Capítulo 9

enero 05, 2018

Lloré y lloré y lloré.
Y por fin, cuando dejé de llorar – sin querer, porque ya no me quedaban más lágrimas – su madre estaba sentada a mi lado, esperando.
Alcé la cabeza y su madre me pasó un pañuelo azul claro. Tímidamente, acepté el pañuelo y, aún sin aliento, me sequé las lágrimas.
–Te lo puedes quedar. Es el pañuelo de Sakura. Estoy segura de que le gustaría que lo tuvieras.
–…Muchas… Gracias…
Expresé mi gratitud con sinceridad, me sequé los ojos, la nariz y la boca, y guardé el pañuelo en el bolsillo de mi uniforme.
Una vez más, me puse en la postura correcta sobre el tatami. Ahora tenía los ojos tan rojos como su madre.
–Discúlpeme… Por haber perdido la compostura… Por favor…
Su madre sacudió la cabeza apresuradamente.
–No pasa nada, es normal que los niños lloren. Esa chica también solía llorar a menudo. Siempre fue una llorona. Pero, ¿sabes? Dejó de llorar cuando te conoció y empezó a escribir que quería pasar tiempo contigo. No del todo, pero gracias. Gracias a ti el tiempo que le quedaba fue un tesoro.
Contuve las lágrimas que amenazaban con salir otra vez y sacudí la cabeza.
–El que recibió su valioso tiempo fui yo.
–…Si eso crees, deberías venir a comer con la familia algún día. No nos contó nada sobre ti.
Vacilé una vez más delante de la sonrisa apenada de su madre.
Rindiéndome a mi titubeo, le conté a la madre un poco los recuerdos que había compartido con la chica. Las cosas que no había escrito en su diario – por supuesto, omití que habíamos compartido cama y lo de nuestro juego de verdad o atrevimiento.
Mis recuerdos la hicieron sentirse mejor poco a poco.
El valioso dolor y felicidad continuaron igual, pero sentí que me soltaba un peso de encima. Por eso creo que el que su madre me escuchase fue por mi bien.
Al final de mi historia le hice una petición a su madre.
–¿Podría volver a rezar algún día?
–Sí, claro. Cuando llegue el momento, ven y conoce a mi marido y a mi hijo también. Eso es, con Kyouko-chan… Aunque parece que no os lleváis muy bien.
Su madre soltó una risita idéntica a la suya.
–Eso parece, eh. Han pasado unas cuantas cosas y me ha acabado odiando.
–No quiero obligarte, pero, de ser posible, Kyouko-chan y tú deberíais venir a comer algún día. Es por gratitud también, pero me haría feliz poderme llevar bien con las dos personas que tanto atesoraba Sakura.
–Seguramente depende más de ella que de mí, pero lo tendré en cuenta.
Después de aquello intercambiamos unas cuántas palabras y, después de prometerle que volvería de visita, me levanté. Ella insistió que me llevase el diario de coexistencia con la enfermedad a casa y rechazó los diez mil yenes que me había hecho traer mi madre.
Su madre me acompañó a la salida. Me puse los zapatos, volví a agradecérselo y, justo cuando iba a poner la mano sobre el pomo de la puerta, me llamó.
–Por cierto, ¿cuál es tu nombre de pila?
Yo, en respuesta a su pregunta, me di la vuelta rápidamente y respondí:
–Haruki. Me llamo Haruki Shiga.
–Ah, ¿no había un novelista que se llamaba así?
Cuando mi sorpresa desapareció, sentí cómo aparecía una sonrisa en mi boca.
–Sí, aunque no sé a cuál se refiere[1].
Volví a darle las gracias, me despedí y salí por la puerta principal de la casa de los Yamauchi.
La lluvia había parado.
Después de cenar, me confiné en mi habitación y mientras volvía a leerme el diario de coexistencia con la enfermedad una vez más, empecé a pensar. Acabé llorando de nuevo en medio de la lectura, pero continué de todas formas.
¿Qué iba a hacer desde ahora? Pensé en qué podía hacer por su bien, por el de su familia y por el mío.
Yo, que había recibido el diario de coexistencia con la enfermedad, pensé en qué era capaz de hacer.
