Gracias.
Tal vez llevaba diecisiete años esperando a que me necesitases, como los cerezos que esperan a la primavera.
Quizás por eso escogí “el diario de coexistencia con la enfermedad” como método de registro a pesar de que no leo.
Te conocí a partir de mis propias decisiones.
De verdad, ¿sabes? Eres un humano muuuuy increíble por haber sido capaz de hacer a alguien tan feliz. Si todo el mundo notase tu encanto…
Como yo ya hace años que noté tu encanto, ¿sabes? Antes de morir quiero sacarte la suciedad de debajo de las uñas o algo y bebérmelo.
Eso he escrito, pero ahora es cuando me doy cuenta de que las palabras del montón no sirven de nada, eh. Sería un desperdicio expresar con palabras imposibles de hallar por ningún lado la relación entre tú y yo.
Exacto, eh. Puede que no te guste, pero ¿sabes?
Tal y como pensaba, yo…
Me quiero comer tu páncreas.
(Tu parte ha acabado siendo la más larga – Kyouko se enfadará así que lo tendré que revisar).

Borrador 1”.


Cuando hube acabado de leer me di cuenta que ella no existía en esete mundo al que había vuelto y lo comprendí.
Rompiéndome. Ah, me estaba rompiendo.
Fui consciente de ello. Fui consciente de ello y era imposible pararlo.
Antes de que ocurriese tenía que preguntar algo:
–Ella… El móvil de Sakura-san…
–¿Móvil…? – Su madre se levantó y volvió de inmediato con un móvil. – Desde que esa chica… se fue, he intentado contestar sólo a las llamadas, pero últimamente también lo tengo apagado.
–Déjeme… echarle un vistazo, por favor.
Su madre me entregó el móvil sin decir nada.
Abrí el aparato y lo encendí. Una corta espera después, entré en la aplicación de los mensajes y abrí la bandeja de entrada.
Las encontré entre muchos mensajes sin leer.
Las últimas palabras que le había enviado.
El mensaje final que tenía para ella.
Lo habían abierto.
Había… llegado…
Dejé el móvil y el diario de coexistencia con la enfermedad sobre el tatami, y de alguna manera, conseguí mover mis labios que se estremecían para pronunciar mis últimas palabras antes de romperme.
–Se…ñora…
–¿…Sí?
–Lo siento mucho… Sé que es inapropiado pedirle esto… Pero… Lo siento mucho… ¿Le importa si lloro ya…?
Después de que le cayese una única lágrima por la cara, asintió y me dio permiso.
Yo me rompí. No, la verdad es que me había roto hacía mucho tiempo.
–¡Ah…! ¡Gua…! ¡Ah, ngh, ah…! ¡Ah! ¡Hck! ¡Gh, Ah…!
Lloré. Gimoteé desvergonzadamente como un niño. Lloré alternando el frotar la frente contra el tatami y mirar al techo entre voces. Era la primera vez que lloraba tan alto y delante de otra persona. Porque no quería hacer algo así. Porque no quería forzar mi pena en otra persona. Nunca había hecho algo así. Pero en ese momento, el nacimiento de las muchas emociones me impidió retraerme.
Porque era feliz.
Por haberle llegado, de que el mensaje le hubiese llegado.
Porque me había necesitado.
Porque yo la había podido ayudar.
Era feliz.
Pero al mismo tiempo, en un dolor inimaginable.
Su voz no dejaba de hacer eco.
Sus caras aparecieron una a una.
Llorando, entonces, frunciendo el ceño, entonces, sonriendo, entonces, sonriendo, entonces, sonriendo.
Su tacto.
Y su aroma.
Ese aroma enfermizamente dulce.
Lo recordaba como si estuviese justo ahí, como si ella estuviese justo ahí.
Pero ya no estaba. La chica ya no estaba aquí, ni en ningún sitio. La chica a la que siempre había estado mirando ya no estaba aquí.
Solía decir que íbamos en direcciones diferentes.
Era normal.
No mirábamos al mismo sitio.
Siempre nos habíamos estado mirando el uno al otro.
Siempre habíamos estado mirando al otro banco desde lados opuestos.
A pesar de que jamás debería haberse descubierto, a pesar de que, realmente, nunca lo tendría que haber notado. Nos habíamos estado mirando el uno al otro. Desde lugares diferentes, lugares sin relación, donde deberíamos haber existido por separado.
Y pesé a eso, nos conocimos porque había saltado un canal.
Pero, aun así, había pensado que sólo era ello quien la necesitaba o penaba que quería estar con ella.
Y pensar que este tipo de yo estaba…
Que este tipo de yo estaba… por ella…
Era yo.
Era yo quien, ahora mismo, estaba convencido.
Había estado viviendo para conocerla.
Había hecho una elección: para conocerla, y sólo para eso, había hecho una elección y había vivido.
No cabía duda.
Después de todo, hasta entonces, no había conocido nada tan feliz o doloroso.
Viví.
Gracias a ella había vivido estos últimos cuatro meses.
Seguramente, por primera vez como persona.
Por conectar mi corazón al suyo.
Gracias, gracias, gracias.
Aunque no podía agradecérselo lo suficiente, la chica a la que tendría que habérselo dicho ya no estaba.
Da igual lo mucho que llorase, ya no la podía alcanzar.
Da igual lo mucho que gritase, ya no la podía alcanzar.
Aunque quería transmitirle esto – cosas felices y cosas dolorosas.
Que los días que pasé con ella fueron los más divertidos que jamás había vivido.
Que quería estar más con ella.
Que quería estar con ella para siempre.
Aunque fuera imposible, tendría que habérselo dicho.
Aunque fuera para mi propia satisfacción, tendría que haberla hecho escucharme.
Era lamentable.
Ya no podía decirle nada.
Ya no podía hacer nada por ella.
Aunque me había dado tantas cosas.
Yo, no podía hacer nada…



[1] El tatami () es una estera gruesa hecha, tradicionalmente, de paja de arroz, recubierta de junco japonés y rematada en sus bordes con una tela brocada. En la actualidad, el interior puede ser de poliuretano o de contrachapado, aunque no es lo normal. La importancia histórica del tatami es tal, que aun hoy en día, se utiliza com unidad de medida para la superficie habitable de las casas o habitaciones.
[2] Este tipo de clubs abarcan no solo actividades físicas y deportivas, sino también culturales : ceremonia del té, instrumentos musicales tradicionales, conversación en idiomas extranjeros, coral o la banda de música.

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