Después de mucha reflexión, tomé mi decisión un poco pasadas las nueve de la noche y empecé a ponerme en acción.
Saqué el impreso que había dejado en el cajón de mi escritorio y saqué mi móvil.
Miré la hoja y marqué un número que jamás en la vida pensé que iba a usar.
Aquella noche soñé que hablaba con ella y volví a llorar.


Llegué a la cafetería por la tarde.
Había llegado un poco antes de la hora acordada, por lo que la otra persona todavía no había aparecido. Pedí un café con hielo y me senté en una silla vacía al lado de la ventana.
Fui capaz de ir a la cafetería sin titubear. Seguramente fuese una casualidad, pero era el mismo sitio en el que la había estado esperando aquel día, el día que murió.
No, puede que no fuese una casualidad. Lo reconsideré mientras me bebía mi café con hielo. Seguramente debía haber sido una cliente habitual de ese sitio.
Al igual que aquel día, miré afuera. Al igual que aquel día, la gente de vidas diferentes pasaban por ahí.
Pero a diferencia de aquel día, la persona a la que se suponía que estaba esperando llegó a tiempo. Me alegré. Estaba aliviado. Por culpa del trauma me preocupase que me dejasen plantado.
Kyouko-san se sentó en la silla de enfrente sin decir nada, y entonces, me miró furtivamente con ojos rojos.
–Bueno, he venido… Pero… ¿Qué?
Me rehusé a sentirme intimidado. Endurecí mi tembloroso corazón, le devolví la mirada y empecé a abrir la boca.
Sin embargo, Kyouko-san me interrumpió.
–Al funeral de Sakura… Tú… No fuiste… ¿…Por qué?
–Eso es…
Un estruendo resonó por todo el establecimiento cuando me vi incapaz de responder y, el tiempo se detuvo momentáneamente. Era el sonido de Kyouko-san golpeando la mesa con el puño.
–…Lo siento. – Dijo Kyouko-san en voz baja antes de bajar la vista cuando el tiempo volvió a moverse.
Volví a abrir la boca para hablar.
–Gracias por venir. Esta debe ser la primera vez que hablamos en condiciones. Me gustaría hablarte de algo, Kyouko-san, así que te he hecho venir, pero, me pregunto por donde debería empezar.
–Ves directo al grano.
–…Sí, perdona. Hay algo que quiero que veas.
Por supuesto, era un asunto de la chica. Ella era el único punto de conexión entre Kyouko-san y yo. Después de debatirme sobre ello el día anterior, decidí hablar con Kyouko-san.
Antes de llegar, había estado pensando en cómo abordar el tema con ella, sobre si debería empezar por la relación entre la chica y yo, o sobre su enfermedad. Al final, decidí dejarla ver la verdad primero.
Saqué el diario de coexistencia con la enfermedad de mi mochila y lo dejé sobre la mesa.
–Esto es el diario de coexistencia con la enfermedad.
–¿…Diario de coexistencia?
Limpié el polvo de la chaqueta que envolvía el libro y se lo enseñé.
Los ojos de Kyouko-san, que eran algo huecos, se abrieron como platos de inmediato. Eso me esperaba de ella. Pensé que era envidiable.
–Es… la letra de Sakura…
–Sí. – Asentí con un movimiento distintivo. – Era su libro. Me lo han dado como parte de su testamento.
–…Su testamento…
El asunto sobre el que iba a hablar volvió pesadas mis palabras y mi corazón, pero no iba a permitir que eso me detuviese.
–Todo lo que hay escrito dentro es verdad. No son ninguna travesura, ni mías. Es algo parecido a un diario que ha escrito ella, y en sus últimas páginas hay un testamento en el que se dirige a Kyouko-san y a mí, entre otros.
–¿Qué… estás diciendo?
–Estaba enferma.
–Mientes, nunca me lo había dicho…
–No te lo contó.
–¿…Y por qué tú sabes algo que ni siquiera yo sabía?
Eso también lo había pensado, pero ahora sabía el motivo.
–Sólo me lo contó a mí. Se vio involucrada en un accidente y murió, pero la verdad es que, aunque no hubiese estado en aquel accidente, ella–…
Antes de poder terminar me interrumpieron. Un sonido agudo penetró mi oído y sentí un dolor en la mejilla. Como no tenía experiencia, me costó un poco darme cuenta de que el dolor provenía el violento acto de una bofetada.
Kyouko-san, cuyos ojos parecían a punto de llorar, me habló como si estuviese rogándome.
–Para ya…
–No voy a parar. Tengo que contártelo. Ella escribió en este libro que eres a quien más quería, por eso quiero que lo escuches. Estaba enferma. Aunque no hubiese estado en aquel accidente, iba a morir en medio año. No es mentira.
Kyouko-san sacudió la cabeza lentamente. Yo le pasé el diario de coexistencia con la enfermedad.
–Léelo. Le encantaban las travesuras, pero, bajo ningún concepto haría bromas que pudiesen hacerte daño.
Decidí no decir nada más de allí en adelante.
Mi preocupación era que, tal vez, no se lo fuera a leer, pero mi temor se disipó rápidamente cuando Kyouko-san extendió la mano un poco después.
Kyouko-san cogió el diario con prudencia y lo abrió.
–Es la letra de Sakura de verdad…
–Es algo que ella escribió.
Kyouko-san, con el ceño fruncido, empezó a leer la primera página lentamente. Yo me concentré en esperar.
La chica que había muerto me había contado que Kyouko-san tampoco era el tipo de persona que normalmente leía palabras en un formato impreso. Así que tardó un poco en avanzar con el diario de coexistencia con la enfermedad. Por supuesto, su velocidad en la lectura no era el único factor que influenció el tiempo que pasó.
Al principio, su apariencia indicaba que no se lo podía creer, Kyouko-san releyó las páginas incontables veces.  “Es mentira, es mentira”, recitaba. Seguidamente, su corazón se conecto con el de la chica que estaba en algún sitio. Como si hubiesen tocado un interruptor, empezó a llorar y su ritmo de lectura se ralentizó todavía más.
No estaba para nada impaciente. Sobretodo cuando empezó a llorar, me sentí aliviado de que lo hubiese aceptado. Porque si no lo aceptaba el que hubiese estado allí ese día hubiese sido una pérdida de tiempo. Tanto el transmitir la voluntad de la chica y mi otro propósito.
A mitad, pedí mi segundo café. Después de pensármelo, también le pedí un zumo de naranja a Kyouko-san. Ella sólo le dio un sorbo sin decir nada.
Mientras esperaba no pensé en la chica, más bien, pensé en qué iba a hacer con lo que me había dado. Era una tarea difícil para mí, que había persistido en la marginación hasta entonces. Continué reflexionando y el tiempo pasó.
Para cuando me di cuenta el día se había convertido en noche. Al final, no conseguí concretar nada más allá de lo que ya había pensado anoche. Las cosas que la gente hacía normalmente me costaban.
Miré a Kyouko-san; su rostro estaba pegajoso por las lágrimas y el montón de pañuelos empapados de encima de la mesa había crecido. Tenía los dedos emparedados en medio del libro y estaba a punto de cerrarlo. Hice lo mismo que su madre.
–Más adelante hay más.
A pesar de que Kyouko-san ya parecía exhausta de leer, cuando leyó la parte del testamento de la chica, cerró el libro por completo y, como si no fuese consciente de la gente que le rodeaba, empezó a berrear.
Yo observé a Kyouko-san. Al igual que la madre de la chica había hecho por mí el día anterior. Kyouko-san gritó su nombre un sinfín de veces. “Sakura, Sakura”, gritaba.
Kyouko-san continuó llorando un rato más de lo que yo había llorando el día anterior y, cuando la miré a los ojos, sus ojos – aun llenos de lágrimas – se giraron hacia mí. Como siempre su mirada no podía ni soportarme.
–¿…Por qué…? – Kyouko-san habló con una voz ronca. – ¿Por qué… no me lo… contó…?
–…Porque ella-…
–¡No es Sakura! ¡Eres tú!
Perdí las palabras que había querido responder ante esa voz enfadada que no había anticipado. Kyouko-san dejó salir sus palabras con una mirada que parecía querer apuñalarme.
–Si ella, si ella me lo hubiese dicho… Habría pasado mucho… muchísimo, muchísimo más tiempo con ella. También me habría salido del club, ¡hasta habría dejado la escuela! Y habría estado con Sakura… – Era esto, eh. – …No te lo voy a perdonar. Da igual lo mucho que le gustases, te necesitase o te apreciase Sakura, yo no te lo pienso perdonar.
Ella volvió a dejar caer la cabeza y sus lágrimas empezaron a caer al suelo. Un poquito, sólo un poquito, yo – el mismo que había sido hasta entonces – acabé pensando que, a pesar de todo, no me importaría. Que, aunque me odiasen, no me importaría. Pero sacudí la cabeza. No estaba bien. No estaría bien.
Empecé a hablar a Kyouko-san que estaba cabizbaja.
–Lo siento, pero… Me gustaría que me perdonases, aunque sea poco a poco.
Kyouko-san no dijo nada. Dejé a un lado mi nerviosismo y, de alguna forma, volví a abrir la boca.
–Y, entonces… Si no te importa… Algún día… Me gustaría-… – Kyouko-san no me miraba. – Me gustaría que fueses mi amiga.
Mi garganta y mi corazón se tensaron porque usé palabras que no había utilizado ni una sola vez en toda mi vida. Trabajé desesperadamente por mantener la respiración, porque mis propios asuntos me habían desesperado. No podía permitirme suponer el estado mental de Kyouko-san.
–No es sólo por su testamento. Es algo que yo, por mi mismo, decido hacer. Me gustaría llevarme bien contigo. Quiero que nos llevemos bien. ¿No…?
A parte de este no sabía más métodos para preguntar esto, así que me quedé callado. El silencio acaeció sobre el espacio entre nosotros dos.
Jamás había estado tan nervioso por la respuesta de alguien. Esperé la respuesta de Kyouko-san en un estado de egocentrismo y, un rato después, todavía con la cabeza gacha, ella sacudió la cabeza muchas veces, se levantó por primera vez en varias horas y se fue sin mirarme ni una sola vez.
Ahora me tocaba a mí dejar caer la cabeza después de ver la espalda de Kyouko.
Con que así era… No se podía, eh…
Pensé que seguramente ese era el precio que tenía que pagar. El precio por no reconocer a la gente hasta entonces.
–Esto es difícil. – Susurré a solas.
Pero creo que, en realidad, se lo decía a esa chica.
Metí el diario de coexistencia con la enfermedad que había dejado atrás en la mochila y, después de limpiar la montaña de basura que habíamos creado, volví a salir al exterior que se había vuelto totalmente oscuro.
¿Qué iba a hacer desde entonces? Me sentía atrapado en un laberinto sin salida. Si miraba arriba, todavía podía ver el cielo, pero a pesar de que sabía que existía una salida, no la podía encontrar.
Vaya problema molesto, pensé. Todos los que resolvían problemas semejantes a diario eran increíbles.
Me subí a mi bicicleta y empecé a irme a casa.
Las vacaciones de verano estaban a punto de acabar.
Parecía que me sería imposible terminar los deberes antes de que lo hicieran las vacaciones de verano.



[1] Esto es una suposición mía, de la traductora, pero creo que el autor japonés al que se refieren es Naoya Shiga (志賀 直哉), un actor japonés de cuentos de la era Taisho y Showa. Creo que se trata de él porque su corriente literario era el watakushi–shōsetsu(私小説) o, literalmente, “mi novela”. Es un género de novelas escritas en primera persona, desarrolladas a lo largo de la etapa final del período Meiji y en la era Taisho como respuesta japonesa al movimiento literario del naturalismo, que a su vez provino de occidente. Este tipo de novelas del yo mostrarían un lado más oscuro de la sociedad o del escritor, además de presentar más los sentimientos del creador con una forma de escritura muchísimo más relajada. Además, la novela debe estar ambientada en un escenario natural y debe ser realista. Tiene que incluir la fórmula autor = protagonista = héroe, además de aportar un amplio conocimiento sobre la literatura japonesa y, a su vez, debe estar escrita con un lenguaje sencillo.

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